13. No sé qué, pero algo pasa
Mora y Rorro estaban echados bajo un árbol, cerca de la salida de la aldea. Rorro se incorporó a medias y empezó a rascarse enérgicamente con la pata trasera detrás de las orejas, en una postura un tanto extraña, con el hocico hacia el cielo y sacando la lengua mientras se rascaba. Cuando terminó aquel ritual de rascado miró con sus ojos marrones adormilados a su alrededor, sacudió fuertemente la cabeza de un lado para otro, como si fuera a echar a volar, y se volvió a tumbar tranquilamente al lado de la humana, estirando las patas y poniéndose más que cómodo. Mora extendió una mano y se la pasó por el lomo, acariciando el suave pelaje de su amigo, enterrando los dedos entre el pelo del cuello y detrás de las orejas. Tenía una brizna de hierba seca en la boca, y jugueteaba con ella distraídamente moviéndola de un lado a otro, mientras su mente vagaba muy muy lejos de allí.
Era uno de sus muchos momentos de divague, en los que solían estar chica y perro juntos, tirados y descansando sin más.
Pero en aquel momento algo vino a perturbar su paz interior y meditación. Un chico de cabellos color cebada y con la ropa al descuido se acercaba a trote loco. Cuando Diano llegó a donde estaba Mora, ésta levantó la mirada hacia él.
—¿Qué pasa?
—No sé qué, pero algo pasa —dijo él—. Tienes que venir, nos colamos en la reunión y nos enteramos.
Automáticamente Mora, y Rorro con ella, se puso en pie como con un resorte. Los tres echaron a andar rápido a ver qué se cocía.
Algunos de los fugitivos que habían venido del norte, entre los que destacaba Arran, estaban reunidos con otros personajes de la aldea, como el jefe, su hijo Hifenor y su mujer, el decano y otros hombres y mujeres. Entre estos se mezclaron Mora y Diano, como si fueran personas perfectamente relevantes para estar ahí. No parecía una reunión importante, más bien parecía un encuentro casual en el que debatían algunas cuestiones. Mora se pudo imaginar perfectamente cómo había sido la conversación hasta aquel punto. Era lo mismo de lo que había hablado brevemente con Arran, la noche anterior. La mayoría de la gente ya veía que algo tenían que hacer, respecto a las invasiones oikas y todo lo demás.
—Lo que está claro —decía en aquel momento Hifenor— es que no podemos quedarnos de brazos cruzados mientras nos invaden.
—Así es —corroboró Yomenor, el jefe—. No podemos esperar inactivos a que hagan lo que quieran.
Entonces habló el decano, Beorthstan. Era viejo, muy viejo, y nadie mejor que él recodaba viejas cosas pasadas, tradiciones y leyendas. Como decano del pueblo, siempre estaba en las reuniones para dar consejo.
—La paz lleva muchos años reinando en nuestras tierras; ni yo ni nadie que haya conocido recuerda tiempos de guerras grandes ni graves. Visto es que esto no puede seguir así. Los oikos han llegado a interrumpir nuestras vidas y nuestra paz. Pues bien; no daremos nuestro brazo a torcer. Pienso, y en mi pensamiento creo que pongo el de toda nuestra gente, que esta tierra y nuestra vida no han de ser corrompidas ni conquistadas por ellos. Pero si queréis oír mi consejo, las luchas con los oikos, el saqueo a las aldeas y las guerrillas, no son sino una parte del problema. Cuando quieres deshacerte de una mala hierba y cortas sus hojas, estas rebrotarán; debes quitarla de raíz. La raíz aquí es la ambición del emperador Estroncio, que no solo busca hacerse con las tierras de Grinblu, sino que quiere los secretos de la magia que por milenos llevan guardando nuestros magos.
Cuando terminó de hablar, hubo un minuto de silencio.
—El decano tiene razón —dijo al fin Arran—. Y según creo yo, hay que pasar a la acción y llegar al corazón de esto. Llegar hasta Estroncio y pararle los pies, o encontrar al mago Setenix para que nos ayude en ello.
La resolución con que solía hablar Arran hizo que todos los presentes asintieran convencidos. Mora pensó lo mismo. Si había que hacer algo, mejor hacerlo cuanto antes.
—Pienso que estás en lo cierto, Arran amigo de la aldea. Para lo que dices habría que organizar un grupo de guerreros para la misión —habló el jefe.
—Una vez decidido lo mejor será hacerlo cuanto antes —apuntó Hifenor.
—Yo me encargaré de ello. Con unas cuantas personas bien dispuestas será suficiente, al menos para encontrar al gran mago.
—Estamos dispuestos. Empezaremos enseguida con los preparativos, tenemos que elegir quiénes vendrán —dijo Hifenor.
En aquel momento Mora dio un paso adelante, atrayendo todas las miradas sobre sí al exclamar contundentemente:
—¡¡YO VOY!!
༄ ༄ ༄
Heyaaaaa, molt bon dia mis criaturillas del bosque.
Again me he olvidado de esta historia porque estoy escribiendo otras tres nuevas lmao. ¡Pero aquí estamos! Y voy a ir publicando los capítulos que tengo... aviam que passa.
Soo, vengan esos comentarios sanguijuelas no escribo para que no me deis nada a cambio. Ok, no.
Nada más que decir sobre el capítulo, creo.
¡Nos vemos mañana! (Sí, mañana).
¡Axé! <3
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