Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

021.

━━━━━━━━━━━ ✦₊˚.

Riane se quedó atrás durante un segundo, viendo cómo sus hombres se subían a las cañoneras para llegar a la superficie de Cuabeth. Tras Umbara, la mayoría del Pelotón Rayo eran novatos, y, para muchos, aquel iba a ser su primer combate. Era sencillo conseguir nuevas tropas para reemplazar a los hombres caídos, pero la unión y la compenetración entre ellos no llegaba con tanta facilidad.

Se puso el casco, subiéndose en la cañonera más cercana, la cual despegó al instante. Salieron del hangar de El Resuelto y las luces se volvieron rojas en el interior de la nave. Los soldados del interior comprobaban sus armas bajo los atentos ojos de su teniente.

—Señora —dijo Mecano a su lado—. El capitán Rex nos acaba de informar de que el comandante Axton y el resto de la Legión 335 se enfrentan al enemigo en estos momentos.

Riane asintió, la mano derecha sobre la funda de la pistola, como si fuera a saltar al campo de batalla inmediatamente.

—Gracias, sargento.

Su pelotón y algunos clones más habían sido enviados a apoyar a la Maestra Jedi Dhejah Ernark en la lucha contra los Separatistas en el sistema Cuabeth, que era famoso por sus explanadas de piedra gris y sus explotaciones de combustible. La República debía de asegurarse el control del planeta, pero la Jedi había admitido estar teniendo problemas. Por eso, el Consejo Jedi había decidido que parte de la 501 sirviera como refuerzos mientras Skywalker, Tano, y el resto de los hombres se embarcaban en una misión con Kenobi y el 212.

Riane estaba algo nerviosa por lidiar con una Jedi que no conocía. Todos eran diferentes, claro, pero su servicio bajo el mando de un desconocido no había salido muy bien la última vez. Esperaba no perder a más hombres de los necesarios en aquella misión.

—Unmel —dijo Rex por su intercomunicador—. Saltamos directamente a combate. Que tus hombres estén preparados.

La chica sonrió levemente.

—No nos llamamos el Pelotón Rayo por nada, capitán: esos hojalatas estarán hechos chatarra en un santiamén.

Los hombres a su alrededor soltaron vítores. Rex no respondió, pero ella le imaginaba riendo quedamente. Le dio la orden al sargento a su lado y estableció contacto con el resto de las cañoneras mientras entraban en la atmósfera. Según iban descendiendo, el corazón de Riane se aceleraba más y más con anticipación.

—Entramos en zona activa —avisó el piloto—. Contacto inmediato.

Justo entonces, las explosiones y el caos de la batalla comenzaron a ser audibles. Riane sacó ambas pistolas de las guardas cuando la cañonera aterrizó. Las luces se volvieron verdes, las puertas se abrieron, y ella y los clones saltaron al campo de batalla.

El azul de la 501 comenzó a mezclarse con el gris de la 335, y Riane lideró a sus hombres hacia el frente. Corrieron sobre el suelo de piedra gris hasta la cresta donde las fuerzas republicanas resistían. Mecano y el resto se quedaron atrás cuando Riane y Rex se encontraron en el campo de batalla. Los hombres de la 335 parecían tener ánimos reforzados al ver a los refuerzos aparecer.

Capitán y teniente se unieron a las líneas frontales, junto a la artillería pesada. Frente a ellos, una mujer con espada láser azul y un niño con una verde luchaban contra los droides.

—¡Qué bien que habéis llegado, Rex! —gritó el comandante de la legión mientras disparaba—. ¡Tengo a muchos hombres heridos!

El capitán asintió. A su lado había un clon disparando un cañón de repetición.

—¡Kix ya está en ello!

Rex miró de reojo hacia Riane. Seguía disparando con las dos manos, pero, tras un momento, movió la mano derecha para sacar un cartucho de recargas de su cinturón. Parecía haber perfeccionado la manera de recargar con una mano y sin mirar, porque la otra seguía apretando el gatillo. Abrió el bozal del arma contra la carcasa que llevaba en el muslo para mantenerlo firme mientras reemplazaba el cartucho con una mano. Rex se apuntó el truco y siguió luchando.

La batalla se prolongó durante otra hora, por lo menos, y, al final de ella, las fuerzas de la República habían conseguido que los droides Separatistas se dieran a retirada, ocultándose más allá de las montañas frente a ellos.

Los hombres alrededor de Riane dejaban las armas, derrotados, y se sentaban entre las rocas para recuperar el aliento. El comandante le puso una mano a Rex en el hombro, señalando hacia el frente con un brazo cubierto de armadura gris.

—Vamos —le dijo—. La general querrá hablar contigo.

El capitán asintió, haciéndole una seña a Riane para que le siguiera. Ambos caminaron tras Axton, y se unieron a la Jedi y al niño. Dhejah Ernark tenía pelo castaño suelto y alocado, ojos oscuros como los de Riane, pero más fríos y serenos que los de la última, y un mono de combate crema y marrón. El Padawan era rubio, con una trenza larga de aprendiz Jedi que le rozaba el hombro derecho, y una incansable sonrisa que le recordaba a Ahsoka. De hecho, según había oído de la niña, aquellos dos eran amigos.

El comandante de la 335 se puso junto a los Jedi, y el dúo de la 501 se colocó frente a ellos. Rex se quitó el casco, y, tras un momento de duda, Riane lo hizo también. El niño no escondió su sorpresa al ver a una mujer bajo el casco, pero la Maestra Jedi no cambió el gesto. Axton no se movió ni un centímetro, pero Riane no podía ver su expresión por el visor oscuro que le tapaba los ojos.

—Capitán Rex, teniente Unmel —saludó Dhejah—. Muchas gracias por su ayuda.

Rex asintió cortamente, serio.

—El honor ha sido nuestro, general —aseguró.

La mujer asintió, poniendo una mano en el hombro del niño.

—Este es Brandar Eross, mi Padawan.

El niño seguía mirando con confusión hacia Riane, y ella le intentó dar una sonrisa de cortesía.

—Un placer conocerles —dijo el joven con dificultad.

La Jedi sonrió, mirando de reojo hacia el niño con diversión.

—Bien, no hay tiempo que perder entonces —zanjó—. Hemos ganado este asalto, pero estoy segura de que los droides se están reagrupando al otro lado de las montañas para otro —les dijo—. Por favor, comandante, explíqueles al capitán y a la teniente la situación para avanzar cuanto antes.

Axton asintió, quitándose el casco. Tenía el pelo negro, corto en el peinado estándar, y tenía una cicatriz bastante larga en la mandíbula. No parecía reciente.

—Reorganizaremos a los hombres —aseguró.

Los Jedi aceptaron, disculpándose para hablar con el Consejo Jedi. Ante su ida, Rex y Axton intercambiaron sonrisas, algo que hizo que Riane pensase que eran viejos amigos. Se dieron la mano con fuerza, sacudiéndolas con ímpetu.

—Ha pasado demasiado tiempo desde que nos vimos en persona, viejo amigo —dijo el comandante.

Rex asintió.

—Así es, las transmisiones no son lo mismo, vod.

El clon en gris se giró hacia Riane, dándole una sonrisa educada que le recordó a la de Cody.

—No nos han presentado aún —dijo—. Comandante Axton de la Legión 335.

Riane le dio la mano, asintiendo.

—Riane Unmel, teniente del Pelotón Rayo. Un placer.

—El placer es mío. Rex me ha hablado mucho de ti.

Riane alzó las cejas, pero Rex carraspeó, señalando con la cabeza hacia atrás.

—Deberíamos de encargarnos de los chicos.

Axton torció la boca en una sonrisa ladeada, pero asintió. Parecía encontrar divertida la seriedad de su hermano.

—Bien —dijo, sacando un holotransmisor y encendiéndolo—. Los Separatistas controlan todo el este del sector —les explicó señalando el mapa—. Nuestro objetivo ahora mismo es llegar a esta base aérea, justo en el comienzo de la zona que controlan. —Riane veía el punto. La base estaba justo en la frontera de la zona controlada por el enemigo—. Si la capturamos, también tendremos toda esta zona. Además, podremos utilizar las naves como apoyo aéreo, del cual no nos queda nada ahora mismo.

Riane asintió.

—Perfecto —anunció poniéndose el casco—. En ese caso hablaré con los sargentos y movilizaré a los hombres.

Rex se puso el casco también, seguido de Axton.

—Esperamos que esto termine pronto —les dijo a sus amigos.

━━━━━━━━━━━

Destrozaron los droides que oponían resistencia, y una vez dentro del recinto que delimitaba la base aérea, Dhejah Ernark dio la orden de peinar las grandes instalaciones. Todos pensaban que entrar en aquella base había sido demasiado fácil. Axton separó a los hombres, pero incluso con los refuerzos de la 501, no eran muchos. Llegar hasta allí les había costado horas y hombres: se habían enfrentado a los Separatistas tres veces, y eso tenía su propio precio. Rex le aseguró que Riane y él se las apañarían con un grupo pequeño.

Por eso, ahora mismo, él y la teniente, acompañados de cuatro hombres, se paseaban por el edificio norte. Por lo que Riane podía ver, eran básicamente unas instalaciones para almacenaje de armamento y otros bienes necesarios. Era muy improbable que la trampa (si es que había una) estuviese en ese edificio, pero se adentraron en él de todas maneras.

Rex les había pedido a todos que guardaran silencio, pero Riane creía que, por como andaban, Mecano y Sallem, uno de los nuevos, estaban hablando por las comunicaciones internas de su casco. Con un pestañeo, la pantalla de visualización de su casco le dejó ver que tenían un canal abierto. Podría haberles mandado callarse, pero no le gustaba jugar al poli malo, así que dejó que hablaran. Mientras tanto, Pat y Mask caminaban uno al lado del otro, blásters alzados. Habían comenzado a ser parte del Pelotón Rayo justo antes de Umbara, pero al ser de los pocos hombres que habían sobrevivido, ahora eran veteranos del grupo.

Tantos hombres perdidos... Riane sacudió la cabeza. Aquello era lo que había. Cualquiera podía morir en cualquier momento, lo sabía. Aquello era una guerra, no un patio de recreo. Aunque eso no hacía que odiase menos a Krell. Se alegraba de que hubiera muerto de rodillas. Sólo eso le daba satisfacción.

Entraron a una nueva sala de almacenamiento en silencio. Decidieron no separarse para mirar entre las cajas. De todas maneras, ya eran pocos. Los seis caminaron entre las grandes cajas, apuntando las luces de los cascos hacia arriba para iluminar las esquinas oscuras de los techos.

—Eh, capitán —dijo Pat desde atrás—. Debería de ver esto. Parece...

Riane se quedó junto a Mecano, unos metros más allá, pero se giró al oír la conmoción a sus espaldas. Apenas le dio tiempo a ver cómo Rex empujaba al otro clon lejos de la caja que miraba antes de que explotara por los aires. El impacto la lanzó sobre su espalda, y aunque los filtros de su casco se activaron, tosió ante el humo que respiró. Le pitaban los oídos.

Intentó mirar a través del polvo, pero era difícil. Las luces parecían no servir de mucho entre la densa columna de humo, pero se incorporó con los músculos gritando de dolor. Por lo menos la armadura se había llevado la mayor parte del impacto. Sentía que le sudaban las manos contra los guantes.

—¿Quién me oye? —les dijo a los demás a través del casco.

Movió la cabeza hacia los lados, intentado encontrar a Rex. Tenía el corazón en puño, pero intentaba que no se le notara en la voz.

—Yo, señora —dijo Sallem.

¿Dónde está? ¿Está vivo? ¿Está bien?

—Y yo, teniente —añadió Mask.

A Riane le dolía el pecho, pero era de ansiedad, no de la explosión.

—Aún respiro. —Ese era Mecano.

—Que nadie se mueva, todos al suelo —les dijo mientras se dejaba caer sobre sus rodillas—. No sabemos qué ha desatado esa bomba.

Puso las manos en el pecho de Rex en cuanto le vio. Parecía desmayado, pero al tomarle el pulso en el cuello vio que estaba vivo. Respiro con alivio, pensando que quizás se había dado un golpe en la cabeza. Después de todo, el casco no le iba a proteger de un impacto tan de cerca como aquel. El resto de su cuerpo parecía estar bien, aunque quizás se había roto alguna costilla. El monitor del casco le dijo que Pat estaba vivo, aunque probablemente también desmayado, podía ver sus constantes vitales en la pantalla. ¿Por qué no se había dado cuenta de que podía comprobar las de Rex así?

Bueno, eso ya no importaba. Tragó saliva, intentando calmar su corazón angustiado y pensar. Ahora ella estaba al mando, y tenían que sacar a Rex de allí, encontrar a Kix...

Estaba a punto de apretar su comunicador cuando se dio cuenta de que el humo se dispersaba. Sintió cómo se le iba la sangre de la cara. Una bomba así no estaba diseñada para matar, aunque te pillase de cerca. Era una distracción.

Esta era la trampa.

Unos metros más adelante vio una luz roja, alargada y mortífera.

Sacó las pistolas y mandó una señal de socorro a través de su transmisor. Esperaba que Axton o Dhejah la recibieran pronto.

—Que nadie se mueva —repitió por el circuito interno del casco—. Haceros los muertos.

Los hombres no respondieron.

Se puso de pie, frente al cuerpo del capitán, y alzó el arma. Entre el humo vio a dos B1 y a tres B2. La luz roja era un sable, ahora se daba cuenta. Recordando una conversación que había tenido con Ahsoka, se dio cuenta de que sólo los Sith llevaban espadas láser de ese color. Apretó las manos alrededor de sus armas mientras el humo se disipaba completamente.

Vio la cabeza calva y pálida de una mujer enjuta y de cara de asesina. Tenía la espada láser desplegada en la mano derecha, y los labios rojos, torcidos en una sonrisa sin gracia, destacaban sobre su piel enfermiza. Los droides apuntaron a Riane, pero no dispararon.

Creía que se le iba a salir el corazón por la boca, pero no dejó que le temblaran las manos. Movió una pierna hacia atrás, posicionándose sobre el cuerpo abatido de Rex.

Cuando llegue el momento, seré yo quien no dudará en confiarte a ti mi vida, Ane.

No podía fallarle, ni ahora ni nunca. Si debía morir hoy, que así fuera.

Estudió a la mujer con cuidado, sin mover un músculo.

Moriría si hacía falta, pero no iba a dejar que le hiciera daño a Rex.

—Vaya —ronroneó la Sith mientras apagaba la espada—. No me esperaba a los clones de Skywalker.

Riane esperaba que ninguno de sus hombres hiciera algo estúpido. Más les valía quedarse quietos y entonces, quizás, alguno sobreviviría.

La mujer alzó una mano y los droides bajaron las armas. Riane apuntó hacia un B1 con una mano mientras la otra pistola seguía fija, hacia la cabeza de la mujer. Sabía que no valdría de mucho dispararle, pero por lo menos moriría armada, luchando. No iba a rendirse, no iba con su estilo.

No le respondió, así que la mujer dio un par de pasos despreocupados adelante, ladeando la cabeza. Riane la reconocía, o creía hacerlo. Tenía que ser Asajj Ventress. Rex la había visto de cerca en Teth, al principio de las Guerras Clon, y le había contado a Riane la historia.

—Aunque algo me dice que no eres un clon. —Entonces, de un movimiento de muñeca y utilizando la Fuerza bruscamente, aquella mujer hizo que el casco de Riane saliera volando por los aires. La chica creyó que el cierre se había roto por cómo había sonado al separarse de su cuello, pero no bajó el arma. Apretó los labios, mirando a Ventress con ojos llenos de furia. La mujer ensanchó su sonrisa—. ¡Vaya! —exclamó con sonrisa sincera—. ¡Resulta que no eres un clon! Una mujer, nada menos.

Riane apuntó ambas pistolas hacia ella, pero la asesina no hizo más que acercarse otro paso.

—Sigo sabiendo disparar —advirtió Riane entre dientes.

Su contrincante chasqueó la lengua.

—Oh, te creo, tranquila —le dijo—. Pero no te preocupes: no quiero hacerte daño... —Bajó la cabeza, mirando el cuerpo de Rex, desmayado entre los pies de la chica—. ¿Tienes miedo de que mate a tu capitán? —Volvió a mirar a Riane a los ojos. Los suyos eran azules, muy fríos—. ¿Por qué no te relajas? —añadió con cinismo—. Te lo recomiendo, ya sabes, de chica a chica.

Intentó tragar, pero tenía la garganta seca.

—No voy a dejar que le toques —advirtió seriamente.

Ventress ladeó la cabeza hacia el otro lado, parecía que se quería reír de ella. Riane se preparó para disparar.

—Oh, qué romántico —comentó—. Pero no me interesa tu bonito clon —escupió—. ¿Dónde está la Jedi?

Claro, buscaba a Ernark.

—No hablo con escoria Separatista —zanjó Riane.

Ventress negó con la cabeza. Volvió a mover la mano, y las pistolas de Riane salieron volando entre las cajas, como si alguien se las hubiera sacado de entre los dedos con una fuerza que la sacudió entera. Riane no dejó que su rostro diera cuenta de su sorpresa. Inmediatamente se llevó la mano a la guarda del antebrazo, donde siempre llevaba una cuchilla, pero algo la agarró del cuello, robándole el aire de golpe y alzándola en el aire.

Se llevó las manos a la garganta, mientras la mujer levantaba el brazo con la mano hacia adelante, simulando el agarre. Aquello era la Fuerza.

Riane se quedaba sin aire. Jadeó, sintiendo cómo la presión en la base del pescuezo la ahogaba cada vez más. Sentía el corazón en las orejas, y sus pulmones la hacían boquear cada vez más rápido, intentando salvarse. Se arañó su propio cuello intentando conseguir aire mientras sacudía las piernas de manera errática, como si fueran peso muerto.

La mujer seguía mirándola despreocupadamente. Entonces, moviendo el brazo, la lanzó hacia algunas cajas a la derecha. Su cuerpo se quejó por el nuevo impacto, y aunque se había golpeado fuertemente la cabeza, por lo menos podía volver a respirar. Tosió, casi ahogándose de nuevo, pero aquel monstruo volvía a estar frente a ella. Pestañeó al mirar hacia arriba porque le lloraban los ojos.

—Deja el teatro —le dijo la mujer con tono cansado—. ¿Dónde está la Jedi, niña?

Riane volvió a toser. Miró de reojo al cuerpo de Rex. Seguía quieto, aun desmayado. Bueno, por lo menos no la vería morir.

Tosió de nuevo. Ahora mismo era como un prisionero de guerra, y, como tal, sólo había una cosa la cual estaba obligada a darle a su captor.

—Riane Unmel —comenzó con voz rasposa—. Teniente, soldado voluntaria, Legión Quinientos Uno, Pelotón Rayo.

La otra puso los ojos en blanco.

—Está bien —le dijo—. Lo haremos de la manera difícil.

Que nadie se mueva, pensó. Dejad que me mate, pero salvaros vosotros.

La mujer volvió a alzar la mano, pero no la ahogó. Riane comenzó a tener dolor de cabeza, y Ventress parecía muy concentrada. La chica comenzaba a darse cuenta de lo que estaba pasando. Ahsoka le había contado sobre esto, y había visto cómo el general Skywalker lo hacía una vez. Control mental. Pero Ahsoka le había dicho que sólo funcionaba en las personas con mentes débiles, y Riane era una soldado entrenada. Apretó los dientes, sintiendo cómo la presencia sucia de aquella mujer intentaba colarse dentro de ella.

Ventress la miró a los ojos profundamente.

—¿Dónde está la Jedi?

Riane comenzaba a agotarse, pero resistía. No la iba a dejar dentro. Prefería morir que darle cualquier tipo de información a aquella tipa.

Le costó hablar, pero lo hizo con furia.

—Que te den.

Después escupió hacia los pies de la mujer.

Le pareció que Ventress le enseñaba los dientes. Sintió cómo volvía a despegarse del suelo, cómo algo invisible la alzaba por la garganta. Cerró los ojos y la asesina la lanzó contra la pared más cercana.

Sintió que se moría, pero despacio.

Su último pensamiento fue el cuerpo del capitán, tendido en el suelo, frío y herido.

━━━━━━━━━━━

Rex acabó de ver la grabación por quinta vez. El pasillo estaba básicamente vacío, y él seguía viendo las imágenes de seguridad en su datapad. Había bajado el volumen, pero se había memorizado las palabras de Riane.

"Sigo sabiendo disparar. No voy a dejar que le toques. No hablo con escoria Separatista. Riane Unmel. Teniente, soldado voluntaria, Legión Quinientos Uno, Pelotón Rayo. Que te den."

El ángulo de la cámara no dejaba verle la cara, pero sí enfocaba su cuerpo volando a lo largo de la habitación antes de que perdiera la consciencia.

Rex apagó la pantalla, contrajo el dispositivo y se lo puso en el cinturón. Se sujeto la frente con las manos. Le dolía la cabeza, y, aunque no quería admitirlo, también el pecho. Kix salió de la habitación frente a él y Rex estuvo a punto de ponerse de pie de un salto. Consiguió mantener la compostura, y se incorporó despacio.

—¿Cómo está? —le preguntó inmediatamente a su amigo.

Kix asintió.

—Está despierta —le dijo seriamente—. Tiene un conmoción cerebral, dos costillas rotas y el cuello bastante tocado. Pero se pondrá bien —añadió.

Rex asintió, pasándose una mano por el pelo rubio. Kix puso los ojos en blanco, dando un paso a un lado.

—Anda, entra a verla.

Rex pestañeó una vez, pero asintió de nuevo, sin poder formar palabras, y entró a la bahía médica con Kix a su lado. El doctor le paseó entre las camas llenas de clones heridos hasta donde Riane descansaba. Habían puesto cortinas alrededor de la cama, probablemente para salvaguardar su intimidad. El soldado médico asintió en dirección a su capitán y se alejó. Con un suspiro, Rex apartó las cortinas para acercarse a la cama.

Riane le dio una débil sonrisa, y sintió que se relajaba. Kix no había mentido. Tenía el cuello morado en algunas zonas, y estaba pálida. Agarró la silla que había al lado de la cama y la movió para sentarse a su lado.

—Capitán —dijo ella con voz ronca—. Me honra con su presencia.

Rex suspiró.

—Veo que Ventress no te ha quitado el sentido del humor —le dijo con una pequeña sonrisa.

Ella chasqueó la lengua. Tenía las mantas blancas subidas hasta el pecho, pero Rex podía ver el camisón azul que le habían puesto.

—No creo que haya nada que me pueda hacer perder eso. —Se miraron, intercambiando risas quedas, pero luego ambos se quedaron serios de nuevo—. ¿Cómo están los chicos?

Rex asintió.

—Bien —le dijo—. Se hicieron los muertos como pediste y eso les salvó. Pat y yo tenemos concusiones por la explosión, pero nada de lo que preocuparse. Justo cuando perdiste la consciencia los Jedi y Axton llegaron.

Riane asintió.

—¿Detuvieron a Ventress?

—Escapó.

La chica volvió a asentir.

—Ya veo.

Rex se pasó una mano por el mentón, sintiendo cómo la barba le comenzaba a nacer.

—He visto la grabación de tu encuentro con la calva —añadió él—. Fuiste muy valiente.

Riane puso los ojos en blanco, pero le volvió un poco de color a la cara.

—Bueno, tú estabas por los suelos, así que...

Rex soltó una queda risa, asintiendo con diversión. Miró la mano de Riane, la que estaba posada en la cama, en el lado donde él estaba sentado. Con cuidado, y despacio como si la fuera a espantar, la sujetó entre las suyas. No la miró a la cara porque no se atrevía, pero sintió cómo se tensaba entera. Su mano estaba fría, pero era sorprendentemente suave. Movió las suyas como para sujetarla firmemente, pero en realidad sólo quería que su piel se rozara de nuevo contra la suya.

Le entró un escalofrío y carraspeó.

—Gracias, Ane. —Ella no dijo nada, pero él seguía siendo incapaz de mirarla a la cara—. Por...

No pudo continuar, pero ella le entendió de todas maneras. Sus pequeños dedos se entrelazaron con los suyos, y la impresión hizo que Rex apretara los dientes para intentar calmar el enloquecido latido de su corazón.

—Ya te lo dije en Umbara —murmuró ella con un tinte bromista—. Te seguiré a la muerte si hace falta, capi.

Eso le arrancó una sonrisa, y por fin la miró. Tenía el pelo suelto, revuelto y precioso. Tenía los ojos oscuros cansados, pero tan profundos como siempre.

A Rex le pareció que Riane Unmel era la perfecta definición de un bonito problema.

—Bueno —consiguió responder—. Espero que no tengas que hacerlo nunca.

Ella asintió.

—Está bien.

Se soltaron, y Rex se reclinó hacia atrás en la silla, intentando retener las ganas de entrelazar sus dedos de nuevo.

—El general Skywalker llegará en cualquier momento —le dijo en voz baja—. Debería volver al puente.

Riane le dio una sonrisa ladeada.

—Claro.

—Te veré luego —le aseguró él mientras se ponía en pie—. Descansa: es una orden.

Ella se hundió en la almohada blanca, poniendo los ojos en blanco de manera juguetona.

—Por supuesto, señor.

Rex se dio la vuelta y se alejó. No miró atrás, porque aún sentía los dedos de Riane entre los suyos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro