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Capítulo IV

[Horas antes]

En su despacho, la matriarca se sumergía en su labor, aún cuando apenas eran las cuatro de la mañana.

Revisaba meticulosamente los documentos esparcidos estratégicamente sobre su escritorio, analizándolos con atención. Un suspiro escapó de sus labios al notar ciertas irregularidades, aunque confiaba en su capacidad para resolverlas.

Su ceño se frunció cuando un suave golpeteo resonó en la puerta.

—¿Quién es? —gruñó, deteniendo su tarea.

—Soy yo, Joohyun —respondió su aclamado marido al otro lado.

La mujer suspiró nuevamente, pero le concedió la entrada.

—Entra, Eunwoo.

El señor Bae obedeció, cerrando la puerta a sus espaldas.

—Tienes una llamada —dijo con simpleza, otorgándole el aparato.

Joohyun tomó entre sus manos el teléfono, frunciendo ligeramente el ceño al notar el número desconocido.

—¿Diga?

—B-buenos ¿días? Eh... lamento molestarla, señora Bae...

El ceño de la mujer se profundizó aún más cuando percibió que la voz al otro lado de la línea era demasiado jovial para su gusto. ¿Quién podría ser y con qué motivo irrumpía en su espacio a esa hora?

—¿Quién habla?

—S-soy Jeon Jungkook, seguro no me recuerda pero ayer acompañé a su hijo al evento para presentar al joven Jimin...

La mente de la mujer hizo "click", de pronto recordando a un castaño siguiendo a su hijo como una sombra, por alguna extraña razón. El chico lucía incluso más joven que Jimin, pero Joohyun era consciente de que no podía ser el caso, ya que Taehyung odiaba lidiar con "niños".

—Ve al grano, Jeon, ¿qué hizo el inútil de mi hijo?

Hubo un silencio de, al menos, cinco segundos.

—Taehyung está en problemas, bueno, no exactamente pero... creo que necesita salir de aquí...

Eunwoo enarcó una ceja al ver a su mujer apretar el puente de su nariz mientras escuchaba el parloteo de Jeon.

—Dile a Choi que aliste el coche —ordenó la mujer, colgando la llamada sin previo aviso cuando su curiosidad fue satisfecha.

—¿Puedo saber a dónde irás esta vez?

—A un estúpido bar de mala muerte —gruñó, saliendo furiosa del despacho.


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Taehyung encendió un nuevo cigarrillo, inhalando profundamente el humo. Se recostó en la silla, balanceándose suavemente con un brazo sobre el respaldo. Sus contrincantes de póker se distribuían alrededor de la mesa, cada uno intentando mantener una expresión estoica.

Si bien era conocido que en el póker no se debía revelar nada con el rostro, Taehyung ignoraba por completo esa regla.

Y es que, a diferencia de los demás, él siempre sonreía, sin importar lo buena o mala que fuera su mano. Su sonrisa permanecía constante, presentándose como un enigma para quienes intentaban descifrar sus verdaderas intenciones.

La tensión en la habitación era palpable mientras los jugadores evaluaban sus manos y decidían su próximo movimiento. De pronto, uno de los oponentes soltó una risa burlona.

—Un full —declaró el rubio con arrogancia, mostrando sus cartas.

Los demás murmuraron entre sí, resignados. Pero Taehyung permaneció impasible, mostrando su sonrisa eterna.

El ganador se llamaba Choi algo, Taehyung no lo recordaba. Tampoco le importaba hacerlo. Simplemente le dejó disfrutar su momento.

—Trágate esa, Bae —exclamó el rubio con una sonrisa triunfal—. Sabía que el mantenido de mami no podría llevarse esos millones de wons. ¿La perra de tu madre no te enseñó a cómo jugar, niño?

La sonrisa de Taehyung se ensanchó. Ya era suficiente.

—Lamento arruinar tu diversión, Choi —dijo tranquilamente—. Pero creo que deberías echar un vistazo a esto.

Con una lentitud calculada, reveló sus cartas. Una combinación imbatible se desplegó ante los ojos incrédulos de sus rivales.

—Escalera real —anunció con tranquilidad, mientras sus compañeros de juego quedaban estupefactos.

La habitación estalló en un alboroto de carcajadas, todos burlándose del supuesto ganador.

—No puede ser —murmuró el rubio.

—Trágate esa, Choi —le imitó Taehyung, recogiendo las ganancias—. ¿Jugamos otra partida, caballeros?

—Jódete, Bae —murmuró uno de los jugadores, visiblemente molesto—. Ya nos has vaciado.

—¿Con solo 15 millones de wons? Vaya, pensé que tenían una cantidad más interesante para ofrecer —bromeó Taehyung, tomando otra calada de su cigarrillo.

Choi, frustrado, le lanzó una mirada de desaprobación.

—Si te parece tan poco, ¿por qué te molestas en jugar con nosotros? Eres un puto multimillonario, no necesitas el dinero que ganas aquí —gruñó, dando un trago a su cerveza.

Taehyung dejó escapar una risa entre el humo de su cigarrillo, antes de responder con calma:

—Simplemente me encanta la emoción de apostar. Ir a un casino no es una opción para mí, a menos que quiera ser perseguido por los paparazzi. Aquí, al menos, puedo disfrutar de un poco de anonimato.

No mentía en eso. Joohyun preferiría cortarse las venas antes que ver a alguno de sus hijos involucrado en un escándalo como ese.

Después de todo, la familia Bae debía sostener a toda costa su fachada de perfección.

—Juguemos otra partida —propuso Taehyung, recogiendo las cartas—. Todo o nada.

Choi enarcó una ceja, claramente intrigado por la sugerencia.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Significa que si alguno de ustedes gana, les devolveré todo lo que han perdido hasta ahora. Además, estoy dispuesto a aumentar la apuesta de mi parte a 100 millones de wons.

La proposición dejó a todos boquiabiertos. Los jugadores intercambiaron miradas, evaluando aquella oferta arriesgada pero tentadora.

Finalmente, Choi rompió el silencio.

—Que así sea. Estamos dentro.

De pronto, Taehyung sintió una pequeña mano sobre su hombro izquierdo.

—Tae...

—¿Qué pasa, Jungkook? —exclamó Taehyung, prestando atención mientras barajaba las cartas.

—Hemos estado aquí desde ayer —susurró, asegurándose de no ser escuchado—. Hace una hora dijiste que sería la última partida. Por favor, vámonos ahora que podemos, esos tipos se ven... agresivos.

—Tú puedes irte si quieres —respondió el mayor, comenzando a repartir las cartas—. Yo me quedaré hasta dejar a estos bastardos en la ruina.

Jungkook suspiró, conteniendo las ganas de gritar.

—Sabía que dirías eso... así que llamé a Joohyun.

La sonrisa de Taehyung desapareció.

—¿Hiciste qué?

La puerta principal del bar se abrió lentamente, revelando la figura de la mujer que tanto despreciaba.

Joohyun entró, apenas cubierta por un abrigo. Hizo una mueca de desagrado al observar el humilde bar.

—¿Mami llegó por ti? —bromeó Choi, provocando risas entre sus compañeros.

La mandíbula de Taehyung se tensó mientras lanzaba una mirada fulminante a Jungkook. Después de unos interminables segundos, Joohyun finalmente llegó a la mesa, mostrando su desagrado hacia cada individuo presente.

—Señora Bae, es un placer conocerla —exclamó uno de los hombres, sin molestarse en ocultar la manera tan descarada en la que miraba a la mujer—. ¿Qué podemos hacer por usted?

Joohyun no respondió, simplemente se acercó a Taehyung, maldiciéndolo con la mente.

—¿Cuánto les quitó? —preguntó, con la mirada fija en su hijo.

Los hombres intercambiaron miradas.

—15 millones de wons —respondió Choi, dando otro trago a su cerveza.

Joohyun dejó caer un maletín sobre la mesa, revelando su contenido. Estaba lleno de billetes, claramente habían más de lo que Taehyung les ganó en toda la noche.

—Espero que esto sea suficiente para borrarles la memoria, caballeros —declaró Joohyun, cruzando los brazos con autoridad—. Esta noche nunca sucedió, ¿de acuerdo?

Los hombres, boquiabiertos, asintieron sin protestar.

Joohyun casi se burló ante eso.

Era sorprendentemente fácil comprar la lealtad de las personas.

—Vámonos —exclamó la mujer, dirigiéndose a su hijo.

—Joder —murmuró Taehyung, arrojando las cartas sobre la mesa, seguido por Jungkook.

Cuando salieron del bar, un golpe seco resonó en el aire.

El rostro de Taehyung se volteó en dirección del golpe propinado por su madre, quien lucía furiosa. Al volver su atención hacia ella, notó la mirada enfurecida de la mujer fijada en él.

—No me importa si planeas arruinar tu vida, Taehyung —gruñó la mujer con ferocidad—. Fuera de Seúl, puedes hacer lo que quieras.

Joohyun se acercó al pelirrojo con una presencia amenazante.

—Pero no vas a joder nuestra reputación bajo mis narices apostando en lugares como este —añadió con vehemencia—. ¿Entendido?

Taehyung no respondió. Simplemente se quedó en silencio, observando cómo la mujer se subía a su automóvil, seguramente rumbo a la mansión.

—Vámonos —exclamó el pelirrojo, esta vez dirigiéndose a Jungkook.

El castaño suspiró, incapaz de soportar la tensión.

Cuando ambos se subieron al deportivo de Taehyung, Jungkook rompió el silencio.

—¿Estás enojado conmigo? Lo siento, no quise...

—No, no estoy enojado —murmuró Taehyung con calma—. Gracias, Jungkook.

—¿Gracias? —Jungkook levantó una ceja, confundido.

—Porque me has dado un motivo para castigarte —respondió Taehyung, esbozando una sonrisa sombría, antes de arrancar el coche.

Después de eso, ninguno dijo nada más.

Eran casi las siete de la mañana cuando Taehyung finalmente llegó a la mansión de su madre. Primero tuvo que dejar a Jungkook en su departamento al otro lado de la ciudad; por fortuna, el tráfico no fue un problema.

Fue recibido con cortesía por la servidumbre, pero Taehyung no tenía el menor deseo de interactuar con ninguno de esos sirvientes. Después de todo, él era consciente de que, en el fondo, muchos de ellos deseaban secretamente poder renunciar a su madre y abandonar la mansión.

Decidió pasear por el jardín para despejarse un poco, permitiendo que el suave aroma a rosas lo envolviera. La fragancia lo relajó casi al instante, ayudándole a liberar la tensión acumulada. Sin embargo, unos gritos a lo lejos lo atrajeron hacia un punto en particular.

Frunció el ceño al notar que los protagonistas de la escena eran Yoongi y Jimin, ambos inmersos en una guerra intensa de miradas. A Taehyung claramente no le importó, así que decidió darse la vuelta y alejarse.

Sin embargo...

Sus ojos se abrieron de par en par al presenciar cómo Yoongi tomaba a Jimin en un beso desordenado. La sorpresa lo dejó momentáneamente sin aliento, incluso tuvo que retroceder un paso para mantener el equilibrio. Y aunque aturdido, Taehyung no pudo contener un estallido de risa, mezclando su incredulidad con un dejo de asombro.

Había presenciado muchas cosas retorcidas en su familia a lo largo de los años, pero esto superaba todas sus expectativas.

—Parece que existe un Dios después de todo —murmuró entre risas, mientras guardaba mentalmente esa valiosa información...


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Jimin no podía dejar de pensar en Yoongi.

Cuando el mayor lo dejó solo, se encontró atrapado en el jardín, luchando por ordenar sus pensamientos. Cada intento de dirigirse hacia su recámara parecía ser en vano, ya que sus pies se negaban a moverse, sumiendo a Jimin en una creciente exasperación.

Nunca antes había experimentado algo así: una amalgama de molestia, miedo y asco que lo invadía por completo. Era una sensación tan desconcertante como abrumadora.

Peor aún, su corazón también latía desbocado al recordar la intensidad de los labios de Yoongi sobre los suyos. Eran cálidos y suaves, un contraste intrigante ante la crueldad del beso.

Las mejillas de Jimin se ruborizaron al darse cuenta de sus propios pensamientos contradictorios. ¡No podía permitirse pensar esas cosas! ¡Estaba mal! Debería sentirse asqueado en lugar de intrigado.

Definitivamente necesitaba ayuda.

Tal vez su confusión se debía a que, como su hermano había señalado, nunca antes nadie lo había besado. Resultaba aterrador darse cuenta de que fuera precisamente alguien de su propia sangre quien decidiera dar ese paso...

Al ingresar nuevamente a la mansión, Jimin pudo vislumbrar la figura de Namjoon, quien descendía tranquilamente las escaleras mientras atendía una llamada telefónica. Incierto sobre qué hacer exactamente, el menor decidió esperarlo, de pronto decidido a hablar con él.

Tal vez él le ayudaría a aclarar su mente...

Cuando Namjoon finalizó la llamada, su mirada se posó sobre el cuerpo tembloroso de Jimin. Arqueó una ceja, pero decidió ignorarlo, encaminándose hacia la salida.

—Namjoon —llamó Jimin, esperanzado.

Para su sorpresa, el mayor detuvo su andar.

—¿Sí? —respondió Namjoon, volteándose para enfrentar al menor.

Jimin tragó saliva ruidosamente, sintiendo de pronto una opresión en el pecho.

—Necesito... preguntarte algo —murmuró, apenas audible.

El mayor se quedó en silencio, y Jimin interpretó su actitud como una invitación a hablar.

—¿Alguna vez... has besado a alguien? —preguntó, con la voz temblorosa.

—¿Por qué de repente estás interesado en mi vida? —inquirió Namjoon, con un tono agresivo que hizo que Jimin se sintiera aún más nervioso.

—No es que esté siendo entrometido, hermano. Solo quiero saber... ¿qué sentiste la primera vez que diste un beso? —murmuró, con una mezcla de ansiedad y determinación en su voz.

Namjoon intuyó que había una razón más profunda detrás de la aparente curiosidad de Jimin. Ambos lo sabían. Lo que él desconocía era que el menor de los Bae estaba luchando por calmar las ansias y dudas que surgían a raíz de lo sucedido con Yoongi.

Jimin necesitaba convencerse por completo de que todo estaba mal, de que no había nada válido ni correcto en lo que había experimentado.

—No sentí nada —Namjoon finalmente declaró.

—¿Nada? —Jimin frunció el ceño, definitivamente no esperando esa respuesta.

—Físicamente sí, lo hice. En cuanto a lo emocional... no sentí absolutamente nada.

El azabache pareció meditar dichas palabras en silencio.

—¿Crees que es normal sentirse asqueado pero, al mismo tiempo, atraído? —preguntó Jimin, con una mezcla de incertidumbre y angustia en su voz.

Namjoon alzó ambas cejas.

—¿Por qué estás siendo tan curioso acerca de eso? Te creía más preocupado por el ridículo que hiciste ayer durante la ceremonia —sus hombros se alzaron ligeramente cuando soltó una pequeña carcajada—. Solo tenías una tarea y así de fácil la echaste a perder.

Jimin miró hacia el suelo, sintiéndose repentinamente avergonzado al encontrarse señalado.

—Yo solo...

—Haznos un favor y guarda las preguntas inútiles para ti —intervino Namjoon con firmeza—. En esta familia hay demasiadas cosas que hacer como para perder el tiempo en tonterías.

La reprimenda de Namjoon hizo que Jimin se sintiera aún más pequeño y vulnerable. Asintió en silencio, comprendiendo el mensaje y deseando poder desaparecer en ese momento.

Afortunadamente, el celular de Namjoon volvió a vibrar. No fue hasta que escuchó las pisadas del mayor alejarse que Jimin levantó la cabeza, encontrándose solo nuevamente.

Suspiró, decidido a retirarse hacia su recámara. Era evidente que no encontraría las respuestas que buscaba en su hermano, al menos no en ese momento.

Tal vez nunca lo haría.


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—Adelante, Seulgi.

La matriarca sonrió cuando la joven entró en su despacho, cerrando la puerta detrás de ella. Kang Seulgi era su mano derecha en los negocios, una especie de asistente con responsabilidades extra. La mujer era astuta y fría cuando la situación lo requería; si Bae era honesta consigo misma, Seulgi era la única persona en la que podía confiar por completo.

—Vine a traerte los reportes que me pediste —exclamó la rubia, tomando asiento frente a su superiora—. Las acciones de la empresa van muy bien encaminadas; el negocio con Singapur y Estados Unidos ya se ha concretado.

Joohyun asintió, tomando las carpetas. Hizo un sonido de aprobación, recargándose contra el respaldo de la silla mientras repasaba la información con atención.

—¿Hablaste con los reporteros como te lo pedí?

—Lo hice. Todos ellos accedieron a no publicar absolutamente nada sobre el... desliz del joven Jimin. En cambio, se concentraron en la espléndida velada que siguió a su discurso. Manejaron el tema de Jimin muy por encima —explicó Seulgi, cruzando suavemente sus piernas.

Joohyun suspiró con cansancio.

—Por fin, una buena noticia —dijo mientras masajeaba sus sienes—. Estaba a punto de explotar.

Seulgi le ofreció una sonrisa burlona.

—¿Tus hijos siguen causándote problemas?

—Solo los idiotas de Taehyung y Jimin. ¿Puedes creer que tuve que pagarle a unos tipos para que no divulgaran que mi hijo estuvo apostando en un bar de mala muerte?

La rubia dejó escapar un silbido, alzando ambas cejas en sorpresa.

—Taehyung siempre ha sido problemático. Era cuestión de tiempo.

—No sabes cuánto desearía entender la razón —exclamó Joohyun, cerrando los ojos con pesar—. Desde niño ha sido quien más problemas me ha causado. No importaba cuántas veces lo castigara, siempre hacía su voluntad. Y ahora, siendo mayor de edad, sigue comportándose como un estúpido adolescente.

Seulgi tarareó, asintiendo suavemente.

—Quizás has sido demasiado indulgente con ellos.

—¿De qué estás hablando? —Joohyun frunció el ceño—. He sido lo suficientemente dura con cada uno de mis hijos, me aseguré de eso.

—Pero no con Jimin —objetó Seulgi—. Namjoon, Taehyung y Yoongi ya han pasado por "la prueba" desde que eran preadolescentes. Jimin acaba de cumplir dieciséis, ¿cuándo va a ser su turno?

Joohyun se quedó boquiabierta, sin poder articular una respuesta.

"La prueba" era precisamente eso: una prueba. Diseñada para poner a prueba la valía de cada miembro de la familia. Incluso ella había pasado por ello cuando alcanzó la edad requerida.

No era una tarea fácil. Aquellos que no lograban superarla eran exiliados y despreciados por todos los miembros de la familia. Entre sus hijos mayores, Taehyung fue el primero que realmente pareció disfrutarla.

—Sé que detestas que se entrometan en tu flamante maternidad, Joohyun. Pero si no quieres cometer los errores del pasado, te sugiero que empieces a preparar de verdad a Jimin de una vez. De lo contrario...

La habitación quedó sumida en un silencio tenso durante unos segundos, pero no había mucho en qué pensar.

Joohyun se levantó abruptamente de su asiento.

—¿A dónde vas? —exclamó Seulgi, observando detenidamente la espalda de la mujer.

—Iré por Jimin.

Con esas palabras, Joohyun salió del despacho.



━━━━━•◦ ❈ ◦•━━━━━


Jimin dejó escapar un suspiro mientras admiraba su cuerpo desnudo a través del enorme espejo de su habitación. Algunas gotas de agua caían por su piel, evidencia de que acababa de tomar una larga y relajante ducha. Hizo una mueca al notar las heridas en sus rodillas, resultado de la sala de castigo.

Un escalofrío recorrió su cuerpo al recordar aquel lugar.

Le llevó unos cuantos minutos secarse antes de vestirse adecuadamente. Jimin se sentó en el borde de la cama, reflexionando sobre lo que había sido de su vida en las últimas horas.

Realmente esperaba poder impresionar a sus hermanos con su discurso, pero como era de esperar, todo salió ridículamente mal. Lo peor de todo era que tenía que reconocer que nunca podría llevarse bien con ninguno de ellos.

Y con el hermano con quien pensó que tendría una oportunidad...

«No soy tan distinto a los demás como imaginas, tal vez sea peor que todos ellos», recordó las palabras de Yoongi, seguidas del beso que le robó.

La indirecta había sido recibida.

Jimin deslizó los dedos sobre sus labios, sintiendo cómo su corazón latía nuevamente con fuerza al recordar la sensación de esta mañana.

Sacudió la cabeza violentamente, intentando despejar su mente de esos pensamientos. Debía olvidarse de lo sucedido.

Porque eso era lo que buscaba Yoongi, jugar con él.

Y no le daría el placer de hacerlo.

El golpeteo insistente sobre la puerta de su recámara le hizo sobresaltarse.

—Adelante —murmuró, tragando pesado cuando su madre entró a la habitación.

Joohyun avanzó hasta quedar a unos cuantos metros de Jimin, ambos mirándose fijamente y sin pestañear.

—Hoy vendrás conmigo —exclamó la mujer, su tono indicaba que no estaba abierta a preguntas.

—Sí, madre —respondió Jimin.

—Te quiero en el jardín en menos de diez minutos.

Jimin asintió suavemente, observando en silencio cómo su madre salía de la habitación.

Tenía un mal presentimiento al respecto.


¡Hola! Muchas gracias por leer.

Planeaba no dejar ninguna nota porque de por sí los capítulos ya son largos sin ellas, pero bueno, aquí vamos.

Entre todas mis historias, creo que esta es la que más tiempo me lleva editar, ya que trato de cuidar minuciosamente los detalles. Sin embargo, ya me comprometí a no dejarla tan olvidada. ❤️‍🩹

Ah, hay mucho que quisiera contar sobre House of Ravens, pero lo haré con el tiempo.

Nos leemos pronto.

—Cherry. 🍒

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