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Introducción

La noche sin luna ni estrellas, el suave viento helado que podía calar hasta los huesos, la nieve cayendo con delicadeza y la sangre impregnando todo en color y olor al bosque por todos los habitantes del pequeño pueblo. Vidas estaban siendo recogidas por mano de mi manada, somos grandes bestias que trajeron al ángel de la muerte a este lugar buscando a una familia y que por no saber quiénes eran se decidió por exterminar a todo humano en ese lugar.

Yo había vuelto a mi forma humana y caminaba entre los cuerpos que mis compañeros habían dejado ahí para llegar a una casa modesta al igual que la de los demás, me adentré en el interior y vi a Gil devorando el estómago de un hombre y al lado una mujer ensangrentada por el zarpazo que atravesaba su cuello y pecho.

–Derek. –él se volteó a verme con su mandíbula escurriendo de sangre– Son estos, la hija está escondida ahí en el armario, llévasela a Morgan.

Fui a donde me dijo y abrí las puertas del enorme closet donde varias armas como ballestas, arcos, espadas largas y cortas, entre otras se hallaban en el interior, y metida ahí estaba una niña que no pasaba los cinco años, empuñando un cuchillo y llorando sin soltar su voz. Me levanté y giré a ver a mi amigo que seguía degustando a los que seguramente eran los padres de la menor. Saqué mis garras y desgarre su cuello, su cuerpo comenzaba a regresar a su forma humana y volví a mirar a esa niña confusa que no entendía qué pasaba. Tomé una manta y se la ofrecía, al principio estaba dudosa en aceptar, pero la agarró colocándosela rápido.

–Vamos. –la tomé en brazos y hui con ella cada vez más lejos corriendo con velocidad.

He traicionado a mi manada y eso no tiene perdón, Morgan es un tipo despiadado que no tiene compasión por quien se atreva a interferir en sus planes. En el pasado lo admiraba por tal fortaleza de fuerza física y de voluntad para lograr lo que se proponía –y aún lo hago–, hemos sido amigos por más de un siglo, o bueno, lo éramos, después de esto él me va a cazar como a cualquier humano y enemigo que tenga.

Durante años las Capas Rojas han cazado a nuestra especie buscando nuestra extinción, Morgan fue quien ha prescindido una venganza contra aquellos que nos asesinan, sin embargo, tiene una fuerte fijación por cierta familia a la que ha buscado para aniquilar a todo su linaje, y esta niña porta esa sangre. Ya no puedo más con esto, mi amigo se ha obsesionado tanto que ha matado hasta a recién nacidos.

Corrí lo más que pude con la menor en brazos hasta alejarme mucho más de lo que requería, pues todas las medidas es poco comparándose con ese fuerte odio que Morgan carga. Estaba jadeante por el cansancio y además hacía frío, llegué hasta un pueblo con la intención de dejar a la pequeña ahí, pero…

–¡No! –demandaba sin querer soltarme del cuello.

–Oye, no puedo quedarme contigo, vas a estar en peligro.

–¡No!

–Entiende, es mejor que estés entre los humanos.

–¡No! –ya me estaba irritando y forcejeaba por quitármela de encima hasta que pude alejarla un poco sin soltarla, fue entonces que iluminé mis ojos ámbar y rugí mostrando mis colmillos, se quedó quieta– ¡No! –pero no por mucho tiempo, pues insistía en abrazarme.

–¿Qué rayos te pasa? ¿Qué no ves que pertenezco a esas bestias que mataron a tus padres? –por fin se detuvo con mirada solloza, lo que me dio la oportunidad de bajarla– Lamento lo que te pasó, pero ahora tienes que avanzar, así que ve allá y toca alguna puerta, alguien te va a ayudar.

No contestó ni se movía, suspiré irritado y me di media vuelta para comenzar a caminar ya que es imposible que yo la guíe porque me pueden reconocer, avance unos cuantos pasos cuando sentí que detenían la manga de mi chamarra, volteé y esa niña la tomaba con una mano y la cabeza baja.

–Basta, no puedo cuidarte.

–Nos odian… –musitó, no entendía a lo que se refería– Tengo miedo.

–No vas a estar a salvo conmigo.

–Pero me salvaste antes.

–Sí, lo hice, pero no puedo asegurarte que pueda hacerlo de nuevo.

–Por favor… No quiero estar sola.

Subió su mirada y mostró su rostro con desespero contenido y lágrimas corriendo. Esto es una mala idea, pero la cargué de nuevo enrollándola con la manta y comencé a caminar con ella que se quedó a llorar en silencio. La noche avanzaba y la temperatura bajaba más, yo puedo soportarlo bien, pero una niña es más vulnerable. Seguí buscando un lugar donde protegerla del invierno hasta que encontré una cueva, a la pequeña la dejé un momento en la entrada para revisar dentro y cerciorarme que no había peligro y así entrar. La puse en el suelo arropándola bien en la manta.

–Ahora vuelvo. –estaba por pararme cuando ella me tomó la mano mirándome en súplica por que me quedara– Necesitas calor, voy por leña para hacer fuego. –apretó su agarre con la poca fuerza que podía dar esa mano helada– Volveré, lo prometo.

Al principio dudó, pero luego cedió y así salí con prisa por leña. En un bosque con nieve no es fácil encontrar algo seco, me estaba tardado en poder volver y eso me asustaba siendo que ella tiene miedo. Rayos, me involucré demasiado. En ese momento divisé una cabaña con algo de luz y una lona cubriendo algo cerca de la entrada, era leña. Me acerqué con sigilo a robar un poco, ya tenía suficiente y me retiraba.

–Te aconsejo que devuelvas eso antes de que te atraviese la cabeza con mi flecha. –la voz madura de un hombre se escuchó a mi espalda, suspiré y volteé mostrando mis ojos dorados y pupilas verticales. –No me asustas, lobo. Deja lo que has tomado y lárgate.

–Lo necesito.

–¿Para qué necesita una bestia leña? No es para el frío siendo que lo soportan.

–Tengo una niña que se está congelando.

–¿La quieres cocinar? –tensó la cuerda de su arco apuntando mejor.

–No, mi manada mató a su familia y al pueblo en el que estaba, yo no quise que la asesinaran a ella también. Por favor, déjeme…

–Cierra el hocico y deja eso ahí. –bajó su arco y flecha confundiéndome– Tráela aquí donde estará más caliente, además tengo comida suficiente incluso para ti. Apúrate.

No entendía qué quería hacer, en especial con esa sonrisa que me mostraba, pero dejé la leña y corrí por ella, sin embargo, al llegar a la cueva no estaba, me aterré comenzando a buscarla por todos lados, pensé las peores cosas, que quizás ella escapó pensando que la abandoné o que tal vez Morgan la encontró. Rastrearla era algo difícil ya que el viento y la nieve no me ayudaban mucho. Quería gritarle, pero ni siquiera sé su nombre.

–¡Niña! ¡NIÑA! –gritaba desesperado mirando y corriendo por doquier hasta que mis ojos vieron su manta tirada, fui a tomarla asustado y logrando ver que a unos metros más adelante, ella estaba ahí tirada siendo cubierta poco a poco por la nieve– Niña…

Corrí a tomarla en brazos quitando la escarcha y envolviéndola de nuevo con la tela. Estaba muy fría y su respiración apenas se sentía. Me la llevé cargándola hasta la cabaña de ese anciano y toqué la puerta a puños, el hombre abrió mirando sorprendido mi temple de preocupación y desespero con la niña en brazos, me dejó entrar sin más guiándome a su chimenea y metiendo más madera al fuego, yo me senté con ella frente a las llamas y frotaba sus brazos, manos, piernas, su cara, la abrazaba fuertemente aferrándola a darle calor, yo no tenía frío, pero estaba temblando. Tragué en seco y me transformé enfrente del hombre para así cubrir mejor a la pequeña con mi pelaje blanco.

×~×~×~×~×

–Ya está más cálida y tranquila. –mencionó el viejo tocando la mejilla de la niña– ¿Y cómo se llama?

–No lo sé.

–¿Cuándo la conociste?

–… Hoy.

–¿Hoy? ¿Y por qué te preocupas tanto por ella?

–No lo sé.

–Eres muy raro. –no dije nada, no había razón para contradecir eso– ¿Qué piensas hacer con ella?

–Quería dejarla en algún lugar con algún humano, pero ella insiste en venir conmigo, así que tal vez cargue con esta niña por un tiempo.

–Me dijiste que la salvaste ¿no? Es normal que no quiera separarse de ti ¿pero qué harás si descubre que tú formaste parte de quienes acabaron con su familia?

–Ya lo sabe.

–Oh, pues será más fácil. Estaba pensando en mudarme a la ciudad, pero me da lastima dejar abandonada esta cabaña. Es bonita ¿verdad?

–Eh… Sí…

–Bien, entonces me alegro que alguien le de un buen uso.

–¿De qué…?

–Puedes quedarte aquí con ella, necesitas un lugar para cuidarla, además este bosque es perfecto para subsistir. También hay un pueblo a unos cuarenta minutos caminando donde hay buenas personas. ¿Qué dices?

Miré a la pequeña que se acomodaba a dormir en mí y acepté. Al día siguiente todos desayunamos juntos donde supe que el viejo se llama Carther Owen, él hizo la comida. Y la niña… ella está muy animada aún después de la noche fatídica que vivió, cosa que nos extrañaba al viejo y a mí.

–¿Y cómo te llamas, pequeña? –preguntó el anciano.

–¡Kaira! –respondió… feliz.

×~×~×~×~×

Pasaron unos meses en los que la niña se veía contenta y alegre, la nieve comenzaba a derretirse y el pasto y las flores comenzaban a brotar, hoy el anciano se va a la ciudad y Kaira y yo estamos despidiéndole.

–Hasta luego, y gracias. –dije estrechando su mano.

–No hay problema. Sólo cuida a la linda Kaira. –le despeinó sin que a ella le importase.

–¡Que te vaya bien! –ella le abrazó muy alegre– No nos olvides.

–Claro que no. Bien, hasta luego.

Él se fue y Kaira no dejaba de despedirlo hasta que ya no lo vio más, regresamos adentro y la cargué en brazos sentándome con ella en el sillón largo mientras se recostaba en mi pecho.

–Kaira. –me miró sonriente– Llevas cuatro meses sonriendo. Está bien llorar por ellos.

Mantenía su sonrisa, pero prontamente sus ojos se cristalizaron y sus lágrimas salieron para luego quitar su sonrisa y aferrarse a llorar en mí. Correspondí su dolor y le acariciaba su cabello a la vez que besaba su cabeza, me dolió verla así, yo no tenía derecho a llorar, pero lo hice y ahora me aferraba a ella.

Ese día, juré que la protegería aunque la vida me cueste y sea de quien sea.

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