UNO
JUNGKOOK
La tarde era tan deslumbrante y cálida que me entretuve observando curiosamente cómo una abeja recolectaba el néctar de unas flores de mi jardín. Me encontraba en el césped sentado, leyendo un libro que hablaba sobre el cuidado doméstico y no es que tuviera alguna mascota, pero llevaba tiempo pensando en adoptar un cachorro, cuando el zumbar de la abeja y su revoleteo me sacó de la lectura.
Miraba el pequeño insecto, preso de su curioso cuerpo y su trabajo laborioso, cuando unos toques constantes a la cerca que separa el patio delantero de mi casa de la calle me hizo apartar la vista. Vi a un chico de cabello castaño y algo despeinado transitar, con unas gafas oscuras alrededor de sus ojos y llevaba un bastón. Mi cerca no era tan alta, apenas me daba por la cintura y mido 1.78 metros, podía verlo con claridad.
«Es ciego».
Fue lo primero que pensé. El chico aparentaba mi edad, apenas estoy en mis 27 años y sentí que el corazón se me oprimió al ver a alguien tan joven como yo privado de la vista. Seguí su andar con detenimiento, cuando noté que la puerta de la cerca estaba abierta hacia la calle.
—Oh no, va a chocar —dije para mí y me levanté rápidamente para evitar que él se hiciera algún daño—. ¡Espera! —grité cuando justo él pasaba por la apertura que da entrada a mi jardín.
Se detuvo en seco y giró su cabeza hacia mi dirección, al estar cerca cerré el pequeño portón, quedándome de la parte de afuera. Entonces reparé en su figura más de cerca; llevaba puesto un jersey color zapote muy clarito y por encima de este un chaleco de puntos de color blanco, debajo vestía un pantalón de tela color beige, más unos mocasines de cuero negro. Vestía tan elegante que quedé deslumbrado.
—¿Hola? —habló y me sobresalté un poco, estaba tan perdido en su ecuestre figura que había olvidado hasta el motivo por el cual había detenido su andar— Buenas tardes, ¿joven, puedo saber por qué has gritado para que me detuviera?
—Buenas tardes, ¿por qué me trata como si usted fuese un viejo ante mí? Apenas tengo 27 y usted aparenta tener mi edad, tal vez sí sea mayor que yo pero no tanto.
Una sonrisa apareció en sus labios, y me quedé rotundamente ensimismado ante la imagen tan bella que me ofrecía. Seguro se reía de mi mala educación o de mi petulancia, pero yo tenía al corazón latiéndome con mucha fuerza dentro del pecho.
«¿Es a esto a lo que se le llama “Crush”?».
—Tienes razón —me dijo—, soy un año mayor que vos. Disculpa mi descortesía.
—No no no, discúlpeme usted. He sido un poco maleducado. Lo he detenido porque el pequeño portón de la cerca que rodea mi casa estaba abierta hacia a fuera, temí porque chocara con ella y se lastimara. Ha sido también un descuido mío no cerrarla bien, disculpe —hice una reverencia, aunque él no pudiera verla.
Sentí sus pasos acercarse y una mano tocar mi hombro, me estremecí; su ropa emitía una fragancia tan suave y exquisita que me embriagó.
—Muchas gracias. Mi nombre es Taehyung —erguí mi cuerpo cuando él se presentó—, ¿cuál es el tuyo?
—Jungkook —contesté y él se quitó las gafas.
«Sus ojos: son preciosos».
—Ha sido un gusto en conocerte Jungkook —sonrió, mostrándome nuevamente una sonrisa geométrica que debo decir que en mis 27 años no he visto a otro humano tener una sonrisa como la suya—. Pero yo debo continuar mi camino.
—Oh, tiene usted razón, lo he estado retrasando —me aparté hacia un lado—. Adelante, me he apartado para que usted pase.
El chico solo caminó, tanteando con su bastón el suelo de un lado a otro, y cuando pasó por mi lado se detuvo.
—Por cierto, si quieres que te trate de igual a igual, deberías dejar de llamarme por “usted”, ¿no lo crees? Así que si algún día de estos nos volvemos a encontrar, también trátame de “tú” —zanjó y siguió su marcha.
Yo solo me quedé allí parado, contemplándolo mientras se alejaba.
—También fue un gusto conocerte, Taehyung.
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