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Si había algo que detestaba, era tener que soportar a los idiotas de su entorno de trabajo. Sin duda eran hombres con poca capacidad cerebral —al menos para todo lo que no tuviese que ver con investigaciones y asuntos penales—, imbeciles que disfrutaban de hablar sobre sus parejas y sus amantes.
Porque también detestaba eso, la infidelidad. ¿Cómo se podía amar a dos personas al mismo tiempo? O mejor dicho, ¿Como se podía engañar a alguien que te ama con lo más profundo de su ser? Es algo que le atemorizaba, ser engañado, que sus sentimientos fuesen solo un juguete para el amor de su vida. Estaba seguro de estar exento de aquello, al menos.
Jeon Jungkook se llevó la taza de café a los labios, sorbiendo mientras llenaba la planilla en su computadora. La insufrible risa de sus compañeros seguía llegándole a los oídos. —Oh, miren la carita de Jungkookie, está muy serio.
Los hombres se rieron, sacudiendo papeles en sus manos. El sonido le iba a enloquecer. —Parece que anoche no le dieron cariño —se mofó sugestivamente uno de ellos, un alfa cerca de los cincuenta, demasiado viejo para seguir con sus estupideces, pensó—. Jungkook, siempre me he preguntado, ¿Los alfas mandilones como tú tienen sexo seguido, o deben dejar reposar el culo?
Nuevas risas aparecieron en la sala, y Jungkook ya estaba harto. Estaba acostumbrado a que las personas fuesen seres retrógradas y prejuiciosas, viendo mal que un omega tuviese el mismo control en una relación que un alfa, o que un omega saliese con otro omega o un alfa con otro alfa, todo lejos de su estúpida imagen predilecta de alfa y omega tradicional. Eso lo entendió tiempo atrás, mientras veía como su hermano mayor, Seokjin, era abandonado por algunas amistades solo por el hecho de salir con un omega igual que él. O incluso en sus tíos, una pareja de dos omegas. Pero todo eso no significaba que debía tolerarlo cuando iba dirigido hacia él, o peor, hacia su esposo.
—Deberías preocuparte más por el hecho de que te estés quedando calvo antes de los cuarenta, maldita sea —masculló, levantándose con el teléfono en mano e ignorando los silbidos y estupideces que salían de la boca de aquellos hombres. Incluso pudo ver a una de las secretarias, Eunji, rodando los ojos.
Una vez estuvo fuera de ese cubiculo, marcó el numero de Jimin. Ya casi era hora de buscarlo para arreglarse e ir a la cena del jefe de su esposo, y la idea le resultaba una molestia pero si Jimin era feliz él se las apañaría. Había pasado toda la semana meditando formas de cómo no morir en una cena aburrida y fastidiosa con una pareja aún más fastidiosa.
Esperó varios segundos con el teléfono en la oreja, pero no había respuesta alguna. El sonido de la operadora enviándole a mensajes de voz había sido suficiente para hartarle solo un poco más de lo que ya estaba. Marcó tres veces más, cada una con el mismo resultado. —Cómo sea... —bufó, un suave mohín adornando sus labios.
Detestaba cuando eso sucedía, cuando Jimin le ignoraba de tal manera, aunque no fuera precisamente a propósito. Sabía que no lo era, su amado jamás se atrevería a ignorarle —a menos de que fuese uno de sus constantes juegos en los que se hacía el difícil para hacer de su relación algo más seductora.
Terminó dirigiéndose a casa, en busca de algo de paz para poder arreglarse e irse a la cena con el empresario Min Yoongi y su omega. Bastaba decir que no le agradaban, el CEO por su forma de ser tan fresca y jovial. Aquellas actitudes le fastidiaban, no era personal. Le sumaba a esto su manía de presumir su riqueza casi hasta con su forma de caminar.
Lo que sí era personal era su desagrado hacia Taehyung, el omega del jefe de su esposo. No soportaba a esos tipos mandilones e inútiles que del colgaban de sus alfas, solo sirviendo para cosas del hogar como todo un omega de antaño. Sin embargo, eso era un tema demasiado extenso para su gusto. Porque también podía comprender lo internalizado que aquellos estereotipos podían estar incluso en omegas envueltos en esos ambientes.
Una vez llegó a su casa se sorprendió con ver a Jimin en el comedor, su cuerpo frente a una Mac que le iluminaba su rostro como un espectro mientras tecleaba a la velocidad de la luz.
—¿Por qué no me atendiste? —suspiró, sintiéndose de repente bastante cansado. Si no se tratase de Jimin, probablemente se negaría de ir y se quedaría durmiendo hasta el otro día, pero jamás le negaría algo a su esposo.
—Lo siento, estaba muy ocupado y quiero terminar esto antes de salir.
Jungkook asintió, acercándose al cuerpo de su amado y dejando un pequeño beso en su sien que dejó al contrario con una sonrisa. Jimin giró su rostro, lo necesario para poder verlo de frente. —¿Cómo te fue?
Rodó los ojos, el tema en sí le fastidiaba. —Terrible. Debí haber estudiado otra cosa, no lo sé, ser un stripper o algo así...
Jimin se carcajeó, devolviendo toda su atención a los planos frente a él. —Serías el peor, ¿Te imaginas?
—Cállate, sería muy famoso —bufó con un mohín, dirigiéndose al baño para darse una ducha rápida. Si iba a ir a esa cena, al menos lo haría luciendo bien y no como un oficinista agotado. Necesitaba dar una buena impresión como el alfa de Jimin, últimamente terminaba siendo bastante inseguro con respecto a su pareja y su posición.
Jimin guardó los archivos para terminar estirando la espalda en la silla. Suspiró, sacudiendo su muñeca para poder mirar el reloj que reposaba en ella. En unas dos horas debía estar en el departamento de Yoongi, y este pensamiento le ponía nervioso. Quería verlo, pero a la vez estar en la misma habitación que él y Jungkook le ponía los nervios de punta.
Sacudió la cabeza, levantándose para dirigirse al baño. No estaría mal darle una visita a su esposo en la ducha. Era un hombre con necesidades, después de todo.
Taehyung sacó la torta del horno, sonriendo al ver la cubierta tan perfecta como debía estar. Había decidido hacer una torta de fresa —¿porque a quién no le gustaba la fresa?— y terminó siendo una excelente idea.
Estaba nervioso. Algo en el omega que había conocido, Jimin, le tenía alterado. Podría deberse a algo de envidia. Taehyung se había esforzado toda su vida en ser un buen omega, bonito por fuera y diestro en los quehaceres del hogar en el departamento del placer y complacencia. Pero había algo que notó en el omega que él carecía, y era aquella aura imponente y reveladora que Yoongi poseía. Taehyung no era un chico muy inteligente y mucho menos exitoso y emprendedor, era solo un omega más del montón.
Pero no debía pensar en eso, Yoongi lo había escogido a él y lo amaba a él. Siempre que tenían relaciones —aunque últimamente no fuese tan seguido— lo besaba a él y gemía el nombre de él. No podía permite que alguien rompiera su seguridad de forma tan repentina, no cuando debía centrarse en verse lindo y dar una buena imagen para no dejar a Yoongi en ridículo frente a su trabajador estrella y su pareja.
Estaba tan perdido en sus pensamientos que el sonido de una llamada entrante lo hizo sobresaltarse, rozando con su mano el horno. Si no tuviese guantes de puntos rosas en sus manos hubiese terminado con una armadura bastante fea. Feo, algo que un omega como él no podía permitirse.
Ojeó el teléfono de la casa, apresurándose en atender educadamente. Y era una voz más que familiar. —¡Taehyungie!
—Yeolie, ¿Qué tal todo? —sonrió, hablar con su hermano siempre le alegraba. A pesar de haberse criado en su sombra, Taehyung lo amaba demasiado, y extrañaba revolcarse en su pecho como un cachorro necesitado de cariño, a lo que Chanyeol respondía con risas y caricias en su barriga.
—Excelente, solo quería llamarte para darte una noticia... no vas a creértelo.
—Soy todo oídos, tonto.
—¡Kyungsoo está embarazado! ¡Voy a ser papá!
Oh, joder.
Ese tema era el más delicado para Taehyung. Uno que siempre lo hacía sollozar sin siquiera darse cuenta. Los cachorros, y todo lo que tuviese que ver con un lazo entre un alfa y su omega.
Porque Taehyung y Yoongi llevaban ya cinco años de casados, y aún así su esposo no le marcaba, y tampoco mostraba interés en tener cachorros, obligándolo a tomarse los supresores siempre durante su celo a pesar de las consecuencias a largo plazo.
Y ahora, su hermano y su omega estaban en cinta, ellos que llevaban solo dos años de pareja.
—¿Taehyung, estás ahí?
—S-Sí, lo siento, solo... me agarraste fuera de base —esnifó su nariz, procurando no ensuciarse demasiado. Detestaba ser tan sensible—. Wow, no tengo palabras, Yeolie. Estoy... demasiado feliz.
Por suerte, Chanyeol era un alfa demasiado denso, y fue sencillo hacer pasar su sensibilidad como parte de su alegría por la noticia. —Yo también, no puedo creerlo, estoy en las nubes. Esta semana iremos a tu casa, ¿De acuerdo? No le digas a Yoongi, quiero verle la cara cuando le diga que seré papá antes que él.
—¿Por qué lo dices?
—Uh, él siempre dice que quiere tener cachorros, pero que no has podido quedar embarazado. De hecho estaba pensando en hablar de eso contigo, conozco un doctor de genética muy bueno que puede ayudar, no puedo permitir que mi hermanito sea un omega atrofiado, ¿No?
Su garganta se cerró, dificultado su respiración; era demasiado, y justamente por eso colgó la llamada sin importarle que era una falta de respeto a su hermano mayor.
Se permitió llorar en la cocina, que las lágrimas mancharan su ropa, nada le importaba. Yoongi lo estaba humillando, dejándole como un omega inservible para su tarea más importante, dar a luz, cuando ambos sabían que era él quien estaba a la constante negativa de buscar un embarazo.
Yoongi no llegaba a casa, pero la hora de la cena se acercaba. Por eso Taehyung se recompuso, limpiando su rostro con el agua del lavaplatos, luego se aplicaría algo de maquillaje para cubrir ese feo rastro de lágrimas. Necesitaba, no, debía subir su semblante y fortalecerse.
Las palabras de su madre resonaron en su cabeza, somos omegas, Taehyung. Las cosas para nosotros nunca son fáciles.
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