Cap 4 : Casi prohibido.
Las cosas entre Haerin y Danielle habían cambiado desde aquella confesión. Aunque Danielle trataba de mantener su distancia, el vínculo que compartían seguía siendo innegable. A medida que pasaban los días, Haerin se encontraba cada vez más atrapada entre su relación con Jungwon y los sentimientos que no podía ignorar por Danielle. La tensión entre ellas se sentía en cada interacción, como un hilo invisible que las unía y, a la vez, las alejaba.
Cada mensaje sin respuesta, cada mirada evitada, cada encuentro fugaz en el que las palabras parecían no ser suficientes... todo pesaba sobre Haerin.
La frialdad de Danielle comenzaba a afectarle más y más. Jungwon seguía siendo su novio, sí, pero, ¿cómo podría concentrarse en él cuando su corazón latía cada vez más rápido al pensar en otra persona?
Haerin estaba en su habitación, mirando el techo mientras el teléfono vibraba en su mano. Era Jungwon, llamando de nuevo. Últimamente, hablar con él se sentía como una obligación, como si estuviera haciendo algo mecánico, casi distante. Se tomó unos segundos antes de contestar, sabiendo que la conversación sería igual que las últimas semanas.
— Hola — dijo Haerin, intentando sonar casual, aunque su mente estaba en otro lugar.
— Hola Haerin, ¿qué estás haciendo? — preguntó Jungwon con su tono habitual. Pero Haerin notó algo diferente, una pizca de impaciencia.
— Nada, solo estoy en casa... descansando —respondió, frotándose los ojos sin muchos ánimos.
Hubo un silencio incómodo del otro lado antes de que Jungwon hablara otra vez.
— ¿Descansando? — Haerin frunció el ceño, no le había gustado el tono que escuchó — Haerin te he estado buscando toda la semana y siempre parece que estás ocupada o distraída. ¿Me estás escuchando ahora mismo? Porque siento que últimamente no lo haces.
Haerin se mordió el labio, sintiendo cómo el nerviosismo se apoderaba de ella. Él tenía razón. Durante las últimas semanas, cada vez que hablaban, su mente estaba en otra parte... en otra persona.
— Te escucho, Jungwon — dijo con un suspiro —. Solo... he estado cansada. La universidad y todo lo demás...
— Siempre es la universidad, ¿verdad? — Jungwon soltó una risa sarcástica que hizo que Haerin se tensara —. Sé que no es solo eso, Haerin. Incluso cuando estamos juntos te noto distante.
— No es así — replicó Haerin, su voz más alta de lo que había esperado—. Estoy aquí, Jungwon. Solo estoy cansada, eso es todo
— Cansada, claro — repitió él, su tono subiendo también —. Haerin, apenas hemos pasado tiempo juntos, y cuando lo hacemos, ni siquiera pareces estar presente. ¿Por qué no puedes ser honesta conmigo? Algo está pasando, lo sé.
Haerin sintió cómo su frustración crecía. Sabía que él no tenía la culpa, pero no podía evitar sentirse acorralada. La verdad era demasiado complicada para explicarla. No quería hablar de Danielle, de los sentimientos que no podía controlar, de lo incorrecto que todo se sentía siempre.
— No sé qué más decirte, Jungwon. Estoy haciendo lo mejor que puedo. ¿Qué esperas que haga? — respondió, intentando controlar el temblor en su voz.
— Espero que me hables, que me digas lo que realmente está pasando. Siento que siempre estás escondiendo algo. — Jungwon parecía agotado, y eso hizo que el nudo en el estómago de Haerin se apretara más.
— No estoy escondiendo nada. Solo... me tomo mi tiempo para aclarar algunas cosas — dijo Haerin, tratando de calmarse.
— ¿Aclarar qué, Haerin? No entiendo. No quiero pelear, pero parece que todo lo que hago te molesta últimamente.
— No estamos peleando — respondió ella con un suspiro, ya cansada de la conversación.
— Sí, estamos peleando. Siempre estamos peleando — Jungwon soltó una risa amarga —. No sé qué pasa contigo, pero ya ni siquiera estoy seguro si quieres seguir conmigo.
Esa última frase la golpeó como un balde de agua fría. Haerin quería negarlo, pero las palabras no salían. La verdad era que no sabía lo que quería, o mejor dicho, sabía exactamente lo que quería, pero no podía admitirlo.
— Mira, Jungwon, lo siento. Solo... no quiero hablar de esto ahora, ¿sí? — dijo, sintiendo cómo el cansancio emocional comenzaba a superarla.
— Claro, como siempre. Lo dejamos para después. Buenas noches, Kang.
Antes de que ella pudiera responder, Jungwon colgó. Haerin dejó caer el teléfono en la cama y se cubrió la cara con las manos, tratando de calmarse.
Tan solo unos minutos después, Kang Hyein, la hermana menor de Haerin, entró en la habitación con una sonrisa despreocupada, sosteniendo una bandeja de postres caseros.
— ¡Haerini! Mira lo que hice — dijo Hyein alegremente, dejando los postres en la mesita de noche —. Sabes, recordé así de pronto el otro día que mencionaste a Danielle, y pensé que sería buena idea invitarla a comer ya que ella ama los postres. ¿Qué te parece?
Haerin, todavía recuperándose de la discusión con Jungwon, la miró sorprendida. La idea de ver a Danielle, especialmente después de cómo habían estado las cosas entre ellas, la puso nerviosa, pero también emocionada.
— ¿Invitarla? — repitió, tratando de sonar neutral.
— Sí, de hecho, recordé que tenía su número así que la llamé y dijo que vendría. — Hyein sonrió de oreja a oreja, ajena a la tensión interna de su hermana.
Haerin sintió una oleada de preocupación tras oír aquellas palabras. Sabía que las cosas entre ella y Danielle no podían seguir así para siempre, pero era muy pronto.
Sin más tiempo para procesarlo, cuando Danielle llegó a su casa más tarde, Haerin la recibió con una tímida sonrisa. Hyein le invitó de sus postres y Danielle la felicitó por su excelente trabajo, pero luego, la menor tuvo que irse junto con sus padres ya que debía comprar unos materiales para su escuela.
Danielle no sabía si ya debía irse o no, pero no tuvo mucho para pensarlo. Haerin la invitó a su habitación para ver una película mientras terminaban los postres de Hyein. Danielle aceptó de inmediato, bastante débil a la petición de la coreana.
El ambiente estaba cargado, como siempre que estaban juntas últimamente.
Se sentaron en la cama, viendo una comedia romántica en la televisión, pero ninguna de las dos prestando atención a la película. Las miradas y el roce de sus hombros hablaban más que las palabras que no se atrevían a decir.
— ¿Qué tal has estado? — preguntó Haerin, rompiendo el silencio.
Su voz sonaba tranquila, pero por dentro luchaba por mantener la compostura. Quería actuar como si todo estuviera bien, como si su corazón no estuviera acelerado solo por tener a Danielle tan cerca.
Danielle giró levemente la vista, mordiéndose ligeramente el labio inferior antes de responder.
— Bien... — murmuró, aunque el tono de su voz no era convincente. — Ocupada, ya sabes... con mis estudios.
Haerin asintió, intentando no mostrar la decepción que sentía por la distancia que Danielle seguía manteniendo. En algún momento, su cercanía había sido fácil, natural. Pero ahora, sentarse una al lado de la otra sin decir lo que realmente pensaban era como estar en una sala llena de bombas a punto de estallar.
— Me alegra que hayas venido hoy — añadió Haerin, jugando nerviosamente con los bordes de una almohada. — Extrañaba pasar tiempo contigo.
Danielle tragó saliva, evitando el contacto visual por unos segundos. ¿Es ahora cuando debería disculparme por alejarme?, pensó, pero en lugar de eso, solo asintió lentamente.
— Yo también te extrañé — confesó al fin, su voz apenas audible, como si admitirlo le costara más de lo que quería.
Las dos cayeron en un nuevo silencio, esta vez más incómodo. Sentadas lado a lado, sus hombros se rozaban levemente. Haerin podía sentir el calor del cuerpo de Danielle junto al suyo, y ese pequeño contacto despertaba en ella sensaciones que hacía mucho trataba de ignorar.
En un momento inesperado, ambas giraron sus cabezas al mismo tiempo para hablar. Se rieron de la sincronía, un eco de la antigua comodidad que compartían. Pero, cuando la risa se desvaneció, quedó un silencio que no era como los anteriores. Este silencio decía algo más. Un deseo, una conexión que ninguna de las dos se atrevía a poner en palabras.
Haerin fue la primera en moverse, su mano temblando ligeramente mientras la acercaba al rostro de Danielle. La yema de sus dedos apenas tocó la mejilla de la otra chica, pero el gesto fue suficiente para que Danielle cerrara los ojos por un segundo, atrapada entre la dulzura del momento y el miedo de lo que estaba por suceder.
— Haerin... — comenzó Danielle, abriendo los ojos de golpe, pero las palabras quedaron atrapadas en su garganta cuando vio la intensidad en los ojos de Haerin.
"No puedo hacer esto, no debería...", pero el resto de su pensamiento se disipó cuando sintió los labios de Haerin acercarse.
El roce de sus labios pronto se convirtió en un beso tímido, un toque apenas perceptible, pero lleno de un sentimiento tan profundo que las dejó sin aliento.
— Danielle... — respondió instintivamente, olvidando todo lo que le decía que se detuviera. Todo en ese beso era nuevo y, al mismo tiempo, algo que ambas habían anhelado en secreto.
Cuando finalmente se separaron, ambas se miraron en silencio, intentando procesar lo que acababa de pasar. El corazón de Haerin latía tan fuerte que pensaba que Danielle podría escucharlo.
— Lo siento — susurró Haerin, apartando la vista con rapidez, la culpa comenzando a invadirla. — Yo... no debería haber...
— No — la interrumpió Danielle, tomando la mano de Haerin entre las suyas. — No lo sientas. Por favor no lo sientas.
Hubo un momento de pausa, en el que sus miradas volvieron a cruzarse. Danielle tragó saliva, sabiendo que, con ese beso, habían cruzado un límite del que no había vuelta atrás.
— Sabes que estás complicándolo... ¿verdad? — preguntó Danielle, su voz llena de dudas.
Haerin asintió, con un nudo formándose en su garganta.
— Lo sé... pero no puedo evitarlo. — Sus palabras salieron más rápido de lo que había esperado, demostrando lo reprimida que había estado durante demasiado tiempo.
Danielle suspiró, apartando la vista por un momento.
— Haerin, no quiero ser la persona que te aleje de tu vida, de Jungwon... — comenzó a decir, pero su tono era inseguro.
Haerin, sin embargo, no la dejó terminar.
— Mi vida no es lo que quiero que sea, Danielle. — La mirada de Haerin se endureció por un segundo, revelando una determinación que Danielle no había visto antes en ella. — Jungwon no es lo que quiero.
Las palabras colgaron en el aire, pesadas y definitivas. Danielle no dijo nada, pero algo dentro de ella comenzó a romperse. Había intentado alejarse, darle espacio a Haerin para que decidiera, pero ahora se daba cuenta de que las cosas habían cambiado. Lo que compartían ya no era solo una amistad, ni siquiera algo pasajero.
Era más profundo.
Y también más peligroso.
Esa noche fue el comienzo de algo casi prohibido entre ellas.
A partir de entonces, empezaron a verse en secreto. Sus encuentros eran breves, pero siempre lo suficientemente llenos de pasión. Cada beso, cada caricia les recordaba lo que tenían que perder, pero también lo que no podían resistir.
Se besaban a escondidas, tenían citas en lugares donde nadie las conocía, y se escapaban juntas siempre que podían.
Se presentaban como amigas, pero el lazo que compartían era mucho más fuerte que eso.
Jungwon, por su parte, seguía sin sospechar nada. La relación entre él y Haerin comenzó a decaer, aunque ella intentara mantener las apariencias "por el bien de ambos", cada vez que estaban juntos, su mente no podía evitar regresar a Danielle, a sus labios, sus sonrisas, sus palabras, a esos momentos robados que compartían las dos a solas.
La incertidumbre de lo que estaban haciendo y el miedo a ser descubiertas las envolvía en silencio. Lo que antes era emocionante pronto comenzaría a sentirse como una carga; no porque sus sentimientos hubieran disminuido, sino porque el peso de lo no dicho se volvía cada vez más difícil de ignorar.
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