[7.3] "Parar"
•Al día siguiente•
—Esta preparatoria me parece mejor —dijo mi madre.
Yo leí las reseñas que dejaban en su página web y la mayoría hablaban sobre lo buena que era. Casi ninguna queja, pero el problema no era ese. Me era indiferente cuanto valor le diera la gente, lo que realmente me aterraba era la similitud que encontraba en aquellas fotos con mi escuela pasada. Todas esas niñas, a la moda y sonriendo con engrandecidos aires de superioridad en cada una de las instantáneas que adornaban el lugar. Justo la clase de personas de la que quería permanecer alejada durante el resto de mi existencia.
—Mmmmm ... No creo que ande buscando algo así, mamá —le contesté, rogando internamente para que no indagara en mi rotundo no.
—¿Por qué, cariño? —frustrada por no lograr conformarla, pensé rápido una respuesta válida. Algo que le bastase para comprender que un sitio como ese no era mi lugar. Que nunca lo sería por mucho esfuerzo que pusiera en integrarme—. Luce como un acierto. Todos cuentan maravillas de los profesores y muchos entran en universidades importantes ...
Me levanté de la silla, sudando por ese estúpido y sin sentido afán de no contarle lo cruda que sería mi realidad si llegaba a matricularme allí.
Tomé mi vaso de agua de la mesa, dándole la espalda y planeando meticulosamente una escapatoria a la encrucijada en la que yo solita había entrado.
—Creo ... Creo que no sería algo costeable para nosotros —mentí, recordando el precio que marcaba la simple inscripción a la institución.
—Maya, ya sabes que ni Mark ni yo vamos a escatimar si se trata de tu educación y de tu futuro —suspiré en silencio, maldiciendo porque sabía a la perfección que mi madre estaba hablando en serio.
No iba a preocuparse por el dinero. Además, no estábamos en una situación económico mala, ni mucho menos.
—Pero no quiero que gastéis tanto en mí si puedo ir a otra escuela más sencilla y ...
—No es ningún gasto, hija. Deja de decir tonterías —odiaba que fuera tan persistente.
—Mamá, de verdad ... —me giré hacia ella, buscando las palabras con las que explicarle aunque solo fuera un detalle. Lo que fuera con tal de encaminarla en el turbio sendero de mis oscuros sentimientos—. No ... No quiero una preparatoria lujosa ni nada por el estilo. Me gustaría algo más pequeño, menos conocido. Sabes ... Sabes que no soy un prodigio a la hora de empatizar con los demás o de hacer amigos ... No quiero ir a un lugar en el que no me cabe duda de que seré ... Un bicho raro.
—Tan cabezota como tu padre —frunció el ceño, dándome a entender que no estaba de acuerdo con mi explicación en absoluto. Se puso en pie, enfrentándome y analizando mi mirada en busca de la señal que no era capaz de darle—. Creí que no te dejabas llevar por los prejuicios, Jung Maya. Puede que esa preparatoria se vea ... Qué sé yo; intimidante. Y entiendo que te cueste elegir porque esta vez irás completamente sola. Sin tu hermano, sin Tae ni Jungkook-ssi. Créeme, yo también he pasado por eso y cuesta al principio, pero no debes dejar que el miedo a algo nuevo te haga colapsar. Sé que eres más fuerte que eso, Maya —su cálida palma en mi mejilla me hizo sentir aún peor por no serle del todo sincera en cuanto al tema, pero también había algo que ella me estaba ocultando. Podía sentirlo.
—Mamá ...
Sus ojos se tornaron oscuros, escondiéndome algo y alertándome de repente, como quien sabe que una tormenta está por romper el cielo de manera abrupta.
—Mark y yo estamos pensando en aceptar una oferta de un bufet en Malasia —dijo de la nada, sin darme unos segundos al menos para digerir la noticia—. Y allí ... Estaríamos lejos de Seoul, Maya. Tendríamos que viajar o dejarte en un internado, pero si ... Si te niegas a darle una oportunidad a todos los que vemos ...
—¿Malasia? —estaba tratando de aceptar que mi madre me había ocultado eso y que ahora, sin miramiento alguno, me lo decía como si fuera algo normal—. ¿Por qué no me lo habías dicho, mamá? Yo ... Creo que debería haberlo sabido. Es un cambio ir tan lejos y no me gusta la idea de ...
—De separarte de ellos, lo sé —pero ella no lo entendía. Me había unido a esos siete chicos lo suficiente como para querer que esa amistad continuase existiendo, y en Malasia ... La remota idea de seguir como hasta entonces, no hacía más que menguar en mi cabeza—. Otra opción es esa preparatoria. Tiene dormitorios cerca de los edificios de clases y sería muy cómodo para ti. Vendríamos en Navidades para visitaros y ...
—Pero yo no quiero un internado, mamá —estaba luchando contra la impotencia, mas me era de lo más difícil no estallar y confesarle lo que había sufrido los últimos años a mi madre. Si abrirera los ojos, puede ... A lo mejor ...—. Tampoco quiero irme a otro país ahora ... Es ... Es injusto que me obliguéis a escoger. Tenerme contra la espada y la pared es cruel y sabes eso.
Veía en su forma de mirarme una desesperación por convencerme de que aquello era lo mejor para mí, pero yo no lo sentía de esa forma. No contemplaba algo como encerrarme en una escuela durante meses, sin ver a mis amigos, a mi hermano o a Kookie. Yo no deseaba eso. Era lo que ella tenía planeado para mí. Sin contar con mi beneplácito en una decisión así de importante.
Me dolía decirlo, pero no reconocía a la mujer que tenía delante. Sus palabras ... Incluso sus intenciones eran oscuras.
—Maya, es lo mejor ahora que ...
—Yo odio estar encerrada, estar aislada, y pretendes enjaularme en un sitio, tirándome allí y dejándome sola —dije, sobrepasada por la injusticia con la que me acababa de encontrar sin haberlo pedido—. Solo es un año, mamá. Un maldito año y terminaré la preparatoria para siempre. ¿Tanto es? ¿Tan diificil os resulta seguir aquí nueve meses más? Con la beca me iré a la universidad, y si no hay otra salida, alquilaré un apartamento o ganaré lo que sea para dejar que os marchéis sin preocupaciones, pero ahora no.
—El trabajo es para este mes. Dentro de una semana deberíamos estar viajando hacia allí —me explicó—. No es algo que podamos negociar con la empresa que quiere contratarnos, Maya. Y las condiciones, el sueldo, ... Son muy buenos. No vamos a dejar ir la oportunidad.
—¿A costa de alejarme de aquí? ¿De mi familia? —contraataqué, sintiéndome egoísta en parte aunque también una víctima de sus ambiciones personales.
Querían ascender, ser los mejores en sus campos, tanto Mark como ella, y podía comprenderlo, pero todo era arrastrándome a una más que posible vida de dolor al dejar atrás todo lo que era.
—Hija —dio un paso hacia mí, con tono apaciguado y con la intención de llevarme a su terreno—, Mark y yo también somos tu familia. Queremos que seas feliz y aquí ...
—Aquí lo soy, mamá. ¿Acaso no lo ves? —empezaba a perder los estribos y no quería llegar a ese punto porque sabía que diría cosas que no me perdonaría—. Estamos bien en Seoul, ¿por qué demonios querría marcharme lejos? ¿No ves que es vuestro plan de futuro? Yo no quiero formar parte de él. No ... No quiero que mi vida sea así a partir de ahora solo porque vosotros ...
—Maya, tú lo has dicho. Solo sería un año y después podrías volver aquí —intentó convencerme.
—Nunca me dejarías venir aquí, sola. Hobi está centrado en el grupo y vosotros ... Si queréis ir a Malasia es porque planeáis quedaros allí. Solo ... —me estaba preocupando porque si a mamá se le metía algo entre ceja y ceja era imposible cambiar su postura—. Solo te pido que esperéis a que yo sea mayor de edad. El año que viene ...
—No tenemos tiempo para eso —negó, rotunda e incansable.
Estaba mandando en mi vida, llevándome a un país extranjero sin preguntar y se suponía que yo debía mantenerme calladita y consentir que lo hiciera, cosa que no iba a ocurrir por mucho que se empeñase.
—Te pasas años evitándonos, tratándonos como si no fuésemos tus hijos, y ahora ... Ahora pretendes ... —algo se abrió paso entre mis pensamientos, sacudiendo mis recuerdos y alertándome con efusividad—. Quieres que siga vuestros pasos, ¿no? Que vaya con vosotros para estudiar derecho a pesar de que sabes que nunca me ha gustado.
—Es ... Es lo más adecuado para ti —confirmó mis sospechas—. Eres tan inteligente que esa carrera te llevaría a lo más alto ...
—¡No vas a dirigir mi vida! —grité a todo pulmón.
El vaso que mi madre tenía en las manos se cayó y el cristal chilló contra el suelo de la cocina, partiéndose en cientos de pedazos por el susto que la sacudió.
Estos meses apenas habíamos hablando de madre a hija porque ella estaba demasiado ocupada en su trabajo.
Otra vez.
Todo había vuelto al principio, como si siguiésemos estancados en el tiempo en que ella no pasaba por casa y nos tenía olvidados. Creí de corazón que podríamos empezar como si nada, de cero, y así establecer una verdadera relación familiar, como todo el mundo tiene. Y, sin embargo, me estaba dando cuenta de que eso era imposible para mi madre. Porque su trabajo lo era todo y valía mucho más que la felicidad de su hija.
De pequeños, ella siempre decía que mi destino era ser alguien grande porque le parecía una niña con una enorme capacidad de trabajo y más lista que su hijo mayor, tan emotivo en sus pasiones como lo había sido papá. Por eso no puso problemas a Hoseok, porque sabía que él no daría lo mejor de sí en otro lugar que no fuera el baile, creyendo que yo podía ser una chica moldeable y fácil de engatusar cuando más bien era todo lo contrario. Eso demostraba que si me conociera realmente, no se le pasaría por la cabeza el intentar mandar sobre mí.
—Tú no lo entiendes ... —dijo, con la furia latiendo en su voz.
—¿El qué? ¿Eh? ¿Que quieras hacerme tu marioneta porque no pudiste con Hobi? —me burlé, decepcionada por ver su verdadero ser sin trampas de una buena vez.
—¡No quiero que seas una fracasada como tu padre! ¡Como lo será tu hermano más pronto que tarde! —vociferó, soltando por fin lo que tantos meses había guardado dentro.
El silencio se apoderó de la estancia, dejándonos a ambas irritadas y enfadadas con la contraria por distintas razones. Si mi madre pensaba así de mi padre, era su problema. Pero, dijera lo que dijera, para mí él nunca sería alguien que echó a perder todo por lo que siempre luchó.
—Bien —dije, dando por terminada esa conversación—. Porque preferiría mil veces ser una muerta de hambre a vivir esclava de alguien.
Mamá me observó sin decir palabra, negándose a abrir la boca a pesar de tener los ojos llenos de lágrimas, al igual que yo.
Llegué a pensar que podríamos entendernos, pero ella había cambiado lo suficiente como para impedirlo. Mark también había contribuido a ello. Ambos eran tan parecidos ... Tan egoístas a veces, y se complementaban como piezas de un puzzle. Siempre mirando primero su reflejo y sus posibilidades y después mirando a los demás por encima del hombro. No eran malas personas; eran el tipo de personas que se creen mejores en demasiados aspectos, líderes y ejemplos a seguir para el resto del mundo, como si tuviesen que ser idolatrados y mantenidos en pedestales de oro para toda la vida.
—No me esperes para cenar —concluí antes de salir de la cocina, dejándola sola y permitiéndome el privilegio de llorar en el breve trayecto hasta la entrada.
Realmente me desgarraba el alma que ella no viera que yo no estaba hecha para su mundo de las altas esferas, pero no iba a ir contra corriente porque la conocía y no daría su brazo a torcer si ya tenía en mente el marcharse de la ciudad.
Tomé la pequeña mochila que había preparada en la mañana para pasar la noche en casa de Jungkook y, con las llaves entre los dedos, me encaminé hacia la puerta dispuesta a marcharme y poder alejarme del mala aura que desprendía mi casa en aquellos momentos.
Entonces escuché un golpe seco y me paralicé.
Con las cordoneras de mis zapatillas sin anudar, volví corriendo por el pasillo. Las lágrimas eran espesas en mis mejillas, pero fluyeron mucho más fácilmente cuando vi a mi madre en el suelo.
—¡Mamá!
Me asusté tanto que las manos se me adormecieron y casi me tiré a su lado, raspándome las rodillas y sosteniéndole la cabeza por miedo a que se hubiera golpeado la nuca o algo peor. Comprobé que no tenía ninguna herida peligrosa y respiré profundamente, atestada por el llanto y los nervios porque ella se había desmayado y no se despertaba.
Casi sin pensar, saqué el móvil del bolsillo de mis shorts y recé a todos los dioses que se me ocurrieron para que mi madre estuviera bien. Llamé a emergencias, pidiendo entre sollozos que viniesen pronto para ayudarla.
No sé muy bien qué le dije a la operadora, pero no se me escapó el detalle de sus bermudas blancas, manchadas de sangre cerca de su entrepierna. Se lo expliqué a la mujer a trozos, asustada por todo lo que mi cabeza imaginaba y por todas las posibilidades que terminaban en tragedia para nuestra familia.
Nunca estuve tan segura de que algo iba mal, y que mi madre continuase inconsciente incluso cuando los paramédicos llegaron, solo me confirmó que debía ponerme en lo peor y estar preparada para el mazazo de mi vida.
Jungkook
Tae terminó de quitarme el maquillaje y yo se lo agradecí con una sonrisa. Me revolvió el flequillo, haciéndome ver más como yo era normalmente, avispado y alegre.
Estaba intentando animarme, podía verlo en sus acciones, pero le aseguré que no era el fin del mundo. Si Maya no había podido ir a la filmación del videoclip, lo más seguro sería que le hubiera surgido algo con su madre y su exhaustiva búsqueda de una nueva preparatoria, así que le resté importancia.
Mientras me cambiaba a algo más cómodo, me preguntaba por qué no me había llegado ningún mensaje suyo. Era extraño que no me hubiera contado nada en todo el día.
Recogía mis cosas del pequeño camerino que compartíamos todos cuando me fijé en que solo quedábamos Yoongi, Jimin y yo. Los demás debían estar esperándonos fuera para volver a casa en el coche de Jin.
Un tono de llamada rompió la conversación que manteníamos los tres esperando a que Jiminie recogiera su mochila. Cuando Park tomó su teléfono del bolsillo externo, frunció ligeramente el ceño y descolgó sin decir una palabra. No me gustaba. Su rostro no auguraba nada bueno.
Cuando sus pequeños ojos se clavaron en mí, supe el por qué de mi mal presentimiento, pero me hice el fuerte y esperé a que él me dejase contestar.
—Vale ... Escúchame. Tengo a Jungkook aquí. Voy a pasártelo —hablaba como si intentase convencer a alguien—. No te preocupes, cariño. Iremos enseguida, ¿vale?
Me tendió el aparato con el gesto sombrío y una posible mala noticia al otro lado de la línea. Armándome de valor para hablar con ella, busqué algún apoyo en él, algo con lo que orientarme para no cagarla.
—Está ... Está en el hospital —me comentó Jimin, y sus palabras cayeron como un peso muerto contra mí.
—¿Maya? Maya, dime que estás bien —le urgí a responderme, cerca de perder los estribos por lo negra que se presentaba la situación.
—Kookie ... Yo ... Me encuentro bien. No me ha pasado nada —tragué saliva, pendiente de lo débil que sonaba su voz—. Perdón ... Perdón por no llamarte, pero me dejé el móvil en casa con las prisas y ... Solo recordaba el de Minie. Hobi ... ¿Hobi está contigo?
—Está fuera, con los demás ... —le dije—. ¿Qué te pasa, jagiya? ¿Qué ocurre?
La escuché tomar aire. Casi pude oír cómo su respiración temblaba y visualizar las lágrimas desbordando sus ojos. Jimin salió del cuarto para buscar a Hobi y solo Yoongi permaneció conmigo, expectante y con el rostro oscurecido por el temor de que Maya estuviera herida.
—Jungkook —mi nombro se quebró en su boca, poniéndome en sobre aviso. Ella no solía llamarme de esa forma—, soy ... Soy la peor hija del mundo.
—Maya, eso no es cierto. Dime qué pasa, por favor. Me estás asustando, preciosa —pasé los dedos por mi cabello, tratando de calmar el acelerado bombeo de mi corazón.
Transcurrieron unos segundos hasta que volvió a pronunciarse.
—Mamá se desmayó en casa y sangraba mucho cuando la ambulancia llegó ... Yo me peleé con ella, Kookie ... Le grité y ... —le costaba continuar y la necesidad de abrazarla para darle la fuerza que claramente le faltaba me estaba asfixiando.
—Dime en qué hospital estás —Yoongi y yo salimos de los camerinos a todo correr. Estuve a punto de tropezar con varios integrantes de nuestro equipo por el camino, pero acabamos encontrando a Hoseok en su carrera para volver y hablar con su hermana—. Iremos ahora mismo, ¿vale? Solo espera ahí, preciosa ...
Maya
Intentaba quitarme el delineador corrido de los ojos con un pedazo de papel que me había ofrecido una de las enfermeras, ofuscada en pensar en algo que no implicara el aterrador suceso de hacía unas horas, pero mi mente no hacía más que traicionarme por la espalda y seguía recordándomelo continuamente.
Ni siquiera había ido a un cuarto de baño a limpiar la sangre de mis manos. No era mucha, pero las yemas de mis dedos tenían rastros más que visibles por haber estado a punto de resbalar al intentar salir de la cocina. En realidad ... Nunca antes había visto tanta sangre junta. Al llegar la ayuda a casa, un charco rodeaba a mi madre, que cada vez tenía una tez más pálida. La entubaron nada más subir a la ambulancia y así llegamos al hospital; yo hecha un desastre por tener a mi madre al borde de un desangramiento y ella con a saber cuántos litros de sangre menos en las venas.
La sala de espera estaba vacía, solo yo ocupaba una de la sillas de plástico del pasillo, con la mirada clavada en la puerta que quedaba al fondo del mismo. Mi madre había entrado por ella en una camilla, siendo atendida por seis personas a la vez mientras yo me sentía la chica más impotente del planeta por no poder hacer nada más que permitir a los remordimientos de mi despreciable actitud comerme los sesos y culparme directamente de lo que mamá hacía en aquel lugar.
Cuando una puerta se abrió con ímpetu, yo me asusté y volví el rostro hacia mi izquierda, atestada por el terror de perder a alguien más.
Ni siquiera fui capaz de levantarme de la maldita silla cuando la figura de Jeon surgió de las escaleras de emergencia, sin aliento.
Conociéndole, estaba convencida de que, en lugar de esperar junto a los demás en la planta baja a que la recepcionista les diera el piso al que habían llevado a mi madre, había optado por correr escaleras arriba y detenerse en todos los pisos del hospital hasta encontrarme.
Las piernas no me respondían, era algo así como un estado de shock en el que revivía el traumático momento en que vi a mi madre desmayada y desangrada en nuestra cocina después de una discusión demasiado fuerte en la que las dos habíamos excedido los límites.
Él corrió hasta mí, arrodillándose al llegar y jadeando por la maratón corrida. Sus ojos me regalaron algo de calma, pero no sentí que de verdad estaba a salvo de mis propios demonios hasta que tomó mis manos ensangrentadas y las apretó con angustia.
—Junnie ...
Y como si mi cuerpo lo estuviera exigiendo, junto a un espasmo repentino, abandoné el asiento y mis rodillas desnudas chocaron contra las baldosas relucientes del hospital. Me sentía tan horriblemente mal que las lágrimas se negaban a salir.
No tienes derecho a llorar después de lo que le has hecho a tu propia madre, Jung Maya ... Deja de ser una egoísta y piensa en ella.
Una desfigurada sonrisa curvó mis comisuras. Jungkook acarició mis hombros y dejó que su frente se apoya en la mía, sosteniéndome.
—Estoy aquí, Junnie —dijo, nervioso y afectado por mi silencio—. Háblame, vamos ...
Y a pesar de que quería contarle hasta el último detalle de lo que había pasado, de lo mal que me sentía y del dolor que se extendía por cada fibra de mi ser, reconociendo el error de haberme enfrentado a ella, mantuve mis labios sellados y me pegué más a él en busca de algo que me hiciera recuperar la fe en mí misma.
Sus brazos se deslizaron por mi espalda y yo escondí el rostro en el hueco de su cuello, temblorosa mientras revivía la misma historia una segunda vez, como una película que no tiene botón de apagado. Primero se fue mi padre y ahora ... Ahora mi madre estaba en manos de médicos que ni siquiera sabían qué le ocurría. Mi vida era el epicentro de las desgracias, quise decirle a Kook, pero la parálisis post-trauma comenzaba a desbordarme y yo no respondía a nada más que no fuera el apacible y constante susurro de mi chico, que repetía una y otra vez que todo se solucionaría.
—No es tu culpa ... No es tu culpa, bebé ... —besó mi cabello, instándome a despertar de aquella pesadilla—. No eres la culpable de nada de esto —me aseguró.
Los pasos rápidos de unos chicos desorientados y perdidos me hicieron alzar la vista. Los sollozos de mi hermano se hacían más audibles conforme se acercaba y yo tuve que morder mi labio para no estallar y fracturarme para siempre.
Kookie dio una suave caricia a mi melena castaña y enmarañada, apartándome lo justo para que enviara la orden y mi congelada complexión reaccionara al ver a mi hermano mayor derrumbarse a escasos centímetros.
Con surcos de lágrimas resbalándole hasta la mandíbula, gateé lo justo y abrí mis brazos para él. Sin embargo, no lo aceptó y fue él quien me abrazó entre dolorosos hipidos. No comprendí hasta ese momento lo mucho que había necesitado refugiarme en el pecho de Hobi y que me protegiera de mis pensamientos autodestructivos como solo él sabía.
—Estará bien ... —dijo con un hilo de voz—. Mamá estará bien, Maya ...
•••
Mojé mi cara, medio zombie y con la mente en blanco después de tantas horas en aquel lugar que irradiaba olor a desinfectante por todas partes. Debían ser más de las doce de la noche y nadie había salido para informarnos sobre si mi madre estaba fuera de peligro o no.
Yo ya había enjuagado mi rostro varías veces. En realidad, había perdido la cuenta y solo me detuve al ver mis nudillos tintados de color rojo. Puse ambas manos bajo el chorro de agua, prohibiéndome el lujo de ser débil cuando la vida de nuestra madre pendía de una fina cuerda. Yo la había llevado al extremo, a sacarla de quicio, a que el dolor de mis palabras le hicieran perder el conocimiento.
Debería llorar por ella, porque temía perderla, pero era más que eso y ese lado de mi alma que se negaba a dejarse vencer era horriblemente persuasivo.
Las lágrimas descendieron en algún punto de mi encierro en aquellos baños y me odié profundamente por hacerlo porque no tenía derecho a llorar por mi estabilidad emocional. Temía quedarme sola y las arcadas se atoraban en el nacimiento de mi garganta por el asco que me daba a mí misma. Llorando por orgullo propio en vez de gastar esas gotas en rezar para que mi madre saliera sana y salva del infierno que había creado para ella sin darme cuenta.
Dos toques secos a la puerta de los lavabos me sorprendieron, pero estaba tan sumida en mi confrontación existencial que no respondí.
Desde que los chicos llegaron, las palabras no habían salido de mí. Ni un mísero "lo siento" hacia Hobi, para consolarlo y hacerle saber que yo acarrearía con todas las consecuencias de que mamá estuviera ingresada. Nada había logrado que mi voz volviera a la vida, pues mi debate interno me estaba consumiendo sin piedad, pero sabía a quién necesitaba para que eso cambiase.
—¿Enana? —quise enjugarme las lágrimas de los orbes, pero estaba desecha.
La puerta se entreabrió tras unos segundos, dejándome ver los ojos azabaches de Jeon sobresaliendo, cargados de preocupación. Vio mis lágrimas rodando y yo sentí la vergüenza golpearme con rudeza, así que aparté la mirada, girándome hacia adelante e impidiéndole ver el reguero de perlas que se abría en canal por mis mofletes.
—Eh ... No pasa nada, cariño —sus botas resonaron, aproximándose, y la puerta se cerró—. Vamos ... Ven con Kookie, bebé ...
Las uñas, clavadas en mis palmas por la furia con la que apretaba mis manos, me hicieron despertar ligeramente del letargo.
Finalmente, cerré el grifo y caminé hacia él, olvidando lo de hacerme la entera y no mostrar lo rota que estaba por dentro. En cuanto me aferré a su torso, juro que cientos de miedos se esfumaron de golpe y pude respirar por primera vez en toda la noche sin el nudo que me impedía inspirar con normalidad.
—Nos peleamos ... —le dije, sollozando sin medida en su hombro—. Le dije que ... Que ...
—No lo hagas, nena ... Te conozco y sé que estás negándote a sufrir porque crees que eres la responsable ... —no hacía falta que hablara para que él entendería lo que me sucedía y a veces esa conexión inviable que nos unía me asustaba—. Y no lo eres, no lo eres ... ¿Me escuchas? Que te quede bien claro, Jung Maya ... La señora Jung no está aquí por tu culpa.
—Es tan fácil decirlo, Kookie ... —le murmuré, centrándome en el latido de su corazón para olvidar la imagen de mi madre, desplomada y pálida como si la Parca hubiera dictado su defunción—. Pero no lo viste ... Ella ... Se desplomó ... Como una pluma ... Y la sangre ... Había tanta que ...
—No lo pienses más —besó mi frente, alejándome lo suficiente como para dar besos a mis mejillas húmedas y tintadas del más bochornoso granate—. Quieres a tu madre y lo harás siempre por mucho que os separen vuestras ideas ... Y si crees que ella no lo sabe, entonces me encargaré de preguntárselo en persona cuando esté mejor, ¿vale?
Asentí, secándome la cara y ayudándome de sus delicados dedos para ello también. Cuando acabé, di un beso en su boca. Fue corto, pero le agradecí tantas cosas con algo tan efímero, que bastó para que me sonriera con dulzura, recopilando una energía que no tenía.
—Nadie más se va a ir de aquí, Maya —me prometió, contundente y confiado—. Ni tu madre, ni Hobi ni yo te vamos a dejar sola.
Volví a refugiarme en su regazo, llorando como hacía siglos que no hacía. Tenía que sacarlo todo o me mataría a mí misma la inseguridad y la creencia de haber hecho un daño irreparable a mi madre.
Si Jungkook no se hubiera convertido en mi vida ... ¿Habría sido todo diferente? No dejé de preguntarme aquello los días que siguieron al comienzo del fin.
Cuando, unas horas más tarde, esperando apoyada en el hombro de Hobi mientras Kook se había marchado a por alguna muda de ropa limpia para nosotros y un médico salió y llamó a los familiares de la señora Jung, sentí que la vida se me escapaba de las manos.
El hombro sonrió, cordial y apaciguándonos.
—No os preocupéis, chicos. Vuestra madre mejorará con un poco de reposo después de la transfusión —aseguró. Hobi entrelazó su mano con la mía, suspirando de alivio—. Mañana a primera hora podréis verla, pero no la atosigues mucho, ¿de acuerdo? Debe guardar mucho reposo a partir de ahora.
Y yo, curiosa y temerosa por su respuesta, le pregunté la razón de aquellos cuidados tan específicos.
—¿Por qué? ¿Tiene algo grave o ...?
—¿Grave? Bueno ... No estamos seguros de ello todavía, pero la mantendremos en observación unos días para estar seguros —hizo un amago con la mano, restándole importancia—. Es importante que descanse mucho más de lo que acostumbra. Estamos esperando por los resultados de las pruebas que le hemos hecho. Un bebé a su edad podría ser complicado y debemos tenerla bajo vigilancia porque la hemorragia que ha tenido no indica nada bueno ...
—Esperé un segundo .... ¿Ha dicho ... Un ... Bebé? —interrumpió Hoseok al doctor, visiblemente confundido.
—Sí —asintió, contento de darnos la noticia—. Vuestra madre está embarazada de tres semanas y gracias a dios el niño sigue vivo. Tal perdida sangre podría haber sido mortífera, si os digo la verdad.
Mi vida se había convertido en un juego. Un juego del que yo ya no tenía control y que comenzaba a amenazar con destruirme. Me di cuenta entonces, al recibir la noticia de un nuevo hermano. Porque, sí, hay cosas y situaciones que uno no puede escoger ni esperar, pero algo que sí sabía era que si ese demoníaco pasatiempo en el que se había convertido mi existencia atentaba contra mí, podía decir basta y parar. Bajarme de aquel balancín y rogar por piedad a quien fuera que se estuviera divirtiendo conmigo en esos momentos.
Parar. Bajar antes de un mayor destrozo. ¿Qué significaba eso realmente?
Tuve una noción de lo que debía hacer, mas ... Resultaba tan demoledor y despiadado para mi alma que decidí posponerlo todo lo posible, a pesar de que el reloj había dado la hora y ya no me quedaba tiempo.
•••••
Quedan solo un par de capítulos para terminar la primera parte de la historia 💙
Byeeee 🌟🌟
27/8/18
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