XVII
AMOR NO CORRESPONDIDO
Vesta daba vuelta de un lado a otro en su habitación, aquella reunión solo resulto ser la presentación de la nueva líder y sus sobrinos le habían declarado la guerra prácticamente a ella. La puerta de su habitación se abrió dejando ver a su hermosa sobrina, Venus había heredado una belleza exótica pero también una inteligencia sobre valorada. Sus visiones siempre sucedían, lo cual le daban un poder extra sobre cualquier ser en aquel mundo.
-¿Tu hermano está loco? ¿Por qué dejaste que dijera semejante cosa en la reunión? –Le reclamo la mayor.
-Él solo hizo lo correcto –Le respondió con serenidad a lo que Vesta respondió con violencia tomándola del cuello y pegándola sobre una pared, Venus ni siquiera se inmuto por eso- ¿Estas molesta con él y lo pagas conmigo?
-Tu debías controlarlo, mantenerlo al margen –Le grito en su cara, tan cerca que ambas podían respirar el aliento de la otra- Para eso te inicie, para eso te crie. Escúchame Venus, no eres nadie en este reino sin él y lo has arruinado, debías controlar ese mal genio que posee, o es que acaso no sabes quienes eran lo que estaban en la mesa. Debo explicártelo de nuevo.
Los ojos claros de la mayor estaban en algún punto del rostro de la menor, tal vez era aquel hermoso lunar que poseía o tal vez era sus labios, esperando alguna respuesta de ellos. Venus sentía la falta de aire pero no lo diría, ella era fuerte como su hermano, fuerte como sus padres, incluso más fuerte que su tía.
-Si no la sueltas juro que mi mal genio será peor –Dijo una voz serena detrás de ellas, Vesta sonrió al verse expuesta de esa forma, fue soltando de a poco el cuello de la menor y se alejo de ella para observar a su sobrino.
-Lo has arruinado querido, y sabes cuál es el castigo –Vulcano la miro sin ánimos y camino hacia Venus.
-Ya no somos unos niños, no aceptare que la maltrates mas, no por mi culpa –Abrazo a su hermana de manera protectora, él la amaba y siempre la amaría.
-Entonces compórtense como unos adultos. Esa niñería que has hecho no deja mucho que decir de ti –Le expreso la mujer dejando que un aura blanquecina rodeara su cuerpo.
-Solo he hecho lo necesario, tú no sabes que tengo en mente –Alzo el rostro de su hermana para ver las marcas en su cuello, aquello solo provoco más su ira.
Vesta salió de su habitación dejando solo a los hermanos, tanta hermandad la aturdía. Cuando ella era niña, fue la menor de tres hermanos. Todos hombres. Siempre a la sombra de ellos.
Camino por aquellos pasillos que una vez pertenecieron a su hogar y recordó esos días donde podía ver a sus hermanos correr y jugar.
Sin ella.
-Nunca los olvidare queridos hermanos –Susurro aquella frase observando con dolor aquel camino, imaginando su pequeño cuerpo sobre un sillón sin poder jugar con los mayores.
Solo uno dejaba su afán por el juego para sentarse con ella. Solo uno le leía cuentos e inventaba historias para que ella no estuviera tan sola. Solo uno, y ya no estaba con ella.
-A veces la muerte es un premio para nosotros ¿Verdad Saturno? –Dijo mientras acariciaba la pared que tenia a un lado dejando que en esta se mostrara un rostro serio y hermoso.
Camino al frente sentándose sobre aquel sillón donde muchas veces lloro, donde muchas veces los observo jugar. Cuatro hermanos y solo uno de ellos eran niña. La que no valía nada. Al menos eso decían sus padres.
-Si tan solo ellos pudieran verme, nuestros padres estarían orgullosos ¿Tu lo estarías? –Le sonrió al retrato.
Sus padres jamás imaginaron que sus hijos se separarían de esa forma. Distintas tribus, distinto pensar.
Nadie en aquella familia veía venir la tragedia, hasta que Saturno desapareció en una noche de invierno. Lo buscaron por días, si no fueron meses. Un dios no podía desaparecer de esa forma del Olimpo pero lo había hecho. Vesta lloro su pérdida como nunca. Era una adolescente en ese entonces.
Sus hermanos se olvidaron de él, pero ella seguía esperándolo. Jamás aceptaría su perdida. Poco a poco se fueron iniciando, ganaron sus puestos y lograron sus metas.
Cuatro hermanos. Cuatro poderes.
-Tú eras él más sabio y aun así caíste en ese vórtice –Su rostro comenzaba a mostrar enojo- No, tú mismo creaste esa gema, tú mismo querías huir de este reino.
Se levanto caminando hacia ese cuadro, colocando sus largas uñas sobre él, restregando con fuerza su superficie.
-¿Por qué la trajiste? ¿No te bastaba mi amor? –Le gritaba encolerizada- No, nunca te basto. Tú deseabas algo más grande. Algo distinto. Tenías ese problema desde niño, solo por eso jugabas conmigo. Te odio.
Te odio. Te odio. Te odio...
Esa frase la repitió tantas veces después de su regreso que cuando él murió aquella noche no pudo dormir por meses. Ella no lo odiaba, ella lo amaba. Las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos. No podía creerlo. Ella había perdido a quien más amo. Y detrás de él se le unió su otro hermano, no le afectaba tanto su pérdida pero él tenía esos dos niños que no podría cuidar. Esos dos niños que ella se dedico a educar, ignorando por completo el fruto de su hermano amado con otra mujer. Si, Saturno había tenido un hijo, el cual hubiera deseado ver arder esa noche también, pero la misericordia de algunos le permitió seguir con vida. De algunos, porque ella lo odiaba como nunca, o tal vez no. Era el vivo retrato de su padre.
Se alejo de la pared para limpiar sus ojos, no quería seguir llorando, no debía hacerlo. Saturno era feliz donde estaba ahora, descansando en paz. Ese era el premio para un ser que podía vivir toda una eternidad.
-No importa cuánto tiempo pase Saturno, yo seguiré amándote como cuando éramos niños –Desapareció la imagen para caminar a la entrada donde se encontró con una ingrata visita.
-Perdona la hora Vesta pero tenía que hablar contigo.
-Lo sé, se que estas enojado con mi sobrino –Si, Júpiter estaba frente a ella, el hijo de su hermano. Medio dios, medio... - Vamos a la biblioteca para que nos pongamos cómodos –Él seguía siendo como su padre, ella seguía amándolo.
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