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Cap 8: Tiempo después.

Había pasado un año y medio desde la última vez que Danielle y Haerin hablaron. Un año y medio desde que Danielle se fue, dejando a Haerin con un dolor que aún no podía nombrar.

Ahora, a sus 22 años, Danielle había cambiado en más formas de las que podría contar.

Su carrera universitaria iba excelente. Estudiaba diseño gráfico y se había convertido en una de las mejores de su clase. Por otro lado, Haerin también había avanzado. Aunque era solo un año más joven, ya se había ganado una reputación en la facultad de arquitectura como una estudiante brillante y dedicada.

Sin embargo, bajo esa fachada exitosa, su vida personal estaba lejos de ser perfecta.

Haerin seguía con Jungwon, a quien todos en su círculo consideraban el novio perfecto.

Eran la pareja que muchos envidiaban: siempre juntos, siempre sonrientes, siempre dando la impresión de que lo tenían todo. Pero detrás de las puertas cerradas, su relación era un campo de batalla constante. Las discusiones se volvían más intensas cada vez, gritos que terminaban en silencios incómodos, y sin embargo, ninguno de los dos estaba dispuesto a dejar ir al otro.

Haerin sentía que había quedado atrapada en un ciclo de autodestrucción con Jungwon, pero, como siempre, sonreía y fingía que todo estaba bien cuando estaban con sus amigos. Él hacía lo mismo.

Una noche, mientras se preparaba para la fiesta de la hermana menor de Jungwon, Jiwon, quien celebraba su cumpleaños número 20, Haerin se miró al espejo y vio el reflejo de alguien que no reconocía. Su rostro estaba cansado, pero aun así se maquilló para ocultarlo. Jungwon, como de costumbre, estaba en la sala, dando órdenes por teléfono mientras organizaba la fiesta. Todo tenía que ser perfecto.

Esa misma noche, en otro lugar de la ciudad, Danielle también se preparaba para salir, pero con una sonrisa mucho más genuina en el rostro.

Su novia, Kim Minji, la había invitado. Y aunque Danielle inicialmente dudó en aceptar, algo en ella le había hecho decir que sí. Minji era diferente a cualquier otra persona que hubiera conocido. Con ella todo era simple, fácil, sin complicaciones. Danielle realmente creía que por fin había encontrado estabilidad.

Era curioso porque Minji conocía a Haerin desde hacía tiempo, pero Danielle había sido cuidadosa al no contarle los detalles más íntimos de su historia con ella... al menos hasta hace unos meses, cuando Minji le confesó que ella siempre había sabía todo. Eso había sido un golpe para Danielle, pero también la había liberado. Minji no la juzgaba. En cambio, la apoyaba y la amaba de la manera en que siempre había deseado.

Cuando llegaron a la fiesta, el ambiente estaba en pleno auge. Las luces brillaban con intensidad, la música resonaba y el lugar estaba lleno de gente. Jungwon y Haerin eran los anfitriones perfectos, o al menos eso parecía.

Haerin estaba junto a Jungwon cuando, de repente, una voz conocida le congeló la sangre.

— ¡Danielle! ¡Minji! — exclamó Jiwon, corriendo hacia ellas con los brazos abiertos para saludarlas.

El corazón de Haerin se detuvo por un momento cuando sus ojos se encontraron con los de Danielle desde el otro lado de la sala. Fue solo un segundo, pero ese segundo fue suficiente para que todo volviera a ella. Los recuerdos, las promesas rotas, las noches en las que había deseado tener el valor de ir tras ella.

Danielle sintió el mismo golpe en el estómago al ver a Haerin, parada junto a Jungwon, fingiendo una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. Minji, quien lo notó de inmediato, le apretó suavemente la mano, sabiendo exactamente lo que pasaba por la mente de su novia.

— ¿Estás bien? — preguntó Minji con una voz suave, pero segura.

Danielle asintió rápidamente, apartando la mirada de Haerin.

— Sí, claro — mintió.

Después de unos minutos, Jungwon, siempre el anfitrión encantador, se acercó para saludarlas. Minji y él intercambiaron bromas amistosas, mientras Haerin permanecía en silencio, con las manos cruzadas nerviosamente sobre su regazo.

— Danielle, es bueno verte después de tanto tiempo — dijo Jungwon con una sonrisa cortés, sin sospechar la verdadera historia entre ellas.

— Igualmente — respondió Danielle, esforzándose por parecer relajada.

— Cuando Jiwon me dijo que invitaría a Minji no pensé que te vería por acá también, es difícil hacer que Danielle Marsh venga a una fiesta, deberíamos sentirnos agradecidos contigo — dijo Jungwon, con una sonrisa.

Haerin no podía soportarlo más. Se excusó rápidamente, diciendo que necesitaba algo de beber, y salió hacia la barra en el jardín trasero, buscando un respiro. El aire fresco golpeó su piel mientras intentaba calmar su mente, pero nada podía apagar el torbellino de emociones que se agitaba dentro de ella.

Danielle la siguió. No sabía exactamente por qué lo hacía, pero algo dentro de ella la empujaba. Cuando llegó al jardín, encontró a Haerin de espaldas, apoyada contra la barandilla, mirando fijamente al suelo.

— Hola — dijo Danielle, rompiendo el silencio con una voz baja.

Haerin se tensó al oír su voz, pero no se giró de inmediato. Respiró hondo antes de responder.

— Hola, Danielle.

El silencio entre ellas era palpable. Ambas sabían que había mucho que decir, pero ninguna de las dos estaba segura de cómo empezar. Finalmente, Haerin se giró para enfrentarla. Sus ojos se encontraron, y aunque el tiempo había pasado, esa tensión entre ellas seguía allí, viva como siempre.

— Te ves bien — comentó Haerin, rompiendo el hielo con una frase torpe, sin saber qué más decir.

— Gracias. Tú también... te ves bien — respondió Danielle, aunque en realidad podía ver el cansancio en los ojos de Haerin.

— ¿Cómo has estado? — preguntó Haerin, intentando sonar casual.

— He estado bien. Todo ha sido... más tranquilo últimamente — contestó, sus palabras flotando entre ambas con un significado más profundo.

Haerin asintió, mirando hacia otro lado, como si las luces de la fiesta pudieran darle las respuestas que buscaba.

— Me alegro por ti. — Dudó un momento antes de añadir —. Minji parece una buena persona. Jiwon me comentó que estaban juntas.

Danielle sonrió suavemente.

— Lo es. Me hace sentir... segura.

Ese comentario golpeó a Haerin de una manera que no esperaba. "Segura." Era algo que ella nunca había sido capaz de ofrecerle a Danielle.

— Haerin, ¿realmente aún sigues con Jungwon? — preguntó Danielle finalmente, rompiendo el velo de la conversación superficial.

Haerin tragó saliva y asintió.

— Sí, seguimos juntos.

Danielle la miró con una mezcla de incredulidad y dolor.

— ¿Y estás bien con eso?

Haerin no pudo responder de inmediato. Las palabras se le atoraron en la garganta. Sabía la verdad, pero decirla en voz alta parecía imposible.

— Hacemos lo que podemos — murmuró finalmente.

Danielle suspiró, dándose cuenta de que no había cambiado nada. Ni en sus vidas ni en esa tensión que siempre las unía y al mismo tiempo las separaba.

— Espero que encuentres lo que buscas, Haerin. De verdad — Danielle hizo una mueca y luego miró hacia el interior de la casa —. Debo irme, mi novia debe estar buscándome. Fue... lindo hablar contigo de nuevo.

Danielle no le dio tiempo a Haerin que contestara, solo le dio una última sonrisa y se alejó, dejando a la menor con aún más pensamientos que antes.

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La música seguía resonando por toda la casa, y las risas y las conversaciones se mezclaban con los destellos de las luces. La fiesta parecía un éxito, al menos en la superficie. Pero Haerin, quien se había retirado momentáneamente a buscar un respiro, sintió el peso de la noche sobre ella.

No pasó mucho tiempo antes de que Jungwon, visiblemente afectado por las copas que había estado tomando, se acercara a ella. Su andar era tambaleante y su sonrisa de siempre se veía extrañamente apagada. Mientras él la rodeaba con un brazo, Haerin intentó mantener la calma.

— Haerin, vayamos a mi habitación — murmuró Jungwon, su aliento cargado de alcohol mientras besaba su cuello.

Haerin sintió el peso de la incomodidad y suavemente se apartó.

— No, Wonnie, has bebido mucho. No es buena idea — dijo, tratando de mantener la calma.

Jungwon frunció el ceño, claramente no era la respuesta que esperaba.

— Siempre es lo mismo — espetó, soltándola por completo —. Desde que volvimos, nunca quieres pasar la noche conmigo. ¿Qué está pasando contigo?

Haerin lo miró, tratando de elegir las palabras adecuadas.

— No es por ti... solo que no me siento cómoda cuando estás así.

Jungwon soltó una risa amarga.

— ¿No te sientes cómoda? — repitió con desdén —. Siempre tienes una excusa, Haerin. Siempre.

La presión de su mirada, mezclada con el cansancio emocional, hizo que Haerin sintiera el nudo en su estómago apretarse aún más. Sabía que esta conversación no llevaría a ninguna parte.

— Deberías irte a descansar, vamos, te llevaré.

— ¿Por qué? — replicó él, soltándose del agarre de Haerin. Su tono era agrio, con una mezcla de arrogancia y cansancio —. Estoy bien. ¿Por qué siempre tienes que intentar controlarlo todo?

Haerin cerró los ojos, tratando de mantener la calma. Lo último que quería era discutir, especialmente frente a todos.

— No estoy intentando controlar nada, Wonnie. Solo quiero que descanses un poco. Has bebido demasiado. — respondió ella con suavidad, tomando su brazo de nuevo, pero él se apartó bruscamente.

Jungwon soltó una risa amarga, y sin importarle si alguien los veía, levantó la voz.

— Siempre tan preocupada por lo que los demás piensan, ¿verdad Kang? — sus palabras salían con un desprecio que Haerin no reconocía —. Siempre cuidando las apariencias. Pero tú y yo sabemos la verdad, ¿no? Todos también deberían saberlo.

Haerin sintió su corazón acelerarse. Jungwon nunca había hablado de esa manera delante de los demás. No le gustaba hacia dónde se dirigía la conversación.

— ¿De qué estás hablando? — preguntó con cautela, mirando a su alrededor para asegurarse de que no fueran el centro de atención.

Jungwon se inclinó hacia ella, su aliento cargado de alcohol, y susurró con una sonrisa sarcástica.

— De Danielle, por supuesto. — Haerin sintió un nudo formarse en su estómago ante la mención de la australiana —. Siempre supe lo que había entre ustedes.

El mundo pareció detenerse en ese momento. Haerin lo miró, incrédula.

— ¿Qué...? ¿De qué estás hablando?

Jungwon soltó una carcajada amarga, alejándose unos pasos mientras sacudía la cabeza.

— Vamos, Haerin. No soy idiota. Sé que nunca dejaste de pensar en ella. Sabía lo que pasaba incluso cuando tú nunca dijiste nada. — Hizo una pausa y la miró directamente a los ojos —. Pero, ¿sabes por qué nunca te lo mencioné? Porque, para mí, Danielle siempre fue una idiota. Una idiota que nunca podría quitarme a mi chica.

Haerin sintió una oleada de ira recorrer su cuerpo. Cada palabra de Jungwon era como un golpe, pero lo que más le molestaba era la manera en que se refería a Danielle.

— ¿Qué acabas de decir? — preguntó con la voz temblorosa, pero no de miedo, sino de furia contenida.

— ¿Qué? — replicó Jungwon, como si no hubiera hecho nada —. Es la verdad. Siempre ha sido una perdedora. Y por eso nunca te preocupaste por ella, porque sabías que no era lo suficientemente fuerte como para luchar por ti. — Sonrió, con los ojos medio cerrados por el efecto del alcohol —. Danielle sabía que, al final, siempre ibas a estar conmigo.

Las palabras de Jungwon resonaban como un eco en la mente de Haerin. Algo dentro de ella se rompió en ese momento. Todos esos meses de discusiones, de aparentar que todo estaba bien cuando en realidad su relación era un desastre, culminaron en esa confesión de desprecio hacia alguien a quien alguna vez amó.

No iba a seguir soportándolo.

— No te permito que hables así de ella — dijo Haerin, su voz temblando de ira —. No tienes ni idea de lo que Danielle significó para mí.

Jungwon la miró, confundido, como si no comprendiera por qué estaba tan molesta.

— Por favor, Haerin, no te pongas sentimental. Esto es lo que es. Tú y yo... — comenzó a decir, pero Haerin lo interrumpió.

— No, Jungwon, se acabó. Esto, lo nuestro, ya no tiene sentido. Me cansé de fingir. Me cansé de ti.

La sorpresa en el rostro de Jungwon fue breve, seguido de una risa desdeñosa.

— ¿De verdad vas a terminar conmigo? — preguntó, claramente incrédulo —. ¿Por esto? ¿Por un comentario estúpido que hice sobre esa lesbiana? Vamos, cariño.

Haerin lo miró fijamente, con una determinación que nunca había sentido antes.

— Esto no es solo por lo que dijiste esta noche. Es por todo. — Dio un paso hacia él, enfrentándolo—. No te amo, y si alguna vez lo hice me arrepiento. No quiero seguir viviendo esta mentira.

Jungwon se quedó en silencio por un momento, y luego, encogiéndose de hombros, hizo un gesto despreocupado.

— Haz lo que quieras, Haerin. — Se dio la vuelta, tambaleándose hacia la casa —. Al final, te diré que el alcohol es el que me hizo decir todo esto y vas a perdonarme porque siempre lo haces, ¡que disfrutes tu noche, cariño! Te veré luego.

Haerin lo miró alejarse, sintiendo una mezcla de alivio e ira. Había terminado con él. Algo que había querido hacer desde hacía mucho tiempo, pero que siempre había pospuesto. Sin embargo, la sensación de libertad que esperaba no llegó de inmediato. Necesitaba irse.

Decidida, volvió a la casa y subió rápidamente a la habitación para recoger las cosas que había traído para quedar junto a él esa noche.

Mientras guardaba su ropa, escuchó una voz conocida detrás de ella.

— ¿Ya te vas? — preguntó una chica de cabellos castaños, parada en la puerta.

Haerin se detuvo un momento, sorprendida. No esperaba ver a Danielle ahí, pero tampoco tenía la energía para fingir.

— Sí — respondió, sin girarse —. Ya no puedo más con esto. Necesito salir de aquí.

— Hanni me dijo que no querías hablar con ella. Que estabas a punto de irte sola. — Danielle se acercó lentamente, su voz calmada —. No quiero que te vayas así. Es muy tarde, no es seguro.

Haerin cerró los ojos, tratando de mantener la compostura.

— Estoy bien, Danielle. No necesito que nadie cuide de mí.

Danielle se acercó un poco más, viendo el leve temblor en las manos de Haerin mientras guardaba el último de sus objetos en una mochila.

— Sé que eres fuerte, Haerin. Pero no tienes que estar sola en esto. No te dejaré ir sola, no así.

Haerin finalmente se giró para mirarla. En sus ojos había una mezcla de cansancio, dolor y algo más que Danielle no supo identificar.

— ¿Por qué siempre estás aquí, Danielle? — preguntó Haerin con la voz rota —. No entiendo por qué sigues apareciendo en mi vida.

Danielle la miró en silencio durante unos segundos antes de responder, con la misma calma de siempre.

— Porque nunca me fui del todo.

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