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#22 - Nadie se queda sin traumas.

Una japonesa vagaba por la calle, en un intento de obtener algo de comida de algunos conocidos de sus padres o abuelos, pero parecía que todos allí se ponían de acuerdo en alejarse cada que ella se acercaba.

Ella pasaba por una tienda, la tienda cerraba de inmediato.

Ella tocaba una maceta, los demás tiraban esa maceta a la basura.

Ella tocaba algo, y ese algo era considerado algo maldito que tenían que quemar.

Momo estaba deprimida.

Tenía hambre, un poco de gripe, otro poco de tos, un dolor de cabeza, y algunos malestares más. Ella solo quería tener para comer, ¿eso era mucho pedir para sus padres? Podría ir con su abuelo, pero este casi nunca tenía dinero tampoco, así que guardó la idea para luego.

La idea de ser una de esas señoritas que se prostituyen le era tentadora, pero se bofetada a sí misma cada que lo pensaba. Quien quiera acostarse con ella era un enfermo, pues ella era muy menor. Cada que veía a una de esas señoritas se dejaba ver por ellas para que alguna le den algo. La mayoría le daba un billete ya que ellas habían sufrido lo mismo que Momo; pobreza.

Todas esas mujeres sufrieron pobreza y podían ayudarla de vez en cuando con un billete, pero hay otras veces que éstas están muy mal económicamente y no pueden darle ni un centavo.

Ahora era de día, por lo que al pasar junto a aquel bar solo había una mujer, una que nunca le había dado algo a Momo, así que ésta agachó la cabeza intentando no parecer decepcionada.

- ¡Ey, Hirai! - sorprendentemente la mujer le habló y inmediatamente se acercó al verla con un billete en la mano - Ten, te lo dejó Miriam - a Momo se le iluminaron los ojos. Miriam era la que casi diariamente le daba un billete para que se compre algo.

- Gracias - murmuró tomándolo y ya se iba a ir cuando la mujer volvió a hablar.

- ¿Por qué no te unes al trabajo, Hirai? - Momo se volteó desconcertada, no entendiendo al principio pero luego abrió mucho los ojos y negó - ¿Por qué no? ¿No te sientes mal por depender de alguien para tener dinero? - Momo se la pensó un poco. La mujer delante de ella se lo decía tan despreocupada y relajada que no parecía que estaba induciendo a una menor a la prostitución.

- Soy menor, depender del dinero de alguien más está bien - Momo llegó a la conclusión, pero si no eran sus padres, eran sus abuelos, y si estos tampoco podían, era Miriam, ¿qué haría cuando Miriam ya no pueda?

- Es algo que está bien, pero que desafortunadamente no tienes el privilegio - Momo sabía muy bien eso, nació pobre y no cree mucho salir de eso, aunque tiene muchas cosas planeadas para un futuro, como el ser una bonita actriz, pero era un sueño que cada día iba a desmoronarse.

- Lo sé.

- ¿Entonces por qué no te metes en esto? Yo a tu edad lo estaba - ¿catorce años y trabajaba? Momo la mira un momento y niega.

- ¿Y fuiste feliz? - la pregunta hizo pensar a la mujer, quien no esperó aquello pero respondió sinceramente.

- Solo cuando me dieron el dinero.

#♡>☆

Momo llegó a su casa sintiendo la tensión familiar donde ella estaba metida. Lograba sentirse cada vez más deprimida cuando sus padres la acosaban para que se casase con un chico de dinero que la abordaba cada vez que iba a un pueblo vecino.

Momo estaba desesperada, pero no se casaría, mucho menos a la edad de catorce años.

Cuando su padre llegó y la levantó del suelo por el cuello de la camisa, tuvo muchísimas ganas de llorar. Que la agarrara cerca del cuello era lo peor para ella, sentía como si la estrangulara, y casi sollozaba si no fuera porque sabía que recibiría un golpe.

- ¿Por qué me llegaron rumores de que estaban con las malditas prostitutas del pueblo? - Momo maldijo a la gente chismosa y metiche.

- Solo pasaba por ahí y me dieron un poco de dinero - se sinceró casi al punto de llorar al solo ver la cara de su padre, estaba furioso.

- Ajá, ¿y el dinero? - exigió su padre pero Momo sollozó sabiendo lo que pasaría.

- Lo gasté, comí un poco - confesó llorosa y después su espalda chocó con la puerta detrás de ella, logrando que soltara un gemido de dolor. Su espalda y cabeza punsaban.

- ¿Qué no piensas en tus padres? - preguntó su padre agachandose a su altura, levantando la mano solo para darle una bofetada fuerte que le volteó la cara.

Momo solo deseó estar en otro lugar cuando su padre volvió a levantarle por el cuello de su camisa.

Y eso se volvió un trauma.

#♡>☆

Trataba de no llorar porque sabía que Mina podría escucharla al estar a su lado. Había escuchado el pedido de perdón que Mina había soltado. El beso y la acaricia en su mejilla era suficiente para querer irse a llorar a un rincón.

Sana estaba a su otro lado, así que no se dio en la libertad de soltar los sollozos que pedían salir. Dejó que sus lágrimas fluyeran por sus mejillas sin ruido alguno. Sorbió su nariz y se arrastró hasta tocar la espalda de Mina, la cual no estaba dormida así que se exaltó.

Momo solo la abrazó, dejando su frente chocar con la espalda de Mina.

- Te perdono, Minari - su voz en un susurro sonó más rota, dejando en evidencia que estaba llorando. Lo último que sintió fue a Mina voltearse y abrazarla para luego dejarse caer por el sueño.

¿Han sentido ese sentimiento de llorar toda la noche hasta dormir y despertar sintiéndote la persona más feliz del puto universo?

Esa fue Momo al día siguiente.

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