Capítulo 6
Muy pocas podía encontrar estoy pequeños momentos de paz y tranquilidad, rara era la vez en que podía sentarme tranquilamente en mi escritorio a hacer mi tarea sin tener que escuchar regaños o gritos hacia mi persona.
Mucho menos poder gozar de este bello silencio que acompañado con el natural clima helado de Vancouver, me hacía relajarme.
@Princelimario ha comenzado a seguirte
Aunque claro, siempre había algo que terminaba rompiendo mi burbuja, claro que nunca esperé que fuera está clase de notificación.
Deje de teclear en mi laptop al momento de leerlo.
¿Era acaso posible? ¡Realmente me había seguido!
Cuando dejé mi nombre de usuario en la nota no tenía muchas esperanzas de que me respondiera, pero sucedió.
Inmediatamente me metí a revisar su perfil, lastimosamente estaba privado, por lo que mandé la solicitud de seguimiento, otro punto a mi favor, la aceptó casi que de inmediato.
Esperaba encontrar fotos de su rostro, o algo que pudiera delatar un poco su identidad, para mi desgracia lo único que pude encontrar fueron algunas fotos de gatos donde sus manos eran visibles, eran bastante atractivas a decir verdad.
Una en específico llamo mi atención, se traba de la foto de dos gatos blancos de ojos azules los cuales parecía ser de la misma clase, estos estaban acostados sobre su espalda, y la mano de mi protector acariciando la barriga de los animales. Sus nudillo se estaban heridas, con costras de sangre y moretones alrededor de un color verdosos.
Había algunos comentarios en las fotos, desconocía todos los user, aunque algunos nombres me sonaban familiares.
Doy un profundo suspiro recargándome en mi desgastada silla, sintiendo una astilla enterrándose en mi espalda.
Mi silla se había roto de la ultima vez que papá vino a golpearme, a duras penas pude conseguir pegamento para arreglar mi vieja silla de madera, lastima que no pude deshacerme de las astillas y virutas de madera afiladas.
Volviendo a ver la pantalla, me quedó pensando.
¿Sería correcto mandarle un mensaje?
Tengo curiosidad al respecto, pero a un así no termino de fiarme de esta persona, al fin y al cabo, se trata de un desconocido que aparentemente, esta muy atento de mi y lo que hago.
@PrinceLimario ha mandado (3) mensajes
Ni siquiera tengo tiempo de emocionarme cuando escucho golpes en mi excusa de puerta, cierro el ordenador de golpe parándome a abrir.
—¿Sí? —Pregunto al abrir, feliz de encontrarme con mi hermanita, rodeada por una cobija de Paw Patrol.
—Jen, vamos abajo, mamá hizo chocolate caliente. —Dice Rima, tomando mi manga para jalarme afuera.
—¿Que? Yo no puedo ir, deben seguir enojados conmigo, es mejor que me quedé aquí.
No puedo admitirle que en realidad me asusta ir a abajo de hacerlos enojar con mi presencia, prefiero evitarme el momento desagradable el que me mandan lejos, porque están en su momento familiar.
—Pero ellos me mandaron.
Frunzo el ceño confundida.
—Mamá me mandó a traerte, porque vamos a ver tu película favorita. —Sonríe, volviendo a tratar de jalarme fuera de la habitación.
Sin embargo yo estoy estática en mi lugar, no puedo creerme aquello.
Curiosamente, el que Harold quiera que baje a convivir con ellos es mas creíbles, además de que ha ocurrido en muchas ocasiones, pero el que mi mamá me quiera, me busque, me resulta algo casi que imposible.
—Diles... Que en un momento bajo.
Rima parece satisfecha con mi respuesta, asintiendo contenta para luego correr escaleras abajo.
Aun sin poder creerlo, vuelvo adentro, tomando aquella sudadera negra colocándomela, a al vez que aspiro ese perpetuo olor a osos de goma.
Ayer debí de habérsela dado, esperaba hacerlo después de clases cuando fuera a recoger a Rosé, sin embargo una fuerte tormenta me lo impido gracias a la cancelación de clases, ahora debía esperar todo un fin de semana para dársela.
Lo peor, no tenía como comunicarme con ella.
Aspiro una ultima la fragancia, buscando tranquilizarme lo suficiente como para bajar, con esto puesto, mínimo puedo sentir que la tengo a mi lado, apoyándome.
[...]
Cuando bajo, no me sorprende la escena que veo.
Todos están sentados en la sala de estar, mis padre abrazos con el sofá doble frente la televisión, con Rima sentada en en medio del sofá triple un lado de ellos, rodeada por cobijas, y preparando dos tazas de chocolate con malvaviscos.
Luce adorable con su pijama de estrellitas, sonriendo mientras le cuenta una anécdota a sus padres.
Entrecierro los ojos, acercándome a ellos.
—¡Oh, Jennie! Anda ven, tu hermana te preparo tu chocolate. —Exclama mi madre, con una innegable sonrisa de felicidad que creí jamás volver a ver.
O por lo menos no dirigida hacia mí.
Rima voltea a verme en cuanto mamá hace notar mi presencia, bajando de un salte del sofá para tomarme de la mano, y volver a jalar hacia donde están ellos.
—¿Que tanto hacías, cariño? —Me pregunta Harold al momento de sentarme, en medio del sofá triple.
—Uhm... Estaba terminando de hacer unas tareas.
—Ten Jen, te lo preparé yo solita. —Rima me extiende la taza humeante, la tomo sonriente, soplando para dar uj pequeño sorbo.
Una sonrisa se dibuja instantáneamente en mi rostro.
—Gracias, corazón. —Le acarició la cabeza con cariño.
Me recargo en el sofá atrapando el calor de los cojines, y cobijandome con la felputada sábana de Bob Esponja. Rima se acurruca a mi lado, tomando su propia taza.
Harold le puso play a la película, una de mis películas favoritas de Disney comenzó a reproducirse creando una grata sensación de nostalgia, por un pequeño momento, pude teletransportarme de este lugar.
Todo a mi alrededor se vio remplazado, dejé de estar en esta pulcra sala que se mantenía así meramente por mi, a estar en una sala de un antigüo departamento en Nueva Zelanda. Mamá sentada a mi derecha abrazándome, y mi papá, del otro lado ofreciéndome de su comida.
Tragué saliva pesadamente, tallandome los ojos para borrar la falsa imagen.
No, no estaba en la casa de mi infancia, antes de arruinarlo todo.
Estaba en el presente, en mi muy doloroso y merecido presente.
Me estiró a dejar la taza en la mesa de noche, en cuanto vuelvo a acomodarme, algo vuela sobre mi, cubriéndome.
¿Que?
—¿Rima? —Le pregunto a mi hermana, que nos ha cubierto con la sábana. — ¿Que pasa? —Le sonrío.
Siento sus manos cubrir mis mejillas, acercando su rostro al mío.
—Jen, ya lo descubrí.
Enarco una ceja confundida.
—¿Que descubriste?
—Como hacer que papá deje de pegarte.
Palidecí al oírla, todo mi cuerpo se quedó quieto y el sudor no tardó en llegar.
Me quito rápidamente la sábana viendo a mis padres para mi suerte están demasiado inmersos en la película, que ni siquiera joran nuestra conversación.
Vuelvo a cubrirnos con la sábana.
—¿De que hablas? Papá no me hace nada, el jamás se atrevería a golpearme. —Trato de convencerla, lo menos que quiero, es que viva con el mismo temor que yo.
—El otro día ví a la chica bonita romper la ventana, y luego ví como te dejó papá. —Un puchero se dibuja en su rostro, viéndose realmente triste.
—No, no, no, Rima, debiste confundirte. Papá sería incapaz.
—Pero no te preocupes. ¡Ya tengo la solución para ello! —Sonríe orgullosa. — Cada vez que te pase algo, buscaré a la chica bonita que siempre viene.
Vuelvo a fruncir el ceño confundida.
—¿A quien te refieres?
Rima se limita a darme una sonrisilla antes de quitarnos de encima la sábana, para correr al otro sofá con mis padres. Estos la reciben contentos, dejando que se acurruque en medio de ellos.
¿Rima lo sabe?
¿Sabe que papá me golpea?
Doy un profundo suspiro, cubriéndome con la cobija, tomo el extremo de mi capucha, inhalando el dulce aroma.
Cuando creía tener un breve momento de paz, surgía un nuevo motivo para preocuparme.
Ahora debía de, no solo tener cuidado de evitar salir herida, sino que evitar que mi hermana no volviera a presenciarlo. Además de que tenía la duda creciente....
¿De qué chica se refiere?
[...]
A pesar de ese pequeño mal rato, el resto de la tarde fue bastante agradable en comparación con otras noches familiares. Inclusive mi madre converso conmigo sin darme ni una sola mirada despectiva, y Harold fue un poco menos desagradable de lo usual.
Ahora miraba enternecida como subía al segundo piso con mi hermanita en brazos, se quedó dormida a la mitad de la película.
—Cariño, ayúdame con esto. —Me dijo Chaewon refiriéndose a los trastes sucios en la mesa.
—Ya voy.
La acompaño hasta la cocina, dejando las cosas en el fregadero.
Me quedo sentada frente la barra de la cocina, viéndola lavar todo ello, una pizca de calidez llena mi corazón al ver que no me exigió hacerlo a mi, como si fuera su sirvienta.
—¿Y como ha ido la escuela? —Pregunta.
—¡Bien! De hecho hice nuevas amigas. —Respondo emocionada, no era algo común que se interesará en mi vida.
—¿Y es de una de ellas esa sudadera? —El tono de su voz cambia repentinamente, tornándose un tono más frío. Aún así, decido no darle importancia.
—Ehm... Sí, es de mi amiga Lisa.
—Que bueno, aunque. —Cierra la llave del agua, secándose las manos con un trapo, para caminar y sentarse a mi lado. — Me parece raro que una chica, use una sudadera de hombre.
Finalmente las alertas en mi sintema se activan, provocando que comience a sudar frío.
—¿Que?
—Se veía tan tierna dormida, recuérdame comprarle más osos de peluches, le encanta abrazarlo. —Harold llega sonriente a la cocina. Yendo directo a abrazar a mi mamá. — ¿Tu no necesitas algo, cielo? —Me pregunta.
—No, ya me voy, aún debo continuar con mi tarea.
Me apuro salir sin esperar siquiera a despedirme de alguno de ellos, conozco a mi madre, y se identificar perfectamente cuando no tiene buenas intenciones.
Sin embargo, en cuando pongo un pie fuera de la habitación, me congelo de golpe.
—Oye amor, ¿no te parece muy bonita esa sudadera de Jennie? Se la regalo un amigo.
Tiemblo terriblemente, mis manos están cerradas tratando de soportar esta presión en mi pecho, tengo miedo de girar, no quiero hacerlo, porque sé lo que veré.
Mi madre con esa sonrisa cínica, y Harold... Yendo hacia mí.
Ni siquiera debo debatirme más tiempo al respecto, una mano en mi hombrl me hace voltear, y un puño impactando en mi rostro me hace caer.
—¿Por qué tienes que arruinarlo todo? Te ofrezco todo como tú padre, y mira como me agradeces. —Harold se agacha tomándome del cuello de mi sudadera. — Pasamos un buen rato en familia, y tienes que arruinarlo con tus cosas de puta.
—Papá, papá, te juro que no es lo que piensas, es de una amiga. —Le digo desesperadamente, cubriéndome el rostro con mi brazos.
—¡¿Insinuas que tú madre está mintiendo?!
Sin esfuerzo alguno me levanta del suelo, pegandome a la pared para seguidamente dar puñetazo tras puñetazo en mi rostro, no sé cuál sea la diferencia en esta situación, pero está vez trato de cubrirme de sus golpes.
—¡Lo siento, lo siento!
Me deja caer al piso, soltando varias patadas en mi estómago.
—¡Arruinas a nuestra familia, estoy harto, harto!
Me quedo hecha ovillo en el piso cuando se detiene, solo escucho sus pasos caminar por ahí.
—¿Lo ves? Eso te pasa por seguir seduciendo a los hombres. —Dice mi madre con cinismo. — Vámonos, amor, ya es tarde.
—No. —Mas pasos. — No es suficiente, está niña ya me tiene harto.
Vuelve a pararse a mi lado, suelto un grito cuando me levanta del piso, está ocasión, jalandome del cabello. Lo tengo cara a cara, pero me niego a abrir los ojos, de todas formas, no puedo, las lágrimas me lo impiden.
—¿Tanto quieres cogerte a los hombres? Pues eso tendrás.
Abro los ojos de golpe antes sus palabras, su mirada llena de ira recorre todo mi cuerpo, sé lo que piensa, que es lo que quiere.
—¡No, no, no, eso no! —Forcejeo para quitarmelo de encima, deja caer su cuerpo sobre mi, sus manos yendo directo hacia mi tráquea.
—¡Cállate! ¡Cállate, cállate, cállate!
Mientras me asfixia, va golpeando mi rostro cada vez con más fuerza, mis uñas duelen de estar rasguñando sus brazos, en un inútil intento de quitarmelo de encima.
Me suelta para arrojarme al piso, grito de dolor al caer directamente en las piezas de cerámica rota, las siento incrustadas en mi piel.
Mi visión está borrosa, las lágrimas me impide ver bien cuál será su siguiente movimiento.
—Bien... Ahora tendrás lo que siempre has querido.
Abro los ojos en grande cuando se baja el cierre del pantalón, acercándose a mi.
Retrocedo asustada, cada pasa que el da, es otro que retrocedo.
No, de todo lo que podría hacerme, eso no.
—Harold, detente eso es demasiado. —Chaewon dice desde la barra de la cocina, pequeñas lágrimas en sus ojos.
¿Está llorando?
No tiene sentido.
¿Por qué le importaría lo que me pase?
—Harold.
Pero el no la escucha, al momento de chocar contra la pared, deja de lado sus pequeños pasos, corriendo hacia mi. No me siquiera tiempo de cerrar las piernas cuando da un patada a mi entrepierna, doy un desgarrador grito, el dolor fue demasiado intenso.
Cómo si no hubiera sido suficiente, sus ataques no cesa, trato de quitarlo de allí, cerrar las piernas, o cualquier cosa, pero todo es inútil.
—¡Harold por favor detente!
Se detiene finalmente al escuchar a mi madre, adolorida llevo las manos a la zona, nuevamente acostada en un ovillo. No hago esfuerzo por ocultar mis sollozos, dejo que fluyan en todo su esplendor, mientras escucho sus pasos.
De repente se acerca a mi, sus piernas a cada lado de las mías, a horcajadas.
—¡Quítate, no me toques, quítate! —Forcejeo empujandolo, pero el toma mis manos, colocándolas sobre mi cabeza.
Las debiles patadas que le doy no surten efecto alguno contra su gran cuerpo, tal parece que tanpo los cortes que me hecho en el rostro con mis uñas.
—¡Ahora verás lo que es un verdadero hombre!
El cierre del pantalón baja, puedo verlo, si maldita erección cubierta por un boxer azul, se acerca a mi, sin importarle mis suplicos, mis golpes, mi lamentos.
¿Así que este era mi castigo definitivo?
Tantos años vive una lucha interna entre la culpa y la verdad, nunca pide diferenciarlas, pero hora lo veo, este es mi castigo bien merecido.
Lucho contra esto como si no fuera lo que merezco, como si eso no fuera dios tratando de hacer justicia por mis acciones.
Lo único que me debate es...
¿Papá también pensaría lo mismo?
Antes de que pueda acercarse, algo es arrojado por la ventana, rompiéndola.
—¿¡Que mierda!? —Grita Harold parándose, doy un suspiro agradecido cuando se aleja.
Mi visión comienza a tornarse borrosa cuando el esfuerzo de pararme, vuelvo a colapsar en el suelo, viendo un ladrillo frente la ventana.
El gruñido de una motocicleta suena afuera, apenas y logro ver el vehículo negro alejándose atraves de la ventana.
—Maldito hijo de puta, lo atraparé. —Espeta Harold tomando sus llaves de la barra. — Ven mujer, vamos por ese tipo.
Mamá parece dudar en ir tras el, se queda viéndome un buen rato, ignorando la mirada furiosa de su esposo.
—¡Chaewon!
Con eso basta para dejarme allí, Chaewon se limpia esa hipócritas lágrimas, yendo tras su esposa, no puedo verlos salir, solo los escucho.
Ni siquiera tengo la fuerza suficiente para voltear mi cuerpo, eso perdida en la vista de la ventana, y ese ladrillo al que bien podría hacerle un altar.
¿Sigo viva?
Siento que estoy a nada de dejar de estarlo, todavía siento la cerámica incrustada en mi piel, mi rsotro está destruido, de eso soy consciente, la sangre en mi boca me lo confirma. Nunca antes, había experimentado está clase de dolor, es tan insoportable, mi pulmones queman, ni siquiera puedo respirar correctamente.
Con esfuerzo doy una profunda respiración que me quema hasta el fondo de mi alma.
No puedo ver nada, poco a poco todo se torna borroso.
Cuando creo que estoy a punto de quedar inconsciente, escuchó algo.
El fino sonar de unos tacones, paso a paso acercándose a mi, cuando está a mi lado, solo puedo ver esos tacones negros frente mío.
—Estaras bien, Jennie, te lo prometo.
Y todo desaparece.
[...]
Llevo varias horas acá arriba, más sin embargo sigo escuchando los mismos gritos con las mismas palabras.
Prefiero por mucho más estar acá soportando el atroz frío, que tener que escuchar las mismas palabras herientes hacia mi madre, si ella no hace nada, yo no puedo hacer mucho tampoco.
Doy un sorbo a mi última lata de cerveza, se me han acabado ya, suerte mía ya estoy suficientemente más relajada.
Los gritos paran de una vez, volviendo el silencio al lugar, solo lo veo salir de la casa a tropezones, quein sabe a dónde irá, la camioneta está en el taller, por suerte se ausentará varias horas. Logro ver a mi madre por la ventana de la cocina, está lavando los platos, aún con sus ojos llorosos.
Suspiro controlando mis propias ganas de llorar, estar aquí me hace mal, será mejor que me vaya.
Agradezco que mi casa no esté tan alta, así que no me pasa nada cuando salgo del tejado. Dar unas vueltas en mi motocicleta me calmará, sentir el frío en mi cuerpo, el aire golpeando mi rostro.
—A caminar con el frío... ¿Eh? —Mi canto se ve interrumpido al ver en la acera, busco en todas direcciones, derecha, izquierda, nada.
Corro por la calle buscando por todos lados, en las casa vecinas, en los jardines, cocheras, no hay nada.
—¡Mamá! ¡¿Dónde está mi moto?! —Le gritó a mi madre, quien da un brinquito por la sorpresa.
—¿No sabes? Creí que Rosé te había pedido permiso para tomarla. —Responde inocente.
Exhalo frustrada, llevando mi pelo para atrás.
—No, no me dijo nada, maldita, se aprovecha de que no estoy.
—Lo siento, no sabía que no te había pedido permiso.
—Esta bien, ma. Solo quería salir a pasear. —Suspiro, caminado directo a la casa.
—Apurate Lisa, está muy frío afuera y tú descalzo. —Dice preocupada.
Río. — No te preocupes por eso.
En mi bolsillo mi teléfono comienza a sonar, al sacarlo el nombre de "Mi apa" reluce en la pantalla. Debo cambiarle ese nombre.
—¿Que pasa, Tzuyu? —Digo.
—Lisa, debes venir ya, algo muy grave acaba de pasar en la casa de Jennie, su papá la...
No termino de escuchar sus palabras cuando ya he comenzado a correr, tan rápido como mis pies me lo permiten, ignorando los gritos de mi madre.
No me importa lo demás, solo corro, no importar las piedras encajandose en mis pies descalzos, o el atroz frío adentrándose en mis pulmones. Ni siquiera me importa la situación que Tzuyu no pudo terminar de explicarme, solo sé que debo llegar cuánto antes.
No me importa nada, cuando se trata de Jennie.
[...]
—Traeme más algodón.
—¡No! Tu no eres a quien buscaba.
¿Quien anda ahí? Se escucha algo distorsionado, esas voces se escuchan confusas, no reconozco de quién son.
—¿No quieres ayudar a tu hermana acaso?
Una pequeñas pisadas se oyen alejándose, siento la mano de alguien tocando mi cuerpo, no, no quiero que me toquen.
Brinco de repente alejándome del tacto de aquel extraño, me cuesta un tiempo distinguir la borrosa mancha rubia enfrente mi, tallo mi ojos a la vez que en encojo del dolor.
—No debiste hacer eso, ahora te dolerán más.
¿Eh?
Frunzo el ceño ante esa, ahora un poco más recobrada puedo notar que en realidad la conozco, ya he escuchado este tono de voz monótono e indiferente.
Una melena rubia se vuelve más distinguible, al final que todo su rostro, viene muy bien arreglada, en un apretado vestido negro y tacones del mismo color.
—¿Rosé? ¿Que haces aquí?
—Estoy atendiendo tu heridas, creo que es obvio. —Responde la rubia, una leve pizca de sarcasmo en su voz.
—Acá está el algodón, rubia tonta. —La vocecita de Rima aparece detrás de mi, entrando por la puerta, hasta ahora lo noto, estoy en mi habitación. — ¡Jennie!
Rima corre hacia a mi, dejando caer lo que traía en manos al suelo, salta a la cama, cayendo en mi regazo, hago mi mejor esfuerzo por ocultar el dolor que eso me provocó.
—¡Nini, estás bien! —Exclama emocionada colgándose de mi cuello. — Me espanté mucho cuando escuché a papá...
—Traquila, ya estoy bien, no fue nada.
—¿No fue nada? Vaya, debes tener mucha resistencia para decir eso, considerando tu... Estado actual.
Alzo la mirada viéndola en la otra esquina de la cama, sacando el algodón de su empaque, para mojarlo con una botella de alcohol. Mi botiquín personal lo tiene en el regazo.
—¿Que haces aquí? —Aunque suene grosero, es lo primero que digo. Entre todas las personas del mundo, ella era de las últimas que esperaba encontrar.
—Ayudandote, aunque, lo que debes preguntarte el porque. —Exclama Rosé tranquilamente parándose para volver a sentarse a mi lado. Sin preguntar acerca el algodón a mi cara.
—Auch...
—Pues digamos que iba pasando y vi todo, obviamente tenía que ayudar.
—¿Así que tú lanzaste ese ladrillo?
La rubia frunce el ceño confundida, terminando de limpiar mis heridas, dejando el algodón en mi mesa de noche.
—No sé de que hablas, cuando llegué tus padres ya se habían marchado.
¿No fue ella?
¿Entonces quien pudo haber sido?
Me viene el recuerdo de la persona con la que estuve conversando antes de bajar a ese pésimo intento de convivencia familiar, asimimos recuerdo quien fue la primera persona aje me ayudó de esa forma.
Prince Limario estuvo aquí, no hay duda de eso.
Una sonrisa se cuela inconscientemente en mi rostro, al parecer alguien si escuchó mis plegarias.
—Como sea, debemos irnos ya al hospital.
—¿Que? No puedo ir al hospital. —Respondo presa del pánico. — Estaré bien, solo basta con desinfectaras heridas.
—Jennie, acabo de desinfectar tus heridas y no estás nada bien, necesitan que te revise un doctor. —Declara Rosé en tono firme. — Además, he visto lo que te hicieron... Ahí.
Instintivamente mis ojos van a mi entrepierna, dónde veo rastros de sangre entre mis muslos, tal vez papá no alcanzó a abusar de mi, pero las patadas que me dió surtieron mucho daño.
Sin necesidad de moverme demasiado, sé que es cierto lo que dice, está ocasión es diferente a las demás, los golpes que me dió fueron demasiado, nunca antes lo había visto tan molesgo, tan dispuesto a todo por dañarme.
Harold siempre ha dicho que a pesar de todo, me ama como si fuera su hija, y te lamenta todo lo que me hace. Sin embargo, está vez pareció llegar a su límite en cuanto a mi.
—No puedo, si lo hago, papá se molestará conmigo. —Digo cabizbaja, Rima toma mi mano entre las suyas.
—Lo entiendo, pero si no vamos, podría darte una infección o algo peor. Yo no puedo revisarte de ahí, y lo sabes.
—No quiero meterlas en problemas, si el se entera que me estás ayudando, no sé de lo que sería capaz. —En este punto ya me daba igual confesarle todo a Rosé, negarlo en este resultaría inútil.
—Me da igual lo pueda pasarme, te aseguro que nunca se atrevería a ponerme un dedo encima. —Se cruza de brazos.
Me agrada su confianza, me temo que poco le serviría cuando el se entere.
—Por favor, Jen, no quiero que te pase nada. —Rima a mi lado insiste, moviendo mi mano.
Poco puedo hacer cuando veo sus tiernos ojitos viendo de esa manera, tan suplicante, ciertamente a ella no puedo negarlo nada.
Menos ahora que lo ha descubierto todo, lo menos que puedo darle ahora, es la falsedad de sjde encuentro bien.
—De acuerdo... Podemos ir.
Por primera vez veo una sonrisa realmente sincera dibujarse en el rostro de la rubia, quien se levanta, ofreciéndome su mano.
—Andando, debemos irnos antes de que tus padres regresen
Asiento, volteando a ver a Rima.
—Rima, debes ir a casa de los Minatozaki y pedirles que te cuiden un rato, después yo iré a hablar con ellos. ¿Entendido?
—¡Pero yo quiero acompañarte! No te quiero dejar sola con esta rubia tonta. —Se queja Rima señalandola.
—Oye más respeto mocosa de mier-
—¡Rima! —Interrumpo a la rubia, fulminadola con la mirada, está solo se cruza de brazos. — Necesito que me hagas este favor, te prometo que estaré bien, Rosé es mi amiga.
Rima se queda pensativa con un puchero en los labios.
—Esta bien...
La atraigo a mis cuerpo con un efusivo abrazo al que ella se entrega, el cualno hace más que aumentar mi dolor.
Mierda esto duele demasiado.
—Okay, es hora de irnos, vamos Jennie, te ayudaré. —Rosé nos obliga a romper el abrazo, lo cuál agradezco, jalandome para que pueda recargarme en ella.
Con eso comienzo a caminar al lado suyo, junto con Rima siguiéndonos detrás nuetsss, ambas parecen muy empeñadas en cuidar no me pase nada mientras bajo las escaleras.
Esto se siente bien, que alguien además de mi mimsa me cuide, es agradable.
Sería una escena hermosa sino fuera por el horrible dolor en mi entrepierna.
Cuando estamos afuera, cuesta mucho subirme a aquella familiar motocicleta negra.
—Espera, ¿está no es la moto de Lisa? —Le pregunto a la vez que me ayuda a sentarme bien.
—Puede que sí... Puede que no, no te preocupes, ella siempre me la presta. —Explics desinteresada. La mira con el ceño fruncido. — Oye no me juzgues, tu traes puesta su sudadera.
Mi rostro se calienta de inmediato ante está mención, me encogo en mi lugar evitando verla.
—Eso creí. —La escuchó reír. — Ey pulga, vete ya con Sana.
—¡Cállate rubia oxigenada!
—Rima.
Detengo a las dos de seguir peleando llamando su atención, además debo de hablar seriamente con Rosé de como le habla a mi hermana.
—Anda ve, recuerda, no debes decirles nada de eso. ¿Entendido?
Asiente efusivamente, mandándome un beso para seguido salir corriendo a la casa vecina.
Rosé no espera más y sube a al vehículo detrás de mi, me parece increíble que pueda subir con un vestido así y portando tacones, esta mujer nunca dejará de impresionarme.
Me quedo viendo todas las calles cubierta de nieve, no tenemos tema de conversación, amabas saben que en este momento sobra, pero agradezco sengir su propia seguridad contagiarme en este momento.
Tal vez sea un momento oscuro en mi vida, pero como siempre me enseñó papá, trato de verle el lado positivo. El cuál en este caso es que ahora cuento con dos nuevos angeles cuidando de mi.
•
•
•
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro