5.Adaptarse a las circunstancias
❦ ˚ · .
· •. ❀ . • ·
•. ☼
༄ · . ·
☁
❀˚ · . ♡
❦ ˚ · .
· •. ❀ . • ·
•. ☼
༄ · . ·
☁
❀˚ · . ♡
❦ ˚ · ∞
Kihyun se pasó los siguientes días trabajando en la propiedad de Hyunwoo.
El miércoles de su primera semana, Kihyun conoció a otro familiar Son.
En el momento en el que esa persona llegó, antes del mediodía, Kihyun y Hyunwoo estaban sentados sobre una gran tarima cuadrada hecha de madera, puesta a la sombra del gran árbol de cerezos en el patio, tomando el descanso después de su rutina laboral.
La sombra del frondoso árbol permitía estar allí sin preocuparse mucho del calor. Las flores caídas en el suelo iban haciendo un lienzo rosado de pétalos alrededor del tronco.
Hyunwoo había puesto en el centro de la tarima un plato con rebanadas de sandía y hasta ese momento estaban comiendo sin decir palabra, Kihyun dejando las semillas en el plato y Hyunwoo escupiéndolas en el suelo terroso y seco.
Kihyun movía el pie derecho sobre la tierra, escarbando un poco, tratando de distraerse porque no se atrevía a mirar directamente a Hyunwoo. No sabía si iniciar una conversación mientras comían o simplemente quedarse quieto. Era uno de esos momentos en los que no sabía cómo actuar y se sentía extraño, tímido incluso.
Esa incertidumbre acabó cuando escuchó el sonido de pasos acercándose por detrás y pronto apareció la figura pequeña de una muchacha plantándose frente a Hyunwoo con mucha familiaridad.
—Hola, pie grande —saludó sin más, sonriendo ampliamente y dejando ver unos hoyuelos pronunciados en sus mejillas.
—Hola, pulguita —le respondió Hyunwoo con naturalidad y dejando de lado su rebanada de sandía.
La joven se presentó para entregarle unas botas de goma que ya no usaba. Era una muchacha chaparrita, rostro aniñado, cabello castaño recogido en dos trenzas a cada lado de su cabeza. Llevaba un vestido con estampado de girasoles y unos flats color beige.
—Aquí tienes lo que me pediste. Son las botas que me regalaste y que me quedan enormes —le mostró el calzado que llevaba cargando entre las manos—, me debes una —Hyunwoo tomó las botas para acomodarlas sobre la tarima. Fue entonces que la joven observó a Kihyun y lo escaneó de pies a cabeza con una mirada inquisitiva.
—¿Y él quién es? No lo he visto antes —preguntó con recelo, entrecerrando los ojos en dos casi imperceptibles líneas.
—Él es Kihyun. Trabajará conmigo en los próximos días —se giró para ver a Kihyun—. Ella es mi hermana menor Wheein.
—Hola —dijo Kihyun cortésmente, inclinando un poco la cabeza, pero fue ignorado totalmente por la joven.
—Ah, es el fotógrafo del que me habló Jooheon, el primo del que trabaja con él —enarcó su ceja derecha, pasó el peso de una pierna a la otra y se cruzó de brazos—. ¿Mamá sabe de su presencia aquí?
—No tengo por qué avisarle cuando sé que tú irás a decírselo —argumentó con tranquilidad y la muchacha abrió mucho la boca, se sentó a su lado y lo miró con el ceño fruncido.
—¿Acaso estás insinuando que soy una chismosa? —increpó muy indignada.
—Tú lo has dicho, yo no —le contestó y se inclinó un poco a jalarle suavemente una trenza, ganándose un manotazo en su hombro—. Ouch, eso dolió —se sobó el hombro exageradamente.
Al ver a los hermanos conversar, Kihyun pudo notar la peculiar dinámica entre esos dos. Ver esa parte de Hyunwoo era insólito, fascinante en cierta forma.
—En fin... mamá quiere saber si cosecharás este mes rábanos blancos.
—Para esta temporada no será. Creo que será mejor sembrar coles.
—Oye, los rábanos son geniales. No los descartes, sabes que se venden bien en el mercado.
—Dile a mamá que iré más tarde a verla para platicar sobre eso.
—¿Cuánto tiempo se va a quedar? —preguntó mirando de reojo a Kihyun, quien se mantenía al margen de la conversación.
—El tiempo que sea necesario... —le respondió escuetamente—. ¿Algo más? No, ¿verdad?, entonces adiós, pulgarcita.
—¡No me digas pulgarcita! —le reprochó con un puchero en la boca—. Idiota gigante descerebrado —le enseñó el dedo medio y se alejó echando rayos y centellas.
—Wow, tiene carácter —Kihyun expresó con asombro.
—Lo reconoces —le respondió con una sonrisa porque precisamente él lo había notado—. Disculpa por cómo se comportó. Suele ser muy amable con la gente, pero no sé qué le pasa hoy.
—Los primeros años de la pubertad pueden ser complicados —comentó Kihyun encogiéndose de hombros y no prestándole demasiada atención.
—¿Pubertad? No es tan pequeña. Tiene veinte años —respondió Hyunwoo haciéndole gracia la confusión.
—Oh, ¿de verdad? No los aparenta. Se ve más joven.
—Lo sé. Es una traga años —empujó las botas de goma sobre la tarima para acercárselas a Kihyun—. Son para ti. Espero que te queden.
—¿Para mí? —preguntó sin creer que se las hubiera conseguido.
—Son la mejor opción para trabajar en el campo y así no manchas tus zapatos.
Kihyun las agarró y decidió quitarse sus zapatos y probárselas.
—Me calzan bien —comentó Kihyun después de ponérselas—. Gracias.
—Perfecto, así podrás sacar las papas de la tierra sin quejarte del "lodo" —le respondió Hyunwoo, pero Kihyun ya no le pudo replicar porque se estaba alejando hacia su casa con el plato lleno de cáscaras de sandía.
El jueves estaban los dos en el invernadero, un espacio amplio que resultó ser el que más le gustó a Kihyun porque estaba techado y los rayos del sol no caían directamente en su cara, y se filtraban cálidamente alrededor de la estancia.
El lugar estaba ocupado por cuatro filas de plantas de tomates, separadas una de otra por pasillos de gravilla, sujeta cada una a su tutor, un palo de metro y medio que servía para sostenerla, y con un sistema de riego al ras del suelo.
Ese día estaban concentrados en la revisión de las tomateras. Sus frutos todavía estaban verdes y era necesario cuidarlos. Hyunwoo le había dicho anteriormente que la tarea principal sería quitarle los "chupones" a las plantas.
Cuando Kihyun escuchó la palabra, lo único que se le vino a la mente fue una marca en la piel del cuello. Como si le leyera la mente, el joven le dijo "y no, no me refiero a los chupetones", causando que se sonrojara.
Nunca se le ocurrió que en realidad Hyunwoo se refería a unos brotes pequeños que aparecían entre el tallo y las ramas secundarias, que resultaban ser dañinas para el crecimiento de los tomates, y era necesario cortarlos con una tijera.
Hyunwoo había salido a traer un poco de agua para los dos, por lo que Kihyun estaba solo en medio de la estancia, agachado delante de una de las plantas y quitándole los chupones. No pensó que encargarse de todo ello fuera tan complicado.
Era bastante trabajo y le estaban saliendo algunas ampollas en las manos porque tenía la piel sensible, pero ya se las había arreglado anteriormente poniéndose curitas, sobre todo en su mano derecha.
Hyunwoo se estaba tardando y había un silencio sepulcral que no le agradaba, así que, de forma espontánea, empezó a tararear una canción que se le vino a la mente.
Cantó fragmentos de lo que se acordaba de la letra: ~Here comes the sun ~du du du~, here comes the sun, and I say, It's all right. Little darling, I feel that ice is slowly melting~
Cuando se movió para revisar la siguiente tomatera de la fila, se percató de que Hyunwoo lo estaba observando, recargado sobre el marco de la puerta y llevando una botella con agua en su mano.
—¿Desde cuándo estás allí? —le preguntó con vergüenza al saber que probablemente lo había estado escuchado y él no solía cantar en voz alta con público de por medio.
—Tienes una bella voz —le comentó sin responder a su pregunta y entrando en el invernadero para dejar la botella en la mesa y empezar a regar las tomateras.
Kihyun se sintió aturdido por su halago y no supo cómo responder.
—No tengo otra opción que cantar porque me estoy muriendo del aburrimiento aquí... —se calló abruptamente y nada más soltarlo se arrepintió de decirlo.
Allí iba otra vez. ¿Por qué tenía que ser así? A veces muy impulsivo para su propio bien.
Eso evidentemente quebró la armonía en el ambiente y se sintió la tensión e incomodidad flotando como una carga difícil de ocultar. Hyunwoo abrió la boca con la intención de replicar algo, pero a último segundo se arrepintió y mejor no respondió. Le dio la espalda y siguieron trabajando en silencio.
Lo que Kihyun no esperó es que, a la mañana siguiente, viernes, Hyunwoo llevara al invernadero una pequeña radio roja, de pilas, que puso sobre la mesa de herramientas.
—Por lo menos así podrás escuchar la radio local y no aburrirte tanto —le dijo sintonizado una estación y moderando el volumen para escuchar la música, que resultó ser una canción trot.
Kihyun se quedó sin habla por unos segundos. Se avergonzó sobremanera, sus mejillas coloreándose de un rosa pálido.
—Gracias, Hyunwoo. No te hubieras molestado... y... —tenía que decirlo porque sabía que no se sentiría tranquilo de no hacerlo. Alzó la cabeza para verlo y carraspeó—. Disculpa por el comentario de ayer, creo que fui muy brusco... —su sonrojo se profundizó y bajó la mirada.
—Fuiste brusco, sí, pero honesto al expresar cómo te sientes, y en realidad tienes razón con lo del aburrimiento —sonrió ligeramente, sin resentimiento—. A veces se necesita un poco de música para alegrar el ambiente —Kihyun sintió su pulso acelerarse y una revolución de sensaciones aglomerándose en su pecho por la forma en que Hyunwoo había tomado todo eso, sin realmente enojarse—. Ah, y ten —le alargó unos guantes que Kihyun miró, pero negó con la cabeza.
—No los necesito. Estoy bien así.
—Sí los necesitas —le rebatió sin perder los estribos y con un pacífico semblante—, y debí dártelos desde antes —suspiró con pesadez—. No estás acostumbrado a este tipo de trabajo y debes cuidar tus manos. Mira cómo ya las tienes —posó su mirada en la mano derecha de Kihyun y éste la escondió detrás de su espalda—. Sé que puede ser frustrante cuando estás en un sitio que no conoces sólo por obligación, pero veces no hace mal aceptar un poco de ayuda, ¿no crees? Ayuda recíproca. Toma —se acercó lo suficiente como para jalar su mano izquierda hacia adelante y ponerle rápidamente en la palma los guantes grises.
Kihyun se los puso, sin dejar de pensar en todo lo que Hyunwoo estaba haciendo por él para que no se sintiera incómodo allí. Todavía con las mejillas sonrosadas, le dio las gracias y procedió a seguir trabajando, ahora con un ambiente más ligero, ameno, con música de fondo, y consciente de los errores que había cometido hasta ese momento.
A partir de ese incidente, la sensación de Kihyun de querer salir corriendo de allí se fue desvaneciendo. Decidió tratar de no meter la pata otra vez. Tener mejor disposición, ser más colaborativo en cuanto a su aprendizaje en ese lugar.
Ese cambio de actitud funcionó. En contra de todo mal pronóstico, se fue acostumbrando a la rutina de la granja, y conforme pasaba el tiempo con Hyunwoo, ya no le parecía tan difícil ni catastrófica su estancia en su propiedad, aunque no había estado preparado para presenciar ciertas escenas y tener experiencias que nunca habría tenido en la ciudad, por ejemplo, aprender a manejar un tractor.
Eso pasó el sábado por la mañana. Se subieron a la máquina segadora para ir a uno de los terrenos que Hyunwoo tenía más alejado de la casa, en las afueras del pueblo. Él se acomodó en el asiento lateral mientras veía las maniobras de Hyunwoo para segar la hierba que se le daba de comer a Aura. ¿Quieres intentarlo?, le había preguntado al notar su interés.
Cambiaron de lugares y Kihyun tomó el pequeño volante entre sus manos, entre nervioso y emocionado por hacer aquello por primera vez.
Siguió las instrucciones de Hyunwoo y aunque obviamente no era lo mismo que manejar un auto convencional, pudo aprender a manejar la máquina incluso después de casi irse contra el muro de piedras que delimitaba el terreno.
Por otra parte, Hyunwoo se encargó, los primeros dos días, de cocinar platillos sencillos, los que mejor sabía hacer, para que los dos compartieran en el pequeño comedor de su casa.
A pesar de que no cocinaba tan mal, Kihyun le pidió intentarlo una vez. Estaban en la cocina y Hyunwoo ya se había puesto el mandil con estampado de tomates.
—Déjame hacerlo como una forma de agradecimiento por aceptar que yo trabaje aquí.
—Entonces debes ponerte el mandil —le contestó Hyunwoo y procedió a quitárselo y dárselo a Kihyun. Éste intentó amarrarse las cintas, pero se le estaba dificultando—. Déjame ayudarte —a pesar de ser una acción sencilla, no pudo evitar cierto estremecimiento cuando Hyunwoo amarró las cintas y las ajustó a su cintura.
Se sentía a gusto cocinando, y Hyunwoo le ayudó con tareas simples como cortar la verdura o la carne. Cuando terminó de cocinar, Kihyun prácticamente atiborró la pequeña mesa con platillos y varias guarniciones.
A Hyunwoo sólo le bastó probar el primer bocado para quedar maravillado con su comida, por lo que le pidió que fuera él quien cocinara a partir de ese día. Aquél aceptó, así que Hyunwoo se encargaba de comprar la despensa y disfrutar la sazón de los platillos que preparaba Kihyun.
Él se asombraba al ver la cantidad de comida que podía ingerir Hyunwoo y, aunque no lo demostraba, le regocijaba escuchar sus elogios con una calidez que lo dejaba en las nubes. No faltaba que le mostraba una sonrisa enorme y terminaba más animado para continuar con su labor.
Barriga llena, corazón contento, le había dicho una vez su abuela materna Narae y tampoco podía evitar recordar cuando le decía que la mejor manera de llegar al corazón de una persona es a través de la comida. Kihyun se sonrojaba de sólo acordarse de esa frase.
Siempre le había parecido exagerada, pero viendo a Hyunwoo se preguntaba si eso ayudaría a acercarse más a él si estuviera en plan de conquista. No decía que fuera su caso, obviamente era hipotético, y trataba de que su mente no se nublara con ese absurdo pensamiento.
Aparte de sus vivencias allí, por las tardes Kihyun se juntaba con Minhyuk para revisar la larga lista que le había dado el Sr. Moon. Fueronvisitando una por una a las señoras de mayor edad en el pueblo.
Les fue grato platicar con ellas sobre sus vidas, averiguar con sutileza si conocían a su abuelo y tomarles fotografías que a Kihyun le estaba gustando mucho tomar y hasta estaba pensando en hacer un portafolio especial para recopilarlas y crear un nuevo proyecto fotográfico.
Era cautivador escuchar sus anécdotas, conocer el alma del pueblo a través de sus historias de vida, aunque ello significase no encontrar todavía a la persona que estaban buscando.
Regresaban a Hyunja's Oasis ya entrada la noche y terminaban tan cansados de las actividades del día que se dormían en un santiamén.
Descansaban tan placenteramente que ya era común amanecer, al día siguiente, de buen humor.
¦B&N*06/09/20¦
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro