004.
━━━━━━━━━━━ ✦₊˚.
Habían llegado a la capital del planeta. Ahora, Cody y Rex se disponían a reunirse con los generales para reorganizar a las tropas. Todos sabían que iba a haber un segundo asalto para conquistar el centro de la ciudad, que estaba apuntalado de droides hasta los cimientos. El capitán le hizo un gesto a Riane para que les siguiera. Había luchado bien, Rex no podía negarlo, pero su estilo era demasiado temerario para su gusto.
Cody se quitó el casco y saludó de nuevo a Riane. Ella llevaba el bláster en la mano derecha tras enfundar la pistola, e imitó al clon, quitándose el casco con la otra y dándole esa sonrisa brillante y socarrona que le daba a todo el mundo. A Cody se le quedó la misma cara de estupidez que habían puesto el resto de sus hermanos al ver a Riane por primera vez. Rex quería poner los ojos en blanco, pero se resistió.
No podía decir que Riane no fuera guapa, porque tenía ojos y podía ver que lo era. Sin embargo, aquello no quería decir que no fuera muy impulsiva y que no supiera cómo trabajar en equipo. Rex podía entender que Riane nunca hubiera luchado con un escuadrón como aquel, pero no entendía las razones de su general para traerla al campo de batalla tan precipitadamente. Aquella situación no era como Naboo, y aunque Unmel había demostrado en varias ocasiones tener buen corazón y habilidad con las armas de fuego, eso no la hacía un soldado.
Por lo menos no la hacía un soldado de la 501.
—Riane Unmel, de los Cuerpos Especiales de Naboo —se presentó ella, aún con esa odiosa mueca en la boca.
Cody le dio una pequeña sonrisa a la que, esta vez, Rex sí que puso los ojos en blanco.
—Comandante Cody del 212 Batallón de Ataque.
A Riane no le dio tiempo a responder. Los tres llegaron a donde estaban los Jedi, de pie en el medio de una plaza que habían capturado. Ahsoka se giró hacia ella, mirando a la joven mujer con una sonrisa que ella devolvió. Ahsoka era una niña muy dulce, y le guiñó un ojo a la soldado de inmediato.
—¿Te lo has pasado bien con Rex? —le preguntó con voz alegre.
Eso sólo hizo que el capitán quisiese poner los ojos en blanco otra vez. Sentía la mirada de Riane sobre su perfil, pero no se giró hacia ella.
—Lucha bien.
Rex la miró de reojo: estaba repitiendo lo que él había dicho sobre ella en Naboo. Skywalker miraba al par con una sonrisa divertida, mientras que Kenobi intentaba descifrar qué estaba pasando ante él.
—Anakin —dijo el Jedi como si estuviera viendo un espejismo—. ¿Me puedes explicar qué hace ella aquí?
Riane se cuadró de inmediato, dando un saludo militar al Maestro Jedi. Quizás era más sensata de lo que Rex creía.
—General Kenobi —saludó ella para poder bajar el brazo.
—Riane está preparada para la batalla —dijo Anakin rápidamente—. Pensé que sería de ayuda en nuestra misión.
Miró a Kenobi con una sonrisa mientras él levantaba las cejas.
—¿Y quién exactamente te dio permiso para traerla?
Él se rascó la parte de atrás de la cabeza, encogiéndose de hombros como si no fuera algo importante.
—La senadora Amidala lo apoyó.
Ahsoka soltó una risita. Kenobi se tapó la cara con una mano mientras negaba con la cabeza. Rex tampoco podía juzgar a Riane: estaba claro que el menos sensato de todos ellos era el general.
Tras un momento incómodo, Skywalker cambió de tema, haciendo que Riane relajase el cuerpo completamente. Sacó un holograma de la ciudad y se lo mostró a todos.
—Bueno, sabemos que el centro de la capital está lleno de las últimas fuerzas de los Separatistas. Pero creemos que tienen cañones alrededor de este edificio principal —dijo señalando una construcción cuadrada en el centro del mapa.
Kenobi asintió.
—Creo que deberíamos enviar a un equipo de reconocimiento antes de atacar, para asegurarnos de cuáles son sus fuerzas exactamente. Mientras, podemos avanzar poco a poco hacia el centro —acabó el Jedi.
—Estoy de acuerdo —respondió Anakin. Se giró hacia Rex, y éste estuvo a punto de negar con la cabeza con horror—. Rex, te llevarás a Riane para hacer un reconocimiento de la zona.
Antes de que el capitán pudiera pedirle que cambiara de opinión, Kenobi habló.
—¿Estás seguro de que es buena idea? —dijo despacio—. Quiero decir, la señorita Unmel no está especializada en reconocimientos...
Rex miró a la chica de reojo: nunca había estado tan de acuerdo con Kenobi hasta entonces. Ella estaba seria, probablemente nerviosa, y, por un momento, a Rex sintió algo de compasión. Anakin sonrió triunfalmente, sin ningún tipo de preocupación en sus rasgos.
—Estoy seguro de que se pueden encargar de ello entre los dos, ¿verdad? —dijo, mirando a Riane.
Ella se cuadró de nuevo.
—Por supuesto, señor —declaró con voz firme.
Rex alzó las cejas con una sonrisa de lado para sí mismo. Por lo menos la chica tenía agallas.
—Perfecto —zanjó Skywalker—. En ese caso, Rex; haced un reconocimiento de la zona y comunicadnos los datos de inmediato: no os involucréis en nada. Entrad y salid.
Rex se puso el casco.
—Sí, general.
Le hizo un gesto a Riane para que le siguiera tras ponerse una bolsa de explosivos a los hombros: sólo por si acaso algo iba mal y tenían que salir por patas. Ella se puso el casco y le siguió al instante. Antes de girarse hacia la salida lateral de la plaza, Rex vio cómo Cody elevaba las cejas en su dirección un par de veces con una sonrisa de diversión, haciéndole suspirar. Aquello iba a ser todo menos aburrido, estaba seguro.
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En silencio, la naboo y el clon comenzaron a avanzar hacia el centro de la capital, que había sido evacuada, dejando las calles desiertas. Rex estaba seguro de que el general Skywalker había decidido que fueran ellos los que hicieran el trabajo sucio por algo. Sabía que entre los hombres de la 501 había algunos que estaban especializados en misiones de reconocimiento. Claro, no era la primera vez que él mismo hacía una, pero no estaba seguro de que Riane tuviese experiencia al respecto. O aquello era una prueba para la chica, o era un castigo para el clon. Rex no sabía cuál de las dos cosas era peor, sobre todo viniendo de Skywalker.
Las calles estaban completamente desiertas, y Rex lideró el camino por las que eran más estrechas, donde, probablemente, no iba a haber ningún droide. Riane caminaba en silencio detrás, y Rex se alegró de que, por lo menos, no le estaba preguntando nada o hablando por los codos como haría Echo.
La miró de reojo. Estaba claro que sólo podía ver el casco y no su expresión, pero tenía el bláster bien agarrado. La armadura ya comenzaba a perder su brillo nuevo característico, y tenía la pintura un poco desgastada en las líneas azules que le pasaban por el lado de los brazos.
Rex levantó la cabeza para estudiar el lateral de uno de los edificios. Todos eran de color amarillento, sin decoraciones, de aspecto tan árido como el suelo que pisaban. Había una escalera destartalada en el lateral que podrían subir para mirar desde la azotea y así planear sus próximos movimientos.
—Riane —la llamó.
La chica giró la cabeza hacia él como un resorte. Rex señaló la escalera, y ella asintió. Él se dispuso a subir.
La había llamado por su nombre porque no le había costado mucho darse cuenta de que odiaba el mote de "novata" (aparte de que, bueno, se lo había dicho directamente). Rex no quería ofenderla, pero mientras subía las escaleras, se dio cuenta de que, al fin y al cabo, Riane no era una novata. Había entrenado toda su vida para luchar por su planeta: simplemente era nueva en la 501. Rex se dio cuenta de que, quizás, la había juzgado demasiado rápido, y de que la fe del general en ella debía de tener alguna justificación después de todo.
Cuando llegó a la azotea, se giró para darle la mano y ayudarla a ponerse de pie. Ella pareció dudar, pero acabó aceptando su mano y él la impulsó hacia arriba.
No había mucho sitio donde resguardarse, así que los dos se pusieron boca abajo para mirar los alrededores sin ser descubiertos. Los dos se quitaron los cascos y los dejaron a sus lados, y Rex se quitó la mochila para que no abultase. Hacía mucho calor en ese maldito planeta. A simple vista no se podía ver nada, así que Rex sacó los prismáticos de su cinturón y se los puso a la altura de los ojos.
Se quedó quieto, mirando al horizonte.
—¿Y bien? —musitó la joven tras un rato de espera.
Él le pasó los prismáticos con un suspiro, y oyó cómo Riane inspiraba de golpe.
—Tienen cinco tanques —susurró ella—. Y esos parecen un montón de droides.
Rex asintió, despacio.
—Tenemos que acercarnos más para obtener una visual más clara y comunicárselo al general.
Riane le pasó los prismáticos, poniéndose el casco y recogiendo el bláster del suelo mientras se arrastraba hacia las escaleras.
—Coincido, capitán.
El hombre la siguió hacia abajo, dando un salto para llegar al suelo. Avanzaron por los callejones, más o menos con un recorrido claro en mente. Tras un rato de caminar, el calor y los suelos secos se le hicieron muy aburridos. Todos los edificios le parecían iguales a Rex, y empezó a desesperarse.
—¿Cómo supiste que la pistola era mía?
Rex miró hacia Riane, alzando las cejas, aunque ella no pudiera verlo. Carraspeó, pensando en la respuesta antes de hablar con tono bajo.
—Me pareció extraño que usaras dos DL-44 —dijo él secamente.
—¿Por qué?
Rex apartó la mirada mientras comprobaba que la siguiente calle estuviera despejada. Cada vez se acercaban más y más al centro de la ciudad, y, por consecuencia, a los cañones y a los droides.
—Ese modelo se recalienta con facilidad —musitó como respuesta.
Oyó cómo la chica resoplaba a sus espaldas.
—Están modificadas, capitán —dijo con algo de sarcasmo—. Les he cambiado el núcleo.
Rex miró hacia atrás, sobre su hombro. Se empezaba a distraer, y eso no era bueno, pero no cambió de tema.
—¿En serio?
Estaba seguro de que ella estaba sonriendo bajo el casco.
—Por supuesto. Como ya te dije antes, no soy una novata. —Él negó con la cabeza, pero le era difícil suprimir una mueca de diversión—. ¿Y cuál es tu historia tras esas DC-17s?
Inconscientemente, Rex se llevó la mano a una de las pistolas. Después hizo algo que no había hecho nunca antes: sacó una de su guarda y se la tendió a la chica para que la mirara.
—Son las estándar para los soldados "comando avanzado" —explicó con simpleza.
Ella agarró el arma con cuidado y estudió el peso, ahora caminando completamente al lado del hombre. Rex intentó centrarse en el camino en vez de mirar cómo la chica extendía el brazo, como si fuera a disparar. Ver a alguien más con sus queridas pistolas le generaba una extraña sensación. Aun así, ella no tardó en devolvérsela en silencio, asintiendo con la cabeza como si él hubiera pedido su aprobación.
Pronto, se acercaron lo suficiente al edificio central del que había hablado Skywalker, y buscaron otro lugar desde donde poder ver a las tropas enemigas. Sin embargo, no lograron encontrar ninguna otra escalera en la zona. Riane se detuvo frente a una pared de un edificio que estaba construido muy cerca de otros más altos.
—Si me aúpas, podré llegar ahí arriba —le dijo a Rex.
Él acabó aceptando, y se colocó con la espalda contra la pared, flexionando las piernas para que Riane apoyara el pie sobre su muslo. La chica se sujetó de los hombros del capitán mientras él agarraba su pierna y la impulsaba hacia arriba. Riane consiguió colocar la parte superior del cuerpo sobre el plano tejado, ayudándose con los brazos para acabar de subir. Una vez arriba, le tendió una mano a Rex. Él la tomó, dando un salto para ganar altura. Tras un par de quejidos de esfuerzo, los dos estaban arriba.
Saltaron de azota a azotea hasta llegar a la más alta.
Se arrastraron de nuevo por el tejado, resguardándose a duras penas en el pequeño muro que la rodeaba. Esta vez, no necesitaban los prismáticos para ver los cinco cañones que rodeaban el gran edificio central, que parecía tener más ventanas que los demás. Era probable que fuera algún tipo de palacio o sede.
Con la ayuda de los prismáticos, Rex comprobó cuántos droides había. Fuera, por lo menos, contó seis batallones. Aquello no pintaba bien.
—Esto va a ser difícil —susurró hacia su compañera—. Ni siquiera sabemos si hay droides dentro del edificio.
Antes de que Riane pudiera responder, un droide sonda se alzó hasta estar frente a ellos. Los dos se pusieron de pie de inmediato, y aunque Rex ya disparaba, el droide se alejaba con rapidez, zigzagueando por el cielo despejado en dirección a los droides separatistas.
Riane tensó la mandíbula mientras Rex gruñía, aun disparando y fallando por centímetros. Le dio al droide en un lateral, pero este seguía avanzando. Sacó la pistola y extendió el brazo. A continuación, aguantó la respiración y disparó tres veces. Le dio al droide, pero tras dar una vuelta en el aire, se dio cuenta de que seguía avanzando.
Rex le dio un empujón a la chica con el hombro, apartándola para ganar un mejor ángulo, y disparó una sola vez más.
El droide cayó en picado hacia el suelo.
Rex bajó el arma, quitándose el casco de un solo movimiento. Riane se giró hacia él, enfundando la pistola también. Le estaba mirando con las cejas oscuras alzadas. Tenía la cara perlada de sudor, como Riane sentía la suya por culpa del calor de ese planeta. La chica frunció el ceño.
—¡Ya casi le tenía!
Él puso los ojos en blanco.
—Relájate —le dijo con sarcasmo, recordando lo que ella había dicho antes—. Yo, que soy el capitán, lo tenía todo bajo control, como puedes ver.
Ella se quitó el casco también. Tenía el pelo oscuro y rizado que se le salía de la coleta pegado al cuello, los ojos relampagueantes con diversión.
—Estoy relajada —mintió—. En realidad, quería comprobar si ibas a poder con él —repitió las palabras de Rex en Naboo.
Contra todo pronóstico, eso le hizo sonreír. Aun así, se puso el casco de nuevo para que ella no pudiera darse cuenta.
—Esperemos que no haya transmitido nada a ese ejército antes de hacerse pedazos —le dijo mientras enfundaba su pistola y ella recogía su bláster del suelo.
Ambos se dispusieron a descender de las azoteas hasta el suelo.
—Tenemos que dejar esos cañones fuera de juego —dijo Riane cuando hubieron bajado.
Rex se giró hacia ella. La chica tenía el casco bajo el brazo aún, había dado un salto para descender hasta el suelo.
—Esas no son nuestras órdenes —respondió él con firmeza—. Teníamos que comprobar cuántos eran, y eso es lo que hemos hecho.
Rex posó la mochila con explosivos que llevaba para buscar el holotransmisor dentro. Lo sacó, pero mientras se levantaba, Riane agarró la mochila y se la puso al hombro. Rex se quitó el casco para poder verla bien y no a través del visor negro. La miró con un suspiro y cara de agotado, pero ella estaba seria, mirándole de vuelta con aire desafiante.
—Sabes que, si no acabamos con esos tanques, muchos hombres morirán —le dijo a Rex antes de que pudiera contactar a Skywalker—. ¡Tenemos que hacer algo!
Rex la sujetó por el hombro. De repente, la chica tenía cara de desesperación.
—No podemos decidir eso nosotros, Unmel —le dijo con tono más amable—. Tenemos que contactar a Skywalker.
Ella bajó la cabeza, pero no dijo nada más. Rex apretó botones en el transmisor, y tras un par de segundos, el general apareció en el holograma.
—Rex, Riane —saludó—. ¿Qué habéis encontrado?
Los dos miraron al general, firmes, pero fue Rex quien respondió.
—Tienen cinco tanques y por lo menos seis batallones fuera del edificio, general —dijo Rex.
Anakin asintió, como pensando.
—En ese caso...
De repente, escucharon una explosión no muy lejos de allí que pareció casi tirar al Jedi al suelo. La transmisión parpadeó.
—¿General? —preguntó Rex.
—¡Nos atacan! —respondió Skywalker mientras encendía su sable láser.
Antes de que pudiera decir algo más, la transmisión se cortó definitivamente.
Rex masculló una maldición mientras Riane se afianzaba la mochila al hombro y recogía su bláster del suelo.
—¿Qué pasa si movilizan las tropas hacia ellos? —le preguntó al clon—. ¡Tenemos que acabar con esos cañones, Rex!
Comenzó a andar hacia la calle principal. El hombre negó con la cabeza, siguiéndola hasta el cruce. Comenzaba a enfadarse.
—¡Esas no son nuestras órdenes, soldado! —le gritó.
Ella se giró de golpe, la cara contorsionada con impaciencia, las cejas juntas con desesperación.
—¡A veces, ser un buen soldado significa seguir tus propias órdenes, capitán! ¡Sobre todo si eso significa salvar las vidas de otros!
La chica volvió a girarse para seguir caminando a buen paso mientras se ponía el casco. Rex se quedó allí plantado un segundo, la mano que no sujetaba el casco cerrada en un puño. Se giró hacia el otro lado, hacia donde estaban sus hombres, luchando contra las tropas que les habían pillado por sorpresa, y él también se puso el casco. En el último momento se dio la vuelta, mascullando.
—A la mierda.
Aminoró el paso para seguir a Riane hacia el edificio principal.
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El dúo de la 501 había llegado al centro de mando de los droides. Habían vuelto a caminar por las calles secundarias, así que por lo menos se habían librado de encontrarse con los batallones de droides, que avanzaban por la avenida principal de la ciudad, probablemente hacia la posición de Skywalker.
Rex había negado con la cabeza al verlo, y se habían dado prisa en esconderse tras unos edificios que daban a la gran plaza donde se encontraba la sede de la ciudad. Riane había escondido el robot sonda en un contenedor, y ahora observaban a los dos batallones restantes y a los cañones: esas parecían ser las últimas defensas del centro de la capital.
Rex sabía que sus hombres podrían encargarse de los droides, pero los cañones (sobre todo, cinco), eran otra historia.
—Tenemos que volarlos por los aires —dijo Riane.
Rex asintió, pero no se le ocurría ningún plan factible.
—¿Y cómo piensas hacer eso? —le preguntó después de un rato.
Ella le miró desde dentro de su casco, y sacó una bomba de la mochila.
—Como la ciudad está desalojada, no creo que pase nada si vuelas una de las casas —le dijo.
Él puso cara de espanto bajo el casco.
—¿Qué?
—Si creas una distracción, yo me puedo colar por detrás de los tanques, por el punto ciego y... —Subió la mano derecha y la cerró en un puño para después abrirla rápidamente—. Boom —susurró—. Así, dejaremos a los tanques fuera de juego y, cuando las tropas lleguen aquí, será pan comido.
Rex odiaba admitirlo, pero la chica tenía razón. Si les habían atacado por sorpresa, Rex estaba seguro de que muchos hombres habían caído. Si se abrían paso hasta allí, estaba seguro de que lo último con lo que querrían lidiar era con cinco tanques llenos de munición.
—Está bien —acabó diciendo él.
Ella asintió bajo su casco, y le agarró la mano. Rex se quedó petrificado, pero ella simplemente le dejó dos bombas sobre la palma. Su mano parecía muy pequeña al lado de la del clon.
—No mueras, entonces —dijo ella en voz baja mientras le soltaba.
Rex se levantó despacio y comprobó que no había droides cerca antes de salir corriendo.
—Soy yo quien debería de decir eso, novata.
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Riane se colocó en posición mientras esperaba a que Rex cumpliera con su parte del plan. Tenía que hacer volar un edificio de manera suficientemente ruidosa para que al menos uno de los batallones se moviera y, después, poner los pies en polvorosa. Así, Riane podría utilizar la distracción para colarse tras los tanques y volar los cañones. Tenía que ser rápida o la descubrirían.
Esperó durante varios minutos hasta que, por fin, se oyó un estruendo. La explosión lo sacudió todo, y cuando vio que los droides más cercanos se movían para mirar lo que pasaba, se preparó para moverse también. Se había pegado a uno de los laterales del edificio, el bláster unido al cinturón junto a su pistola y la mochila en la mano para colocar las cargas rápidamente.
Avanzó hacia el primer tanque con cuidado, intentando no ser descubierta, acercándose por el lateral del edificio a toda prisa. Comenzó a colocar las cargas en la parte de atrás del primer tanque, rezando porque ningún droide se diera la vuelta mientras corría al siguiente, siempre pegada al edificio, aprovechando las sombras de los salientes de los otros pisos.
Fue cuando estaba acabando con las bombas del segundo tanque que comenzó a oír la batalla acercándose: las tropas de la República se habían abierto paso hasta la plaza principal, y a ella se le acababa el tiempo. El batallón restante de droides avanzó, y Riane maldijo.
Se apresuró al tercer tanque, y justo cuando colocaba la última carga en el lateral, los tanques se sumaron al ataque.
Riane se aplastó contra la pared del edificio, recuperando el aliento, mientras veía a los Jedi y a algunos clones entrar a la plaza a tiros para lidiar con los droides distantes.
Uno de los tanques disparó y las tropas retrocedieron.
Tenía que moverse. Ya.
Corrió, probablemente arriesgándose a ser descubierta, y comenzó a colocar las bombas en el cuarto tanque. Ahora estaba completamente al descubierto, y los droides no tardaron en verla. Tuvo que rodar por el suelo para esquivar los tiros de la quincena de hojalatas que la divisaron.
Le quedaban dos cargas en la mochila: iban a tener que servir. Las puso como pudo, con las manos temblándole, y se escondió tras el tanque. Tiró la mochila hacia los droides, sacó la pistola, y salió corriendo hacia los clones.
Comenzó a correr a través de la gran plaza mientras disparaba, y, con la mano libre, accionó las bombas.
Lo único bueno fue que el impacto que la mandó al suelo también evitó que los droides la alcanzaran.
Unas manos la agarraron del brazo, cuya mano aún se aferraba a la DL-44 como si fuera su vida. Era Rex, que había salido de detrás de un edificio para unirse a la batalla con sus hermanos.
A Riane le pitaban los oídos, pero estaba segura de que le estaba gritando. El clon la arrastró hasta territorio amigo, pasando por el lado de Ahsoka y Skywalker, que les cubrieron durante la carrera. Rex la empujó tras un muro de la periferia de la plaza, para volver a disparar mientras se arrodillaba a su lado. A Riane le quemaban los pulmones, pero se puso de pie, la pistola en alto: había perdido el bláster en algún momento, pero eso ya no importaba.
A los clones no les costó acabar con los batallones restantes cuando vieron que los tanques no dispararían más.
Cuando la batalla acabó, Rex y Riane vieron como los generales Jedi se acercaban a ellos. La chica estaba segura de que Rex tenía mala cara, pero ella no podría estar más orgullosa de sí misma. Y eso que sabía que se acercaba una bronca.
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