Sanguinolenta
A partir de este momento algunas partes se han vuelto difusas. Creo que en un momento el sueño me venció. Recuerdo lo que soñé, pero preferiría omitirlo, si es posible. Las amarras estaban firmes, de modo que no tengo una explicación lógica para lo que sucedió después.
Me despertó el aullido de los perros. Corrí frenéticamente desde la habitación hasta el galpón. Estaba tirado, en el suelo, sin fuerzas para seguir avanzando. Su sangre marcaba un surco de no más de cuatro metros entre el lugar donde estaba y la silla donde lo había dejado maniatado. Como ya lo dije, no tengo una explicación sobre como se liberó, ni tampoco pude pensar en ello en ese momento.
No, no pude haber sido yo. Yo no me traicionaría, ni a mi ni... Me preparé para este momento. Lo planifiqué todo durante años. Tenía un plan B, C, D... ¡Mierda, tenía planes hasta la R!
De pronto comenzó a convulsionar. No, no te mueras hijo de puta, aún no termino contigo. Una jeringa. Diazepam, solo un par de miligramos. Se detuvo la espuma de la boca.
Bien.
Tuve que extraer desde mi palacio mental los castigos que debía aplicarle. Cerré los ojos y vi que todos los que tenía en mi lista de favoritos habían sido ejecutados.
Todos excepto uno.
Calculo que eran cerca de las 9 de la mañana. El vaho que salía de mi boca me hizo ver en difuminado la masa sanguinolenta en la que se había transformado su cara. El efecto visual no duró más que un par de segundos. Lo sujeté del pelo y comencé a golpear su cabeza con fuerza.
Estoy seguro de que en ese momento sonrió.
Estaba a las puertas del infierno.
Faltaba algo. Fui y puse el playlist de mis canciones favoritas en el reproductor de audio. Me lavé las manos y me puse el overol y el pasamontañas mientras oía sus quejidos ininteligibles.
Le pregunté cual era su último deseo. "Morir" fue la única palabra que pronunció.
Me tomé todos los minutos que pude antes de cumplir su voluntad.
Me saqué el pasamontañas, me sequé el sudor de la frente con el antebrazo el y escupí sobre su cara:
— Solo tenía seis años, hijo de puta.
Mis botas estaban abrochadas. Tomé el cuchillo, le bajé los pantalones y le corté el miembro. Comenzó a desangrarse rápidamente. Luego esperé el momento justo.
Junté la rabia acumulada de todos estos años y salté sobre su cara, que terminó desparramada sobre el suelo.
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