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Taehyung se encontraba en su salón, guardando todos sus cuadernos en su mochila cuando sintió como alguien se le acercaba mientras todos sus compañeros salían dejándole solo.
—Hola guapo.
—Bogum, hola—saludó desanimado pues aún seguían muy presentes las palabras de su soulmate en su cabeza.
—No quieres ir a pasar el rato en mí casa? —sugirió con una sonrisa ladina—. Aprovechando que ya no hay clases en la tarde.
—No gracias, la verdad me siento cansado—respondió escuetamente luego de guardar su lapicera—. Tal vez una próxima vez.
—Hey, no seas así—susurró en su oído mientras lo tomaba de la cintura—. Vamos a completar lo que nunca pudimos concretar porque me dijiste que fue solo por un rato y me dejaste con unas ganas que solo tú me las puedes quitar.
—No quiero, y no lo haré porque tampoco soy de esos—farfulló—. Así que suéltame, si tantas ganas traes, consíguete a otro.
—¿Qué dijiste? —apretó su brazo sacándole un gemido de dolor—. Si quiero y si puedo te lo haré porque se me da la gana, ¿bien?
—Déjame, no estoy para juegos Bogum—trató de zafarse, pero era muy fuerte, hasta que se congeló cuando sintió como lo arrinconaba en su escritorio.
—Nos vamos a divertir así que mejor cállate.
—¿Eres sordo o qué mierda? Te ha dicho que lo sueltes, basura.
Esa voz, esa dulce voz que tanto le gustaba escuchar ahora había soñado tan grave, tan poderosa y todo para defenderle.
—Te salvaste, Taehyung—murmuró con enojo soltándole—. Pero habrá una próxima.
—Claro que no, imbécil—expresó Jungkook mostrando su celular—Acabo de enviar el video al consejo y ellos se lo harán llegar a las autoridades, así que, con esa actitud, lo más probable es que te ganas la expulsión.
—Mierda—musitó y salió como alma que lleva el diablo dejando al azabache y al castaño juntos.
—¿Estás bien, TaeTae Hyung? —preguntó acercándose y tomándolo del rostro para ver si no lo había herido—. Me alegra llegar a tiempo.
—Gracias por hacer eso, Kookie...—acarició su brazo tratando de mitigar el dolor para luego hacer contacto visual con el azabache.
— ¿Por qué no se defendió, hyung?—Jungkook no se quería imaginar lo que hubiera sucedido sino llegaba a tiempo y se daba cuenta de la situación en la que se encontraba el mayor.
—Porque soy tonto, pensé que me iba a soltar luego de verme desanimado.
—¿Se puede saber la razón? —cuestionó preocupado—. Puede confiar en mí.
-Son tonterías Kookie, nada que valga la pena escuchar de mí parte.
—No lo creo Hyung... Porque si vine aquí es para hablar con usted de algo muy serio—Taehyung lo observó confundido por lo que continuó—. ¿Es cierto que siente algo por mí?
—Pero... ¿quién te lo dijo? —preguntó cómo el rostro cargado de rubor.
—Jimin hyung—respondió sin vacilar—. Y por eso me estoy arriesgando a preguntar.
—Ese Jimin, yo también me las voy a cobrar—dijo pareciendo enojado sin embargo Jungkook sabía que no era así, además de que ansiaba escuchar que era correspondido—. Pero no te preocupes, sé mí lugar, te mereces algo mejor que yo así que podemos continuar cómo amigos.
—¿Perdón? —en serio creyó que escuchó mal, pero al ver el rostro estoico del mayor decidió refutar—. No TaeTae Hyung, aquí nadie merece más a nadie, y yo enserio pensé que solo me veía como así amigo, pero después de lo que Jimin hyung me dijo no puedo quedarme sin hacer nada—tomó su rostro con delicadeza, acariciando el mentón contrario hasta quedar con sus frentes unidas—. Me gusta mucho, hyung.
—¿A pesar de todo el historial que tengo? —susurró con pesar.
—Estoy muy seguro porque lo que cuenta es lo que siento por el auténtico Taehyung y no por la fachada del rompecorazones más codiciado de toda la universidad—habló cerca de esos labios rojizos que le llamaban como si fueran imanes.-Así que deme una oportunidad de hacerle creer que lo nuestro puede funcionar.
—Adelante—respondió con los ojos brillantes, y Jungkook rompió la distancia con un beso. Un suave vaivén entre sus bocas que calentó el corazón y mejillas de ambos además de alborotar las mariposas en sus estómagos.
Jugaron con sus lenguas, conociéndose por primera vez, mordiendo un poco mientras el menor lo apresaba entre sus brazos y el castaño rodeaba el cuello de este regalando caricias en su nuca.
Estuvieron así por un rato, hasta que con risitas y miradas cómplices se separaron, tomándose de las manos para salir de aquel salón, guardando en sus memorias el bonito recuerdo de aquella inesperada confesión que llevaba consigo la promesa de algo verdadero y duradero.
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