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[6.2] "¿Abstinencia?"

Maya

La primera mañana de mi estadía en Busan, desperté sin Jungkook a mi lado, tal y como él predijo el día anterior. Su abuela se había encargado de disponer una habitación de la casa para cada uno, como es natural. La anciana se quedaba hasta tarde leyendo en la sala de estar, y esta, casualmente, daba justo hacia el pasillo de los dormitorios. Por lo que, si Jungkook o yo salíamos de nuestros respectivos cuartos, ella se daría cuenta al instante.

Fue muy extraño abrir los ojos y tener la amplia cama vacía. El colchón pareció demasiado grande para mí y deseé que Kook hubiera estado conmigo. Ya me había acostumbrado a sus caricias antes de dormir o a sus brazos rodeándome. Me faltaba algo. Me faltaba él.

Cuando salí de mi habitación no eran más de las nueve de la mañana. Como alguien que fuera a robar o cometer algún delito, observé a ambos lados del pasillo para asegurarme de que la abuela Jeon no andaba por allí.

El sonido de platos y de algunos cacharros me avisó de que debía encontrarse preparando el desayuno y, por el olor a tostadas recién hechas, deduje que no tenía mucho tiempo hasta que la mujer se acercara a nuestros cuartos para llamarnos.

Con la única idea de ver a Kookie antes de volver a ser mejores amigos, me acerqué a la puerta de su habitación y toqué con los nudillos suavemente para que nadie más que él pudiera oírlos. Pasaron unos segundos y nadie respondió, así que, desilusionada por no tener esos minutos de intimidad con él, me giré dispuesta a ir hacia la cocina. Probablemente, él se encontraba ya allí y ...

La puerta se abrió con rapidez y Jungkook tomó mi brazo sin previo aviso, alertándome por la urgencia con la que me sujetó. Sin malgastar ni un segundo, tiró de mí sin esperar a que yo respondiera y me metió en su cuarto con un solo movimiento.

Cerró sin hacer el más mínimo ruido y el click del pestillo sonó en la estancia, robándome el aliento.

Me dejó sobre la superficie de madera mientras los latidos me resonaban por todo el cuerpo. Él estaba frente a mí, con el pelo revuelto y los ojitos negros brillando de pura felicidad. No tardé en entender que acababa de darse una ducha, pues algunas de sus hebras lucían húmedas y mojadas.

Lo escuché respirar hondo y por mi cabeza se pasó la idea de darle los buenos días, sin embargo, la impaciencia con la que me tomó de la cintura y se apoderó de mis labios hizo que desechara todo aquello.

Mi espalda golpeó sin miramientos la puerta, haciendo un ruido que no podíamos permitirnos, pero que no importó una vez estuvimos juntos. Al acariciar su nuca, me di cuenta de la desesperación con la que me besaba. Por la forma en que lo hizo, no me cupo duda de que él había pasado también un mal rato al no poder actuar como solíamos.

Sus labios corrieron sobre los míos, ansiosos por recibir su saludo después de tantas horas alejados, cosa que me hizo gracia. La verdad era que Jungkook y yo ya pasábamos jornadas enteras sin vernos. Él en el estudio y yo en casa o en la preparatoria y no nos volvíamos a ver hasta la noche, pero aquello era distinto. Nos controlábamos porque estábamos separados, lejos el uno del otro, pero, teniéndonos tan condenadamente cerca y bajo el mismo techo, se hacía doloroso no ser los de siempre.

Me costó comprender el por qué de su efusividad al acercarme a él y dejar que nuestras complexiones se acoplaran con la perfección habitual, pero era un sentimiento tan instintivo y necesitado por parte de ambos que no quise darle más vueltas y me deshice bajo sus besos.

Simplemente, me sujeté a él, atrayéndolo todo lo que pude, y dejé que se encargara de besarme. Fue intenso y sentí un leve mareo al quedar contra la puerta y no tener aire con el que sustentarme, pero tenerlo para mí era lo suficientemente importante como para que todo eso quedara en un segundo plano.

Apartarnos creo que nunca resultó tan complicado. Kook me dio unos segundos para recuperar el aliento y volvió a plantar sus dúctiles comisuras en mi boca, ofreciéndome en esa ocasión una caricia dulce, mil veces más calmada que la primera.

Sedienta y enferma por aquella experiencia tan vertiginosa, tuve que apoyar ambas manos en su pecho para sostenerme y no perder el sentido. El delicioso chasquido auguró la ruptura de nuestras bocas y llevó a Jungkook a poyarse en mi frente. Se relamió los abultados labios y, palpando mis caderas, se atrevió a hablar después de un saludo tan urgente.

—¿Cómo puede haber sido tan malo estar doce horas sin besarte? —una sonrisa se formó en mis comisuras, causando que otra se plantara en las de Jungkook—. Te he echado de menos, enana. No imaginas cuánto.

—Y yo a ti, Kookie —me abracé a su torso, dejando que él se sirviera por sí mismo y probara una tercera vez mis labios en un tierno contacto que me hizo temblar por completo—. ¿Has dormido bien?

—No podía dormir sabiendo que estabas a unos metros, bebé —negó, confirmándome lo que ya sabía—. En realidad ... No sé si ha sido una buena idea venir.

—No digas tonterías, Jeon —rocé su mejilla con mis dedos—. Son unas vacaciones para los dos, ¿no te acuerdas?

—Lo sé, preciosa, pero para mí no es un verdadero descanso si no te tengo a mi lado todo el tiempo.

—Bien. Entonces, no me separaré de ti nunca —concluí, dando una solución de lo más sencilla.

Él se carcajeó en voz baja y empezó a dar diminutos besos a mis mejillas, arrancándome risas incontrolables. Sus cosquillas eran tan adorables que me retorcía sin poder evitarlo.

—No voy a dejarte ni un solo segundo —susurró después de llenar mi cara con sus besos—. Al fin y al cabo, eres mi mejor amiga ... Y me muero por pasar tiempo contigo.

Su tono era peligroso, fui consciente por el juguetón brillo de su mirada.

—Los mejores amigos no se besan, Kookie. Debemos tener cuidado con tu abuela —dije, frunciendo el ceño.

—Lo tendremos, mejor amiga —me lanzó un guiño antes de intentar besarme otra vez.

—¡¿Chicos?! ¿Donde os habéis metido? ¡El desayuno está listo! —se escucharon las voces de la abuela Jeon con estridencia.

El gesto de Jungkook se contrarió, resoplando por haber agotado los minutos que teníamos en privado. Abultó su labio inferior, haciéndome sonreír al momento. Queríamos apurar hasta el límite, así que repasó con su pulgar mi cadera y me pegó a él tras reclinarse también sobre la puerta.

Su aliento chocaba contra mis labios entreabiertos, listos para acoger todos los besos que pudiésemos regalarnos antes de marchar con su abuela.

—Dios, esto va a ser más complicado de lo que esperaba —masculló, permitiendo que yo delineara su mandíbula.

—No lo creo —sus ojos se cruzaron con los míos—. No será tanto rato, Jungkookie.

Él se quejó como un niño pequeño hasta que sintió mis silenciosos ruegos al tirar de su camiseta y esbozó una sonrisa. Atrapé sus labios una última vez, consciente de que tardaríamos en encontrar otro momento así, y lo permití agarrarme con el mismo apremio. Su lengua, imitando la acción que me había hecho perder la cabeza el día anterior, repasó lentamente mi comisura, dando un adiós a aquellos besos que a ninguno contentó y quedándose con mi esencia.

Al alejarse, yo lo tomé de la mano. Tiró del pomo de la puerta tras quitar el seguro y unió nuestros dedos, regalándome una mirada llena de cariño.

Su abuela estaba tarareando una canción y colocando platos sobre una mesa circular que había dispuesto para que los tres nos sentáramos. Fue un bonito detalle por su parte.

—Por fin aparecéis, vosotros dos —nos dijo mientras tomábamos asiento juntos—. Buenos días. ¿Cómo habéis descansado?

—Muy bien, abuela —dijo Jungkook, pasándome un untador, gesto que yo agradecí con una sonrisa—. Buenos días a ti también.

Se acercó a la mujer y besó su mejilla. ¿Cómo podían alterarme gestos tan simples como ese? Jungkook tenía un corazón de oro y todavía se me hacía algo difícil recordar que me pertenecía.

—Buenos días. Yo también he descansado muy bien, señora Jeon.

—Maya, puedes llamarme abuela, cariño —me dijo ella con una amable sonrisa.

Yo asentí, algo sonrojada y escuché la melodiosa risa de Kookie. Mis buenos modales a veces resultaban graciosos, lo sabía.

Esperé a que Kook volviera a mi lado y a que su abuela tomase asiento frente a nosotros para empezar a comer.

Los tres compartimos un desayuno de lo más tranquilo. Ella nos habló de que la madre de Kookie había preguntado por él en cuánto supo que se encontraba en Busan, pero por el semblante de mi amigo, supe que no devolvería la llamada aunque le hubiera dicho a su abuela que lo haría sin perder tiempo. Por lo demás, no ocurrió nada en especial.

Al terminar, la abuela Jeon nos observó con una ceja arqueada, lo que logró tensarme.

—¿Qué pensáis hacer hoy? Hace un bonito día para salir.

—Sí —le dio la razón Kookie—. Lo cierto es que yo había pensado ir a la playa —sentí sus ojos, así que lo miré a la par que su mano tomaba la mía bajo la mesa. Yo las entrelacé y una ansiosa sonrisa se adueñó de mi rostro—. ¿Qué opinas, enana?

—Me parece buena idea.

Jungkook sonrió con la mirada y apretó más el agarre de nuestros dedos. Sus ganas de pasar tiempo a solas eran demasiado evidentes y yo comenzaba a desearlo cada vez con más ímpetu.

—Por supuesto, ¡es una gran idea, ratoncito! Buscaré toallas y prepararé algo para comer. ¿Me ayudáis?

Los dos mirábamos a la anciana, ojipláticos e incrédulos.

—Abuela, tú ... ¿Vienes con nosotros? —su voz dejó claro que aquello no entraba en sus planes ni de lejos.

La mujer frunció el ceño, algo divertida, y nos sonrió.

—¡Claro que sí! Quiero pasar tiempo con mi nieto y estoy deseando que mis amigas te vean. ¡Has crecido tanto que no se creerán que eres el pequeño Jungkook! Tengo que darles envidia con un nieto tan guapo, ¿no crees? ¡Sería un verdadero desperdicio tenerte aquí y no alardear!

Empezó a enumerar todo lo que necesitaríamos para aquella excursión a la playa, más entusiasmada de lo que Kookie y yo estábamos ... En un principio, claro. Si su abuela nos acompañaba, no tendríamos la privacidad que tanto buscábamos y eso desinfló la emoción que se había apoderado de mi pecho como si fuera un globo de helio pinchado.

Cuando miré a Jungkook, aprovechando que su abuela se había dirigido a la cocina para sacar todo lo que nos haría falta aquel día, vi el pequeño puchero en sus carnosos labios y una carcajada escapó de mí involuntariamente. Mis dedos corrieron a acariciar su mentón, intentando levantarle el ánimo aunque ambos supiéramos que sería una tarea difícil. Me enfrentó, apenado y con cara lastimera.

—Vamos, Kookie. No es tan malo —susurré para que su abuela no nos escuchara.

—Sí que lo es, Maya —se giró para quedar más cerca de mí—. Quiero estar con mi abuela también, pero pensé que hoy podríamos ...

—Necesito ayuda con la comida, chicos —vociferó la mujer, cantarina e ilusionada.

Kookie bufó, abatido, y yo, apiadándome de sus rotas esperanzas sobre quedar a solas, me incliné hacia él y besé su mejilla por largos segundos. Él acomodó su mano en mi cintura y me impidió alejarme de su cuerpo, alargando todo lo posible aquel momento de proximidad.

Sin separar los labios de su piel, esbocé una gran sonrisa.

—No te enfades. Ella solo quiere disfrutar de su nieto —Kookie me dio la razón—. Esta noche podemos salir los dos, ¿vale?

—Queda mucho tiempo para eso, bebé.

Su cálida mano en mi pierna me hizo estremecer, sobre todo cuando él ladeó la cabeza y depositó un rápido beso en mi cuello.

—Puedes esperar, Jungkookie. No seas impaciente.

—Pero yo solo quiero estar contigo, Maya ...

Empecé a reír a la misma vez que él por lo infantil que sonó, con el sonido de fondo de cubiertos y un grifo abierto. Jungkook se adueñó de mis pensamientos en el instante en que besó el lóbulo de mi oreja y se detuvo en el lugar con una larga bocanada de aire.

—Kookie ...

—Dame un beso, Jung Maya.

—Tu abuela nos está llamando y ...

—Por favor, bebé ... Solo uno —sus lloros en mi oído fueron certeros a la hora de controlar mis acciones a su gusto, y él lo sabía—. Uno pequeño y nada más.

Su voz ronca me nublaba como nada y mis dedos soltaban pequeñas descargas eléctricas cuando acaricié su espalda. Tiré con cuidado de su camiseta para separarlo de mí y eché un vistazo para comprobar que la señora Jeon seguía concentrada. Solo cuando me armé de valor para hacer algo tan irresponsable, junté los labios de Kook con los míos. Una hermosa sonrisa en su boca bañó el beso, invitándome todavía más a alargarlo.

Entendía su angustia. Pasar el día juntos y no poder tocarnos siquiera sería complicado, más incluso que hacer creer a su abuela que no había nada entre nosotros.

Después de aquel roce breve y suave, Kookie hizo que nuestras narices chocaran.

—Te quiero para mí, ¿tan difícil va a ser?

Yo rodé los ojos, a lo que él rió en voz baja. Me robó un segundo beso mucho más breve que el anterior y se levantó de la silla, dispuesto a ayudar a su abuela.

***

El sol era deslumbrante. De no haber llevado las gafas pertinentes, estaba segura de haber acabado con una fuerte insolación.

La arena cosquilleó en mis pies cuando me deshice de las chanclas. Sin perder un segundo, me acerqué a la orilla y solté un liberador suspiro. El agua todavía estaba algo fría, logrando enviar un escalofrío por todo mi cuerpo. Ni siquiera pasábamos la segunda semana de mayo, así que era normal que su temperatura fuera aquella, pero seguía queriendo darme un baño.

—¡Maya! ¡Ven aquí, hija!

Yo me giré, permitiendo que mi cabello suelto se enredara a causa de las refrescantes ráfagas de viento que azotaban la playa y regresé al lugar en el que Kookie y su abuela terminaban de dejar todos los cachivaches. Aquella mujer se había llevado cosas para todo y eso me hacía sonreír como una tonta. La abuela Jeon quería, por encima de cualquier contratiempo, que su nieto y yo nos encontrásemos cómodos y disfrutásemos de nuestra estadía allí.

—¿Necesitas ayuda? —me acerqué a Kook, que terminaba de dejar la sombrilla bien sujeta.

Él se veía demasiado bien. Llevaba unas bermudas color crema que escondían su bañador negro y una camisa blanca a la que ya había desabotonado unos cuántos botones. El pelo le caía por los ojos, revuelto, en el instante en que alzó la barbilla y me observó, arrodillado en la arena. Yo me prometí grabar a fuego aquella versión de Kookie, despreocupada y más brillante que nunca. La belleza de ese chico me cegó entonces de forma que mi corazón alteró su ritmo, obligándome a respirar hondo.

¿Qué me estás haciendo, Jeon?

Media sonrisa adornó sus labios, pero meneó la cabeza, rechazando mi ofrecimiento sin decir una palabra. Aún así, yo me dejé caer a su lado en silencio y sujeté la sombrilla com ambas manos para que le fuera más sencillo clavarla en la arena.

—Gracias, enana —me murmuró, dejando un pequeño beso en mi hombro descubierto.

Con disimulo, miré a su abuela para asegurarme de que no viera aquellas muestras de cariño tan cercanas por nuestra parte.

Ella se había alejado unos pasos de nosotros para llamar a voces a otras mujeres que rondarían su edad. Estas comenzaron a caminar en nuestra dirección poco después.

Jungkook y yo no tardamos en ponernos en pie de nuevo. Justo entonces volvió su abuela con tres señoras más a su alrededor, enfrascadas en una conversación de la que no llegamos a oír una palabra. Una de las mujeres dio un pequeño chillido al ver a Kook allí y este rió, divertido.

Oh, puede que fuera cierto y mi mejor amigo también causara furor entre las señoras entradas en años.

—¡Jungkook! ¿Qué haces aquí?

Él abandonó mi lado y fue hasta ella para fundirse en un afectivo abrazo con la anciana. Yo esperé, escudriñando la escena con una amplia sonrisa. No tenía ni la más remota idea de que Kookie fuera tan querido, pero me alegraba tanto que el estómago me empezó a cosquillear de pura felicidad.

—Estoy de vacaciones por esta semana, señora Park —dijo tras alejarse de la tal señora Park—. He venido con una amiga a pasar unos días aquí. ¿Y usted? ¿Cómo se encuentra?

—Muy bien, hijo. Ya sabes, un poco de lumbago, pero no es nada nuevo para mí —se encogió de hombros, restándole importancia—. Me alegro de verte. La última vez que te vi fue hace un par de veranos, ¿verdad? Has crecido mucho desde esos días, ¿no es así?

—Así es —le dio la razón—. Vine con Jimin-ssi entonces.

—Lo recuerdo, lo recuerdo. ¿Cómo está él? Hace ya unos cuantos días que ese niño no me llama y empiezo a echarlo de menos.

Yo fruncí el ceño, deduciendo que la anciana con la que Kookie hablaba debía ser la abuela de Jimin. No lo había recordado, pero Jimin me había hablado de que su ciudad natal también era Busan. Un sentimiento de calma me invadió. Aquella mujer se parecía a Minie más de lo que creí en un principio. Siempre que sonreía, sus ojos negros se curvaban de la misma manera que los de Jimin y toda la amabilidad que trasmitía no hizo más que hacerme pensar en él.

—¿Maya?

Volví a la realidad cuando mi nombre salió de la boca de Jungkook. La señora Park y él me miraban sonrientes y eso fue suficiente para mí. Me adelanté hasta ellos y me reverencié ante la señora.

—Esta es la señora Park, la abuela de Jimin-ah —mis sospechas fueron confirmadas por Kook.

—Es un placer, señora Park.

La mujer esbozó una amable sonrisa en respuesta.

—Igualmente, Maya. ¿Tú también conoces a mi nieto, bonita?

—Sí, señora Park. Jimin-ah es un buen amigo. Él es un gran chico.

La contestación bastó para que sus ojos desaparecieran al agrandar la sonrisa.

—Me alegro de que esa cabeza loca tenga a chicos tan buenos como vosotros a su lado —se dirigió de nuevo a Kookie—. ¿Cómo lo estáis haciendo, Jungkook? ¿Va todo bien?

Supe que era el momento de abandonar la conversación cuando empezaron a hablar del grupo y de la favorable evolución que estaba teniendo gracias al esfuerzo de todos los chicos. Jungkook estaba muy solicitado, pero no me molestó lo más mínimo. Él debía saludar a mucha gente y eso me tranquilizaba. Ver su semblante de alegría mientras charlaba con todas aquellas mujeres me dio mucha ternura, pero preferí sentarme a la sombra en espera de que la reunión entre todos ellos terminara.

Jungkook

—Me alegro tanto, Jungkook. Seguro que lo haréis muy bien —la señora Park acarició mi cabello, a lo que respondí con una sonrisa llena de agradecimiento.

—Eso espero, señora Park.

Ella me miró, conforme con todo lo que le había relatado y cambió drásticamente de tema después de echar un vistazo tras de mí.

—Y tu amiga ... Es la hermana de Hoseok, ¿cierto? Se parece mucho a él.

Yo miré hacia donde Maya permanecía sentada, haciendo alguna que otra figura en la arena mientras esperaba a que volviera con ella. Yo me tragué todo lo que quise decir sobre lo maravillosa que era y me limité a asentir con la cabeza.

—Es la hermana pequeña de Hoseok-hyung, sí.

—¿Y tu novia?

Mis ojos se abrieron de par en par, sorprendidos por aquella pregunta tan directa. Negué rápidamente, consciente de que mis pómulos habían tomado ese color carmesí, delatándome de principio a fin.

—Oh, no, no ... Maya es mi me...

—Vamos, Jungkook-ssi —me impidió seguir, mirándome de una manera un tanto pícara—. He visto cómo la mirabas antes y ella no ha dejado de hacerlo en todo este rato que hemos estado hablando. La verdad es que hacéis una pareja muy bonita. Ella te gusta mucho, ¿verdad?

Cohibido por todo aquello, bajé la mirada. Cabizbajo, mordí mi labio inferior. Iba a sonreír como un estúpido y no quería que la señora Park viera lo mucho que había acertado.

—Bueno, yo ... Maya es ... —titubeé sobre si decirle la verdad o no.

—Tranquilo, no tienes que decirme nada. Mantendré el secreto a tu abuela. Ella es la más chismosa de todas y si se enterara ... A saber que iría diciendo por ahí.

La dulce risa de la anciana me invitó a asentir, avergonzado por ser tan poco consecuentes. Pero, ¿qué podía hacer si la quería? No iba a mirarla como si me fuera indiferente. Ella era un pedazo de mí y la trataría como tal aunque fuera en público.

—Ven con ella. Debe estar aguardando por ti.

Yo hizo una pequeña reverencia para darle las gracias y me despedí a todo correr.

Llegar junto a Maya nunca se sintió tan bien como aquel día. Yo buscaba cualquier instante, por corto que fuera, para estar con ella. Realmente era desesperante no poder comportarnos como solíamos hacerlo y yo estaba al borde del colapso.

Maya estaba tumbada sobre su toalla leyendo un libro que ni siquiera me detuve a mirar. Era tal la necesidad de pasar unos segundos a solas que no me contuve y, tras tumbarme a su lado, deslicé la mano por su estómago, rozando la tela de su camiseta. Sentí su vientre contraerse por el contacto, lo que me hizo tragar duro y acercarme más a su cuerpo.

—Jungkookie ... Aparta esa mano —dijo ella, mordisqueando su labio para evitar sonreír.

Miré con precaución hacia donde mi abuela y la señora Park seguían conversando y me di por satisfecho. Quedé a la altura de Maya, refugiando el rostro en la curvatura de su cuello. Respiré hondo y ella dejó caer el libro sobre su pecho, exasperada por mi forma de actuar.

Yo me divertí por la forma en que un resoplido escapó de su boca y traté de besar su blanca piel, sin embargo, Maya parecía querer hacer las cosas correctamente y se apartó de mí lo más rápido que pudo. Sus ojos encontraron los míos, mostrándome su ceño fruncido y el mohín que siempre se adueñaba de su linda nariz cuando algo la molestaba.

Una sonrisa de lo más tonta bailaba en mis labios. Ella se veía demasiado hermosa.

—Jeon Jungkook, ¿sabes lo que es la abstinencia?

—Ajá.

—Bien, porque no habrá besos hasta esta noche. ¿Me has oído? —replicó, en tono acusador y demandante.

—Bebé, no puedes hacerme eso ... —lloriqueé, tratando de poner mis manos nuevamente sobre ella.

Maya tomó mi muñeca con suavidad y negó, severa. Ni siquiera logré ablandarla con uno de mis famosos pucheros.

Mierda, ella de verdad lo estaba tomando enserio.

—Claro que puedo. ¿O acaso quieres abstinencia durante toda la semana?

Mi gesto de horror hizo que ella abandonara poco a poco esa postura tan seria y sonriera levemente. Yo meneé la cabeza de un lado hacia otro y me senté frente a ella, rogándole por que no cometiera una locura como esa. Si ya era insoportable estar unas horas actuando como si solo fuéramos amigos, ¿cómo demonios podría sobrellevar días enteros?

—Está bien. Está bien —acepté, asustado—. Nada de besos en público. Lo prometo.

Sus dedos acariciaron mi barbilla, mostrando algo de compasión después de establecer unas normas tan inhumanas para mi pobre corazón.

—Solo serán unas horas, Kookie —la delicadeza con la que me tocó logró arrancarme una débil sonrisa.

Era cierto. Podríamos escabullirnos de mi abuela y del resto de miradas curiosas antes de que el sol se pusiera, pero se me antojaba una eternidad de lo más tortuosa. Una eternidad difícil de soportar debido a la dependencia a la que me había acostumbrado durante las últimas semanas. Sin Maya, yo no era persona.

Me aproximé hacia ella sin intención de tocarla, pero no me frené y quedé a pocos centímetros de su oreja. La escuché tragar saliva, cosa que me envió corrientes eléctricas por todas partes.

—Unas horas y no te escaparás de mí, Maya —sentí a la perfección el temblor de su cuerpo cuando mis labios rozaron su lóbulo—. Prepárate, cariño.

—¡JUNGKOOK-OPPA!

Maya dio un pequeño brinco ante el grito que soltaron a mis espaldas y yo reí, fascinado por lo asustadiza que podía ser.

Cuando quise girarme, ya tenía prácticamente encima a esa pequeña mocosa. La última vez que vi a la loca de mi vecina de siete años, apenas sabía decir una frase coherente y los dientes todavía no le habían salido. Creí que no se acordaría de mí una vez me viera, pero allí estaba, abrazada a mi cuello y gritando de pura ilusión por haberme encontrado. Yo la estreché entre mis brazos, aún a riesgo de quedar sordo por la intensidad de sus aullidos, y permití que ella me ahogara en aquel abrazo.

—¡JUNGKOOKIE-OPPA! ¿QUÉ HACES AQUÍ? ¿POR QUÉ MAMÁ NO ME DIJO QUE VENÍAS? ¡NO ME LO PUEDO CREER!

Maya nos miraba entre sonoras carcajadas sin entender muy bien qué pasaba, pero su felicidad y la de esa niña hicieron que sonriera de oreja a oreja. Había olvidado lo bien que se sentía estar en casa.

—Mocosa, ¿es mi impresión o gritas más que la última vez?

Su dulce risa se me contagió y no tardé en imitarla. Esa niña era un torbellino andante, incluso más de lo que recordaba.

—No seas malo, oppa —la pequeña se separó de mí, haciéndose la víctima entre adorables pucheros—. ¿Es que no puedo estar feliz por verte? No tienes sentimientos.

—Anda, mira. Si casi hablas como una chica mayor —aparté unos pocos mechones que se habían escapado de su coleta mal hecha, consiguiendo que abandonara el gesto enfadado y sonriera—. ¿Tanto me has echado de menos, Jia?

—En realidad, solo un poco —se cruzó de brazos, negándose a admitirlo.

Yo decidí seguirle el juego y la miré altivo para descubrir hasta cuándo estaría dispuesta a seguir.

—Vale. Entonces, debo asumir que ya no estás interesada en casarte con oppa, ¿cierto?

Era consciente de la mirada de Maya, confundida por lo que acababa de decir, pero no pude explicarle nada porque la pequeña Jia se lanzó a mi cuello de nuevo como si fuera un animal salvaje. Del impacto, acabé tirado sobre la arena con ella encima, aferrándose a mí como un koala de lo más cariñoso.

—¡No digas tonterías, Jungkookie-oppa! Ya te lo dije; me casaré contigo cuando sea mayor. Solo debo ser un poco más grande, así que espera por mí, por favor.

Yo acaricié su espalda, fascinado por el empeño de esa niña sobre aquello. ¿Cómo podía recordarlo si hacía más de un año que no la veía?

Todavía me encontraba con Jia abrazada a mi pecho, pero decidí mirar a mi mejor amiga, encontrándola con una ceja levantada. Había curiosidad y diversión en sus ojos castaños.

—¿Tú qué opinas, Maya? ¿Debería casarme con Jia? —le pregunté, alertándola.

•••

9/6/18

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