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Capítulo 12: Bienvenida II

El joven monarca bajó los escalones con porte indomable, dio una leve reverencia a la muchacha y un asentimiento de cabeza a Derek, quien respondió igual con las manos en los bolsillos y un reconocimiento desconfiado, cosa que ocasionó que algunos soldados le miraran mal.

—Todavía no —mencionó jocoso Rodrik, con sonrisa inocente—. Aún no consigue el título.

—Cierto —rio bajo, siguiendo la gracia del comandante—. Hay protocolos que seguir. Por favor, acompáñenme.

Indicó con la mano a ser seguido al interior del castillo. Todo era minuciosamente cuidado y pulcro, había sirvientes haciendo limpieza y ordenando decoraciones, las cuales a simple vista se notaba la buena calidad de los mismos. Los recién llegados lo observaban, Kaira con suma impresión, Derek sin importancia, y Raven tenía dudas, no sobre la veracidad de lo que había, sino por el supuesto rey.

—¿Y a qué se refiere con que aún no es rey? —preguntó estando atento a Kila, que no se detuvo mientras los guiaba a una amplia sala con una gran mesa.

—Hay lineamientos para ser nombrado oficialmente como heredero del trono —miró a Kaira con amabilidad en la sonrisa y ella, devolvió el gesto. Raven observaba minucioso—. Ya saben, costumbres que son practicadas de forma sagrada.

—¿Y qué pasa con el antiguo rey? —Kaira preguntó con verdadero interés y curiosidad, mirando al joven príncipe que se detuvo para darle una sonrisa más compasiva.

—El antiguo rey, Cedric Solion, mi padre, falleció hace unos meses —dijo tranquilo para proseguir entrando a la sala. Los demás cesaron la marcha, pero Kila continuó junto a la pelinegra que le veía con curiosidad—. Eres tan parecida a ella.

—¿A ella?

El pelirrojo asintió acunando una de las manos de la fémina, y dirigió la vista a un retrato alojado sobre la puerta por la que entraron. Las miradas que fueron dirigías a ese lugar y que no conocían ese rostro quedaron impresionados, y después dirigieron la atención a la chica que al igual que los otros sus ojos no se convencía de lo que veía.

—Mamá… —susurró a la mujer de cabello rojizo, largo y lacio representada parada en la pintura, su expresión era vacía al igual que la del hombre sentado en el trono, que tenía exuberantes joyas entre su vestimenta. Lo mismo en los niños, una niña y un varón, siendo el chico mayor que la pequeña, y ambos no pasaban los diez años.

Kila rio un poco consiguiendo que la chica le viera. —Mi madre, en realidad.

—¿Tuya? Pero…

—Sí —no dejaba de sonreír y a Raven le ponía los pelos de punta, mas no dijo nada—. La razón de la similitud entre tu madre y la mía es que ambas eran familia. Primas. Mi tía Xiana era mayor.

Suspiró con un poco de tristeza sin perder un poco la sonrisa que al rubio le comenzaba a irritar. Indicó con formalidad que todos se sentaran alrededor de la mesa. Nero, el cuervo se sentó sobre ella al lado de su dueño.

—Entonces… —Kaira vaciló dirigiendo la vista a Derek un momento y después al príncipe— Tú y yo, ¿somos primos?

—Así es —dijo ampliando la alegría en el rostro.

—¿Quién lo diría? —Raven habló atrayendo las miradas— Eres una princesa. Que bien guardado lo tenías.

—Yo no lo sabía —respondió frunciendo el ceño, dejando perplejo a los otros—. Mis padres jamás me dijeron nada de esto. Yo solo pensé que… —observó con desconfianza a Kila por primera vez— Recuerdo a tu padre. A veces llegaba a casa y me miraba con desprecio.

El muchacho por fin había perdido la sonrisa, dejando una expresión de lástima que apartaba su mirada como si sintiera vergüenza. Se disculpó como quien se adueña de la responsabilidad de otro por compañerismo y compasión, luego, sosteniendo la mirada firme a su familiar expresó lo dolido que estaba por las actitudes con su familia, y explicó lo que a veces es irracional para aquellos de tradiciones arraigadas.

—Tu madre era la elegida para unirse a mi padre —explicó mirando solamente a su prima—. Estaban pactados para matrimonio desde sus nacimientos. Xiana era la primera en la línea sucesoria, por ello estaba destinada a casarse, sin embargo, su corazón encontró a alguien más a quien unirse.

—Fenrin Ekleipsis —Rodrik se alzó con la voz firme, llena de orgullo. Visualizaba a la joven pelinegra con una intensidad de agrado—. Ese era el nombre de tu padre. Un viejo amigo mío desde la infancia, y un gran compañero de batallas. Un hombre honrado y honorable, de fuerte convicción y alma noble a pesar de su estatus.

—¿Qué estatus? —quiso saber la chica con chispa alegre en sus ojos.

—Era un aristócrata, y digamos que ellos no son lo que se dice, de naturaleza honesta, por no decir que son unos malditos pretenciosos —rio, Derek carcajeó y Raven sonrió un poco a pesar que le sorprendía la manera de hablar tan despreocupada. Por su parte, Kila fruncía el entrecejo con sonrisa ligera. No se quejó por la expresión del mayor, pero tampoco le gustaba, aun así no reprendió.

—Por supuesto nadie de la familia lo aceptaba, no importaba que fuera de los mejores soldados de la Orden de las Capas Rojas ni un noble del reino, seguía siendo alguien que no estaba a la altura de una princesa, y menos cuando esa princesa ya estaba pactada para el próximo rey de Alten —continuó el príncipe ignorando el comentario de su soldado—. Mi tía renunció a todo, y su enamorado igual. Fueron expulsados del reino y se vieron en la necesidad de buscar cobijo en otro lugar, sin embargo, tengo sabido que no les iba mal, que eran felices. Claro que la familia jamás perdonó lo que ellos catalogaron de mal gusto y hasta de traición, querían que les castigaran, pero mi madre intercedió por ellos. Además de que al no ser tu madre quien se casará con mi padre lo hizo la mía.

El muchacho hablaba con suavidad, solemne a una historia que a Kaira le recordaba cómo su madre le contaba un cuento de hadas, y sintió que el corazón le ardía con una calidez que creía no encontraría cuando Derek se había ocupado de llenar ese hueco que a veces sentía incompleto, no porque fuera desconsidera o malagradecida con su cuidador, amigo y figura paterna como lo había sido el lobo hasta la fecha, sino porque tenía curiosidad y sus cortos recuerdos escaseaban un poco y más mientras más crecía. ¿Tenía más familia?, se preguntaba de vez en cuando y hoy consiguió su respuesta, y le era agradable.

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Kaira caminaba por el reino siendo acompañada del viejo Owen, el día apetecía de brisa agradable y sol liviano, el viento traía consigo nubes que paseaban y el olor a frescura, los habitantes saludaban con un cabeceo en señal de respeto, más para el hombre conocido por ser parte de un ejército que a la chica que todavía no reconocían que era la joven del que se decía, era parte de la familia real. Después de todo su existencia era desconocida, una verdad que la generación pasada hacía de la vista gorda por no ser llevada conforme a las reglas. Sin embargo a la gente del reino, que había convivido un poco con la princesa que se mostraba curiosa e interesada por ellos, le tomaron aprecio en el corto tiempo de un mes. Tiempo en el que gran parte lo invertía en estar junto a Kila y aprender sobre origen y su familia. Tiempo que ayudaba informándose sobre la batalla que se avecinaba.

—¿Qué tanto miras? —Allan golpeó con la palma abierta la nuca de Raven, quien se quejó apretando un poco la bolsa que cargaba en brazos— Date prisa que el tiempo es oro y hay que volver para la fiesta.

El chico asintió caminando a su lado pero un par de pasos atrás del anciano. El rubio también hacía lo suyo. Aprendía cosas nuevas y reforzaba las que ya sabía al haberse unido al escuadrón de chamanes. Le habían dicho que un tal Gildar sería su maestro, pero nada más verlo negó y se empecinó en que fuera Allan el que le instruyera. El mayor no tuvo objeción y le acogió.

Caminaban alejándose del grupo que rodeaba a Kaira con alegría, poco a poco la figura vestida de un elegante pero sencillo vestido rojo brillante se iba perdiendo mientras más personas cruzaban, y cuando Raven todavía podía ver ese llamativo color tuvo que doblar una esquina perdiéndola por completo de vista. Le queda mejor el azul, decía en su mente apresurando el paso junto a Allan, esta vez justo a su lado.

—Kaira es muy linda, ¿no lo crees? —la pregunta tomó desprevenido al muchacho, quien asintió fingiendo desinterés— Ciertamente muchos lo notan, hoy tendrá muchas invitaciones. ¿Quieres apostar a cuántos acepta?

Raven suspiró y no respondió. Esa noche harían un baile en el castillo, nobles y plebeyos estaban invitados para que se diera a conocer oficialmente a la princesa no reconocida. Kila había estado emocionando desde que lo anunció con vehemencia. Raven varias veces encontraba a Kaira en un salón practicando cómo bailar para esa noche. Lo hacía con Derek especialmente, Carther Owen le ayudaba, e incluso Rodrik se metía solo para bromear y sacarle risas, y Raven sonreía porque le divertía su empeño. Reconocía que ella no sabía bailar más allá de los vivases compases que había visto que celebraba en el pueblo donde la conoció, pero le parecía más tierna que se esforzara en conseguir un vals. Sin embargo, había alguien a quien a Raven no le agradaba ver que Kaira practicara.

El rubio podía pensar que era una preocupación irracional, y no obstante su corazonada no dejaba de hacerle sentir que Kila no era lo que aparentaba. Le molestaba profundamente verle tan cerca de la pelinegra, su cabeza no permitía que otro pensamiento se alojase o cambiara la preocupación. Pero lo que más le alarmaba era su sonrisa carismática que se decía, no combinaba con el vacío que mostraba sus ojos.

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