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Capítulo I

La familia Bae era conocida como la más exitosa en todo Seúl, inclusive se atreverían a decir que en toda Corea del Sur. No era para menos: sus influencias, las acciones de sus empresas, sus millones en el banco y la facilidad con la que cualquiera de sus miembros podía cumplir con sus metas hablaba por si mismos.

Para algunos surcoreanos, los Bae no eran más que pobres diablos que un día tuvieron suerte, una dicha que había perdurado hasta el sol de hoy.

Varios se han preguntado el secreto de su éxito, ¿qué es lo que hacía tan dichoso a quien sea que tuviese su apellido? Aquella cuestión rondaba en más de una cabeza sin tener respuesta alguna y aún cuando existían miles de personas que de cierta forma los idolatraban, existían personas cuyo propósito en la vida era desprestigiarlos a como diera lugar.

La envidia que les carcomía era evidente, buscando cualquier pretexto con tal de manchar la reputación de los Bae.

Tiempo atrás, algunas de las familias más influyentes le perdieron el respeto a los Bae, a su vez, se encargaron de cuestionar la forma en la que estos obtenían sus tan envidiados "privilegios", creyendo que todo lo conseguían a base de tratos... inmorales.

Rumores y especulaciones que empezarían cuando, por un descuido, descubrieron quién era la cabecilla, aquella mente maestra que se encontraba detrás de tanto éxito y reconocimiento.

Una mujer.

No era de extrañarse que los medios estallaran. Los Bae siempre habían sido el centro de atención, claro, pero en cuanto la "sorpresa" de que no era Park Eunwoo quien cumplía con el papel de "jefe de familia" como se pensaba, la noticia se expandió como la pólvora.

¿Quién diría que una mujer sería capaz de tanto? Por supuesto, esos bastardos retrógradas no.

Pareciera no importar cuántos años pasaran, siempre existiría alguien que dudase de las capacidades de una mujer, sintiéndose acomplejados por no ser capaces de lograr lo que ella sí, buscando desprestigiar su talento e intelecto con las falacias más ridículas que podían existir.

Pero claro, aquello no era problema para la matriarca.

Ellos podían ladrar todo lo que quisieran, al final sería su astucia, logros e intelecto los que se encargarían de cerrarles sus bocas en un santiamén.

Una noticia que sacudió a toda Corea del Sur: el hombre al que decían admirar en realidad no existía, siendo una fachada para ocultar a la verdadera mente intelectual; el nombre maldito, saboreándose dulce como un durazno al mismo tiempo que era capaz de quemar tu garganta como un buen whisky:

Bae Joohyun.

Si algo caracterizaba a Joohyun, es que siempre sabía lo que quería y la manera en la que lo obtendría, siendo estas dos cualidades muy atractivas para ciertos empresarios que no le quitaban el ojo de encima, admirándola en secreto mientras la criticaban a sus espaldas, tan típico del medio en el que se desenvolvían.

Si en algo la mayoría coincidía, era que Joohyun daba la impresión de ser una mujer fría, calculadora, con corazón de piedra y alma cubierta en mil cadenas de amargura. Por eso, el motivo de su compromiso con el exitoso CEO, Park Eunwoo, era un completo misterio.

La opción más idónea sería decir que fue un matrimonio por amor, que, por alguna razón, Eunwoo logró conquistar a Joohyun, provocando el deseo de unir sus vidas para siempre.

Aunque, por alguna razón, un sentimiento tan puro como el "amor" sonaba fantasioso cuando se trataba de ellos.

Y como era de esperarse, el matrimonio de Bae y Park decidió expandir su familia, dando como resultado a cinco retoños.

Una cantidad un poco exagerada considerando que solamente necesitaban a un heredero, ya que, como sabemos, solo uno bastaba para continuar con el "legado familiar", ¿no?

Bueno, permíteme presentarlos.

El primer hijo, Bae Namjoon, se convirtió en CEO de una gran compañía que tenía convenio en el extranjero, siendo él su fundador.

Finalizó sus estudios universitarios lejos de Corea, obteniendo diplomas, reconocimientos, llamadas de empresas de alto calibre que solicitaban su intelecto, ya sea para ayudarlos en la resolución de algunos proyectos "importantes" o simplemente para alardear que "el gran Bae Namjoon" caminó sobre el pavimento de sus miserables edificios.

Pero claro, Namjoon siempre los rechazaba, respondiendo a todo con un simple: "estoy ocupado, no me interesa".

Algo frío, cortante y quizás cruzaba la línea de lo hostil, pero era esa misma actitud la que le había (extrañamente) catapultado al éxito, una cualidad que aprendió durante tantos años al observar a su madre.

Y quizá era Namjoon quien más se asemejaba a Joohyun, al menos, en personalidad.

El segundo hermano, Bae Taehyung, terminó sus estudios en Corea, solo una ciudad diferente a la natal.

Lo cierto era que su vida se consideraba un misterio, pues tanto su actividad laboral como personal los había sabido mantener ocultos como un maldito profesional, despertando así la curiosidad de muchos.

La única vez que mencionó algo al respecto fue durante su cena de bienvenida en la que, por supuesto, los medios de comunicación más importantes asistieron.

Tomando su copa llena del vino más exquisito, Taehyung se posicionó frente a las cámaras con semblante imponente, y mientras sonreía, exclamó: «Mi trabajo es algo que amo, lo único que deben saber y me disculpo si no es de satisfacer, es que disfruto haciéndolo tanto como ustedes odian matarse estudiando para aspirar a algo que no alcanzarán».

El salón quedó en un silencio sepulcral, pero al menos, Taehyung había dado fin a los rumores de ser un mantenido.

El tercer hijo era, de cierto modo, especial.

Bae Yoongi fue presentado como un genio musical, siendo el único miembro de la familia que no necesitó esperar a la mayoría de edad para adentrarse al "mundo laboral"; pues las composiciones que solía crear en la soledad de su habitación a sus cortos 7 años despertaron la ambición de su padre, quien no lo pensó dos veces antes de mostrarlo como un diamante en bruto.

Al principio muchos dudaron de si aquel niño de piel nívea como la nieve y frágil como el cristal pudiese ser tan exitoso como su padre aclamaba, siendo el tiempo quien se encargaría de convencer a todos de tomarlo como una amenaza para los más grandes músicos, quienes no pudieron evitar sentir envidia de, en ese entonces, un joven de 12 años que había cautivado a la industria musical.

Se podía decir que Eunwoo no se había equivocado, que para su fortuna, Yoongi no había resultado ser tan inútil como sus otros dos hijos.

En cuanto al cuarto hijo... poco se sabe de este.

Cuando nació, este simplemente desapareció del ojo público, las bocas de los curiosos afirmaban que la razón de su repentina retirada era porque los Bae se avergonzaban en demasía de su persona, quizá porque resultó ser un fracasado desde pequeño y ellos, en un intento de mantener su reputación, decidieron ocultar cualquier rastro de su existencia.

Pero claro, solo eran especulaciones y unos cuantos rumores, solamente eso.

Inclusive se llegó a pensar que había sido elegido por Joohyun, quien, quizás, decidió ocultar su paradero y mostrarlo nuevamente al público hasta que tuviera la edad y preparación suficientes para ser nombrado ante todos como el heredero universal.

Pero vaya, no podían estar más equivocados.

Fue un 25 de Diciembre cuando nació el último hijo de los Bae, quien resultó ser la estrella de la familia.

Joohyun finalmente se sentía complacida, (a su manera, claro está) pues tenía entre sus brazos a lo que tanto había estado esperando.

Alguien parecido a ella, Bae Jimin.

Cuando él llegó a la familia, automáticamente se convirtió en la esperanza de esta, poniéndole un gran peso en sus hombros desde la cuna a la vez que provocaba una grieta aun más profunda e irreversible entre los hermanos.

Viviendo la mayor parte de su infancia entre temas de adultos Jimin fue, de cierta forma, el consentido del hogar.

Pero avancemos a lo más importante: la relación entre los hermanos.

Los cinco claramente eran diferentes entre sí, a pesar de haber vivido los años más importantes de su vida juntos, se podía decir que solo tenían dos cosas en común.

Una era el apellido.

La segunda era el sentimiento de odio y resentimiento mutuo.

Porque sí, ninguno de ellos —con excepción de Jimin— podía soportarse por más de cinco minutos.

Los hermanos se odiaban profundamente, sentimiento impuro que creció cuando el menor llegó a sus vidas, resultando ser la gota que derramó el vaso.

Los hermanos Bae constantemente eran obligados a mantener una relación cordial frente a todos mientras que por dentro les consumía la rabia, esas ganas de retirarle a golpes la sonrisa sarcástica o repleta de mofa proveniente del hermano que se atreviera a mostrarla.

Incluso podíamos decir que se envidiaban entre ellos, pero claro, nunca lo aceptarían, prefiriendo jugar constantemente en ver quien contaba con los mejores dotes de actuación.

Sí, la familia Bae era exitosa, pero como toda familia tenía sus puntos negativos.

Pero claro, ellos nunca los dejarían salir a la luz.

¿O sí?

━━━━━•◦ ◦•━━━━━

[Unos años atrás]

El joven cepillaba su cabello con delicadeza, el cual se encontraba un poco húmedo debido al reciente baño. Sus hebras lisas, oscuras cual obsidianas, caían suavemente cuando el cepillo terminaba su labor en esa sección.

Dejó el cepillo en el tocador y desató el nudo de la bata que cubría su desnudez, tirándola al suelo al mismo tiempo que la pateaba hacia un lado con sumo cuidado. Caminó hacia el inmenso armario, abriéndolo en su totalidad para encontrarse con un hermoso tuxedo perfectamente planchado que colgaba de un gancho aterciopelado.

Jimin suspiró tratando de convencerse a sí mismo de que tendría que soportar a los reporteros y un montón de gente extraña solo por esta noche, aunque aquello fuera falso.

Fue en un santiamén que terminó de colocarse aquel tuxedo que acentuaba su figura así como la corbata tan costosa como sus zapatos, diseñados exclusivamente para él.

Abrió uno de los burós, buscando impaciente uno de los tantos perfumes que le había regalado su padre, aquel que tenía un fuerte significado para él.

Estuvo tanto tiempo tratando de hacer memoria sobre dónde pudo haberlo dejado que no escuchó los constantes golpes en su puerta, sobresaltándose cuando esta fue abierta.

Era su hermano mayor, Namjoon.

—Eunwoo quiere verte, te espera en diez minutos en su despacho. Ni un minuto más, ni uno menos —señaló con énfasis, Jimin se estremeció ante lo filoso de su mirada.

—Entendido, gracias —respondió sintiendo su cara arder por alguna razón. Probablemente debido a la incomodidad que le provocaba escuchar la voz de su hermano, pues eran contadas las ocasiones en las que este le dirigía directamente la palabra (sin contar las entrevistas o cualquier evento público).

Namjoon asintió vagamente, dispuesto a salir de la habitación sin decir alguna palabra más, deteniéndose al escuchar a su hermano decir suavemente: «¿Qué tal me veo?»

El mayor enarcó una ceja mientras lo miraba de soslayo durante unos segundos que parecieron eternos, mas no respondió, cerrando la puerta detrás suya y dejando con una incómoda sonrisa a su hermano menor, quien poco a poco la fue desvaneciendo, sintiéndose estúpido por creer que intentar entablar una conversación con su hermano era una buena idea.

Entretanto, Namjoon suspiró detrás de la puerta, apretando con irritación el puente de su nariz mientras la pregunta de Jimin hacía eco en su cabeza.

¿Qué mas daba lo que él opinaba sobre su apariencia? ¿Acaso buscaba algún cumplido para alimentar su ego? Bah, como si no tuviera los suficientes.

Escuchó cuchicheos provenientes de la planta baja y chasqueó la lengua al reconocer una voz que sobresalía entre las demás, ¿podía olvidarla? Claro que no, no después de escucharla constantemente desde que era pequeño.

No pensó que él vendría, tenía la ligera esperanza de que aquel indeseable se quedase en Daegu perdiendo el tiempo como era costumbre.

Pero claro, ¿cómo iba él a faltar en un evento familiar tan importante?

Namjoon escuchó las fuertes pisadas subir por las escaleras, deteniéndose en cuanto llegó al final de estas. Levantó la mirada, encontrándose con aquella sonrisa juguetona que tanto odiaba.

—Pero si es mi hermano favorito, Joonie —habló melosamente el pelirrojo, ladeando un poco la cabeza—. ¿No me extrañaste?

El susodicho frunció el entrecejo, extrañado ante el repentino apodo cariñoso.

—No creí que vinieras —respondió, evadiendo la pregunta anterior—. Supongo que está bien, así madre no se enfadará.

El pelirrojo bufó.

—Vaya, ¿sigues pensando en ella como nuestra "madre"? —rio con cierta amargura.

—Digamos que, a diferencia de ti, se cuál es mi lugar —barrió con la mirada al menor, juzgándolo, negando con la cabeza en desaprobación al notar algunos botones de su camisa zafados, mostrando sus clavículas y parte del pecho; su cabello tampoco se encontraba en las mejores condiciones—. Arregla tu apariencia, luces como si acabaras de regresar de una despedida de soltero. No seas vulgar.

El pelirrojo estalló en risas, su hermano, para él, seguía siendo el mismo idiota superficial de siempre.

—No has cambiado, Namjoon.

—Tú tampoco, Taehyung.

━━━━━•◦ ◦•━━━━━

Abrió la puerta del inmenso despacho en cuanto escuchó a su padre decir: "adelante, Jimin".

—Llegaste dos minutos tarde —recriminó su padre, quien no había levantado la vista del documento que leía tranquilamente.

Conteniendo su respiración, Jimin respondió: —Mil disculpas, padre, estaba buscando un perfume y...

Eunwoo enarcó una ceja mientras lo miraba fijamente, Jimin supo en ese instante que debía guardar silencio.

"Regla número tres: no dar explicaciones a quienes no te las han pedido".

—Seguro te preguntarás por qué te hice venir, toma asiento —ofreció, señalando uno de los asientos frente a su pulcro escritorio—. ¿Estás consciente del peso que tendrá esta reunión para ti y también para nuestra familia?

—Lo estoy, padre —afirmó, un poco nervioso—. Madre me ha preparado para esto durante años, lo tengo bajo control.

Eunwoo asintió, poco convencido.

—No hay margen para los errores, ¿entiendes eso, Jimin? Si fallas, no solo dejarías en ridículo a esta familia, sino que mandarías por un tubo todo esfuerzo que hayamos hecho tu madre o yo.

Jimin tomó un pedazo de su pantalón, apretándolo debido a los nervios que su padre estaba provocando en él. Claro que lo sabía, todos se habían encargado de inculcarle ese miedo desde que tenía memoria.

—No habrán errores, todo saldrá de acuerdo al plan y ustedes se sentirán orgullosos de mí, lo puedo asegurar.

—¿Darías tu vida por ello?

—¿Eh? —Jimin abrió los ojos en demasía, parpadeando repetidas veces.

—Mi pregunta es, ¿jurarías por tu vida que todo saldrá como lo deseamos tu madre y yo? ¿Lo harías, Jimin?

El susodicho sintió su garganta repentinamente seca.

A juzgar por el tono tan serio y la mirada expectante que le brindaba su padre, solo podía atinar a decir que aquello era una prueba más.

—Sí, padre —respondió, con cierta dificultad—. Juro por mi vida que todo saldrá como desean.

Eunwoo sonrió, volviendo su vista hacia el documento que yacía en la superficie plana del escritorio, murmurando un "puedes irte" que su hijo acató inmediatamente.

Mientras caminaba por los inmensos pasillos de la mansión, logró percibir la dulce melodía de un piano que provenía de una de las tantas habitaciones que poseían. Por un momento pensó en ir para escucharlo más de cerca, pero sabía que aquello terminaría mal, muy, muy mal.

Continuó avanzando hasta llegar a un pasillo repleto de retratos de él con sus hermanos, siendo contados aquellos en donde salían todos juntos.

No pudo evitar admirarlos, preguntándose cuándo llegaría el día en que pudiese convivir con sus hermanos sin hipocresías de por medio, simplemente compartiendo momentos sinceros y no tensiones o miradas de muerte.

«Quizás, si me esfuerzo, ellos llegarán a quererme... aunque sea un poco» pensó animadamente.

Con ese objetivo en mente se encaminó al jardín, pensando en ensayar tranquilamente su discurso en lo que su madre regresaba.

Y claro, no se percató de las miradas que lo siguieron hasta perderlo de vista.

—Se ve emocionado —habló el pelirrojo, sonriendo amargamente.

—Lo está —afirmó Namjoon, recargándose contra el barandal de las escaleras.

—Te apuesto 50 millones de wons a que lo echa a perder —se mofó Taehyung, mordiéndose el labio inferior al mismo tiempo que sacaba su cartera—. ¿Lo imaginas? ¡Sería el hazmerreír!

Namjoon enarcó una ceja mientras lo escuchaba, inexpresivo. Observó el dinero en las manos de su molesto hermano y bufó.

—Si falla o no, ciertamente no es de mi interés —respondió tranquilamente—. Guarda esos billetes, quizá los necesites más tarde.

Dicho lo anterior, Namjoon bajó las escaleras, ignorando los comentarios de Taehyung a sus espaldas que lo llamaban a aceptar su ridícula apuesta.

—No es de mi interés... claro —repitió sardónicamente las últimas palabras dichas por Namjoon—. Puede ser, pero sí el de ella.

Dijo con una sonrisa maquiavélica, escuchando cómo el vehículo donde comúnmente su madre viajaba había llegado.

Sí, el evento de hoy sería emocionante de ver.

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