Cap 3 : El distanciamiento.
Era un día cualquiera en la universidad. El sol iluminaba los pasillos del campus con su calidez, creando destellos en las hojas de los árboles que se mecían suavemente con la brisa. Haerin y Danielle, como de costumbre, se refugiaban en su rincón habitual, lejos del bullicio de los demás estudiantes. Perdidas en su propio mundo.
Sentadas bajo un árbol compartían un café mientras la charla fluía de manera despreocupada. Hablaban de cosas sin importancia: profesores que parecían disfrutar torturando a sus alumnos con interminables trabajos, tareas acumuladas y los planes que tenían para el fin de semana.
A simple vista, era una conversación trivial, pero siempre se transformaba en algo más que eso.
Cada risa que escapaba de sus labios resonaba como una melodía familiar. No necesitaban demasiadas palabras; sus miradas lo decían todo. Danielle, con su actitud despreocupada y esa sonrisa que siempre lograba iluminar cualquier situación, se esforzaba en hacer reír a Haerin, disfrutando del desafío que suponía hacerla perder la compostura.
— No puedo creer que aún pienses que puedes ganarme en Mario Kart — dijo Danielle, inclinándose hacia Haerin con un destello juguetón en los ojos —. ¿Recuerdas la última vez?
Haerin esbozó una sonrisa, removiendo lentamente su café
— ¿Y tú recuerdas quién fue la última en cruzar la meta? Porque te aseguro que no fui yo.
— Eso fue pura suerte, Kang. Disfruta de tu pequeña victoria mientras puedas... porque la próxima vez no será así.
Ambas rieron nuevamente, sabiendo que bajo esa capa de bromas y juegos se escondía una amistad cada vez más cercana. Aunque muy escondido debajo de eso, se hallaba algo que ninguna de las dos se atrevía a explorar por completo, algo que Danielle realmente sentía con cada interacción. Era como una corriente muy fuerte, moviéndose entre ellas sin ser nombrada, pero siempre presente.
Durante unos instantes, Danielle se quedó observando a Haerin, preguntándose si ella también lo sentía. Pero antes de que pudiera indagar más en sus propios pensamientos, la risa y la conversación las arrastraron de vuelta a esa burbuja cómoda en la que se encontraban.
Sin embargo, al cabo de los días, todo lo que parecía perfecto comenzó a desmoronarse lentamente.
Danielle había notado un cambio.
Quizá no darle tanta importancia, pero Haerin estaba más distante, ocupada. Sus respuestas por mensajes se habían vuelto secas, casi mecánicas. Si antes se veían al menos unos minutos cada día, ahora parecía que Haerin encontraba excusas para no encontrarse con ella.
Danielle trató de ser positivo y pensó que quizá podrían ser las exigencias de la universidad, que ambas estaban saturadas con estudios, pero algo en su pecho le decía que había más que no estaba considerando.
El viernes por la tarde, tras una semana casi en silencio, Danielle decidió que no podía seguir ignorando esa sensación de vacío que crecía en su interior. Así que, con el corazón latiéndole como un loco, se plantó frente a la casa de Haerin.
Respiró hondo antes de tocar el timbre, luchando contra la montaña de pensamientos que se fijaban en su mente. ¿Y si Haerin no quería hablar? ¿Y si la estaba alejando a propósito? La puerta se abrió lentamente, revelando a la japonesa con una expresión sorprendida, su ceño levemente fruncido.
— Dani... ¿qué haces aquí? — preguntó con una voz apenas audible.
— Necesitamos hablar — replicó Danielle, y aunque intentó sonar firme, su tono dejó en evidencia la angustia que sentía —. Me has estado evitando, y no puedo seguir así sin saber por qué.
Haerin bajó la mirada, sus dedos temblando ligeramente. Sabía que esta conversación era inevitable, pero había estado postergándola, aterrada por lo que significaba enfrentarse a ella. Sin embargo, al ver la expresión de Danielle llena de tristeza y preocupación reflejada en sus ojos, no pudo seguir ocultándolo más.
— Está bien — susurró finalmente, abriéndole paso —. Adelante.
El silencio las envolvió al entrar, un cambio marcado con el bullicio habitual que compartían. El sonido de una película de acción llenaba el salón, pero ninguna le prestaba realmente atención. Danielle intentó romper la tensión con una sonrisa suave.
— ¿Una película de acción? Pensé que odiabas esas cosas.
— La dejé puestas solo por el ruido — respondió Haerin, casi sin emoción.
Danielle la miró fijamente, buscando en su rostro alguna pista de lo que estaba ocurriendo. Sabía que algo pesaba en el aire, algo que había estado escondido bajo las bromas y el coqueteo habitual. El silencio comenzó a hacerse insoportable, hasta que Haerin finalmente habló, con la voz rota y sin poder levantar la vista.
— Voy a ser honesta contigo, hay algo que no te he dicho, Danielle — murmuró, su corazón latiendo desbocado.
— ¿Qué ocurre? — Haerin lamió sus labios antes de contestar
— Yo... he estado saliendo con alguien más.
El impacto fue inmediato. Danielle sintió como si le hubieran arrancado el suelo bajo los pies. No era lo que esperaba, las palabras de Haerin la golpearon con fuerza, dejándola sin aire.
— ¿Qué? — Danielle apenas pudo pronunciar las palabras —. ¿De qué estás hablando?
— Su nombre es Jungwon y... — respondió Haerin, tragando saliva, dándose ánimos para terminar su oración —... es mi novio. Volvimos a estar juntos hace unas semanas, las cosas parecen ir por buen camino esta vez.
La mente de Danielle se detuvo por un momento. ¿Todo lo que habían compartido, las miradas, los momentos especiales, realmente ella los había malinterpretado? Intentó mantener la compostura, pero las emociones la abrumaban.
Nunca antes se había sentido tan tonta como en ese momento.
— ¿T-Tienes novio? — repitió, tratando de procesar lo que estaba escuchando.
— Lo siento, Danielle — susurró Haerin, su voz temblando de arrepentimiento —. Sé que debería habértelo dicho antes, pero no sabía cómo hacerlo y sentí que las cosas se me estaban saliendo de las manos.
El silencio que siguió fue ensordecedor. Las palabras quedaron suspendidas en el aire y la tensión comenzó a ser protagonista del momento.
— Entiendo — dijo Danielle finalmente con su voz levemente quebrada, el impacto de la noticia aún apoderada sobre ella —. Me alegro por ti
— Danielle...
— No digas nada, debería irme. Tengo varias cosas que hacer — la interrumpió mientras se levantaba del sofá, su voz apenas más alta que un murmullo.
Haerin no se movió al principio, solo asintió levemente, su mirada clavada en el suelo. El peso de las palabras no dichas, de las expectativas rotas, pendía en el aire como una nube espesa que las envolvía a ambas.
Danielle, normalmente vibrante y segura de sí misma, ahora parecía encorvada bajo el peso de algo más grande que ella, algo que no podía controlar ni arreglar.
Cuando Danielle finalmente dio un paso hacia la puerta, Haerin sintió una punzada de arrepentimiento. Su corazón latía frenéticamente, cada latido le suplicaba que se levantara, que la detuviera, que no la dejara ir así, sin más.
Pero algo más la retenía.
Sabía que, si decía algo, podría arruinarlo todo, o tal vez simplemente pondría en evidencia lo que ambas evitaban confrontar.
— Danielle... — comenzó Haerin, pero su voz se quebró, sin encontrar las palabras adecuadas para lo que quería expresar. No sabía si debía pedir disculpas, si debía pedirle que se quedara o si era mejor dejarla marchar para evitar más dolor.
Danielle se detuvo al escuchar su nombre, sin girarse del todo. Parecía debatirse entre el orgullo que la impulsaba a salir y el cariño que la anclaba a ese pequeño rincón de la sala, donde las cosas habían sido tan diferentes apenas unos días antes.
— No hace falta que digas nada, Haerin — respondió Danielle en un susurro, casi con una sonrisa amarga en los labios. — Está bien. De verdad.
Las palabras de Danielle salieron en un tono sereno y tranquilo, aunque ambas sabían que la situación no estaba bien. Nada entre ellas ahora lo estaba.
Haerin sintió que sus ojos comenzaban a arder, pero se obligó a mantener la compostura. Era difícil, casi imposible, ver a Danielle irse sabiendo que, tal vez, esa puerta que estaba a punto de cerrarse no solo sería la salida de su casa, sino de su vida. Quería detenerla, gritarle que no se fuera, que lo que tenían —aunque no podía ponerle un nombre— era importante, más importante de lo que cualquiera de ellas había querido admitir.
— ¿En serio estás bien? — preguntó Haerin en un último intento de acercarse, su voz temblorosa por la respuesta.
Danielle se giró lentamente, con una sonrisa que expresaba tristeza y una mirada que lo decía todo. Sus ojos brillaban con una mezcla de dolor y resignación.
¿Qué estaban haciendo?
— No lo sé, Haerin. Tal vez no lo esté. — Suspiró profundamente antes de continuar, con la voz rota —. Supongo que solo... esperaba que tú y yo fuéramos algo más que esto.
Esa confesión, tan simple y a la vez tan devastadora, cayó como un martillo sobre el corazón de Haerin. El silencio que siguió fue insoportable. La película seguía sonando de fondo, pero las imágenes en la pantalla eran meras sombras, irrelevantes en comparación con la realidad que ambas enfrentaban.
Haerin sintió que el aire se le escapaba, que todo el oxígeno en la habitación desapareció de golpe.
Quiso acercarse a Danielle, decirle que ella también sentía lo mismo, pero las palabras se le atoraron en la garganta. Tal vez porque sabía que, aunque compartieran esos sentimientos, la presencia de Jungwon entre ellas lo complicaba todo.
— Lo siento — murmuró al fin, con una voz tan frágil que parecía a punto de romperse.
Danielle la miró por un momento, como si intentara grabar cada detalle de su rostro, de esa última interacción antes de que todo cambiara de manera irreversible. Sabía que, después de esa noche, ya nada sería igual. No solo porque Haerin tenía novio, sino porque ella misma no podría seguir viéndola de la misma forma, no sin sentir ese dolor punzante que ahora la invadía.
— Yo también lo siento, Haerin — respondió finalmente —. Pero no puedo seguir así. Necesito tiempo.
Y con esas palabras, Danielle dio media vuelta y caminó hacia la puerta. El sonido del picaporte al girarse resonó en la casa como un eco que parecía marcar el fin de algo, el fin de lo que nunca llegó a ser.
Haerin se quedó inmóvil, observando cómo Danielle se marchaba. Cuando la puerta se cerró detrás de ella, el silencio que quedó fue eterno.
Sentada sola en el salón, con la película aún reproduciéndose en el fondo, Haerin sintió que algo dentro de ella se rompía. La sensación de pérdida era abrumadora, como si una parte de ella se hubiera ido con Danielle, y sabía que nada volvería a ser como antes.
El vacío que Danielle dejó a su paso no era algo que pudiera llenarse con simples palabras o excusas. Era un vacío que Haerin, en su corazón, sabía que tal vez nunca podría reparar.
¿Qué era lo que había hecho?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro