xxiii. un último adiós
capítulo veintitrés:
un último adiós
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El rescate de Historia y Eren salió como era de esperarse. Tras esto un simulacro fue anunciado en Orvud, dando inicio al plan de Erwin.
La legión de reconocimiento y tropa de guarnición se prepararon para batallar, los soldados se encontraban sobre la muralla armados a más no poder, los cañones estaban cargados, solamente esperando a la llegada de Rod Reiss.
El enorme titán ya estaba a nada de llegar, se dio la orden de atacar.
—¡FUEGO!
Los cañones dispararon repetidas veces, más no parecía funcionar, el titan solo era herido abriéndole agujeros por todo el cuerpo, no era suficiente para inmovilizarlo.
—¿Y bien?—dijo Erwin.
—No, naturalmente ¿Qué esperabas?—dijo Levi.
—Al fin y al cabo, la estrategia no es más que una apuesta ¿Verdad?—añadió Giselle de brazos cruzados.
—¡Erwin, mira lo que traje!—Hange apareció—. Es toda la cuerda y pólvora que conseguí ¿Cómo va la artillería?
—Una mosca hace mas daño—soltó la teniente.
—Escuchen, Levi, Sasha, Connie, Jean, les encargo ese flanco.
—¡Sí, señor!—los soldados salieron del lugar.
Armin, Leyna, Giselle, Mikasa, Historia y Eren preparaban un explosivo enorme para atacar al titán.
—Historia, imagino que ya te lo dijeron—el comandante habló con la princesa—. Al terminar esta batalla tu serás la reina de las murallas, por lo tanto no podemos arriesgarnos a ponerte en el frente.
—Dudo que sirva—contradijo Reiss—. ¿Creen qué son tan ingenuos de obedecer, una reina sólo por que sí?
—Escúchala, solo esta vez—dijo Giselle mirando al comandante.
Eren observaba la escena con una expresión perdida, no se había recuperado desde el rescate.
Leyna notó su distracción, no pudo evitar sentirse mal por él. Todos habían ignorado el quiebre mental que pasó, pero ¿Y si era tan malo como parecía?
—¿Estás bien?—la pelirroja se acercó hasta el borde de la muralla, donde Jaeger miraba.
—¿Sabes Leyna? Cuando veo a los niños de esta ciudad, me recuerdan Armin, Mikasa y a mí.
—Debe ser duro, nadie creyó que atacaría un titán más grande.
—Entonces verán lo mismo que nosotros cuándo éramos niños—añadió Armin, amarrando los barriles—. Pero ahora hay soldados dispuestos a enfrentarlos, nosotros.
—Él tiene razón, continúa trabajando, ya verás que resultará—Leyna le dio un empujón juguetón antes de regresar a su labor.
Eren vio a la pelirroja regresar a su labor junto a Armin. Por un instante su mirada se posó sobre Mikasa, quien apilaba barriles, y de un momento, el chico Jaeger comenzó a golpearse.
—¡Eren! ¿¡Qué te pasa!?—Ackerman lo agarró de los brazos para evitar que siguiera.
—Sólo estaba dando una golpiza a un mocoso inútil, aunque preferiría haberlo matado.
Por un instante, Leyna sintió que Eren estaba perdiendo la cabeza, pero se negaba a creer eso, ya que su amigo era un rayo de esperanza para la humanidad. Soltando un suspiro y sin poder hacer más, Becker se acercó a darle un trapo para que limpiara su sangre.
Eren miró nuevamente a su amiga, inmediatamente notó ese brillo en sus ojos, aquello que tanto la caracterizaba. La joven de cabellos rojizos extendió su mano para ayudarlo a reincorporárse y él la tomó sin duda alguna.
—No es momento de lamentarse, el combate no ha terminado—Eren la miró con agradecimiento, dicho esto lo tomó del brazo para palmeárselo—. Muévete número cinco.
El sonido de una explosión los interrumpió, pronto el ambiente se llenó de vapor ardiente. El titán se asomó mostrando su frente, ni siquiera tenía un rostro.
—¡Eren, es tu turno!—anunció Armin.
Poco después, Jaeger se transformó dispuesto a cumplir su misión. Sasha y Armin impulsaron los arpones haciendo que impacten contra las manos del titán, al estar cargados de pólvora lograron que explotara y Rod perdiera el equilibrio.
Eren, en su forma de titán, apareció cargando una red llena de pólvora para lanzársela a la boca en cuestión de segundos el titán estalló por completo, llegaba el momento del golpe final.
—¡Acaben con él, no dejen que se regenere!—dijo Smith.
La tropa obedeció, usando el equipo de maniobras se impulsaron hacia todos los pedazos del cuerpo, cortaron sin poder encontrar a Reiss, hasta que Giselle lo divisó.
—¡Historia!—la mujer Ackerman llamó a la princesa, Reiss apareció enganchando su equipo de maniobras al pedazo que contenía a su padre, la rubia enterró sus cuchillas con toda su fuerza logrando así aniquilar a Rod Reiss.
Al ocaso de aquella batalla, Kenny Ackerman caminaba moribundo por las tierras de los Reiss, era un hecho que moriría pronto.
Los recuerdos de su vida comenzaron a invadirlo.
Lo primero en lo que pudo pensar fue a Uri Reiss, su gran amigo poniéndose de rodillas pidiéndole perdón. Por un instante, recordó la primera vez que vio a Eleónore, la madre de su hija, la imagen de cuándo encontró a Giselle lo invadió, tan solo era una niña oculta en un armario empapada de sangre ajena, fue inevitable recordar la primera vez que ella le dio una muestra de afecto, también recordó cuándo encontró a Levi.
Finalmente, la imagen de su hija mirándolo con los ojos llorosos mientras Levi golpeaba a un hombre se presentó, el día que los abandonó. Apoyó su débil cuerpo en un tronco, solamente a esperar el fatídico momento.
—Kenny...
Como si se tratara de un espejismo, Levi y Giselle Ackerman se encontraban parados justo frente a él, haciendo que su rostro adopte una expresión de burla.
—Vaya vaya, realmente son ustedes...—el hombre se vio interrumpido por una tos llena de sangre.
De forma casi involuntaria, Giselle se arrodilló a socorrerlo. Lo miró detalladamente, la mitad de su rostro estaba quemado, tenía una herida mortal en el abdomen, y su respiración era demasiado pesada.
—Es la primera vez en muchos años que te veo tan cerca—Kenny analizó cada pizca del rostro de Giselle, los lunares que tenía, las cicatrices de por medio, todo de ella le parecía simplemente hermoso, aunque jamás podría decírselo de frente, ni siquiera estando apunto de morir—. Carajo, eres idéntica a ella, no sacaste nada de mí.
Giselle suspiró—En ese caso, mi mamá era hermosa, no puedo creer que te haya dado una oportunidad, viejo cabrón.
—Retiro lo dicho, en el fondo aun tienes mi actitud de mierda—dijo el destripador en un tono bromista, y por un pequeño instante, Giselle sonrió divertida—. Mira nada más, creí que tendría que morir para ver esa sonrisa.
—Pues perdiendo tanta sangre, y con esas quemaduras, no te vas a salvar—añadió Levi.
—¿En serio?—Kenny abrió el pequeño empaque tenía junto a él—. Ya veremos.
Eran las inyecciones que lo convertirían en un titán puro.
—Por desgracia sería un titán inepto, pero alargará mi vida aunque sea un poco.
—Antes tenías más tiempo y fuerzas, ¿Por qué no lo hiciste?—intervino Levi.
—No quiero morir, siempre deseé más poder, es cierto, después de tanto tiempo creo entender por qué él lo hizo...
—¿Quién, Uri Reiss?—dijo Giselle, por tantos años odió ese nombre, haciéndolo responsable de que su padre no la amara.
Kenny comenzó a reír—Reconozco debes tenerle cierto odio.
—Así era, pero ya no más—soltó—. Después de todo, él no fue quién abandonó a un par de niños en una ciudad pobre.
Kenny suspiró, era obvio que jamás obtendría el perdón de su hija ni de su sobrino, pero en el fondo no podía culparlos.
—Toda la gente que conozco es igual, alcohol, mujeres, Dios, la familia, el rey, un sueño, un hijo, amor o poder, todos debemos embriagarnos de algo para poder sobrevivir.
Giselle escuchaba al hombre, a pesar de tener tantas cosas que decirle, por primera vez en veinte años volvía a escuchar la voz de quien alguna vez fue su héroe.
—Todos somos esclavos de algo, incluso él—levantó la vista hasta su hija una vez más—. Lamento haberte hecho creer que yo me esclavizaría a ti, pero no llenabas ninguno de mis anhelos.
Giselle solamente lo miró reflejando frialdad, no se sentía herida, ya no era una niña, no esperaba nada de Kenny Ackerman, ni un poco de amor.
—¿Qué es lo qué sabes acerca de la familia real, por qué el primer rey no apoyaba la supervivencia de la humanidad?—dijo el capitán.
—No tengo idea, pero es la razón por la que el clan Ackerman se opuso.
—Por si no lo sabes yo también soy Ackerman, así que dime ¿Tú qué eras de mi madre?
Kenny soltó una pequeña risa—¿Hablas en serio? Que tonto eres, yo era su hermano mayor.
Levi y Giselle abrieron los ojos con sorpresa, ambos se miraron manteniendo la confusión en sus rostros.
—Así es par de ineptos, puede que no sean hermanos, pero son más familia de lo que creen.
Giselle se mantuvo callada por un largo rato, era la primera vez que su padre le hablaba por tanto tiempo, y probablemente, sería la última.
—Lo intenté—ante aquella oración, Kenny dirigió sus ojos hacia la mujer con algo de duda—. Por años, he peleado por sobrevivir por mi cuenta, me porté intachable para no decepcionar a nadie como lo hice contigo, me convertí en una soldado lo suficientemente fuerte para proteger a quien lo necesite, he honrado a mi madre como si alguna vez hubiera visto su rostro y traté de perdonarte, pero aun así, no logro ser suficiente para ti.
La teniente comprendió que no le quedaba mucho tiempo junto a su padre, en un afán de querer comprender todo, Giselle lo tomó por los hombros.
—Ese día Levi peleaba con un hombre tres veces su tamaño, otro me sujetaba sin escapatoria—soltó ella, Levi la escuchaba con atención—. Pero no hiciste más que mirar, y luego no volvimos a verte ¡No teníamos ni trece años!
—Giselle—llamó Levi, sintiendo que ella perdería el control el cualquier momento.
—Pensé que te había decepcionado, que odiabas tener una hija tan enferma y débil, que por esa razón decidiste irte—reclamó—. Por años acepté ese castigo que me impusiste, e hice todo lo necesario para satisfacer tus expectativas ¡Por que en el fondo, aún creía que volverías a buscarme!
Levi tomó el hombro de su hermana esperando poder devolverla a la realidad, pero las siguientes palabras, lo dejaron igual de atónito.
—Toda mi vida me culpé de tu abandono, creí que por mi maldita culpa dejaste a Levi ¡Creí que si mi propio padre me odiaba tanto por haber nacido, nadie me querría!
Aquella oración causaron un gran impacto, pues si bien sabía que Giselle se responsabilizaba por las acciones de sus padres, no creyó que se odiara tanto.
—Giselle, yo no...
—No, no quiero tus explicaciones, no quiero un sermón o una lección de vida, he tenido suficiente—por un pequeño instante Giselle sintió como toda su ira se convirtió en una tristeza inmensa—. Solo dímelo, si me odias tanto ¿Por qué decidiste salvarme?
Por primera vez en todo ese tiempo, Kenny Ackerman sintió verdadera culpa por haberlos dejado, por haberle fallado a su hija.
—No te odio... simplemente no podía ser el padre de nadie—Kenny no quería mirarla a los ojos, pero el tiempo se terminaba, se negaba a irse sin antes ver aquellos orbes verdes, como última voluntad alzó la vista—. Arrastré a tu madre a su terrible final, lo menos que podía hacer era responsabilizarme de mis actos. Estabas asustada, demasiado terror en los ojos de una niña de dos años, pero cuando te sostuve, y el miedo se fue, vi su reflejo, un aura de paz y tranquilidad.
Giselle soltó un jadeo de sorpresa, jamás hubiera esperado esa respuesta.
—Mira el bien que les hice, sobrevivieron a un mundo que los odia, Giselle, tu corazón explota lealtad y amor, algo que casi ningún Ackerman puede decir—comenzó a perder fuerza en sus palabras—. Son mi mayor orgullo.
Kenny entregó la jeringa a Levi, el hombre pereció soltando un largo suspiro. Giselle lo miró sintiendo como el pánico la invadía, no podía, aún tenía tanto que decirle.
—No, no, espera—la teniente sacudió con suavidad el cuerpo, sin obtener respuesta.
Giselle tuvo un suave temblor el labio, se negaba a creerlo, se había ido, justo frente a ella, Levi observó con frialdad.
Sin la capacidad de expresar sus emociones se puso de pie dispuesta a alejarse, pero un par de brazos la rodearon cuerpo abrazándola con fuerza.
Por primera vez desde que podía recordar, Levi Ackerman estaba dándole una muestra de cariño.
Sabía que su hermana era una tormenta de sentimientos, en su mayoría ocasionada por el abandono de su padre, seguido de su necesidad de proteger algo con tal de sentir.
—No fue tu culpa—pronunció Levi, causando un auténtico sentimiento de tristeza en la mujer—. Nada fue tu culpa ¿Entendiste?
Giselle sintió un nudo en su garganta, como si todo lo que reprimió en su vida buscara salir, aun es su vulnerabilidad, se abstuvo de llorar, pues no era un momento de tristeza.
Toda su vida había buscado llenar su soledad con personas a quienes cuidar, buscando en hombres que pudieran ofrecerle un cálido abrazo, pero lo cierto era que jamás los necesitó, por que Levi, su amado hermano, siempre estuvo ahí.
Desde el momento que la conoció, Levi intentó no apegarse a Giselle, pues temía que algun día también la perdería, aún así la amaba, más allá de compartir sangre, Giselle fue la única capaz de hacerlo sentir humano, ya que le dio el amor de familia que siempre anheló.
La mujer reaccionó con suavidad devolviendo el abrazo, después de todo, Levi Ackerman era y siempre sería su única familia.
—Oye Historia ¿En serio lo vas a hacer? Mikasa lo dijo en broma ¿No es así?
—Después de golpearlo puedes decir "Atrévete a regresarme el golpe"—respondió, Eren suspiró creyendo que era una mala idea.
La tropa caminaba por los pasillos del palacio, Historia se propuso a ajustar cuentas con Levi, quién tiempo atrás se portó como un patán con ella.
—Tengo que hacerlo, si no lo logro no me sentiré digna de ser reina.
—Así se habla Hisu, tendrás todo mi respeto—dijo Leyna, Jean le dio un empujón.
—Es tu reina ya tiene tu respeto, estúpida.
—Cállate, a ti no te respeta ni tu madre.
El ambiente se espesó cuando notaron a Levi frente a ellos, Historia, con todo su valor soltó un grito y golpeó el brazo del capitán, al ver que no le hizo ni cosquillas, la tropa soltó un grito del susto, a excepción de Mikasa quién miraba con orgullo, Armin sujetaba el brazo de Leyna mientras se ocultaba detrás de ella.
La reina soltó una risa—¿Qué te parece? Ahora soy la reina, si tienes quejas-
Una suave risa se escapó de los labios del Ackerman, manteniendo una sonrisa el capitán los miró.
—Muchachos, les agradezco.
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