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5. Mercado para 3

Capítulo 5.

Día 33 Enero 4.

Enot Miller.

Un poco de frío llegó a mis pies, no era nada comparado con el de diciembre pero me hizo moverme incómoda. Cuando abrí los ojos él aún estaba ahí, con su brazo rodeando mi cintura y una linda sonrisa en su rostro.

Este chico idiota hizo que me preocupará de manera horrible, como era posible que un ser humano con tal insistencia desapareciera de la nada. Me pase todo el día pensando en que era mi culpa, por mostrarme con Alan así, aunque lo nuestro era costumbre.

Con cuidado de no despertarlo me levanté, y por unos minutos simplemente me dediqué a observarlo. No hay explicaciones claras de porqué hacemos las cosas, del porque o cuando o dónde, así que no tengo una excusa de porque besé su rostro aún cuando sabía que él estaba profundamente dormido.

Algo sonrojada baje las escaleras, llegando a mi un dulce olor a un desayuno y café. Terminé de bajar con prisa, llegando a la cocina un poco inquieta y con mucha hambre.

—¡Buenos días!—. Grité al llegar

—Buenos días cariño.

—Buen día solecito.

—¡Papá!—. Lo abracé por la espalda, a penas lo había visto por las mañanas, y en las noches siempre caía dormida igual que el.

—¿Cómo estás cariño?

—Muy bien ¿Y tú?—. De maravilla, pero si ves al chico en mi habitación es broma.

—Que bien cariño. Estaba algo preocupando, pero creo que tienes buena compañía—. ¡Oh querido padre! No tienes ni idea.

—¡Aquí está tu desayuno solecito! Y por favor, déjeme lavar su plato Jon.

—Gracias Al. Estuvo delicioso... Por mi puedes quedarte cuanto quieras.

—¡Gracias!—. Hablé al ver lo delicioso de mi plato.

Y ese es el secreto para ganarte el corazón de los Miller.

—Bueno, disfruta tu desayuno cariño, y gracias Alan... Me voy antes de llegar tarde—. Beso mi frente y poco después salió por la puerta.

—¡Esto está delicioso Al!—. Él sabía muy bien que me gustaba.

—Lo supuse—. Solté una risita al ver como se quitaba mi delantal rosa.

—¿De qué te ríes solecito?

—¡Oh! N-nada—. Llene mi boca de un trozo de tocino frito. —Es solo que el rosa te queda muy bien.

—¡Ahh! Desde tan temprano molestando.

—Es tu culpa—. Protesté cuando se acercó y trate de amenazarlo con mi tenedor.

—¡Yo! ¡¿Por qué?!

—No lo sé, solo es tu culpa—. Por la mañana mis argumentos no eran de los mejores.

—Eso no es válido—. Cruzó sobre el mesón, era la primera vez que lo veía hacer eso.

Talvez por eso no me di cuenta que él estaba a mi lado, talvez por eso logró subirme en su hombro antes de que yo pudiera reaccionar.

—¡Realmente tú quieres morir!

—Eres pequeña y adorable. ¿Cómo piensa defenderte?—. Mi tamaño no tenía nada que ver y eso él lo sabía.

—¡Como no me bajes idiota!

—Buenos días para ustedes dos también—. Jayce, diablos me había olvidado de Jayce.

—Espera... ¿De dónde saliste tu?—. Alan estaba confundido y yo aproveche para bajarme de su hombro y correr hacía el pesado.

Él sonrió y paso su mano sobre mi hombro. Yo le saque la lengua a mi amigo quién parecía aún hacer cálculos y buscar respuestas.

—¡Hey Al! ¿Puedes darle café a Jayce? Es que quiero llamar a alguien.

—Prefiero prepararlo yo come libros—. Se aferró por un momento a mis hombros antes de dejarme ir.

—¡Oye tú! ¡¿Desde cuándo tienes amigos?!—. Ese idiota de Alan.

Volví a las escaleras, aún cuando podía sentir lo tenso del ambiente allí abajo cuando solo di la vuelta. Igual no regresaría hasta en un rato, esperaba no encontrar una escena del crimen al volver.

(...)

—Hola Dennis—. Ella contesto luego del segundo timbrazo.

—¿Enot? Cariño ¿Cómo estás?—. Era suerte que ella me había dado su número de celular la última vez que fui a su casa.

—Estoy bastante bien ¿Y ustedes?

—Que bueno cariño, nosotros bien. Hazme un favor y ven a preparar galletas un día de estos.

—Lo haré. Bueno solo quería avisarle que Jayce está en mi casa... Creo que anoche no llego y no te aviso.

—Ah. Me lo imaginé—. Soltó una larga bocanada de aire.

—¿Qué? Entonces no te preocupaste.

—¡Oh no! Supuse que estaría contigo, además Marcus también llamo ayer.

—¡Me encargaré de que llegue luego!

—Esta bien cariño, solo visítanos más seguido ¿Si?

—Lo haré.

—Hasta luego Enot.

—Nos vemos Dennis.

Sonreí, la voz de Dennis era tan suave y amable. Salí hasta la puerta, estaba en el cuarto de mi padre y quería asegurarme que todo estuviera bien antes de salir de mi escondite. Pero había calma, podía escuchar el televisor de la sala y una suave conversación, donde yo no lograba descifrar las palabras.

—¿Están bien?—. Salí del todo, caminando directo a la cocina.

—¡Todo bien solecito!

—¿Hiciste el café Jayce?

—¿A caso quieres un poco?

—Recién desayune—. Suspiré. —¡Hey chicos!—. Me tiré sobre el sofá.

—¿Qué pasa come libros?

—¿Sucede algo Enot?

—¿Qué día es?—. Me sorprendió que ambos a parecieran en la sala, cuando yo solo quería saber qué día era.

—No lo sé...

—Es domingo, come libros.

—Ah carajo—. Me levanté de un brinco, era día de compras. Creo que no había quedado nada como para comer.

—¡Hey! ¿Qué pasa?

—Uff, tengo que salir por unas horas—. Ir un domingo a alguna tienda por comestibles era un infierno.

Amas de casa desesperadas, hombres con un papel en la mano sin saber si quiera que papel higiénico llevar, porque ya saben, nunca se sabe si tu mujer podría echarte de la casa por llevar suave en vez de extra suave. También estaban los niños, cientos de ellos, ya sea esperando en el auto o gritando, haciendo un berrinche o simplemente colgado de la camisa de su mami.

—¿A dónde vas?—. Quería correr y tomar un baño, pero en los planes de estos chicos siempre estaba llamar mi atención.

—¡Me voy! Pueden quedarse aquí si quieren... Pero volveré hasta dentro de unas horas.

—¡Hey come libros! ¡Voy contigo!—. Su mirada decía "Si dices no, igual te sigo".

—¡Yo también!—. Enserio esos dos eran como niños pequeños.

—Ni siquiera saben a dónde voy—. Los miré con una ceja alzada.

—Al mercado.

—¡Cállate Alan!—. Joder. No me libraría de esos dos, a por no menos no ahora. —Bajo en veinte, él que no esté listo se queda.

Ambos sonrieron, y Jayce salió por la puerta mientras Alan giro a su habitación, ya me suponía que ambos se cambiarían. Supongo que yo también debía correr.

(...)

—¡Tú, compra esto!—. Me apresure a darle el papel donde había apuntado ciertas cosas del sector de frutas y verduras a Alan. —¡Y tú esto!—. Hice lo mismo con Jayce pero hacía el sector de carnes.

—¿Dónde nos veremos?—. Preguntó Alan quién examinaba su lista.

—Más o menos en una hora, justo aquí. No se tarden idiotas.

—¡Voy, voy!—. El chico dejo un beso grande en mi mejilla y me dieron ganas de soltarle un golpe.

—¡Deja de hacer eso tonto!—. Nada, igual Alan ya de había marchado.

—¡Nos vemos en un rato come libros!

Jayce camino unos pasos antes de quedar totalmente inmóvil, solté una risita al verlo ahí parado como un tonto. Aunque también quería saber qué estaba pasando por su cabeza, el porque hacía esto y aquello, quería descifrar y descubrir hasta lo más mínimo de él.

—¡Hey! ¿Estás bien?—. Avancé un poco, con miedo, o más bien curiosidad.

Se giró tan rápido que ni siquiera pude reaccionar, se aferró a mi cintura y perdió su rostro en mi hombro. Estaba sorprendida, lo admito, aunque él era tan espontáneo era imposible pasar por nada su tacto, o su fragancia que justo ahora llegaba a mí.

—¿Estás bien?—. Me atreví a preguntar de nuevo, con esa sonrisa que nació inconsciente y mis manos aferrándose a su ropa.

—Todo está bien come libros—. Murmuraba en mi hombro, aunque yo era capaz de entender cada palabra. —Es solo que a veces... No puedes evitar tocar a la persona que amas.

Me sobresalté, y por eso él río. Porque aunque no menciono palabras antes de apartarse y tomar camino, seguro sintió perfectamente cuando mi corazón se aceleró, seguro conmigo tan cerca pudo sentir cuando mi cara enrojeció.

A veces siento que hace estas cosas con la intención de ponerme nerviosa, y como nunca había pasado por este mis reacciones deben ser divertidas para él... O yo que sé.

(...)

Esto recupera su encanto después de un mes. Repetí eso en mi cabeza al ver el carrito de compras con todo lo que debía comprar para este primer mes del año. Mi lista de compras eras el triple que las de los chicos, y sin embargo yo había sido la primera en terminar, y como era mucho menos que lo habitual, mi tiempo fue récord.

Fueron 45 minutos, estaba bastante orgullosa, después me llevaba unas 3 o 4 horas comprar las cosas de todos un mes, incluyendo mis comidas de media noche que se basa en dulces, golosinas, snacks y de más. Ya solo me quedaba que esos pelmazos terminarán. Creo que les tendré que agradecer, después de todo es mucho su ayuda.

—Come libros.

—¡Joder!—. Exaltada lleve mi mano a mi pecho, tremendo susto me había dado ese tonto por susurrar y aparecer en mi espalda.

—¡Perdón! No creí que te fueras a asustar tanto.

—¡Eres un idio...

Cuando me topé con sus ojos me calle automáticamente, como si aquel azul cerúleo penetrara mi alma con tan solo cruzarse, si el mar tomara ese color tan hermoso hipnotizaría a cualquier con su belleza.

—Olvídalo tonto... Como sea... ¿Ya has terminado?

—Sip—. Tenía razón, cargaba a un lado con un carrito con todo lo de la lista que había escrito.

—¡Bien hecho, pesado!—. Sonrió satisfecho y le devolví la sonrisa.

—¡¡Hey, también terminé!!—. Alan llegaba corriendo, cuando se cayó a unos metros de llegar.

Y no lo pude evitar. 

—¿Te caíste?—. Reí como una tonta en el mercado, bien podía avergonzar a los chicos que venían conmigo y sin embargo no podría importarme menos.

—No te rías come libros—. Jayce me miró con ganas de reír, y yo le saque la lengua como el ser maduro que soy.

—¿Estás bien?

—Estoy bien Adams.

—¿Nos vamos?—. Pase a su lado, y me detuve a abrazar a mi amigo.

También me encargué de dejar un pequeño beso en su mejilla, y note que este tonto recientemente se ponía mucho más nervioso de lo normal con mi presencia. Claro que también podía ser solo yo.

—Aun eres torpe Al.

Pase a su lado, viendo por el rabillo del ojo como se cubría el rostro. Creo que siempre tuve está pequeña ventaja ante el chico, y sin embargo recién lo noto.

—¡Hey yo también me caí!

—¡Jayce Adams más te vale que te levantes del suelo o te golpeó!

—¡Come libros!—. Chilló

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