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Duda

Frankenstein siempre había dudado mucho de las motivaciones del lord de los nobles, era sin duda un personaje, mucho más expresivo de lo que esperaba de cualquier noble. Haber convocado a su maestro con la indicación clara de que él no lo acompañara fue algo que le puso nervioso de inmediato.

Haber pulido tres veces la misma mesa fue prueba suficiente. No tenía razón para sentirse de esa manera, su maestro era el Noblesse, no corría peligro en la corte de los nobles, aunque eso no evitaba que se hubiera sentido más tranquilo si lo hubiera acompañado.

Durante la visita de un par de lideres de clan había notado el cansancio de su amo cuando se hablaba del lord. Le dio una razón para alejarse de la mesa y enfocar su concentración en otra actividad, después de todo, hornear era una buena actividad para distraerse, siempre y cuando no se enfocara demasiado, podía terminar haciendo un festín para diez personas sin darse cuenta.

Tener todo agradable para el regreso de su maestro fue su única ocupación mientras dejaba perder su noción del tiempo, al momento de ingresar al estudio donde normalmente su maestro se encontraba pudo ver por la ventana que había anochecido. Suspiro, sin saber cuánto tiempo en especifico iba a tardar esta reunión con el lord.

La percepción del tiempo de los nobles todavía le generaba cierto conflicto, todavía habían veces en las que sentía el tiempo pasar rápidamente mientras que en otras, lo que se sentía como horas solo trató de media hora.

La ventana siempre se quedaba abierta excepto en las ocasiones en las que llovía, algunas veces era él quien la cerraba pero en otras ya estaba cerrada cuando entraba. Su divagación lo llevó a pensar, a preguntarse qué tantas experiencias su maestro había disfrutado, solo por su percepción, casi parecía como si no supiera lo que es quedarse parado sobre la lluvia, tener entre sus manos tierra húmeda, un sol abrasador sobre el rostro.

No era como si de pasar él no buscara cubrirlo de la lluvia, del sol o no fuera a limpiar sus manos, ensuciandose primero para evitar que su maestro tuviera que hacerlo.

Una corriente de aire le acarició por detrás y sonrió antes de darse la vuelta, notando la segunda presencia en extremo familiar. Algo extravagante el haber entrado por la misma ventana pero estuvo bien cuando pasar por la puerta habría significado más tiempo para pasar por los pasillos del primer piso y la planta baja.

- bienvenido a casa, maestro.

Raizel asintió y en lugar de mantenerse frente a la ventana se acercó al sillón para sentarse. Se enderezó para dejar el trapo que llevaba en la mano mientras salía de la habitación y traerle lo que había cocinado anteriormente.

- Frankenstein - La voz de Raizel lo detuvo y se dio vuelta para atender su llamado, los ojos de su maestro cayeron un poco - ven.

Dejó el trapo sobre uno de los muebles y obedeció la orden, notando el espacio que su maestro había dejado en el sillon. Su amo por lo general se sentaba en el centro, por lo que si dejaba un espacio, sentándose un poco más a la derecha o izquierda significaba que quería que se sentara allí (y así lo hizo).

Era un trabajo arduo tratar de descifrar las expresiones del noble, al menos así había sido al principio, ahora podía entender un poco mejor, la falta de palabras se filtraban en su expresión corporal, lo poco que dejaba ver y ahora ¿su maestro parecía preocupado?

Una aversión que ya sentía en parte por el lord creció ante la idea de que hubiera hecho algo que pudiera preocupar a su maestro a este nivel. No le importaba si era el lord, si tuviera que hacerlo, claro que se pararía frente a él para exigirle que dejara de hacer sus payasadas frente a Raizel.

- ¿cómo es el mundo de los humanos?

Las ideas sutiles para hacer llegar su mensaje al lord sin tener que enfrentarlo de frente si es que no le escuchaba de primer momento se vieron interrumpidas por la pregunta. Era una pregunta que no esperaba que su maestro le hiciera así como así, pero cuando los ojos de Raizel le miraron esperando una respuesta se vio obligado a dejar a un lado las preguntas sobre el origen de semejante duda.

Sabiendo que su maestro le prestaba especial atención, Frankenstein vio prudente desterrar sus pensamientos relacionados al lord por el momento. Su expresión era sincera, genuinamente curiosa, quizás podría preguntar más tarde lo al respecto.

Por ahora solo meditó un instante sobre lo que sería más apropiado decir, sin saber el propósito detrás le era complicado encontrar la mejor respuesta, claro, debido que nunca le mentiría a su maestro. Quizás si fuera alguien más, tal vez Frankenstein podría hablar genuinamente de las maravillas que podían encontrarse en el exterior, pero aún si sabía que los humanos no eran del todo malos, no tuvo las mejores experiencias siempre. Apretó los labios y desvió su mirada un momento antes de responder.

- bueno, supongo que te refieres al exterior de Lukedonia - Raizel parpadeó y Frankenstein tuvo que luchar con el impulso de desviarse a pensar lo lindo que eso se había visto, concentrarse en su maestro de esa manera no fue la mejor idea - viven en comunidades, algunos en pueblos trabajando la tierra, cultivando cerca de lugares con agua dulce con la que puedan regar sus cultivos, cazando sus comidas diarias y usando los recursos que tienen para hacer sus casas y vivir sus vidas.

Había visitado varias comunidades antes de ir a Lukedonia, mucho antes, en muchas ocasiones había obrado como médico para algunos hombres, mujeres y niños que sufrían de algún mal que sus sanadores no eran capaces de aliviar. Siempre tuvo que irse poco tiempo después antes de que el asombro y gratitud se convirtieran en sospecha y especulaciones que les llevaría a pensar lo peor de él.

- otros viven en ciudades más concentradas, no son del todo agradables pero se pueden ver en algunas de ellas algunos castillos - "lindos, si no tomaras en cuenta la sangre que los supuestos lideres derramaron para levantar esos muros" pensó pero sin decirlo en voz alta, Raizel ladeó la cabeza a un lado ligeramente reconociendo el concepto de los castillos - allí viven príncipes, princesas, reyes y reinas, también son los que reinan a los humanos actualmente.

Su maestro puso sus dedos debajo de su barbilla en un gesto pensativo, y Frankenstein no tuvo problema en esperar, solo pensó con algo de pena en el té caliente que había hecho para su maestro y que probablemente se enfriaría fuera de su punto adecuado para cuando terminaran de hablar.

- ¿serviste al rey humano antes de venir a Lukedonia?

Su corazón se estrujó ante la inocente pregunta, más cuando fue su maestro el que desvió su mirada. Considerando la forma en la que los lideres de clan eran leales a su lord, era en parte lógico que su maestro pensara que él tuvo algo similar, la equivalente de un lord pero humano.

- supongo que si - respondió finalmente, algo de exasperación filtrándose en su tono- no es que me importara mucho realmente, estoy bastante seguro de que se basaron en ustedes para sustentar su sistema de gobierno, pero no son tan importantes como se han hecho pasar, nunca significo nada para mi haber nacido en las tierras que creen que les pertenecen, no dejaban de ser humanos a final de cuentas, humanos que ni siquiera vivían con el esfuerzo ni la dedicación a su pueblo que se esperaría de ellos.

Además, olvidaban demasiado fácilmente que su trabajo era cuidar de los ciudadanos que los dejaron mantener su trono, invertían el orden de las cosas suponiendo que era el deber del resto de la gente el venerarlos y servirlos. Los grupos religiosos eran igual de terribles, haciendo a los humanos creer en cosas que ni siquiera eran capaces de verificar, llenandolos de miedo y encerrando sus mentes como si impusieran cadenas de hierro que con el tiempo se volvían voluntarias.

Raizel pareció entender esa explicación, reprimiendo un suspiro de alivio luego de preocuparse por un momento. Era ridículo, Frankenstein nunca le dio su lealtad a ningún rey por más grande que fuera su dominio o lo mucho que pudieran ofrecerle en oro o joyas. Detestaba a los esclavistas y a aquellos que abusaban del poder, que los nobles atrajeran más su atención fue debido a la creación de los mutantes.

Ni siquiera la unión había sido capaz de tentarlo a ser fiel a cambio de poder.

- el mundo es precioso si se tiene la suerte de encontrarse con la gente y los lugares correctos, también hay maldad en los humanos pero algunos valen la pena ser protegidos.

- ¿como tú?

Sorprendido por las palabras de su maestro no supo bien qué responder, sus mejillas se enrojecieron un poco. Aunque su reacción lo mostro complacido por ser considerado una de esas personas por su maestro, aún así quiso responder que no, después de todo, había cometido múltiples actos que seguía considerando imperdonables.

Sin embargo, la forma en la que el noble lo miraba atentamente le hizo sentir malestar, no quería negarlo porque de alguna manera eso era lo que pensaba su maestro de él, independientemente de como se sentía respecto a si mismo y tratándose de la nobleza, alguien que había nacido para juzgar, no tenía derecho de cuestionar lo que su maestro decidía. Lo encontró digno de continuar con vida, de quedarse en su casa, de formar un contrato.

- ¿puedo saber porque el interés, maestro?

Raizel bajo la mirada, parecía considerar su respuesta con cuidado como siempre lo hacía. Frankenstein se sintió relajado al ver el éxito en su intento de desviar la conversación, aunque quería saber lo que había pasado en la reunión con el lord, saber si eso había ocasionado la duda en su maestro.

- pocas veces he salido de mi mansión - comenzó, siendo más de lo que acostumbraba a hablar normalmente - ¿me enseñarías el mundo de los humanos?

El mundo en el que Frankenstein había nacido y que tanto nobles como hombres lobo se suponía que habían dejado a la raza humana. La pregunta hizo a Frankenstein sentir un cortocircuito severo que le impidió pensar para dar una respuesta aceptable de inmediato.

- no estas obligado a hacerlo si no quieres, podemos quedarnos aquí si te hace sentir más cómodo.

"Quedarnos" significaba que la alternativa era... ¿salir?

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