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Capítulo 13: Gané

—Hola —Kaira habló con suavidad pasando a la sala en donde se encontraba Kila, como siempre sentado con la vista al frente al cuadro familiar.

—Bienvenida de regreso, prima —sonrió ligeramente de lado, siguiendo el recorrido de la chica hasta que se sentó a una silla a su lado, mirando también la pintura.

A Kaira no le gustaba mucho, le parecía que quien la pintó no tenía arte de transmitir, solo el talento de plasmar, pues había visto a otros pintores de lienzos de menos técnica lucir sentimientos y, sin embargo, ese retrato le parecía simple decoración. Todos los integrantes eran pelirrojos, de ojos miel, los hermanos tenían mucho parecido, la madre de figura muy delicada y el padre de semblante fuerte y robusto. No cabía duda que los hijos pertenecían a los padres.

Kaira se removió un poco, venía tiempo que quería preguntar sobre ellos pero no quería dar la apariencia de alguien indiscreta. Sabía por parte de su primo, porque lo mencionó superficialmente el primer día, que sus padres habían muerto algunos meses atrás, pero no contó cómo, y tampoco había visto a la princesa Solion. Cuando obtuvo el valor de preguntar (primero por la hermana) a Kila el semblante se le volvió sombrío y de la sonrisa cálida no quedaba ni rastro.

—Me la arrebataron, hace un año —su mano había formado un puño tan apretado que los nudillos palidecían—. Un deshonroso hombre la ultrajó, y por su culpa murió.

Kaira musitó un Lo siento por haber hecho que recordara su dolor, Kila negó ofreciendo él sus disculpas por mostrarse agresivo, y volvió a su semblante relajado.

—La amaba como no tienes idea, era mi hermanita después de todo —suspiró cansado. Después de todo le costaba sonreír—. Nuestra familia es especial, Kaira. Llevamos años luchando contra los lobos, los que son enemigos. Como ellos nosotros también poseemos un poder —miró la sorpresa en el rostro de la chica—. ¿No te lo contaron, cierto?

—No —susurró haciendo notar su usual curiosidad—. ¿De qué poder hablas?

—Nuestros ancestros recibieron bendiciones que nos han transmitido a lo largo de los siglos. Los lobos provienen de la luna, nosotros, la familia Solion lo obtiene del sol —se paró invitando a la joven, quien le ponía especial atención—. Este reino es una unión entre ellos y nosotros, somos nosotros los gobernantes, sin embargo se pactó llevar el nombre de ellos por respeto al haber sido nuestros aliados contra los de su propia raza. Contra lo marginados rebeldes que no estaban de acuerdo con el acuerdo de una sana convivencia.

—¿Una guerra?

—Así es. Una guerra que lleva siglos, pero cuyos motivos se han visto perdiéndose en el transcurso de las generaciones —el príncipe oprimió una pata de una estatua de un león, al fondo del salón, que abrió una puerta que no se notaba que estaba ahí. Hizo con la cabeza un gesto de continuidad que Kaira captó, entrando al túnel iluminado por antorchas—. Somos reyes, y la representación que eso implica está en nuestro nombre.

Llegaron a una sala redonda y blanca, con columnas sosteniendo el techo cuyo centro tenía representado a un león rugiendo. Kaira admiraba los acabados diligentemente tallados, mientras que Kila caminó hasta el centro y procedió a quitar su capa, luego su ropa ante la atónita y confusa mirada de su prima, quien se sentía abochornada. Kila quedó de espaldas, mostrando en su espalda cicatrices terribles que a Kaira le anonadaba.

—Al igual que ellos, nosotros tenemos nuestro poder —musitó, pero el eco hacía clara la voz—. Prima, este es nuestro legado.

Su cuerpo empezó a desprender una ola de calor, a crecer, la piel se cubrió de pelo corto un tanto amarillezco oscuro, el cabello se hizo melena, la cara se amoldaba de otra forma, con hocico y otra clase de dentadura, de dos pies pasó a cuatro patas con garras, de voz a rugido y, finalmente, de humano a bestia.

—Esta es nuestra bendición.

Kaira se enmudeció, ya no tenía enfrente a una persona que le sacaba dos cabezas, sino a un gran león. ¿Era más grande que Derek?, se preguntaba tratando de comparar su tamaño, pero al tenerlo tan cerca le era imposible. Llevó dudosa una mano al ahora rostro felino, se veía reflejada en las pupilas verticales. Kila juntó la frente con la muchacha y cerró los ojos para darle una pequeña caricia, como un mimo.

—Eres todo lo que me queda —dijo, regresando a mirarla fijamente—. Somos los únicos descendientes que quedamos. Nuestra familia se extingue. Por desgracia nosotros no tenemos la ventaja de la longevidad como lo tienen los lobos, nosotros compartimos la vida efímera como cualquier otro humano, al igual que el mal de la vejez. Mi padre era fuerte, pero la edad le empezaba a pesar, y una noche, el ángel de la muerte le llamó gracias a la ayuda de uno de esos lobos. Perdió la batalla y su vida, junto a mi madre.

Kila se apartó, volvió a su forma humana y se vistió. Habló tranquilo, controlado, quizá porque así lo educaron o porque tenía presente que un rey debía mostrarse sin vacilación. Mencionó también a su hermana menor y su deceso conllevado por la obsesión de un hombre, pero aludiendo que se sentía feliz de que ahora sus padres y ella estuvieran juntos de nuevo, y que esperaba no reunirse con ellos tan pronto. Sonrió con Kaira, ofreciendo disculpas por la pena causada de su desnudez.

—Hubiera estado bien una advertencia —rio mientras cruzaban el pasillo para volver al interior del castillo—. Algo como: Prima, voy a transformarme en un enorme león frente a tus ojos.

—Lo tendré en cuenta —se unió a las risas fraternales habiendo regresado a la sala, encontrando en este, parado a un lado de la mesa a Raven, que movió la vista de unos mapas a ellos. Kila paró de reír pero dejó la sonrisa que al rubio le desagradaba—. Raven. ¿Qué se te ofrece?

El muchacho miró a Kaira, la detalló de pies a cabeza y regresó la vista al príncipe. —Vine por Kaira —soltó seco, casi escapándosele un gruñido.

—Princesa —corrigió el pelirrojo con entonación y alzando el dedo índice—. Eres parte de nuestro ejército y reino ahora, y me gustaría que adquirieras la cortesía de usar el título como todos los demás.

—Entonces. He venido por la princesa —sonó con menos intención de ocultar la molestia que acarreaba.

Kaira expuso que no le importaba que la llamaran por su nombre, después de todo el muchacho y ella eran amigos, cosa que hizo a Raven sonreír orgulloso por la excepción aparte del que tenía Derek y Carther. El príncipe asintió cortésmente volviendo a su lugar en la mesa, tomando los planos para analizarlos, dejando marchar a Kaira junto al rubio que le miraba sobre el hombro al paso que iba. Salieron del castillo y transitaban las calles siendo saludados por los habitantes, más a la joven que el muchacho.

—¿Y para qué me buscabas? —preguntó luego de un rato de camino. Raven se detuvo, mordía la mejilla por dentro y se alteró.

No tenía nada que decirle. En realidad solo la fue a buscar aprovechando que Allan estaba distraído. Se escapó para ir a verla. Era el simple motivo. La mente de Raven divagaba entre posibles respuestas que sonaran convincentes, y las descartaba rápidamente, fue entonces que se le ocurrió:

—Voy a bosque por materiales —dijo rápido, encogido de hombros simulando no darle importancia.

—¿Y para qué me necesitas?

—Haces muchas preguntas, princesa —respondió jocoso retomando el paso. Kaira puso los ojos en blanco pero igual fue con él.

Fueron a caballo, se adentraron al lugar que colindaba con el reino a sólo unos pocos kilómetros, amarraron los corceles en un árbol y el resto del camino fueron caminando. Kaira contó lo que su primo le enseñó, tenía tantas preguntas que aprovechaba para practicar las palabras con las que su curiosidad podría hacerla tropezar por interrogar a Kila. Ella estaba profundamente interesada en si también podría transformarse.

—Aguarda —profesó Raven mirándola deductivo—. ¿Se desnudó?

—Iba a romper su ropa si se transformaba… —se excusó.

—Pero se desnudó. Frente a ti. Su prima —indicó cada palabra con énfasis—. Menudo pervertido.

—Raven —reprendió severa. El muchacho alzó las manos en señal de rendición para continuar el camino—. ¿A dónde vamos?

—Ya te dije, materiales.

—¿Qué clase de materiales? ¿Para qué?

—Santos cielos, Kaira, en verdad haces muchas preguntas —suspiró cansino—. ¿Puedes confiar en mí?

Ella no dijo nada y se limitó a seguirle y observarle recoger algunas bayas y flores que olía, hacía una mueca antes de decidir dejar la flor en su lugar, y cuando las aceptaba para cortar asentía ligeramente y las guardaba en su bolsa. Parecía tan serio que causaba mucha curiosidad a la joven.

—¿Para qué es todo eso?

—Una sorpresa —se limitó a decir observando el interior—. Tengo todo lo que necesito. Hora de volver.

—¿Pero qué clase de pócima vas a hacer?

—Una especial —sonrió caminando de vuelta a los caballos—. ¿Ya lograste no pisar a tus parejas de baile? —le miró burlón una vez estaban arriba de los corceles, impregnando el color rojito en las mejillas de la pelinegra.

—No te burles, jamás he podido bailar lento.

—Lo noté, en especial cuando solo bailabas ritmos rápidos y movidos en el pueblo —carcajeó al recibir la mala mirada de Kaira—. Te doy un consejo. No pienses, no cuentes ni mires a tus pies. Solo déjate llevar. Piensa en el baile como… uhm, una pelea. Te mueves fluido.

—Suenas muy convencido —el contrario le ofreció una sonrisa altiva—. Bien, entonces serás mi pareja esta noche.

—¿Cómo dices? —Raven giró con rapidez la cabeza, su burla ahora era confusión.

—Kila dice que debo abrir el baile.

—Sí, pero con un noble o Derek, incluso él —se mordió la lengua por decirlo. No quería que bailara con Kila.

—No dijo que tenía que ser alguien en específico, así que ya que tú sabes y no pareces tener inconveniente con que pise tus pies, serás mi pareja.

—Kaira, yo no…

—Es una orden de tu princesa —declaró divertida devolviendo los gestos de altivez, después galopó para ser perseguía por el rubio.

—Estás disfrutando esto de ser princesa, ¿no es cierto? —ambos se habían embarcado en una carrera.

—¿Cuáles son las posibilidades de descubrir que eres parte de la realeza? Claro que lo disfruto —rio mientras las personas se apartaban de la competencia—. Si llego antes al castillo me dirás qué es esa poción.

—¿Y si yo gano?

—¡Pídeme lo que quieras! —apuró el trote. Raven sonrió emocionado, aceptando los términos de la carrera.

Kaira estaba sonriendo porque llevaba la delantera, pues no veía a Raven a su lado y por un momento se decepcionó de su victoria fácil, por lo que miró atrás para corroborar qué tan lejos estaba el competidor, sin embargo se extrañó de no verlo. Estaba bajando la velocidad cuando en un cruce la figura cabalgante del muchacho le pasó, por lo que Kaira apretó la velocidad nuevamente, comenzando con la carrera cerrada. Los soldados aguardando en la entrada pedían que se redujera la velocidad, pero ellos no hicieron caso, llegando solo uno a cruzar primero la puerta.

Kaira chilló frustrada apretando las cuerdas contra su pecho al detener a su caballo. Perdió. Mientras que Raven se pavoneaba con superioridad haciendo casi bambolear al suyo.

—Creo que he ganado —canturreó viendo que la chica bajó del corcel. Raven la imitó.

—Hiciste trampa —cruzó los brazos—. No venías atrás de mí.

—Las reglas que tú dijiste eran: Quien llegue primero al castillo era el ganador. Nunca especificaste cómo ni la ruta para llegar, así que no seas mala perdedora —apretó las mejillas a la chica—, y acepta la derrota.

Kaira le apartó las manos y de mala gana aceptó. —Ya dime qué quieres.

—Hoy en la noche te lo diré, pasaré a tu habitación antes de que bajes a la fiesta —le guiñó el ojo con coquetería y se marchó con el cabello a rienda—. Nos vemos.

La joven no dijo nada, se quedó mirándolo hasta que desapareció tras el pasillo que le llevó a las caballerías. Había quedado ella también curiosa e impaciente a la noche, habló con energía a Derek sobre su día y en especial sobre su apuesta, causando que él tuviera el entrecejo arrugado. Al mayor le hubiera gustado quedarse a esperar al muchacho para saber lo que pediría de premio, pero se convencía de que Kaira le daría su merecido si se propasaba o pedía algo inapropiado, además de que tenía que reunirse antes del baile con Rodrik y el príncipe, pues ya estaba cerca la fecha de coronación de Kila, así que se marchó.

×~×~×~×~×

—¿Y qué haces? —preguntó Allan acariciando la barba como si meditara.

Raven estaba con una pañoleta cubriéndole la nariz y boca, atento al líquido burbujeante color morado claro dentro de una esfera de vidrio. Apagó la flama del mechero debajo del artilugio y esperó a que este dejara reposar y enfriarse. Bajó su rudimentario cubrebocas y pasó la mano por el cabello. Observó orgulloso el contenido recién fabricado antes de levantarse para buscar entre los cajones del escritorio un frasco adecuado. Había cuadrados, rectangulares, ovalados, circulares, tomaba uno a uno con el ceño fruncido porque ninguno le satisfacía a la vista.

—¿Por qué no usas cualquiera?

—Porque no es cualquier cosa —gruñó rebuscando más frascos—. Ninguno es adecuado —se cruzó de brazos refunfuñando cosas incomprensibles que hizo reír al anciano.

—¿Es para Kaira? —el silencio y evasión de los ojos fue su contestación— ¿Le quieres hacer algún hechizo? —cuestionó pasmado escudriñando la expresión del rubio— ¿Qué es eso, muchacho?

Raven suspiró vencido antes de darse cuenta que en una estantería había un frasco perfecto para el obsequio. La figura redonda tenía relieves en el cristal que formaba un sol y una luna menguante unidos, la tapa en forma de corcho también era de cristal con la base siendo una punta sin ser punzante. Fue a él y vertió el contenido a la vista preocupada del mayor, que ya creía que Raven había perdido la cabeza, y el rubio pensaba igual de sí mismo.

—Yo gané.

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