xv. bienvenida a casa
capítulo quince:
bienvenida a casa.
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Leyna cabalgaba lo más rápido que el caballo le permitía, incluso los llamados de Gelgar le eran indiferentes, debía llegar a Jinae lo antes posible.
Sus esperanzas de poder ver a su familia con vida aún la dominaban, según lo dicho por el subteniente los titanes se habían dirigido en línea recta hasta donde ellos se encontraban, más no se descartaba la idea de que uno o dos titanes habrían perdido rumbo.
El paso de su caballo fue desacelerando en cuanto tocó su pueblo, siendo alcanzada por sus compañeros.
Parecía estar completamente en caos, la gente corría de un lado a otro preparándose para salir del lugar, los rumores ya habían llegado.
Leyna sintió como su alma volvía al cuerpo, al menos su vida provincial no había desaparecido del todo.
—¡SU ATENCIÓN POR FAVOR—gritó Gelgar, ganando la atención de los que los rodeaban—. Estoy seguro que ya tienen una idea de lo que está ocurriendo, venimos a avisar que es cierto, los titanes han invadido Rose.
El pueblo volvió a estallar en ruido y desesperación, Leyna buscaba con la mirada algún rostro importante para ella.
Su madre, su padre.
—¡SILENCIO!—ordenó nuevamente—. ¡No hay tiempo que perder, deben dejar toda pertenencia y subir a los caballos de una vez, necesitamos una evacuación limpia y ordenada! ¡En marcha!
Dicho esto el caos fue tomando algo de forma, los aldeanos dejaron todo cargamento y se organizaron para acomodarse en los caballos que habían.
Soldados como Reiner y Connie se aseguraban de que haya prisa, por otro lado, Leyna aprovechó el revuelo para bajar de su caballo y meterse entre la gente.
Muchos aldeanos la reconocieron inmediatamente, incluso habían nuevos rostros, el pueblo había crecido bastante desde la última vez que lo vio.
Sus esperanzas habían bajado casi por completo, no podía encontrar a nadie, ni su padre, ni madre.
—Disculpe ¿Ha visto a los Becker?—la pelirroja tomó el brazo de un hombre, quien la ignoró por completo en su desesperación de huir.
No llevar su uniforme le quitaba autoridad otra vez.
—¿¡Señora, ha visto a los panaderos del pueblo!?—Leyna no cedía ante sus intentos.
—Ahora no niña—aquella mujer se pasó de largo corriendo hacia el establo de caballos.
—¿Los panaderos?—una voz hizo que Leyna volteara—. ¡Eres la hija de Erika y Anton!
La chica Becker asintió—¿Ha visto a mi familia?
—Tu padre y tu madre salieron a repartir el pan por la mañana—informó el aldeano, haciendo que el corazón de Leyna se estrujara—. ¡No hay tiempo que perder niña, aún puedes encontrarlos!
¿Se habían ido? ¿Y si fueron atacados? Leyna no quiso escuchar otra palabra, sin dudarlo corrió a su caballo.
—¡Soldado, no hemos concluido la evacuación!—Gelgar se posó frente a ella.
—¡Señor, mis padres salieron del pueblo a cumplir su labor de repartir el pan, temo que hayan sido atacados, le imploro que me deje buscarlos!
—Denegado, vaciar el pueblo es ahora tu deber como soldado, irte implicaría un castigo ¿Lo sabes verdad?
—Me haré responsable de mis actos, tomaré el castigo que me imponga, por favor, mi padre no puede correr—Leyna no cedería en su intento.
—Escucha, entiendo tu desesperación...
El sonido de varios caballos acercándose interrumpió la discusión, emergiendo del bosque se pudo apreciar a un grupo de pueblerinos acercarse con un montón de caballos para los habitantes de Jinae.
Eran los cazadores del pueblo Dauper.
A medida que se acercaba, Leyna pudo reconocer entre la multitud a Sasha, cargaba consigo una niña.
La pelirroja no dudó en acercarse para verla—¡Sasha!
—¡Leyna, están aquí!—la chica Blouse habló esta vez demostrando su peculiar acento—. ¿Por qué tarda tanto la evacuación?
—Hay pocos caballos, esta gente se niega a organizarse—dijo Becker.
—Me lo imaginaba—respondió—. Íbamos repartiendo caballos a los pueblos, cuando escuchamos un par de caballos galopar cerca del grupo, una pareja de este pueblo nos guió hasta aquí para ayudar.
Los ojos de Leyna se levantaron, sintiendo un poco de esperanza tras escucharla.
—¿Pareja?
—Pues sí, incluso tuvieron que dejar su mercancía para más velocidad, el pan se veía muy bueno para ser abandonado así—Sasha soltó un suspiro al recordarlo.
—Sasha ¿¡Dónde están, a dónde fueron!?
—¡LEYNA!
La muchacha giró su vista hasta el costado de donde aquél grito la llamaba, una mujer de cabello rojo corría entre la multitud para acercase a la chica.
—Mamá...—susurró—. ¡Mamá!
Ambas pelirrojas se unieron en un fuerte abrazo, Leyna quedó perpleja al principio, más finalmente cedió, era el abrazo que se debían hacia muchísimo tiempo.
—¡Mi bebé, regresaste!—la mujer lloraba desconsolada acariciando el pelo de su hija, quién no pudo contener las lágrimas de emoción—. Mírate, eres toda una mujer... no, una soldado.
—Mamá, lo siento—dijo la menor—. No debí irme así, hay tanto que tengo que decirte.
—No—la interrumpió—. Yo quise atarte a un lugar donde no ibas a ser feliz, espero algún día me perdones.
—Mamá—susurró Leyna antes de volver a abrazarla.
Su felicidad aumentó al ver que pronto su padre de uniría al abrazo, causando una perfecta reunión familiar por al menos diez segundos.
—Bienvenida a casa.
—Leyna—una tercera voz causó que aquél momento se rompiera, el corazón de la chica Becker se aceleró de formas inimaginables, al separarse de sus padres sintió que ni siquiera ellos podían protegerla de lo que venía.
La señora Bodt caminaba hacia Leyna con una sonrisa de alivio al verla, la madre de Marco se veía un tanto más envejecida, aún así, le dio a Leyna su mejor sonrisa.
Esa sonrisa que Marco tenía, Leyna no pudo moverse, no tenía a donde huir, ni como librarse.
—Me alegra verte aquí—la mujer palmeó a la pelirroja del hombro—. ¡Mírate nada más, has crecido bastante! Quizás puedas alcanzar la altura de Marco, y pensar que solo ayer eran niños corriendo por el pueblo...
Leyna no podía hacerle eso, aquella mujer la acogió en las peleas que tenía con su madre, apoyó su decisión de irse, incluso intentó razonar con la familia de Leyna para dejarla ser parte de la legión.
Simplemente no podía dejarla sin respuestas.
Apretando fuertemente los ojos para evitar echarse a llorar, se paró frente a la madre de Marco.
—Señora Bodt—exclamó Becker—. Y-yo... ¡Lo lamento muchísimo!
La mujer la miró con cierta confusión, a lo lejos Connie, Reiner y Bertholdt observaban discretamente.
—Marco... ¡Ha sido mi mejor amigo durante toda la vida, y tuve el honor de verlo convertirse en el hombre que fue, peleó arduamente en la batalla de Trost! ¡Y me salvó mi vida, espero pueda perdonarme por no haber hecho lo mismo por él!
—Leyna...—susurró la mujer.
—Prometí volver a casa con él, pero fallé, Marco murió durante el sello de Trost, lo lamento muchísimo—Becker abrió los ojos, estaban levemente rojos de haber retenido las lágrimas con tanta fuerza.
Los padres de Leyna solamente la observaban, sin comprender la situación la pelirroja miró a la señora Bodt, tenía la misma expresión.
—Leyna, ya lo sabía—la madre de Marco se veía serena a pesar de lo que había escuchado—. Tras la invasión de Trost comenzaron a llegar los mensajeros, pasaron por cada pueblo dictando nombres de los fallecidos que pudieron ser reconocidos, según entendí, solo llegaron a dar con menos de cien.
La pelirroja se limitó a escucharla, todavía incrédula ante lo que le decían, sus manos temblaban por el miedo, pero la cálida mujer no dudo en tomar sus manos con delicadeza, buscando darle un poco de paz a su tormento.
—La noticia de Marco llegó unos días después—su voz comenzaba a quebrarse—. El soldado que llegó dijo que teníamos mucha suerte de habernos enterado, ya que una muchacha sobreviviente a la batalla dio los datos de mi hijo, supe que eras tú, me trajiste la paz de al menos saber que mi hijo dio su vida salvando a quién no podía, y que por lo menos no estuvo solo, alguien lo vio ser un héroe antes de irse.
La chica Becker sintió nuevamente las lágrimas salir de sus ojos.
—¡Becker, hay que movernos Ragako!—Reiner la llamaba mientras subían a su caballo.
La pelirroja miró a la señora Bodt una vez más—Le prometo, haré que su muerte no sea en vano.
—Lo sé—aquella mujer apretó la mano de la pelirroja—. Gracias.
Becker asintió suavemente, giró su vista hacia sus padres, el primero en recibir un abrazo fue su padre, Leyna dejó que el hombre la estrechara antes de dejar un beso en su cabeza.
—Vuelve pronto, mi exploradora—dijo Anton Becker.
—Lo haré papá—Leyna abrazó a su madre rápidamente—. Adiós, quisiera tener más tiempo...
—Lo tendremos, ve y cumple tu labor—Erika sonrió apretando la mejilla de su hija.
Leyna limpió los rastros de lágrimas que tenía en el rostro antes de seguir despidiéndose con la mano, en cuanto llegó a su caballo lo montó para abandonar Jinae una vez más.
Aquella escena llenó de esperanzas a Connie, quizás había una posibilidad de que su pueblo esté a salvo también.
Por un instante, Leyna sintió que había hecho algo bien, traer paz a la vida de la familia de Marco.
El sol comenzaba a ocultarse, y el panorama no era tan bueno como se esperaba, se habían reportado a varios titanes saliendo de Ragako, el pueblo de Connie.
Cuando llegaron a las tierras de aquél pequeño pueblo, lo único que pudieron hacer fue parar de golpe.
Había sido destruido por un ataque de los titanes.
Connie se apresuró en entrar esperando encontrar algún sobreviviente.
—No puede ser, destrozaron todo—dijo Gelgar.
Leyna sintió como un nudo se le armaba en la garganta ante la idea de que eso pudo haberle pasado a su pueblo, no quería ni imaginar como se sentía Connie.
—¡HOLA! ¿¡HAY ALGUIEN AQUÍ!? ¡SOY CONNIE, REGRESÉ!—decía el chico, Springer se apresuró hasta donde debía estar su casa, encontrándose con nada más que un titán aplastando su hogar.
Connie quedó horrorizado, ni siquiera podía expresarse en llanto.
—Esta es mi casa...—Leyna se paró junto a él observando al monstruo encima.
—Registren el área—ordenó Gelgar esperando encontrar sobrevivientes.
Leyna quiso mantenerse en silencio, pero la situación en la que estaban no se lo permitía, había casas destrozadas, más ni un solo cuerpo o rastros de sangre.
Era como si nadie hubiera estado ahí.
—No hay cadáveres, ni sangre, ni siquiera rastros de una persona—agregó Reiner.
—¡Entonces quizás huyeron!—dijo Connie esperanzado.
—Es... probable—Leyna prefirió callar el hecho de qué los establos estaban llenos, nadie pudo ir muy lejos sin un solo caballo.
—¡Preparen sus antorchas, ahora nos dirigiremos a buscar la abertura en el muro, andando!
—Connie, vámonos—dijo Leyna comenzando a cabalgar.
—Sí—Springer estuvo a punto de seguirla, de no ser por aquella voz hablándole.
—Bien... venido.
Connie volteó lentamente hasta el origen de la voz.
¿El titán que aplastaba su casa le había hablado?
La tropa 104 continuó su labor hasta altas horas de la noche, el grupo de Leyna no había encontrado ni un solo agujero en el muro, no había forma de que hayan entrado por esa zona.
Cabalgaron por un bosque oscuro por un largo tiempo, hasta encontrase con el otro grupo, Nanaba, Ymir y Christa.
—Recorrimos todo—informó la rubia al mando—. No hay señales en nuestra área, así que vamos a dónde la encontraron.
Gelgar miró a Nanaba con confusión.
—Nosotros tampoco encontramos nada.
—¿Qué?
—No hay una abertura—murmuró Leyna confundida.
—Quizás alguno de nosotros la cruzó sin verla—dijo Nanaba—. De todas formas no podemos seguir avanzando, los caballos están exhaustos.
Tras un rato de discutir que sería lo siguiente que harían, la luz de la luna fue apareciendo logrando mostrar que no muy lejos de ahí se encontraba un castillo abandonado, o al menos sus ruinas.
—Quizás podamos refugiarnos ahí esta noche—propuso Gelgar.
Leyna miró el lugar pensando que finalmente tendrían un par de horas de sueño.
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