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Capítulo 2

Los descansos usualmente eran el momento de libertad para los alumnos, un pequeño descanso de las cansadas y estresantes clases, un pequeño momento para comer algo, conversar o simplemente descansar.

Para todos menos para nosotras, especialmente para mí.

La hora del almuerzo resultaba en una auténtica tortura, sobre todo cuando nos sentíamos confiadas, y decidíamos ir a comer a la cafetería.

Más que nada el problema se debía a mi, Nayeon solía contarme que los días en que faltaba a clase, ella comía sola, sin que nadie la molestase, y varias personas se le acercaban, aparentemente le caía una extraña maldición cada que estaba junto a mi, porque de lo contrario, pasaba inadvertida.

Digo solía contarme, porque en cuanto lo supe y le propuse que se alejara de mi, dejó de contarme lo bien que le iba estando sin mí.

-Aún no entiendo porque insistes en comer conmigo. -Le reclamo, mientras realizamos nuestro camino a sentarnos. - Si comieras con alguien más la pasarías mejor.

-Pero es que nadie es como tu, tu eres mi Jennie. -Besa mi mejilla.

Me avergonzaba en sobremanera sus excesivas muestras de cariño, no es que me disgustaran, al contrario adoraba su forma de ser tan expresiva, solo que prefería que se quedaran en privado.

Igual es Nayeon, imposible decirle que no.

-Comamos rápido mejor, deberíamos haber ido al patio. -Dije impaciente.

Como era nuestra costumbre, nos sentamos en la mesa más alejada de todos, donde nadie más quisiera acercarse, así los almuerzos podían ser un poco más llevaderos. Aunque eso no nos libraba de tener visitas desagradables.

-Hace mucho que no comemos dentro, además. -Voltea a ver pícaramente a una de las mesas. - Ahí está Jeongyeon con sus amigos.

Seguí su mirada topándome con el crush de mi amiga, una chica alta con cabello castaño hasta un poco mas arriba de los hombros, junto con toda su manada, era un grupo numeroso, fácil llegaban a las 10 personas en aquella mesa.

Así que de eso se trataba todo.

-¿Acaso te dijo que hablarían en el almuerzo? -Pregunto curiosa sin despegar la vista del interesante grupo.

-¡Sí! Me dijo qué tal vez podríamos comer juntas algún día. -Chilla emocionada, el rubor en sus mejillas siendo notable.

-¿Si te das cuenta que eso no concreta nada?

-¿A que te refieres?

-Lo que quiero decir es que, eso solo lo dijo para sonar amable, no es como si realmente te haya invitado. -Le explico apenada dándole un bocado a mi pasta, la quijada de Nayeon cae, desilusionada.

No lo pensé demasiado al momento de decir eso, nunca creí que realmente se decepcionara tanto por ello. Parecia bastante obvio.

Nayeon se quedó en silencio, sin comer, y solo jugando con la comida, revolviéndola con el tenedor.

Mierda.

Voltee nuevamente a la mesa, debatiéndome sobre lo que haría a continuación, tratar de animarla o llamar la atención de Jeongyeon. No entendía mi repentina iniciativa, nunca antes me había involucrado en los intereses amorosos de Nayeon, por más fuertes que fueran, pero creo que ver a mi salvadora en esa misma mesa, me motivaba un poco.

-Espera un segundo, ya regreso.

En el largo camino hacía aquella mesa, fui recibida por múltiples chiflidos e insultos, junto con una que otra palmada a mi trasero, era por eso que prefería mil veces quedarme en mi lugar.

Cuando me paré al lado de su mesa todos me miraron extrañados, confundidos por qué la puta personal de toda la escuela estuviera junto a ellos, le dediqué una fugaz sonrisa a la rubia, y fui con Jeongyeon.

-Hola, ¿Jeongyeon, cierto? -Extendí mi mano hacia ella, tratando de ser simpática y lo más natural que pudiera.

No quería que se notara mi incomodidad.

-Sí, ¿que se te ofrece? -Me dice con una sonrisa, correspondiendo mi apretón de manos.

Diablos, no creí llegar tan lejos.

-Es que yo....

Para mi suerte unas chicas llegaron de golpe a la mesa, acaparando la atención y sin que lo supieran, salvándome de avergonzarme estrepitosamente.

¿En que rayos estaba pensando al venir? No tenía ningún plan en mente, solo pensé en venir con Jeongyeon y decirle que... De hecho no tenía idea de que decirle, soy una total idiota.

Solo quería que notara a Nayeon o algo.

En eso mi atención fue completamente arrebata cuando volví a ver esos ojos, la chica de la mañana se sentaba a un lado de Jeongyeon, por lo tanto a un lado de mi.

-¡Ya llegó por quién lloraban! -Exclamó una pelinegra sentándose al lado de la conocida rubia. ‐ ¿Oigan que hace aquí la zorra?

Estoy acostumbrada a ser llamada de esa forma, incluso de otras mucho peores, lo escucho diario, a cada hora, y siempre por distintas voces. Y aun así, nunca es fácil volver a escucharlo.

Zorra.

Solo soy la zorra de la escuela.

¿De que forma trataba de ayudar a Nayeon? Ahora Jeongyeon de seguro no querrá ni acercársele, solo porque es cercana a mi.

-Cállate Jisoo, no la llames así. -La regaña la rubia a su lado, dándole un suave golpe en su hombro.

La tal Jisoo murmura un "Lo siento", obviamente no dirigido a mi, nadie se molestaba en disculparse conmigo nunca.

-Por cierto, ¿a que venías Jennie? -Volvió a preguntar Jeongyeon, ahora un poco más impaciente.

Apenas traté de abrir mi boca, para formular cualquier tontería que me sacara de esta situación, cuando siento una mano pasarse sobre mi hombro.

-Hola, Jeong. -Nayeon se hizo presente a mi lado, saludando a la otra cual enamorada.

-¡Nayeon!

Nayeon me dió una mirada enojada, debió verme en problemas.

Se lo agradezco demasiado, prometo que te haré un altar para agradecerte esto Nayeon, dejo de creer en cualquier deidad para creer en ti.

Obviamente nunca se lo diría en voz alta, suficiente tengo con que me recuerde cada cinco minutos lo linda que es. No le debo de inflar más los humos diciéndole que es mi ángel guardián, que me protege de humillarme cada cinco minutos.

Después de la llegada de Nayeon fuimos invitadas a sentarnos con ellos, mejor dicho, Nayeon fue invitada. Me ignoraron totalmente, pero solo los acompañé gracias a que fui jalada por mi mejor amiga.

Lo peor de todo es que ni siquiera me dejó regresar por mi comida.

Permanecía sentada en una orilla de la mesa, ajena a las conversaciones de los demás, sintiendo las miradas burlonas que todos, de vez en cuando me daban.

A excepción de unas seis o siete personas, ellos sí que me ignoraba, en secreto les agradecía profundamente por ello. Es mejor ser ignorada a ser juzgada.

-Entonces, ¿cuál es tu nombre? -Espeta repentinamente la pelinegra que me había ofendido, hablándome como si nada, abrazada de la rubia. - Yo soy Kim Jisoo, para servirle a usted, y a mi Rosie.

Besa sonoramente la mejilla de la rubia, que escribía algo en su celular, demasiado distraída como para reaccionar a la muestra de afecto.

-Jennie Kim. -Dije en un murmullo, encogiéndome en mi asiento, tratando de alejarme.

Que alguien que te insulta te quiera hablar así de la nada no da demasiada confianza.

-Jisoo.... -Rosé le dedica una mirada de advertencia a Jisoo, esta tragando saliva.

-No me mires así, solo quería disculparme por lo que dije, se me escapó. -Rasca su nuca nerviosamente.

-Está bien, no te culpo, es normal que tengas esas ideas sobre mi. -Le resto importancia, concentrándome en trazar líneas imaginarias sobre la mesa.

-¿Y son ciertas? -Rosé separa la vista de su teléfono, inquisidora.

Me quedo en blanco un momento por la extrañeza de la pregunta. Nunca recibía cuestionamientos sobre si lo que decían de mi era verdad o no, para todo el mundo resultaba mucho más fácil asumir que los chismosos de la escuela hablaban con total honestidad. Y que seguramente esa ingenua chica, que nunca se ha metido con nadie, debe ser una mentirosa.

Reacciono finalmente, contestándole a Jisoo.

-No.

Di por finalizada la conversación parándome y yendo hacia Nayeon, quien coqueteaba descaradamente con la pobre de Jeongyeon, lo malo de todo era que la castaña no parecía captar sus intenciones.

-Nayeon, ¿me acompañas a-

Me vi interrumpida cuando un gigantesco cuerpo se estampa contra el mío, tirándome al piso con todo su peso sobre mi. Grité de dolor ya que, quien quiera que fuera el tipo, tenía su codo enterrado en mi estómago.

-¡Maldita hija de puta! -Grita levantándose, a la vez que me tomaba del cuello de mi sudadera. - ¿¡Acaso no miras por donde caminas!?

-L-Lo siento. -Con mis manos trataba de quitarme las suyas, fracasando contra la fuerza de un jodido titán de casi dos metros, que era Wonho.

Otro chico conocido por ser sumamente agresivo, todos sabían que abusaba físicamente de sus novias.

-¿¡Crees que con un jodido lo siento se arregla todo!? ¡Manchaste mi camisa favorita! -Señala una pequeña mancha de comida encima de su pectoral.

Jodido exagerado.

-La lavaré si quieres.

-¡Estas loca! -Se carcajeó. - Nunca te dejaría sola con ropa mía, no sé que clase de porquerías harías con ella, puta.

El comentario me generó unas náuseas terribles, aumentando mis ansias por poder salir de esta e irme a recluir a cualquier lugar.

Ya debería saber que luchar no servía de nada, cada vez que trataba de defenderme, termina empeorando las cosas. Y aun así tratana de liberarme, golpeando su pecho, y pataleando.

Nayeon venía hacia nosotros más que dispuesta a tratar de romperle la cara, pero al mismo tiempo Jeongyeon la tomaba de la cintura, impidiéndole moverse, fui arrojada al suelo, de nuevo.

-¿Eso te gustaría no? Tener la ropa de millones de hombres, olerla y masturbarte, maldita zorra de mierda. -Ahora con su cuerpo sobre el mío, exploraba con su nariz el hueco de mi cuello. Al momento de sentir el contacto de su caliente aliento contra mi piel, fui invadida por el pánico. - Aunque... Viéndote bien, no estás nada mal.

-¡Suéltame! -Forcejeaba cuanto podía, pero al estar siendo aplastada por su cuerpo, todos mis movimientos eran completamente inútiles.

-Te llevaré a un lugar lindo para continuar....

¿Enserio llegaría tan lejos? ¿Aquí justo en medio de la cafetería?

Apenas sentía su mano recorriendo mi abdomen, cuando de pronto el chico fue lanzado, liberándome.

Con la respiración totalmente agitada y temblando, logré ver a aquel rubio, estampado contra una mesa, quejándose del dolor.

Parada junto a mi, estaba una castaña, dueñ de aquellos ojos que cautivaron tanto, con su mandíbula tensa y los ojos inyectados en sangre.

-Dios mío, Jennie, ¿estás bien? -Nayeon finalmente llegaba a mi lado, revisando cada centímetro de mi cuerpo, en busca de cualquier señal de daño. Su ceño se frunce al detenerse en mi cuello. - Ese malnacido...

Ignorando mi estado, presté atención al conflicto que ocurría frente mi.

La chica castaña es golpeada en el estómago por el enorme futbolista, esta no se queda quieta y le suelta un puñetazo en la mandíbula. Los murmullos y gritos de todos eran abundantes, ahora lo suficientemente interesados en una pelea, más sin embargo cuando yo era agredida, guardaban silencio.

Dos chicas más que nos acompañaban en la mesa fueron a su rescate, cuando el futbolista, después de que le fueran repartidos varios golpes en el rostro, rompiendo posiblemente su nariz, llamó a sus demás amigos.

Ella tampoco se encontraba en su mejor estado, tenía un rastro de sangre saliendo de su boca y nariz, junto una mejilla brillante por el rojo intenso que la cubría.

-¡Basta, Lisa! -Una chica de cabello morado la toma del brazo, recogiéndola del piso. - No es momento para esto.

Rosé también la tenía en brazos, ayudándola a que esta se apoyara en ambas.

Lisa le dirigió una última mirada de desprecio a Wonho, dándose por vencida, por así decirlo. Así lo veían los demás, pues en cuanto se dio la vuelta para marcharse, empezaron los gritos de festejos.

Solo hombres creyendo que ganar una pelea era igual de importante que tener un doctorado

-¡Eres una maldita cobarde! -Exclamó Wonho. - ¿Quien se cree esa tipa? Ni siquiera la conozco.

Las chicas llevaron a la mencionada, Lisa, a la mesa, dejando que descansara por el dolor de los golpes, me acerqué a ella casi corriendo.

Analizándola más de cerca, noté que su antes impecable flequillo estaba desordenado, pegado a su frente por el sudor, su boca y naríz expulsaban un hilo de sangre, junto con esto su ceja se encontraba con un rasguño, y su rostro estaba al rojo vivo. Suponía que mañana amanecería con un moretón enorme en su mejilla.

-¿Estás bien? -Lisa me pregunta con un quejido en cuanto me acerco lo suficiente, extrañándote un segundo por su pregunta.

-¿Me lo preguntas a mi? ¡Mírate cómo estás! -Sin querer empujo a una de sus amigas para poder sentarme a su lado, y revisar sus heridas. - Lo lamento tanto, fue mi culpa que te pasara esto.

Una sonrisa cansada se cuela por su rostro, para después reírse.

¿Acaso esta es idiota? Le acaban de romper el rostro y actúa como si nada.

-Tranquila, tú no tienes la culpa de estar rodeada de idiotas.

En cuanto iba a volver a reprenderla, me ví interrumpida por la profunda voz del director desde los altavoces, diciendo:

"Lee Wonho y Lalisa Manoban, se les solicita en la oficina del director inmediatamente."

Ya me estaba pareciendo raro que el viejo cascarrabias no hiciera acto de presencia, aunque en cambio, cuando ocurre una situación conmigo nunca aparece.

-Demonios, creo que estoy en problemas. -Dijo Lisa asustada haciendo una mueca, eso solo ayudó a aumentar mi culpabilidad, ella pareció notarlo pues inmediatamente cambió su expresión. - No te preocupes, no sería la primera vez.

-De hecho sí. -Exclamó una voz alejada de nosotras.

-Cállate Byul. -Sentenció la castaña a la de melenas moradas.

-Oye... Enserio lamento haberte metido en todo esto. -Miro el suelo avergonzada. - Pero muchas gracias, de verdad.

Su sonrisa volvió mucho más grande, trayendo con ella unos ojitos iluminados.

-Eres muy extraña, no hay necesidad de agradecer por cosas así. -Se levanta dispuesta a marcharse. - Adiós chicas, nos vemos después. Jennie.

Se despidió por último de mi, mencionando mi nombre junto con un gesto de cabeceo, la miré marcharse completamente absorta en ese increíble ser con el que me había topado.

Un verdadero ángel que me cautivó.

¡Enserio me gustaría que fuéramos amigas!

El final del receso llegó en cuanto se marchó, librándome de las miradas molestas que me repartían los amigos de Lisa, tampoco podía culparlos, yo también me enfadaría si por culpa de una chica cualquiera, mi amiga terminara con el rostro igual al del muñeco Chuky.

Bueno no tanto así.

Nayeon se la pasó el resto del día disculpándose y maldiciendo a Jeongyeon, por no haber podido ir a defenderme, y jurando que en cuanto se volviera a encontrar con Wonho, le haría puré sus pequeños testículos.

En cuanto a mi, sin importar cuanto lo traté, no pude actuar como si nada el resto del día. Siempre logro convencer a Nayeon de que me encontraba, no bien, pero sí mínimamente estable, más sin embargo después de que ese tipo me mordió en el cuello dejándome una marca, el pánico me atormentó en todo momento.

No tanto por el hecho de que alguien abusara de mi de ese modo, tristemente estaba algo acostumbrada a ello, el problema sería ocultar exitosamente el dichoso chupetón de mis padres, especialmente de Harold.

Me despedí de Nayeon en la puerta de mi casa, asegurándole que estaba bien.

Soy una mentirosa profesional, en ningún momento a sospechado de mi asquerosa vida familiar.

Abro la puerta lentamente, volteando hacia todas direcciones, en busca de alguna presencia extra en la casa, me lleno de gratitud al ver que estoy sola. Si no me equivoco, Harold debe estar aún en el trabajo.

Me apresuro a ir hacia mi cuarto, queriendo mantenerme en mi propio bunker de guerra para mi segurida. Al entrar, cierro la puerta finalmente permitiéndome respirar.

-Jennie, que bueno que llegas estaba guardando tu ropa.

La voz de mi madre resuena de protno tras de mi, al voltear, la veo sosteniendo una vieja playera mía en manos.

-Quería saber sí aún quieres esta fea cosa... -El tono animado en su voz va descendenciendo, a la vez que posa su mirada fijamente en mi.

Más específicamente, al detenerse en la zona de mi cuello.

Por instinto me cubro, siendo consciente de la horrible marca rojiza que el idiota de Wonho dejó ahí.

-¿Que es eso, Jennie? -Señaló enojada mi cuello. - ¿Quien te a hecho eso? ¡Responde!

-M-Mamá, te juro que no es lo que parece, un chico quiso aprovecharse de mi. -Trato de explicarle, queriendo mostrar una actitud segura, pero el temor me traiciona haciéndose notar en mi temblorasa voz.

-¿Tu crees que yo soy tonta? -Arroja la prenda al suelo, acercándose a mi. - ¡No te pagamos la maldita escuela para que te acuestes con cualquiera!

Me toma bruscamente del cabello, obligándome a agacharme, mi mochila cae en el acto. Sujeto sus manos así quitándomela de encima, ella me mira indignada, abriendo la puerta y huyendo molesta.

Permanecía en mi sitio respirando pesadamente, por el momento estaba a salvo, podía defenderme de mi madre, así que hasta que llegara Harold, estaba bien.

Sabía que esto ocurriría.

Me daba igual lo que llegara a pasarme en la escuela, total dentro de unos meses podré salir de ahí y empezar de cero, cerraría este capítulo. Sin embargo no podía decir lo mismo de mi hogar.

Si entro a la universidad, seguiré  encerrada aquí, no me dejaran irme lejos.

Él nunca me permitiría marcharme.

-¡Amor!

Escucho a mi mamá gritar en la planta baja, causando que todo mi organismo se congele dd inmediato, al reconocer porque lo hacía.

Harold había llegado.

Sus estruendodas pisadas se hacían notar, subiendo las escaleras, mientras escuchaba el relato de mi madre. Como siempre, su presencia es atemorizante, y antes de que pueda terminar de subir los escalones, me apresuro a cerrar la puerta con el pestillo, que yo misma había instalado.

-Jennie... ¡Abre esa maldita puerta! -Harold golpeaba la puerta con fuerza, haciéndola temblar.

¿¡Que demonios hace aquí!?

¡Debería estar en el trabajo, debería estar en el trabajo, debería estar en el trabajo!

Cada golpe que da a la puerta, se sincroniza con mis pasos, retrocediendo, aunque supiera que lo estaba por venir, era inevitable.

La puerta iba temblando más y más, hasta que un fuerte estruendo me obliga a cerrar los ojos.

-¡Eres una maldita zorra!

Harold llega a mi, tomándome del cuello para estamparme contra el suelo, colocándose sobre mi espalda.

-¿¡Para esto pagó tus estudios!? -Aún sujetándome del cuello, golpea mi cabeza contra la fría cerámica. - ¿¡Para que me estes faltando al respeto!?

Él sigue golpeando mi cabeza contra el suelo repetidas veces, en las que forcejeo para poder quitármelo de encima, fallando ridículamente.

-¡Me atacaron papá! -Grito entre sollozos. - ¡Te lo juro!

Me pone de pie, levantándome sin siquiera tener que esforzarse, para ahora encargarse de golpear mi rostro con su pueño, solo pocas veces, pero que son suficientes para sacar la espesa sangre dd mi nariz.

Me deja caer al suelo, me abrazo a mi misma, en un intento de protegerme.

Rafagas de patadas llegan a mi, dando en distintas zonas de cuerpo.

-Eres una maldita puta, y todo gracias a esto.

Levanto la cabeza para mirarlo sostener mi teléfono, Harold camina alrededor de mi cuarto, con su mandíbula apretada, y tocando todas mis cosas.

-Todo lo que tienes aquí... Es malo para ti. Te esta llenando la mente de mierda.

Con el teléfono en manos, empieza a destruir todo lo que esta a su alcance. Desde mis cosméticos, ropa, decoraciones, hasta los jodidos muebles que tira al suelo.

-¡No, Harold! -Me pongo de pie de golpe, yendo a aferrarme de su brazo.

Como si nada vuelve a empujarme, para continuar destrozando mi habitación.

-¡Por favor detente!

El espectáculo termina con él tirando mi teléfono al suelo, y pisándolo hasta destruirlo por completo.

-Toma, es todo tuyo. -Se agacha para tomar los restos que quedan y aventármelo al rostro. - Mañana tu madre y yo revisaremos tu cuarto, y te quitaremos todo con lo que puedas provocar a los hombres.

Asiento sin poder mirarlo directamente a los ojos.

-Maldita zorra. Y que sea la última vez que me llamas Harold, soy tu jodido padre.

Sus pasos se alejan, dejándome sola.

Ahora que no están, veo todo con nudo en mi garganta, todo mi habitación está destruido. Mi espejo roto, mi ropa tirada y rasgada por toda la habitación, mis perfumes hechos añicos, y mi maquillaje embarrado contra la alfombra.

La pequeña alegría que me dio el haber sido protegida por alguien, así como todo en mi vida, terminó arruinado por Harold y mi madre. Llevándome de regreso a aquel abismo en el que vivía diariamente, del que solo pocas veces podía salir.

-¿Jennie? -El sonido de una tierna y aguda voz que amaba con todo mi corazón, me llama. - ¿Estás llorando?

Rima se asoma humbral, donde estaba la puerta, viniendo hacia a mi, y esquivando exitosamente todo el desastre que hay en el suelo. Acaricia mis mejillas con sus suaves y pequeñas manitas, limpiando los rastros de sangre y lágrimas en mi rostro.

-¿Por que estas sangrando? -Pregunta preocupada, antes de poder responderle corre a mi baño, y regresa con mi botiquín de primeros auxilios.

Sonrió cuando lo abre buscando algo.

-¿Que buscas pequeña?

-Algo para curarte. -Rima seguía buscando con un puchero en su rostro, el cual cambia a una sonrisa cuando encuentra un paquete de banditas. - ¿Que te pasó?

-Me caí.

No me esfuerzo por mentirle, aunque siempre lo hago, hoy no me sentía con la energía suficiente como para hacerlo.

Rima colocaba banditas en donde creía era necesario, sin importarle limpiar las heridas, ella no sabe que se tiene que hacer eso primero.

-Pero papá estaba gritándote, y se escucharon muchos ruidos.

-Es que me regañó por ser tan descuidada. -Revuelvo su cabello con cariño, feliz de tenerla conmigo.

Feliz de que mínimo alguien en este mundo se preocupe por mi.

-No te hizo nada malo, ¿verdad? -Termina de colocar la última bandita, acercándose para darme un beso sobre la misma. - Listo, ¡ya se curó!

Aplaudo emocionada junto con ella, reprimiendo el dolor que sentía por los golpes del resto de mi cuerpo.

-No, papá nunca sería capaz de hacerme nada... Rima.

-¿Que?

La atraigo a mi cuerpo, abrazándola, y sintiendo como todo el dolor se iba.

-Te amo.

-¡Yo también! -Se aleja de mi, volteando a ver al hueco, que antes era mi puerta. - Debo irme, mamá me dijo que no podía subir.

Rima me da un último besito en la mejilla y se marcha, deseando que me recupere.

Nunca dejo de sonreír, Rima tiene ese efecto en mi, y en cualquier persona que la conociera.

Con esfuerzo logro ponerme de pie, yendo a mi ventana, y observando el tranquilo vecindario en que habitaba.

Me pregunto, en cuantas casas más pasarán este tipo de cosas, cuántos de mi vecinos fingiran estar bien, o cuantos ocultan los golpes que sus padres o pareja les dan. Prefiero pensar que no son tantos, no me gusta imaginar qué hay personas sufriendo lo mismo que yo.

Una motocicleta pasa delante de mi casa a máxima velocidad, dejando un rastro de humo a su paso.

¿Esa personas tendrá una buena vida?

¿Será feliz?

Aunque no la conociese, rezaba a todos los dioses existentes porque así fuese.



Ya sé que se supone estoy en hiatus, pero tengo pedillos en mi casa y escribir Hundiéndome es como mi terapia

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