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Parte única

¿Había algo más lindo que despertar una mañana entre los brazos de tu prometido?

Kirishima se lo preguntaba, y por más veces que tratara de buscar una respuesta diferente no podía, porque dormir con Sero y despertar en la mañana sintiendo su aroma y la calidez de su tacto era lo mejor del mundo.

Aunque, desgraciadamente, no era algo en lo que pudieran estar todo el día haciendo.

Si hay días donde ambos mandan todo a la mierda y permanecen junto al otro en un abrazo bajo las sábanas, disfrutando la compañía mutua, entregándose besos perezosos y palabras de amor que les inflan el estómago de mariposas y les provocan agradables sensaciones en el cuerpo.

Pero hoy no era uno de esos días.

Así que, con las ganas de permanecer acostado junto a su prometido todavía palpables en su ser, Kirishima se levanta de la cama a regañadientes dispuesto a preparar el desayuno.

Sero se queja cuando el pelirrojo sale de la cama, sintiendo una sensación fría que invade su cuerpo durante un segundo. Se irgue hasta quedar sentado y sigue con la mirada los pasos de Eijiro desde el armario hasta que sale por la puerta de la habitación.

Kirishima camina por el pasillo con pereza hasta llegar a la cocina y luego se detiene frente al refrigerador, pensando en algo que pueda preparar para el desayuno. Siente unos brazos que le rodean por detrás y un beso en su mejilla que le provoca un cosquilleo en el estómago. Kirishima sonríe antes de girar parte de su cuerpo para ver el rostro adormilado de Sero apoyar la cabeza en su hombro.

—Buen día, Han —saluda él, acariciando los brazos que aún rodean su cintura.

—Buen día, bebé —bosteza el azabache, regalandole otro beso en la mejilla —. ¿Qué vamos a desayunar hoy? —pregunta ahora con curiosidad.

Kirishima baja la vista hasta las manos de ambos, específicamente a los anillos que decoran sus anulares, y sonríe con cariño.

—No lo sé —responde después de encogerse de hombros —. ¿Qué quieres desayunar?

Sero entrelaza sus dedos con los contrarios y los alza hasta besar el anillo matrimonial que decora el dedo del pelirrojo con un hermoso rubí en el centro y las iniciales de ambos a los lados. Kirishima suelta una risilla enamorada.

—Cualquier cosa que prepares está bien para mí.

—¡Panqueques! —Kirishima exclama con entusiasmo, soltando sus manos para alzarlas al aire en un gesto de emoción y felicidad.

Sero niega con la cabeza y sonríe, dejando a su prometido ser mientras se hace una lista interna de todo lo que deben comprar antes de preparar los dichosos panqueques.

La mañana pasa tan rápido que ninguno se da cuenta hasta que se ven a sí mismos en la entrada de su casa mientras terminan de acomodarse la ropa antes de ir a trabajar.

—¿Cuándo vuelve Bakugo? —pregunta el azabache mientras termina de atar sus zapatos.

Sero sabe que el cenizo se había ido a Estados Unidos para continuar su carrera de héroe después de graduarse de la UA y pasar algunos años siendo héroe en el país, cuando unos héroes reconocidos del país le llamaron para ir. Según por lo que tenía entendido de su pareja, Bakugo solo estaría allí tres años, y si contamos el tiempo desde que se fue, el cenizo debería de volver este año.

—En abril —responde Kirishima mientras se termina de acomodar unos mechones de cabello rebeldes.

—¿Para la boda? —pregunta esta vez, alzando la cabeza para ver al pelirrojo con curiosidad —, ¿por eso querías que fuera en abril?

Kirishima sonrió —. Sip. El padrino no puede faltar el día de la boda de su mejor amigo.

Hanta se levanta del escalón donde antes se encontraba sentado y saca las llaves de su bolsillo, abriendo la puerta de la casa antes de dejar pasar al pelirrojo y luego salir él, trancado la casa una vez ambos permanecen afuera.

—¿Y cómo le va? —pregunta ahora mientras caminan juntos hasta la acera y luego rumbo a sus agencias.

—Blasty dice que le está partiendo el trasero a todos los héroes del país, ahora está en el top 10 entre los mejores de América —cuenta con entusiasmo, sonriendo orgulloso por los logros de su amigo.

—Bakugo siendo Bakugo —suspira Sero con resignación mientras camina.

—Bakugo siendo Bakugo —coincide el pelirrojo, soltando una sutil risa que embelsa durante unos segundos a su pareja.

Caminan varias cuadras juntos hasta que les toca separarse, Kirishima se despide desde lejos de su pareja con la mano y se da vuelta para continuar hasta la agencia donde trabaja.

A Eijiro le hubiera gustado despedirse de Hanta con algún beso, o al menos haber tomado su mano en el trayecto, pero sabe que deben ser discretos con su relación. Y esto no es simplemente porque sea una pareja homosexual, bueno si, en Japón no es exactamente bien vista la homosexualidad, pero tiene mucho que ver con los periodistas —que cualquier cosa parece servirles total de arruinar su relación— y, cómo no, los haters.

Suelta un suspiro desanimado casi sin saberlo, terminando el tramo sobrante en tan solo unos cuantos minutos más de caminata. Pronto la gran agencia de Fagtum se abre paso ante sus ojos, teniendo que posar una mano sobre sus ojos para que el sol del mediodía no le moleste la vista una vez alza la cabeza, observando el edificio donde lleva años trabajando como héroe.

Sonríe de manera inconsciente y entra, saludando a sus compañeros de trabajo mientras camina directo a los vestidores y abre su taquilla, sacando su traje de héroe antes de cambiarse.

Vuelve de camino al pasillo y toma otro rumbo hasta su escritorio y toma asiento, ojeando en la pantalla el expediente del último criminal con el que se habían topado hace unas semanas. Revisa unos asuntos pendientes de forma rápida y acomoda el montón de hojas que pronto debe entregar a Toyomitsu antes de volver a levantarse dispuesto a salir a patrullar.

Kirishima se despide de sus compañeros mientras avisa que patrullará la zona norte, saliendo del edificio pocos momentos después.

Pasan unas cuantas horas donde todo parece ir normal en las calles, la gente le saluda y él corresponde con una enorme sonrisa y un gesto con la mano, alentando a niños y niñas para seguir sus metas y ayudando adultos con cualquier dificultad que posean —sea una simple minimidad o no, a Kirishima no le importa, porque mientras sepa que puede ayudar a los demás está bien para él—.

Cuando su hora laboral pasa y él ya no tiene por qué seguir en la agencia, se cambia a su ropa de civil y sale a las calles nuevamente, marcando el número de su pareja momentos después. Sero atiene rápido y Kirishima le invita animado a que cuando salga del trabajo vayan a un shopping nuevo a pasear. El azabache acepta, por supuesto, pero primero tiene que terminar de hacer unos informes sobre el villando que atrapó en su patrullaje, cuando se desocupe y se cambie prometió que saldrían al shopping que tanta ilusión le hace a Eijiro visitar.

El pelirrojo se despide feliz y cuelga, tomando rumbo a una plaza donde sería el punto de reunión con su prometido.

Prometido, hah... apenas y puede creerse que se va a casar con el amor de su vida en tan solo unas semanas más. Se encuentra tan emocionado. Siente el revoloteo de furiosas mariposas que revuelven su estómago por completo y su mejillas teñirse de un rosa suave cuando los imagina a ambos en el altar mientras se confiesan su amor.

—Ei, ¿estás bien? —pregunta una voz y al alzar la cabeza se topa con el dueño de sus suspiros y corazón, Kirishima sonríe dejando ver su perfectos dientes en zigzag y sus mejillas levemente rosadas.

—Si, estoy bien —le tranquiliza, levantándose de la banca donde antes se encontraba reposando —. Llegaste rápido, a propósito —comenta Eijiro, algo sorprendido por lo rápido que su pareja había llegado.

Sero alza una ceja y suelta una risa contenida por la nariz, sin llegar a ser ofensivo, claro.

—Bebé, tardé quince minutos en desocuparme y llegar hasta aquí —le dice y Kirishima no tiene otra más que ruborizarse por la vergüenza.

¿Había estado cerca de 15 minutos como tonto enamorado en la plaza mientras se imaginaba a ambos en su boda? Oh, por todas las rocas.

—¿Seguro estás bien? —vuelve a preguntar con algo de duda tiñendo su voz.

Kirishima asiente varias veces antes de cambiar de tema rápidamente, preguntando por el día de trabajo del azabache o hablando de cualquier otra cosa que no tenga nada que ver.

Llegan al shopping entre leves risas y conversaciones amenas hasta que Kirishima empieza a tirar de la manga de Sero para que exploren el lugar. El azabache sonríe con ternura mal contenida mientras se deja arrastrar por su pareja entre las distintas tiendas del lugar, recorriendo todos los pisos del shopping mientras observan y compran algunas cosas de pasada.

Sero camina tras su novio con una sonrisa resignada mientras siente su billetera liviana, sabiendo que había gastado casi todo el dinero que había tomado de la casa esa mañana. Pero no importa, se dice, porque la sonrisa que resplandece en el rostro de Eijiro mientras termina de comer su helado de fresa y vainilla mientras abraza la bolsa de papel donde descansa su nueva sudadera de Crimson Riot y un peluche —del tamaño de una palma, bien pequeño y adorable— de un tiburón realmente lo valen.

Están caminado de vuelta a la salida del shopping cuando, de pronto, todas las verjas y sistema de seguridad del lugar empiezan a cerrarse. Kirishima entra en guardia rápidamente y observa los distintos lugares donde las verjas siguen bajando y mantienen a todas las personas encerradas dentro.

Frunce el ceño y mira a su pareja con decisión, quien asiente al comprender lo que le quiere decir tras aquella mirada.

Pronto un hombre corpulento aparece por la única puerta que se mantuvo abierta luciendo una tétrica sonrisa y se pasea por el lugar bajo la atenta mirada rubí de Eijiro y los ojos oscuros de Hanta. El villano se voltea a la puerta y, tras un simple movimiento de mano, la puerta se cierra con brusquedad, trancandose inmediatamente.

Kirishima frunce el ceño ligeramente, pensando que el quirk del villano debe tener algo que ver con ello.

Luego se gira, y la sonrisa del villano se tuerce en gracia y satisfacción.

—Vaya, pero qué tenemos aquí.

Kirishima aprieta los dientes mientras se mantiene inmóvil en las baldosas, siguiendo al hombre frente a él con la mirada sin apartarla un segundo, sus ojos se desvían hasta el control en su mano y luego vuelven al rostro del sujeto, quien sonríe con malicia mal contenida.

—¿Qué sucede, héroe, el ratón te comió la lengua? —pregunta el villano mientras extiende una sonrisa de forma macabra en su rostro. Kirishima aprieta los dientes y gruñe, necesita pensar en algo rápido si quiere apresar al villano y no poner en peligro a los civiles que todavía se encuentran encerrados dentro del edificio. Además, sabe que no puede dar un paso en falso o el hombre haría volar todo en cuestión de segundos.

Piensa, Eijiro, piensa, se dice.

Mira de soslayo a un lado y puede notar a Hanta caminar lenta y cuidadosamente sin despegar sus ojos del villano mientras les susurra palabras a los civiles que se encuentran cerca. Kirishima traga saliva y vuelve a ver al hombre frente a él pasear despreocupadamente mientras revolea el control en su mano derecha.

Agradece internamente que el villano no haya reconocido todavía a Hanta, puesto que su traje de héroe consistía con un casco y muy rara vez podía verse su rostro en los medios, además que todavía no era un héroe demaciado reconocido como otros.

Sus ojos siguieron los pasos del villano hasta que este se detuvo de pronto y volteó su vista a una mujer que estaba abrazando a su pequeña hija. La sangre se congeló en su cuerpo y fue automático cuando empezó a caminar hasta ellas mientras el villano las observaba desde arriba.

—¿Qué traes ahí, hm? Anda, dámelo —dijo el villano estirando la mano.

La niña negó mientras se aferraba al objeto que estaba sosteniendo y la madre sollozaba.

—Perdón, creo que no me di a entender —el hombre dio una pausa mientras sacaba un arma entre sus ropas y le apuntaba a la cabeza de la niña, donde su madre soltó otro lloroso y abrazó aún más a su hija —. He dicho: dámelo.

—Es solo una niña, por favor —suplicó la mujer con lágrimas recorriendo sus ojos.

—¡Tú cierra la boca, estoy hablando con ella!

Kirishima apretó los dientes y trató de acercarse pero el villano lo notó, quitándole el seguro a su arma como una advertencia muda para el héroe. Eijiro volvió a permanecer quieto sin dejar de ver con odio al hombre armado.

—¿Y? —preguntó el villano, empezando a perder la paciencia —, anda, no te pasará nada si lo haces.

La niña miró el arma que apuntaba a su cabeza sin muchas expresiones, abrazando todavía lo que poseía entre sus brazos tan protectoramente. El villano bufó con impaciencia y dirigió su arma esta vez a la cabeza de su madre.

—¿No te gustaría perder a tu querida madre, verdad? Dámelo —exigió.

De los bellos ojos verdes de la niña bajaron un par de lágrimas antes de aflojar sus brazos y dejar ver lo que traía escondido entre ellos; se trataba de un hermoso collar dorado con unas iniciales gravadas en él, lo que Kirishima pudo suponer que serían las iniciales de la niña.

El villano extendió su mano con un brillo codicioso en los ojos, esperando que la niña se lo entregue. Ella miró con duda a su madre durante un segundo, temiendo tener que entregarlo.

—Dámelo.

—Por favor, señor —suplicó la mujer —. Se lo dio su padre antes de morir, es su único recuerdo —llorosó.

—¿Debería importarme? —preguntó alzando una ceja, haciendo una seña con la mano que sostenía su arma —. Dámelo ya.

La niña se lo extendió con timidez hasta que el hombre se lo arrebató con brusquedad de las manos, Kirishima dio un paso al frente completamente molesto.

—¡Hey! No te muevas, héroe —le llamó la atención, escupiendo la última palabra.

—Déjalas tranquilas —le dijo con firmeza Kirishima.

—¿Qué?

—Ya tienes el collar que querías, ¿no? Déjalas tranquilas.

El villano frunció el ceño mientras caminaba hasta estar frente al pelirrojo, apuntando su arma directamente en su frente. Kirishima no parpadeó un solo segundo mientras sus ojos seguían cada uno de sus movimientos.

—¿Qué tratas de hacer, eh? ¿Tratas de, qué, hacerte el héroe ahora mismo? ¿Eso pretendes? —preguntó el villano dejando que una sonrisa se extendiera en su rostro —. Me gustaría ver que lo intentaras, ¿sabes, Red Riot? Porque tengo un montón de rehenes en todo el edificio y bombas en cada uno de los pisos —se escuchó un lloroso y demás personas suplicando por sus vidas. El villano torció su risa y continuó —, puedo estallarlas si quiero —dijo tanteando el control que traía consigo —. Así que dime, pequeño héroe, ¿qué harás?

Kirishima mantuvo sus dientes apretados, mirando siempre a los ojos de villano que no dejaba de sonreír con sonra ante su aparente victoria. Entonces dirigió su vista a Sero y este asintió, dándole una señal de que todos los rehenes estaban a salvo en algún lado.

El pelirrojo sonrió, endureciendo su mano antes de tomar la boca del arma y torcerle el brazo. Entonces, cuando el villano jaló el gatillo por la impresión, la bala no le llegó a hacer nada de daño. Kirishima le quitó el arma de las manos y la tiró en algún lugar después. Sero actuó rápidamente y disparó una tira de cinta para atrapar el brazo del villano, tirando de él antes de quitarle el control de su poder y sonreír victorioso.

Kirishima también sonrió cuando el villano se vio detenido, pero un temblor hizo que su sonrisa desapareciera y, cuando volteó a ver la sonrisa torcida del hombre apresado, supo que algo andaba mal.

Lo único que Kirishima atinó a hacer por reflejo fue abrazar a la mujer y su hija antes de endurecer completamente su cuerpo.

Después, todo el edificio se vino abajo.

Sus ojos se encontraban pesados cuando pudo recuperar su conciencia y sus pulmones hacían un esfuerzo sobre humano para tratar de conseguir algo de aire, aunque todo lo que había era humo y el polvo de los escombros. Soltó un siseo al erguirse y trató de abrir sus ojos, siendo esta una acción complicada cuando sentía el líquido caliente de su propia sangre brotando de su cabeza.

Todo a su alrededor se veía borroso y su cuerpo aún no era capaz de responder a todas sus órdenes, como si estuviera entumecido y pesado. Alzó la cabeza y trató de mirar a los lados, la explosión había hecho colisionar el edificio completo y ya no podía ver absolutamente nada que no estuviera a unos metros de distancia.

Su cabeza todavía se encontraba desorbitada, así que aún le costaba poder pensar algo con claridad o siquiera entender cómo llegó a estar donde estaba ahora mismo. Lo único que sabía era que su prometido estaba en algún lado de ese derrumbe y no lo pensaba abandonar, como también sabía que el villano que había apresado no estaba en ningún sitio.

Soltó un gemido ahogado por el dolor y trató de boquear varias veces en busca de aire mientras buscaba un lugar donde apoyarse y así poder pararse. El humo a su alrededor no ayudaba en lo más mínimo ya que gracias a ello él no podía parar de toser, lo que ocasionaba que su pecho se contragera por el dolor y sus pulmones ardan.

Apoyó una mano ensangrentada y sucia en un escombro cercano y comenzó a caminar como pudo, siguiendo el camino de cinta que debería dar al villano que antes había apresado. Aunque lo único que halló al final de esta fue un control destruido y un charco de sangre que poco a poco se iba extendiendo por el suelo mugriento.

Sero no quiso ver más mientras apretaba los labios, buscando un nuevo soporte para evitar caer. Su brazo derecho estaba completamente entumecido y la sangre caía como un río por él, bajando desde su antebrazo superior hasta descender por sus dedos y caer como gotas en el suelo, dejando un rastro de estas a medida que avanzaba.

No importa, se dijo. Solo respira.

A estas alturas los demás civiles ya no importaban para Hanta, quien seguía apoyándose en los escombros para avanzar entre el humo y escombros, tosiendo y respirando bocanadas de aire por la boca en busca de oxígeno. Sero esperaba, en serio quería creer, que los civiles que puso a salvo estén vivos, pero ahora y más importante era encontrar a su prometido.

A Eijiro.

Su corazón se estrujaba y dolía como el mismo infierno de tan solo imaginar que le hubiera sucedido algo, de tan solo pensar que su amado Eijiro esté lastimado. Su pecho se cierra por segundos y le cuesta aún más el respirar, por lo que trata de ser positivo y pensar que está a salvo junto a la mujer y su hija.

Eijiro es fuerte, se repite. Él es fuerte y está a salvo. Mañana ambos estaremos bien y esto solo será una pesadilla. Un recuerdo olvidado en el ayer. Así que avanza, Hanta, porque Eijiro es fuerte y tú también debes serlo.

Sero apretó los dientes y siguió arrastrando su peso entre los escombros y grandes pedazos de hormigón que se habían separado de la demás estructura, obstruyendo su paso al avanzar. No importaba, de igual forma. No importaba la sangre que seguía brotando de su cuerpo y cayendo al suelo; no importaba su brazo completamente entumecido por el dolor; no importaba el sonido de la estructura colapsando ni tampoco importaba el humo que empezaba a asfixiar su vía respiratoria hasta quitarle el oxígeno de sus pulmones. Nada de eso importaba para Hanta, quien seguía apoyándose en los escombros para avanzar, para encontrar a su amado y poder llevarlo a casa.

Tomó una nueva bocanada de oxígeno y siguió avanzando, obligando a su cabeza de mantener su conciencia despierta para encontrar a Eijiro, obligando a sus sentidos de estar en alerta, obligando a sus piernas a moverse otro paso y obligando a sus ojos a no cerrarse.

Todo a su alrededor era negro, todo estaba cubierto de rojo y todo lo que veía era gris. Sero se esforzaba en seguir adelante aún cuando sabía que hacerlo lo estaba matando, porque nada le importaba más que ver a Eijiro a salvo, saber que estaba bien. Los grandes trozos de hormigón habían cubierto cada salida, lo que impedía al azabache ver algo en aquella inmensa y desolada oscuridad. De vez en cuando se encontraba con un foco de luz que no terminaba de apagarse y tintineaba sin fuerzas, lo que le daba visión durante unos segundos, antes de perecer y que todo se envuelva en la oscuridad una vez más.

Sero tropezó con un escombro en su camino, apoyando sus manos en el suelo para no terminar de venirse abajo, jadeando por aire y a la vez por el dolor muscular que sintió por el tropiezo. Volvió a estar de pie, no queriendo perder esa determinación que parecía ser lo único que hacía que su cuerpo se moviera y apoyó nuevamente su mano izquierda en la pared completamente destruida para seguir avanzando, esta vez con un poco más de cuidado, mientras tanteaba el terreno y así evitaba volver a caer.

Respira, se dijo nuevamente. Solo respira y sigue avanzando.

Apretó los dientes con fuerza para suprimir su propio dolor y siguió avanzando, aferrándose a la esperanza como nunca antes lo había hecho.

Vió una luz parpadeante y casi mortecina a lo lejos, pero que en aquella profunda oscuridad se sintió como algo resplandeciente. Sero apretó los ojos al sentirse cegado durante un segundo —más porque se había acostumbrado a la oscuridad y no por la intensidad de la luz— y caminó hacia ella. Él buscaba con todas sus fuerzas encontrar a Eijiro, pero su propio juramento como héroe profesional le decía que, siendo aquellas unas personas buscando ayuda, no podía simplemente dejarlas a su suerte. Aunque no haya mucho que pueda hacer en su condición.

Sero se acercó lo suficiente hasta reconocer que, la persona que agitaba aquella feble luz, era la niña que Kirishima había salvado del derrumbe. Algo se oprimió en su interior, retorciendo su cuerpo en el dolor y dejando que su mente sea invadida por el pánico, obligando a su cuerpo a reaccionar para empezar a correr hasta la niña sin importarle su propio dolor y heridas.

Si la niña que estaba con Kirishima estaba sola pidiendo ayuda significaba que su Eijiro estaba...

Su cuerpo se congeló de golpe, haciendo que sus piernas fallen y sus pulmones dejen de pelear por el oxígeno. Su mundo se derrumbó después de eso, donde los propios escombros de la brillante sonrisa de su prometida se vea consumida por una expresión relajada mientras sus ojos permanecían cerrados.

Sero soltó su primer lloroso, obligando una vez más a su cuerpo para acercarse a la mujer que sostenía el cuerpo de Eijiro.

—Lo lamento tanto —dijo la madre de la niña mientras lágrimas descendían de sus ojos y Sero no dejaba de avanzar hacia ellos con la expresión ida —. El- el edificio se vino abajo y él trató de protegernos, usando su propio cuerpo como un escudo —soltó otro lloroso cuando Sero depósito su mano en el hombro de la mujer para apartarla con suavidad —. Una... una v-viga le atravesó el pulmón izquierdo, estaba dejando de respirar pero él seguía sonriendo con tanta calidez q-que... —otro lloroso —. Y-yo traté de salvarlo pero no pude, y lo último que dijo f-fue que amaba mucho a su prometido y que... que no llorara, porque habría muerto salvando a una niña y su m-madre...

La mujer volvió a llorar, cubriendo su boca para ahogar aquellos sonidos llenos de dolor y tristeza, por lo que no terminó de decir lo que le faltaba. Sero sinceramente no le importaba, porque había dejado de escucharla hace rato. Lo único que hacía era abrazar el cuerpo de Eijiro mientras las lágrimas no paraban de descender por sus mejillas, ahogando su llanto en los recuerdos que tuvieron juntos en la UA; en los recuerdos de su confesión; su primer beso; su primer cita... ahogando su dolor en los recuerdos felices que tuvieron juntos desde que se conocieron junto a los demás chicos.

Sero dejó escapar un lloroso ahogado.

¿Qué le diría a los chicos? ¿Qué les diría a Kaminari y Mina cuando les viera mañana? ¿Qué le diría a Bakugo cuando vuelva de Estados Unidos y Kirishima no le esté esperando en el aeropuerto?

Sero permaneció abrazado del cuerpo de su prometido durante largas horas en las que los 4 estuvieron allí encerrados, no queriendo dejarlo ir, mientras las lágrimas descendían de sus ojos pero que de su boca no salía ningún solo sonido. Alzó la vista al techo cuando empezó a escuchar gritos amortiguados de personas y sus ojos se entecerraron cuando un escombro fue removido y la luz entró de lleno en el lugar, dejando a la vista a los bomberos y otros héroes profesionales que habían llegado a su rescate, quitando los grandes escombros y trozos de hormigón para hacer una salida para los sobrevivientes.

El azabache se encontraba sentado en la parte trasera de una ambulancia completamente ido después de ser rescatado, no era capaz de escuchar la sirena de los policías, ni de los bomberos y ni las ambulancias de la cuadra, cubierto por una manta oscura que cubría sus hombros y espalda, donde las luces azules y rojas acariciaban su perfil a cada segundo y reflejaban sus ojos oscuros, pero que en ellos ya no había nada más que un infinito vacío. Una llama extinta envuelta en el olvido que nunca más volvería a brillar como alguna vez brillo por su amado. Su vista se mantenía fija en la camilla donde se llevaban el cuerpo inerte de Kirishima cuando Mina y Kaminari llegaron corriendo hacia él, abrazándolo y llorando cuando se enteraron de lo sucedido. Entonces las lágrimas volvieron a bajar por su rostro, y Sero ya no fue capaz de ocultar todo su dolor, llorando por la muerte de Eijiro.

Había pasado un mes y un par de días desde el funeral de Eijiro, y desde ese día nada había vuelto a ser igual en la vida de Sero. El azabache se había recluido completamente del exterior y cualquier persona que alguna vez fue cercana a él. Kaminari y Mina fueron los únicos que Sero nunca alejó, quienes también eran los que estaban más preocupados por él, siendo quienes lo visitaban cuando podían y lo llaman con frecuencia para preguntar si se encontraba bien.

Sero estaba parado en la entrada de su casa terminando de despedir a sus amigos cuando una llamada a su celular pareció vibrar de pronto. Frunció el ceño sin saber quién podría ser y sacó el aparato de su bolsillo, donde su mano tembló al leer el nombre de la persona. Sero fingió una sonrisa y contestó aún cuando su labio inferior había comenzado a temblar.

—¿Hola?

—Cara plana —contestó una voz grave del otro lado de la línea, saludando al azabache de aquella forma tan particular —, ¿sabes si le pasó algo al pelos de mierda? Ese idiota no me esperó en el aeropuerto cuando llegué hace media hora a Japón, le llamé a su celular pero me salió el maldito buzón de voz. Seguro debe tener su teléfono apagado, es tan despistado que puedo apostar que olvidó cargarlo —Bakugo rió por su propio comentario, se oía tan feliz que a Sero se le empezaron a humedecer los ojos.

Bakugo siguió hablando un rato más acerca de su pasantia como héroe en Estados Unidos y quejándose de lo molesto que había sido el viaje de vuelta. Sero había dejado de oírlo, tratando de reprimir sus lágrimas.

¿Qué le diría ahora?

—Oi, ¿me estás escuchando? ¿Le sucedió algo a Kirishima?

Soltó un lloroso sin poder evitarlo, teniendo que cubrir su boca con su mano libre antes de apoyar su espalda en la puerta principal de la casa, dejándose deslizar hasta tocar el suelo.

Bakugo pareció preocuparse, por lo que lo llamó más serio: —. Sero, ¿sucedió algo mientras estaba en Estados Unidos?

Una sonrisa rota surcó su rostro mientras las lágrimas bajaban por sus mejillas, evitando largarse completamente a llorar allí mismo.

—Bakugo —murmuró con la voz quebrada —, hay algo que debo decirte...

4900 palabras.

La historia (más bien one shot, en este caso) más sad que alguna vez escribí en mi vida. Espero haber sacado alguna lagrima, porque significaría que hice bien mi trabajo.

En otras noticias, en el día 4 una vez dije que la idea original era una donde había un derrumbe o algo así, pero como la inspiración no estaba de mi lado con eso terminé dejándolo en borradores para comenzar una idea nueva, por eso esto es alternative story, ya que esta era la idea original que tenía para ese día de la week.

Bueno, fin en, espero lo hayan disfrutado y hayan llorado algo con esto, nos leemos próximamente😉

Cualquier falta bien recibida aquí👉

Bye bye —Kirishi365

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