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Cap 2 : Citas (no) oficiales.

La primera salida a la cafetería cerca del campus se convirtió en una tradición no oficial para Haerin y Danielle. Cada vez que terminaban sus sesiones de estudio en la biblioteca, una de las dos sugería ir por un café, o a veces un té helado, si el día era especialmente caluroso. Poco a poco, estas salidas se convirtieron en momentos que ambas esperaban con ansias, aunque ninguna lo expresara abiertamente.

Sus conversaciones fluían de manera natural, saltando entre temas triviales y confesiones un poco más personales. A pesar de que aún se consideraban simples amigas, había algo en el aire cuando estaban juntas, ciertas emociones que ni siquiera ellas mismas podían ignorar.

Cada vez que Danielle reía por alguna ocurrencia de Haerin, el corazón de esta última latía más rápido de lo normal. Y cada vez que Haerin la miraba directamente a los ojos, Danielle sentía una extraña calidez recorrerle el cuerpo.

Había pequeños gestos que traicionaban sus verdaderos sentimientos, detalles que en otras circunstancias podrían haberse pasado por alto, pero que en su caso lo decían todo.

Como cuando Danielle le pasaba un mechón de cabello a Haerin detrás de la oreja al notar que le molestaba en la cara, o cuando Haerin insistía en pagar la cuenta cada vez que salían, argumentando que la próxima vez sería, al contrario, aunque en realidad nunca era así.

Es así que, con el paso de las semanas, Haerin y Danielle empezaron a salir de forma más frecuente, aunque ambas se resistían a definir sus salidas como citas oficiales. Las risas y la química entre ellas llenaban cada momento, creando un ambiente en el que la conexión se volvía inevitable, incluso si no lo decían en voz alta.

Eran tan evidentes.

Una tarde decidieron pasar el rato en un salón de juegos, donde todo comenzó con una competencia amistosa. Haerin eligió un juego de carreras, segura de que iba a ganar. Danielle, con una sonrisa desafiante, aceptó el reto, pero no pudo resistir hacer un comentario juguetón.

— ¿Estás segura de que puedes ganarme? — preguntó con una risa suave mientras ajustaba los controles.

— ¿Estás dudando de mis habilidades? — respondió Haerin, arqueando una ceja —. Te arrepentirás, Danielle Marsh.

— Eso ya lo veremos

El juego comenzó y ambas aceptaron la reñida competencia, riéndose y empujándose suavemente cuando una superaba a la otra. Danielle no pudo evitar lanzarle comentarios retadores a Haerin cada vez que tomaba la delantera, y Haerin le devolvía las bromas con la misma energía. Los choques sutiles de hombro y las risas compartidas solo intensificaban la atmósfera, convirtiendo lo que empezó como un juego en una especie de coqueteo disfrazado.

— ¡Mira! — gritó Danielle al vencer a Haerin en la carrera final —. Te dije que no podrías conmigo.

— Tuviste suerte, novata — respondió entre risas, fingiendo molestia, pero sin poder ocultar su sonrisa.

— Eres una mala perdedora, Kang

Después de la partida, ambas caminaron juntas por la ciudad, deteniéndose de vez en cuando para observar tiendas o simplemente disfrutar de la compañía.

Ya cerca de su próximo destino, Danielle se detuvo frente a una máquina de garra, su mirada se iluminó al ver un peluche de osito en el interior.

— ¿Crees que podré hacerlo? — preguntó Danielle, con un brillo infantil en sus ojos.

— No lo sé, puedes al menos intentarlo — dijo Haerin, cruzándose de brazos con una sonrisa retadora, observando cómo Danielle se concentraba en la máquina luego de que insertara las monedas necesarias.

A pesar de los intentos de Danielle... no logró atrapar el peluche. Haerin, riendo suavemente, se acercó para intentarlo ella misma, y con un movimiento preciso, atrapó el peluche, con los pequeños chillidos incrédulos de la castaña. Al sacarlo, se lo ofreció a Danielle con una mirada tierna.

— Te lo ganaste por ser tan persistente — dijo Haerin, rozando la mano de Danielle al pasarle el peluche.

Danielle sonrió, agradecida, pero no dejó que el momento se volviera demasiado serio.

— ¿Sabes? Eso fue suerte. Seguro que practicas en secreto — bromeó

— Ya quisieras, simplemente admite que soy muy buena y tú no tanto.

— Ni aunque me pagaras, Kang.

Haerin rió negando y luego Danielle se detuvo, fingiendo una expresión muy seria mientras miraba a Haerin.

— Tengo que decirte algo muy importante — anunció.

Haerin la miró, entrecerrando los ojos y cruzándose de brazos, claramente esperando el chiste.

— ¿Qué pasa? — preguntó, intentando mantener la compostura.

— Creo que... estoy empezando a sospechar que te estás volviendo adicta a ganarme en todo — dijo Danielle, haciendo una pausa dramática —. Y eso, amiga mía, es un problema.

Haerin soltó una risa, sacudiendo la cabeza.

— ¿Adicta a ganarte? Por favor, Marsh, eso no es tan difícil como lo estás haciendo sonar.

Danielle fingió una expresión herida, llevándose la mano al pecho.

— Qué cruel, y yo que pensaba que éramos amigas... — respondió con un suspiro dramático.

— Lo somos, pero una tiene que ser sincera — replicó Haerin, dándole un toque en la frente —. Además, no es mi culpa que seas tan fácil de vencer.

— Ajá, claro — dijo Danielle, poniéndose frente suyo para mirarla directamente a los ojos —. No te confíes, Kang Haerin. Un día de estos te daré una lección que no olvidarás.

Haerin sonrió, inclinándose un poco hacia ella, como si fuera a contarle un secreto.

— Estoy temblando de miedo — murmuró, con una sonrisa juguetona.

Danielle no pudo evitar reír, empujándola suavemente por el hombro.

— Eres imposible, ¿lo sabías? — dijo entre risas.

— Lo sé, y por eso me adoras — respondió Haerin, guiñándole un ojo.

— Sí, claro, si eso te ayuda a dormir por las noches — bromeó Danielle, sacudiendo la cabeza.

Las dos continuaron caminando, riéndose y lanzándose más bromas. La energía entre ellas era ligera, despreocupada, y eso era lo que más apreciaban. Sin prisas, sin expectativas. Solo dos amigas disfrutando el tiempo juntas, en su propio pequeño mundo.

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