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003.

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Riane acompañó a los hombres de su nuevo escuadrón a la parte trasera del hangar, donde tenían que mover cajas de munición. Creía que había tenido suerte y que a esos cuatro hombres de su equipo temporal no les parecía importar su presencia.

Habían dejado los chistes atrás, y Riane se había relajado por completo. También había empezado a responder a sus preguntas. Todos querían saber cómo era que la joven había decidido dar su vida para proteger a su pueblo. Ella les explicó que muchos naboo de la Academia comenzaban a ser oficiales voluntarios en la Guerra de los Clones, pero que pocos (por no decir ninguno) luchaban en el frente.

—Entonces —le preguntó Jesse mientras apilaban otro montón de cajas—, ¿cómo es que tú sí quieres estar en el frente?

A Riane le pareció que era una pregunta delicada, sobre todo teniendo en cuenta que, por ahora, sólo iba a estar en el frente durante una sola misión. Aun así, respondió la verdad, siempre teniendo en cuenta que hablaba con hombres que habían nacido para luchar, no queriendo faltarles al respeto.

—Desde que me uní a la Academia, supe que no quería estar en los Cuerpos Aéreos o en las Patrullas de Seguridad Ciudadana —les explicó a los clones—. Cuando era una niña, la Federación de Comercio invadió Naboo, e incluso los cadetes tuvimos que luchar para deshacer la ocupación. —Sacudió la cabeza, apartando la mirada de los rostros de los hombres mientras aupaba una caja—. Algunos murieron: Naboo no tiene un ejército porque somos un planeta pacífico, pero la Academia decidió crear los Cuerpos Especiales, para que si un ataque así se repetía, por lo menos algunos de los oficiales tendrían conocimientos militares y serían capaces de liderar a los demás. Pero, la verdad —continuó, recuperando la sonrisa—, me comienzo a hartar de esperar. La República está en guerra, y creo que ayudar es lo menos que puedo hacer como persona preparada para ello.

Los clones asintieron, absortos, volviendo de nuevo a donde estaban las últimas cajas para ponerlas cerca de las cañoneras y acabar con su tarea. Nadie dijo nada, todos parecían estar pensando en lo que Riane les había contado.

Rex, que se había mantenido en silencio hasta entonces, agarró una caja y miró a Riane por encima del hombro.

—Mientras no nos des problemas, novata, podrás ayudar todo lo que quieras.

Continuó caminando, y Riane levantó otra caja con un suspiro. Echo, que estaba a su lado, agarró otra y la miró con una pequeña sonrisa.

—Por lo menos no te ha llamado brillitos —intentó animarla con el mote que ellos usaban para los novatos con armaduras nuevas, aunque no pareció funcionar—. No le hagas caso —le dijo tras un suspiro—. Puede parecer que Rex está siempre hablando del protocolo y del reglamento, pero es un buen hombre.

Cincos asintió a su lado, dándole la razón.

—Luché con él en Naboo, durante la crisis del Sombra Azul —les dijo ella a los dos clones—. Es un buen tirador y... —pensó—. Parece un buen líder.

—Bah, enseguida te tratará como a una más —masculló Cincos mientras dejaban las últimas cajas cerca de la nave—. Siempre le digo que debería de relajarse un poco, pero a veces es un estirado.

Echo le dio una palmada en el hombro a su compañero.

—Bueno, yo creo que va mejorando poco a poco.

Los dos se rieron, y Riane les dio una sonrisa tímida. Volvieron al almacén, donde los demás estaban esperándoles. Tup y Jesse hablaban con Rex, que estaba cruzado de brazos y serio como siempre. O por lo menos, serio como siempre que ella estaba allí.

Riane agarró su casco y se unió a los demás en el pequeño círculo que habían formado.

—Bueno, chicos —dijo Rex con voz potente—. Ya está todo listo. La batalla empieza en trece horas, así que deberíais descansar.

Cincos le dio una sonrisa a su capitán mientras agarraba su casco de una de las estanterías.

—¿Viene al comedor con nosotros, señor? —le preguntó.

Rex paseó la mirada entre los hombres, y Riane intentó no apartar la suya cuando cayó en ella. Aún recordaba cómo aquel hombre, Rolt, había muerto frente a ella, y cómo el capitán había tenido que hacer que le soltara la mano al cadáver. Rex había dicho que todos ellos habían nacido para morir en aquella guerra, pero aquella posibilidad parecía ahora muy lejana. El hombre asintió tras dudar, pasándose una mano por el pelo corto y rubio, y miró a Cincos de reojo, como si le hubiera preguntado algo mucho más extraño y difícil de solventar.

Echo tiró del brazo de Riane para que saliera al pasillo, y caminó a su lado mientras iban al comedor. Unmel escuchaba con atención mientras el soldado le explicaba cómo había llegado a formar parte de la 501: unos droides habían invadido su base en la luna de Rishi justo cuando el capitán Rex y el comandante Cody hacían una inspección. Todo había resultado en una batalla y en la base volando por los aires: habían perdido a algunos buenos hombres, le dijo.

Se encontraron con otro grupo de clones que salían del comedor justo cuando ellos iban a entrar. Riane seguía escuchando a Echo con atención, quien parecía hablar mucho, y un empujón hacia atrás en el hombro izquierdo la pilló completamente por sorpresa. Su espalda chocó contra el pecho de Rex, quien la agarró por los hombros para separarla de su cuerpo inmediatamente.

Dos hombres se reían mientras caminaban por su lado, pero Riane ya tenía la mano sobre su pistola. La cara se le había quedado totalmente seria, con la mirada asesina de la que hablaba Skywalker. Rex lo vio y agarró su mano, que ya estaba a punto de desenfundar el arma.

Sus nuevos amigos se habían quedado completamente en silencio, y cuando Riane pensó que Rex iba a gritarle a ella, se dio cuenta de que no la estaba mirando. Había extendido el otro brazo, el que aún agarraba el casco, para parar a los dos hombres que se reían, y los miraba con una seriedad más mortífera que la de la chica.

—¿Cuál es el problema, soldado? —le dijo despacio.

Los dos tenían el pelo negro y corto, y ninguna marca que le dejara a Riane distinguirlos. Los dos parecían novatos, con las armaduras completamente blancas, y se les había borrado la sonrisa para mirar al capitán con miedo.

—Nada, señor. Ha sido un accidente —dijo uno de ellos con cara de espanto.

Rex bajó el brazo y movió la cara para mirarlos de reojo.

—Pues aprende a mirar por donde caminas, brillitos.

El clon se ruborizó mientras su amigo le empujaba para que anduviera por el pasillo, lejos del capitán.

—Sí, señor —murmuró como respuesta.

Rex soltó la muñeca de Riane bruscamente, enfadado, y ella suspiró. El capitán se giró hacia ella por un segundo, pero no dijo nada más. Se abrió camino entre el grupo para entrar al comedor, con Tup y Jesse detrás. Riane tragó saliva, girándose hacia Echo y Cincos.

Los dos la miraban con sorpresa, y ella rápidamente negó con la cabeza.

—No iba a dispararle —dijo deprisa—. Fue un acto reflejo, de verdad.

Cincos asintió mientras Echo le daba una pequeña sonrisa. No parecían asustados ni parecían pensar que estuviera loca, lo que ella agradeció.

—No es eso lo que me sorprende —dijo Cincos en un murmuro.

Riane les observó mientras Echo le daba la razón.

—Sí, nunca he visto al capitán poner esa cara. Qué maldito miedo, macho —añadió el otro.

Los tres entraron en el comedor, pero Riane había perdido el apetito. Notaba miradas en ella mientras se acercaba a coger una bandeja con insípidas raciones, y se aseguraba de no separarse de Echo y de Cincos. Las mesas estaban llenas de clones, y Riane siguió a los dos hombres hasta la mesa donde su escuadrón se sentaba, intentado huir de las miradas y de los susurros que la seguían mientras caminaba entre el gentío.

Quería girarse y gritarles que dejaran de mirarla tanto, pero aún sentía el segundo agarre de Rex en la muñeca.

Cincos y Echo le hicieron un hueco entre ellos, y Riane posó el casco y la bandeja en la mesa antes de sentarse en silencio. Tup y Jesse callaron en cuanto ella se sentó, y Riane se lamentó de inmediato. No debería de haber intentado agarrar la pistola. Ahora estaba segura de que los hombres pensaban que tenía problemas de control, cuando aquello no podía estar más lejos de la realidad. Pero hacía mucho tiempo que no se sentía así, tan extraña y fuera de su zona de confort, y estaba claro que los nervios le estaban pasando factura. Tenía que relajarse o iba a meter más incluso la pata, si es que eso era posible.

Levantó la cabeza un poco, pero la agachó de nuevo al encontrarse con la dura mirada de Rex sobre ella.

Genial, ahora hasta su superior la odiaba. Aunque, pensándolo bien, nunca había parecido tenerle mucho aprecio.

—Te podrías haber metido en un lío por desenfundar el arma, novata —dijo el capitán con tono tranquilo como si le diera igual.

Riane tragó, obligándose a levantar la mirada. Los demás clones seguían comiendo en silencio mientras observaban al par de reojo.

Le apetecía decirle que conocía las normas de la milicia perfectamente, pero aquello habría sido perder los papeles de nuevo, así que no lo hizo. Los ojos del capitán, marrones, pero como Riane veía ahora, de un tono muchísimo más claro que los suyos, caramelo, ya no parecían tan duros. La chica se mordió el interior de la mejilla antes de responder, incluso si pensaba que, quizás, no estaba del todo enfadado.

—Lo sé, capitán —dijo Riane despacio, intentando hablar con respeto hacia su superior—. Pero fue algo automático: nunca apuntaría una pistola a uno de los míos —añadió con sinceridad.

Rex levantó el tenedor y la apuntó con él. Riane estaba seria, y él no cambió esa seca expresión que parecía llevar a todas horas en la cara. Aun así, cuando habló, lo hizo sin maldad.

—El general Skywalker ha dicho que eres una de los nuestros, así que te trataremos como tal —aseguró él con un tono casi sardónico—. Pero tú también debes de comportarte como uno de nosotros, novata.

La joven sentía que le quemaba la cara de vergüenza, así que la bajó antes de dar otro bocado a una ración.

—Sí, señor.

Después de varios minutos de silencio, Tup, Jesse y Rex se levantaron. Riane vio de reojo cómo el capitán se reía de algo que uno de los otros dos soldados había dicho antes de salir del comedor, y se preguntó cómo era que ella era capaz de crear problemas tan rápidamente.

Cincos le dio con el codo mientras Echo se acercaba para escuchar lo que su hermano decía.

—Tranquila —dijo el clon tatuado—: lo que quiere decir Rex es que, si eres una de los nuestros, entonces todos te cuidaremos las espaldas.

Ella le dio una pequeña sonrisa, no sabiendo cómo decirle que no tenía ni idea de cómo comenzar a pertenecer a la 501.

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Riane había vuelto a su habitación para intentar dormir un poco tras comer, pero apenas había podido pegar ojo.

Ahora se había vuelto a poner la armadura y estaba siguiendo a Cincos y a Echo a la cañonera blanca y roja. Se subieron, las puertas cerrándose tras Rex, Skywalker, y la Padawan de este. Unmel veía todo a través de su casco, y el general la miró un momento y asintió con la cabeza. La chica se había agarrado a uno de los manillares del techo mientras la nave despegaba del hangar para llevarlos a la superficie del planeta. Riane no podía esperar a llegar para mezclarse en la batalla con los hombres: quizás así la dejarían de mirar tanto.

Escuchó con atención a Skywalker, que se preparaba para dar un discurso mientras Ahsoka miraba a Riane con una dulce sonrisa que a ella le hubiera gustado devolver a través del casco.

—¡Bien, soldados! —comenzó Skywalker—. ¡Nos espera la batalla, y debemos ayudar al general Kenobi a llegar a la capital y tomarla! ¡Nos uniremos al ataque frontal que está ocurriendo ahora mismo!

La nave tembló, y los dos Jedi se pusieron las capas. Riane estaba terriblemente calmada, tanto, que aquello parecía un sueño. Bajo las luces rojas de la nave y entre los sonidos de disparos y de estallidos del exterior, Rex dio la orden de armarse. Riane se unió al resto de los hombres, que agarraban los blásters de las sujeciones del techo. Todos comprobaron las cargas y los seguros a la vez, creando un sonido mecánico que la despertó.

Iba a saltar al campo de batalla.

No le dio tiempo a pensar. La nave comenzó a descender, y lo que pasó a continuación fue todo muy rápido. De repente, Rex estaba frente a ella, la señaló con el dedo y le dio una advertencia.

—¡Novata, tú conmigo!

Ella había asentido, demasiado mareada para quejarse por el apodo, y la nave se había posado en el suelo. Las luces se habían vuelto verdes y las puertas se habían abierto. Siguió a Rex afuera, la luz natural la cegó, pero no dejó de correr. Un hombre cayó muerto a su lado. Perdió a Cincos y a Echo de vista, y antes de darse cuenta, ya estaba disparando.

Rex y ella se habían apostado junto a un par de soldados contra un montón de escombros. Fue entonces, mientras disparaba a los droides frente a ella, se dio cuenta de cómo era el lugar donde estaban.

El suelo era árido, y parecían estar en alguna zona industrial medio derruida, lo suficientemente grande como para que las naves hubieran descendido allí. Los droides avanzaban por la calle principal que daba al centro de la capital, mientras soldados del 212 se intentaban abrir paso. La 501 y ella eran refuerzos, así que Riane afinó la puntería.

El corazón le latía muy rápido, y se recuperaba de la nublosa sensación inicial. Ésta comenzaba a transformarse en pura adrenalina que le hacía olvidarse de sus dudas para concentrarse sólo en los droides frente a ella.

Los Jedi avanzaron hacia Obi-Wan, que luchaba en la primera línea de tiro, y Riane siguió a Rex cuando avanzó. Los otros clones se quedaron atrás, pero Riane siguió disparando sin pararse. Aunque estaba acostumbrada a ir por libre, Rex era, ahora mismo, su superior, y aunque lo único que comenzaba a apetecerle era pedirle que parara de llamarla novata y mirarla con tanta superioridad, se limitó a seguirle a través de los escombros mientras se hacía al bláster.

Los dos se pusieron tras algunas paredes a medio caerse, uniéndose a un clon que estaba en primera línea, apoyando directamente a los Jedi, que destrozaban droide tras droide sin sudar. Riane no miró mucho al hombre, pero se dio cuenta por la cantidad de naranja de su armadura que debía de ser un comandante marshal.

—¡Rex, me alegro de verte, amigo! —dijo el clon mientras disparaba junto al capitán—. ¿Quién es este?

Riane sabía que hablaban de ella, pero se concentró en darle a un B1 que se acercaba mucho a Ahsoka para su gusto.

—¡Esta es la novata!

La adrenalina le devolvió el descaro de golpe. Tiró a un B2 de un par de tiros y se giró hacia Rex para responderle con tono mordaz.

—¡Deja de llamarme así! —Dio dos disparos más, tumbando a otro droide—. ¿Disparan así tus novatos?

Se volvió a girar hacia el agujero por el que estaba disparando, pero le pareció oír que Rex decía algo. Le costó darse cuenta de que se estaba riendo.

—¿Es una mujer? —gritó el comandante mientras seguía disparando.

Riane sacudió la cabeza.

—¡Riane para los amigos!

Rex le dio un brusco codazo, haciendo que fallara un disparo. Quizás estaba intentando decirle que se comportara frente al comandante, pero éste se rió, igual que el capitán momentos antes.

Los Jedi se abrieron paso y los tres les siguieron, disparando a los pocos droides que quedaban del batallón mientras se acercaban más y más a la capital, el resto de las tropas detrás, siguiendo a buen ritmo.

Quedaron un rato al descubierto, y unos cuantos droides les salieron al paso por la derecha, desde una de las calles contiguas. Riane se tragó una maldición mientras disparaba a más ritmo.

Los dos hombres se cubrían el uno al otro como podían, pero eran por lo menos diez droides. Riane se pasó el bláster a la mano izquierda y sacó la pistola del cinturón porque le daba más estabilidad y mejoraba su puntería, sobre todo a aquella distancia. Disparó con una mano, y uno de sus disparos le rozó al comandante la cabeza, acabando con un B1 que se le acercaba para dispararle. Los dos clones se giraron para mirarla con sorpresa, pero ella no había dejado de disparar ni un minuto.

Era probable que Rex quisiera arrancarle la pistola de la mano en ese mismo momento.

—¡Relájese, capitán, lo tenía bien medido! —gritó Riane con descaro.

Cody se giró hacia Rex, pero él simplemente había negado con la cabeza y vuelto a disparar. Estaba claro que no tenían tiempo para lidiar con su actitud.

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