[6.4] "Quiero que me veas"
Maya
—Jeon Jungkook, ¿vas a dignarte a decirme a dónde narices vamos o seguirás riéndote cada vez que pregunto?
El nombrado dejó escapar nuevas carcajadas y yo resoplé, cansada de aquella caminata sin sentido.
—Solo se me hace gracioso que te vuelvas tan impaciente, enana. No lo tomes a mal.
Envolvió con dulzura sus dedos entre los míos y no pude hacer otra cosa que relajarme. Las suaves caricias que daba al dorso de mi mano lograban calmarme, eso era indiscutible.
Llevábamos unos diez minutos caminando hacia alguna parte y adentrándonos cada vez más en el bosque que había a las afueras del pueblo. Lo recordaba de mi visita a Busan unos veranos atrás, pero el paseo que Jungkook me había prometido no hacía más alargarse.
Después de volver a casa de su abuela y darnos una ducha, cenamos con la señora Jeon y, tras unos cuántos esfuerzos, logramos escabullirnos de allí para estar un rato a solas. Sin embargo, Kook había tomado mi mano nada más salir, tirando de mí desde entonces sin querer decirme ni una palabra sobre nuestro paradero.
—Kookie ... —lloriqueé tras unos minutos más de incertidumbre—. ¿A dónde vamos? Ni siquiera hay luz aquí y ...
—Tranquila. No falta mucho.
Solté un suspiro, luchando por ver algo en medio de toda aquella oscuridad. Me sujeté de la muñeca de Kookie al escuchar unos ruidos a mi espalda. Su risa volvió a hacerse presente, pero no duró mucho porque las gotas comenzaron a bañarnos y una maldición escapó de sus labios. Deslicé el brazo por el suyo mientras la lluvia empezaba a empaparme la ropa y humedecerme el rostro.
La poca luz con la que nos guiábamos desapareció y todo se tornó oscuro y lóbrego por las nubes que taparon la luna llena.
Temerosa de que la fina lluvia primaveral diera paso a una tormenta, me aferré a Jeon. Él no tardó en darse cuenta de la tensión y preocupación que empezaban a dominarme, así que, de pronto, se detuvo y me tomó de la cintura.
Intenté verlo. Sabía que sus ojos azabaches bastarían para calmarme, pero la noche había caído completamente y apenas pude discernir sus hombros. Por el contrario, él tomó mis mejillas fácilmente y dio un casto beso a mis labios con él único objetivo de que esos traicioneros nervios no me rebasaran al estar en un lugar tan desprotegido.
Relamí mis comisuras, sonriendo con la timidez habitual. Las gotas de agua nos bañaban, pero él se permitió perder unos segundos solo para confirmar que yo podía continuar.
—Iremos rápido, ¿vale? —me aseguró con apremio—. ¿Te encuentras bien?
—Sí, no es algo nuevo.
—De acuerdo. Solo un minuto y no habrá más lluvia, preciosa —prometió.
Deslizó nuestros dedos para que estos se acomodasen a su gusto y nuestras manos se entrelazaron, no sin antes besar mi cabello mojado. Respiré hondo y lo seguí en cuánto reanudó el camino.
Jungkook conocía el trayecto de memoria, me quedó claro. Había decisión y confianza en su forma de andar y de llevarme, así que me aseguré de que el miedo no lograra poseerme. Si él no estaba preocupado por nada, yo tampoco tenía por qué estarlo.
En algún momento, algo puntiagudo rozó mi piel, aunque ni siquiera fue algo memorable, por lo que continué aferrándome a la mano de Kook y caminando a ciegas. Solo quería llegar al lugar al que nos dirigíamos de una buena vez y dejar que esa opresión en mi caja torácica desapareciera.
No nos llevó más de lo que él dijo. Choqué con Jungkook unos segundos más tarde, topando con su ancha espalda y apoyando la frente en ella, aspirando con vehemencia para evitar perder la estabilidad que seguía conservando.
Mi amigo abrió una puerta que chirrió a modo de saludo y que nos condujo al interior de una estancia seca y resguardada de la lluvia. Entré junto a él, llena de un alivio difícil de explicar, y sentí a Kook alejarse. Cerró tras nosotros rápidamente, resoplando por la situación en la que nos encontrábamos; empapados y posiblemente alejados de toda civilización.
—Dame un segundo y tendremos luz. Seguro que hay por aquí uno de esos candiles que dejaba mi hermano siempre ... —la pantalla de su móvil se iluminó y él pulsó un par de veces hasta que la opción de la linterna lanzó un chorro de luz blanca al suelo de madera. Jungkook enfocó a mis pies y caminó hasta donde yo estaba. Seguía sin poder verlo, pero sentí su mano en mi cintura—. ¿Estás bien, Maya?
—Tranquilo, no ... No me pasa nada —tomé su antebrazo y lo acaricié, mostrándole que así era—. ¿Dónde estamos? Has nombrado a tu hermano, ¿es la ...?
—Exacto —me acercó a su pecho y allí terminé; apoyada contra él, absorbiendo la calidad que emanaba. Dejé ambas manos en sus caderas, respirando hondo una vez deposité la mejilla sobre la suya y Kook la acarició contra la suya con lentitud—. ¿Recuerdas aquella cabaña de la que él hablaba siempre? Era su refugio cuando peleaba con mamá por cualquier cosa y la casa se le echaba encima —besó suavemente mi mejilla—. Bien, pues aquí estamos. Solos toda la bendita noche.
—Pero empapados, por si no te habías dado cuenta —dije tras palpar su ropa mojada.
—Eso tiene arreglo, preciosa. Buscaré el farol, ¿vale?
Nos separamos en silencio después de que yo asintiera.
Kookie empezó a trastear por todos lados sin dejar de hablar ni un momento para que yo supiera dónde estaba. Me pareció un gesto adorable por su parte porque, en realidad, la linterna de su teléfono me indicaba perfectamente hacia qué parte se dirigía. Sin embargo, no quise decirle nada y continué escuchando su voz durante los siguientes cinco minutos junto a una sonrisa que logró anestesiar mis labios.
—Por fin, aquí está el chisme ... —un par de ruidos se escucharon mientras él revolvía algún cajón—. Solo faltan las cerillas y ...
El móvil acabó en el suelo, alumbrándolo en parte, aunque apenas fue necesario porque el candil del que hablaba se encendió, iluminando casi todo el ala oeste de la cabaña. Con algo de luz parecía más grande de lo que había creído, pero tampoco me detuve mucho a mirar las dimensiones del lugar, sino que seguí con la mirada a Jungkook, que dejó en un pequeño gancho de la pared el quinqué, dando un poco más de visibilidad en la penumbra.
Suspiró, habiendo cumplido con lo que me había prometido, y se giró hacia mí. Discerní una hermosa sonrisa danzando en sus comisuras, pero no estuve segura de ella hasta que Jeon quedó a unos palmos de mí.
—Creo que mi hermano guardaba mantas en alguna parte, a lo mejor hay toallas también ... —fue diciendo, apartando mechones que goteaban por mi rostro, aunque de repente se detuvo y su semblante cambió a uno de puro horror. Me sujetó, cuidadoso, del brazo derecho, y pese a que no sabía qué hacía, no me alerté en lo más mínimo—. Maya, ¿Estás sangrando? Mierda, es ... Es sangre, enana ... ¿Cuándo te lo has hecho? ¿Te duele?
Solo entonces bajé la mirada hasta el punto que él me señalaba, topándome, efectivamente, con un corte superficial de menos de diez centímetros pintando de rojo mi piel en dirección horizontal. Unas pocas gotas de color carmín caían por mi brazo, mezclándose con el agua que me bañaba de pies y cabeza, aunque no era nada profundo. Nada verdaderamente preocupante.
—Supongo que habrá sido alguna rama antes ... Da igual, ni siquiera me había dado cuenta de que ...
—He visto unas vendas antes. Ven —me cogió de la mano.
Yo quise decirle que no era para tanto, que unas vendas serían una exageración, sin embargo, caí de culo en un colchón del que no había dado cuenta. Era una cama, cómoda y amplia. Me di cuenta de que la mojaría si no me levantaba, pero escapar de Kook no era fácil, por lo que, cuando vio mis intenciones, ejerció presión en mis hombros para impedírmelo.
—Jungkook ... No es como si me fuera a desangrar. Solo es un corte de nada —le repliqué, consiguiendo una negativa por su parte.
—Pero está abierto y no pienso dejar que se te infecte o algo peor. Te lo curaré, así que estáte ahí quieta —me señaló, a lo que rodé los ojos.
—Casi había olvidado lo cabezota que puedes llegar a ser ... —dije entre dientes.
—He aprendido de la mejor —me guiñó el ojo y se dio la vuelta para encontrar esas vendas de las que hablaba.
Al cabo de un par de minutos, Jungkook regresó con las manos cargadas de vendas y diferentes ungüentos. Yo empecé a reír por su preocupación infundada, pero él se sentó a mi lado realmente serio y concentrado en desliar los vendajes con la escasa luz del cuarto. Me tomó del brazo como si este se fuera a caer a pedazos y limpió el alrededor del corte. No dolía, era como si no existiera, y aún así, Kook se esmeró en curarla.
Su ceño fruncido cada vez que deslizaba el pedacito de algodón por la sangre y sus ojos entrecerrados para asegurar con toda exactitud la profundidad de la herida me obnubilaron por completo. Él estaba empapado; su flequillo despeinado y húmedo se le pegaba a la frente y mordisqueaba continuamente su labio inferior debido a la concentración. Una pequeña gota cayó desde una de sus hebras azabaches, deslizándose de una forma un tanto sutil por el puente de su nariz hasta acabar topando con su mullida comisura. Yo llevé mi otra mano para quitarla con el pulgar y Kookie sonrió sin despegar la mirada de su cometido. Dio un rápido beso a mis dedos y dijo algo, pero me encontraba tan perdida que no entendí nada.
Un constante hormigueo fue creándose en mis dígitos, queriendo tocar a Jungkook y secarlo con mis propias manos. Había algo que me exigía acariciar su pelo húmedo o besar el agua que seguía cayendo por su quijada.
—Acabado. Ya está, Maya —dijo de pronto. Se inclinó para besar la venda que rodeaba mi piel y acabar desviando sus pupilas hacia mí—. ¿Te molesta? Creo que está bien sujeta, aunque ...
—Jungkook —fue algo así como un susurro, pero él lo escuchó. Tras humedecer mis labios y luchar por reprimir el inminente sonrojo, continué—, vas ... Vamos a pillar una pulmonía.
Unos dulces hoyuelos hicieron acto de presencia bajo sus pómulos cuando aquella hermosa sonrisa presidió su gesto.
—No exageres, cariño. Solo tengo que buscar unas toallas y no ...
—Quiero quitarme la ropa.
—Lo sé, en cuanto encuentre algo seco ...
—No, no, ... No lo entiendes. Yo ... Quiero quitarme la ropa.
Kookie arrugó la nariz, desconcertado porque había dicho exactamente lo mismo una segunda vez. Ni siquiera sabía qué estaba diciendo ni lo que pretendía hacer una vez él lo entendiera, solo ... Jeon Jungkook sacaba esa parte de mí que ninguna otra persona había conocido nunca; ese aspecto oculto y vergonzoso tan característico de aquellos que se enamoran. Admirarlo mientras cuidaba de mí fue lo que encendió la mecha de una bomba que llevaba una cuenta atrás desde hacía meses, desde la primera noche que nos sinceramos mutuamente. Aquella madrugada en la que él apareció molido a golpes y yo me encargué de sus heridas, tal y como acababa de hacer él con ese pequeño corte. Ese detonador había estallado sin que yo me diera verdadera cuenta y ... Y no quería esconderlo.
—Ya lo has dicho, Maya, no entiendo ...
En un acto para intentar hallar algo de valentía, agarré sus dedos. Me ahogaba en mis propios deseos y necesitaba sacarlos de una maldita vez antes de hundirme con ellos.
—Quiero ... Quiero que me veas —no tenía aliento—. Sin ropa, Jungkook.
Hubo unos segundos de silencio en los que solo se escuchó el choque de la lluvia con algún cristal que todavía no había visto. Fueron instantes tan cruciales para mí que me negué a respirar, pendiente de cualquier movimiento de Jeon. Él parecía haberse quedado petrificado, estático ante las palabras que había dicho.
Yo era la única que conocía lo que aquello significaba; quedarme sin protección frente a sus ojos era terrorífico, pero también algo que quería hacer, que terminaríamos haciendo. Mis manos empezaron a convulsionar, por lo que presioné su palma entre las mías, emocionada y asustada por una respuesta que marcaría un nuevo objetivo en nuestra relación.
De la nada, él se libró de mi sujeción, aterrándome. Sus manos mojadas se colocaron en mis mejillas, alzando mi rostro con tranquilidad.
En el momento en que topé con sus iris, fui consciente de lo que él diría.
Suspiré entre leves temblores sin sentido; sus labios chocaron con los míos en un acto de seguridad que me incitó a llorar de puro alivio. Cuando sus blandas comisuras se alejaron de mi boca, escuché atentamente su pausada y pesada respiración, alterada por la situación.
—Jung Maya, nunca te pediría algo así ... No lo hagas si crees que es la forma correcta de ir más lejos en lo que sea que tenemos porque ... —volvió a tomarme en un beso que me dejó en blanco; demasiado comprensivo, demasiado acorde con las sensaciones que nos recorrían a ambos—. No voy a permitir que te obligues a avanzar. Estamos bien. Estamos genial y no hay necesidad de seguir, ¿entiendes? Podemos hacer un descanso entre tantos impulsos. Esta semana es nuestra parada, enana ...
Cualquiera que nos viera diría que estaba loca si quería hacer algo así. Sería lo lógico, ¿no? No éramos pareja, no teníamos nada serio por el momento, ... ¿Qué podía llevarme a tomar una decisión impulsiva como aquella?
Sencillo; Jeon Jungkook no era un desconocido para mi pobre corazón.
Ese chico había estado para mí, había vuelto a mí, había logrado que mi orgullo importase poco si él estaba por medio, ... Jungkook debía ver cada parte de mí, al igual que yo de él, y quería que fuera entonces. Nos conocíamos desde hacía años y ... Jungkook había extraído de mí hasta la última pizca de la esencia a la que me debía.
Jeon Jungkook me había hecho caer completamente en sus redes y yo quería atarme a ellas por toda la eternidad.
—Jungkook, es importante para mí hacer esto —cerró los ojos, conteniéndose, como siempre.
—Maya, yo te acepto. ¿Crees que me importa lo que tengas debajo de la ropa? No necesitas ser delgada. No necesitas ninguna de esas mierdas superficiales para gustarme, preciosa ... Nada de eso condicionará nunca lo que siento por ti ni ...
—Es más que eso, Kookie. Lo sabes —él chasqueó la lengua, deduciendo a lo que me refería.
—Dios ... ¿Y tú me llamas a mí cabezota? —reí ante su comentario, tomando en mis manos sus mofletes al igual que él había hecho conmigo para besarlo. Aceptó el beso y lo acogió con todo el amor que supo mostrarme—. Bien, entonces debes escuchar mis condiciones.
—Te escucho, Jungkookie.
—Lo primero de todo; nada de lamentaciones. Eres lo más hermoso que he visto en toda mi vida, Maya, y como escuche un solo desprecio sobre tu cuerpo, no ...
—Lo prometo —relajó el gesto al escuchar aquello, apoyando su frente en la mía—. Ni una sola queja.
—Bien —sus dedos fueron acariciando mis pómulos, calmándome mágicamente—. Lo segundo es que la ropa interior se queda; no creo que ninguno de los dos quiera ir tan lejos, ¿verdad?
—Me parece correcto, señor Jeon.
La seriedad que le estaba dando al asunto me hacía reír, aunque entendía sus reglas para lo que fuera a pasar esa noche.
—Vale, y por último ... —la media sonrisa que me regaló fue un claro augurio que no supe descifrar—. Yo me desvisto primero, cariño.
Con los ojos como platos, lo miré y él soltó carcajadas que bañaron un último beso cargado de una atracción que me dejó sin habla. Se puso en pie, divertido por la rojez que adornaba mi piel por su aclaración y se colocó frente a mí.
Los nervios me dominaron como hacía tiempo no lo hacían. Una cosa era desnudarme frente a él y otra era verlo sin ropa y deslumbrarme con aquel cuerpo escultural que me haría babear como una tonta. Oh, mierda ...
—Y-Yo ... No ... —fue un torpe balbuceo, pero estaba temblando de pies a cabeza.
—¿Acaso pensabas que no íbamos a quedar en igualdad de condiciones, Maya? —preguntó con sorna mi mejor amigo. Su labio estaba siendo aprisionado por sus dientes, provocando un evidente revuelo en mi persona, y cruzado de brazos, todo lo hacía ver mucho más imponente que de costumbre—. Creí que me conocías, mejor amiga.
—Pero ... Eso no es ...
—Es lo más justo y lo sabes perfectamente. No estoy ciego y veo cómo te asustas siempre que me quito la camiseta. Por no hablar de los pantalones; siempre te tapas los ojos —una carcajada se escapó de sus labios y extendió la mano hacia mí, arqueando una ceja, con ganas de jugar—. Pásame tu móvil, por favor.
—¿Para qué ...?
Entonces hizo uso de su habitual forma para ganarse una afirmación por mi parte y se arrodilló ante mí. Tomó mi cintura fácilmente hasta estampar su cavidad bucal contra la mía, lamiendo suavemente mis labios antes de entrelazar su lengua con la mía. Jadeando por el poder con el que me había besado, escruté su mirada, cediendo aún sin saberlo.
Si él era sumiso a mí ... Esa era mi ruina.
Mi teléfono cayó en sus manos con movimientos automáticos y él sonrió dejando olvidado el suyo entre las sábanas blancas. Me besó a modo de agradecimiento y se alejó de mí, abandonándome con aquel adictivo pálpito en mis labios. Nunca aprendería a resistirme a él, y, ciertamente, deseaba que siguiera rogando de aquella manera.
—Eres un embaucador —le recriminé, sonrojada hasta la médula.
—Gracias por el halago, pero ahora ... —toqueteó la pantalla un par de veces y terminó devolviéndome el móvil mientras unos acordes lejanos sonaban por el altavoz y él retrocedía hasta tapar parte del quinqué—. Disfruta del striptess privado.
No tuve ni un instante para recriminarle lo que iba a hacer porque me odié como nunca.
Escuchar las primeras notas de You Can Leave Your Hat On fue tan apabullante y a la vez obvio para la perversa mente de Jungkook que quise sorprenderme, pero fui incapaz. Debí haberlo imaginado.
—Dios mío, Jeon ... —quise explotar de la vergüenza y reír por no haber recordado las preferencias de ese chico.
Su melódica risa acompañó el ambiente colapsado por aquella voz desgarradora que invitaba, sin ninguna barrera, a que te quitaras todo lo que llevaras encima.
—Vamos, Maya ... Me alegro tanto de que sigas escuchando buena música y de que guardes esa canción en particular ...
—Jungkook, no voy a ... —desbloqueé la pantalla del dispositivo, pero no llegué mucho más lejos.
—Ni hablar, preciosa —se quitó la bota, cortándome de raíz toda protesta—. Sube el volumen si no quieres que te desvista al ritmo de Chris Brown. Y te aseguro que no tendré piedad contigo.
Mis labios se sellaron con rapidez y mis dedos pulsaron el botón para que la música sonara por encima de las gotas repiqueteando en el cristal. Jungkook me lanzó una mirada, complacido de principio a fin por haber logrado lo que quería, y siguió desatando su otra bota. La tiró a alguna parte de la cabaña y mi flujo de aire fue muriendo al ver cómo sus caderas se movían lentamente al son de la canción.
Él iba tarareándola tan armoniosamente que mi pecho dolía, se quejaba por lo acertados que eran sus sibilinos gestos. Todo en él era arte y perfección, así que no me impresionó en absoluto verlo tomar su sudadera negra y sacarla con una calma de lo más peligrosa.
Yo quería aparentar una tranquilidad que no tenía y él sabía de mi estado. Me llevaba constantemente al límite y, el muy pervertido, quería lanzarme por el acantilado sin darme un mísero segundo con el que asimilar que estaba desnudándose para mí.
En más de una ocasión, intenté desviar la mirada, cosa a la que Jungkook se negaba en rotundo. Caminaba hasta mí, todo empapado y húmedo para dar castos besos en mis gelatinosos labios, manipulándome dulcemente.
A un par de pasos, arrojó su sudadera a la cama, mostrándome lo bien que marcaba la tela empapada de la camiseta sus abdominales. Cuando me pasó la prenda arrugada y su torso quedó a la vista, juro que quise arrancarme los ojos. Apreté la mandíbula con la simple intención de no suspirar y mostrar lo malditamente débil que era. Todo su pecho, cubierto del agua que se había filtrado a través de la ropa, gritaba por ser palpado y mis manos picaban, sudaban y exigían delinear hasta el último músculo y curvatura que encontrara en su proporcionada complexión. Y Jungkook me observaba con tal vigor que habría sido más fácil huir de allí que soportar la pasión incrustada en sus orbes. Me acribillaba con solo un vistazo y yo sufría en silencio, planteándome hasta qué punto lo aguantaría.
Sus manos se retorcieron en torno a la hebilla del cinturón, desatándolo y dejándolo chocar contra el suelo.
El siguiente paso fue desabrochar el cierre de sus vaqueros. Se ajustaban realmente bien a sus piernas y estuve a punto de pedirle que no se los quitara, pero ver el elástico negro de sus bóxers me secó la boca. Tragué convulsivamente, tan acalorada que ni siquiera la humedad de mi blusa bastó para canalizar la llamarada humana en la que me había transformado.
Ancló sus dedos en el borde de los pantalones. Tiró de ellos con la estrofa que daba por finalizada la canción y los pateó a algún punto de la estancia. Solo quedaba sobre él la fina tela de unos bóxers que definían sin impedimento lo que escondía bajo la misma. Yo pretendí no fijarme en ello, pero el calor se acumuló en mi rostro y la luz del farolillo permitió a Kookie ver la encrucijada en la que me hallaba.
Un callejón sin salida.
El suave cosquilleo de sus yemas en mi barbilla hizo que alzara la vista y tropezara con su débil y macabra sonrisa. Estaba muy cerca, tanto que si alargaba la mano podía encontrar una respuesta a la pregunta de cómo se sentiría tocarlo con aquella frenética vibra recorriendo cada centímetro de mi piel. Y diablos si quería. Quería rozar su bien definido vientre y sentir su estómago contraerse.
—Tu turno —murmuró.
Amoldó nuestra bocas por unos largos segundos y sonrió, alentador.
Cambiamos de posiciones. Sin música esta vez.
Él se sentó en el mismo lugar que yo había ocupado los últimos cinco minutos y me examinó con curiosidad, esperando a mi primer paso. Sin embargo, después de unos segundos en los que yo no moví ni un solo músculo, aterrada por no ser lo que él esperaba, Jungkook me invitó a acercarme nuevamente.
Me hizo quedar entre sus fibrosos muslos. Acarició sutilmente mis piernas en un roce que dejó quemaduras en mi helada dermis, crispándome de arriba a abajo. Su pecho brillaba bajo mi acelerada inspección y me repetí que no era un examen. Iba a mostrarme en carne y hueso al chico que quería, no a pasar una prueba de vida o muerte, ni mucho menos. Si existía alguien sobre la faz e la tierra que no me juzgaría, ese era Kook.
—¿Quieres que te ayude? —su voz, solícita, me distendió de todo miedo.
Negué, tímida, y me dije que era él. Que con Jungkook podía ser yo misma y sentirme a salvo de críticas e insultos. Que él no pondría un número a mi figura ni estimaría un valor con el que colocarme en la balanza a la que me veía sometida a diario en la preparatoria.
Fui desabotonando los primeros botones de mi blusa floreada y Kookie me sonrió, con el orgullo reinando en sus ojos negros.
Apenas iba por el tercer botón de la camisa cuando el borde de mi sujetador blanco se hizo visible. Él me miraba como si estuviera descubriendo una obra de arte y eso era incomparable. La seguridad que me brindó con unas pocas caricias y un par de palabras de aliento no tenía precio para mi autoestima.
Una llamada entrante rompió el tenso silencio que había entre nosotros. Jungkook la ignoró, pero yo no llegué a pasar por el cuarto ojal y fruncí el ceño. Finalmente, él pasó la lengua por sus labios, pensando si debía responder a quien fuera que estuviera interrumpiéndonos. Con una mueca de desagrado, puso los ojos en blanco y tanteó por las sábanas hasta atrapar su móvil.
—Un minuto y cortaré. Da igual quién sea —dijo, posicionándose.
—Descuelga —lo animé.
Y eso hizo. Deslizó su pulgar por la pantalla y se acercó el aparato al oído sin dejar de mirarme.
—¿Sí? —sus hombros temblaron un poco al retener una risa—. Ah, abuela, estamos bien —yo me relajé al entender que nos llamaba para confirmar nuestro bienestar. Merecía saberlo, puesto que no le habíamos dicho que pasaríamos la noche fuera y no era justo para ella. Se había levantado algo de viento fuera y debía estar inquieta—. Tranquila, hemos venido a la cabaña de hyung. Supongo que nos quedaremos aquí hasta por la mañana. No parece que vaya a parar en un buen rato —la diversión estaba escrita en su semblante mientras bajaba y subía su dedo índice por mi muslo descubierto—. Abuela, ya te lo dije; somos amigos y no tocaré ni un pelo a Maya. No te preocupes por eso —succioné mis labios, asimilando la enorme mentira que había soltado a la pobre abuela Jeon—. Volveremos a primera hora, sanos y salvos ... Ajá ... Yo también te quiero, abuela. Que descanses.
Tras un toque en la cruz roja, la conversación terminó y toda su atención volvió a centrarse en mí. Olvidó aquella llamada y yo sonreí ante sus evasivas al improvisado interrogatorio de su abuela.
—Lo de tocarme ya lo has incumplido, Jungkookie —evidencié lo evidente.
Él tomó entre sus dedos el siguiente botón de mi blusa, sonriendo con picardía.
—Cierto —lo desabotonó en un segundo, enviando corrientes cargadas de adrenalina a todos mis poros—. Debí terminar la frase y decir: no tocaré ni un pelo a Maya ... A menos que ella quiera, abuela.
—Demasiada soberbia, Jungkook-ssi ... —Jeon esbozó una sonrisa, lasciva y presuntuosa, mientras entreabría disimuladamente mi escote. Había algo más de confianza en mi forma de hablar y eso le gustaba tanto como a mí—. ¿Qué vamos a hacer con tu falta de modestia?
—Mmmmm ... —mordió su labio, concentrado en desabrochar el resto de mi camisa—. De momento, dejar que te quite esta bonita camisa sería suficiente, cariño.
Cediendo a sus deseos, dejé ambas manos a los lados de mi cuerpo. Sus dedos iban descendiendo por la fina y chorreante tela con determinación. Abierto mi blusón, Kookie se tomó la libertad de apartar la prenda y deslizar sus cálidas palmas por mis hombros, escurriendo por mis brazos la camisa, que acabó en el suelo. Mi ropa interior quedó a la vista de sus devoradoras pupilas.
Había inseguridad en mí. Siendo la primera vez que me desnudaba frente a alguien, era consciente de mi vello erizado o de la expectación que causaba su forma de mirarme.
Él rozó la copa de mi sujetador con precaución y fue delineando todo mi vientre. Era raro y a la vez gratificante sentir su tacto en zonas nuevas.
Yo aguanté el aire ante su íntima caricia hasta que sus resplandecientes ojitos pararon el recorrido y parecieron ver aquello que tanto había ocultado. Un ligero puchero se adueñó de sus abultadas comisuras y yo abarqué su mejilla con mi mano, reconfortándolo todo lo que fui capaz.
Un pesado suspiro huyó de sus labios, me apretujó contra él. Mis rodillas tocaron entonces la tela rugosa de sus bóxers, pero yo le permití apoyarse en mi barriga. Silenciosa, comencé a peinar las hebras de su cabello húmedo, pero Kookie plantó sus labios en los lugares indicados y yo contraje el vientre, sobrepasada por estar sintiendo su cariño en aquellas heridas.
—Lo mataré con mis propias manos —habló contra mi tensa piel, dando cortos besos a los arañazos que ya estaban casi cicatrizados—. Acabaré con él ... Te prometo que lo destrozaré hasta que pida perdón por esto ... Por todo, Maya.
Llené mis pulmones de aire y revolví su pelo. No quería más peleas. No quería que saliera lastimado nunca más aún teniendo una sed de vergüenza tan clara por Minho.
—Jungkook —continuó esparciendo livianos besos en las costras que una semana atrás se abrieron y dejaron correr una sangre que ni siquiera aquella ducha al regresar a casa terminó de cortar—, no te rebajes a su nivel. Él solo sabe atacar y dañar; tú eres todo lo contrario.
—Por eso no querías quitarte la camiseta esta mañana en la playa, ¿verdad? Para que nadie viera lo que ese animal ... —dedujo por su cuenta, gruñendo de pura impotencia—. Mierda ... Lo siento, Maya. Lo siento tanto ...
Las lágrimas pedían a gritos caer a mares por mis mejillas, pero yo no les di paso y tragué saliva, negándome a llorar por ese energúmeno. Recordaba como si fuera ayer las uñas de Minho hundiéndose en mi carne, rasgándome por fuera y por dentro; en la barriga, en las muñecas, en los muslos, ... Y solo deseaba que Jungkook las siguiera besando para que sanaran cuánto antes y pudiera enterrar de una buena vez esas escenas en lo más hondo de mi memoria.
Tras unos minutos en los que el único sonido eran los chasquidos de sus labios entrando en contacto con mi piel, sentí pequeños tirones en mi pantalón corto. Después de bajar la cremallera y desabrocharlo, lo deslizó por mis piernas. Me ayudó a sacarme las zapatillas, callado e imperturbable tras haber contando las marcas que Minho había dejado de recuerdo en mi cuerpo por una temporada.
Sin alzar la mirada, palpó mis piernas desnudas, pero hasta que yo no cogí su mano y la coloqué en mi muslo interno, él no maldijo en voz baja.
—Kookie ...
—Voy a curarte, Maya —me encontré con sus oscuros orbes por primera vez en largos y tirantes minutos. Él me regaló una mueca y yo me obligué a no soltar las lágrimas que se habían reunido en mis ojos—. Confía en mí. Lo arreglaremos.
•••••
😏😏😏
La siguiente parte estará esta tarde para celebrar que ya he terminado bachillerato y la CONDENADA EBAU
POR FIN SEÑOR YESUNGSITO NO ME LO CREO 😭😭💪🏻💪🏻👏🏻👏🏻
Y Jk, sé que vienes a por mi alma, pero contrólate un poquitín ...
Jungkook pls •_•
Que alguien le diga de mi parte que es LO MÁS HERMOSO DE ESTE MUNDO
GRACIAS 😌
Nos leemos esta tarde 👋🏻👋🏻💙💙💙
17/6/18
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