8:50 p.m.

EL SONIDO DE LA PUERTA AL ABRIRSE delató mi llegada, pero el hombre tirado en el sofá pareció omitirla. El olor a whisky y cigarrillo inundó de lleno mis fosas nasales, provocándome náuseas. Reprimiendo las arcadas para evitar devolver toda la cena, me adentré a paso lento, cuidando de no hacer mayor ruido.

No quería despertarlo.
No quería problemas.

—¡Son casi las nueve de la noche y hasta ahora es que apareces! —El repentino grito me sobresaltó—. ¡¿Crees que estás en tu casa como para llegar a la hora que se te pegue la gana?!

Me quedé muda por unos instantes, y eso pareció aumentar su mal genio.

—¡Al menos ten la decencia de responderme y decirme en dónde estabas!

—Estaba con la familia de Alice —hablé despacio e increíblemente traté de no tartamudear debido a los nervios—. Estaba con los Cullen.

El nombre de la peculiar familia lo alteró. Sus orbes azulados se fijaron en mi anatomía, y de inmediato se levantó como pudo.

—¿Qué hacías con ellos? ¿Andabas de ramera también? ¡Contéstame!

—¡Por supuesto que no, tío! Esme y Carlisle me invitaron a cenar co...

—¡Eres una igualada! ¡¿Cómo se te ocurre llamarlos con tal confianza?! —Me interrumpió exasperado, caminando hacia mí. Solo atiné a retroceder.

El primer golpe fue directo a mi mejilla cuando las manecillas del reloj marcaron las nueve en punto. El segundo fue hacia la boca de mi estómago, sacándome el aire, y el tercero no lo recuerdo con exactitud.

Caí inconsciente mientras escuchaba los jadeos del hermano menor de mi difunta madre.