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Cap 5 : Entregarnos.

Danielle había decidido quedarse a dormir en el departamento de Haerin tras pasar todo un día juntas. Había algo en la manera en que se miraban, en cómo se entendían sin palabras, que hacía que la cercanía entre ambas se sintiera natural, sintiendo cómo el resto del mundo desaparecía.

Aquella noche habían optado por algo sencillo: jugar videojuegos y disfrutar de la compañía de la otra. Estaban sentadas en la cama, cada una con un control en la mano, los ojos fijos en la pantalla, pero sus mentes en otro lugar. Aunque los personajes en el juego competían, ninguna de las dos realmente prestaba atención.

— ¡Te gané otra vez! — se burló Danielle, con una sonrisa juguetona, mientras Haerin se dejaba caer en el colchón, fingiendo derrota.

— No es justo — protestó Haerin, entre risas —, seguro hiciste trampa, típico de Aries.

Danielle rió con suavidad, su mirada brillante mientras se inclinaba hacia Haerin, sus rostros ahora más cerca. La atmósfera cambió en un segundo. Las risas se desvanecieron y un silencio encantador se apoderó del aire

Haerin tragó saliva, su corazón latiendo más fuerte de lo que esperaba. El control del videojuego quedó olvidado en sus manos, y, en un impulso que no pudo contener más, se giró hacia Danielle, mirándola directamente a los ojos.

—Danielle Marsh... — susurró Haerin, su voz suave, casi temblorosa—. Creo que yo te amo.

Esas tres palabras flotaron en el aire. Danielle parpadeó, sorprendida. Sabía que había algo especial entre ellas, pero escucharlo de los labios de Haerin lo hacía más real, más cercano.

— ¿Q-Qué has dicho? — preguntó Danielle, buscando asegurarse de que no lo había imaginado.

Haerin esbozó una pequeña sonrisa tímida, sus ojos brillando con nerviosismo y cariño. Llevó una de sus manos hasta la mejilla de la mayor y acarició su piel con suavidad.

— Te amo — repitió, con más seguridad —. Te amo de verdad.

Danielle la miró, asimilando cada palabra, sintiendo cómo su corazón se aceleraba en respuesta. Todo lo que había sentido, todo lo que había querido decir, parecía encajar en ese momento.

Sin perder más el tiempo, Danielle de inclinó hacia Haerin, dejando que sus labios se juntaran en un beso suave. Un beso que parecía confirmar todo lo que se decían con palabras, un gesto que comenzaba con dulzura, pero que en segundos se convirtió en algo más intenso cuando un pequeño jadeo se escapó de los labios de la castaña.

El beso fue profundo, lleno de la urgencia de todo lo que habían reprimido. Sus manos se movieron, recorriendo los cuerpos de la otra con una necesidad compartida de sentir más, de estar más cerca. Danielle deslizó una mano por la nuca de Haerin, mientras la otra se aferraba a su cintura, tirando de ella hacia sí.

En medio de las nuevas sensaciones, Haerin se dejó llevar, colocándose encima de Danielle sin dejar de besarla. Sus labios se encontraban una y otra vez, sus cuerpos se movían con una sincronía perfecta. Ninguna de las dos necesitaba decir nada; cada beso, cada caricia hablaba por ellas.

Las sábanas se enredaron alrededor de sus cuerpos, y la noche seguía su curso entre promesas no dichas y caricias que lo decían todo. Los dedos de Haerin trazaban líneas suaves sobre la piel cada vez más expuesta de Danielle, mientras sus labios exploraban cada rincón, deseando memorizar todo por completo.

— No pares... — murmuró Danielle en algún momento, su voz apenas audible mientras su respiración se aceleraba. Haerin no necesitaba que se lo dijera dos veces. Se inclinó sobre ella, intensificando el contacto, sus manos y labios explorando la piel ajena con delicadeza y deseo.

El cuarto, ahora oscuro salvo por la luz tenue que apenas iluminaba sus cuerpos entrelazados, era un refugio donde nada más importaba. Ambas se entregaron la una a la otra de una manera que nunca habían experimentado, cada roce, cada beso era una afirmación de lo que sentían.

Haerin acarició la mejilla de Danielle, sus ojos encontrándose en la penumbra, y por un momento, solo quedaron así, mirándose, como si el tiempo se hubiera detenido. Danielle sonrió con ternura, tirando de Haerin para besarla de nuevo, esta vez con una suavidad que contrastaba con la pasión de antes, deseando saborear cada segundo.

Horas después, cuando el agotamiento finalmente las venció, ambas se quedaron abrazadas bajo las sábanas, sus cuerpos pegados el uno al otro, la respiración calmándose poco a poco. El amor que compartían era palpable, un lazo que se había sellado en esa noche.

Haerin, aún despierta, observó a Danielle dormir tranquilamente. El rostro relajado de la mayor la llenaba de una paz indescriptible. Acarició su cabello suavemente, susurrando en la oscuridad:

— Sé que te amo...

Sabía que el futuro era incierto, pero en ese instante, realmente no importaba.

Solo importaban ellas y la sensación de haberse entregado por completo a la persona que creían amar.

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A la mañana siguiente, Haerin fue la primera en despertar. Igual que la noche anterior, no pudo evitar contemplar a Danielle mientras dormía. Su respiración era suave, y su rostro, sereno, irradiaba una calma que hacía que todo lo demás desapareciera. En ese momento, sentía una paz y alegría tan plena que no podía pensar en nada más. Danielle era la única que podía lograr eso.

Aunque, en el fondo de su mente, Haerin sabía que esa perfección era momentánea.

Danielle se removió ligeramente antes de abrir los ojos, encontrando la mirada de Haerin sobre ella. Sonrió con sueño y se estiró antes de acercarse más, acurrucándose en su pecho.

— Buenos días — susurró la australiana, su voz aún somnolienta

— Buenos días, bonita — respondió Haerin, acariciando el cabello de Danielle suavemente.

El silencio entre ellas era cómodo, pero Haerin sentía una extraña presión en su pecho. Amaba a Danielle, eso no podía negarlo. Esa noche había sido una confirmación de lo que sentía. Sin embargo, había algo en su mente que no podía ignorar del todo. Aunque en ese instante, no quería arruinar lo que tenían.

Danielle levantó la cabeza, notando la expresión pensativa de Haerin.

— ¿En qué piensas? — preguntó suavemente, sus dedos trazando líneas suaves en el brazo de Haerin.

Haerin dudó un segundo antes de sonreír y negar con la cabeza.

— En nada importante — mintió. No era el momento para dudas ni complicaciones. No cuando acababan de tener la noche más hermosa de sus vidas.

— ¿Nada? — Danielle arqueó una ceja, con una sonrisa traviesa.

— Bueno... — Haerin se inclinó hacia ella y la besó suavemente —. Solo pienso en lo mucho que amo estar contigo

Danielle sonrió ante la respuesta y la besó de vuelta, hundiéndose una vez más en la calidez de ese momento.

— Eres una boba — respondió, evidenciando su vergüenza y nerviosismo. Haerin rió.

Por ahora, no había nada más que el amor que compartían. Todo aquello que las abrumaba podía esperar.

Esperar tan solo un poco más.

Y así, enredadas en las sábanas y en el amor que aún palpitaba en el aire, ambas sabían que se habían entregado, no solo a la pasión de una noche, sino a algo mucho más grande.

Algo que, aunque era incierto, ya no podían negar.

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