[5.7] "Nightmares"
Maya
- Mickeyyyyyy, ven con Hobi, pequellín.
Mi hermano llevaba ya casi diez minutos intentando que su cachorro saliera de mi regazo y fuera al suyo, pero el animal parecía estar demasiado cómodo entre mis piernas cruzadas. Por no hablar que mi perrito también había acabado a su lado, apoyándose en la espalda de Mickey. Eran realmente adorables y yo solo podía sonreír, mientras que mi hermano ... Bueno, él estaba a punto de romper a llorar por la ignorancia de su mascota.
- Vamos, Mickey -acaricié su lomo y él bostezó. Habían corrido tanto que debían estar agotados-. Ve con Hobi ahora ...
Pero el cachorro se acomodó sobre sus patas y apoyó la cabecita contra mi barriga, listo para dormir un poco.
- Eres como un imán para los dos. Te buscan como si fueras su madre, ¿te has dado cuenta? -Hoseok, sentado frente a mí y cruzado de piernas también, llevó su mano hasta mi perrito y acarició su pelaje con una sonrisa que me advirtió de su siguiente comentario-. Y Jungkookie tampoco se libra. Es como su padre, ¿no crees, hermanita?
Hobi no quería incomodarme, pero el estómago se me hizo un nudo de solo pensar en Kookie y lo bueno que era con nuestras mascotas. Se lanzaban a él nada más entrar en casa y era una escena que no me importaba ver un día tras otro.
- A Kookie le gustan mucho los animales -traté de disimular mi rubor bajando la cabeza-. Supongo que se debe a eso.
Hoseok iba a responderme, lo supe al instante de sentir sus ojos en mí, pero no pudo hacer más que abrir la boca porque la voz de mi madre nos sobresaltó.
- ¡Chicos, voy al supermercado! ¿Queréis algo? -mamá se asomó desde el marco de mi puerta, guardando su billetera en el bolso.
- Falta comida para Mickey y Bebé -anunció Hobi, logrando por fin que su perrito eligiera sus caricias a las mías y llevándoselo a su regazo con un risueño aegyo.
- Sí. He visto que queda poca. Es la misma de siempre, ¿verdad? -yo asentí, rascando la cabeza de mi cachorro-. Maya, ¿por qué no vienes? No has salido mucho estos días y a ti te encanta esta época del año. Podemos dar una vuelta por el parque antes de pasar al ...
Mis alertas se activaron, pero no alcé la mirada en ningún momento. Ya había pasado una semana entera desde mi encuentro con Minho en ese mismo parque al que mi madre se estaba refiriendo. Era cierto. No había puesto un pie fuera de casa desde entonces y todavía no estaba lista para hacerlo. Seguía imaginando que podría encontrarme con Lee al doblar una esquina o en un sitio tan cotidiano como el supermercado, y todo en mi interior gritaba que me quedara en la seguridad de mi hogar. Él no podía llegar hasta allí, ¿verdad?
Que mamá se hubiera dado cuenta de mi reticencia a salir, solo me hacía sentir peor todavía, pues no le había contado nada de lo ocurrido y yo odiaba mentir a mi familia. Nunca había soportado a los mentirosos, a los que esconden cosas a los demás, y yo me había convertido en una persona así.
Con los nervios a flor de piel, traté de pensar una excusa válida para escabullirme de su propuesta, pero nada venía a mi mente y ... Y no quería exponerme a Minho, a que me atacara de nuevo.
- No, mamá. Maya está esperando a que vuelva Jungkookie -saltó de repente Hobi, logrando que yo clavase mis pupilas en él, respirando tranquila-. La verdad es que a mí me vendría bien algo de aire después de estar practicando toda la mañana. ¿Puedo acompañarte?
Miré a mi hermano, agradeciéndole aquel gesto infinitamente, y él me sonrió un poco. No merecía que cuidase tanto de mí. No merecía a un hermano como él.
- Oh, bueno ... Sí, claro. Puedes venir, cariño -frunció el ceño y yo me encogí de hombros, como si no me importara que Hobi ocupase mi lugar a pesar de ser mi salvación-. ¿Se queda a cenar, Jungkook-ah, Maya? Puedo preparar carne estofada. Es su comida favorita.
Esbocé una amplia sonrisa, dándome cuenta de que me quedaría sola hasta que volvieran o Kookie regresase.
Intenté pensar en otra cosa. Mamá se preocupaba mucho de Kook. Últimamente él paraba poco por casa porque su madre había tenido que salir por un asunto muy importante de negocios en Tailandia y, bueno, yo tampoco estaba segura de que anduviera comiendo demasiado bien. Es por eso que agradecía que mamá se comportara como una madre también para él. Jungkook de verdad necesitaba una figura materna, y esta sólo sabía reprocharle cosas. Nada de dedicación, nada de cariño. Solo pegas a todo lo que hacía.
- Si no te molesta, pensaba invitar a Kookie para la cena -le respondí.
- ¿Por qué me iba a molestar? Jeon es un miembro más de esta familia, Jung Maya -dijo, reprendiéndome con suavidad por haber dudado de algo tan evidente-. Puede quedarse todo lo que quiera en casa. Incluso había pensado que podríamos ofrecerle la habitación de invitados -no puedo negar que esa propuesta me sorprendió. Solo un poco, pero me resultó algo extraña-. Ahora que Minah no está por aquí, debe sentirse solo.
Minah, su madre, no se preocupaba por su hijo ni cuando estaba en Seoul, pero no dije nada por respeto a la amistad que tenía mi madre con ella. Esa mujer no era mala realmente, pero exigía demasiado a Jungkook y no pensaba en los sentimientos de su hijo desde que yo tenía uso de razón. Tenía un corazón de piedra.
Además, cuando dijo aquello, tuve que apartar la vista, sonrojada.
Mamá no tenía ni idea de la realidad. Ella no sabía que Kookie se quedaba a dormir conmigo todas las noches.
- Es una buena idea. Se lo diré -dije, viendo a Hoseok levantarse de mi alfombra con una sonrisa de oreja a oreja. Puede que mi madre no conociera que dormía con mi mejor amigo día sí y día también, pero mi hermano sabía eso perfectamente-. En realidad, debe estar a punto de ...
El ding dong del timbre me interrumpió, reafirmando lo que iba a decir.
- Debe ser él, ¿no? -preguntó mamá.
- Sí. Yo abro -contesté con el corazón en un puño.
Me precipité a salir del cuarto, a punto de tropezar con mi madre. Fui corriendo hasta la entrada, y allí, abrí la puerta, demasiado emocionada por ver a Kookie. Habíamos desayunado juntos, y aunque había esperado a que mi madre llegase a casa para marcharse a la agencia, me supo a poco. Así que, estaba muy ansiosa por tenerlo de vuelta.
La brisa de la tarde me provocó un escalofrío cuando su rostro apareció ante mí. Igual que en mis peores pesadillas.
Ni siquiera tuve que pensar para tomar la puerta y tratar de cerrarla. Fue una especie de acto reflejo, pero las fuerzas escaparon de mí en cuánto vi allí a Lee Minho, dándole así el tiempo suficiente para impedir que lo dejase fuera de casa.
Yo estaba medio paralizada, pero no paré de empujar, intentando que no pudiese darse por recibido. Apoyé la espalda en la madera, ejerciendo fuerza contra él, sintiendo el pecho vacío y el mismo sudor frío de aquel entonces. Sin embargo, y aunque puse todo mi empeño en ello, él consiguió colar su mano y parte del antebrazo. Yo reprimí un grito y aguanté la respiración, más aterrada que en toda mi vida.
- Mierda, Maya -gruñó, tanteando con los dedos para intentar tocarme-. Déjame entrar.
Lo consiguió en menos de dos segundos. Sus dedos atraparon mi mano, la misma que ya estaba prácticamente recuperada de su herida y que apenas tenía la silueta del moretón. Hundió las uñas en mi carne y yo gemí por el escozor que me causó. Traté de zafarme de él por todos los medios, pero aprovechó el contacto para tirar de mí y poner un pie en la entrada.
- Deja los jueguecitos, Maya -sollocé en voz baja, rehuyendo su horripilante mirada-. No me provoques o te juro que ...
Yo me mordí el labio con fuerza y miré hacia mi derecha, agonizando y sabiendo que no podría echarlo.
Que conseguiría lo que pretendía.
Entonces, como un rayo de luz, Hobi salió de mi habitación, chocando con mi mirada de miedo. No hizo falta nada más para que fuera hasta mí porque él supo al instante quién había llamado a casa.
Casi podía escuchar el rechinar de sus dientes cuando me tomó por los hombros y me separó de Lee en un brusco giro, colocándome tras él. Yo, por inercia, agarré su mano, temblando de pies a cabeza. La muñeca me ardía y podía discernir algo de sangre en ella, pero eso me importó poco porque Hoseok estaba allí y estaba a salvo. Él ... Él no dejaría que me hiciera daño otra vez.
Cuando abrió de nuevo la puerta, yo me escondí en su espalda y cerré los ojos. Me negaba a mirar de nuevo a ese energúmeno. No. No lo haría.
- Lárgate o te mato aquí mismo, hijo de puta -la voz de mi hermano salió gutural, advirtiendo un enfado que no controlaría ni por asomo.
- He venido a hablar con ella, no contigo, Hoseok -apreté los dedos de Hobi, cortándole la circulación-. Vamos, apártate.
El silencio que siguió a eso fue depredador, asesino. Solo podía escuchar lo agitada que se había tornado mi respiración y mi cabeza solo repetía el peligro que corría allí.
Porque él estaba a unos pasos de mí. Tal y como había temido.
- Minho, fuera de aquí antes de que lamentes haber venido -apoyé la frente en su espalda, rezando por que ese mal sueño acabase de una buena vez-. Ponle una mano encima otra vez y te ...
- ¿Quién es, Hobi?
Abrí los ojos como platos al escuchar la voz de mamá, viniendo por el pasillo.
- Nadie, mamá. Se han equivocado -Hobi se volvió hacia mi-. Ve con mamá, Maya.
Pero yo tenía tanto miedo que necesité un par de segundos para reaccionar correctamente, y entonces, un golpe en la puerta me hizo jadear. Di un paso atrás, observando los ojos inyectados en sangre de Minho. Era la viva imagen de un demonio.
- Tengo que aclarar algo con tu hermana. Quítate de en medio, joder.
- ¿Quién coño te crees para aparecer aquí después de lo que le hiciste? -escupió Hoseok, mientras yo continuaba retrocediendo en silencio-. No sabes las ganas que tengo de partirte esa maldita boca, así que no me pongas a prueba.
Y soltó lo único que debía haberse callado. Lo único que podía encender la chispa para que Hobi olvidase lo que eran los buenos modales.
- ¿Vas a defender ahora a la marginada de tu hermanita? ¿No crees que te necesitó más ese día? Agradéceme por no estar aquí para matar a esa pequeña zorra, Jung. Aunque, mi paciencia tiene un límite, y lo estáis agotando.
El gruñido de Hobi fue lo único que escuché antes de ver cómo la figura de Minho desparecía entre bastos golpes. Oí a la perfección el sonido de un cuerpo chocar contra la pared exterior de casa y solo tuve que ver los hombros de mi hermano tensarse para saber lo que estaba ocurriendo.
Él se lanzó hacia fuera, permitiéndome ver el gesto de un Jungkook, que acababa de hundir su puño en el rostro de Lee Minho. Sus ojos se habían oscurecido y las venas de su cuello estaban más marcadas que nunca. Su ira llegó hasta mí, y mi miedo dejó de ser el mismo. El horror a que Kookie resultase herido lo ocupó todo, y estuve a punto de seguir a mi hermano para detenerlo cuando un segundo golpe impactó en la mandíbula del visitante indeseado. Yo me detuve, asustada.
- Jungkook, para -Hobi agarró la muñeca de mi mejor amigo, impidiéndole mover un solo músculo-. Mi madre está en casa.
Pero Kookie tenía demasiado rencor contra Lee, sus pupilas negras lo gritaban. Vi cómo zarandeó el cuerpo de Minho y cómo la sangre escarlata embadurnaba su pálida mano, pero él no se pronunció. Mantuvo el agarre de Lee, y el crepitar de su mirada me produjo un escalofrío. Jungkook odiaba a Minho, sí.
Por más cosas de las que podía imaginar.
Los pasos de mamá, dando vueltas y preguntándome si había visto su móvil desde alguna habitación, no me impidieron mirar a Jungkook cuando giró la cabeza y me encontró allí. Su semblante se ablandó y yo negué, pidiéndole sin necesidad de palabras que parase antes de que fuera irremediable.
No merecía la pena. A mí me importaba bien poco si Minho se marchaba de allí con un diente roto o con el ojo morado, y Kook sabía eso. Por eso paró, soltando a su saco de boxeo con una brusquedad que me dejó tomar aire. Lo empujó, advirtiéndole sobre algo que no llegué a oír, pero que fue suficiente para que Minho se marchase entre algún que otro tambaleo. Antes de abandonar mi campo de visión, se volvió para escrutarme con una sed de venganza que recordaría de por vida, pero se fue en un abrir y cerrar de ojos, dejándome sin habla y con un horror que amenazaba con terminar envenenándome el estómago.
Yo también quería que Minho pagara por lo que me había hecho. Por lo que nos había hecho. Pero tanto Jungkook como yo teníamos una prioridad en común, algo que siempre estaría por encima de cualquier cosa; estar juntos y proteger al otro con todo lo que tuviéramos. Podía querer a Lee destrozado, pero más deseaba que Jungkook me abrazara, recordándome que estaba ahí. Vio eso en mis ojos cuando cruzamos miradas y agradecí al cielo por tenerlo. Porque él siempre pensaría en mí antes que en sus propias necesidades y no haría nada que me hiciera sufrir. Porque si yo le pedía que no le partiera la nariz a ese diablo con patas, él me lo concedería. Porque si yo prefería que estuviera a salvo, él se resguardaría del peligro que era Lee Minho. Porque me quería, y eso bastaba.
- Maya, ¿qué haces ahí? -la voz de mi madre me hizo dar un pequeño salto, dándome cuenta de que seguía como un pasmarote y con la mano chorreando sangre-. ¿Y tu hermano?
Yo me giré hacia ella, intentando lucir tranquila aunque había sido una de las peores experiencias que viviría, y tragué saliva. Escondí el brazo tras mi espalda, aparentando una calma fingida.
Ella frunció el ceño mientras se terminaba de ajustar el pendiente a la oreja, esperando que dijera algo, pero nada salió de mis labios.
- Hija, estás muy pálida. ¿Es que has visto un fantasma? -dijo con una tenue sonrisa en los labios.
Sí. El fantasma de mis peores pesadillas.
- Buenas tardes, señora Jung.
Fue como si me desinflara y el temblor sacudiera toda mi endeble complexión, acarreando consigo un alivio tan grande y profundo que parecía casi irreal. Jungkook hizo una rápida reverencia y mi madre amplió su sonrisa.
- Hola, Jungkook. Hobi y yo íbamos a comprar para la cena, ¿te quedas?
La mano herida de Kookie buscó la mía, la que tenía tras mi espalda. Un hilo de sangre bajaba por mi palma cuando Kookie la atrapó. En el mismo momento en que agarró mis dedos, sentí ese líquido viscoso en los suyos, pero eso solo me hizo tomarlo con más fuerza de la que creí que tendría después de haber visto otra vez a Minho.
No quería que me dejara. No después de que se hubiera atrevido a llamar a mi casa. Buscándome.
Él solo requirió de un momento para sentir una sangre que no era suya y tensarse. Aflojó la sujeción de mi mano.
- Si no es molestia, me encantaría, señora.
- ¿Por qué estáis todos con eso? Puedes estar aquí todo el tiempo que quieras, Jeon -mi madre tomó su chaqueta y me observó, extrañada por mi mudez repentina-. ¿Seguro que no estás enferma, Maya? No tienes buena cara.
Hoseok entró en casa, cerrando la puerta y dejando el viento fuera. Él también me echó una ojeada, verificando que me encontrase medianamente bien cuando solo quería desaparecer de allí. Ya había visto mi piel rasguñada y conocía mi condición, pero hizo de tripas corazón y le dejó eso a Jungkook.
Comprendió mi silencio y se dirigió a mamá, salvándome el pellejo de nuevo.
- No te preocupes, mamá -aseguró Hobi, tomando sus zapatos-. Kookie se queda con ella, pero nos cerrarán la tienda si no nos damos prisa.
Mi madre frunció los labios y deseé que no actuase tan maternal porque me vería obligada a decirle la verdad, y me veía incapaz de descubrir la decepción en sus ojos. Pero ... Sabía que ese momento llegaría más pronto que tarde.
- Maya, ¿de verdad estás bien? -ella lucía algo temerosa.
Y yo tomé aire, atrapando el dedo meñique de Kook entre los míos.
- No me pasa nada, mamá -mis comisuras se elevaron un poco, en un intento de sonrisa-. Solo ha sido el frío.
Tanto Jungkook como Hobi se sorprendieron, al igual que yo. Mi voz no tembló y pude contentar a mi madre, y eso fue muy parecido a un milagro, porque por dentro, estaba perdida en una laguna tan fangosa que podría tragarme cuando quisiera.
- Entonces, abrígate un poco -se dirigió a Kookie-. Cuida de ella, Jungkook. No tardaremos en volver.
- Cuidaré de Maya -prometió, acariciando el dorso de mi mano.
Mamá y Hobi se fueron un minuto más tarde. Hoseok nos miró una última vez y yo asentí para calmar su nerviosismo por lo que acababa de pasar.
No estaba bien. Todo en mi interior se había revuelto con solo ver a Minho, pero intentaba pensar en Jungkook, en las caricias que dejaba en mi mano. Si Kookie estaba conmigo, no tenía que temer a nada. O al menos, eso quería creer.
Jungkook solo necesitó escuchar el golpe de la puerta para acercarse a mí y poner sus manos manchadas en mi rostro, haciendo que lo mirase. Sus ojos estaban abiertos de par en par; él también había pasado miedo por mí. Delineó mis facciones con sus oscuras pupilas, temiendo que Lee se hubiera atrevido a ponerme un dedo encima antes de que él llegase y hubiese hecho algo peor que arañar mi piel.
- ¿Estás bien? -arrugó el ceño mientras acariciaba con sus pulgares ensangrentados mis mejillas.
Yo me mordí la lengua. Me negaba a decirle el miedo que seguía palpitando en mi pecho. No quería liberar las lágrimas que empezaban a formarse en mi ojos, así que las tragué y, con torpeza, me abracé a su torso, arrancándole un suspiro.
Kookie dejó sus manos en mi espalda, intentando acercarme a su cuerpo tanto que ni siquiera pudiera respirar, y yo le ayudé. Me presioné contra su complexión, demostrándole la angustia y el terror que se había apoderado de mí. Y, como siempre, Jungkook solo tuvo buenas palabras para mí.
- Se ha ido y no va a volver. Me encargaré de que no intente hacerlo, enana -escuché con una asombrosa nitidez cómo la voz se le quebró-. Solo ... Solo dime si estás bien.
La conversación que tuve con Yoongi la semana anterior llegó de mi ajetreada memoria, golpeando con la cruda realidad que había terminado por descubrir. No seguiría mintiendo sobre mi estado, no me llevaría a ningún lado y era cansado mostrar una felicidad fingida cuando no me sentía como tal. Cuando me encontraba perdida y solo añoraba tener a Kookie en casa.
- No ... -exhalé en su cuello y noté cómo se le erizó la piel cuando mis labios la rozaron al seguir hablando-. No estoy bien, Kookie.
- Vale, está bien -asintió, susurrando-. Te prometo que eso cambiará. Te juro por mi vida que esta pesadilla va a terminar.
Siempre que Jungkook decía algo, lo cumplía. Yo sabía cuánto se exigía a sí mismo, cuánto se preocupaba por mí, y adoraba esa faceta suya. Pero, pese a eso, no podía pedirle un sacrificio así. Ya había sido lo suficiente egoísta por un tiempo, y me di cuenta en el instante en que la respiración de mi mejor amigo se volvió ligeramente irregular. No vería a Jeon llorar por mi culpa. Me negaba a ver una imagen tan desastrosamente dolorosa como esa porque ... Porque Jungkook no tenía que sufrir lo que yo sufría.
Por eso me alejé de él, provocando que su mirada se tornase curiosa a la vez que preocupada.
Yo no solía romper nuestros abrazos.
No le di tiempo a hablar porque tomé con apremio su mano. Sus dedos estaban algo manchados por la sangre, pero eran sus nudillos los que más me asustaban. No pensé en mí ni en que mi muñeca palpitaba de dolor, solo en él. Puede que no se hubiese hecho demasiado daño al golpearlo, pero la hinchazón posterior a un gancho como ese era inminente y no quería que Kookie estuviese incómodo por ello.
Rodeé su muñeca y, tras tomar aire, tiré de él hasta la cocina. Ya en el fregadero, coloqué su mano magullada bajo el grifo y abrí la llave para que el agua fría cayera sobre su piel. Con el único sonido del agua cayendo, yo también introduje ambas manos bajo el chorro y acuné sus dedos. Tanto su herida como la mía se fueron limpiando bajo el agua tibia.
Todo en mí seguía temblando por la impresión y el susto que me había llevado, pero eso no me impidió extender sus largos dedos sobre mi palma. Con la otra mano, me dediqué a dar pequeños círculos sobre sus falanges, eliminando así el color rojizo que se había adherido a su pálida piel.
Jungkook se mantuvo callado todo el tiempo, pero en algún punto, se acercó a mí. Su pecho chocó contra mi hombro y yo entendí lo que pretendía.
En menos de dos segundos, él ya se encontraba dejando suaves besos sobre mi pelo suelto, cerca de mi frente ligeramente descubierta. Yo ladeé la cabeza para que su tarea fuese más sencilla y me obligué a no llorar. Kookie notó mi esfuerzo y se movió para agarrar mi mano herida. La acarició y limpió con cuidado de no hacerme daño y yo reprimí los gemidos de escozor. Creí que no sería grave, solo un par de arañazos, pero Minho se había encargado de clavarse hondo. Muy hondo.
Con torpeza, yo también limpié su mano entre aquel consolador reguero de besos y cerré la corriente cuando ambos hubimos acabado de curar al contrario. Le permití depositar sus labios una última vez en mi cabello mientras observaba cómo las gotas caían desde nuestras manos. Él entrelazó sus dedos con los míos, y aunque los sentía helados, no noté más que una cálida ola de afecto con su gesto.
Incapaz de decir una sola palabra, observé nuestras manos magulladas y cómo la sangre seguía brotando de mi muñeca. Kookie lo vio y se apresuró a tomar algo de papel de cocina para presionar y cortar la superficial hemorragia.
Demasiado olor a sangre, demasiados malos recuerdos.
Sin soltar su mano, estiré mi brazo izquierdo para alcanzar el trapo de cocina. A pesar de lo bien que se sentía tener sus delgados dedos retorciéndose entre los míos en un inocente intento de que no sintiese molestia por las heridas, no tuve más opción que romper el contacto para comenzar a secar su mano. La envolví en el paño, secándola a conciencia y con cuidado de no presionar demasiado en sus enrojecidos nudillos.
Cuando ya no había rastro de agua en su mano, intenté dejar la bayeta húmeda en su lugar, pero Kookie me lo impidió al atrapar mi antebrazo. Yo alcé la vista, pero no encontré sus ojos, pues estos se hallaban perdidos en mis manos. Embobada, noté cómo tomó la tela. Ni siquiera pude bajar la mirada para ver qué iba a hacer; la dulce sonrisa en sus comisuras me absorbió por completo, y me fue imposible alejar las pupilas de la calma que reinaba en su atractivo rostro.
Sé que se entretuvo por más de dos minutos en secar mis manos de la misma forma en que yo había hecho con él y en envolverlas en unas vendas que guardábamos para emergencias con los cuchillos en uno de los armarios, pero yo no dejé de mirarlo ni un solo segundo. Jungkook sabía que yo lo hacía, sin embargo, creo que eso solo lo hizo sonreír más.
De repente, sentí el paño en mi rostro y busqué una explicación en sus ojos negros. Él había dejado alguna que otra mancha de su sangre al tomar mis mejillas, así que se encargó de eliminar cualquier rastro rojizo de mi piel entre suaves caricias.
Me apoyé en él por inercia, delineando en silencio cada marca en su rostro. Cada bonito lunar. Cada signo de felicidad. Porque ... Él lucía muy feliz, y me costaba mucho creer que yo había logrado aquello. Algo tan difícil e íntimo como causar en él esa radiante satisfacción.
¿De verdad había sido yo?
Después de tantos dolores de cabeza, de tanto sinsabores. Después de innumerables malos momentos, realmente, ¿él era dichoso por estar a mi lado? Por alguna razón, mientras él acariciaba mis pómulos y los limpiaba, solo pude recordar el tormento que habíamos pasado juntos desde que volvimos a acercarnos. Yo no le había dado nada más que una miseria inmensa y un padecimiento del que me avergonzaba hasta los tuétanos. Entonces, ¿por qué sus hoyuelos me resultaban más hermosos que nunca?
- ¿Maya?
Parpadeé un par de veces y descubrí que mis cavilaciones habían logrado abstraerme de la realidad. Kookie ya había terminado de devolverme el favor y me miraba de frente, con el ceño un poco fruncido y sus labios entreabiertos. Él estaba muy cerca. Si lo hubiese querido, podría haber roto la distancia y sus abultadas comisuras estarían sobre las mías. Pero no era el momento. Aún no.
Sin embargo, no pude alejarme de su complexión por mucho que quisiese hacerlo. Tragué saliva, ligeramente nerviosa por el hermoso color que portaban sus labios o por lo bien que recordaba el último beso 'real' que nos dimos.
- Te pondré hielo -dije, no muy alto.
Jungkook captó mi huida y asintió. Vi la decepción en sus ojitos, luciendo lastimero para mí sin pretenderlo. Se separó, dejándome con un vacío demasiado grande, y yo me dirigí al congelador.
Debía dejar mis prejuicios y mis miedos de una maldita vez, porque ... Yo de verdad deseaba besarlo y que él me correspondiera como aquella vez, pero el temor a ser poco para él seguía presente, sin intenciones de desaparecer.
Maldiciendo mis inseguridades, saqué una pequeña bolsa de hielo. Cerré el congelador y me volví hasta donde Kookie me esperaba. Había tomado asiento en una silla, y conforme caminaba hasta él, me percaté de lo cansado que estaba. Continuaba teniendo esa diminuta sonrisa, la misma que amplió cuando yo me dejé caer en el lugar vacío a su lado, sin embargo, era fácil ver que estaba agotado. Supongo que me costó verlo, pero cuando lo hice, una ráfaga de arrepentimiento y culpabilidad me azotó.
Jungkook no se marchaba ninguna mañana hasta que yo me ponía en pie, por eso intentaba despertarme a la misma hora que Hobi. Así, ellos podrían irse juntos a la agencia y seguir con los preparativos del debut, pero siempre que ponía mi reloj antes de lo normal, Kookie lo apagaba y decía que era muy temprano para mí, que podía dormir un rato más. No importaba cuántas veces lo intentara, él siempre se negaba a irse porque mi madre seguía durmiendo y eso era como dejarme sola.
Jungkook no quería dejarme sola.
Así que, después de cerrar los ojos un rato más, lo descubría ya despierto, pensando en cosas que se preocupaba en compartir conmigo cada noche, al volver. Poco después de eso, la rutina consistía en permitirle usar mi baño para una ducha rápida o volver a su casa para dicho cometido. Kook regresaba lo antes posible y desayunábamos juntos, a veces con mi madre. Otras ocasiones nos encontrábamos solos. Esas veces, Jungkook no se iba de casa hasta que mamá regresaba del bufet o alguno de los chicos conseguía el permiso para acompañarme. Con todo eso, yo solo me sentía como un maldito lastre para los demás, pero no podía decirle a Kookie que estaría bien sin nadie. ¿Y si hubiera estado sola en casa cuando Minho apareció? ¿Y si él hubiese aprovechado mi soledad para ...?
Por temores como ese, era más egoísta de la cuenta y permitía que los chicos gastasen su tiempo libre haciéndome compañía. Odiaba esa dependencia. No la soportaba, y aún así ... Aún así, no era capaz de dejarla.
Había días en los que Kookie se marchaba más tarde de lo que tenía permitido y eso repercutía en sus horas de trabajo, pues tenía que suplir el tiempo que había usado conmigo en la agencia, ya fuera practicando o en reuniones a las que había faltado. Yo había intentado sobreponerme a mi miedo y en más de una vez lo había conseguido. Ya le había dicho a Kookie que podía marcharse antes, que no pasaría nada si yo me quedaba sola por un par de horas, hasta que llegase mamá. Pero él no se hacía un favor a sí mismo, sino que se atrasaba en sus deberes por mí, por mi bienestar.
Por razones como esta, llegaba muy tarde algunas noches. No solía ser así porque tanto Hobi como él habían explicado que debían estar conmigo por motivos personales y su agente lo entendió, pero no siempre llegaban a la hora de cenar. Sobre todo Jungkook.
Él iba algo atrasado en sus quehaceres y en más de una vez había tenido que trasnochar por ello. A veces llegaba después de medianoche para meterse en la cama conmigo. Esas noches, yo siempre dejaba un pequeña parte de la persiana sin bajar para que pudiese llamar a mi cristal. Yo siempre solía estar despierta cuando eso pasaba, mirando las horas pasar hasta que Kookie llegaba y podía acurrucarme a su lado entre las sábanas.
Pues bien, la noche anterior llegó a más de las tres de la mañana. Yo no dije nada, solo le pregunté si estaba cansado, y él me respondió que no, que estaba bien y que cerrase los ojos porque era muy tarde. La conversación terminó ahí y yo me volví a dormir después de abrazarme a su torso, preocupada por sus pocas horas de sueño y el esfuerzo que se exigía a diario.
Era un asunto serio, pero él intentaba quitarle importancia siempre que yo lo nombraba. Sin embargo, tras envolver su mano en un paño limpio y seco y colocar encima la bolsa congelada, me repetí que debía parar.
Yo tenía la vista fija en su mano mientras la sujetaba, pero escuché perfectamente el débil bostezo que trató de ocultarme. Se apoyó en el respaldo de la silla, y tras dejar caer su palma sobre la mano con la que yo sostenía el hielo, fruncí los labios.
Él fue dejando caricias en mi piel por un buen rato. No nos movimos ni hablamos en el largo rato que estuvimos allí, pero cuando yo moví por última vez de posición la bolsa, me negué a seguir fingiendo que él estaba bien. No podía aceptar sus excusas y no iba a permitir que llegase a casa sin fuerzas por mi culpa.
Me lo prometí y dejé mi lugar, sobresaltando a un Jungkook que había cerrado los ojos un par de minutos atrás, demasiado cómodo y agotado como para negarse una pequeña cabezada allí mismo.
Me miró alertado por esos repentinos y bruscos movimientos, y yo fui hasta el congelador para devolver a su lugar el hielo. Lo cerré y regresé hasta donde Kookie terminaba de bostezar por milésima vez. Él no comprendió el enfado ni la dureza en mi rostro, pero no replicó cuando yo hablé.
- Ven.
Kookie se dejó arrastrar por mí cuando yo tomé su mano sana. Lo llevé hasta el comedor, y allí, fui hasta el sofá para tomar dos cojines y colocarlos en la alfombra. A sabiendas de que Jungkook me miraba confundido, no me detuve y dejé un almohadón detrás del otro, en paralelo al sofá.
Me incorporé y miré a Kookie. Él me observaba, tratando de lucir despierto cuando la somnolencia estaba ganándole.
Cabreada conmigo misma, quedé frente a él, y sin mediar palabra ni exponer mis planes, alcancé el borde de su sudadera. Intenté no sonrojarme y ser consecuente con lo que pensaba hacer, pero estaba segura de que la voz me salió temblorosa.
- Quítatela.
·····
😏😏😏
¿Alguien más está tan viciada como yo a esta canción?
https://youtu.be/p4RIhcY7V3c
See you 💙 and MAY THE FORCE BE WITH YOU
#MayThe4thBeWithYou
FELIZ DÍA DE STAR WARS XD
Chau :)
4/5/2018
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