009.
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Rex suspiró, acabando el último informe del día y mandándolo a los servidores. Este se trataba sobre las heridas de Riane en el planeta al que habían ido para la misión de socorro, Haru. El capitán era el responsable de todos sus hombres, y cuando uno de sus soldados resultaba herido de manera poco convencional, debía dejarlo por escrito. Por lo menos las heridas de Riane habían curado bien y su mejilla no tenía una cicatriz que le hubiera arruinado los pequeños lunares que tenía en esa parte del rostro.
El hombre estiró la espalda. Llevaba puesto el conjunto gris que no solía lucir porque necesitaba descansar de la armadura, y ahora que se la había quitado, no le apetecía volver a ponérsela. Salió al pasillo en silencio. La cena sería pronto, pero él no tenía apetito. Quería estirar los músculos, porque tras tantas horas sentado mirando su datapad, sentía todo el cuerpo dormido.
Decidió dejar las pistolas atrás tras debatirlo un momento. No le gustaba ir a ningún sitio sin ellas, pero no iba a salir del Cuartel, así que no pasaría nada. Les habían dado un par de días tras la misión, y quería disfrutar de la tranquilidad mientras pudiera.
Cerró la puerta con su clave y saludó a un par de hombres a los que conocía. Sabía que el 212 Batallón de Ataque acababa de llegar a Coruscant, y le había pedido a Cody que le buscara cuando acabara con sus propios informes, así que ahora tenía que matar el tiempo hasta la cena.
Le pareció que la mejor opción era ir a una de las salas de entrenamiento y practicar un poco.
Como soldado, siempre tenía que estar listo para el siguiente asalto; sobre todo como capitán. Sabía que sus hermanos iban a ir al 79's aquella noche, Echo le había avisado, pero a él no le apetecía salir de fiesta. Quería quedarse en su habitación y dormir toda la noche. Con un poco de suerte, Skywalker esperaría a avisarle de que pasaba algo hasta la mañana, pero con aquel general, nunca podía saberse cuándo uno iba a tener que volver a ponerse la armadura.
El general Skywalker se había mostrado preocupado por lo que había ocurrido en la anterior misión. Sin embargo, Rex había declarado que Riane había lidiado acordemente con la situación: había luchado hasta que su cuerpo se lo permitió, y eso era lo importante. El capitán había distinguido el pánico en sus rasgos cuando aquellas criaturas habían caído muertas. Era probable que se hubiera llevado un susto de muerte, y Rex no podía juzgarla. Él mismo sabía de primera mano que cualquier bestia hambrienta era mucho más terrorífica que un puñado de droides.
Al parecer, por lo que Riane había traducido a la mañana siguiente, aquellas criaturas eran nativas del planeta, y, aunque nunca atacaban a los aldeanos, solían comerse algunas piezas del pequeño ganado. Los locales los trataban como deidades y Rex no había querido quedarse a comprobar si habían cambiado sus gustos, así que se habían ido en cuanto pudieron. Riane parecía haberlo agradecido.
Atravesó los pasillos a buen ritmo, hacia el ascensor. Una vez dentro, apretó el número tres y esperó a que las puertas se abrieran. Todo aquel piso estaba dedicado a salas de entrenamiento, pero Rex frecuentaba una en el fondo, a la derecha. Solía estar vacía, y supuso que también lo estaría a esa hora tan cercana a cuando los clones se pasaban por el comedor. Anduvo hasta la puerta gris y apretó el interruptor para que se abriera sin pensárselo dos veces.
La sala no estaba vacía, probablemente porque Rex era, entre miles de clones, el más afortunado de todos, y la suerte le había recompensado con la presencia de la única persona a la cual no le apetecía ver.
En el interior de la sala, Riane Unmel golpeaba una bolsa de boxeo como si fuera algo personal.
La puerta se cerró tras Rex, pero ella no pausó ni un instante. Llevaba un par de cascos en la cabeza, y su datapad estaba en un banco de la estancia, probablemente conectado a ellos. Rex hizo una mueca al ver a la chica practicar. Tenía una técnica... pasable, aunque era muy diferente a la que se les enseñaba a los clones, y supuso que era algún tipo de lucha estándar de Naboo. Sin embargo, aquello parecía requerir mucho brazo, donde Riane no tenía mucha fuerza.
La chica ladeó el cuerpo y le dio una palabra al saco. Rex se tragó una sonrisa. Ahí estaba Unmel.
Carraspeó, dudando en si debía irse, pero ella no pareció oírle. Llevaba puestos unos pantalones de deporte negros, pegados al cuerpo, y una camiseta blanca de uniforme, los nudillos vendados y los pies sólo cubiertos por calcetines negros. El pelo lo tenía recogido en un moño.
Rex decidió divertirse un poco.
Se quitó los zapatos negros para no pisar la colchoneta con las suelas sucias, y se acercó a la chica. Esperó el momento adecuado y le puso una mano en el hombro.
Gracias al Creador, Rex tenía muchos reflejos. Le agarró el puño justo cuando ella se giraba para darle un puñetazo en la cara, y, agarrándola del brazo, le hizo una llave, lanzándola sobre su hombro, para que acabara boca arriba en el suelo.
La chica jadeó con estupor, y Rex no sabía quién de los dos estaba más sorprendido por lo que acababa de pasar. Él se incorporó, alisándose los pantalones con una sonrisa bromista.
—No tan deprisa, novata —le dijo con tono insolente.
Ella gruñó, levantándose del suelo con esfuerzo. Inspiró de golpe y le miró con el ceño fruncido.
—¿Qué cojones ha sido eso? —le escupió mientras se quitaba los cascos.
Él se giró para poner una mano sobre el saco de boxeo negro.
—Me ibas a dar un puñetazo —se defendió.
—¡Fue un acto reflejo! —dijo ella—. Me sorprendiste desde atrás.
Él puso los ojos en blanco.
—Lo mío también fue un reflejo: no sabía que ibas a atacarme.
La escuchó resoplar a sus espaldas.
—No iba a atacarle, señor.
Rex no supo cómo interpretar su tono, así que no dijo nada respecto a su comentario.
—¿Qué le estabas haciendo a este pobre saco de boxeo?
Se giró para mirar a Riane, que se había acercado a la pared para darle un trago a su botella de agua. La chica bebió y levantó las cejas en su dirección.
—En Naboo, los sacos son para golpearlos —dijo—. ¿Es que aquí les rendís pleitesía?
Rex se alegraba de que hubiera recuperado el sentido del humor. Él le dio una sonrisa de entretenimiento total.
—Los golpeamos —bromeó él—. Pero, por cómo lo hacías, no tenía claro qué estaba pasando aquí exactamente.
Ella le miró con molestia, pero a Rex le pareció ver que se le teñían las mejillas de rojo. Se sintió algo mal al instante, no queriendo reírse de ella, pero la chica se giró para estirar el brazo contra la pared, como si le estuviera ignorando.
Rex suspiró, pasándose una mano por el pelo.
—¿Quieres ayuda, novata? —acabó preguntando.
Riane se giró despacio, dejando la botella en el suelo. Luego se encogió de hombros, seria.
—Bueno, no me vendría mal algo de ayuda con los brazos —suspiró—. La lucha cuerpo a cuerpo nunca ha sido mi fuerte.
Rex asintió mientras se acercaba al mueble que había contra la pared y sacaba venda para cubrirse los nudillos. De pronto había recuperado la seriedad.
—Pero no siempre puedes depender de tus pistolas —le dijo con la voz otra vez teñida de su característica autoridad—. Saber cómo reducir a un adversario puede salvarte la vida.
Ella le respondió al instante.
—Sí, señor.
Rex asintió, girándose hacia el saco.
—Está bien, repasaremos lo básico.
Comenzaron sin más dilación. Rex no tuvo que corregirle la posición de los pies, pero sí el cómo posicionaba los brazos. Le cogió los bíceps desde atrás, alzándolos para que, al subir las manos, Riane tuviera mejor ángulo. Le dijo que diera un par de puñetazos de prueba así, y, después, le dio un golpecito con el pie en la parte de atrás de una de las rodillas.
—Flexiona más —le dijo con dureza.
La chica tragó saliva, pero hizo como él decía. Él sujeto el saco desde el otro lado para que Riane pudiera pasar a dar golpes de repetición. Puso las manos a los lados, inclinándose hacia un lado para verle la cara a la chica.
—Venga, dale —le dijo—. Tan fuerte y rápido como puedas: no le dejes subir cabeza.
La joven cogió aire y obedeció. Rex no sabía lo que le hizo poner tanto empeño, pero después de un rato, ante sus muecas de esfuerzo, no pudo evitar animarla.
—Vamos —le repetía para que no se rindiese cuando le quemaban los músculos—. Sigue, Unmel.
La chica gruñía ante el escozor de los brazos mientras se le bañaba la frente en sudor. Era obvio que el esfuerzo estaba dando sus frutos. Justo cuando parecía que iba a desfallecer, Rex le dijo que podía parar.
Mientras ella recuperaba el aliento y se sentaba en uno de los bancos a beber, él decidió que era su turno. Había venido allí para practicar, después de todo.
Se posicionó frente al saco y le dio un golpe tras otro. Como Unmel, Rex disfrutaba más disparando, pero había sido diseñado para ser un soldado perfecto, y la adrenalina de cualquier tipo de lucha era bastante para mejorar su humor. Siguió dándole golpes, y, después de un rato, pareció olvidarse de que alguien más estaba allí con él.
—Estás alardeando —le dijo Riane tras mirarle durante unos minutos.
Él soltó una risa mientras agarraba el saco para pararlo y se giraba hacia ella. Se había quitado el moño, y estaba pasándose los dedos por las raíces para volver a recogérselo. Rex apartó la mirada mientras se sentaba a su lado. Ella le pasó la cantimplora y él bebió. Después de eso, se quedaron sumidos en un silencio incómodo hasta que Rex decidió romperlo.
—Quería pedirte perdón por lo de la práctica de tiro —dijo él en voz baja—. Cody me hizo ver que no me porté bien.
No la miró, se limitó a flexionar los dedos y mirarlos como si aquel movimiento fuera muy interesante. La frase había sonado mejor en su cabeza.
—No tiene por qué disculparse, capitán —suspiró ella—. Fue gracias a eso que me gané el respeto de alguno de mis compañeros.
Rex asintió. La situación le resultaba muy rara, y ya no quería hablar más de eso. Dejó la botella en el suelo y la miró con una pequeña sonrisa. Si algo había aprendido de Riane en esos días es que no era buena idea darle un reto a no ser que quisieras que se le metiera entre ceja y ceja conseguirlo.
—Bueno —le dijo—. ¿Estás lista para una lucha entonces?
Ella pareció sorprendida por un momento, pero acabó escondiéndolo todo tras una mueca de autosuficiencia.
—Espero que esté listo para morder el polvo, señor.
Rex subió las cejas.
—Ya, no lo creo, novata.
Se colocaron en el centro de la colchoneta, más allá del rincón con el saco, y se comenzaron a rodear como fieras, en posición de combate. Era algo amistoso, pero cualquiera hubiera podido ver la competición entre ellos.
Rex había podido ver su técnica, pero no esperaba que fuera tan rápida. Se lanzó hacia ella, pero la chica le esquivó en el último momento, haciendo que se tambalease. ¿Acaso había estado practicando con Ahsoka? El capitán bufó con molestia cuando ella intentó empujarle al suelo sin éxito. La agarró del brazo, intentando hacerle otra llave, pero ella previó el movimiento y le dio un rodillazo en el estómago. Rex le devolvió el golpe tras un par de puñetazos que no acabaron en ningún lado.
La pequeña lucha duró un par de minutos más. Riane esquivaba sus movimientos con facilidad, pero él era más fuerte.
La lanzó al suelo tras una nueva llave, y se aseguró de que no se podía levantar. Intentó mantener sus piernas en el suelo usando las suyas, pero Riane se giró en el último momento, subiendo la pierna derecha con rapidez. Le dio en el estómago otra vez, esta vez más fuerte. A Rex se le fue el aire de los pulmones, y ella dio una voltereta hacia atrás, usando las piernas para sacárselo de encima.
Rex tosió un par de veces. Se levantaron, volviendo a girar el uno alrededor del otro.
—¿Muy difícil? —dijo ella con una sonrisa socarrona.
Rex le devolvió la mueca egocéntrica. Hacía mucho tiempo que no se divertía de aquella manera.
—Me lo dejas demasiado fácil, novata.
Fue ella quien dio el paso en falso esta vez. Se lanzó demasiado verticalmente, y él le agarró el brazo, dándole con el pie en la parte de atrás de las piernas mientras le doblaba la extremidad contra la espalda, esta vez lo suficientemente fuerte como para dejarla de rodillas en el suelo.
Aunque él también perdió el equilibrio, quedando con una de las rodillas en el suelo tras ella, la tenía bien sujeta. Riane soltó un quejido de dolor, y él acercó la boca a su nuca para darle una advertencia.
—Un soldado inteligente sabe cuándo es hora de rendirse —susurró con diversión.
La puerta se abrió y ninguno reaccionó a tiempo.
Cody paseó una mirada de confusión entre sus dos cuerpos entrelazados en la colchoneta.
Al darse cuenta de lo que parecía, Rex soltó el brazo de Riane y se puso en pie con velocidad vertiginosa. Jadeaba por el esfuerzo que acababa de hacer, pero se alisó la camiseta gris, intentando parecer profesional.
Ella se frotó el hombro, cayendo hacia adelante por el brusco movimientos del otro y asintiendo mientras se levantaba.
—Está bien —gruñó—. Usted gana, capitán.
Rex no respondió. Había perdido el atrevimiento cuando su hermano había entrado en la sala. Si eso molestó a Riane, nada en su rostro lo indicó.
La chica no tardó en agarrar sus cosas y acercarse a la puerta, donde un incómodo Cody aún esperaba.
—Comandante —saludó con educación.
Él le dio una sonrisa nerviosa.
—Unmel.
La joven salió sin mirar atrás. Rex y su hermano intercambiaron una mirada larga. En la boca del mayor había una pequeña sombra de sonrisa entretenida.
—¿Qué...? —empezó Cody.
Rex levantó una mano.
—Estábamos entrenando —zanjó con la voz que reservaba para los brillitos—. Y no quiero oír ni una broma al respecto.
Su hermano puso los ojos en banco.
—¡No he dicho nada!
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—¿Y cómo se lo sacó de encima? —le preguntó Cody.
Rex le miró de reojo. Le estaba contando el incidente de Riane y el pajarraco mientras volvían de su habitación después de una charla que ambos necesitaban. Se entendían a la perfección, y, por eso, Cody era el mejor amigo de Rex. Ambos solían reunirse cuando podían, y hablar siempre les hacía sentirse comprendidos.
Habían sido criados para esta guerra, pero eso no hacía que fuera menos dura.
—Tres disparos en el estómago.
El comandante abrió mucho los ojos.
—Vaya —musitó.
Rex se encogió de hombros.
—Nada que yo no podría haber hecho —le respondió.
Su hermano le dio un codazo en el brazo, la sonrisa volviéndole al rostro.
—Claro, capitán. Por eso estabas dormido.
Rex le empujó de vuelta mientras entraban en el comedor. Mientras se acercaban a la cola y cogían un par de bandejas, Rex le dio una mirada de advertencia.
—Ni una palabra de lo de la sala de entrenamiento —dijo con tono duro.
Cody puso los ojos en blanco.
—No me has dejado preguntar nada, vod: no sé qué quieres que les diga —se defendió él.
El capitán le dio una mirada dura, pero no le dijo nada más. Había intentado no sonreír al oír a Cody llamarle "hermano" en Mando'a.
Ambos esperaron su turno y comenzaron a caminar entre las mesas cuando recibieron sus raciones. Echo levantó una mano desde una de las que había a la derecha, y Cody accedió a sentarse con la 501. Los dos se acercaron a la mesa, donde los muchachos les hicieron un hueco.
Rex estaba a punto de sentarse al lado de Cincos cuando Cody pasó por su lado para quitarle el sitio. Con un suspiro, Rex se sentó a su derecha. Riane estaba justo en frente, con el pelo mojado y ropa nueva, pero no le estaba mirando. Le sonreía a Cody mientras él saludaba a los demás.
—¿A qué le debemos el honor, comandante? —le dijo Echo con una sonrisa.
Cody se metió una ración en la boca.
—Si vas a decir que sois mejor compañía que el 212, estás equivocado —respondió él.
A Echo se le ensanchó la sonrisa mientras rodeaba los hombros de Riane con un brazo.
—¡Pero si tenemos a la soldado más guapa del lugar, señor!
Rex sacudió la cabeza. No se podía creer que fuera el líder de aquellos críos.
Riane se sacó el brazo de Echo de encima mientras le miraba con diversión.
—Eso es porque soy la única mujer del lugar.
Jesse murmuró algo que Rex no entendió y algunos se rieron. La mayoría del cuartel C estaba allí, y Rex se dio cuenta de que Riane parecía bastante cómoda alrededor de los chicos. Se alegró de que por lo menos no hubiera problemas de convivencia.
—Por cierto —dijo Echo después de un rato—: Riane, ¿vas a venir hoy al final?
Rex levantó la cabeza, extrañado.
—¿No crees que el 79's es un lugar poco digno para una señorita? —le preguntó Cody a su hermano.
Riane puso los ojos en blanco.
—Con el debido respeto, comandante —dijo ella—. Dejé de ser una señorita cuando me hice soldado. —Giró la cabeza para mirar a Rex—. Además, me puedo cuidar yo solita.
Él volvió a mirar a su plato, negando imperceptiblemente con la cabeza. ¿Era eso una indirecta?
—¿Entonces vienes? —preguntó Cincos de nuevo.
Rex se acabó la última ración y miró a su alrededor. Todos estaban muy pendientes de lo que decía Riane.
—Lo siento, chicos —dijo ella mientras sonreía—, pero me tengo que levantar temprano mañana para acompañar a la senadora Amidala a una misión diplomática en el Borde Medio.
Los clones comenzaron a quejarse, intentando convencerla de que, aun así, se uniera a la noche de fiesta, pero Rex se inclinó hacia adelante en la mesa. El brusco movimiento hizo que se callaran todos.
—¿Una misión diplomática? —le dijo—. ¿Por qué nadie me ha informado de esto?
Comenzaba a dolerle la cabeza.
Riane le miró con confusión, algo cohibida bajo su mirada dura.
—Lo siento, señor —musitó—. El general Skywalker lo solicitó personalmente, pensé que usted estaba al corriente.
Rex se puso una mano en la frente.
El general Skywalker...
Necesitaba descansar. Una siesta, sí. Eso era lo que necesitaba.
—La próxima vez, infórmame tú misma —le pidió—: no puedo organizar a las tropas si no sé dónde están.
Cody le dio un rodillazo por debajo de la mesa, y Rex se giró hacia él con el ceño fruncido. Le estaba dando esa mirada que le había dado también en la práctica de tiro, justo antes de que le cantara las cuarenta por su actitud. La única diferencia es que ahora no sabía qué había dicho para molestar a su hermano.
—Está bien, señor —dijo Riane solemnemente, haciendo que Rex la mirara de nuevo—. No se preocupe, por lo que dijo el general, es algo puntual, y no creo que la senadora me vuelva a necesitar pronto.
Él asintió, dispuesto a levantarse, y Cody se tragó lo que quedaba en su plato para acompañarle.
—Vale —le dijo—. Pues mucha suerte, y recuerda informar de lo que sea necesario.
Se miraron de nuevo. Riane levantó la comisura izquierda de la boca.
—Claro, señor.
Rex se dio la vuelta, saliendo del comedor con su amigo detrás.
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