2. Lo importante es el asado y la tarta
Ese rico olorcillo de jabalí asado a fuego lento en sus propios jugos, quizás con algún añadido secreto, impregnaba toda la estancia. Mora lo cortaba, despiezando los jamones y las costillas.
Y en aquel momento llegaron dos jóvenes a su casa, riendo alegremente. Uno de ellos era Diano, y la otra era una chica de cabellos oscuros recogidos en trenzas.
—¡Bueno, ¿venís a cenar o qué?! —dijo alegremente Mora.
—¿Tienes el jabalí? —preguntó la otra chica, llamada Zaha.
—No, tengo patos adobados —replicó irónicamente.
—¡Ey, yo quiero! —dijo el chico.
Mora rió, con esa risa suya que era un gorjeo especial, y aquel sonido alegre se contagió a sus compañeros.
Las piezas del jabalí asado se repartieron, y no perdieron el tiempo pues cada uno cogió con las manos un trozo y se dispusieron a devorarlo, con buen ánimo y apetito.
—Scronch, ¡está rico! Scronch —comentó Diano entre bocado y bocado.
—Siempre está rico —repuso Zaha, apurando con los dientes un hueso.
—Y como es grandullón no ha hecho falta que traiga otro —comentó Mora, limpiándose los dedos con la lengua y yendo a por otro trozo.
—¡Cuanto más grande mejor!
—No siempre, los chiquitos están bien jugosos...
Los tres amigos se miraron, y luego rompieron a reír de nuevo. Siguieron comiendo, hasta que no quedó nada más que los huesos.
—¡Esto para ti, chucho! —dijo alegre Mora, echándole los huesos a su perro.
El can se abalanzó a la fuente, y meneando el rabo alegremente comenzó a dar cuenta de ellos, hasta que no quedó nada de nada.
—Ya no me queda hueco para nada más —comentó Zaha, recostándose en la silla de madera.
—¿Que no te queda hueco? ¡Siempre queda hueco! —exclamó Diano.
—¡Sí! ¡Para una tarta de compotas! —saltó Mora.
Pero en aquel momento escucharon una llamada a toda la aldea:
—¡SE CONVOCA REUNIÓN! ¡CONSEJO EN CASA DEL JEFE! —gritaban las voces.
—¿Qué ocurre? —dijeron, corriendo hacia la ventana para mirar. Mucha gente salía a ver qué pasaba en la reunión, pues habría noticias nuevas.
—¡Vamos! —exclamó enérgicamente Mora, saltando por la ventana. A veces le daba igual utilizar una puerta o una ventana.
—¿Pero y la tarta...? —comenzó Diano.
No le hicieron caso, así que dejando la tarta, los tres corrieron a ver qué nuevas encontraban.
La gente estaba congregada en la casa del jefe, así que se abrieron paso hasta entrar.
—Bien, esta es la situación —dijo el jefe Yomenor. Era un hombre algo orondo, de buen carácter, que habría sido buen guerrero—. Acaban de llegarnos noticias, gracias a Fiber, de que tenemos un nuevo destacamento de Oikos. Vienen nuevos y más, unidos a algunos guerreros del norte. ¿Lo que esto significa? No lo puedo saber. Pero yo estaría atento.
—¡A por ellos! —gritaron algunas voces.
—¡Sí, eso! —corearon.
—Bueno —comenzó el hijo del jefe, Hifenor, que era su mano derecha e igualmente respetado—. Es mejor dejar que siga la paz, pues un buen lema siempre ha sido vive y deja vivir. Lo que me parece más prudente es observar, y en cuanto veamos que hay que actuar, si nos amenazan o atacan, lo haremos. De momento no podemos saber qué quieren.
—¡Bien, tiene razón!
—¡Me voy que se me quema la merluza!
—Eso es, pues, lo que había que decir. Tened cuidado y manteneos alerta, hijos míos, pero aún no hay nada de qué preocuparse...
—¡Bah! ¿Solo por esto hemos dejado la tarta de compota? —se quejó Diano.
—¿Solo piensas en comer? —preguntó Zaha.
—¡Cuando tengo hambre, sí!
—Gmpfff JA JA JA JA, JIJIJI —rompió a reír Mora.
—Pero bueno, ni que tú no pensaras en comida... —dijo Diano.
—Claro que sí —respondió ella, aún medio riendo.
—... Y en otras cosas.
—Hay que ser prácticos en esta vida, ¿eh?
Zaha los dejó hablando, de si pensaban en comer o en otras cosas. Quedaba gente celebrando consejo, hablando sobre los oikos y las nuevas noticias, de que venían aliados con otras aldeas del norte. Los rumores corrían rápidamente, y se preguntaban qué podía ocurrir con aquello. Yomenor e Hifenor los habían tranquilizado, pero ellos más bien se inquietaban, y de esto se platicaba en la cabaña del jefe. Entretanto, nuestros tres amigos fueron volviendo, al igual que muchos curiosos.
—Entonces, ¿hay tarta o no hay tarta? —preguntó Diano.
—Si te portas bien...
—¡Que no soy tu perro!
—¿Cómo que no? Sí lo eres —lo chinchó Mora.
Diano se enfurruñó, arrugando la cara y cruzado de brazos, mientras hacía un sonido como «Grrrmff».
—¡Así, así, buen chico!
—¡Una torta te vas a llevar! —replicó él.
—Chiiiiquiiis, ya podéis dejarlo —les dijo Zaha, pues estaban frente a la casa.
—¡Ahora sí, a por la tarta! —Diano se lanzó por la puerta, que estaba abierta, y fue seguido por las chicas.
—¡Eh, mi casa, ladrón! —le gritaba Mora, riendo.
Y esta vez sí, sacaron una rica tarta casera de compota, de la cual no quedó nada al final. La saborearon deleitados, disfrutando aquella «sabrosura de dioses».
—Esta es la cuestión —empezó Zaha, cuando solo había migajas en la madera de la mesa.
—¿Ir a por un tarro de miel, o no ir?
—¡Diano, idiota! —le dijo Mora—. La miel no se toca. Pero quizás unas frambuesas con crema de leche...
—Oh, sí...
—Bien, lo que vosotros digáis... —se resignó Zaha—. Pero lo que yo iba a decir era respecto a los oikos. ¿Habrá peligro de internarse en el bosque?
—¡Ja! ¡Peligro! Me río yo —replicó Mora—. No les tengo miedo a una pandilla de esos idiotas. Yo no me quedo sin ir al bosque por nada del mundo, ¿verdad que no, Rorro?
El perro golpeó el suelo con el rabo, como asintiendo con sus ojos brillantes. Él y la chica iban al bosque mínimo tres veces al día, si no más.
Lo siguiente fue echarse a la siesta. Aunque en teoría solo era después del mediodía, si les daba la gana se echaban también después de la cena. Zaha se quedó dormida en un catre de paja de la sala, y Mora y Diano salieron de la cabaña para recostarse en la hierba, bajo la sombra de los árboles. El sol ya caía, el cielo se tornaba con los colores del atardecer, y el ambiente era perfectamente plácido.
༄ ༄ ༄
¿Qué queréis que os diga? ¿Que me encantan? Obviamente, para qué mentir.
Empecé esta historia como una idea cualquiera, inspirándome en algunas cosillas que creo que se notan (ejem, ¿Astérix y Obélix?). Y me encanta porque al principio a los oikos les puse otro nombre, y dije: na, es estúpido, hay que cambiarlo. Y no sé por qué pensé en Oikos, y fue como: PUES OIKOS. Solo a mí se me ocurre cambiar un nombre por uno que es una marca de yogur. Y así todo lo demás. Todo es mood, nada importa.
Espero que os guste y vengáis a esta aventura de bosque que no sé en qué carajo va a terminar. ¿Y si no te gusta? Pues ahí está la puerta, macarena.
CHAO CHALAOS, NOS VEMOS <3
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