capítulo dieciséis
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xvi. Back to the future
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Mystic Falls, Virginia, 992 D.C
-Gracias por tus consejos, Niklaus ¿Quién habría pensado que las amapolas serían tan útiles como tintes para las cuevas?-El rubio de catorce años estira los labios orgulloso ante los halagos del castaño que se ubica a su lado caminando hombro con hombro de retorno a la aldea-Resulto un fiasco cuando lo intenté con los girasoles.
-Seguramente agregaste demasiada agua, hay que ser cuidadoso para que los pétalos no se decoloren, Ragnar-El adolescente de su misma edad asiente prestando cuidado a las instrucciones que el joven Mikaelson indica con modestia-Trataré de explicarte mejor la próxima vez, si logro escabullirme de mi padre.
A pesar de las grotescas palizas que Mikael le propinaba debido a su fascinación por las artes, Klaus se las apañó para reanudar su reconfortante pasatiempo y encontró un refugio en sus escapadas al bosque en medio de su tormentosa vida, agazaparse dentro de una caverna, machacar flores y trazar líneas guiadas por su imaginación era un afable placer que le colmaba de gozo.
Conforme el tiempo transcurría, conoció a Ragnar Nilsen, un amable castaño de catorce años recién cumplidos quien compartía sus mismas afinidades y se transformó en su mejor amigo, desde ese entonces, sus fugas se establecieron como un hábito entre ambos, un secreto compartido fervientemente donde dos almas se sumergían en una misma sintonía que enlazaba sus gustos, Ragnar tallaba magníficamente grabando su huella en la piedra al tiempo que Klaus se decantaba por lo tradicional de la pintura.
Cada uno le ilustraba su arte al otro y fue cuestión de semanas para que su vínculo se estrechara y con el pasar de los días, el instante de la despedida se tornaba en la parte pesarosa de sus encuentros.
-¿Estás seguro?-El castaño traslada un mano al hombro del ojiazul en un gesto reconfortante que le hace deglutir con aspereza ante la singular sensación que le aborda, Klaus agacha el rostro ocultando sus mejillas calentadas de la pena cuyo motivo desconoce y le desconcierta ¿Desde cuando el contacto con Ragnar le pone nervioso?-Podemos vernos en otra ocasión, odiaría ocasionarte algún problema con tu padre.
El ojiazul carraspea apartándose con disimulo aterrado por darle una mala impresión con su ademán y por el cosquilleo en su estómago ante el contacto-No te preocupes, estaré bien, nos vemos pronto-La sonrisa genuina que Ragnar le otorga empeora y alborota los sentidos del adolescente el cual se afana soltando el freno enrutado a su hogar.
Afortunadamente, atravesó la estancia sin toparse a su embravecido padre en el umbral, de seguro escoltó a su madre al mercado junto a sus hermanos, la choza estaba íngrima exceptuando a una pequeña silueta sentada con gracia y decoro en su cama confeccionando uno de sus vestidos favoritos, un profundo suspiro de alivio abandona los labios de Klaus al reconocer a su melliza quien levanta el rostro examinándolo quisquillosamente ocasionando que el mayor por cinco minutos rodase los ojos profetizando una lectura analítica de su perspicaz y brillante hermana.
-¿Vienes de pintar? Deberías esconder tus acuarelas antes de que padre vuelva-aconseja Krista con cuidado de no presionar los nervios de su voluble mellizo, es bien sabido que el mencionado manifiesta un temperamento errático a diferencia de la equilibrada joven que guarda la compostura y oprime sus emociones la máximo.
Ambos aprendieron a lidiar de distintas maneras con las huellas del trauma impregnadas en su psicología y contribuyendo a los estragos de la pubertad, los mellizos eran dos caras de una misma moneda enterrada en el mismo estiércol, Klaus recurría a la ira como una forma de recuperar el control, a menudo resultando en decisiones impulsivas y destructivas que alimentaban sentimientos de amargura y resentimiento, rellenando un vaso que no tardaría en rebalsar y suscitar una catástrofe en un mecanismo de defensa para enfrentar sus inseguridades y miedos, repitiendo patrones de conducta ante su incapacidad por manejar el conflicto de manera saludable.
Por otra parte, Krista arbitró por una estrategia más sutil propia de su elevado coeficiente intelectual, pero igualmente desoladora, se tornó en una maestra de la manipulación, desplegando un encanto superficial que oculta su verdadera naturaleza controladora a corta edad, cada uno de sus movimientos los planifica meticulosamente, detrás de esa máscara de dulzura se escondía un lobo voraz asechando y preparado para sacar las garras ante un mundo injusto en el que ella no sería una presa, era experta en identificar las debilidades de los demás, utilizaba la información como arma acumulando secretos y almacenando conocimientos que emplearía a su beneficio en la comodidad del silencio temporal.
A diferencia de Krista cuya ira era fría y calculada.
La de Klaus era abierta y directa.
Dos mentes dañadas por semillas que les plantaron desde que tienen uso de razón, y actualmente a sus catorce años empezaban a florecer preparando al mundo ante la grandeza de los próximos verdugos más sanguinarios que rondarían por la eternidad.
-¿Algún gesto en particular que te revelara mis andanzas, hermanita?-farfulla el rubio cobrizo entre dientes acomodando sus pertenencias en un escondite de tablas bajo su cama, su melliza se percata hasta del más mínimo detalle para sacar conclusiones.
-Tus manos están pintadas de azul, dudo que provengan de un arduo entrenamiento de tiro con arco-revela la castaña oscura con obviedad haciendo a un lado su simétrico retazo de tela de color rojo que reemplazaría el asqueroso vestido amarillo que su madre le obsequió unas lunas atrás a sabiendas de su repudio por ese color-Deberías considerar asearte antes de que sea tarde.
Klaus extrae una cubeta de agua donde sumerge sus manos restregándose un trapo para retirar los excesos de pintura dándole la espalda a su hermana que arrastra su vestido y ocupa asiento a su lado con delicadeza-El padre de Ragnar quiere preguntarle a padre por ti-No le hace falta dirigir sus pupilas al rabillo para concretar que la aludida tensa sus hombros ante la connotación del anuncio-Le pareces una buena candidata para su hijo mayor.
Krista tuerce los labios pensativa poniendo los engranajes de su cabeza a trabajar y tramar un plan que le ahorre el bochorno de un matrimonio-¿Crees que padre aceptará?
El adolescente rechina los dientes paseándose la lengua por las encías colocando en orden las palabras ideales para tranquilizar a su melliza-No, los Nilsen le parecen poca cosa o es lo que Elijah me ha comentado, si te va a entregar, lo hará a alguien con quien dentro de sus criterios, valga la pena unificar familias-El escalón de los Mikaelson en la pirámide económica de la aldea, pertenecía a un estrato alto, su padre era terrateniente y por ende, sus hijas debían desposar buenos prospectos.
-No quiero contraer nupcias, Nik.
A lo lejos, el viento ulula entre los árboles llevando consigo el murmullo de las hojas y el cantar de los pájaros, la atmósfera tranquila del bosque parecía ajena a la tormenta que se gestaba entre los jóvenes mellizos cuyas preocupaciones se mezclaban con el susurro del arroyo cercano.
Krista se restriega las manos en el rostro sintiendo el peso de las expectativas de su padre sobre sus hombros, la idea de un matrimonio impuesto le resultaba abrumadora, un destino que amenazaba con arrebatarle la libertad que tanto valoraba. En su defecto, era el único camino viable que tenía para que Mikael le valorara por sus esfuerzos inhumanos, al contrario de su hermana menor, Rebekah le arrebataba el reflector de atención paternal con solo existir.
El rubio deposita la cubeta de regreso a donde pertenece y pasa un brazo por encima de los entumecidos hombros de su hermana al percibir la angustia en sus ojos, aprieta el abrazo tratando de transmitirle un poco de consuelo en medio de la incertidumbre. Sabía que su destino estaba entrelazado con el de Krista, y la idea de perderla era inconcebible para él.
-Desgraciadamente es tu deber y tarde o temprano te forzarán a cumplirlo, pero concuerdo, sería una pesadilla tener que vivir sin ti.
-A ti tampoco tardarán en seleccionarte alguna candidata para comprometerte a futuro-Le reitera la castaña amonestando el pináculo de la adolescencia en la sociedad que integran, Finn y Elijah se brincaron ese obstáculo temporalmente por ser los hijos predilectos de sus padres al igual que Kol, Rebekah y el pequeño Henrik.
Los mellizos eran los hijos cuyo valor no se obsequiaba, sino que debían esforzarse el triple por ganarlo.
El ojiazul traga en seco engullendo el sabor amargo que deja ese recordatorio que incrementa la presión cernida en su pecho, una corrosiva granada de rencor avasalla su tórax evocando con celos a sus hermanos victima de las emociones complicadas que burbujean constantemente bajo la superficie de su fachada estoica.
Finn con su capacidad para adaptarse a cualquier situación le provoca un sentimiento de frustración sintiéndose aprisionado por su propia incapacidad para hacer lo mismo, Elijah el hijo dorado de sus padres con su porte sereno y agobiante tranquilidad le despierta un sentimiento de inferioridad, aunque valora la fortaleza de su hermano mayor no puede evitar sentirse a la sombra de su control en comparación a su problemático temperamento.
Kol con su espíritu indomable, vibrante energía e implacable audacia despierta en Klaus una sensación de rebeldía y deseo de libertad, nadie tenía sus ojos puestos en el, hacía lo que se le venía en gana y nadie le reclamaba, un fantasma deambulando sin cadenas que arrastrar.
¿Qué crimen pagaba para que su padre lo mirase con tanto odio y decepción? ¿No era suficiente las lecciones extra de tiro con arco o espada? ¿Su insistencia por salir de cacería y probar su valía? ¿Por qué parece que sus esfuerzos nunca bastan para ganar su aprobación? Por el contrarío, le suman argumentos para que le comparen continuamente con sus hermanos.
Quizás tenía razón y merecía sus tratos por ser un ente defectuoso ante la grandeza del resto.
La puerta de madera se abre bruscamente azotando contra la pared, un sonido apocalíptico que le pone los pelos de punta a los mellizos detectando que su peor pesadilla se avecina hacia ellos. Mikael con su imponente figura y mirada gélida irrumpe en la choza familiar con paso firme y autoritario, pasa de largo atropellando a Krista con el cuero de sus botas, la castaña se muerde el interior del labio atemorizada, el cuerpo le tiembla y el corazón le azota la caja torácica implorando que no le ponga una mano encima.
Los ojos del bárbaro se depositan en su hijo y el semblante se le oscurece de sopetón, un claro indicio de que algo no está bien, su mirada recorre la habitación con evidente desaprobación y el rubio imita su trayecto desconcertado por su arranque imprevisto que en esta ocasión está seguro de no haberle dado motivos para enfadarlo
-¿Qué haces aquí, muchacho?-gruñe el hombre escupiendo con desdén cada palabra que abandonan sus labios reparándolo con altanería de arriba hacia abajo en una malvado acopio de gesticulación para intimidarle y estableciendo una superioridad que no existe.
Klaus tensa los músculos preparado para lo que se viene, ya ha atravesado por esto tantas veces anteriormente que el puño encestado fijamente contra su rostro no lo toma de imprevisto pese al martilleo que le aturde, su padre lo sujeta de las solapas de la camisa despegándole los pies del piso en un acto que lo suspende en el aire antes de azotarlo brutalmente contra la pared.
-¡Siempre te encuentro haciendo algo inútil en lugar de cumplir tus responsabilidades! ¡No eres más que una vergüenza para esta familia!-Las estocadas de la rasposa suela atentando contra su cuerpo en estruendosas patadas no son nada a comparación del dolor psicológico que producen sus palabras-¡¿Te cuesta servir para algo y seguir el ejemplo de tus hermanos!?-Mikael se coloca de cuclillas, le estampa un puñetazo contra el pómulo, sujeta su rostro clavándole la yema de los dedos y procede a comprimirle la tráquea envolviendo su mano alrededor del cuello con una descomunal fuerza cual magnitud indica que ansía aniquilar a su propio hijo.
El ojiazul experimenta cada golpe de su padre como una descarga eléctrica de dolor y humillación, los atentados que damnifican su integridad física y emocional son una afrenta a su valía como ser humano. El dolor físico es apenas una parte de la agonía que padece, la profunda sensación de desamparo y desesperación que lo atormenta es mucho más desoladora, no tiene agallas para retorcerse cuando el aire le falla.
No hay peor castigo que la impotencia.
Krista quien ha vislumbrado en silencio desde un rincón de la habitación no puede quedarse quieta por más tiempo, se interpone entre su padre y su hermano intentando detener la golpiza con gestos desesperados-¡Detente, padre!-brama la adolescente con voz en vilo sujetándole de los hombros tratando de apartarlo de su mellizo-¡Lo vas a asesinar!
Mikael ruge botando humo por las orejas emitiendo sonidos guturales de la rabia que le corroe, empuja toscamente a su hija con brutalidad ignorando sus súplicas y no le importa a donde vaya a parar con tal de sacarse a ese estorbo de encima.
Ese acto sirve para inyectar la dosis de adrenalina que el menor precisa para respirar hondo colmándose de coraje sintiendo el fuego de la ira avivando cada célula de su organismo de pies a cabeza, el sistema de pelea o huida entra en vigor como un torbellino descontrolado y ardiente, una fuerza primigenia que aullaba en lo más profundo de su ser clamando por justicia y venganza consumiendo cualquier rastro de miedo o validación.
Una bestia ivernando despierta en él rugiendo con ferocidad dispuesto a proteger a su melliza igual como hizo a los ocho años donde se armó de valentía para defenderla de una injusta paliza que agravó el trauma que de por sí sufrió aquella noche. Los puños se le cierran blanqueándole los nudillos, los ojos le brillan con una despiadada intensidad al tiempo que le retuerce la muñeca a su progenitor obligándolo a retroceder, de un rodillazo en el estómago lo manda hacia atrás y sin pensarlo dos veces en las consecuencias, se le abalanza iracundo estrellándole puñetazos a diestra y siniestra.
Por su hermana haría absolutamente cualquier cosa con tal de mantenerla a salvo.
La habitación se inunda de caos, gritos y leperadas hasta que Klaus es subyugado con un certero latigazo en la mandíbula que le deja fuera de combate, Mikael lo coge del nacimiento del cabello y lo arrastra lacerándole las extremidades inferiores encaminado a un improvisado almacén ubicado en un oscuro rincón de la choza donde no penetra ningún rayo de sol que le haga compañía cunado le avientan la puerta en el rostro.
Es en ese momento de confinamiento y soledad forzada es que Klaus entiende el verdadero horror de estar solo, torturado por su propia mente en un vaivén de pensamientos intrusivos que se forjan en sus peores enemigos atormentándole con sus más recónditos miedos e inseguridades, la peor compañía para una persona tan dañada como él es su trastornada cabeza. Encerrado en aquel lúgubre espacio sumido en una oscuridad densa y opresiva que envolvía su ser como un manto gélido, los susurros del viento que se cuelan por las rendijas resonando como un eco siniestro llenando la reducida habitación con una atmósfera cargada de angustia y desesperación.
La soledad se cernía sobre él como una sombra amenazante arrebrujándolo en un abrazo frío y desgarrador que le evoca su condición de paria, de marginado en su propio hogar, los minutos se estiraban hasta convertirse en horas interminables y Klaus se encontraba atrapado en un torbellino de pensamientos oscuros y tortuosos que lo arrastraban hacia abismos de desesperación.
El silencio se volvía ensordecedor interrumpido solo por sus propios suspiros agónicos y el palpitar acelerado de su corazón que parecía retumbar como un tambor ominoso. El tiempo se diluía en un torbellino de confusión y desesperanza capturándolo en un laberinto sin salida, condenado a vagar eternamente en su infierno personal.
Y es esta experiencia la que moldea su futuro, alimentando su deseo de venganza y su sed de poder para escarmentar a quienes se oponen a su voluntad utilizando el mismo castigo; Privando de libertad.
Si el destino lo hizo agonizar, él tenía todo el derecho de poner de rodillas al mundo entero.
Mystic Falls, Virginia, 994 D.C
-¿Por qué no trajiste a Rebekah? Esto se le da mejor que mí-divaga el apuesto rubio cobrizo de dieciséis años apartándose la melena del rostro cuando se le pega a la frente debido al sudor-O a Finn, Elijah, Kol, incluso a Henrik.
-Rebekah se encuentra indispuesta, Finn y Elijah salieron con padre por la mañana, Kol está con la cabeza sumergida en sus lecciones de magia y Henrik me pateó con tal que no interrumpiese su siesta-expone la preciosa castaña con dulzura y paciencia a su mellizo quien rueda los ojos en su órbita rogando que culminase la pesadilla de tener que escoltarla al campo-En lugar de quejarte, considero que podrías aprovechar para recolectar algunas flores, tienen buena pinta para servir de acuarelas-Klaus enarca una ceja incrédulo ante su propuesta desinteresada, Krista es excelente volteando el tablero a su favor, una cualidad que le envidia fervientemente-Y...Me disgusta rondar sola en estos lados después de...Lo que ocurrió.
La guardia del ojiazul se derrumba rememorando el incidente ocho años atrás en que su hermana se vió envuelta ¿Cómo una simple caída rodando por una colina le marcó tanto? Si, admitía que las lesiones fueron severas, sangre y raspones tatuados por todas partes de su cuerpo, más no era para tanto, al menos no le parecía motivo suficiente para tenerle una extrema fobia al sitio, una aversión al color amarillo y renunciar a que le colocaran una mano encima durante meses.
Aún con sus dudas respecto a las reacciones de su melliza, no la cuestiona sino que se limita a acompañarla en su extenuante caminata en virtud de que preservar su seguridad es lo único que le interesa, a fin de cuentas no le parece tan desagradable deambular en medio del prado escudriñando las flores que Krista arranca y guarda en una canasta para posteriormente elaborar sus predilectos adornos para el cabello, él se dispone a labrar su tarea personal y se trata de examinar el panorama pesquisando el más mínimo detalle disfrutando las simplezas de la naturaleza que goza plasmar con sus acuarelas a como puede.
Sus radiantes ojos azules contenedores de un majestuoso océano se detienen abruptamente estancándose en una figura masculina que se aproxima marchando a paso lento y con gracia, por inercia, Klaus cubre a su hermana con su cuerpo cerciorándose que el desconocido no represente ningún ápice de amenaza a la seguridad de ambos. El hombre es fornido, con una musculatura impecable y bien trabajada, hombros anchos, brazos esculpidos y buena altura, su rostro es apuesto, de piel ligeramente besada por el sol, expresión serena y con ínfulas de sabiduría, barba de estilo candado recién recortada, cabello castaño oscuro y ojos color avellana que le plantan un signo de interrogación entre ceja y ceja al adolescente.
Parece que le arrancó y le robó descaradamente los ojos a Krista.
¡Son idénticos!
-Buenas días, muchachos-saluda esbozando una sonrisa armónica, una vocalización acogedora y una inclinación cortés que los mellizos imitaron sintiéndose los jóvenes más maleducados de la aldea ante la fineza del hombre delante de ellos, su presencia parecía emanar una sensación de calidez y seguridad que los envolvía como un manto reconfortante. A pesar de no conocerlo se sintieron instantáneamente a gusto en su compañía como si estuvieran encontrando a un viejo amigo, era un instinto primitivo inexplicable, una cuerda invisible que tiraba de ambos lados atrayéndolos sin posibilidad de oposiciones. Es el susurro de antiguas melodías, un eco distante que resuena en lo más profundo del alma, una chispa de reconocimiento en la vastedad del universo.
Es la sensación de estar en casa, incluso cuando el hogar es desconocido.
Como dos lobos caminando en paz con su manada.
-Buenos días, señor...-recitan al unísono esperando que complete la oración colocándose nombre.
-Pueden llamarme Ansel-El licántropo los observa de hito en hito con ternura reconociendo en ellos rasgos familiares que lo llenan de nostalgia y orgullo ante dos adolescentes hechos y derechos. Klaus porta su mismo temple protector y Krista retrata su sabiduría, durante años soñó con ese instante hasta que tuvo el valor para abandonar las sombras donde los contemplaba, acercarse y conocer a su más grande tesoro.
Sus hijos.
La alegría de finalmente ver los frutos de su sangre y vislumbrar la belleza de su propia descendencia se ve empañada por la profunda tristeza de no poder revelar la verdad, de no poder abrazar a sus hijos como tal. Una sensación de impotencia lo embarga, pues sabe que cualquier desvelamiento pondría en peligro la vida de los mellizos ante la bestia abominable que durante los últimos dieciséis años han llamado "padre" La necesidad de protegerlos a toda costa pesa más que cualquier otra cosa, es el automatismo de un hombre lobo cuyo acto maquinal es resguardar a sus cachorros.
La incapacidad de compartir con ellos la verdadera conexión que comparten, de expresar el amor y el lazo familiar que los une en secreto, lo llena de una profunda tristeza y pesar, una sensación de vacío lo consume desde dentro como si un pedazo de su alma se desgarrara al no poder abrazar plenamente a sus retoños, cada palabra que pronuncian, cada gesto que hacen, lo lleva a un abismo de añoranza y dolor.
La verdad podría liberarlos de las sombras del desconocimiento y en su defecto, exponerlos a un peligro mortal, la angustia de no poder reclamar su lugar en sus vidas lo consume día tras día.
-¿Disfrutan del hermoso día?-consulta el alfa en un intento desesperado porque no muera la única conversación que ha podido entablar con los mellizos en años.
Krista asiente demostrando que es la más accesible entre los hermanos, Klaus se limita a escudriñarlo con curiosidad sin formular mucha palabra-Sí, es una preciosa tarde para pasear por estos lados-No comprende de donde sale tanta verborrea y confianza para platicar con un desconocido ¡Le aterraban desde el altercado con Neill Haraldsen!
-Me alegra oírlo ¿Son de por aquí o están de visita?
-Este es nuestro hogar, a mi hermana le gusta venir al campo de vez en cuando-El rubio cobrizo se anima a tomar la palabra para alivio de Ansel dándole la oportunidad de atender la voz de su primogénito-No es mi actividad favorita, más no la dejo sola-esclarece.
Al castaño le brillan los ojos ilusionado y deleitado ante el estrecho vínculo que comparten-Me alegra oír que protejas a su hermana, además siempre es bueno disfrutar de la naturaleza ¿Han encontrado algo interesante?
-Flores para mis coronas-Se adelanta la menor con una sonrisa soñadora que Ansel se toma el tiempo de grabar en su memoria-Las que crecen por aquí son hermosas, también hemos estado disfrutando el paisaje y conversando-No es explícita para comunicar el gusto de su mellizo por la pintura en virtud de guardar ese pasatiempo secreto mal visto en un varón para la época.
-Suena como una manera encantadora de pasar el tiempo, me recuerda a mis días de juventud, cuando solía recorrer estos mismos campos con mis amigos-aporta el adulto rememorando sus días de adolescencia junto a sus compañeros de la manada en su auténtica piel lobuna.
-¿Usted también solía pasear por aquí cuando era joven?-indaga el ojiazul intrigado por el hombre ante ellos que para ser un desconocido le proporciona una sensación de comodidad, sus palabras son un bálsamo que alivia las heridas emocionales que ha acarreado en su interior durante tanto tiempo. Sin saberlo, la presencia de su padre biológico le brinda una sensación de pertenencia y conexión que nunca antes había experimentado, colmando los vacíos de una relación paterna en su corazón.
-Sí, solía hacerlo, de vez en cuando vengo por un paseo como los viejos tiempos, sin embargo, ahora prefiero disfrutar de la tranquilidad del campo y observar cómo la naturaleza sigue su curso.
-Debe de tener muchas historias interesantes para compartir-Lo pica Krista para que prosiga charlando y no se vaya a ningún lado.
El hombre de mirada avellana sonríe de lado arrugando la comisura de los labios distinguiendo los trucos de su hija, no tiene agallas para amonestarla, es igual de astuta que él y sus dulces ojos lo desarman por completo-Algunas, quizás, pero la mayoría de ellas son solo recuerdos de un pasado lejano, no me gusta rebuscar por ahí, el pasado es una mariposa, si se le toca demasiado ya no podrá volar, lo importante es vivir el presente y disfrutar de cada momento que se nos brinda.
-Eso suena muy sabio-asume Klaus entre dientes más lo pasa por alto, no es una persona conocida por indultar con facilidad, vive en el pasado constantemente lamentándose y alimentando el rencor que le profesa a cada individuo que lo ha lastimado, anotándolos en una lista mental esperando que escarmienten sus pecados, lo atan las cadenas del odio, la ira y la venganza, la sangre le arde al concebir el sentimentalismo barato del perdón.
-Aprendí algunas cosas a lo largo de los años ¿Qué hay de ustedes? ¿Tienen planes para el futuro?
-Nos gustaría conocer nuevos lugares, explorar el viejo mundo de donde provienen nuestros padres y vivir aventuras emocionantes, nos encantaría aprender ciertas disciplinas que a lo mejor a mí no se me permitirán por ser mujer, lo comprendo, pero...
-Eso suena a un sueño maravilloso y si quieren el consejo de un viejo, nunca dejen de perseguirlo, jóvenes-Ansel irrumpe a su hija quien lo repara con admiración y gratitud de que no la compare con una blasfema ayudante del diablo que merezca ser arrojada de un acantilado-La vida es demasiado corta para conformarse con lo ordinario.
-Gracias por sus palabras, Ansel-Klaus sujeta la mano de su hermana agradeciéndole con un asentimiento al hombre que no le aparta los ojos de encima con añoranza, melancolía y anhelo de escoltarlo en sus siguientes pasos. Le atesta el pecho de una afable calidez paternal divisar la fuerza y la determinación en la mirada azulina de su hijo, más parecido a su madre en apariencia, pero con las cualidades natas de un líder, ya es todo un hombre ante el mundo y con solo verlo le hincha el pecho de orgullo la criatura que ha creado, admira con fervor su perseverancia, inteligencia y valentía a a corta edad que le serán herramientas vitales para enfrentar la avalancha que le caerá encima-Son muy inspiradoras.
-No hay de qué, siempre es un placer conversar con jóvenes con sueños y aspiraciones, no se olviden de quiénes son y de lo que son capaces de lograr, el futuro los espera con los brazos abiertos y una vida prometedora.
Mystic Falls, Virginia, 1001
-¡Ven rápido, Henrik! ¡Nuestros hermanos están peleando otra vez!-La voz cantarina y juguetona de una preciosa rubia de dieciocho años llamando a su hermano menor de catorce, pesquisa la atención de la castaña de veintitrés la cual rueda los ojos con diversión y alza la falda de su vestido rojo para echarse a correr tras sus hermanos menores.
En medio de la diminuta y rústica plaza de la aldea con pueblerinos yendo y viniendo de labrar sus deberes, los tres hermanos contemplaban expectantes el amistoso combate de espadas entre Klaus y Elijah, los tajos se repartían en el aire serpenteando en destellos veloces aquí y allá, el rubio cercaba los ataques con unas maniobras inmutables y feroces para un simple juego entre carcajadas, pero así era el ojiazul, competitivo a morir y aborrecía la derrota.
Klaus le ataja el golpe y con el peso de su cuerpo junto a la resistencia que opone su espalda, le propina un empujón al castaño mayor que lo obliga a retroceder con una sonrisa ladina tallada en el rostro aún con la posible derrota que le aguarda.
-Ah, nuestros hermanos llegaron a ver mi inminente victoria-fanfarronea Elijah rondando en círculos planteando sus siguientes movimientos.
El menor le apunta burlón con el filo de la hoja-Al contrario, Elijah-Arquea el arma que trae en manos en un movimiento diagonal que es interceptado ágilmente por el castaño. El mayor gira sobre su propio eje apretujando el mango en una estrategia por arrebatarle la espada a su hermano, Klaus lo detiene por arriba y se repliega cogiendo impulso para un nuevo ataque, se da la vuelta y de un corte grácil le parte el cinturón a la mitad que cae al suelo arrebatándole una risa a Henrik.
El castaño tiene el rostro desfigurado de la sorpresa al tiempo que el rubio no extingue el esbozo de mofa en su semblante-Vinieron a reírse de ti-Elijah no es capaz de retener una risa pese a la humillante derrota que acaba de sufrir-Agradece que soy más misericordioso que nuestra espadachina experta-susurra entre dientes apuntando a Krista quien alza la mano orgullosa siendo molestada por Rebekah y Henrik que le tironean del vestido animándola a participar en un duelo amistoso y clandestino a media noche una vez sus progenitores estuviesen descansando, sin prejuicios en el aire, nada más los hermanos Mikaelson disfrutando un ameno instante de convivencia.
-Tranquilo, Mikael, Niklaus no es malo.
La voz de su madre le retruena en los oídos al ojiazul disparando el interruptor que enciende sus alertas, la euforia se disipa y el horror se dispersa al encarar a su padre el cual lo repara embravecido.
-Ese es el problema-farfulla el bárbaro encaminándose a su hijo quien lo espera enderezado irguiendo la espalda tal cual un soldado aguardando ordenes de su capitán. Klaus busca desesperamente la mirada de su madre y para sorpresa de nadie, Esther lo elude rehusándose a intervenir avivando el creciente rencor que su propio hijo le tenía.
Mikael le arrebata la espada a su hijo mayor y Krista da dos pasos al frente empecinada a abogar por su mellizo, en su defecto, es el pequeño Henrik quien la sujeta de la muñeca suplicante con tal de no verla ser ultrajada como la mayor parte del tiempo que le planta cara a su salvaje y atroz progenitor.
El bárbaro se pasea a su alrededor infundiéndole terror y asechando a su hijo semejante a un depredador acorralando psicológicamente a su presa antes de arremeter contra su integridad-Ahora-El joven de veintitrés años traga en seco esforzándose por no devolver el estómago a causa la corriente agobiante que le aturde el organismo, las extremidades le flaquean como dos trozos de gelatina, la palma de las manos le suda frío y el corazón se le acelera frenético ansiando huir de esa situación-¿Me enseñas ese truco, jovencito?
A Klaus no le queda tiempo más que para defenderse atajando las brutales y veloces ofensivas que desperdiga su padre a diestra y siniestra importándole un comino si el rubio tiene los reflejos lo suficientemente desarrollados para bloquear los embates mortales que bien le podrían cercenar la piel y elaborar la amputación medieval de alguna de sus extremidades.
-Padre, solo nos divertíamos-fundamenta el ojiazul con la cabeza gacha tratando de razonar con el hombre ¿Por qué tenía que empañar cada momento de felicidad que conseguía acaparar en medio del infierno personal que se encargó de fabricarle? ¡No hizo nada malo más que pasar tiempo de calidad con su hermano mayor! ¿Que le costaba dejarle en paz un mísero día?
-Peleamos para sobrevivir ¿Y tú tienes tiempo de divertirte?-Debió suponer que ese era el epicentro de su rabia, aparentemente Mikael esperaba de él que fuese una máquina de matar el cien por ciento de su tiempo, verlo sonreír y ser feliz le parecía un crimen desmesurado que no podía facultar-Yo quiero divertirme, enséñame, vamos.
-Padre, no era nada.
Mikael arremete con un tajo horizontal que Klaus a duras penas puede sostener ante la violencia con que le azota, un golpe certero en el mango saca volando la espada de las manos del menor, más la contienda no culmina ahí, el vikingo lo encuella y lo suspende en el aire antes de estamparlo contra el suelo rocoso, del cinturón desfunda una espada corta ubicando la punta a centímetros de la garganta del menor quien lo atisba con los ojos desorbitados y la mandíbula titiritando.
-Eres demasiado impulsivo y estúpido, muchacho-escupe el hombre clavándole los ojos enardecidos de ira al joven que encoge los labios en un mohín atemorizado suplicando que un movimiento en falso de su padre no le seccione la tráquea, durante sus veintitrés años de vida se tuvo que habituar a coexistir con el constante miedo a ser masacrado por su propio padre y el pecho no para de subirle errático en cada ocasión-¿Qué? ¿No fue divertido?
-Ya comprendió, Mikael-aboga Esther con un tono de voz severo avivando la cólera que hierve en el torrente sanguíneo de Krista quien no irrumpe a desafiar a su padre porque su hermanito no le suelta el agarre de la muñeca y Rebekah le cubre los labios con una mano en una improvisada mascarilla para silenciarla.
El patriarca de la familia contempla a Klaus una última vez antes de incrustar la espada salvajemente a un costado de la cabeza del rubio que ahoga un grito en la garganta torciéndose el cuello con tal de eludir la estocada, la frecuencia respiratoria le incrementa rozando en un severo ataque de taquipnea-A veces es un milagro que sigas vivo, muchacho.
Y no podía estar más de acuerdo.
Se ha plantado ante las puertas de la muerte más veces de las que puede contar con los dedos de las manos, cada una con denominador en común; El hombre al que llama padre y se aleja indiferente después de impartir su lección como un predicador satisfecho que recabó su objetivo.
-¡Por Odín, siempre te quedas callada, el cinturón destrozado de Elijah es más útil que tú!
-¡Kristalia, cuida tu tono, no me faltes el respeto, soy tu madre!
La castaña le ensarta los ojos avellana a su progenitora con un matiz de reticencia y Esther no puede evitar deglutir horrorizada ante la rabia contenida en las pupilas de su hija, era muy joven para lucir tan furiosa.
Krista se ubica de cuclillas acunando entre sus manos el rostro de su mellizo a la vez que Rebekah lo asiste a reincorporarse de pie-No te voy a preguntar si te encuentras bien, la respuesta es evidente-musita limpiando cariñosamente las perlas de sudor que escurren la frente de Klaus quien no aparta la vista del suelo avergonzado por semejante humillación-Juro que si pudiera...
-No te perturbes, hermana-No tiene cabeza para formular otra palabra y obedece a los movimientos mecánicos que indica su instinto encarrilándose a la arboleda que conduce a lo más profundo del bosque, su audición languidece ante los llamados de sus hermanos, no es si no la mano de Henrik tomando la suya que lo ancla a la realidad.
-Podemos ir a ver a los lobos, ya es hora y te hará sentir mejor-murmura lo suficientemente bajo para ser receptado exclusivamente por el mayor-Hoy es luna llena, recuerda nuestra tradición, Krissy ¿Nos acompañas?-Le consulta a su adorada hermana una vez esta se le aproxima acariciando con un ápice de maternidad su cabello castaño similar al suyo, era el momento favorito del menor de la familia, contemplar la transformación de los licántropos, un acto imprudente ciertamente, más era la pequeña costumbre de los tres.
-Por hoy me temo que declinaré ir con ustedes, mi niño-La mueca del castaño decae en un mohín decepcionado ante la inesperada respuesta de su hermana-No me mires así, preciso hablar con madre, así que no podré acompañarlos, perdóname.
-¿Ya no me quieres?
La joven de veintitrés años inca la rodilla con gracia ante la altura de su hermano menor (En otras circunstancias, Klaus se habría mofado de que no existía mucha diferencia)-Te amo, hermanito, eres y siempre serás mi bebé tengas la edad que tengas, nunca lo olvides ¿Si?-La guardia del rubio cobrizo se vino abajo ante la interacción de sus hermanos saboreando ese pequeño instante aún con el amargo trago que desliza su esófago inquieto por el altercado con su padre-Klaus te cuidará por mí, yo los estaré esperando.
El menor encoge los labios y asiente con la cabeza ligeramente desanimado-Bien, Krissy-De inmediato se repone y parece que le han suministrado una excesiva carga de energía dado que zangolotea el brazo de su hermano mayor casi queriendo tirar de él para que lo siga-¡Apresúrate, Nik, vamos a llegar tarde, ya va a anochecer!
Al ojiazul no le queda tiempo de protestar por la brusquedad de sus jalones (Henrik es considerablemente fuerte para contar con apenas catorce años, con esta destreza será un orgullo para su barbárico padre) y es enrutado a las profundidades del bosque recibiendo una mirada suplicante por parte de su melliza antes de marcharse, le está rogando en silencio porque proteja a Henrik a toda costa y porque no retornen hasta que concluya la acalorada discusión que tendrá con su madre.
La noche cae sobre el bosque como un velo oscuro tejiendo sombras y misterios entre los árboles que susurraban las historias impregnadas en las páginas de los libros propiedad de su progenitora. Henrik y Klaus se adentran en las penumbras con pasos cautelosos procurando no hacer más ruido que el crujir de las ramas secas bajo sus pies apenas perturbando el silencio de la noche. Una tensión palpable se aferra a sus almas entre tanto se encaminan hacia el claro donde los licántropos realizan su ritual de transformación.
El aire está cargado de electricidad, dando la impresión de que el mismo bosque contiene la respiración en anticipación al espectáculo que está por desplegarse. Los hermanos avanzan en silencio, sus corazones latiendo al unísono en medio de una mezcla de emoción y aprehensión ansiosos por cumplir con la tradición que desconocen, figurará un final para los dos.
Tan pronto arriban al borde del claro, quedan paralizados al contemplar la fotografía que se extiende ante ellos, las siluetas humanoides se retuercen y se contorsionan, los huesos se parten en trozos adaptándose a la anatomía estipulada por la genética dando paso a las figuras de los licántropos emergiendo de la oscuridad. La luna llena se cierne irradiando sobre ellos pintando de plata sus pelajes mientras se entregan a la transformación.
El mayor traga en seco bajándose el nudo que se le atora en la tráquea al percibir esa característica dosis de familiaridad que le atraca, no es la primera vez, siempre que asiste a presenciar la función algo en su interior se remueve, similar a un perro encadenado desesperado por soltarse y correr codo a codo con los integrantes de su camada. El corazón le vibra a una sintonía hogareña indicándole por inercia que su sitio no es ser un mero espectador, sino un protagonista de su verdadera identidad.
Henrik aprovecha que su hermano se queda pasmado para adelantarse considerablemente, observa maravillado y las pupilas se le ensanchan debido a la midriasis que denota su fascinación por las criaturas, entidades a las cuales la mayoría de habitantes les huía despavoridos y se agolpaban los engranajes de la cabeza escarbando una forma de purgarlos. El menor de los Mikaelson los admira con respeto semejante a la manera en que gozaba de las peculiaridades de su familia.
No obstante.
El reloj de arena se dió la vuelta y en cuestión de segundos, Henrik Mikaelson aprendió a las malas el porqué no se debe rascar bondad donde no la hay.
Su asombro se convierte en pavor, el rostro sonriente e ilusionado se le deforma de sopetón cuando una de las bestias pierde el control, sus ojos ámbar brillando con una ferocidad salvaje apretando las patas preparado para embestir a los hermanos, las garras le ayudan a apresurarse y pela los colmillos moviéndose a una velocidad sobrenatural sin darle mucho tiempo a los hermanos para reaccionar antes de que el ataque se produzca.
El instinto de supervivencia se apodera del mayor, los músculos se le sueltan y la adrenalina se le vierte en el torrente sanguíneo avivando su mecanismo de supervivencia, pone a andar la planta de los pies pisando a zancadas, corriendo para alcanzar a su hermanito, en cambio, lo peor ocurre, un intenso dolor le atraviesa la pierna derecha, se muerde el interior de las mejillas para no desgarrarse las cuerdas vocales con el grito que amenaza expulsar. Al mirar hacia abajo, ve una gruesa rama que se ha clavado profundamente en su pantorrilla empapando su piel con sangre.
La agonía paralizante lo consume a la vez que intenta desesperadamente liberarse de la trampa natural, en su defecto, cada movimiento solo hace que el dolor se intensifique al haberle cruzado ambos lados de la pierna. Sus manos se aferran a la rama esforzándose por arrancarla que para su mala fortuna está tan incrustada que parece fusionada con la carne y las extremidades temblandole de la inquietud no son un buen apoyo.
Con el corazón latigándole contra la caja torácica, Klaus grita el nombre de su hermano, su voz se ve sofocada por el rugido ensordecedor de la transformación de los licántropos y del combate cercano. Una vez consigue arrancarse la rama, omite la sangre brotando con abundancia, el dolor punzante que le aborda y corre lo más que puede con una pierna semi inmovilizada que no le sirve de nada en virtud de que es demasiado tarde cuando se encara con Henrik enfrentándose a un destino desastroso frente a sus propios ojos.
El mundo parece detenerse mientras observa impotente la tragedia que se desarrolla semejante a un cortometraje en el que no tiene la facultad de participar o editar las palabras del guión establecido, el sonido de los gruñidos, la sangre y los gritos de Henrik resuena en sus oídos como un eco desgarrador, el licántropo lo arremete y de un mordisco le mastica el estómago devorándole las entrañas, los ojos del niño se quedan idos, ya no puede hacer nada para ayudarlo. Un peso abrumador se posa en su pecho, la sensación de impotencia aplastándolo como una losa mientras enfrenta la terrible realidad de que ha perdido a su hermano para siempre.
Porque no pudo hacer más.
Porque fue un cobarde para hacer más.
Porque no tuvo las agallas para desafiar la crueldad de su propia naturaleza.
No le queda más que ahuyentar al lobo para que deje el cadáver de Henrik en paz y cagarlo entre sus brazos de regreso a la aldea entre gritos.
Mystic Falls, Virginia, 1001
Las encías le punzan del dolor y no, no es semejante a la incomodidad de un bebé recién nacido cuyos dientes están aflorando, es treinta veces peor dado que además del dolor físico (Que a este punto es lo de menos) Se topa contra la vergüenza, la humillación y por encima de todas las desgracias que ha experimentado desde el punto y aparte que determinó su vida, es el hambre voraz y desolador que le carcome cada una de las neuronas que fusilan su razonamiento dejando nada más que un instinto primitivo que fulmina los fragmentos del alma que le restan.
Klaus se limpia un hilo de sangre que se le escapa de la comisura de los labios con las mangas ensangrentadas de su camisa blanca de lino, antes pulcra y pura, ahora manchada de las atrocidades que cometió con las víctimas a las que devoró hasta casi drenarlas de no ser por los pocos gramos de autocontrol que le quedaban.
Meses transcurrieron desde el fallecimiento de su hermano menor que devastó a la familia, Finn no se lo podía creer, Elijah sostuvo a una Krista deshecha en sus brazos, Kol y Rebekah se consolaron mutuamente y Klaus se exilió en su propio caparazón hermético torturándose con la vergüenza, la culpa y la impotencia que deambulaban como fantasmas rememorando su pecado, no protegió a su hermano, el asesinato de Henrik no era culpa de nadie más que de él.
Los patriarcas de la familia pusieron sobre la mesa sus recursos sobrenaturales y recurrieron a la magia negra dispuestos a todo por hacer prevalecer la vida de los hijos que les restaban, jugar con el destino trae sus consecuencias y tentar a la muerte es un crimen que se paga caro. Recurriendo a la adaptación de un viejo hechizo de inmortalidad, ocupando la sangre de una Petrova, implorando al sol por la vida y al roble blanco por la inmortalidad, Esther forjó su propia y macabra creación, las criaturas de la noche, los vampiros originales, más poderosos que los licántropos y el desbalance de la naturaleza encarnados.
El conjuro provenía con una serie de habilidades que los hermanos descubrirían por completo más tarde, velocidad, fuerza, agilidad, sentidos, curación y una variedad de poderes psiónicos sobrenaturales como compulsión mental y telepatía que eran la menor de sus batallas, no todo eran ventajas.
El mismo sol que les dió la vida los quemó hasta que su madre se las apañó para hechizarle un amuleto a cada uno, la madera del árbol que les otorgó la inmortalidad sería el único elemento capaz de arrebatárselas, la verbena que crecía a sus pies era altamente tóxica al entrar en contacto con esta y al ser ingerida por humanos les obsequiaba inmunidad ante la compulsión.
Y la peor de todas.
Aquella que mataba lentamente las fibras humanas de Niklaus.
Una abrumadora hambruna por sangre humana que no hacía más que incrementar.
Las venas de la frente le palpitan al original cuando la actividad sensitiva y desarrollada del nervio olfatorio detecta el exquisito aroma de sangre fresca en la oscuridad del bosque que le arrebató la vida a su hermano menor. Klaus no pierde tiempo y pisotea la encrucijada moral que le reitera que lo que hace es incorrecto, no obstante, hace mucho que vive en automático con los sentimientos congelados, un mecanismo de defensa que perduraría.
¿Qué mejor manera de protegerte del dolor que pretender que no te importa nada?
El rubio cobrizo se abalanza contra la pobre alma desafortunada que vagaba por ahí, le ensarta los colmillos hitamente en la arteria carótida atiborrándose del elixir de vida cuyo sabor metálico es un manjar para su exigente paladar que succiona sin piedad masticando la carne con brutalidad sin poner una pausa para detallar que a su pobre víctima le quede algo para recuperarse, no sucede, no se detiene, traga y sorbe hasta que entre sus brazos no tiene más que un cadáver pálido e inmóvil.
La luna que se alzaba como testigo parece observarlo antes de mandarle el castigo que trae por defecto en su ADN y que desencadenará un pináculo más para sellar su turbulento y bochornoso testigo, arrebatar una vida es un pecado que se escarmentaba con severidad y la maldición que acarrea por defecto es la peor de las condenas. Los acontecimientos se desataron por orden, la articulación de la rodilla se le parte por la mitad arrancando los alaridos de Klaus, es turno de los huesos de la pierna que se van destrozando en pedazos mandándolo al piso, los dedos se le entumen haciéndose añicos conforme los huesos del brazo y el antebrazo.
-¡Niklaus!-vocifera Elijah acudiendo a los clamidos de auxilio por parte de su hermano menor seguido por su progenitor que lo agarra de los hombros impidiendo que prosiga a acercársele al convaleciente rubio en el suelo.
-¡¿Qué me está ocurriendo?!-indaga afligido el ojiazul entre aullidos de súplica angustiado por el suplicio que le revienta los nervios y la desconocida procedencia de la condición que se niega a reconocer, es la misma que le arrancó de los brazos a su pequeño Henrik, no, no puede ser uno de ellos, no es posible.
A medida que las extremidades se le retuercen segmentando sus troceados pedazos, las encías le sangran presumiendo un nuevo par de colmillos más ligeramente más pequeños que los de un vampiro, sus ojos no nada más están inyectados de sangre rodeados de venas negras, la iris la tiene coloreada de color ámbar, la tonalidad que distingue a un licántropo.
-Es una bestia, una abominación-musita Mikael con desdén reparando la entidad que no reconoce como uno de los suyos.
El dolor que atraviesa el cuerpo de Klaus es indescriptible, es un infierno plagado de torturas personalizadas, los huesos se le rompen, los músculos se le desgarran y todo culmina en un tormento que eclipsa cualquier sufrimiento que haya conocido. Grita, se retuerce, pero la metamorfosis continúa implacable, su mente, un torbellino de terror y negación, no puede comprender lo que le está ocurriendo.
O más bien, no quiere hacerlo.
Mikael espera un momento antes de que sea prudente arrastrar a su hijo hacia un terreno baldío donde su esposa le aguarda preparando los ingredientes frente a una pira de fuego, el bárbaro forcejea con el rubio cobrizo al querer encadenarlo al ensamblaje de madera ignorando las súplicas de la melliza de Niklaus.
-¡Suéltalo, lo estás lastimando, padre!
-¡Suficiente, Kristalia!-El hombre le estampa la palma de la mano en la mejilla que la manda a callar de inmediato y le encesta una patada en la rodilla que la derriba-¡Cierra la boca si no quieres terminar como él!-Enreda una mano en su cabello y la arrastra con fuerza arrojándola al camino que retorna al pueblo obligándola a marcharse.
La madre de los mellizos traga en seco nerviosa ante la contienda que se dispone a pasar por alto, no le conviene levantar más sospechas de las que su esposo ya tiene suficiente para deducir su amorío, agradecía fervientemente a los dioses que su hija de milagro no haya heredado el gen de la licantropía, la castaña arrebató vidas con anterioridad y permanecía normal.
O eso le hizo creer la mentirosa experta a la que dió a luz.
-¡Elijah, sostenlo!-Mikael pide refuerzos ante la descomunal fuerza del híbrido neófito que supera con creces la suya.
-¡Hermano!-implora el menor con los ojos empañados de lágrimas con el corazón ultrajado y su voluntad pisoteada esperando recibir la mano que el mayor le tiende cada vez que lo necesita-¡Por favor, no permitas que me haga esto!
-¡Hazlo ahora!
En cambio, las ordenes de su padre retumban como un eco que le advierte el condicionamiento que configuró su cabeza para obedecerle al hombre que le dió la vida, por más que su alma y su corazón se rehúsen a acceder a la atrocidad que Mikael le comanda, Elijah es incapaz de desertar y acata las orientaciones del vikingo, una vez más, el horror a su padre es más fuerte que su propia autonomía.
Quizás por eso pasaría durante un milenio viviendo para sus hermanos en un vacío intento por reparar y compensar el daño que causó con la complicidad de su silencio.
Esther comienza a recitar un hechizo antiguo en latín y el aire se llena de energía manifestándose en una cruda ventisca que le revuelve el cabello a los presentes, Klaus siente un nuevo tipo de dolor cuando la maldición licántropa es reprimida dentro de él, sus colmillos retraen, sus ojos vuelven a la normalidad y podría decirse que la tortura física cesa.
Pero el daño ya está hecho.
Algo en su interior se ha roto de forma irreparable.
Desde ese entonces y con incontables sucesos que se venían acumulando en un vaso de agua desde que su madre lo expulsó de su vientre, Klaus no volvió a ser el mismo, eventualmente el odio y el dolor se convirtieron en sus compañeros constantes. La represión de su lado licántropo, si bien evitaba la transformación, no podía contener la ira y la amargura que se aglomeraron en su corazón, los maltratos de los que fue objeto, las palizas, las manipulaciones, la tortura psicológica, las altas expectativas, cada instancia de felicidad empañada por ese monstruo fue apagando cualquier atisbo de humanidad
Y la humillación de ser considerado una abominación por su propio padre y la impotencia de no haber salvado a Henrik fueron la chispa que encendió el mechero de su furia.
Con el paso del tiempo, Klaus abrazó la oscuridad, siendo perseguido y asechado por su padre adoptivo, se le prendió el interruptor de su constante paranoia y delirio de persecución que lo catalizó en un hombre maníaco que no confiaba en su propia sombra, apuñalaba a diestra y siniestra antes de que lo emboscaran a él. Se convirtió en una alimaña despiadada, un asesino a sangre fría utilizando su poder para dominar y aterrorizar a quienes se cruzaban en su camino.
Su nombre se convirtió en sinónimo de miedo y su crueldad no conoció límites.
Se vengó de sus enemigos con una brutalidad sin precedentes creando un legado de terror que se extendió por países enteros.
El mundo lo conocería como un villano, un monstruo que no dudaba en causar dolor y sufrimiento riendo y gozando del pavor que infligía satisfaciendo su ego por el poder que representaba, ya no era una presa, era el depredador alfa de la cadena alimenticia.
La vida misma con todas sus traiciones, pérdidas y dolores lo esculpió en lo que era. Klaus Mikaelson se convirtió en una advertencia de lo que puede suceder cuando el dolor y el odio consumen un alma atormentada.
El híbrido original se consolidó como el gran mal de la historia, un testamento viviente de la capacidad de la humanidad para engendrar monstruos a partir de sus propias sombras.
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