#51 - La historia de Sharon Mina. Parte 8.
LA HISTORIA DE SHARON MINA. Parte 8
(Problemas escolares.)
— ¡Dejenme! — Mina llevó sus manos a su cabello, buscando aliviar el dolor que se propagaba por su cuero cabelludo. Pataleaba y se removía con el fin de ser soltada, pero solo escuchaba risas y la tomaban del cabello con más fuerza hasta lograr arrodillarla.
Se sentía humillada, no podía pararse, no podía moverse. Cuando gruñó y quiso defenderse, una bofetada llegó a su mejilla, logrando voltear su rostro mientras sentía un picor ardiente.
— Debemos asegurarnos de que no gustes de nosotras, Ezaki — una de las chicas soltó de forma burlona, arrastrando el cuerpo de Mina y ocasionando que sus rodillas se dañen contra el piso — No querríamos que nos pegues tu enfermedad — ¿están diciendo que no quieren enamorarse de ella? Mina se quería burlar, aunque empezaba a entender que eso lo hacía peor, aún así no se contuvo.
— Ni la más lesbiana podría gustar de ti — recibió un golpe en el estomago que le sacó el aire, la hizo jadear por una bocanada, pero aún así no se arrepintió.
— Vamos a ver si te sigues sintiendo valiente — Mina tembló cuando la chica sacó una cuchilla, su sonrisa en el rostro aumentando por su miedo notorio — Una pequeña marca.
Mina sabía que iba a ser un infierno. No querían hacerle algo profundo, no algo grave que hiciera una prueba del crimen. Mina sintió como la cuchilla iba repetidamente por su mejilla, hacían varios cortes superficiales que ardían y se veían finas líneas rojas.
Se retorció entre sollozos, buscando liberarse de la tortura que la hacía llorar. Tenía tan solo doce años, estaba en secundaria, y su entrada a esta no fue tan emocionante como ella quiso que sea.
Su padre no contuvo sus gritos aquella vez en el parque, todos supieron sobre su diferente gusto, y a la mayoría no le agradó para nada, aún si ni siquiera se conocían. Desde esa vez, su vida realmente no estaba mejorando. Mejorar no es que la dejaran en el suelo del baño de la escuela, sangrando de sus regordetas mejillas, sollozando por que su madre llegara y la salvara, hecha un ovillo tembloroso en busca de protección en donde sea.
Se apoyó en el lavabo para ver su rostro en el espejo, estaba lleno de pequeñas cortadas que empezaban a hacer gotas de sangre. Su rostro, estaba totalmente mal. Ahogó un sollozo mientras pensaba que no se merecía eso, no se merecía tener que soportar acoso por solo tener un gusto diferente.
Giró la llave del grifo para dejar el agua caer y poder tomar esa. Limpiando sus heridas, presionando para que ya no sangrara, Mina también tocó su cabeza, buscando quitar el dolor en su cuero cabelludo.
La cabeza le dolía, podía sentir cómo un pequeño grupo de chicas la veían mientras entraban a los baños, pero solo siguió limpiando su rostro en busca de que no se infectara la herida o algo parecido.
Con suerte, podría hacer que nadie en su casa lo notara. Tal vez pegatinas podrían ayudarle a tapar sus pequeñas heridas, y en un par de días no se notarán o podría excusarlas con algo más.
— ¿Estás bien? — una de las chicas le preguntó, ni siquiera parecía que le importara tanto. Mina no contestó, la ignoró, con su suéter amarrado a su cintura se aseguró que su rostro ya no sangrara, aunque ardía todavía mucho — ¿Sabes? Deberías estar agradecida que por fin se preocupen por ti — Mina escuchó aquello y bufó sin entender cómo es que las adolecentes eran tan estupidas.
— No necesito tu preocupación, tontas palabras que no arreglan nada, de personas estupidas como lo son todas ustedes — y huyó antes de que le quisieran darle una arrastrada por el suelo. De hecho, le ha servido huir mucho en estos último días. Salir de casa a dirección a un lugar privado y tranquilo, la hacía olvidarse de que su secreto ya no era ningún secreto.
No quería seguir en clases. Después de todo, era la mejor alumna, una clase ausente no la hará reprobar de ninguna manera. Sus estudios no se vieron afectados con el nuevo ambiente, aunque su actitud sí fue cambiando a más evasiva con los de su alrededor.
Desde la tercera vez que fingieron querer una amistad y luego la humillaron, decidió que no podía confiar en más personas, debía cerrarse y evadir cualquier acercamiento de las demás personas de intenciones cuestionables. Y ahora lo hacía, recibía directamente humillaciones y acoso de los demás, pero por lo menos ahora no la engañaban con caras falsas y sonrisas de dobles intenciones.
Se las apaña para ocultar para siempre su cara a su familia, esperando a que las heridas se curen hasta ser menos visibles. Cabello en la cara, cubrebocas, mentiras de "solo sentirse con un poco de tos".
Así como se las apaña cuando le tiraron harina y huevos en medio de un pasillo, dejándola con un olor a podrido por todo su cuerpo, porque no eran huevos recién comprados. Se bañó como tres veces hasta quitar todo olor con el que puedan descubrirla, y también su uniforme lo lavó muchas veces para que quedara con olor a la lavanda.
También se las apaña cuando la hicieron caer de su bicicleta, dejándole heridas graves de cortes y raspones, mientras la llenaban de huevos y rociaban con un extintor de incendios y globos de agua, haciendo que sus heridas sangrantes le ardieran de forma tan dolorosa que ni siquiera supo cómo se las arregló para irse y ocultarlo de su familia.
Las humillaciones la hacían que ni pudiera verse en el espejo, teniendo vergüenza de lo que se convertía. Sakura se lo había dicho, mucha gente es intolerable a la homosexualidad, pero no creyó que fueran a un punto tan alto de acoso.
Como el día que en pleno aula de secundaria, cuando todavía no empezaban las clases, Mina creyó que ahí podría estar a salvo de lo físico, pero no.
Un chico vino y vertió leche por su cabello hasta manchar por completo su cuerpo. Ni siquiera le conocía el nombre, nunca lo había visto. De hecho, Mina nunca le pone atención a sus acosadores, solo los deja para no hacer las cosas peores.
No grita, no se queja, no se inmuta mucho, solo cierra los ojos para que la leche no entre en sus ojos. Pasa su mano por su nariz para que su respirar no sea afectado, y su mirada se queda en la mesa de madera.
— Los gays se bañan en leche, Mina — se burlaron, pero ella no hizo nada para detenerlos.
Lo único que supo es que esa vez un alma buena la defendió, golpeando al chico. Una chica, pero que a ésta misma la expulsaron ese día por violencia grave, ya que le rompió la nariz al chico.
Mina solo se enteró por rumores que esa chica era nueva, y nunca más la volvió a ver. No pudo agradecerle, pero tampoco hizo el esfuerzo por buscarla.
Después de eso, nada cambió.
Mina seguía siendo acosada, volviendo y escapando discretamente de su familia. Estaba segura que todo empeoraría si se lo decía a su familia, solo sería una carga. A Reo no le importaría, a su madre Chihiro y a Hikaru posiblemente sí y mucho, pero Mina no quería molestarlas con sus problemas.
Fue culpa de ella por andar diciendo algo que no debió, algo que debió guardarse porque no es necesario que los demás lo sepan.
Eso Mina pensaba.
Incluso a sus trece años, cuando pasó a primero de preparatoria por adelantar grado ante su intelectual en toda materia que le enseñaran. Mina estudiaba, no tenía nada más qué hacer. Su vida se resumía en acosos, estudiar, pasar el rato con su hermana y madre, pero mayormente estudiar.
No era diferente allí, eran personas más grandes que ella, con más fuerza, más altos, mucho más inteligentes en hacer los acosos. No eran como en la secundaria que hacían todo de forma impulsiva, estos ocultaban y fingían una inocencia que no tenían.
Pero en ese mismo grado, una adolescente de dieciséis repetía primero de preparatoria en un nuevo lugar.
Momo terminaba de mudarse junto a su abuelo, empezando otro grado después de unas vacaciones de estar golpeada, porque su abuelo no era específicamente delicado en los entrenamientos que le hacía.
Pero por lo menos ahora sabía pelear y defenderse después de ser acosada en su antigua preparatoria.
Aunque sus heridas y semblante extremadamente serio ya hacía que nadie se acercara, aparte de su forma de hablar casta que iniciaba varios momentos incómodos cuando alguien quería iniciar conversación con ella.
Ahora podía concentrarse en estudiar bien la preparatoria, pasarla para tener mejor acceso a algún trabajo, incluso tal vez podría encontrar algo que quiera estudiar en universidad si es que desea en algún momento entrar a una carrera.
No tenía problemas, ni distracciones. Pudo escapar en su totalidad de sus padres, estaba avanzando en aprender con su abuelo, tenía considerables notas, y nadie la molestaba.
Bueno, le molestaba levantarse temprano, pero podía pasársela a su abuelo.
En su vida ya rutinaria, Momo iba al baño en la preparatoria, en un paso despreocupado y relajado.
Estaba bastante en paz, e ignoró a las dos chicas que estaban en cada lado de la puerta del baño, aunque no pudo ignorarlas más cuando éstas la empujaron de los hombros y no la dejaban entrar a hacer sus preciadas necesidades.
— Está ocupado — le dijo una cuando quiso volver a entrar y recibió un nuevo empujón en su hombro. La sonrisa burlesca la hizo saber que no estaban diciendo completamente la verdad.
— No creo que cinco cubículos estén totalmente ocupados — Momo metió sus manos a su pantalón, generalmente se usaba falda pero como era día de educación física dejaban a las mujeres llevar shorts o pantalones para los ejercicios.
— Pues tendrás que creerlo.
— Apartate, idiota — le dijeron y empujaron más fuerte cuando quiso entrar a la fuerza otra vez. Ahí se tenían algo extraño, y Momo no se iba a quedar con la duda, mucho menos iba a soportar que la llamaran 'idiota', eso solo lo podía hacer su abuelo.
— La que se va apartar es otra, o otras — preparó sus puños y les sonrió.
Dentro del baño, Mina estaba negando y pidiendo en suplicas que la chica la dejara en paz. Le estaban pidiendo algo que no tenía, dinero. Había llevado para su almuerzo, pero al comprarlo se echó a perder cuando la hicieron tropezar y cayó todo al suelo.
No llevaba efectivo con ella. Si lo tuviera, ya lo hubiera dado para que la dejaran en paz, pero ahí estaba, arrodillada mientras bruscamente agarraban de un puñado su cabello y no al dejaban levantarse.
Quiso desaparecer cuando la chica le mostró que le haría daño con una navaja si no le daba dinero.
Afortunadamente para Mina, un disturbio en la puerta de los baños las hizo voltear a ver qué pasaba, y la chica que amenazaba se sorprendió al ver a sus dos amigas estando golpeadas en el suelo.
— Aaaa, con que esto era — Mina no pudo reconocer a la nueva presencia de una joven pelinegro, no sabía si era porque tenía los ojos llorosos o porque simplemente no sabía quién mierda era ella — No jodas, que se ve como una niña.
Mina agachó la mirada, tenía solo trece años, y la chica que tenía la navaja unos diecisiete o dieciocho.
— ¡Tú! ¡¿Qué les hiciste, ah?! — a Momo no le fue difícil callar a esta otra chica, solo esquivó su ataque y la sacó del baño, aplicando la misma que la chica; tomando un puñado de su cabello y dirigiendola hacia la salida para aventarla bruscamente al piso.
Cerró la puerta para por fin no ser molestada, ignorando a la más menor que en el suelo de la esquina parecía buscar un refugio.
Hizo sus necesidades, ahora sin ningún tipo de problema, y cuando salió se lavó las manos mientras veía en el espejo su reflejo. Las antiguas heridas ya casi desaparecían de su reflejo, e incluso su abuelo ya no le hacía tantas. No era que su abuelo haya bajado la intensidad de entrenamientos, era que ella estaba mejorando al punto de no acabar tan golpeada ni con notorias marcas al final.
Viajó su vista hacia el reflejo del espejo que no era suyo, sino de la más menor que estaba hecha un ovillo en la esquina.
— No creo que sea muy higiénico esconderte en la orilla de un baño de preparatoria pública, ¿sabes? — se quiso burlar un poco, más para hacer reír a la menor que seguía llorando, pero pareció empeorarlo — Quería que te rieras, no que lloraras, niña — mostró molestia por la reacción, pero no quería dejarla así, cambió de tema — ¿Cuántos años tienes? ¿O solo eres así?
Pasaron unos segundos para que pudiera escuchar la voz tímida de la pequeña, como si ya no quisiera hablarle más.
— T-Tengo trece, casi catorce, voy-voy en primero.
— Aaa, una dotada — Momo concluyó, llevando su vista hacia sus manos ya limpias. Cerró la llave y se volteó para ver a la menor asentir — Levántate, de ahí. Está sucio — hizo una mueca de asco, y la menor se levantó pero aún así se quedó en la orilla.
Momo no quería meterse más, así que solo hizo una mueca y quiso salir, pero al hacerlo se encontró con las tres chicas esperándola, o posiblemente esperaban a la más menor.
Tenía la navaja ajena en su bolso, pero a golpes acabarían con la chiquilla. Tenía la bastante pena como para impedirlo, así que se metió al baño de nuevo y tomó del brazo a la menor. Sin preguntarle solo se le llevó casi arrastrando hacia afuera.
Las tres de ahí no lo pudieron impedir, y tenía agarrada a la menor para que no se quitara de su fuerza en apartarla de la gran arrastrada que le darían aquellas tres.
Mina no podía decir nada, se esperaba que esa chica también le dijera algo como insultos, pensando que tal vez se acaba de enterar, al salir, sobre su supuesto problema, pero no esperó que la guiara hasta el patio y la dejara en una orilla repleta de plantas que la escondían.
— Quédate aquí. Si no te quedas, te encontrarán y a golpes si te dejan en el hospital.
Mina estaba confundida, pero solo pudo ver a la otra irse y quedarse allí.
No lo hacía porque la obedeciera porque sí, sino que tenía razón. Era un lugar escondido donde no podrían encontrarla y podía refugiarse un rato.
Con sus cosas como celular en manos, Mina empezó a entretenerse en un videojuego, poniendo todo en silencio para no ser descubierta. Se exaltó cuando escuchó pisadas y alguien estaba con ella, pero se calmó cuando aquella chica se sentó a su lado y tenía una bolsa en manos.
— Lo conseguí de contrabando saltando por la cerca. Ten — le dio un jugo de uva y unas papitas picantes. Mina negó efusiva, no queriendo aceptar nada de nadie, pero aquella chica la miró enojada — No te lo estoy ofreciendo, te estoy diciendo que te lo comas — y Mina lo aceptó, temiendo de las consecuencias — Soy Momo. ¿Cómo te llamas?
— M-Mina.
— Bien, M-Mina — Momo se burló de ella, buscando en la bolsa lo que ella trajo para sí misma — ¿Por qué te molestaban allá? ¿Qué hiciste como para que te amenazaran con una navaja? — Mina se puso nerviosa.
No sabía si decirle, pues tal vez primero debería acabar con el alimento que acaba de comprarle. Esa bolsa de papitas tenía más aire que papas, así que se las comió rápido y bebió todo el jugo de dos tragos, todo rápidamente mientras veía cómo la tal Momo la miraba desconcertada por su rapidez.
— Porque soy lesbiana — cuando lo dijo, se quedó quieta analizando cualquier reacción de la mayor que seguía comiendo como si nada.
— ... Ya, ¿y qué más? — Momo preguntó, creyendo que algo malo tuvo que hacer esa niña como para que casi le desfiguran el rostro en aquel baño.
— Nada más — Mina musitó, mientras Momo detenía todo y la miraba intentando saber si decía la verdad.
— ... ¿Me estas diciendo que te estaban amenazando con esto? — sacó la navaja de su bolsillo y la mostró — ¿Solo por ser lesbiana? — un asentimiento de Mina, y Momo tuvo que mirarla cuidadosamente para ver si es verdad. Se escuchó una gran y larga carcajada — Que estupido. A mí me molestaban por lo menos con más razones — dijo entre risas.
— ¿Por qué? — Mina preguntó, intentando averiguar si en serio a esa chica no le importaba su orientación o fingía como los que un día la engañaron e humillaron.
— Por pobre, por tonta, por imprudente, por reírme cuando se caían, por diferentes cosas en realidad — se encogió de hombros, mientras pensaba un momento.
Mina pensaba que Momo era extraña; se comportaba como los hombres.
No era delicada, era brusca.
No hablaba suave, hablaba tosca.
No se guardaba sus palabras, era bromista e imprudente en muchas ocasiones.
Mina solo vio esos comportamientos en hombres, en aquellos que la seguían acosando también. Por lo menos las mujeres que la acosaban siempre mantenían su comportamiento femenino, exceptuando algunas groserías y gritos fuertes.
Momo no era así, Momo le recordaba un poco a aquellas mujeres "marimachas", pero también Momo podía ser divertida y la animaba mucho. Momo era quien parecía hacer un papel de protectora, que en cualquier lugar sacaba garras y una lengua afilada en palabras groseras y que devoraban a cualquier burla que los demás le soltaban. Momo era alguien que se llevó bien con Hikaru, hablaban y bromeaban, reían y se burlaban. Momo era la tercera hija de Chihiro, quien la amó en el momento que hizo reír a Mina (Mina no había reído tanto desde hace mucho tiempo). Momo era la que hizo comentarios groseros hacia Reo cuando éste la miró de manera despreciable, y también defendió a Mina cuando Reo la hacía menos en una cena. Momo era quien se burló de Hyunjin trepado en un árbol diciéndole 'mono' y quien se rió más fuerte cuando se dio tremendo golpesote al caerse. Momo era quien guardó el secreto de el bullying, pues se entendían en eso de no querer ser una carga para los demás. Momo era quien pasaba un brazo por sus hombros y la abrazaba por gusto, sonriendo burlonamente y riendo por cualquier estupidez. Momo era quien dijo que tres por tres era seis.
Momo era una amiga.
Y por eso, Mina decidió darle la primera pegatina.
Estaban en el almuerzo de la preparatoria, comían juntas. Habían desparecido los abusos, pues Momo siempre estaba con ella en cualquier lado y protegía de todo (golpes por todos lados) así que Mina estaba alegre de haber vivido en calma los últimos días.
— Ya te dije que cuando dije que tres por tres era seis, fue porque creí que era suma, Mina — Momo se quejaba con molestia mientras Mina se había burlado de nuevo.
Mina le encantaba estar con Momo, al igual que con Hyunjin y Daniel. Era su grupo de tres amigos, y le encantaba cuando estos le ponían atención, se sentía bonito en su pecho.
Pero la única amiga que no tenía pegatinas era Momo, así que de su bolsillo sacó aquella hoja llena de pingüinos animados. Analizó todo, buscando alguna que sea de Momo, hasta dar con un pingüinito enojado y berrinchudo, eso concordaba con la Momo molesta de ese instante.
Su dedito índice voló hasta la mejilla de Momo para dejar la calcomanía pegada en su rostro, y ésta se alejó frunciendo el ceño por su toque repentino.
Momo primero pensó que la manchó con algo, así que paso su mano por su rostro para quitar cualquier mancha, pero terminó quitando una cosa de un lado pegajosa y del otro lisa, fijándose que solo era una pegatina de un pingüino.
— ¿Y esto qué es? — Momo vio confundida la cosa pegajosa.
— La cura para el cáncer — Mina fue sarcástica, rodando los ojos — Es una pegatina de pingüino, Momo — Momo vio la pegatina y encogió los hombros, dejándola de nuevo en su mejilla para traerla en ella todo el día.
Pero al final del día se cayó al ya no pegar, pues su expresiones faciales la removieron hasta que el pegamento se desgastó y la pegatina no sirvió. Momo la tiró, pensando que nada pasaría.
Hizo lo mismo con las otras siete (Mina las contó), dejándolas en su rostro sin problema, insultando a cualquiera que la molestara por tener algo infantil en su rostro.
Era un proceso. Pegar, esperar, tirar. Listo.
Pero a Mina le dolió el pecho cuando se enteró. Momo la llamó dramática, que solo era una pegatina, que podía comprar más, pero Mina la ignoró tanto que cayó en cuenta que para Mina era más que solo un objeto reemplazable, era algo significativo.
Pero pasó una semana para que se diera cuenta, y pidió disculpas comprándole una hoja de veinte pegatinas a la menor, dejándola que pegara todas y cada una por su cabeza; en mejillas, frente, nariz, mentón, cabello, sienes, incluso fue hacia el cuello y hombros. Todo ella llenado de veinte pegatinas, y Mina le dijo que quería que guardara todas, algo que Momo cumplió cuando las calcomanías se les desgastaba el pegamento, poniéndolas apiladas y en orden en algún lugar de sus pertenencias privadas.
Es en vacaciones de navidad cuando Momo decide que no quiere que Mina siga dependiendo de ella para estar en calma, entonces le presenta a su abuelo para aprender juntas de un entrenamiento.
No es exagerar que Momo se la pasó burlándose de ella por cansarse y salir golpeada (aún si Momo pasó por lo mismo). Mina debió aprender por las buenas, de no salir casi desmayada, a pelear bien con el abuelo Hirai.
Y cuando regresó fue una nueva persona, porque el abuelo Hirai no solo era una persona que sabía pelear y tenía condición física excelente, sino también alguien reflexivo y platicador que le gustaba analizar situaciones o actitudes. A Mina le gustaba hablar con él, sus platicas eran extensas e interesantes.
A Momo se le hacían aburridas muchas veces, más de una vez terminó dormitando o de lleno dormida, pero se quedaba hasta le último segundo.
Siempre Mina se quedaba bajo vigilancia de Momo, en todo momento, y esto fue muuuy bueno cuando Mina casi se ahoga al no saber nadar (Momo la empujó pero se hizo la que no y la rescató). Pero ese no es le tema ahora.
Su primer día de regreso a la preparatoria después de año nuevo, Momo la dejó sola como prueba de que pudiera defenderse.
No recibió tantos golpes y enseñanzas por nada, no hizo ejercicio hasta desmayar para seguir dependiendo de la protección de Momo, así que la mayor la dejó a ella y sus enseñanzas sola por todo ese día.
Podía ver cómo la seguían viendo, como una chiquilla indefensa que no podía defenderse y a la que podían romper, así que demostraría todo lo que tenía para que no se atrevieran a hacerle daño de nuevo.
No huirá esta vez, no durante, sino al final.
Por eso cuando se acercó a su asiento y se encontró con este lleno de rayones, no se sentó, no se dejó humillar. Tal vez hubiera esperado a otro ataque si las cosas escritas fueran sobre ella, pero no, eran sobre Hikaru. Morbosidades e insultos hacia la persona que era su hermana. Incluso uno de Momo y ella donde las nombraban "novias asquerosas". Podía soportar cosas hacia sí misma, pero no hacia quien amaba.
— Feliz regreso a clase, Mina — una chica se burló de ella, con una inocencia fingida y felicidad maliciosa que hizo a Mina verla y analizar cómo es que podía romperle las costillas sin esforzarse demasiado — Tomalo como nuestro regalo — se rió, junto a su grupo de chicas que la apoyaban.
El aula completo no la ayudaba, unos porque no les importaba, otros porque también serían molestados, y otros porque apoyaban las acciones de los demás.
— ¿Lo hicieron ustedes? — Mina sonó diferente a la última vez en preparatoria, sonaba molesta y seria, no tímida ni débil.
Su visual ayudaba a lo intimidante con esa cicatriz en la mejilla derecha y en su lado izquierdo de la nariz que se quedaron de los acosos (que explicó a su madre como accidentes), al igual que su físico notablemente más proporcionado. No más brazos débiles, eran fuertes.
Su uniforme de la preparatoria dejaba verlos, y se podía notar que la blusa ya le quedaba un poco apretada de los brazos y hombros. Había crecido pero no por edad, ya que solo pasó un mes. Creció los músculos por arduo trabajo.
Pero no era extremadamente notorio, lo era si ponían verdadera atención, pero podía pasar desapercibido a quienes solo la miraban de reojo.
Como a esas chicas que no observaban realmente a ella, sino que miraban a la débil de siempre.
Y por eso se rieron de su pregunta, tomándola por menos, demostrando el poco grado de madurez que podían tener siendo mayores que ella.
Mina ya cumplió catorce años, demostraba ser una adolescente en la pubertad que había estado retrasada. Vello, granos, hormonas, emociones complicadas, nueva etapa. Pero podía más con ello, no como las chicas estupidas que se reían de ella ahora.
— ¿Quiénes más, Ezaki? — se seguían burlando, mientras Mina veía a cada una de ellas — Le dejamos un mensaje a tu hermanita. Oh, cierto. Es la mayor — pero la chica dejó de reír cuando el dolor fue instantáneo, un golpe intenso en su mejilla la hizo hacia atrás y la dejó en el suelo con un dolor ardiente.
Mina no la dejó recomponerse, no iba a soportar un insulto hacia su hermana. Solo ella se podía burlarse libremente de la estatura que Hikaru presentaba, y porque eran hermanas solamente.
Golpe tras golpe, y seguiría dando más aún si la chica ya había perdido la conciencia, pero la apartaron a empujones y dieron un golpe que la hizo sentir picor en su mentón.
Bien. Estaba por enfrentarse a tres chicas a la vez, nada que no pudiera soportar si esas no sabían pelear exactamente, así que se tiró a su suerte y dio golpes a por todos lados.
Se sentía liberador, satisfecha cuando demostraba ser más fuerte, cuando podía mantenerse estable cuando aquellas estaban desesperadas por derribarla.
Todo escaló a otro nivel cuando quisieron darle con una silla, se tomaron muy en serio el meme de Sherk. Pudo esquivarla, haciendo que se rompiera contra el suelo. Aprovechó eso, pues tomó una de las patas de la silla y con ese atacó al chico que se había metido, destrozando la madera en su espalda de un fuerte golpe.
— ¿Te dolió? — preguntó seriamente, y el chico se iba a levantar furioso — Mmmh, no lo suficiente — Mina dijo al verlo queriendo levantarse, así que lo golpeó de nuevo en el rostro, dejándolo en el suelo.
Mina lo golpearía de nuevo si no fuera que alguien detuvo el palo de madera y ni siquiera se fijó en quién iba a golpear, sólo jaló bruscamente el palo de madera y la usó para golpear a la nueva presencia en la cabeza.
Haciendo que el mismísimo director cayera al suelo agarrándose la frente sangrante, donde fue el golpe que Mina dio con todas sus fuerzas.
Mina levantó la madera de nuevo para preparar otro golpe, pero cayó en cuenta de la cara conocida como el director de la institución, así que perpleja dejó caer la madera y tímidamente vio lo que ocasionó.
Una chica desmayada con la sangre cayendo de su nariz, otra en el suelo lloriqueando con seguramente nariz rota, otra sentada que la veía con furia pero tenía la frente y labio sangrando, y otra parecía tener adolorida las costillas de posiblemente alguna rota, mientras que el chico seguía gimiendo de dolor, estaba hecho un ovillo y seguramente necesitaría también que le reacomodaran la nariz.
Mina estuvo feliz.
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