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3.Citadinos sin muchas opciones

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Al día siguiente, los dos se encontraron en la recepción como habían acordado, después de una noche de descanso, pero con un hambre atroz. Afortunadamente, la Sra. Hyunja los invitó a desayunar.

Se dieron cuenta que ella vivía sola y ocupaba la primera planta del edificio como su residencia. Allí estuvieron en el comedor de su cocina casi devorando los platillos que preparó a esa hora de la mañana, tan deliciosos que Minhyuk tuvo el descaro de pedir más.

Luego de comer, se pusieron a conversar un poco. Kihyun había visto en la pared de enfrente una foto en un marco grande de madera. Se veía en ella a un niño de cachetes regordetes, vistiendo pantalón y playera manga larga, color rojo, con unas letras blancas impresas, que miraba a la cámara distraídamente con la boca semiabierta, sentado cruzando una pierna sobre otra. Era muy muy tierno y daban ganas de pellizcar sus cachetitos.

—¿Es su hijo? —preguntó señalando la foto.

Sabía que no había sido nada discreto preguntando eso, pero sus rasgos se le hicieron vagamente familiares y quería salir de la duda.

—No tengo hijos, pero sí muchos sobrinos. Ése es Hyunwoo, mi preferido y consentido, pero no se lo digan a mis demás sobrinos por si los llegan a conocer, ¿eh? Luego se ponen celosos —explicó con jovialidad.

Kihyun no podía creer cómo esa cosita preciosa se había convertido en esa cosota monumental de músculos que había conocido recientemente. La hormona del crecimiento era simplemente maravillosa.

Le preguntaron a la Sra. Hyunja sobre a quién podrían recurrir para poder saber los nombres de las ciudadanas de más edad en el pueblo. Tenían que empezar a buscar de inmediato al primer amor de su abuelo.

—Tendrían que ir con el Sr. Moon Jaein, el jefe de pueblo. Les puede ayudar a darles una lista con los nombres de las mujeres ancianas.

—¿Puedes ir tú? —le dijo Minhyuk a Kihyun—. Mientras yo voy con Jooheon a revisar el carro. Me está esperando afuera.

—¿Cómo lo contactaste tan rápido?

—La Sra. Hyunja me dio su número y le mandé un mensaje. Lo bueno es que aquí sí hay señal —le guiñó el ojo. Su primo no perdía el tiempo.

Kihyun estuvo de acuerdo en dividirse las acciones a hacer ese día. Después de ayudar a lavar los trastes, se despidieron y agradecieron a la Sra. Hyunja por la comida.

Salieron a la calle y vieron a Jooheon esperando al lado de su motocicleta negra, ahora sin su overol del trabajo, vestido un poco más casual. Los saludó brevemente y le extendió un casco a Minhyuk. Éste se despidió de su primo y se subió a la motocicleta, detrás de Jooheon, con rumbo a la carretera principal donde se había quedado el Mercedes-Benz.

Cuando Kihyun vio que se alejaban por la estrecha calle, empezó a caminar tratando de ir del lado de la sombra para protegerse del intenso sol.

Decidió llevar su cámara fotográfica y se entretuvo haciendo tomas del pueblo. En una de las calles paralelas, vio instalado el tianguis ambulante que le había mencionado la Sra. Hyunja y como ella le pidió de favor comprar unas fresas para hacer un postre, decidió pasar por allí. De uno y otro lado de la calle la gente ofrecía en sus puestos toda clase de productos, sobre todo frutas y verduras de su propia cosecha. Se acercó a uno y compró la cantidad de fresas que le habían pedido.

Continuó caminando hasta salir del tianguis y tomó otra calle para no desviarse de la dirección original. De repente escuchó el repiqueteo de una campanilla. Cuando volteó a ver, pudo notar a Hyunwoo montado en una bicicleta, vestido con un pantalón estilo militar color caqui y playera verde oliva, aproximándose por la calle. Qué coincidencia verlo rondando por allí. Parecía que ese pueblo era el lugar de los encuentros casuales. Se hizo a la orilla y Hyunwoo paró la bicicleta a su lado.

—Debes tener cuidado cuando camines por las calles. Vas distraído —dijo aún sentado sobre el sillín y acomodando sus brazos sobre el manubrio.

—Buenos días para ti también, Hyunwoo —replicó Kihyun con una media sonrisa y el aludido se dio cuenta de que no lo había saludado apropiadamente.

—Hola, buenos días, Kihyun —dijo con un ligero rubor en sus mejillas—. ¿A dónde vas? —preguntó con cautela—. Si se puede saber...

—Supongo que sí... —encogió su hombro derecho—, voy a buscar al jefe de pueblo para pedirle información para mi... sesión de fotos.

Hyunwoo se quitó el sombrero para quitarse el sudor de la frente y se lo volvió a poner.

—El Sr. Moon vive un poco lejos de aquí. Voy a visitar algunas tiendas por ese rumbo. ¿Subes? —dijo con vacilación, no sabiendo si sería aceptado—. Te puedo dejar cerca de su casa.

Kihyun dudó por un momento.

—Hace mucho que no me subo a una bicicleta.

—Descuida, no te pasará nada malo, muchos años de experiencia me respaldan —esbozó una sonrisa y alzó con timidez el dedo pulgar de su mano, un gesto que no podría ser imaginado haber sido hecho por ese hombre, pero ¿cómo negarse a esa cándida expresión?

Guardó su cámara en su bolsita, se colgó las cintas alrededor de su cuello, y se subió en la parte de atrás de la bicicleta, en el portaequipaje, con cada pie apoyado en las vainas inferiores, esos pequeños tubos a la altura de los pedales. Con la mano izquierda seguía sosteniendo la bolsa de fresas, pero no supo dónde poner su mano derecha.

—Puedes apoyar tu mano en mi hombro para que te sientas más seguro —le dijo Hyunwoo como si hubiera leído sus pensamientos.

Kihyun así lo hizo y trató de controlar el hormigueo que recorrió su cuerpo cuando palpó los músculos de los anchos hombros de Hyunwoo. La cercanía con su cuerpo le permitió percibir cómo olía, un sutil olor a suavizante de ropa mezclado con loción.

Por un instante tuvo el irresistible deseo de recargar su cabeza contra su espalda e inundarse de esa esencia suave y varonil que emanaba, embriagarse de él y no soltarlo durante el trayecto.

—Ponte esto —le pasó su sombrero de ala ancha, haciendo que saliera de su ensimismamiento.

—Es tuyo, yo estoy bien así...

—Póntelo, por favor.

No querrás terminar como camarón cocido con esa piel tan bonita que tienes.

Agarró el sombrero y como pudo se lo ajustó a la cabeza con unas cintas que tenía a los lados. Hyunwoo empezó a pedalear. Kihyun sintió vértigo al principio, pero después se acostumbró a esa experiencia, quizás el confiar en Hyunwoo y sentirse a salvo con él influyó en eso. No era tan malo como lo recordaba en su infancia.

En la calle de asfalto había un gran bache que hizo la bicicleta tambalearse peligrosamente. Kihyun por instinto se aferró con sus brazos a la cintura de Hyunwoo y éste logró seguir pedaleando sin caerse. Cuando pasó el susto, Kihyun se dio cuenta de dónde estaban puestos sus brazos y rápidamente los movió a su lugar original, en los hombros.

—Puedes dejar allí tus brazos. Por mí no hay problema —murmuró tratando de ocultar su nerviosismo.

—No, así está bien —casi tartamudeó—. Fue... tuve miedo de caerme.

—¿Tu cámara está a salvo? —dijo con un dejo de preocupación en la voz.

—Sí —palpó en su bolsa protectora—. No le pasó nada. Pero... dejé caer las fresas.

Hyunwoo se orilló inmediatamente para voltear a ver en la carretera las fresas que se habían salido de la bolsa y estaban desparramadas por la calle. Pensaron en bajarse para recogerlas pero, desafortunadamente, en ese momento pasó una camioneta que aplastó la mayor parte de las frutillas, pintando el asfalto de rojo.

—No puede ser —expresó Kihyun con aflicción, pasándose una mano por la cara—. Tu tía se enojará conmigo.

—No te preocupes, ella entenderá si le explicas lo que pasó —le aseguró con calma.

A Kihyun no le quedó de otra que recoger la bolsa aplastada para depositarla en un bote de basura y siguieron su camino por las calles del pueblo. De uno y otro lado la gente lo reconocía y saludaba al joven con familiaridad, cariño incluso. Él les respondía con una breve sonrisa y alzaba un brazo con rapidez para desearles un buen día.

Después de unos diez minutos de trayecto, llegaron frente a una verja de madera desde donde se veía un amplio patio lleno de flores de ornato y al fondo una casa de concreto, pintada de azul, y con grandes ventanales.

—Aquí es —avisó Hyunwoo.

Kihyun deseó que el viaje hubiera durado más, así que, con cierta reticencia, se bajó de la bicicleta.

—Gracias —le dijo antes de despedirse de él.

—Bueno, por lo menos ahora lo dijiste con espontaneidad —expresó con un dejo de socarronería, con las cejas arqueadas.

Kihyun sintió su cara enrojecer. Todo el color rojo pintando sus mejillas y un calor expandiéndose por su cuerpo que no tenía nada que ver con la elevada temperatura del ambiente.

—No creas que no soy agradecido. Sé cuándo serlo —dijo en su defensa.

Hyunwoo sonrió ampliamente por la forma en que se expresaba y Kihyun no pensó en otra cosa más que en lo hermoso de su sincera sonrisa. Era luminosa, espontánea, e hizo que sintiera, involuntariamente, cosquillas en su bajo abdomen. Le quiso devolver el sombrero, pero le dijo que se lo quedara, lo vas a necesitar de regreso.

—Nos vemos, citadino —se alejó pedaleando su bicicleta por la calle.

—Hasta luego —dijo en susurros que probablemente no escuchó.

Kihyun todavía se quedó un rato viendo a lo lejos su espalda amplia, antes de decidirse a cruzar la verja.

Después de platicar con el Sr. Moon, un viejecito afable y algo platicador, éste le dio unos nombres de señoras ya mayores a las que podría visitar. Se le hizo más apropiado decirle que las quería ver por el asunto de unas sesiones fotográficas para un proyecto personal, aunque le doliera que no fuera verdad. El señor no pareció sospechar nada.

Determinó que sería mejor no alborotar tanto, ser discretos y no esparcir un rumor innecesario. 

Estuvo platicando con él por una hora e incluso le ofreció comer con su familia, su esposa y su hija Byulyi, lo cual aceptó ya que finalmente se trataba de comida gratis.

Cuando regresó a la casa de huéspedes, le tuvo que avisar a la Sra. Hyunja sobre su infortunio con las fresas.

—¿De qué hablas? —se extrañó por lo dicho—. Hyunwoo me dijo que te vio en el camino y me trajo las fresas porque tú te ibas a tardar en llegar —señaló una canastilla acomodada sobre la mesa de la recepción—. Voy afuera a regar las plantas— y, sin más, salió a su jardín.

Kihyun no lo podía creer. No pudo evitar sonreír ante el amable gesto de Hyunwoo; un suave y conocido revoloteo resurgió en su estómago, pero trató de ignorarlo para no hacerse de ideas raras. Luego se sentó en la sala de la recepción a esperar a Minhyuk. Éste llegó todo consternado y se acomodó en el sofá a su lado.

—Kihyun. Tengo una noticia buena y otra mala.

—¿Ahora qué? —preguntó poniendo los ojos en blanco y cruzándose de brazos.

—¿Cuál quieres escuchar primero?

—La mala.

—No encontré mi cartera en el carro.

—No puede ser. Lo que me faltaba —se dio un manotazo en la frente por su increíble mala suerte. Desgracia tras desgracia en tan pocas horas no podía ser posible.

—Pero no te preocupes. La noticia buena es que marqué al negocio de renta de carros, fueron honestos y me dijeron que allí dejé la cartera —se apresuró a decir sin perder el buen ánimo—. El inconveniente es que no me la van a poder enviar y sólo la obtendré cuando estemos allá.

—¿Y ahora qué hacemos con nuestros gastos aquí? Lo mejor será irnos de inmediato —lo dijo no muy convencido de sus propias palabras. No tendría de otra que hablarle a su madre para pedir ayuda, o tal vez a su amiga Seunghee.

—¡No, no podemos irnos! —soltó alarmado y Kihyun se sorprendió de su ímpetu—. Ya hablé con Jooheon y me dijo que nos va a ayudar con lo de la reposición de la llanta y la gasolina. Mañana mismo mueve el carro hasta aquí. Por eso no hay problema.

—¿Y eso cómo se lo vas a pagar? —arqueó su ceja con incredulidad.

—Ése es un asunto entre él y yo —respondió con tono misterioso—. Ahora la cuestión es ver lo de la estancia y la comida. Podemos buscar un empleo provisional que...

—Antes de que empieces a divagar... —lo paró en seco—. Primero revisemos lo del hospedaje.

Decidieron hablar con la Sra. Hyunja en ese mismo momento. La encontraron afuera en el pasillo regando sus flores de geranio mientras escuchaba la radio y contoneaba sus caderas al ritmo de la música, haciendo ondular los pliegues de su hermoso vestido rojo.

—Sra. Hyunja, necesitamos hablar con usted.

—Díganme, chicos —bajó el volumen del aparato y se les quedó viendo con curiosidad.

Kihyun se encargó de hablarle sobre sus nuevos inconvenientes con el dinero. Cuando terminó de hablar, la señora parecía estar debatiéndose en si sacarlos a patadas de allí o ayudarles.

—Le prometemos pagarle en cuanto resolvamos esto —le aseguró Minhyuk.

La señora pasó su mirada de uno a otro joven y puso sus brazos en jarras. Con lo poco que los conocía y por la plática que habían tenido antes, sabía que no eran malos muchachos y en cierta forma se apiadó de ellos.

—No, no. Nada de promesas conmigo —suspiró con pesadez y decidió darles una solución—. Si no tienen dinero, tendrán que hacer algún trabajo para pagar su estancia —determinó la señora, inflexible—. Así lo harán porque considero que será su mejor opción. A cambio de tener un lugar dónde dormir, ustedes irán a ayudarle a mi sobrino Hyunwoo con la siembra de este mes, o si quieren uno puede ir al taller de Jooheon como ayudante. Creo que les irían bien unas manos extras para trabajar. Además, podrán comer con ellos y se quitan otro problema de encima —concluyó un poco más calmada.

—Yo voy a ayudarle a Jooheon —dijo inmediatamente Minhyuk al darse cuenta de la gran oportunidad que le estaban ofreciendo. No podían desaprovecharla.

—Entonces a Kihyun le toca ayudar a Hyunwoo —sentenció la señora Hyunja y éste se contuvo de replicar—. Me encargaré de avisarles.

—¿No se opondrán a que les ayudemos?

—Créanme que estarán más que felices de recibir su ayuda. Sé que no se negarán.

Con ese argumento dicho por la Sra. Hyunja, Kihyun ya no podía negarse, todo por culpa de su olvidadizo primo, pero eso le pasaba por fiarse de él. Debió llevar su propio dinero. Es más, desde un principio debió oponerse a su idea loca de ir a ese lugar. No aprendía la lección después de tantos años de convivir con su excéntrico primo.

Aunque en el fondo, muy en el fondo creía él, estaba dando saltitos de felicidad porque vería más seguido a Hyunwoo, pero eso no tenían por qué saberlo. Tuvo que reprimir el impulso de sonreír y con la expresión más neutra que pudo poner, le preguntó a la Sra. Hyunja:

—¿Cuándo empezamos?

—Mañana temprano. 

¦B&N*06/09/20¦

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