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[5.8] "So far away"

Maya

El silencio fue abrumador entonces, pues Jungkook no se esperaba en absoluto que yo fuese a pedirle algo así.

- ¿Qué? -preguntó él, como si creyese haber oído mal.

- Solo ... Quítate la sudadera, Jungkook -yo no podía alzar la cabeza por culpa de la rojez de mi rostro, así que tenía la mirada clavada en el color negro de la prenda-. Por favor.

Sé que la torpeza con la que obedeció mis palabras era fruto de su imaginación. ¿Para qué otra cosa podía pedirle que se quitase la ropa, verdad?

Pero no me pronuncié y esperé pacientemente a que él se sacase la sudadera, quedando en una sencilla camiseta básica de color blanco.

Con el corazón martilleándome el pecho, dejé que él tirase la prenda contra el sofá. Entonces, humedecí mis labios y tomé entre débiles espasmos los bordes de su camiseta. Comencé a subirla con la cara ardiéndome y escuché a Kookie jadear de la impresión. 

A pesar de la incomodidad y de lo extraño que resultaba todo, él no me hizo parar. Subió los brazos cuando yo terminé de alzar la tela, dándome una privilegiada vista de su pecho desnudo. Saqué la camiseta por su cabeza y él sacudió su cabello revuelto. Me vio tirarla al mismo lugar que su sudadera y entonces me obligué a mirarlo a los ojos. Puedo jurar y perjurar que ver el rubor en sus pómulos fue un detalle hermoso que me revolvió las entrañas, pero no di pie a nada más y clavé mis pupilas en las suyas.

- Túmbate bocabajo -le pedí, siendo examinada por él-. Sobre ... Sobre lo cojines.

De alguna forma, Kookie sabía que yo no le pediría desnudarse para nada indecoroso.

Todavía, claro.

Aún así, era la primera vez que le pedía algo tan atrevido, por lo que entendí que su rostro se hubiese teñido de un rojo intenso. El sonrojo se había extendido también por su cuello para cuando él hizo lo que yo le indicaba, más despierto que antes.

Lo vi arrodillarse en la alfombra y tumbarse sobre los dos cojines. Uno de ellos lo usó para apoyar la cabeza de lado y parte de sus clavículas, y el otro ocupó el resto de sus pectorales y abdomen. Yo me apresuré a apagar la luz del techo y dejar solo prendida una lámpara de lectura para que pudiera descansar la vista sin mucha luminosidad de por medio. Me sequé el sudor de las manos y agradecí llevar los pantalones de pijama porque estos eran suaves y no le molestarían.

Tras una última bocanada de aire, me acerqué a él, poniéndome de rodillas a su izquierda. Él me observaba de reojo cuando yo pasé mi pierna sobre espalda baja y quedé sentada sobre su espalda. Con cada pierna a un lado de su ancha complexión, lo sentí tensarse y acomodarse un poco. Yo apoyé las manos en su espalda, asustada por pesar demasiado para él.

- ¿Te hago daño?

Kookie carraspeó.

- N-No.

Lo vi volver el rostro para esconder su sonrojo. Yo sonreí ante su timidez y me enfoqué en el cometido que tenía.

Con paciencia, delineé con la mirada cada músculo de su firme espalda, fijándome en unos pocos lunares que la pintaban y que yo desconocía. Demasiado fascinada por su esbelta figura, me di cuenta de que quería conocer hasta lo último que tuviera por enseñarme Jeon Jungkook y que yo también quería mostrárselo todo. Hasta la última parte de mi ser.

En el momento en que mis yemas rozaron sus omoplatos, Kookie se tensó. Casi podía escuchar el rápido bombeo de su corazón.

- Relájate -murmuré, deslizando los dedos por su columna-. Te sentirás mejor cuánto más relajado estés.

Jungkook me hizo caso y respiró hondo, hundiendo la cara en el mullido cojín.

Yo recordé cómo hacía este tipo de masajes a mi padre. Siempre eran noches en las que llegaba a casa con mucho sueño y demasiado agotado. Él me pedía que usase mis manos mágicas y yo corría a ayudarle. Me alegraba cuando terminaba y él me mostraba esa radiante sonrisa, agradeciéndome por ser tan buena y cuidarle. Adoraba aliviar un día duro de papá, y en cuanto acaricié la tibia piel de Jungkook, supe que quería hacerle sentir mejor también a él.

Hundí los dedos cerca de su cuello, intentando masajear la zona poco a poco. Kookie estuvo en silencio hasta que yo utilicé los pulgares cerca de una vértebra. Entonces, un gemido escapó de su boca, y aunque el cojín lo amortiguó, yo lo oí a la perfección. Tras haber descubierto la parte de su espalda más cargada y afectada por el trabajo, decidí concentrarme sobre todo en ella. Podía sentir muy bien las largas horas de ensayo y las que también pasaba en el gimnasio de la agencia. Su cuerpo estaba machacado a trabajo y yo impediría que explotase.

- Hobi me dijo que teníais fisioterapeutas para vosotros -dije al cabo de un rato-, pero tu espalda parece no conocer lo que es eso.

Enterré los dedos en un lugar en particular, arrancándole un nuevo gemido. Jungkook de verdad necesitaba un masaje. El trabajo estaba acabando con él, sin duda.

- Yo ... Últimamente no he ido a verlo ...

Se notaba. Sus músculos estaba agarrotados y su espalda parecía necesitar que un tractor le pasara por encima como mínimo. Cuanto más abajo iba, más zonas afectadas encontraba.

- Deberías ir, Kookie -con preocupación, lo masajeé y un gruñido escapó de su boca-. Aquí tienes una contractura y podría empeorar si no te ayuda un especialista.

Me moví un poco y decidí aliviar todo lo posible el dolor que estaba acarreando. Continué hasta que su profunda respiración me indicó que la molestia se había esfumado.

Creí que se había quedado dormido, pero Jungkook giró el rostro, dejándome verle. Sus párpados estaban bajados y una expresión de paz se había apoderado de él. Le había quitado un peso de encima, sin duda.

- Tienes magia en las manos, enana -masculló de repente.

Sonreí ante su comentario.

- Lo mismo decía mi padre.

Pude ver el ojo de Jungkook brillar ante mi respuesta, alertado por haber tocado el tema intocable.

Intentó incorporarse, pero yo se lo prohibí al colocar ambas manos en sus hombros y empujarlo de nuevo. Todavía no había terminado con su espalda.

- Maya ...

- No importa, Kookie -acaricié su pelo negro, logrando que se relajase-. A él le ayudaba que yo hiciera esto, así que pensé que a ti también te serviría. No te preocupes.

Deslicé ambas palmas por su musculosa espalda, acariciando hasta el último centímetro de piel. Kookie giró el cuello lo suficiente como para llamar mi atención y nuestros ojos se encontraron.

- ¿De verdad estás bien con esto?

- Lo estoy -sonreí débilmente-. Es lógico que quiera ayudarte si está en mi mano.

Él se dio por vencido y me dejó continuar con el improvisado masaje. En realidad, ya había terminado, pero él estaba tan tranquilo y anestesiado que seguí solo por escuchar sus suaves suspiros de vez en cuando.

Al cabo de unos diez minutos, el masaje ya no tenía ese nombre. La sesión se había convertido en algo similar a un capricho personal que Kookie me estaba concediendo. Nunca habría creído que hasta yo me relajaría acariciando su espalda, pero así era.

- Estás exigiéndote demasiado, Kookie -dije sin pensarlo-. Debes estar bien para el debut.

- Pero estoy bien, Maya ... -añadió con los ojos cerrados.

- Claro ... -me incliné para dejar caer parte de mi peso en un lugar en particular-. ¿Cuánto has dormido hoy?

- Mmmmmm ... No estoy seguro -suspiré ante su evasiva y él gimió otra vez-. Dios, ahí duele.

- ¿Aquí? -palpé el punto y él ronroneó confirmándomelo. Yo aproveché y presioné un poco, arrancándole un jadeo de puro dolor que lo puso en tensión-. Venga, Jungkookie. Puedo hacer que no te duela, pero a cambio tienes que ser sincero -me las arreglé para sacarle otro gruñido por la molestia y paré-. ¿Trato?

- He dormido poco -musitó.

- Define poco.

Me encargué de aliviar el dolor que acababa de provocarle con un par de movimientos y esperé a que continuara.

- Creo que unas ... Unas tres horas -dejó ir algo de aire.

Tres horas era muy poco para toda la energía que empleaba él en un día normal y corriente. Sus ensayos podían alargarse horas y horas y no iba a dejarle dormir tan poco por mi culpa.

- Prométeme que vas a dormir más -paré, fijando la mirada en un adorable lunar-. Prométeme que vas a descansar como es debido.

- Enana ... -me replicó, conociendo bien lo que eso implicaba.

- No -lo detuve-. Me da igual si tengo que quedarme sola. Hablaré con mamá y le explicaré lo que pasó -eso bastó para que Kook, todavía apoyado en el cojín, virase la vista hacia mí-. Ella sabrá lo que hacer y así tú no te sentirás con el deber de velar por mí -sin contenerme, me incliné y besé su blanca piel. Yo lo adoraba y le agradecía que cuidase de mí, pero debía entender que alguien tenía que cuidar de él también. Y yo quería ser ese alguien. Sus músculos se contrajeron cuando dejé un último beso cerca de su nuca. Me aproximé hasta donde él descansaba y observé la triste y cansada sonrisa que me regalaba-. Prométemelo, Jungkook.

Él dejó escapar un pesado suspiro.

- Tú eres y serás siempre mi prioridad, Maya -llevé mis dedos hasta su cabello y peiné uno de sus mechones-. Ya lo sabes.

Lo sabía, pero Kookie no podía desvivirse por mí continuamente. Tenía un grupo, unas responsabilidades. Ambos éramos conocedores de que eso implicaba sacrificios.

- No quiero entorpecerte. Tú amas lo que haces y deberías enfocarte en eso -le comuniqué.

- Amo la música, pero más te amo a ti -aguanté la respiración-. Te lo prometo, Maya.

Mordí mi labio, resistiéndome a la tentación que suponía mandarlo todo al cuerno y concederle cualquier cosa. No dudaba de su amor por mí, pero no podía quererme a mí misma si él se esforzaba en nuestra relación de esa forma tan suicida. Jungkook intentaba demostrarme demasiado amor y afecto y debía entender que no era necesario.

Si ... Si nuestra vida no fuera así. Si yo no me hubiese encaprichado de la idea de un chico perfecto. Si no hubiese creído en las mentiras de Minho ni en mis propias ilusiones infantiles ... Si nada de eso hubiera pasado, Kookie y yo podríamos ser dos chicos normales, sin temores.

Con la cabeza dándome vueltas, me levanté de su espalda, dejando de estar a horcajadas sobre él. De rodillas a su lado, lo vi rodar para quedar boca arriba y estirarse.

- ¿Por qué las cosas son tan complicadas? -sus ojos me buscaron-. ¿Por qué no podemos evitar el dolor ni a gente como él? -Kookie me escrutó sin hablar, pendiente del brillo que comenzaba a a bañar mis orbes-. Los demás tienen una vida tranquila, ¿por qué nosotros no? ¿Por qué ...? ¿Por qué no podemos empezar de cero, Kookie? Sin peleas, sin años de estupideces, sin ... Sin Minho.

Estaba luchando por reprimir las lágrimas, pero los ojos me quemaban y no resistiría mucho. Jungkook se dio cuenta, y con una mueca de resignación, se sentó frente a mí. Yo me dedicaba a respirar hondo para no derrumbarme, pero cada vez era más difícil.

Las suaves yemas de Kookie tomaron mi mentón, y al instante, lo sentí rodear mi cintura. Me ayudó a sentarme entre sus piernas, chocando con su pecho en el trayecto.

- No se puede empezar desde cero. No podemos - negó con dulzura.

- Pero necesito olvidar todo esto -le urgí, a lo que él me atrajo más a su cuerpo-. Quiero salir a la calle y no pensar si estará esperándome cuando gire la esquina. Quiero dejar de culparme por todo, pero soy incapaz. ¿Qué pasará cuando comiencen las clases de nuevo? Yo ... Yo tengo que pasar página, Kookie. Y no sé cómo demonios hacerlo sin haceros daño -reprimí un sollozo.

- Bebé, no harás daño a nadie. Solo si lo mantienes en secreto -y yo lo sabía, él tenía toda la razón-. Te lastimarás a ti misma si no se lo cuentas.

Jungkook me tomó de la nuca sin dejar de observar el baile de las gotas en mis ojos.

- Voy ... Voy a denunciarle -dije, permitiéndole acercarme a él-. Se lo diré a mamá y pondré una denuncia contra él. Ella ... Ella me apoyará en esto.

- Claro que lo hará, bebé. Tu madre solo quiere que estés bien y te ayudará igual que todos nosotros. Es lo correcto -asintió, dándome algo de apoyo-. Haces bien, Maya.

- Eso espero, Kookie, porque ... -rodé los ojos tratando de contener las lágrimas-. No sé cuánto más aguantaré así. No ... No lo sé.

Con sus manos en mis pálidas mejillas, me invitó a mirarlo a los ojos y ver en ellos ese amor incondicional que tenía para darme.

- ¿Deberíamos irnos de aquí?

Intenté averiguar a lo que se refería, pero no lo logré. El destello de su mirada era un completo misterio para mí.

- ¿Qué? -mi voz salió rota.

- Marcharnos lejos juntos -yo lo escuchaba con atención-. Así podrías salir sin miedo a nadie. Yo iría contigo, Maya. Iría a donde tú me pidieras, enana.

- Es ... Es una buena idea -le respondí, provocando que sonriera ampliamente-. Pero tú tienes que centrarte en el grupo, Jungkook. No es algo fácil de hacer.

- ¿Cuándo has visto que no haya conseguido algo? -chocó su nariz con la mía y sonreí al segundo-. Déjamelo a mí. Nos marcharemos de aquí y será lo más parecido a nuestro propio principio.

Lo dijo tan convencido que me dio la risa nerviosa. Kookie esbozó una pequeña sonrisa y yo continué riendo por su ocurrencia. Lo cierto era que sonaba bien. Un lugar donde solo estuviésemos nosotros, donde yo no le tuviera pánico a salir a la calle o recibiera más insultos. Era ... Era una bonita imagen.

- Kookie ... -mordí mi labio, ahogando mis propias carcajadas-. Kookie, me encantaría hacer eso.

- Bien. Entonces, haré todo lo posible para cumplirlo -acarició mi mejilla y yo me apoyé en sus hombros desnudos. Iba a acercarme más a él, pero un tierno bostezo lo atacó, provocándome una felicidad inmensa. Deslicé los dedos por su cuello, observando como sus ojos desaparecían por el cansancio, y esperé a que terminase de hablar-. Te lo prometo, enana.

- Vale, Kookie -revolví su flequillo y él entornó los párpados-, pero ahora deberías dormir un rato.

Me sorprendí cuando sus brazos me tomaron por la cintura, alzándome en el aire. Pensé que no le quedarían fuerzas ni para levantarse, pero se ocupó de tomarme con cuidado y de dejar un casto beso en mi frente. Me dejó en el sofá y yo alcancé su camiseta mientras él se acurrucaba a mi lado. Le ayudé a ponérsela como si fuera un niño pequeño y esperé a que se acomodara para tumbarme a su lado. Jungkook me atrajo hacia él al colocar su mano en mis caderas y yo me apoyé en su pecho. Empecé a acariciar su cuello mientras me deleitaba con la maravillosa vista. Kookie había cerrado los ojos y parecía un angelito con los labios entreabiertos y el pelo cayéndole por el rostro, todo revuelto.

- ¿Por qué sonríes?

Era cierto que las comisuras comenzaban a dolerme, pero ni siquiera me había dado cuenta de que estaba sonriendo. Mucho menos de que Kookie había entreabierto los ojitos para descubrirlo.

- ¿Acaso no puedo hacerlo? -me impulsé para quedar a su altura.

Kookie ronroneó como un gatito y me abrazó por completo.

- Mmmmm ... Si sonríes por mí, entonces está bien.

Yo reí en voz baja mientras él se encargaba de enredar nuestras piernas para estar todavía más cerca. Cuando logré calmarme, me fijé en que Kookie me miraba, luchando contra el sueño.

- Kookie ... -delineé con los dedos su mandíbula-. Vamos, duerme.

- Me gusta escuchar tu voz -el corazón me dio el primer aviso y aumentó su bombeo-. Tu voz es agradable, bebé.

Con el sonrojo esparciéndose por mi rostro, continué acariciando su blanquecina piel.

- Jeon, ¿qué tengo que hacer para te duermas? Necesitas descansar.

Fingió pensárselo por unos segundos.

- Quiero escucharte -murmuró, aproximándose a mi boca-. Tu voz me relaja. Es ... Como un sedante.

Tener a mi mejor amigo así de vencido a mí era demasiado para mis vulnerables sentimientos. Apenas comenzaba a entender por qué ese chico me alteraba de la forma en que lo hacía ... ¿Estaba verdaderamente lista para verlo tan sumiso a mi persona?

- Yo ... -titubeé-. ¿De qué quieres que hable?

- De lo que sea -sus labios me hicieron cosquillas en el pómulo, erizándome todo el cuerpo-. Solo háblame, Maya.

Reconozco que estaba nerviosa. Se suponía que nos conocíamos de toda la vida, que habíamos visto las peores partes del otro y que teníamos suficiente confianza para hacer cualquier cosa, pero todo en mí temblaba. El dulce roce de sus labios en mi rostro, su apacible respiración que moría en mi sedienta boca, ... Incluso el hecho de que estuviera acariciando mi espalda. Todo me hacía perder la cabeza, rendirme a él. No había nada que pudiera decirle, no recordaba nada, ni un mísero instante.

Porque todo era él.

Jungkook abarcaba hasta el último instante de mi vida.

- Nunca había estado así con alguien, no sé ... No sé cómo actuar cuando me dices esas cosas -le dije, torpe.

- Solo di lo primero que se te pase por la cabeza y será ... Como nuestro ritual -yo deslicé mi mano por su cuello-. Todas las noches nos diremos cosas. Si te ha ido bien el día. Si ha sido horrible y quieres que te acaricie para hacerlo un poco mejor ...

Tragué saliva y relamí mis labios.

- Esto es extraño -dije, no muy convencida de lo que quería expresar-. Yo siempre complico las cosas. Siempre ... Tiendo a enrevesarlo todo, aunque sea una tontería o algo sin importancia. Siempre me las arreglo para ponerme en lo peor -Kookie introdujo sus dedos bajo mi camiseta, poniéndome la piel de gallina. Se dio cuenta, y con un frágil beso en mi moflete, me invitó a continuar-. Pero tú las simplificas. Haces que todo sea más sencillo, como si no hubiera ningún problema mientras estes aquí -él siguió besando mi mejilla, provocándome ese cosquilleo al que nunca me acostumbraría-. Kookie, creo ... Creo que lo estás consiguiendo.

- ¿El qué?

Ladeé la cabeza, dándole paso a mi cuello descubierto. Besó el lugar un centenar de veces hasta que yo me aferré a su camiseta, tensa por lo que quería decirle.

- Creo que me ... Me ... Gustas.

Sus cansados ojos entraron en mi campo de visión, abiertos de par en par. Si no supiera que estaba sin fuerzas, no me habría sorprendido. La forma en que sus orbes brillaron me robó el aliento y el colofón fue cuando atrapó su labio inferior y empezó a mordisquearlo por la noticia.

- Dilo otra vez, por favor -susurró.

Podía ver perfectamente la incredulidad en su mirada, el fulgor que se había creado en sus pupilas al escucharme decir aquello. Yo escondí la sonrisa y me refugié en su oído, demasiado avergonzada como para decírselo mientras me observaba con esa devoción.

- Jeon Jungkook -tomé una bocanada de aire y cerré los ojos-, me gustas. Me gustas mucho -una sonrisa se apoderó de mis labios-. Quién lo diría, ¿verdad? Siempre tonteabas conmigo, y yo estoy cayendo por ti como todas esas chicas.

Hubo un breve silencio en el que me pregunté si había hecho bien diciéndoselo.

- Tú no eres como ellas -me respondió.

- Bueno, todas hemos sucumbido ante los encantos del gran Jungkook. No sé qué es lo que ...

- No -su voz fue dura y cortante. Me abrazó con una necesidad asfixiante, logrando sacarme un jadeo. Cuando lo sentí esconder la cara en mi cuello, algo me hizo entender esa angustia con la que me retenía y me relajé por completo-. Tú tienes más, Maya -una tenue mueca se acomodó en mis comisuras y me prometí no llorar-. Me tienes a mí.

Sí. Ninguna había logrado que Kookie se fijara en ellas. Ninguna había conseguido enamorarse verdaderamente de él, porque todas, sin una sola excepción, se sentían atraídas por la imagen que mi vecino proyectaba, tan espectacular y radiante como engañosa y traicionera. Jungkook no era nada de lo que aparentaba ser, pero esas chicas no sabían eso. Solo unos pocos. Y yo, afortunadamente, me encontraba entre esa privilegiada minoría.

Enterré la mano en su pelo, tan feliz que podría haber roto en llanto allí mismo. ¿Cómo habíamos llegado a eso? ¿Cómo demonios habíamos terminado enamorándonos el uno del otro?

- Es cierto -me mantuve serena a pesar de estar al borde de las lágrimas-. Yo te tengo y tú me tienes a mí ahora.

- ¿Por qué siento que vas a llorar, preciosa? -se me escaparon unas cuántas carcajadas por su perspicacia y Kook se encargó de sostenerme lo suficiente como para que los sollozos murieran en mi garganta-. ¿Vas a llorar por mí?

Respiré lo más profundo que pude, pero una pequeña lágrima no se resistió y terminó cayendo por mi pómulo en secreto.

- No, Kookie -otra gota acompañó a la primera, pero yo no dije nada-. No lloraré.

Con la vista borrosa y la piel de gallina, sentí sus labios húmedos en mi lóbulo.

- Nunca aprenderás a mentir, enana ...

Y eso fue todo lo que necesité para dejarme ir en sus brazos.

Me enganché a su ropa y, como una niña desamparada que ha perdido a su madre en un parque de atracciones, me abracé a Jungkook tanto y tan fuerte que estoy segura de que le dificulté la tarea de respirar en algún punto. Y aún así, después de haber comenzado a llorar entre tristes espasmos, él se encargó de consolarme. Había perdido la cuenta de veces en las que había llorado en presencia de Kookie la última semana, pero habían sido demasiadas ocasiones ya. Por un lado, habría preferido desahogarme en la oscuridad de mi cuarto, sin que nadie tuviera que ver lo mal que lo estaba pasando, pero por otro, necesitaba que él estuviese allí, sosteniéndome al borde del precipicio.

Llorando por esa misteriosa mezcla de desesperación y alegría, supe que amar era una palabra que se quedaba muy grande para alguien como yo, al menos de momento. No conocía su verdadero significado, pero si debía amar a alguien, solo quería que fuera a Jungkook. El proceso podría ser largo y costoso, sin embargo, me negaba a desarrollar un sentimiento tan preciado por otra persona que no fuera ese chico.

No estoy segura de cuánto lloré, pero no pudieron ser más de cinco minutos. Dispuesta a apartar a Kookie para agradecerle, me di cuenta de que su respiración se había vuelto pesada. El pobre había terminado durmiéndose con mis sollozos a modo de nana. Así que me quedé quieta y lo único que hice fue apoyar el rostro en su hombro. Me dediqué a escuchar el suave latir de su corazón, haciendo un esfuerzo por no despertarlo. Jungkook podía ser una marmota si hablábamos de dormir, pero siempre que yo lo llamaba, él abría los ojos asustado por que me hubiera ocurrido algo. Yo era su despertador personal, por lo que no moví ni un solo dedo y disfruté del subir y bajar de su pecho contra el mío.

Admito que estaba tan absorta en los tiernos suspiros que salían de su boca que no escuché las llaves ni la puerta abrirse. Solo me percaté de que ya no estábamos solos cuando la voz de mamá llenó la casa.

- Hobi, corre ... Mira a ver esto, cariño.

Yo cerré los ojos al instante. Con el corazón en un puño, me di cuenta de lo poco precavidos que habíamos sido. ¿Y si Kookie no se hubiera colocado la camiseta y mamá lo hubiera encontrado medio desnudo? ¿Y si ...? Oh, dios. Nunca me acostumbraría a estas situaciones, y menos todavía a que mi propia madre nos pillase así de juntos en el sofá de casa.

Sus pasos se oyeron muy poco. No querían despertarnos, pero la emoción en la voz de mi madre no podía ser ocultada.

- ¿Has visto? Son demasiado bonitos -pellizqué mi labio para no sonreír y me oculté todo lo posible bajo la quijada de Kookie-. ¿Crees que están saliendo? Ya hablé con Jeon sobre esto, pero Maya nunca ha sido muy buena con las cosas del corazón.

¿Qué? ¿Kookie y mamá habían tenido una conversación sobre ...?

- En realidad, mamá ... Ellos siempre han sido así de cariñosos -por la forma en que lo dijo, no me hizo falta abrir los ojos para saber que estaba sonriendo de oreja a oreja-. Sé que Jungkook está enamorado de Maya, pero ella es un misterio.

- No digas tonterías, Jung Hoseok -casi me reí por el sonido de la colleja que recibió mi hermano-. Maya solo es tímida. Siempre lo ha sido cuando se trata de Jungkook -dijo con rotundidad-. ¿Recuerdas aquella vez que llegó a casa preguntando sobre lo que significaba casarse con alguien? -Hoseok se carcajeó en silencio y yo enrojecí por no poder hacer memoria.

- Sí. ¿Fue cuando le dijisteis que solo te casas cuando amas tanto a alguien que no puedes vivir sin esa persona?

- Justo -los dos empezaron a reír en voz baja, pero yo no lograba entender qué les hacía tanta gracia-. Papá le preguntó de dónde venía ese interés y ella respondió que entonces tendría que casarse.

Entonces empecé a recordar. Cuando ocurrió aquello yo no tenía más de siete años y solo pensaba en estar con Kookie todo el tiempo del mundo. Papá me contaba aquello siempre que tenía oportunidad, recordando mi inocencia y lo mucho que valoraba la amistad de nuestro pequeño vecino.

Avergonzada, apreté la mandíbula.

- Nunca se me olvidará la seriedad con la que lo dijo: "Pues tendré que casarme con Kookie porque no podría vivir sin jugar con él".

Mierda, mierda, mierda. ¿Por qué de niños somos tan bocazas? ¿Por qué narices no pensamos antes de hablar? Tendría que sobornar a Hobi para que no le contara nada de eso a Kook o ya tendría otra cosa con la que pincharme. Dios, ya podía imaginármelo diciendo que había logrado que me enamorara de él con solo siete años y un par de tardes en el parque. Maldita sea.

- Tu hermana siempre ha querido mucho a Jeon, sí -sentí cómo nos echaba por encima una manta, temerosa de que despertáramos-. De niños eran inseparables, pero ya no son unos críos, Hobi. Nunca los vi abrazarse así.

- Ni siquiera cuando había tormenta, ¿verdad?

- Exacto.

Mis pómulos ardían con un furor aterrador. ¿Cómo era posible que mamá no se diera cuenta de que estaba escuchando toda su conversación?

- Deberíamos dejarlos un rato más mientras preparamos la cena -añadió Hoseok, más cerca de lo que recordaba-. Jungkook se ha esforzado mucho hoy para llegar antes y verla.

- Estos chicos ... -se dijo mi madre.

- Mamá, ellos sabrán lo que hacer. Tú lo has dicho; ya no son unos niños -zanjó el tema Hobi-. Vamos a preparar la cena. Es tarde.

Sus voces fueron disminuyendo hasta que solo llegó a mis oídos un suave murmullo que provenía de una cocina cerrada a cal y canto.

El sofoco seguía atacándome aún después de quedar nuevamente en brazos de Kookie, sin nadie observándonos, así que decidí ir al baño. Sentía el rostro arder más que nunca y no quería verme con un farol rojo ante mamá y Hobi.

Con eso en mente, aparté los brazos del cuerpo del pelinegro que me abrazaba y traté de apartar las piernas. Jungkook de verdad me tenía bien atrapada, pero yo estaba consiguiendo zafarme de su abrazo de oso. Fue cuando ya estaba a punto de incorporarme cuando Kookie reaccionó y tiró de mí. Ahogando un grito por la sorpresa, me di de bruces con su pecho. En un primer momento, creí que solo había sido un acto inconsciente, pues  ambos estábamos demasiado acostumbrados a dormir en los brazos del otro y siempre notábamos cuando uno de los dos escapaba, pero esa idea cambió radicalmente cuando sentí sus labios en mi oreja. No me hizo falta nada más para saber que Jungkook estaba sonriendo.

- ¿Tanto te gustaba jugar conmigo, enana?

Sus palabras eran roncas, pero no porque acabase de despertar sino porque llevaba un buen rato sin pronunciarse. Él ni siquiera había llegado a dormirse y lo había escuchado todo. Genial.

Por si no estaba ya lo suficiente incómoda por haber sido pillados por mi madre, ahora Jungkook se aprovecharía a su gusto de esas palabras que dije cuando apenas comenzaba a pensar por mí misma.

- Jung ...

- Maya, ¿por qué no me lo habías dicho? -renegó con diversión.

- Por dios, Jeon. No me intentes ridiculizar con eso porque te prometo que ...

Jungkook empezó a reírse y yo temí que mamá volviera a causa del ruido, pero tras unos segundos, mi cuerpo se relajó. Su risa podía moldearme hasta en los instantes de histeria o de enfado, y aquella ocasión no fue una excepción.

- ¿Te casarás conmigo entonces, Jung Maya? -susurró de pronto.

Yo me quedé inmóvil, sin siquiera un batir de pestañas. Todo transcurrió sin opción a ninguna resistencia por mi parte. Me elevó con una facilidad asombrosa, colocándome sobre su cintura. Yo me senté sobre ella por la costumbre, apoyando mis palmas en su pecho y dándole tiempo para recostarse sobre el brazo del sofá.

- ¿Qué? -pregunté.

Estaba preparada para cualquier tipo de burla o broma de mi mejor amigo, pero nunca habría pensado que diría eso.

- Lo que has oído -ladeó la cabeza, expectante por mi respuesta-. Quiero saber si te casarás conmigo. No ahora, a lo mejor dentro de diez años. Quince o veinte. Eso no me importa -acarició mi mejilla, absorto en la perplejidad de mis ojos-. Pero quiero saber lo que dirías si fuese real y yo te estuviera pidiendo matrimonio aquí mismo.

Paralizada por sus palabras, imaginé muchas cosas. Imaginé un futuro con él, un futuro en el que los dos tuviésemos una vida en común. Imaginé un hogar construido de recuerdos tanto buenos como malos, de peleas y de reconciliaciones. Imaginé una familia que fuera nuestra y ... Lo admito: tuve un miedo atroz a ello.

¿De verdad podríamos llegar a algo así? ¿Conseguiríamos sobreponernos a todo? No habíamos cumplido todavía los diecisiete, ¿cómo demonios podía saberlo? Ni siquiera había pensado en la carrera que escogería cuando terminase la preparatoria el año próximo. Ni siquiera tenía en mente una mísera pincelada de lo que podía ser una vida con Jungkook a mi lado.

No sabía nada, y aún así, dije lo único que podía decir.

- Solo quiero estar contigo, Jungkook. Me da igual si eso implica un anillo o no -una sonrisa asomó en los labios de Kookie-. Si dentro de diez años seguimos así, si el tiempo no ha podido con nosotros y todavía nos soportamos en unos años -él hizo el amago de reír y yo lo acompañé-. Eso es suficiente para mí, Kookie. No espero nada más.

Y él me atrajo a su cuerpo, murmurándome que seguiría ahí siempre, sin importar cómo nos tratasen los años ni si los acontecimientos se volvían sombríos y lúgubres.
Pero, las cosas pueden cambiar mucho en unos meses, y nuestras vidas parecían no estar destinadas a seguir el mismo cauce.

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