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20. Pernoctación y mucha paja


 —Estoy de acuerdo con lo que sea que haya dicho Arran —fue lo primero que dijo.

Mora, experta en salir de trances como ese por la tangente. Algo que podría calificarse como asomo de sonrisa apareció en el rostro de Arran.

—Acabamos de mencionar tu pequeña aventura con los oikos, en la que te tomaron por la hija de Arjon. Arran ha dicho que gracias a tu valentía supimos parte de sus planes para actuar —dijo Hifenor.

—Ah, bueno... eso no fue nada. Ya sabéis, me entretengo metiéndome en líos —replicó Mora. Sin poder evitar una especie de mirada cálida hacia Arran por haber dicho aquello.

—Qué modesta —dijo Zaha.

—Podréis quedaros el tiempo que deseéis y necesitéis en esta aldea; tendréis comida y descanso, para vosotros y los animales. Cualquier cosa que podamos proporcionar, se hará con gusto —dijo el jefe de la aldea.

—Lo agradecemos enormemente —dijo Arran en nombre de todos. 

Después de aquella abundante y satisfactoria comida, acompañada de las pertinentes conversaciones, los forajidos exploraron el pueblo y se prepararon para instalarse. Pusieron a su disposición un gran pajar para que pudieran dormir; mucha gente ofreció sus propias casas, pero ellos rehusaron, queriendo molestar lo menos posible. El granero, con doble planta, les servía como la mejor posada.

Mora había ido a echarles un último vistazo a los caballos a la caída de la noche, y volvía dando un paseo tranquilo con Rorro. Habían tenido una cena ligera para acostarse temprano y descansar, así cuando llegó al granero muchos ya estaban preparando las camas. Yorsch, Xeriah e Hifenor se habían instalado en los montones de paja del rincón a la izquierda, y Reid y Diano entablaban una lucha ferviente con más montones de paja en el lado derecho, bajo la dirección de Zaha. Sentado en unos sacos de grano, Arran los miraba con cierta diversión. En cuanto Mora y Rorro entraron, este echó a correr hacia Diano, enterrándose en la paja con entusiasmo y causando el caos, mientras Mora se quedaba al lado de Arran con una sonrisa en la cara.

—¡Ya podrías ayudar, animal! —le gritó un Diano enterrado en la paja.

—Mejor me quedo mirando, ofrecéis un espectáculo de lo más entretenido —rió ella. Zaha hizo un gesto de rendición, como diciendo «no hay remedio». 

—Ha venido bien encontrar esta aldea —comentó Arran.

—Sí, un poco de relajación. Y de caos —corroboró Mora. Él sonrió, con esa mirada de ojos cristalinos.

Diano luchaba por salir a flote; sus cabellos se confundían con la paja que lo llenaba entero, y Rorro, con mayor ahínco, se esforzaba en revolcarse más y más. Reid reía hasta que las lágrimas le llenaron los ojos, sujetándose la barriga, a los cada vez más desesperados intentos de Diano, que resoplaba y farfullaba. Zaha había renunciado a hacer algo tras su primera intención, y simplemente esperaba. 

—Creo que, si queremos dormir esta noche, va a haber que echar una mano con eso... —dijo Arran.

—Dejamelos a mí —sonrió Mora, levantándose—. ¡Eh, bichos de pajar!

Rorro, viendo que su ama se unía a la fiesta de la paja, movió el rabo con excitación y pisoteó un montón de paja que se quejó, y del que salió una mano y una cabeza llena de paja. Mora, con una inevitable sonrisa en la cara, agarró a Diano por los brazos y tiró de él.

—Arf, uf, por fin aire que respirar en vez de paja... —masculló—. ¡Eh, ¿qué repollos haces?!

Mora lo había agarrado por las piernas y los brazos y se lo había subido a la espalda, como un peso muerto.

—Nada, llevar mercancía.

—¡Bájame ahora mismo! ¡No soy un saco de estiércol para que hagas pesas! —dijo él, haciéndose el ofendido. 

—Pues pesas lo tuyo.

—Es mi genialidad.

—Ja, y los litros que te has metido entre pecho y espalda. 

Cuando lo depositó de nuevo en el suelo, volvieron a colocar la paja. Rorro por fin había hecho caso a Mora y se había quedado echado mirándolos, quizá pensando que podrían haber seguido con la fiesta. Por fin concluyeron las camas. Diano seguía lleno de paja, entrelazada en su ropa y su pelo, del mismo color.

—¿Qué miras? —le dijo a Mora.

—Tu nuevo peinado, te queda bien —respondió ella riendo.

—Yo no veo diferencia al normal —comentó Zaha, haciendo como que lo miraba con detenimiento.

Diano bufó y se pasó la mano por el pelo, solo consiguiendo alborotarlo más, con pajitas por todas partes. Reid había ido a por las mantas y las había colocado en las camas cuidadosamente, ayudado por Arran.   

—Bueno, ¿os dormís de una puta vez o qué? —dijo Yorsch desde la otra punta. A su lado, Hifenor murmuró algo ininteligible. Xeriah ya dormía, en otro plano existencial.

 Reid se hizo un ovillo en su cama rápidamente; Diano y Zaha pelearon por ir uno en la de un lado y otro en otro lado; cuando por fin se aclararon, Mora se acomodó en la cuarta cama y Rorro subió de un salto, dando tres vueltas sobre sí mismo antes de acurrucarse junto a las piernas de la chica. Arran era el último, pues seguía dando vueltas, colocando algo aquí y algo allá, hasta quedarse parado en silencio. Mora se dio cuenta de ello.

—¿Por qué no te duermes? —susurró. 

—Solo...

—Duérmete —le dijo, todavía susurrando—. Puedes estar tranquilo, estamos seguros. 

—Sí... supongo que tienes razón —suspiró, sentándose en su cama, junto a la de Mora. 

—Si temes criaturas de la noche yo estaré aquí para espantarlas —bromeó ella en voz baja. En la oscuridad, una sonrisa apareció en el rostro de Arran.

—Entonces puedo dormir tranquilo.




༄ ༄ ༄

Este capítulo fue divertido de escribir.
Ah, el espíritu de Mora y Diano, el caos, Rorro, Arran... fiesta de paja... yes.

¡Ya van 20 capítulos! Esperemos llegar a los 40 y acabar la historia, o morir en el intento.

Gracias por leerme y acompañarme en mis sinsentidos de escritora, nos vemos en la próxima.

Axé, gorrioncillos <3.

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