18. Vas a por nueces y terminas pescando
El canto de un mirlo, solitario y armonioso, rompía el silencio de la hora previa al amanecer. Cuando Mora abrió los ojos el cielo tenía una tenue claridad, trayendo el fin de la madrugada. Se quedó así un buen rato, quieta, respirando el aire fresco y matutino que traía mil aromas de bosque, escuchando el precioso canto del mirlo y disfrutando del momento. El despertar de la naturaleza.
Después Mora se levantó, y automáticamente Rorro hizo lo mismo; había estado con una oreja enhiesta esperando a que su chica se levantara. Ella y el perro salieron a dar una vuelta, intentando no hacer ruido, explorando el bosque de alrededor. Cuando regresaron al campamento, los demás ya se estaban levantando.
—¡Mora! Por fin, ¿dónde estabas? —la recibió un alborozado y despeinado Diano.
—En algún lugar donde no estuvieses tú —respondió Mora sonriente, despeinándolo con la mano aún más.
—¡Eh! —bufó él, haciendo una mueca por la broma.
—¡Dejaros de tonterías y venid a comer algo! —dijo Zaha.
—¡Ya vaaa!
—¿Sabes quién se estaba preocupando por ti? —le dijo Diano a Mora, como si fuera un dato secreto.
—Tú no, seguro.
—Arran.
El rubio le guiñó el ojo y se fue.
«Bobo», pensó Mora. Pero le echó una mirada al capitán de la cuadrilla; ahí estaba Arran, terminando un frugal desayuno y pensando en la partida, mirando a los que ya se preparaban. Sus miradas se cruzaron un momento, y Mora apartó los ojos.
En un santiamén Mora pilló lo que pudo para desayunar algo frugal y rápido, y cuando todos hubieron ingerido algo ya estaba casi todo preparado y recogido en los caballos para partir.
—¿Qué tal, preciosidad? —Mora saludó alegremente a Ayax, acariciándole el cuello. El caballo le devolvió una mirada de inteligencia, y ella supo que estaba tan preparado como ella para atacar otro día de marcha incansable.
Con un movimiento rápido y ágil, apoyando un pie en el estribo y pasando el otro por encima, Mora se encontró perfectamente acoplada en su montura. Echó una mirada a su alrededor, dándose cuenta de que le faltaba algo muy importante a su lado.
—¡RORRO! —llamó con voz potente. No estaba por allí. Cogió aire y emitió un silbido largo, fuerte y profundo, que se escuchó en muchos metros a la redonda. Volvió a hacerlo, repitiendo la misma onda que usaba siempre para llamar a su perro.
—¿Ocurre algo? —preguntó Arran, acercándose. Todos se habían parado al escuchar el potente silbido de Mora.
—Rorro no está —explicó Mora. Miraba atenta a su alrededor, por si veía o escuchaba venir al perro. Y en aquel momento apareció, primero anunciado por el sonido de su respiración al correr, saliendo de entre los árboles con la lengua fuera y tan satisfecho de sí mismo.
—¡Chico, ya era hora, a ver dónde te habías metido! —le dijo Mora. Pero sonriendo, como siempre sonreía al mirar a Rorro.
Ya sí, todos juntos, emprendieron la partida. Arran iba en cabeza, con su caballo castaño oscuro, seguido por Hifenor, Yorsch, Xeriah, Mora, Diano, Zaha y Reid. Llevaban una marcha tranquila pero constante, lo que venía siendo si prisa pero sin pausa, que los acercaba al lugar donde presuponían que iban.
—Tralaralalero, tralaralaliro —Mora iba tralalireando alegremente, con el corazón jubiloso y mirando el bosque que los rodeaba. Diano se unió a ella canturreando.
Rorro tan pronto iba siguiéndole el paso al caballo, como se adelantaba o se atrasaba, yendo a donde le apeteciera.
—¿A dónde crees que vamos a ir a parar? —comentó el chico de cabellos trigueños.
—Pero Diano, por todos los dioses, no puede ser que sigas sin enterarte de qué vamos a hacer —replicó Mora. Sabía que sí era perfectamente posible tal cosa, iban al libre albedrío.
—Sí, ya, lo de encontrar a Setenix, consultar su gran sabiduría de mago que los oikos se quieren robar, y llegar a la solución para todo esto. Pero eso es como cuando me dices que te vas a por nueces y terminas pescando en el río; no sabes cómo puede desviarse la cosa.
Mora se echó a reír.
—Razón tenéis —intervino Yorsch—. No sabemos cómo puede acabar esto.
—A la pura aventura vamos —comentó Reid. Alegre, lo cual era su estado permanente.
—Desde que salimos solo hemos avanzado unas cuantas leguas. Aún queda mucho.
Así siguieron el camino, en paz y armonía, entre los árboles y escuchando a los pájaros. Mora se paró a analizar a la compañía. Diano, el mismo de siempre, y Zaha, sus dos mejores amigos. Reid, el muchacho alegre que le había caído bien desde el primer momento, y que ahora iba silbando por lo bajo. Xeriah... no había cruzado muchas palabras con ella; parecía bastante callada, seria y en lo suyo. Yorsch era simple y normal; ni le iba ni le venía. Se parecía un poco a Hifenor, aunque a este Mora lo conocía de toda la vida y se llevaban mejor. Luego estaba Arran. Especial, desde el primer momento en que pisó la aldea trayendo un halo de revolución total.
Una buena compañía. Una compañía que debería mantenerse unida, para llegar a su objetivo. Claro que, como había dicho Diano, podía ser que fueran a por nueces y terminaran pescando en el río.
༄ ༄ ༄
Holu babeees.
Aquí estamos con otro de los capítulos que tenía guardados, y ya se me acaba la reserva.
Estoy con un resfriado cansino. La primavera pasada estuve mala, me puse a escribir como posesa y terminé Vigilando al toro. ¿Me poseerá el demonio de la escritura otra vez? Quién sabe. De momento mi productividad general es de 0 y estoy matada de tos :D.
As always, espero vuestros votos y comentarios y esas cosas y nos vemos en el siguienteeee. No olvidéis compartir con primos para que haya más lectores y no caer en depresión.
Axé, criaturillas del bosque <3
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro