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Capítulo 8: Extraños

El pueblo observa confuso e intrigado a la marcha de ese grupo, miran al hombre que retiró su capucha dejando ver un rostro con barba recortada casi al ras, de al menos unos cuarenta y tantos estar al frente de aquellos misteriosos sujetos que se han aparecido juntos.

Un aldeano mayor retira el pañuelo con el que hace poco cubría su nariz y boca igual que el resto de su pueblo, por estar yendo a dejar a los muertos en una fosa para quemarles.

—Soy el alcalde —ofreció su mano al que deduce ser el capitán del escuadrón—. ¿A qué se debe su visita?

Con sonrisa socarrona acepta el gesto de estrechar manos, la mueve con firmeza a la vez que analiza cada lugar. —Hemos venido por un par de personas. Me gustaría que me permitieran verles.

En la cima de la colina, Raven y Kaira miran minuciosos a esos extraños empezar a merodear y ayudar a movilizar los cuerpos perecidos. La muchacha en especial permanecía atenta al desconcierto, su mente traía reminiscencias de esas capas y también distinguía poseer una, si bien no igual, sí muy parecida a la que siempre carga. Pronto el sonido del cuervo compañera del de ojos ámbar, se posó en el hombro de su amo.

—¿Qué está pasando?

—¿Cómo que qué está pasando? Son ellos, las Capas Rojas —recibió una mirada de sorpresa que a su vez, se le producía a él—. Hablamos de ellos a la mañana siguiente en que llegué.

—Sí, lo sé, pero jamás los he visto —dijo apenada obteniendo un alzamiento de ceja por parte del chico—. Espera, ¿por qué están aquí? —cuestionó asustada al pensar en que habían dejado a Derek— Tengo que volver, él está en problemas.

—No puedes —la detuvo por el codo. Ella le miró fulminante.

—¿Por qué me sacaste?

—Porque los vi llegando a lo lejos. Yo, ah, no quise dejarte ahí.

—¿Por qué? —arrebató enardecida su agarre— Sabías que venían y no me dijiste en ese mismo momento para sacar a Derek.

—No ibas a poder salir de allí sin tener que explicar la razón del por qué te lo llevarías —se apartó dando un giro en su lugar—. ¿Qué les dirías? Hey amigos —pronunció con tono guasón y sarcástico—, ayúdenme a llevarme a mi lobo para que no me lo encierren.

Los ojos de la chica le tragaban con enfado, se acercó a encararlo a muy corta distancia, produciendo en él un nerviosismo que trataba de ocultar con firme desafío sin separar sus miradas.

—No sé qué clase de relación te imaginas que Derek y yo tenemos, y eso no me importa —se acercó más, el entrecejo arrugado del muchacho desapareció aumentando los latidos de su corazón—. Pero si me hubieras dicho que esos tipos se aproximaban, el pueblo me hubieran ayudado a ponerlo a salvo.

—¿Cómo dices?

—Todos saben lo que es —sentenció volteándose avivando el desconcierto del chico que la ve alejarse para bajar.

—Oye, hey, espera —la tocó del brazo por un corto momento porque ella le advertía con su feroz mirada que se mantuviera a distancia—. ¿A qué te refieres con eso? —señaló abajo— ¿Todos saben que es una bestia?

—Aquí la única bestia eres tú, idiota —él la miró ofendido por su insinuación, resopló desganado pasando su mano con exasperación por el cabello, como si alborotarlo le acomodara las ideas, luego se quedó mirándola por unos momentos, más no habló—. ¿Qué? Si no vas a aportar nada, me voy —dijo decidida a encaminarse, pero él la detuvo.

—¿Y qué es lo que supones harás? ¿Pararte enfrente de todo un grupo de verdaderos cazadores exigiendo que liberen a lo que ellos mismos catalogan y aniquilan como monstruos?

—Sí —contestó a secas sin titubeo.

—Estás loca, niña. Eso es un suicidio en toda la extensión de la palabra.

—¿A quién llamas niña? —le encaró fastidiada, Raven empezó a dar pequeños golpecitos a la cabeza de la chica como si de una puerta se tratase.

—¿A quién más si es lo que eres? —señaló abajo con dedo acusador— No te creas que ellos van a soltarlo así como así. Las Capas Rojas son considerados los mejores soldados incluso por encima de la caballería elitista del mismísimo rey. No por nada gozan del mejor reconocimiento.

—¡No me importa, Raven!

—¡Shhh! —gritó por lo bajo cubriéndole su boca— Nos van a descubrir —ella le empujó y le mataba con la mirada.

—¿Qué acaso no querías ir con ellos en un principio? —por un instante su cabeza entretejió una idea que le hizo ver más fiera al contrario— ¿O acaso tú los trajiste aquí para entregar a Derek? ¡¿Era eso?!

Con asombro el muchacho levantó sus párpados ante tal acusación tan absurda que se le imputaba. Se le acercó mirándola con una sonrisa socarrona y expresó:

—Me sería más grato matarle por mi cuenta —su mejilla recibió un puñetazo que le hizo desestabilizarse hacia atrás, pero se mantuvo de pie—. Pero para mi mala o buena suerte sé cuándo no me conviene meterme en problemas. Así que no, no los entregué. No sé porqué vinieron y menos hoy. Por favor, ni siquiera he llegado a la capital.

Kaira no sabía si creerle o no, sin embargo no tenía tiempo de averiguar las intenciones de la persona de enfrente cuando veía que Derek estaba siendo sacado en una camilla de la casa del doctor. Estaba por irse, pero nuevamente su brazo fue aferrado por la mano masculina.

—¿Por qué te interesa tanto ese lobo? ¿Crees que puedes luchar contra las Capas Rojas solo porque tú y tu pueblo lograron matar a un montón de animales moribundos que no estaban en sus cinco sentidos?

Ella retiró su mano, sacó las oz a su espalda haciendo sonar el filo de sus hojas. Es mi única familia. Expresó la muchacha antes de emprender su camino cuesta abajo con sigilo.

Raven quedó mirando sin entender esa respuesta. ¿Cómo una criatura proveniente de una especie asesina puede ser la familia de a quienes por siglos han arraigado en una historia de desesperación?
Cuando él se dirigía a Rosenwolf era para buscar una oportunidad de aprender mejor el arte de la cacería de lobos, no deseaba involucrarse con un monstruo que le pudiera ocasionar una sospecha y descubrir quién es en realidad.

—Niña tonta —refunfuñó por lo bajo apretando los puños dilucidando a quién Kaira atacaría.

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