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𓏲 Cap 11 : La confesión de Nayeon

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Mina estaba sentada sola en su dormitorio, con la mente perdida en sus emociones. Desde que había hablado con Nayeon, se había dado cuenta de que sus sentimientos seguían ahí, mucho más fuertes de lo que había querido admitir. Pero aún había algo que la mantenía distante, una barrera que no podía atravesar: Jeongyeon.

Después de todo, Nayeon aún estaba con ella, y debía respetar eso.

El sonido de su teléfono vibrando la sacó de sus pensamientos. Un mensaje de Nayeon iluminaba la pantalla: "¿Puedes verme en el parque cerca de tu casa? Tenemos que hablar." El tono del mensaje, breve pero directo, no podía ser más claro. Sintió un nudo formarse en su estómago mientras se ponía de pie, preguntándose qué habría pasado.

Cuando llegó al parque, Nayeon ya estaba sentada en un banco, mirando al suelo con expresión tensa. Al verla, Mina notó algo diferente en ella, evidenciando que algo había cambiado. Se sentó a su lado, sin decir nada al principio.

— Gracias por venir —dijo Nayeon en voz baja, levantando lentamente la mirada para encontrarse con los ojos de Mina.

— Nayeon... ¿estás bien? —preguntó Mina, incapaz de esconder la preocupación que sentía al verla tan abatida.

Nayeon respiró profundamente, como si estuviera reuniendo las fuerzas necesarias para decir lo que seguía.

— Terminé con Jeongyeon —soltó de golpe, sin rodeos.

El aire pareció detenerse alrededor de Mina. El peso de esas palabras cayó sobre ella como una avalancha, y por un instante, no supo qué decir. Se sentía como si hubiera esperado escuchar algo así durante tanto tiempo, pero ahora que lo hacía, no sabía cómo reaccionar.

— ¿Cuándo...? — preguntó, pero antes de que pudiera formular por completo la pregunta, Nayeon ya tenía la respuesta.

— Hace dos semanas — respondió con un suspiro pesado —. No fue sencillo... pero sentí que era lo correcto. No podía seguir así, sabiendo que mis sentimientos por ti no habían desaparecido.

Las palabras de Nayeon resonaron en los oídos de Mina, generando alivio y a la vez miedo en todo su ser. Durante mucho tiempo había esperado que Nayeon dijera algo como eso, pero ahora que lo escuchaba, tenía una sensación de responsabilidad por lo que podía ocurrir luego.

— Nayeon... yo nunca quise que esto sucediera — murmuró Mina, mirando al suelo, insegura de cómo procesar todo.

Nayeon negó rápidamente con la cabeza, sus ojos suaves pero firmes.

— No es tu culpa, Mina. Esto va mucho más allá de ti. Jeongyeon merece estar con alguien que pueda amarla por completo, y yo... yo no podía darle eso. Mi corazón siempre ha estado dividido, y no era justo para ninguna de las dos — Nayeon hizo una pausa, su mirada cayendo nuevamente al suelo —. Necesitaba ser honesta con ella... y conmigo misma. Es cierto que Jeongyeon me brindó momentos hermosos, y realmente la quise, pero no de la manera en que ella necesitaba, ni de la manera en que una relación debería ser. Me aferré a ella porque me hacía sentir segura, porque no quería enfrentar mis sentimientos por ti. Pero al final, eso fue egoísta. — Nayeon suspiró, sus hombros tensándose ligeramente —. No era justo para Jeongyeon ni para mí, y mucho menos para ti.

Mina escuchaba atentamente, sintiendo la carga que Nayeon liberaba con cada palabra que decía. Había tanta honestidad en su voz, tanto dolor acumulado que ahora parecía liberarse.

¿Por qué dejaron pasar tanto tiempo?

— Lo que más duele — continuó Nayeon, ahora mirándola directamente — es que sabía que esto iba a pasar. Sabía desde hace mucho tiempo que no podía ignorar lo que siento por ti, Mina. Y seguir con Jeongyeon solo prolongaba algo que debía terminar. Al final, terminé hiriéndonos a todas.

Mina extendió su mano hacia ella, apretándola suavemente en un gesto de comprensión.

Ella comprendía la sinceridad detrás de cada una de sus palabras, no podía evitar sentir una punzada de dolor. Estaba aliviada pero no dejaba de sentirse culpable. No era el tipo de persona que buscaba lastimar a otros, y saber que su presencia había sido parte del conflicto la hacía sentir mal.

— No sé qué decir... — admitió Mina, su voz apenas un susurro mientras luchaba por encontrar las palabras adecuadas.

Nayeon, sin embargo, no la dejó ahogarse en sus pensamientos. Tomó la mano de Mina entre las suyas, apretándola con suavidad.

— No tienes que decir nada ahora, Mina. Solo quería que lo supieras... que estoy siendo honesta contigo porque ya no quiero ocultar lo que siento. — Los ojos de Nayeon brillaban con una mezcla de esperanza y vulnerabilidad —. Me he pasado semanas pensando en esto, tratando de aclarar mis sentimientos. Y sí, me tomó tiempo procesarlo, pero ahora lo tengo claro. No puedo seguir fingiendo que lo que siento por ti no importa.

Durante años, Mina había lidiado con la confusión y la incertidumbre de lo que pasaría o no, perdida entre sus sentimientos por Nayeon y las decisiones que ambas habían tomado en el camino. Habían pasado por tantas cosas juntas, y ahora, en ese preciso instante, todo parecía reducirse a una única verdad. Sin embargo, y a pesar de todo, una parte de ella aún sentía mucho miedo.

Ya no quería lastimar a nadie.

— ¿Por qué me lo dices ahora? — preguntó Mina con un hilo de voz, buscando entender el porqué de la decisión

Nayeon suspiró y dejó caer sus hombros, como si llevara un peso invisible.

— Porque primero tenía que estar segura de lo que sentía. No quería arrastrarte en medio de mi confusión otra vez — Nayeon la miró con una sinceridad que sorprendió a Mina —. Pero ahora lo sé. Y si tú sientes lo mismo... entonces me gustaría que tuviéramos esa oportunidad de intentarlo.

Mina cerró los ojos por un momento, dejando que la verdad se asentara en su corazón. Era como si una pequeña llama que había permanecido encendida durante años finalmente encontrara el aire que necesitaba para avivarse.

— Yo... quiero intentarlo también — dijo, con su voz temblando —. No quiero seguir con ese sentimiento de lo que alguna vez pudo ser y nunca fue. Si tú estás dispuesta, entonces yo también lo estoy.

Nayeon sonrió, pero esta vez era una sonrisa de alivio.

Se acercaron y, cuando sus brazos se envolvieron mutuamente, el mundo alrededor pareció desvanecerse. Permanecieron abrazadas por un rato, sin necesidad de palabras, sintiendo el latido del corazón de la otra, dejando que el tiempo se detuviera en ese instante, disfrutando de la calidez que el momento compartía.

Mina y Nayeon podían sentir que todo todo lo complicado, las dudas, los miedos y las barreras que las habían separado, se habían desvanecido con ese simple abrazo.

Sin embargo, ninguna de las dos podía engañarse. Sabían que este era solo el comienzo de un nuevo capítulo en sus vidas, y que aún quedaba mucho por resolver.

Nayeon se apartó ligeramente, aunque mantuvo sus manos entrelazadas con las de Mina. Sus ojos la buscaron, encontrando en ella una seguridad que no había sentido en mucho tiempo. Había tanto que decir, tantos recuerdos y heridas que sanar, pero por ahora, simplemente querían estar juntas.

Debían intentarlo.

— ¿Recuerdas la primera vez que nos encontramos en la biblioteca? — preguntó Nayeon, rompiendo el silencio, su tono suave y nostálgico.

Mina sonrió, recordando ese día como si hubiera sido ayer. Parecía tan lejano y, al mismo tiempo, tan cercano.

— Claro que lo recuerdo. — Dejó escapar una pequeña risa —. Estabas buscando un libro en japonés y yo te ayudé a encontrarlo. Desde ese día empezamos a hablar más seguido.

— Y te invité a esa cafetería — agregó Nayeon, una sonrisa ligera curvándose en sus labios —. Era mi excusa para verte fuera de la biblioteca. Me encantaba nuestra dinámica, la forma en que siempre me hacías reír, incluso cuando no lo intentabas.

Mina la miró, su corazón latiendo más fuerte que nunca. Ese recuerdo trajo consigo tantas emociones que creía olvidadas. Habían pasado por tanto desde entonces. Tantos momentos pequeños que ahora parecían monumentales, porque cada uno de ellos las había acercado más, aunque en su momento no lo hubieran notado.

— Yo... nunca pensé que llegaría a sentir algo tan fuerte por ti — admitió Mina en voz baja, dejando un pequeño beso en la cabeza de la mayor —. Todo empezó como una amistad, pero me di cuenta muy tarde de que mis sentimientos iban mucho más allá.

Nayeon asintió con la cabeza, sus ojos brillando con algo de tristeza.

— Creo que ambas nos dimos cuenta tarde — sus dedos acariciaron suavemente la mano de Mina, como si ese simple gesto fuera suficiente para sanar las cicatrices del pasado —. Pero ahora estamos aquí y ya quiero perder más tiempo, Mina.

La nipona asintió, habían dejado que las circunstancias, los malentendidos y las decisiones equivocadas las alejaran una y otra vez. Pero ahora, estaban frente a frente, con la oportunidad de empezar de nuevo.

— Quiero estar contigo, Nayeon. — Su voz temblaba, pero la sinceridad en sus palabras era innegable —. Ya no quiero vivir con remordimientos ni con el "qué hubiera pasado si..." — Nayeon sonrió, esta vez con más calidez.

— Entonces no lo hagamos. — Se inclinó hacia ella, acercando sus labios al oído de Mina —. ¿Te parece si empezamos hoy mismo? Tengo una idea para una cita.

Mina levantó una ceja, intrigada por el tono juguetón de Nayeon.

— ¿Ah sí? — preguntó con una sonrisa —. ¿Y cuál es tu idea? — Nayeon se puso de pie, aún sujetando la mano de Mina

— Quiero llevarte al sitio donde siempre pensé que podríamos tener nuestra primera cita oficial — dijo con un tono firme —. Es un lugar especial para mí, y creo que ahora es el momento perfecto para compartirlo contigo.

— ¿Y cuál es ese lugar? — preguntó curiosa. Nayeon no respondió de inmediato, sino que le dedicó una sonrisa cómplice.

— Te lo mostraré. Solo confía en mí.

Con un pequeño apretón de manos, Nayeon la guió fuera del parque y ambas caminaron por las calles de la ciudad, bajo el sol de la tarde que parecía acariciar sus pieles. El trayecto fue tranquilo, pero lleno de esa emoción que sólo se siente cuando sabes que algo importante está a punto de suceder.

A medida que avanzaban, la confianza entre ellas se fortalecía, los pasos eran lentos pero seguros, como si ambas quisieran alargar el camino aún más.

Finalmente, llegaron a un pequeño muelle, alejado de la parte más concurrida de la ciudad. El agua se extendía frente a ellas, calmada y serena, reflejando los últimos rayos del sol que comenzaba a ponerse en el horizonte. Había una banca de madera al final del muelle, donde Nayeon finalmente se detuvo.

— Este es el lugar — dijo, soltando la mano de Mina solo para sentarse y mirar hacia el agua—.  Siempre venía aquí cuando necesitaba pensar... o cuando las cosas entre nosotras se ponían complicadas.

Mina se sentó a su lado, observando la tranquilidad del paisaje. No era un lugar grandioso ni lujoso, pero tenía algo que lo hacía especial. Quizás era la paz que emanaba, o el hecho de que Nayeon lo había guardado solo para ellas dos.

— Siempre pensé que, si las cosas salían bien entre nosotras, este sería el lugar donde te traería. — Nayeon la miró a los ojos —. Quería que nuestra primera cita fuera en un lugar que realmente significara algo.

Mina sintió cómo su corazón se llenaba de una calidez indescriptible. Todo lo que habían pasado, todo el dolor, los malentendidos, los momentos de distancia... todo parecía haberlos traído a este momento.

— Nayeon... — susurró Mina —. Gracias por seguir aquí — Nayeon entrelazó suavemente sus manos, sonriendo.

— No tienes que agradecerme nada, tontita

Ambas rieron y se quedaron allí, sentadas en el muelle, mirando cómo el sol se ocultaba en el horizonte, bañando el cielo en tonos de naranja y rosa. No había prisas, no había expectativas. Solo eran ellas dos, compartiendo un momento que ambas esperaban fuera el inicio de algo más grande.

Y así, sin decir nada más, Nayeon apoyó su cabeza en el hombro de Mina, dejando que el brazo de la japonesa se envolviera en su cuerpo y acaricia con delicadeza su piel. Permanecieron en silencio, abrazadas bajo el cielo que lentamente se oscurecía, sintiendo que, por primera vez en mucho tiempo, todo estaba en su lugar.

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