#52 - La historia de Sharon Mina. Parte 9.
LA HISTORIA DE SHARON MINA. Parte 9
(Dios es igual que un Diablo idolatrado.)
Mina no podía sentir arrepentimiento, ella estuvo peor muchas veces y ellos no se se retractaron ni sintieron pena. Se sintió feliz, relajada, satisfecha de su hazaña.
— ¡Mina Ezaki, a mi oficina ahora! — pero su felicidad cambió a preocupación cuando el director dejó su mareo y le gritó.
Mina lo juzgó grandemente, él nunca intervino cuando ella era la casi muerta en el suelo. Se fue tranquilamente, pero en el camino a la oficina pensó seriamente en todo y escapó de ahí cuando la imagen de su madre viajó por su mente.
Su madre tiene una imagen muy diferente de ella; inteligencia dotada, un poco asocial, inocente, tranquila, sin problemas. No quería que se decepcionara de ella, así que huyó al único lugar donde podía estar tranquila.
Daniel.
Llegó a su casa, entrando con su llave personal que Daniel le dio para que entrara cuando quisiera. El hombre había viajado a Corea, dijo que para tomarse un descanso (aún si su vida era pacífica y ya estaba jubilado), y por eso le dio a Mina una llave para que pudiera pasearse por su casa cuando quisiera.
Mina pudo sentirse en paz.
Las personas de limpieza llegaba en las mañanas para mantener ese lugar bonito y limpio, nadie estaba presente en el gran lugar, así que Mina pudo olvidarse de todo.
Todo parecía ser como una droga, llegaba a un lugar seguro y su sistema se apagaba para dejarla en un trance de calma con una mirada somnolienta aunque no tenía sueño.
Todo era relajante, pero todo se acabó cuando al estar en calma se encontró con su madre cruzada de brazos al lado de la puerta, seria y mirándola estar desparramada por el sofá, con Sherk 3 reproduciéndose en la televisión.
Primeramente Mina no se inmutó, la miró despreocupada pero algo dio click en su mente y se levantó bruscamente del sofá, cayendo de espaldas por la inesperada aparición de su madre.
Chihiro casi reía por el chillido de su hija y cómo dejó ver solo de sus ojos para arriba por el sofá. Pero se recordó a sí misma que estaba enojada y se recompuso en seriedad, esperando que Mina se dignara a decir algo.
— Buenas tardes — Mina dijo entre un carraspeo y totalmente nerviosa.
— Es de noche, Mina.
Chibiro se había alterado totalmente cuando le dijeron que su hija hizo todo un desastre con cuatro chicas y un chico, y por supuesto que se había alterado aun más cuando le dijeron que se escapó. No sabía dónde estaba su pequeña, eso la carcome más que cualquier pelea en la que haya metido.
Sabía de los escapes de Mina, los tenía desde muy pequeña y venía en sus informes psicológicos del orfanato, sabía que se cuidaba bien desde corta edad, pero aún así la incertidumbre de que le pasara algo la hacía alterar.
Buscó con Hyunjin, con Momo, con cualquiera que podría darle información de dónde estaba su hija, ya que la noche se acercaba y no la encontraba. No había pensado en Daniel porque sabía que no estaba, pero al final decidió por verificar y entró sin permiso a la casa al verla sin seguro.
Su hija tan despreocupada, con una sonrisa floja por los chistes de la pelicula y totalmente desparramada, la recibió al entrar en la sala.
La alivió que Mina estuviera bien, pero entró en enojo cuando recordó lo ocurrido.
Mina no haría algo así nada más, debía haber una razón justificable o por lo menos razonable, así que soltó un suspiro mientras dejaba ver su lado preocupado por la más pequeña de sus hijas.
Se acercó mientras Mina se sentaba en el sofá con la cabeza gacha. Chihiro se sentó a su lado mientras le hacía una seña a Hikaru de que les diera un poco de espacio, quien había insistido en acompañarla en buscar a su hermana.
— Quiero que me expliques, Mina — y eso fue todo para que Mina se desahogara, su llanto empezó en unos segundos mientras tartamudeaba una palabra.
Mina entre ese llanto y voz aguda, le explicó lo que vivió desde los doce donde su padre reveló a gritos su gusto. Cada suceso que hicieron, el por qué verdadero de sus dos cicatrices en el rostro, de sus heridas causadas por "accidentes", de las veces que escapaba por más tiempo, de sus evitaciones, de por qué no lograba crear lazos amistosos con las demás personas exceptuando Momo quien la salvó.
Chihiro estuvo segura que un juramento propio se creó en su mente de premiar con todo lo que pudiera a Momo por ayudar y proteger a su pequeña, y también de premiar a Mina por aprender a defenderse y hacerse fuerte.
Aunque le entraron tremendas ganas de darle un zape por haberle ocultado todo aquello, pero comprendió sus preocupaciones, dejándola en su regazo para mecerla como si de una bebé fuese, pues para ella Mina era eso, una pequeña que no ha terminado de crecer por lo que vivió y se enfrentaba a los retos que la vida le ponía.
La muerte de sus dos familias, misma que la ha traumatizado por cómo lo presenció, la poca socialización en el orfanato, las escapadas que eran como su adicción, las palabras hirientes de decirle 'aburrida' o 'rara' de forma burlesca, el desprecio de quien había llamado padre, el acoso por un gusto completamente normal y humano.
Todo hizo que Mina no pudiera disfrutar el crecimiento, las etapas que personas de su edad ya tenían y pudieron disfrutar mejor que ella.
Hikaru se sumó a consolar a la menor, viendo con tristeza a su hermana estar destrozada y sacando por fin lo que tenía escondido en lo más profundo de sus sentimientos.
Mina tan solo fue suspendida por semanas, y porque Chihiro se las arregló para que no la expulsaran.
Chihiro primero dijo que mudarse y dejarla hacer otra vida social en otra preparatoria, era la mejor opción, con Hikaru apoyando su dicha, pero Mina insistió que no, hasta que las pudo convencer de que todo era mejor y allí estaban sus únicos tres amigos que le importaba tener.
Mina debió haber dicho que sí.
Porque tiempo después la madre de Hyunjin se juntó con un hombre, padrastro del pequeño Hwang que insistió mucho en mudarse a Corea porque eran de allá los tres. Tuvo que despedirse de un amigo, verlo irse a otro país sin poder hacer más que aceptarlo.
Fue la primera vez que Mina se despidió de un amigo.
Las clases siguieron con una paz mejor, había demostrado no ser la débil del principio, y le costó muchas peleas demostrarlo a escondidas de los docentes, pero pudo hacer que los acosos se redujeran a solo desprecio de lejos, lo cual estaba bien para ella.
Pero a alguien no le gustaba para nada eso y seguía molestandola, alguien que realmente Mina nunca puso verdadera atención pero pudo conocer como Amane Yoshi, un idiota un año menor que ella, pero que se paseaba como un rey y la acosaba también.
Mina peleó innumerables de veces con él, pero la diferencia es que él no se rendía aún si caía casi desmayado al suelo, se recuperaba para luego apañarselas para seguir molestandola. Momo también le dio sus buenos golpes en varias ocasiones, pero el obsesionado seguía de acosador. Era estresante.
Mina estaba harta de él, y agradecía cada desgracia que le ocurría a Amane.
Totalmente sus días eran mejores que antes, problemillas pero nada con lo que no pudiera lidiar. Todo le llegaba mejor y todo parecía ir mejor.
Pero claro que cuando eso pasa es porque algo grande pasaría, y fue la muerte de Reo, de la cual Mina se culpó, recordando claramente que todo quien la adoptaba moría. Reo tuvo un infarto, pero Mina seguía teniendo la inquietud de que cada familia suya moría, fueron dos ejemplos que la hicieron pensarlo, y con Reo siendo el tercero, la hicieron estar completamente preocupada de que Chihiro o Hikaru sean las siguientes.
Se quedó pegada completamente a ambas, no queriendo quitarles el ojo de encima para cualquier cosa que pongan en peligro las vidas de ambas. Cuando estaba lejos por las clases o demás, estaba totalmente preocupada y no dejaba de pensar, y se aliviaba al llegar a casa para no despegarse de ellas.
Aparte que también las consolaba. Chihiro había amado a ese hombre hace tiempo, y Hikaru lo consideraba su padre aún si no lo fue completamente en los últimos años.
Y ese no fue el golpe para después la calma. No. Ese solo fue un aviso de que todo se pondría peor.
El verdadero golpe que la hizo pensar que morir era una buena opción fue cuando después de caminar por la calle y ver negro, despertando después en un sótano con dos hombres sonriendo, éstos hablaron con una voz tétrica y completamente emocionada de tenerla amarrada y en miedo por sus presencias.
— Bienvenida a tu infierno, Mina.
¿Fue porque no tenía esa, oh, gran fe?
¿Fue porque no le rezaba?
¿Fue porque no creía totalmente en él?
¿Fue por eso que Dios mostraba ser un Diablo idolatrado en contra ella?
¿Por eso la hacía tener sucesos que la hacían anhelar estar muerta? ¿Realmente la estaba castigando por ser lesbiana? ¿Dios realmente existía? ¿Realmente ve todo? ¿Realmente la está vigilando mientras sufre? ¿Todo esto le pasa por no ser una de sus fanáticas? ¿Era eso?
Mina quería renunciar, pero a esa vida.
Sus nombres eran Amane Asaki y Amane Asahí, hermanos muy parecidos. Tenían esos ojos grises de familia, un visual bastante atractivo. Asaki era un poco pachonsito, y Asahí delgado, pero en cualquier parte de su cuerpo había maldad.
Fue un dieciocho de febrero cuando fue secuestrada, sin dejar rastro. Fue ese día a sus catorce años cuando se enfrentó a aquellos ojos iguales a Yoshi, grises, atractivos pero maliciosos y le asqueban.
Ellos dos hombres se presentaron y ni siquiera pudo decir palabra, no salía del impacto de lo que ahora estaba viviendo. Tampoco pudo pensar, pues un golpe en la boca de su estómago la hizo sacar lo que había comido, con eso empezando su tortura que duraría dos meses.
Todo ella se estremeció cuando la tomaron de la barbilla y golpearon repetidas veces su rostro, haciéndola quejarse y sangrar. Ese día, de mareos se desmayó, sin haber podido decir palabra ante los que serían su nueva pesadilla.
Mina odió la navidad y las chimeneas, luego odió tanto al crimen organizado, y ahora terminaría odiando su propio cumpleaños. Porque justo ese día, sus secuestradores le dieron el peor regalo que podía haber para ella.
Siempre había querido un perro, y por eso dos meses antes su madre le había adoptado uno, al cual llamó Ray, un hermoso perruno juguetón tan feliz de ojos brillantes y inquietos. Mina lo amó mucho en cuanto lo miró, se había emocionado tanto que saltó por toda la casa con Ray en brazos.
Dormía con él, había jugado con él, besaba su frente todos los días, lo acariciaba hasta que el perruno se hartara de ella (algo que nunca pasaba), y hablaba con él cuando estaba aburrida.
Pero en su cumpleaños deseó nunca haber conocido a Ray.
Había pasado un mes y más, estaba en su desnutrición por solo tomar agua y papilla de bebés, tenía cortes cicarrizando por todo el cuerpo, incluso le hicieron uno en la cara, en la ceja derecha. Podía mirar sus brazos llenos de cortes, sus piernas ardían por otros más, y todo ella empezaba a morirse por dentro.
Tenía ojeras, su cabello era un asco, su cuerpo sangraba por cada roce, su garganta estaba ronca de tanto gritar por la noche anterior de latigazos en la espalda. Toda esa tortura física, más la psicológica de decirle versos de la Biblia como excusa para lo que hacían, hicieron a Mina creer que todo se lo merecía.
Esos hombres tenían razón, estaban haciendo un bien en todo lo que le ocasionaban, aún si está sintiendo dolor, aun si siente que morirá, aun si anhela morir, cree que todo se lo merece.
La callan, ella no puede decir ninguna palabra en ningún momento. Cuando intentó hablar recibió que dispararan repetidas veces cerca de su cabeza como susto, que la hizo callarse todas sus palabras. Era casi muda, solo podía gritar cuando las torturas comenzaban.
Todo ese apestoso sótano estaba maloliente por sus desechos y sangre, apenas podía respirar, y no sabía si por el olor o porque más de alguna costilla debe estar herida.
Echada en el medio de la habitación cuando escuchó la puerta abrirse y su respiración se cortó del miedo. ¿Qué ocurrirá ahora? No lo sabe. Prefiere morir con la intriga, que vivirlo. Sus manos empiezan a temblar y puede ver a ambos hermanos bajando escaleras para verla a ella.
— Oh, mira cómo está acostada. Se ve sexy — Asahí es quien le dice aquello al verla echada sin moverse. Mina teme, removiendose para buscar una posición en la que no le parezca atractiva al hombre que la veía lujurioso. Asahí recibe un golpe en la cabeza, haciéndolo quejarse y tomar la parte herida por una mano.
— No digas idioteces, tienes esposa — claro, Asaki era un hombre correcto en muchas ocasiones, y buscaba lo mismo para su hermano más cercano.
— Si no siento nada por esta, no es infidelidad — Asahí excusó, sobándose la cabeza mientras buscaba algo de aceptación en su hermano mayor, pero éste negó haciendo una mueca.
— Esa es una estupidez, tu cuerpo solo pertenece a tu mujer — y Mina agradeció que por lo menos no tenía que temer de ser violada, aunque si tenía que temer de el hacha que el mayor de los hermanos tenía.
— Oh, Mina. Tenemos un regalo — Asahí sonríe malicioso, para después ir hacia arriba y traer una bolsa con algo moviéndose dentro de esta — Puede que lo hayas olvidado, pero hoy es tu cumpleaños — Mina no quiere saberlo, no quiere aceptar que en la fecha especial que se supone, es feliz, ahora sea donde está casi muerta en un suelo del sótano.
Asaki patea la bolsa, ocasionando que se escuche un lloriqueo y luego un ladrido y gruñidos. Mina abre mucho los ojos al caer en cuenta, un perro, le traían un perro. No. Le traían un perro que conocía bien, a su perro. Tomó todas sus fuerzas y se levantó en sus rodillas y manos, queriendo acercarse pero no pudiendo en nada.
Cada que levantaba unos centímetros de su cuerpo, colapsaba contra el suelo en un ruido sordo que hacía reír a los hermanos por su débil intento.
— Por favor, no... — no debió hablar, no estaba permitido, y por eso recibió una patada en el rostro, haciéndola quejarse y caer hacia atrás, su espalda chocando con el suelo mientras su vista borrosa la dominaba y su mareo la hacía casi inconsciente.
No podía más, estaba por desmayarse, pero una sacudida la trajo a la conciencia, viendo a su perrito Ray salir de esa bolsa una vez el hombre lo sacó.
Ray gruñó pero recibió una patada en su osico, haciéndolo lloriquear, aunque movió su colita feliz una vez reconoció a su dueña, a su mejor amiga que hace ya muchos días no había dormido con él, no lo había besado, ni tampoco le ha hablado.
Ray se acercó emocionado, retorciéndose entusiasmado por encontrarla, restregandose en Mina, mientras ésta no podía moverse del trance entre conciente y inconsciente en el que se encontraba.
— Levántate — Asahí la movió a su antojo, levantando su cuerpo para ponerla de rodillas, aún si éstas tenían la piel magullada por raspones — Disfruta.
Mina tuvo un anhelo; no haber adoptado a Ray, no llevarlo a sus problemas, no meterlo en algo que no debía estar. Ray era su perrito, un bonito amigo peludo que la hacía reír con tan poco.
Ese amigo al que pusieron frente a ella, y le cortaron el cuello con el hacha tomando impulso desde lo alto, con sacudidas desesperadas y ojos suplicantes del animal.
Mina no quería hablar, le iría peor, pero no pudo evitar suplicar con voz ronca por que dejaran al perruno, sacudirse para que pararan el dolor, para que detengan el sufrimiento de ambos. Una patada en su abdomen la hizo saltar y caer en un ruido sordo al suelo, su castigo por hablar.
Ese mismo grito fue el que en un futuro Tzuyu y Chaeyoung escucharían por un video encontrado en lo profundo de Internet.
Ya que Asahí había puesto la cámara filmando, para luego reproducirla por días enteros frente a Mina, dándole su regalo de cumpleaños, recordándole ese suceso. Mina siempre gritaba, lloraba, no hablaba porque no quería más dolor, pero el dolor de su pecho al ver las repeticiones la hacían querer vomitar o morir allí mismo.
Eso no fue lo peor de su estadía allí, eso creerán las autoridades.
Mina apenas respiraba, pero seguía viva. Su corazón seguía palpitando dolorosamente en su pecho, y su mente deseaba con todos las ganas que la muerte llegara por fin y se llevara con ella su sufrimiento.
No sabía qué día era, tal vez casi se cumplían dos meses allí. Nunca importaba qué día era, todos eran la mierda y un sufrimiento más, una cicatriz sumada a su colección en su cuerpo pálido.
Asahí la levantó como peso muerto del suelo, murmurando rezos, hasta que la dejó pegada a la pared soltando un bajo 'Amén'.
— Ya casi estarás curada, Mina. Falta algo — Asahí hacía un intento de reconfortarla, o lo que él creía que era reconfortante.
Ella pegada a la pared no dijo nada, más solo notó las tablas detrás de ella que posicionaba a su cuerpo en una muy mala comodidad.
Ella dejó que movieran su cuerpo, y entonces su mano fue llevada a una tabla y Mina gritó al sentir un pinchazo ardiente.
Se fijó, notando el clavo en su palma, lo que la mantenía adherida a la tabla. En ese momento nota que las tablas detrás forman una cruz, apretando los labios y los párpados, mientras deja caer su cabeza y espera que después de ese estupido ritual, o lo que sea qué sea, ella muera.
Suelta un quejido cuando su otra mano es traspasada por el metal, clavada en el otro lado de la madera. Su cintura es amarrada con soga, para que los clavos puedan soportar su cuerpo, aunque éste esté desnutrido y demasiado pálido, y sus pies no se salvan tampoco; son clavados en la parte inferior, traspasando la planta del pie.
— Preciosa — Asaki dice desde atrás, él no había ayudado pero desde atras veía y admiraba lo que su hermano había hecho — Yo voy a grabar, sigue — él ordena, y Mina se da cuenta que su cuerpo ya no siente tanto dolor, está flojo. Pronto morirá. Se alegra, tanto que da una leve sonrisa — ¿Estás feliz, Mina?
Mina no responde, no lo tiene permitido por nada del mundo. Ella no habla, debe ser muda en palabras, solo puede gritar y suelta un quejido ronco y asentimiento feliz.
Está muriendo, ¿cómo no estar feliz?
La rutina no cambia después de eso. Ese día la llenan de salpicaduras de agua que Mina supone es bendita, mientras dicen versos de la Biblia y le hablan sobre cómo la estaban purificando, pero no le importa.
Su cuerpo está crucificado en aquella cruz de madera, no está sintiendo más dolor aún si han pasado los días y sigue amarrada.
Ella cierra los ojos con la intención de dar su último suspiro, pero escucha golpes y murmuros lejanos. Voces desconocidas, no las de los hermanos Amane. Solo abrió ligeramente los ojos y vio cómo Amane Asahí y Amane Asaki están frente a ella, surodosos. Repentinamente, Asaki dispara a Asahi, matándolo, y luego sonríe para darse un tiro en la cabeza, suicidándose. Mina no siente nada. Mina al final ve a oficiales mirándola horrorizados, para luego caer inconsciente.
Ella despierta después.
En un hospital, y mentiría si dijera que no está decepcionada. Porque lo está.
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