Gusto
Una taza de té humeante fue puesta a su lado, el usual carrito de dulces que Frankenstein usaba para dejarle a la mano cualquiera de sus ofrendas. Su rutina no había cambiado realmente, las formalidades de Frankenstein no decayeron pero no pasaba desapercibida la bonita sonrisa que adornaba sus labios cuando lo llamaba maestro, cuando lo veía tomar sus alimentos luego de una elección de un par de minutos que requería consideración cuando todo había sido preparado para él con esfuerzo y dedicación, no podía tomar elecciones así a la ligera.
Para evitar que se enfriara, Raizel había decidido tomar un par de sorbos de su té, no es como si Frankenstein no estuviera dispuesto a calentarla nuevamente para su consumo. Sus ojos se abrieron nuevamente al sentir algo inusual, de hecho, distinto.
El toque floral, aterciopelado del mismo té combinado con la creciente dulzura recorriendo su boca. Estos mismos sabores ya estaban ahí, se maravilló con el sabor de todos ellos, una flor floreciendo en su boca, la porción exacta de todo para que no fuera en absoluto desagradable.
Cerró sus ojos apaciblemente, un tiempo bastante largo como para que Frankenstein sintiera curiosidad, sus ojos azules miraron las expresiones de su maestro, el agrado, un placer suave que relajó su postura y facciones.
- ¿maestro? - preguntó luego de un rato más.
La idea de que probablemente haya puesto algo erróneo en el té de su maestro y que quizás no haya sido de su agrado chocaba con la vista que tenía. Los ojos carmesí lo miraron y sus labios se curvaron suavemente, casi de forma imperceptible, una sonrisa.
- el té es... especialmente agradable hoy.
Algo curioso, tomó uno de los postres para él, un pedazo de pastel dulce de manzana y durazno, disfrutando ambos de la misma manera. Frankenstein observo con alegría la misma reacción, encantado de que el primer bocadillo que había preparado para su maestro luego de su contrato fuera agradable.
Raizel sintió la alegría de Frankenstein desde donde estaba, prácticamente brillando, el alma de su vínculo irradiaba satisfacción y felicidad. Todavía escapaba del control de Frankenstein su capacidad para retener sus emociones de su conexión pero eso no era algo que perturbara a Raizel, se complacía de la misma manera sabiendo que era feliz.
Frankenstein había salido aquel día al mundo humano luego de pedir su permiso. Raizel no veía la necesidad en ello, Frankenstein era libre de ir a donde le placiera, ya sea dentro o fuera de Lukedonia, su nuevo contrato podía permitir eso, incluso el lord no vio problema en dejarle libre paso por su castillo, no es que Frankenstein estuviera realmente muy interesado en ir, encontrarse con el lord solía ser agotador.
Por lo general no recibía visitas, así que fue interesante cuando sintió el aura de Urokai y Zarga acercarse cuando no había pasado tanto de su última visita, un poco antes del incidente con Frankenstein y su contrato.
La presencia de los dos lideres de clan era bienvenida, se sintió feliz de recibirlos aún si él mismo no iba para abrirles la puerta o acompañarlos al interior como solía hacer Frankenstein con sus visitas desde que había llegado.
Té.
Urokai solía ser de los lideres de clan que más lo visitaba, siempre era ruidoso en sus visitas y gustaba de traerle muy de vez en cuando alguna ofrenda, un poco de té que supuso que él mismo había preparado para darle. Considerando que sus visitas se daban quizás una vez cada trecientos años, quizás un poco más o un poco menos de esa cantidad de tiempo, el regalo fue bienvenido.
No era algo que Raizel fuera a admitir, pero en la ocasión en la que Frankenstein había traído té para él por tercera vez seguida sus pensamientos habían vagado y sin quererlo realmente había comparado el sabor de ambas preparaciones de té. No había sido capaz de dar un veredicto a cuál era el mejor, eso sería tan impropio de él, ambos se esforzaban y ponían esfuerzo, eso debería ser suficiente para que apreciara ambas bebidas.
Raizel pudo imaginar que la ausencia de su compañero humano era una de las razones por las que habían elegido visitarlo cuando era tan extraño que vinieran con tanta frecuencia
- ya que ese humano no esta cerca, pensé en traerle algo de té, señor.
No se había equivocado entonces, sabía que varios eran muy escépticos respecto a Frankenstein, sabía de los rumores que corrían de él, pero estaba igualmente consciente de la verdad y la mentira detrás de tales habladurías, no era ajeno a las amenazas que recibía Frankenstein de los lideres de clan que lo visitaban y afirmaban que tomarían represalias si hacía algo para dañarlo. Afirmaciones extrañas porque él no era un noble que necesitara protección.
Su atención volvió al presente sintiendo cercanía, los viajes de Frankenstein no duraban demasiado, su capacidad mejorada le permitía ir de la isla al continente y a cualquier lugar que quisiera en muy poco tiempo, podía sentirlo acercándose a las costas de Lukedonia, se preguntó si es que habría algún postre para mas tarde.
Volvió su atención al té que se le había servido antes, quizás debería tomarlo antes de que Frankenstein llegara a la mansión.
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Una sonrisa seguía bailando en sus labios mientras sostenía contra si los suministros conseguidos, había obtenido varias frutas dulces, cerezas, más duraznos y un par de cosas que esperaba que sirviera para actualizar sus utensilios y herramientas dentro de la mansión, había pensado en servir un té verde como base al cual agregar algo de jazmín.
Parte de él se preguntaba si realmente importaba, con las ocho cucharadas de azúcar que siempre le agregaba, realmente ¿cuanto del sabor del té realmente saboreaba su maestro? a su gusto, no había prácticamente nada que pudiera rescatar, casi era jarabe de azúcar, quizás debería probar usar miel para algunas recetas por el bien de la salud del maestro.
Hubo un tirón llamando su atención, una caricia mental como si se tratara de una bienvenida en el instante en que estuvo tocando la arena de las costas de Lukedonia. Reconoció de inmediato la calidez de la presencia de su maestro y una sonrisa suave y tonta al imaginarlo pendiente de su regreso.
La sensación cálida se desvaneció de repente y una reacción diferente atravesó el vínculo que los unía, eran escalofríos y un sabor agrio en la boca, eso acompañado de un malestar. Su sonrisa de inmediato se había borrado, dejando caer lo que llevaba consigo para apresurarse devuelta a la mansión cuando su vinculo se vio cerrado.
Aquellos malestares se habían ido con el cierre de su conexión pero eso no evitó que se preocupara bastante, pensamientos negativos inundaron su mente en el corto tiempo que hizo de la costa a la mansión, conociendo el camino perfectamente.
¿Había algo mal? ¿la salud de su maestro se vio afectada? ¿había algo que lo estaba molestando?
Casi a mitad de camino pudo sentir las auras de Urokai y de Zarga, su carrera se aceleró hasta que sin darse cuenta había llegado a la puerta que daba al cuarto que su maestro usaba.
Urokai estaba sosteniéndolo, diciendo palabras que ni siquiera escucho cuando entro casi azotando la puerta.
- ¡Maestro! - Zarga de inmediato se apartó y Frankenstein no tuvo ningún reparo en correr a Urokai del lado de su maestro, tomándolo y examinándolo rápidamente.
No había signos de sangre visible, tampoco ninguna evidencia del uso del poder de su maestro, todo parecía en su lugar, eso con excepción de la mano, Raizel la había mantenido sobre su boca, con un poco más de atención, pudo notar muy leves temblores.
- estaba amargo.
Las palabras del noblesse llamaron la atención de todos, la mirada celeste dio con la taza de té, la tomó antes de dar un trago, había, en efecto, un cierto sabor muy parecido a lo que había saboreado antes, un sabor fantasma que pudo reconocer. El té no tenía azúcar.
- Urokai... ¿le diste esto al maestro? - susurró lenta y amenazadoramente.
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