Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

[4.6] "Like rain"

Maya

- No es justo, yo ... Yo iba ganando -dije soltando el mando de la consola en la alfombra del salón.

Hobi se rió a mi costa mientras yo fruncía los labios, cabreada por no haber conseguido adelantar a su coche en las últimas vueltas del circuito.

- Pero yo soy el número uno en este juego, hermanita, ¿no lo recuerdas? -se mofó de mí, revolviendo mi melena antes de levantarse e ir hacia la televisión. Resoplé, apartando varias mechones que impedían mi visión-. Siempre gano, desde que éramos unos críos.

- Sí, sí. No hace falta que me lo recuerdes -refunfuñé entre dientes.

Me tiré contra el sofá, cruzada de brazos y con la cabeza en otra parte. Específicamente, a unos quince metros, en la casa donde mi mejor amigo debía estar preparándose para su esperada cita con la increíble chica que suspiraba por sus huesos. Seguía sin entender el comportamiento de Kookie. Desde qué saqué el tema de la cita en la preparatoria esa mañana, él había quedado ausente de todo. Volviendo a casa, ni siquiera me atreví a tomar su mano porque lucía molesto y no quería importunarlo. Sólo me quedó claro que estaba demasiado ocupado pensando en algo como para prestar atención a lo que fui diciendo por el camino, pero lo peor de todo fue cuando llegamos a casa y se despidió de mí, diciendo que tenía cosas que estudiar antes de la noche.

Y no voy a hacer como sí eso no me molestase, porque lo hizo.

Estábamos tan unidos, que no importaba si teníamos que estudiar, lo hacíamos el uno con el otro. Así que, cuando me puso esa excusa, cabizbajo, y se marchó a su casa, yo me desinflé como un globo. ¿Había sido yo? ¿Lo incomodé lo suficiente como para preferir estar lejos de mí esa tarde? Llevaba haciéndome esas preguntas desde hacía horas. Ya rondaban las ocho de la tarde y Jungkook debía estar casi listo para marcharse al encuentro de Dae. Y yo de veras quería pasar un rato con él antes de que se fuera con ella.

De repente, sentí el sofá hundirse a mi izquierda, sobresaltándome. Me volví para encontrar a Hobi allí, con los ojos puestos en mí y el ceño algo fruncido. Genial, había conseguido preocupar a mi hermano.

- Y ahora es cuando te enfadas por no poder superar a tu maravilloso y espectacular hermano mayor en un juego de carreras para niños de ocho años -me comunicó, todavía con ese aire de diversión en sus palabras. Levantó una ceja, oliendo que algo me tenía demasiado inquieta-. ¿Qué pasa? Eras mala, pero hoy has roto tu peor récord, Maya.

Cansada de todo, bufé y me apoyé en el respaldo del sofá, cerrando los ojos para evitar que Hoseok viera en ellos todo lo que me tenía despistada. Me avergonzaba ser tan transparente a veces, ¿por qué no podía ser de piedra?

- He tenido un mal día -dije, sabiendo muy bien que una mentira como esa no sería suficiente.

- Ya lo veo -me dio la razón Hobi. Yo entreabrí el ojo para observar su semblante-. ¿Por qué la gaviota no está aquí? ¿Acaso lo has terminado espantando?

Respiré hondo y me encogí de hombros. Puede que fuera eso. Si dije algo que no le había gustado, probablemente, Kookie estaba huyendo de mí. Y si estaba rehuyéndome ... La situación sólo podía empeorar.

- Eso creo -me hundí en el sillón, más desanimada que nunca-. Jungkook debe estar enfadado conmigo.

- ¿Enfadado contigo? No me hagas reír, Maya -soltó una carcajada-. Eso no pasará nunca, y lo sabes.

- Está pasando ahora, Hobi -me maldije mentalmente por haber sacado el tema de Dae de vuelta a casa.

Hubo un pequeño silencio entre nosotros que sólo fue roto cuando mi cachorro, que apareció corriendo desde la cocina con una pequeña pelota de las que chillan cuando son aplastadas, una que Kookie le había regalado un par de semanas atrás.

Yo lo miré, decaída, y él se acercó hasta mis pies para frotar su cabeza contra mi pierna entre tiernos lloriqueos. No me hizo falta darle muchas vueltas a su comportamiento, porque si llevaba su juguete favorito en la boca, cualquiera se habría dado cuenta de lo que quería. Sin nada de fuerzas, pero compadeciéndome por momentos de mi inocente mascota, me coloqué de rodillas en la moqueta del salón y acaricié su barbilla, a lo que él dejó de morder el juguete y yo pude tomarlo. Bebé entornó la cabeza, mirándome con una carita que no llegaba a ser de pena, pero que ni de lejos se acercaba a su alegría habitual.

No le hice esperar más y lancé la pelota azulada hacia el pasillo, logrando que esta emitiera ese gracioso sonido todas las veces que hizo contacto con el suelo de casa. La pequeña sonrisa que había esbozado se esfumó en cuánto el animal ladró suavemente y decidió acurrucarse contra mis rodillas. Dejando mi mano sobre su pelaje, medité su forma de actuar para entender una cosa, que muy a mi pesar, también sentía yo.

- Creo que no eres la única que echa de menos a Jungkook -dijo Hobi, a mi lado.

Enterré los dedos en las hebras de color chocolate de nuestro perrito y tragué saliva.

Jungkook era el que casi siempre jugaba con él a la pelota, así que no me molestó que ignorase mi interés por el juego porque ... Narices, yo también preferiría corretear por ahí con la atención de Kookie si fuera un cachorro despreocupado. Me pareció algo tan noble que estuviera buscando la atención de mi mejor amigo, que sólo pude echarme a mí misma las culpas de que él no estuviera allí para atender sus pedidos.

Cabizbaja, dejé que el cabello tapase parte de mi cara mientras me entretenía en acariciar al cachorro con todo el cariño que supe recabar. Relamí mis labios, sintiéndolos extraños y secos por lo que iba a decir.

- Tiene una cita con Dae esta noche.

En mi mente, podía recrear todas las escenas que compartirían en unas horas mis dos amigos, y eso no lograba hacerme sentir pinchazos por todas partes. Ellos se veían bien juntos, puede que demasiado bien para mis cerrados deseos. Dae le demostraría lo buena que era, lo mucho que merecía la pena, y Kook ... Él la comenzaría a mirar con otros ojos, cosa que yo no podría soportar.

- Lo sé -me respondió Hoseok, acomodándose a mi derecha.

Yo apoyé la cabeza sobre su hombro y dejé que mi hermano mayor me mimase como hacía meses no lo hacía. Besó mi frente fraternalmente y yo suspiré.

- No quiero que vaya -murmuré, dividida por ese dulce sentimiento que me provocaba Jeon Jungkook y el amargo sabor de la derrota, sabiendo a Dae vencedora de una guerra que no existía más que en mi interior.

- Eso también lo sé, hermanita.

Sonreí, cargada de tristeza, y dejé caer la mano de la espalda del perrito. Este se quejó y corrió a esconderse en mi regazo, con las orejas caídas. Él también lo necesitaba.

- Yo ... -dije, sintiendo los pómulos arderme por la gravedad de lo que iba a confesarle-. Yo creo que ...

- ¿Que Jungkookie te gusta? -mordisqueé mi labio, dándole la razón-. Maya, eres la última en darse cuenta de eso, ¿sabes?

Con la quemazón extendiéndose por cada poro de mi rostro, recordé las conversaciones que había compartido anteriormente con Tae y Jimin. Ellos siempre dejaron esa puerta abierta aunque yo me negase a atravesarla. Siempre poniendo las mismas excusas, las mismas estupideces que habían terminado consiguiendo que Jungkook le diera esa inocente oportunidad a Kim Dae en lugar de a la estúpida y cabezota de Jung Maya. Hasta Jin había dejado caer lo cercanos que éramos, lo que eso podía conllevar en un tiempo.

- ¿Hasta Yoongi? -pregunté mientras él reía y repartía dulces besos por mi cabello.

- Se enfadó mucho cuando lo descubrió porque dice que un amor como el vuestro debería tener alas propias y no se las dais -dijo, sonrojándome todavía más-. Ya sabes, algo que diría Min. Pocas veces lo había visto así de indignado.

- Pero, Hobi -le repliqué-, no es nuestro. Sé que Kookie me quiere, pero no así.

¿Lo sé? ¿Realmente estoy segura de ello? Porque, hasta hace unos días, no pude admitir que Jungkook me gustaba de una forma bien distinta a la que siempre tuve en mente. Así que, ¿qué tenía para afirmar que Jungkook no se estaba debatiendo también por lo mismo que yo?

- Después de todo, creo que has terminado creyéndote tus propias mentiras, Maya -entrecerré los ojos, a sabiendas de que lo que mi hermano decía era cierto-. Nadie te ama más que él.

Siendo sincera, quise llorar. Que mi propio hermano tuviera que decirme eso, además de bochornoso, era doloroso. ¿Con qué seguridad aseguraba algo así? Hoseok no era una persona que hablase a la ligera; él siempre decía las cosas por cómo las entendía, y casi nunca se retractaba de haber dicho algo. Al escucharlo decir que nadie me estimaba tanto como Kookie, pude oír a la perfección una parte de mi corazón romperse. ¿Tan ciega estaba siendo? ¿Era tan ridícula como me sentía?

- Es ... Es bonito pensar así, pero yo sigo sin verlo, Hobi -hice un mohín con la nariz-. Y de verdad quiero que él me quiera como yo empiezo a hacerlo.

- Entonces, míralo, Maya -me rogó, logrando que me estremeciera por la fuerza en sus palabras-. Míralo a los ojos la próxima que lo tengas delante, y no dejes de hacerlo hasta que lo encuentres. Cuando veas la desesperación que arrastra, entenderás lo difícil que está siendo para él reprimirse -acarició cuidadosamente mi pelo-. Jungkook está esperando por ti, por tu permiso. Es por eso que hoy va a ver a Dae; porque cree de veras que tú te has decantado por Minho y que está fuera de esto.

- Está dentro, Hobi -le aseguré, tratando de que la voz no me temblara al hablar-. Tanto que he tenido miedo de lo que siento.

- ¿Y ya no sientes miedo?

Tras sopesar las respuestas posibles a esa pregunta, terminé asintiendo. Él masajeó mi hombro, intentando reconfortarme tanto como le fuera posible.

- Me asusta. Pero más me aterra pensar que Kookie la quiere a ella.

Dios mío. Eso me provocaba las peores pesadillas. Imaginar que todo podría acabar de un plumazo si el destino era cruel conmigo, con mi maldita indecisión. Si Jungkook dejaba de verme, si empezaba a sentirse mal en mi presencia, si prefería alejarse porque ya no quería estar a mi lado, ... Si algo de eso ocurría, ya no habría salvación para mí.

Al cabo de un rato, dejé a Hobi en el salón y tomé en brazos al cachorro. Este se escondió en mi pecho mientras caminaba hacia mi cuarto.

Si era cierto, si Jungkook sentía la más mínima cosa por mí, yo quería comprobarlo. Nunca antes lo había mirado pensando en ello, así que si lo hacía consciente de lo que buscaba en sus ojos, a lo mejor podría encontrarlo, tal y como me había dicho Hobi.

Recé en silencio por estar todavía a tiempo de encontrarlo en casa y deslicé mi cristalera, dejando que los últimos rayos de sol me nublasen la vista por momentos. Resguardando aún más al perrito para que no notase demasiado el cambio de temperatura, cerré mi puerta corredera y caminé prácticamente a ciegas los cinco metros que separaban nuestras casas.

Una vez frente a sus cristales, entrecerré los ojos. No podía esconderme de él. Si Kookie estaba molesto conmigo, debía solucionarlo cuánto antes porque no soportaría verlo enfadado conmigo. Así que, me coloqué la mano sobre los ojos para tapar el sol y poder ver con algo más de nitidez el interior de su cuarto. Al ver su figura de espaldas a mí, concentrado en algo que no alcanzaba a ver, tragué saliva y alcé la mano para llamar. Sólo lo pensé dos segundos, pues la necesidad de verlo me estaba asfixiando, lo llevaba haciendo durante toda la tarde, mientras yo me carcomía por dentro pensando en su comportamiento y en lo mucho que dolió cuando me apartó con tanta naturalidad.

Mis nudillos chocaron un par de veces contra el cristal, y aunque no podía ver muy bien qué pasaba en su cuarto por culpa de la luz, escuché perfectamente al suave sonido que emitió la cristalera cuando Jungkook la deslizó ante mí. Ni siquiera se paró a observarme, sino que dio media vuelta y volvió a centrarse en eso que lo mantenía tan ocupado.

Empequeñecida, terminé por adentrarme en la calidez de su habitación. A pesar de no estar allí mucho tiempo a lo largo del día, seguía sintiéndose reconfortante.

Con algo más de timidez, cerré el ventanal tras mi paso y me fijé en la espalda de Kookie, a unos metros de mi lugar. El cachorro ladró y yo obedecí sus sinceros deseos de ver a mi amigo, por lo que no tardé y me agaché para depositarlo en el suelo. Una vez ahí, se apresuró a correr hasta dónde Kook se encontraba, rebosante de alegría por la atención y los mismos que Jungkook le regalaría.

Tensa de pies a cabeza, observé, sin perder detalle, cómo mi vecino se alertó ante las patas de mi mascota en sus vaqueros, esos que le quedaban tan bien. Viró el rostro, dejando a mi vista parte de su cara y la sonrisa que se instaló en ella me tranquilizó cuando notó al animal a su lado. Abandonó lo que estaba haciendo y se arrodilló frente al perrito, que no dejaba de volver la cola, demostrando su alegría. Kookie lo acarició con ambas manos, provocando que ladrase de puro gozo.

Cruzada de brazos, disfruté del bonito momento que protagonizaron, pero no pude evitar sentirme en otra dimensión de lo más alejada a Jungkook. Él ni siquiera había posado sus ojos en mí.

- Bebé no dejaba de buscarte para jugar a la pelota -dije, sorprendiéndome a mí misma ante la firmeza con la que dije aquello.

Jungkook me escuchó y su sonrisa fue desvaneciéndose poco a poco, clavándose en mi pecho. ¿Tanto le molestaba que hubiera ido a verlo?

- Pensé que eras tú la que quería verme -dije, incorporándose, todavía sin enfrentarse completamente a mí.

Abrí los ojos cuando Kook me miró, segundos más tarde, porque sus ojos ... Sus ojos brillaban ante mí como dos faros en la oscuridad, iluminándome de una forma fulminante. Tan asombrada me encontraba por el resplandor de sus orbes oscuros, que no fui capaz de fijarme y buscar en ellos ese cariño que debía ir más allá de la amistad. Me era imposible pensar si el corazón me martilleaba con tal rudeza por culpa de lo que empezaba a colapsar en mí, sin que yo pudiera pararlo.

En trance por la mirada de Jungkook, tardé en analizar su vestuario, pues si hubiera visto desde el principio que la camisa blanca que llevaba estaba entreabierta, mi maldito pulso no habría tardado tanto en dispararse.

Su pecho apenas estaba visible, pero lo que más me impactó fue lo hermoso que se veía portando dicha prenda. El color azabache de su cabello chocaba completamente con la blancura de su camisa, haciéndolo ver en una mezcla de colores que nunca había disfrutado en él, pero que lo hacían ver irremediablemente bien.

- Bueno, eso ... También -dije, avergonzada por haberme detenido tanto tiempo en su cuerpo.

Intenté mirarlo sin dudar, pero me fue imposible al ver su ceño fruncido y la dureza grabada en su mirada. ¿Qué le hacía mirarme así? Me incomodaba mucho que lo hiciera, porque parecía como si quisiese leer algo escrito en mí que ni siquiera yo sabía que existía. Como un secreto a voces que él quería examinar desde cerca.

El cachorro volvió a llamar su atención, pero esta vez, tardó algo más de tiempo en llegar hasta él y tomarlo entre sus manos. En sus dedos pude ver un par de anillos y un reloj en su muñeca. Joder, Jungkook lucía mejor que nunca. Nadie podía negar una verdad como esa. Incluso su ceño fruncido y la frialdad en su mirada lo hacían aún más atractivo. Debería preocuparme por saber qué le había incomodado, pero no pude hacerlo teniendo a una obra de arte como él ante mí.

Fue la primera vez que Jungkook me pareció inalcanzable y demasiado perfecto para una chica tan rota como yo.

Notando el calor en mis pómulos, los miré. Ver cómo Kookie besaba al pequeño, me hizo saborear una extraña dulzura que explotó en mi estómago, al igual que todos los sentimientos que había creado ese chico en mí. Entender que necesitaba de sus besos también, ya era tan simple que se transformó en una sana envidia hacia la chica que lo esperaba esa noche. No podía recriminarle nada a ninguno de los dos, así que sólo me tragué las palabras y disfruté de las pequeñas risas de Kookie cada vez que el cachorro lamía sus dedos.

Transcurrieron un par de minutos en los que ninguno de los dos habló, él fingiendo que yo no estaba allí, y yo sufriendo por la indiferencia que Jungkook mostraba hacia mi persona.

De repente, aunque sin dejar de acariciar el perrito, alzó la barbilla en busca de mis ojos. Yo, más rígida he nunca, observé cómo caminaba hacia mí, con el animal en su regazo. Se detuve a unos palmos de distancia, mirándome de la misma forma, con la misma intensidad.

- Debo marcharme ya, Maya -dijo, como un tajo de lo más cortante-. Se me hace tarde.

Yo dejé que mis ilusiones desaparecieran y sonreí levemente antes de asentir.

Le estaba molestando, sus palabras llevaban ese mensaje implícito.

Con algo de torpeza, recordando que no era la primera vez que Jungkook me trataba así, aunque sí que había empezado a olvidar esa angustia, gracias a que hacía largos meses de nuestro acercamiento, me acerqué para tomar al animal de vuelta. No debí haber ido. No debí haberlo hecho.

En el proceso, rocé sus dedos sin querer, y cuando los retiré, sentí perfectamente ese agradable cosquilleo en la mano, pidiendo por palpar su piel sin que nada ni nadie me lo impidiera.

Jungkook no hizo nada, sólo me observó tomar a mi pequeña mascota, y escuchó los lastimeros lloros de esta al sentir que lo apartaban de su cálido pecho. Yo lo resguardé en el mío, sonriendo, rota.

- Lo siento. Sólo ... Sólo quise venir a verte -admití, arrepentida de haberlo hecho-. Pásalo bien -le dije, antes de volver sobre mis pasos hasta la cristalera.

- Gracias -murmuró, con voz apagada mientras yo deslizaba el vidrio.

Salí de su habitación, aguantando al bebé entre los brazos a pesar de sus intenciones de escapar de estos para volver con Jungkook, y me di el lujo de que los ojos se me empañasen con amargas lágrimas.

Pero, antes de cerrar por completo la cristalera, miré hacia dentro de nuevo. Kookie seguía en el mismo lugar, esta vez con el gesto algo más suave y una pizca de pena en el brillo de sus pupilas. Yo amplié mi sonrisa todo lo pude, deseando de corazón que Dae supiera compensar mi torpeza y mis maneras de quererlo, insuficientes e insignificantes para él. Sentí cómo las lágrimas empezaban a desbordarse e intentaban salir por el rabillo de mi ojo, pero eso no me impidió hablar con bastante entereza.

- Saluda a Dae de mi parte, ¿quieres? -mojé mis labios, a punto de quebrarme allí mismo-. Y cuida de ella, Jeon. Es una buena chica -él no se inmutó, pero sus hombros cayeron un poco, mostrándolo abatido. Iba a cerrar su ventana de una vez, pero no me guardé nada más y me dirigí hacia mi mejor amigo a la par que la primera lágrima, la cual intenté ocultarle, descendía por mi mejilla-. Por cierto, el blanco te sienta bien, Kookie. Deberías ... Usarlo más a menudo.

El click de la puerta me impidió escuchar si hubo algún tipo de respuesta por su parte, pero no me arrepentí de nada y regresé a paso rápido hasta casa.

Entré, dejando en el suelo al cachorro, para cerrar mi cristalera, aguantando el llanto a duras penas. Bajé la persiana, quedando totalmente a oscuras, y tapé mi boca para evitar que los sollozos alertasen a Hobi. No merecía la pena que llorara por él y por su estúpida actitud altiva. No merecía mis lágrimas. Y, aún así, sólo pude llorar en la penumbra de mi cuarto, esperando como una tonta a que Jungkook se retractase y volviera conmigo. Que viera en mí lo que buscaba en Kim Dae y me diera una disculpa por comportarse como un arrogante. Sin embargo, no ocurrió.

Jungkook me dejó llorar tras haber visto cómo las lágrimas se acumulaban en mis ojos.

Así que, pasé toda la noche preguntándome si el amor era eso, si quererlo no bastaba para que él lo hiciera también.

•••

Mi dedo presionó la tecla sin ninguna emoción. Me sentía vacía, hueca.

- ¿Maya?

La voz de Hobi me hizo volver la cabeza hacia la puerta de mi cuarto. Él estaba allí parado, apoyado sutilmente en el marco de la puerta mientras manoseaba su juego de llaves. Yo dejé caer ambas manos en mi regazo y lo observé, procurando no lucir demasiado abatida a sus ojos.

- ¿Sí? -respondí.

- ¿Has hablado con Jungkook? -me cuestionó con voz neutra y pasos firmes, caminando hasta mí.

Una vez a mi lado, yo alcé la barbilla para mirarlo a los ojos y sonreír débilmente. Supe bien que Hobi no terminó de tragarse mi buena actitud porque apenas tardó en llevar su mano a mi mejilla. La acarició, manteniendo su ceño fruncido e inquiriéndome con su característica dulzura.

- No -le mentí con descaro, pero sin abandonar esa falsa sonrisa-. Ya se había marchado cuando me acerqué a verle.

Habría sido mejor de esa manera. Si Kookie no hubiese estado en casa, yo no me habría sentido como un incordio ni habría llorado por más de como lo había hecho. Seguía sin comprender por qué me había tratado con esa crueldad, pero no quería saberlo. Así sólo lograría abrir más la herida y quería que cicatrizase de una vez por todas.

- No estés triste, hermanita -sus cálidos dedos se pasearon por mi pómulo antes de inclinarse para besar mi frente-. Él volverá.

Le agradecí el ánimo, pero no pude evitar plantearme si Hoseok estaba en lo cierto, o si, por el contrario, Jungkook no regresaría.

Yo ya daba por sentado que nuestra relación volvía a ser la de dos amigos que se quieren, como cuando éramos unos niños, aunque ahora, yo había terminado cayendo ante sus encantos. Realmente pensaba que Kookie y yo volvíamos a estar lo suficiente unidos como para decírnoslo todo, pero él no estaba siendo sincero conmigo esos días. No dejaba de esconderme cosas, de ponerme excusas que comenzaban a oxidarse. Y quería creerle, confiar en él, pero parecía ser Kook era el que no tenía su confianza puesta en mí. Después de la dureza de sus palabras esa tarde, era más que evidente que prefería tenerme lejos. Como todos.

- Sí -asentí, imaginando cómo podría mirarlo a los ojos la próxima vez que lo tuviera delante.

- Anima esa cara, anda -dejó unas cuántas cosquillas en mi barbilla, arrancándome una solitaria risa-. Y deja de tocar esa canción tan triste. Siento que entraré en una depresión si sigo escuchándola.

Yo agrandé mi sonrisa antes su simpatía y volví a asentir. No tenía ánimo para nada esa noche, así que me pondría a ver una película con Hobi antes de dormir o ...

- Te he dejado la cena fuera. Sal un rato, ¿vale? -hizo un tierno puchero, pero este desapareció de un momento a otro, dando paso a un semblante que denotaba incomodidad y reticencia, lo que me hizo pensar que algo no iba bien-. Me han llamado de la agencia porque ha habido un problema con una de la canciones que grabamos -al instante, comprendí su gesto contrariado. Bajé los hombros, ya acostumbrada a ese tipo de cosas por el trabajo de mamá-. Dicen que es importante. Yo les he preguntado si no podían dejarlo para mañana a primera hora, pero dicen que es imposible -el tintineo de las llaves acompañó sus palabras. Hobi hizo una mueca de disgusto sin dejar de regalarme alguna que otra caricia-. Debemos ir todos antes de que sea más tarde, pero ... Yo les he dicho que hoy ... Bueno, ya sabes lo que pasa -tragué saliva. No quería que Hobi me dejara sola. Era ... Era lo que menos necesitaba después de un día tan malo-. Así que, no iré. Yoongi puede responder por mí ante cualquier decisión que se tome. Ellos entenderán que ...

Hoseok parecía acelerado y preocupado aunque no quisiera admitirlo. Por eso, tomé la mano con la que acariciaba mi rostro, haciéndolo callar. No iba a ser un lastre para nadie más. No iba a depender de él, porque ... Porque no era justo. Hobi daría su vida por lo que amaba hacer y veía en sus chispeantes ojos que estaba inquieto por ese problema con el disco. No me perdonaría entorpecer su trabajo.

- No pasa nada si vas, Hobi -esbocé una sonrisa ladeada-. Seguro que te necesitan allí.

- Pero tú también, Maya -frunció los labios, tomando mi mano-. No sé qué narices le habrá picado a Jeon hoy, pero no responde a su teléfono tampoco. Puede que no recuerde que esta noche ...

- Da igual si Kookie se queda con Dae -no, no daba igual. Saberlo con ella y molesto conmigo, era lo peor que podía pasar-. Mamá no tardará en llegar del bufete. No importa si tengo que esperarla sola, Hobi.

Hoseok lo pensó detenidamente durante unos segundos que se me hicieron eternos. Un suspiro salió de su boca, mostrando la contrariedad que sentía ante la idea de dejarme en casa sin ninguna compañía.

- ¿Segura? -me preguntó.

- Vamos, Hoseok -me levanté de la banqueta con unas fuerzas que creí no tener, y tiré de su mano fuera de la habitación, llevándolo hasta la puerta de casa. Ya allí, tomé su abrigo del perchero y se lo tendí. Él se limitó a mirarme, poco convencido de que mi actitud fuera la que estaba demostrando-. Márchate. Dijeron que no empezaría hasta pasada la medianoche, ¿no? -me encogí de hombros, restándole toda la importancia que tenía-. Podré aguantar sola hasta que alguno de los dos volváis.

- Maya, dijeron que sería una tormenta fuerte -me recordó, negándose a salir de casa.

- Lo sé, pero ya no tengo diez años, ¿recuerdas? -sonreí, intentando convencerme a mí misma de que podía sobrellevar la soledad-. Ya no soy tan enclenque y llorica.

Hoseok me examinó una última vez con su mirada de rayos láser, esa que siempre utilizaba cuando quería descubrir mis verdaderos pensamientos. Yo me aseguré de esconder hasta la última pizca de inseguridad que me haría temblar en cuánto saliese de nuestro hogar y me viera sola ante la ... Tempestad. Literalmente hablando.

Mi hermano terminó por tomar el abrigo de mis manos, todavía oponiéndose a mi petición. Él me conocía bien y sabía que sería difícil sobreponerme a mis miedos. Si ... Si al menos tuviera a Jungkook, todo sería más sencillo. Pero, ciertamente, eso parecía imposible.

- Vale, tú ganas -terminó cediendo. Yo me acerqué a él para dejar un rápido beso en su mejilla, pidiendo en mi mente que no tardase en regresar-. Llamaré a mamá de camino a la agencia. Intentaré terminar lo antes que pueda, ¿bien?

Yo asentí, agradecida por tenerlo como hermano. Hobi siempre se había sentido responsable de mí de alguna manera, y habíamos aprendido a apoyarnos durante el tiempo en que mamá estuvo lejos, así que tenerlo a mi lado, siempre sería una de las mejores cosas que me quedarían en la vida.

- Ve con cuidado -le pedí, viendo cómo se calzaba los zapatos.

Él me sonrió, todavía con ese deje de preocupación en su mirada.

- Intentaré hablar con Kook -el corazón se me encogió ante lo que dijo. Suavizó la mirada-. No sé qué le pasará, pero volverá pronto. No te preocupes.

Acto seguido, salió por la puerta con el paraguas y las llaves en mano. Yo sentí el frío de la calle por unos instantes y pensé en Kookie sin remedio, en lo que estaría haciendo. En por qué no tenía su móvil encendido.

De pronto, escuché una sintonía familiar. Tras darme la vuelta y agudizar el oído, tiré de las mangas de la camiseta que conformaba mi pijama esa noche. No me tomó mucho tiempo discernir la canción de Sorry Sorry de Super Junior reproduciéndose desde mi cuarto. A mi cabeza vino el nombre de mi mejor amigo, por lo que me faltó tiempo para correr en dirección a mi habitación.

Encontré mi teléfono tirado sobre las sábanas, pero por miedo a que la llamada terminase, ni siquiera me detuve a mirar de quién se trataba. Mi pulso ya iba lo bastante rápido como para detenerme a hacerlo. Así que, descolgué con una notable impaciencia, deseando escuchar la melodiosa voz de Jungkook. Sin embargo, no tuve apenas un momento para articular palabra, pues se apresuraron a hablar al otro lado de la línea y mis intenciones quedaron suspendidas en el aire.

- Antes de que digas nada, déjame decirte que lo siento -aguanté la respiración-. No te imaginas cuánto lo lamento, Maya.

Me senté al borde de la cama, intentando digerir lo que esa disculpa significaba para mí. La verdad, no esperaba que se dignase a buscarme, así que me sorprendió escucharlo a través de mi móvil.

- Minho, te he llamado varias veces -dije, cortante y fría. No estaba para juegos después de lo que había escuchado esa mañana de sus amigos-. Llegué a pensar que te pasó algo y ...

- Tranquila. Tuve ... Un problema el sábado, pero no es nada que no se arregle con unos días -de alguna forma, eso me alivió. Puede que estuviera segura de no quererlo como siempre creí, pero eso no quitaba que se había comportado bien conmigo las últimas semanas. Debía darle el beneficio de la duda antes de tacharlo como el desgraciado y enfermo del que todos hablaban-. Quise llamarte el domingo, pero pensé que estarías molesta por no haber ido a nuestra cita y ... Bueno. Supongo que actué como un cobarde. La verdad es que tenía miedo de haberte defraudado.

Relamí mis labios y clavé la vista en la alfombra de mi habitación. Mickey y Bebé no tardaron en aparecer desde algún lugar de la casa. Corrieron hasta mí entre pequeños ladridos y no tardaron en acomodarse a un lado de mi cama, más cansados de lo que imaginaba.

- Yo ... De verdad me alegro de que estés bien -admití, alerta por la suavidad de su voz.

- ¿No estás ... Enfadada? Sé que debí contarte esto antes, pero ...

- No me hace gracia, Minho. Es como si ... Hubieras jugado conmigo, ¿entiendes? -se produjo un sepulcral silencio por su parte-.  Claro que estoy molesta.

Yo ya había aceptado que él trataría de esquivarme todo el tiempo posible, así que no tenía pensado, en absoluto, cómo enfrentarme a una respuesta suya. Siendo honesta, no tenía ninguna intención de volver a comunicarme con Minho después de darlo por desaparecido. Aunque ahora que lo tenía al otro lado de la llamada, tampoco quería ser una borde. Al fin y al cabo, que me hubiese buscado él, significaba algo importante. No podía negarlo.

- Lo sé -dijo, sonando resignado-. Lo he hecho mal. Muy mal -al menos, era capaz de reconocerlo. Eso ya era un punto a su favor-. Maya, déjame explicarte lo que ocurrió. Es importante que lo sepas, créeme. Tengo que contarte algo, cuánto antes.

"Maya, yo ... Tengo que contarte una cosa".

La voz de Kookie salió de algún recóndito lugar de mi memoria. Sólo hacía unas horas, Jungkook también dijo aquello, con la misma urgencia.

Un amargo sabor se regó por todo mi ser. ¿Qué querría decirme Minho? ¿Qué quiso contarme Kookie cuando todavía no pretendía evitarme a toda costa? De una forma demasiado macabra, algo me dijo que ambas confesiones estaban relacionadas.

Un escalofrío me recorrió toda la columna, y justo después, escuché el primer trueno. Tomé en mi puño las sábanas de la cama, apretando la mandíbula y bajando los párpados con urgencia. Todavía era pronto. El estruendo se había escuchado lejano, así que podía esperar un poco más sin que el miedo tomase control sobre mí.

- Está bien -acepté, más concentrada en terminar la conversación que en otra cosa-. Dime lo que ...

- No ... No creo que lo mejor sea hablarlo por teléfono -me cortó. Yo fruncí el ceño, mosqueada por su repentino interés en verme-. Mañana no iré a clase, pero supongo que podríamos vernos por la tarde. ¿Qué te parece? -un extraño presentimiento me atacó-. Es lo mínimo que puedo hacer para compensarte, Maya.

¿Compensarme? Yo no quería que Minho hiciera eso. Lo único a lo que aspiraba habiendo llegado a ese punto era que me dijera la verdad, pero no tenía ninguna deuda conmigo por haberme dejado plantada. En realidad, fue lo mejor que pudo ocurrir. Mi mente voló a esa tarde, y mi corazón respondió a esos dulces recuerdos en un delicioso vaivén que me embriagó. No cambiaría por nada las horas que pasé con Kookie el sábado. Ni siquiera por una segunda oportunidad con Minho.

Pese a todo, durante los últimos días, había nacido una inquieta curiosidad en mí. Un hormigueo que me exigía respuestas, y Minho parecía estar dispuesto a dármelas. De verdad ansiaba saber la verdad y desvelar el misterio en las palabras de Lee, así que, me dije a mí misma que hablar no me haría daño. Que Minho ... Que él se comportaría y no permitiría que yo saliera malherida.

- Yo ... -titubeé unos segundos. Los justos y necesarios para volver a escuchar un segundo trueno en la lejanía que logró erguirme-. De acuerdo. ¿Dónde ...?

- ¿El parque de la avenida principal está bien para ti? -dudé, pero terminé afirmando. El mismo parque al que fui con Kookie para ver los cerezos en flor-. Genial. Gracias por confiar en mí, Maya. Te prometo que seré sincero contigo.

- No me prometas nada más, Minho -le advertí, aunque intenté que mi voz no sonase demasiado fría-. No lo hagas, por favor.

- Claro. Sí -se apresuró a decir-. Lo siento.

Dejé escapar un pesado suspiro y me aclaré la garganta. No quería seguir hablando. Menos aún con él y sus insignificantes promesas.

- Tengo que colgar, Minho.

- Lo entiendo. Yo sólo ... -lo escuché respirar profundamente al otro lado-. Buenas noches, Maya.

- Buenas noches a ti también.

Alejé de mi oído el aparato y corté la llamada con torpeza. Tiré el móvil contra mi almohada al notar las palmas de mis manos sudorosas y algo temblorosas.

Alejando de mi cabeza cualquier pensamiento que tuviera que ver con Minho, bufé a la par que limpiaba mis palmas en la tela del pijama. Empezaba a perder el control sobre mí misma y eso era lo peor que podía ocurrir. De haberse tratado de un día normal, mi inseguridad no se habría desatado con tanta facilidad. Había bastado con la cruel indiferencia del chico que me gustaba y una llamada que me había dejado desubicada completamente. Si al menos ... Si al menos hubiera sido un buen día, no habría supuesto un enorme esfuerzo relajarme en medio de una tormenta. Estaba acostumbrada a hacerlo sola.

Respirar era todo lo que necesitaba para mantener el mareo a raya y evitar que todo me diera vueltas, pero, muy lamentablemente, así me empezaba a sentir. Como la lluvia, me estaba precipitando a un agujero negro que no tenía salida ninguna. Y como un salvavidas en medio del río en el que había caído, se presentó su imagen, sonriéndome y diciendo que yo podía sola, que no me dejase manipular porque ... Porque aunque todos me abandonasen, él seguiría allí.

Solo podía pensar en Kookie. Todo lo que pasaba por mi cabeza era él, la manera en que me habló, el sentimiento de culpa que no quería abandonarme. Él me estaba rechazando, lo estaba haciendo, y aún así, yo continuaba soportando el dolor porque él no me apartaría de nuevo. Lo ... Lo prometió, ¿verdad? Si permitía que la lluvia ácida me consumiera, entonces estaría dejándolo ir, y yo no podía hacer eso. Debía decirle muchas cosas a ese chico. Cosas que nadie sabía excepto yo, y que podían significarlo todo o llevarme a la nada más sórdida y absoluta. Sin él, sin quien me había enseñado a seguir a pesar de todo.

Justo cuando mi cuerpo pareció recobrar algo de compostura ante la soledad que se avecinaba, el timbre de casa me hizo ahogar un grito. Las luces de mi cuarto parpadearon y yo me puse en pie, más deshecha e inestable que una maldita gelatina. Las lámparas que se encontraban encendidas tintinearon varias veces.

Yo sólo aguanté la respiración, paralizada por la idea de quedar a oscuras una noche así mientras aporreaban la puerta de casa. Con paso poco firme y ridículo, me atreví a avanzar hacia el pasillo. Sólo cuando llegue a este, mi hogar quedó completamente sumido en una penumbra que me hizo morder el labio inferior. Esto ... Esto se me estaba yendo de las manos.

Los golpes de quién quiera que estuviese fuera de casa, se hicieron de nuevo presentes. Yo sólo acerté a apoyar la mano en la pared, tratando de encontrar algo a lo que sostenerme mientras volvía a recobrar el dominio de los cinco sentidos. Pasados unos segundos, coloqué mi mano derecha sobre el lugar en que descansaba mi desenfrenado corazón, advirtiéndome con una seriedad sepulcral que no podía darme el lujo de ser débil en momentos tan críticos como ese.

Tras ensalivar mis labios y tomar aire un par de veces, me giré en dirección a la entrada. La dulce melodía del timbre ya no se escuchaba por ninguna parte, sólo era capaz de distinguir el repiqueteo de la lluvia contra los cristales del salón, clavándose en mí como pequeños puñales cargados de veneno. Mis ojos empezaban a acostumbrarse a la oscuridad en la que me hallaba cuando los toques en la puerta volvieron a resonar por cada estancia.

Hobi tiene llaves. Mamá tiene llaves.
Y por ese infantil razonamiento, comencé a andar, todavía apoyada en la pared para no caerme, hacia la puerta de la casa que parecía estar a punto de derrumbarse sobre mí.

Un rayito de esperanza se coló en mi agitado pecho en el instante en que casi tropiezo con el escalón de la entrada, desordenando todos los zapatos que se me hacían imposibles de ver entre tanta negrura. Me dejé caer sobre la madera de la puerta, dando profundas bocanadas de aire.

Hoseok no podía haber vuelto tan rápido. Era ... Era casi imposible. Y mamá ... Ella habría usado sus propias llaves para entrar a casa.

Al borde de quebrarme, temblé por el sonido gutural de otro trueno, gruñendo en el cielo. Atestada de miedos, tanteé por la superficie hasta encontrar la manivela y tomarla entre mis débiles dedos.

·····

¿Quién será? xDDDDDDDDDD

Dejadme vuestras suposiciones en los comentarios, plsss. ¡Y votad las que no lo hacéis! Porque una hora después de actualizar tengo unas diez visitas en el capítulo en cuestión, pero solo un par de votos, ¡y me encantaría ver que a las lectoras fantasma les gusta lo que leen también! :))

No me digáis que la canción de Baekhyun no es preciosa por dioooos T.T

QUE LE HAGAN UN MONUMENTO A ESTE CHICO YA

Lo único que puedo adelantar es que no tendréis que esperar mucho para el siguiente capítulo. A lo mejor esta noche ... Jeje.

Este fin de semana se vienen emociones fuerteeeees gracias a que he terminado los exámenes importantes y puedo dedicarle más tiempo a la historia :D

Nos vemossss y larga vida al Taekook <3

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro