16- Estafada
Una semana, desde lo de Enzo. Lo tengo viviendo conmigo y yendo a terapia con un psicólogo capacitado y con él se siente a gusto. Físicamente al menos se ve un poco mejor, está comiendo y descansa más, no tiene ojeras producto de dormir poco y nada.
Había contactado a la madre de Emilia para aclarar otros puntos, me había enterado por Xav que el tratamiento había funcionado y esta ya no necesitaría más quimioterapia, aunque si controles, por supuesto.
-Hola Yvette.
-Hola Marina -dibujo una enorme sonrisa en su cara al verme- siéntate -debí ver la primera señal de mal augurio en todo esto-
-Me senté en la mesa frente a ella- Quería hablar contigo de Emilia. -sin rodeos fui al grano, no tengo ganas de verle la cara más de lo estrictamente necesario-
-Yo también, qué casualidad.
-Creo que Emilia no se quiere casar, necesito que me ayudes a averiguar que es lo que pasa...
-Marina lo que pasa es muy sencillo, mi hija al parecer estaba perdiendo el rumbo de como deberían ir las cosas, estaba arrepintiendose y tirándose atrás, pero ella va a llevar una vida normal, va a casarse con Marcus como se supone que debe hacerlo, y tener hijos de manera normal con un hombre.
-¿De que carajos hablas? O te recuerdo la conversación que tuvimos hace unos meses.
-Marina, mi hija es normal, no es como tú, nunca ha sido cómo tú.
-¿Que hay de su felicidad?
-Lo será eventualmente, será feliz cuando sea madre y sus hijos sean su mundo, como fueron el mio.
-Sí, un mundo frente a los cuales tú y tu marido se la pasaban discutiendo cerca de ellos y uno de tus mundos iba a mi casa bastante seguido -sonreí y ella dibujó un gesto de asco-
-La buena noticia es que estoy curada gracias a tu financiación, así que ya no es necesario que estes cerca de mi hija.
-Al final si me usaste como sponsor del cáncer. -aprete los dientes, tratando de respirar y calmarme- Me agrada informarte que tú hija tiene un contrato conmigo asi que si es necesario que esté cerca de ella.
-El contrato se cancela.
-No sé cómo funcionen las cosas en tu mundo, pero en el mío funcionan con abogados así que si ella no cumple con su parte del trato que termina en 3 meses. Le, te haré un hueco legal tan grande que ni siquiera vendiendole tu asquerosa alma a tu señor el diablo, porque estoy segura que ahi irás a parar, vas a ser capaz de pagarme, ya que Marina no tiene bienes a su nombre, iré por tu casa, calva manipuladora.
-No harías eso, eso pondría muy mal a Emilia.
-La carta de la manipulación usando a tu hija ya te la jugaste Yvette y no sabes de lo que soy capaz ahora que no tengo nada que perder, pero has la prueba y confírmalo por ti misma -tragó con dificultad- ¿Sabés? Mí madre era una buena persona, una santa y a veces hasta un poco ingenua, siempre me dijo que no debía desear el mal, ni la muerte a alguien más. Pero yo no soy como mí madre, aunque si tomaré su consejo, así que te deseo de aquí al fin de tus días, que todo lo que has dado y lo que eres se te devuelva multiplicado por mil, tu veras si es una bendición o una sentencia y conociéndote es lo segundo. Adiós Yvette -tome mi cartera dejándola con la cara desencajada, me acerqué a ella, le levanté la mandíbula, ya que su boca quedó abierta, para susurrarle al oído- aún tengo 3 meses y Emilia volverá a mi lado, ese día te vas a tragar tu propia mierda, suegrita.
Le di una palmada en el hombro, levanté el mentón y salí de ahí dejándola llena de ira, pero no derrotada, no voy a mostrarme enojada o parecer derrotada, maldita arpía manipuladora, te curaste del cáncer y vas a vivir para ver a tu hija de nuevo en mis brazos.
Llegué a mi casa y cerré de un portazo, por un momento olvidé que ahora no vivo sola y Enzo apareció con un delantal de cocina puesto, más una cara de susto.
-¿Estás bien?
-Sí, solo que una arpía me estafó y yo tan inocente palomita caí.
-¿Puedo ayudarte?
-No te preocupes, afortunadamente ya lidie con ella en el pasado, pero está vez no va a ganar. Mugrosa vieja cancerosa arpía, ojalá que... -me fui insultando a la madre de Emilia, diciéndole hasta de lo que se iba a morir, y con ganas de matarla yo misma. Volví vestida más cómoda- ¿Eso que huelo acaso es...?
-¿Tarta de frutos rojos? -aspire el aroma lo más que pude-
-Sí, no se me ocurrió una mejor forma de agradecerte todo lo que estás haciendo por mí.
-Le di un mordisco al primer trozo- Enzo esto está... -lo saboree llenando mis papilas gustativas, impregnando mi boca de todo el sabor, cerrando los ojos porque la comida se siente mejor cuando cierras los ojos- podría comerlo todos los días -él sonrió y a mi se me olvidó el mal humor, hasta que tocaron el timbre, lo miré y el a mí- ¿Esperas a alguien? -le pregunté mientras me chupaba los dedos, él negó con la cabeza- que raro yo tampoco -abrí la puerta y ahí estaba Emilia, radiante, tan radiante que dejé caer la mano de la puerta lentamente, y por poco me babeo-
-¿Puedo pasar? -dijo mientras se ondeaba su vestido blanco, estampado con rosas azules, por encima de la rodilla-
-Perdón -me aclaré la garganta- solo me sorprende verte aquí. Pasa, Enzo hizo...
-La tarta de frutos rojos -dijo ella terminando la frase- hola Enzo.
-Hola Emi, chicas yo las dejo tengo cita con el psicólogo y no puedo llegar tarde.
-Toma -le tiré las llaves- llévate el auto.
-Pero...
-Si tengo que salir tengo la camioneta, ve -se marchó saludandonos con un beso en la mejilla, lo que no le agradó mucho a Emilia-
-¿Él te vino a ver?
-De hecho ahora vive aquí -pareció molestarle saber eso- digamos que pasaron algunas cosas y me lo traje a mi casa.
-Aja, osea que si yo necesito un lugar ¿también me recibirás en tu casa?
-Claro, pero ya no tengo más habitaciones y tendrías que dormír conmigo ¿No te molesta o si? Y bueno Marcus en el sillón -se mordió el labio- ¿Quieres un pedazo? Mientras hago café -ella asintío saqué un plato y le serví- Emi me hace feliz verte, pero... hace días que no sé de ti ¿Pasó algo?
-Discutí con mí madre... llegó de mal humor una cosa llevó a la otra y terminamos discutiendo, no sabía a donde ir asi que...
-Viniste acá -terminé la frase por ella. Siempre de alguna manera regresa a mí- está bien, siempre serás bienvenida en mi casa. ¿Quieres hablar de lo que pasó?
-Revolvió su café sin despegar la mirada de la taza caliente- Ella quiere que me case lo antes posible, quiere que vamos a ver el vestido, hagamos la lista de invitados, ni siquiera Marcus me presiona tanto y es mi prometido. Había olvidado por que me fui, porque huía de casa, pero hoy lo recordé, no la aguanto y se que esta mal...
-Emi -tomé su mano- lo que está mal es que te presione tanto. Tu mamá siempre tuvo una urgencia por casarte lo antes posible y alejarte de mí en el proceso.
-Lo sé -ella tomó mi mano- y no paró hasta lograrlo una vez -me miró fijo- y no dejaré que lo logre de nuevo.
La miré extrañada, entonces ella rodeó la mesada y yo me congelé, el tiempo a mí al rededor se congeló, ella avanzaba muy rápido o eso creyó mí mente, estoy preparada para que lo que tiene que pasar para lo que vengo esperando hace tanto tiempo.
Emilia en un santiamén estaba parada frente a mí, con su hermoso vestido floreado, con su cabello castaño ondulado suelto, observé todo de ella y ella todo de mí, me detuve en su boca de fresa, las hermosas curvas de sus labios y luego me perdí, me hundí en ella, me hundí en Emilia. Cerré los ojos y me hundí en su perfume, en la calidez y en la suavidad de su piel, en el sabor de su boca al sentir el beso, en en dulzor dónde los frutos rojos se mezclaban entre nuestras lenguas. Se apartó suave, me observó y yo la observé, había esperado y soñado durante 10 años este momento, soñaba volver a recrearlo y a vivirlo con ella, mi primer y único amor de mí vida.
Mí mano derecha acarició su mejilla, la otra viajó a su cintura y volví a besarla colocándola de espaldas a la mesada, quitando los platos, uno de los cuales viajó reventandose contra el suelo, pero ni eso fue suficiente para apartarnos. Dejé que ella hiciera los primeros movimientos para saber hasta donde debía avanzar o llegar, entonces metió su mano por mí remera para tocar mí espalda y subir mí ropa, en un rápido movimiento la subí a la mesada sin dejar de besarnos, mis manos viajaron a sus muslos para arrancarle el primer gemido al apretar su cuerpo contra el mío y morder su cuello.
Entonces ambas sabíamos que la necesidad de una por la otra, iba a necesitar ser saciada y nos iba a llevar tiempo hacerlo, por eso la tomé para cargarla hasta mi habitación.
Ya lo sé, están así.
Y pues los quiero y gracias por leer, pero van a tener que esperar el próximo capítulo. Besotes.
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