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[4.5] "Breathe"

Maya

Humedecí mis labios, metiéndome en la cabeza que no pasaba nada si preguntaba. Sólo eran chicos de mi edad, ¿verdad? No debía haber ningún problema con eso.

Tratando de controlar el nerviosismo que me atacaba, tiré de mi falda, alisándola con ambas manos. Y, antes de que pudiera arrepentirme y volver a mi aula, puse un pie en el primer escalón. No quería estar escondiéndome toda la vida, así que debía sacar valor para ir al segundo piso, ese que ocupaban los de último año. Con suerte, podía preguntar a Hobi sobre Minho, si es que él sabía algo de su paradero. Así no tendría que enfrentarme a los chicos que lo acompañan siempre a todas partes.

Ya está bien, Maya. Deja de esconderte y pídele explicaciones.

Continué subiendo las escaleras en completo silencio, centrándome en las voces que me llegaban del piso superior. Hacia bastante tiempo que no iba allí, ni siquiera para buscar a mi hermano, así que el temblor en mis manos estaba justificado.

Debería haber buscado a Tae, sí. Ir con él en lugar de sola me habría ayudado.

Pero, Tae estaba haciendo a esas horas un examen bastante importante, igual que Kookie. No podía pedirle a ninguno de los dos aquello porque sólo conseguiría preocuparlos innecesariamente. No iba a pasar nada por subir a la segunda planta de la preparatoria. Ellos no eran caníbales ni asesinos en serie, y yo podía defenderme sola. Había aprendido a hacerlo.

Alcé la vista, tropezando con todos esos chicos y chicas que estaban a tan sólo unos meses de terminar su carrera obligatoria escolar, como Hobi. Ellos reían y hablaban, otros intentaban concentrarse en distintos en los apuntes que llevaban entre las manos, tratando que el jaleo creado por los demás no fuera un verdadero impedimento a la hora de estudiar.

Todos ellos parecían estar al alcance de muy pocos, por lo que me planteé volver por dónde había llegado para que nadie notase mi presencia. La verdad era que no quería averiguar si alguno de esos estudiantes sabía quién era yo. No quería más insultos por ser la marginada del centro. Ya me bastaba con escuchar y soportar las discriminaciones y palabras malsonantes de los compañeros de mi curso.

No era para tanto. No iba a pasar nada.

Comencé a caminar en dirección a las clases, sintiéndome pequeña, diminuta, entre todos esos chicos y chicas. Parecía estar pasando desapercibida para todos ellos, pues seguían hablando y riendo como si yo no estuviera allí, así que mi corazón se alivió un poco. Sin perder el tiempo, me paré en todas las aulas que vi abiertas en busca de Minho, pero no tuve suerte en ninguna de ellas.

No sabía de él desde el viernes de la semana anterior, pues, después de dejarme plantada en nuestra cita, él parecía haberse esfumado de la faz de la tierra. No me había parado a preguntar por él los últimos días, pero no era sorda y podía escuchar perfectamente los comentarios de todas las chicas que suspiraban por él.

"¿Habéis visto a Lee Minho? Dicen que lleva unos días sin venir a clase."

"Yo he escuchado que anda enfermo."

"Pobre oppa. Espero que se recupere pronto."

Y, siendo sincera, lo más probable era que no se encontrara bien y que por eso no fuera a clases. Pero, había algo que no encajaba en todo eso. Si realmente se encontraba mal, ¿por qué no se dignaba al menos a responder mis mensajes? No quería ser pesada, pero ya le había preguntado por Kakao más de una vez qué le ocurría, por qué no contestaba a su teléfono. Era cierto que quería alguna clase de explicación por su parte, necesitaba escuchar de su boca que lamentaba el no haber podido acudir a nuestra cita, de verdad lo quería. Sin embargo, empezaba a darme cuenta de que mi dependencia hacia ese chico era ya casi inexistente, por no decir, que parecía haberse esfumado.

Fue por eso que, al ver que el fin de semana pasaba y no recibía respuesta suya, decidí dejar de llamarle. A pesar de que no me gustase esa opción, ¿y si no quería hablar conmigo? ¿Y si no tenía la intención de enfrentarse a mí? Yo no quería que se viera obligado a hacerlo, si ese era el caso, pero me había cansado de ser un cero a la izquierda para todos; le exigía una explicación. Me importaba poco si lo hacía por mensaje u optaba por responder a mis llamadas, eso era lo de menos. Yo ... Yo de verdad quería escuchar lo que tenía que decirme. Aunque fuera cruel y despiadado con mis esperanzas, realmente necesitaba saber si él había estado jugando conmigo. Dolería, pero ahora era consciente de que no sería una desastrosa desgracia que él fuera tan malo como Kookie y los demás me habían advertido.

Podría sentirme como un juguete con el que se había divertido, pero sólo eso. No habría corazón roto. No habría lágrimas.

Si hacía memoria, creo que nunca llegué a sentir emociones así de fuertes por Minho. Nunca había sentido el pecho explotar de pura felicidad. Nunca había deseado llorar hasta quedar sin fuerzas por su culpa. Puede ... Puede que lo que sentí por Lee no fuera más que un capricho. Porque, después de sentir cosas tan vertiginosas como las que me proporcionaba Jungkook, no me atrevía a comparar lo que me había atacado por ese chico con lo que sentía por mi mejor amigo.

Jungkook me daba la vida. Minho ... Minho no llegaría a quitármela por un simple desplante como el que había tenido que sufrir.

No había rastro de Lee por ninguna parte, y aunque también di un par de vueltas en busca de Hoseok, él tampoco estaba en ninguna clase.

Algo desilusionada por no haber encontrado a ninguno de los dos, me detuve frente a la última clase, al final del pasillo. Esta se hallaba un poco más alejada del resto, pero era la única que me quedaba por inspeccionar para cerciorarme de que seguiría sin saber dónde se encontraba el chico por el que creí sentir algo más que cariño.

Tras haberme asegurado de que seguía siendo invisible a los ojos de los que esperaban en el pasillo a que el último receso del día terminase, me acerqué al aula en cuestión. Una vez frente a la puerta, me di cuenta de que esta se hallaba levemente entreabierta, al contrario que las demás. Así que, levanté la cabeza y preferí cerciorarme de quién se encontraba dentro antes de terminar de entrar. Puse mis ojos en el cristal que dejaba ver parte de la clase para descubrir a un grupo de cuatro chicos a tan sólo unas mesas de mi posición.

Me aparté con rapidez de la entrada de la clase y retrocedí un par de pasos, hasta quedar pegada a la pared que había al lado de la puerta.

Más nerviosa de lo que habría admitido, tragué saliva. Esos chicos eran los amigos de Minho, aunque él no se encontraba con ellos. Y, aunque había contemplado la posibilidad de dirigirles la palabra en caso de tropezármelos, me pegué a la pared, negándome a hacerlo. No era la primera vez que los veía, y no me gustaban. Se creían superiores a los demás por estar alrededor de un chico popular como Minho. Lo usaban como apoyo para subir en la jerarquía de la preparatoria y eso me causaba una asquerosidad increíble. No hablaría con ellos. Además, estaban solos y yo también. No me acercaría más de la cuenta a ninguno de esos sospechosos chicos por miedo a mi integridad física. Lo admitía: tenía miedo de lo que pudieran ser capaces de hacerme.

Eché una ojeada al resto de estudiantes. Estos seguían enfrascados en sus propias conversaciones, así que ya había terminado mi propósito de esa mañana. Era una pena no haber encontrado a Minho, pero no tentaría más a la suerte, así que lo mejor sería volver a mi clase y esperar a que ...

- ¿Habéis hablado con él? -escuché de repente. No tardé en comprender que esa voz provenía de la clase en la que se encontraban los perros falderos de Minho. Entorné la cabeza, rozando la curiosidad y aproximándome más a la ranura de la puerta-. Desde la reunión del sábado, está desparecido.

El sábado. Fruncí los labios y apoyé la mano en la pared, más interesada aún en lo que estaban diciendo. Sólo había una persona que andase perdida desde el sábado. Agudicé el oído, en tensión.

- Yo hablé con él el martes por la tarde -dijo otra persona distinta-. Pero sólo me dijo que no estaba muy bien y que faltaría toda la semana.

- ¿Pretende que nos creamos que ha pillado la gripe o algo así? -uno de ellos soltó una sonora carcajada, irónico-. Minho se buscó una buena distracción en la fiesta. No me extrañaría que estuviera explotando el potencial de esa tonta ahora mismo -Minho. Más atenta, me concentré en escuchar lo que seguían diciendo. El sábado ... El sábado había estado con ellos, pero, ¿de qué chica hablaban? No pude evitar pensar que 'esa tonta' se trataba de mí, y quise vomitar por el asco que sentí al escucharlos hablar de esa forma-. Lee sabe lo que se hace.

- Debe estar pasándolo bien con esa puta -alguna que otra risa se escuchó-. Se quedó la mejor para él, el muy gracioso.

¿Acaso hablaban de otra chica? Y ... ¿De verdad el sábado estuvo con alguien más? ¿Fue por eso que no fue a la cita; porque estaba más interesado en ... Una presa más fácil?

- Da igual. Minho se cansa en seguida de las chicas como esa -hubo un extraño silencio-. Además, creo que él estaba interesado en otra ahora, ¿no?

Abrí bien los ojos y quedé al filo de la esquina que me separaba de ellos, preparándome para lo peor.

- La hermana de Jung Hoseok, sí. Últimamente se divertía con esa niña.

Bajé la barbilla, tentada a marcharme antes de seguir escuchando las barbaridades que dirían esa panda de imbéciles a partir de ese momento, pero ya me había cansado de hacer oídos sordos. Si tenía que escuchar la verdad por esos chicos, que así fuera. No iba a retractarme. Daba igual lo que soltasen por sus sucias bocas, podía soportarlo.

- Sí, esa -confirmó otro-. Fue extraño verlo en la fiesta el sábado porque juraría que había quedado con ella.

- ¿Minho en una cita? No me hagas reír -sus risas llegaron hasta mí, haciéndome sentir como una ilusa. Bueno, en realidad, eso era lo que había sido al creer que Minho se fijaría en mí-. Ese jodido ... Seguro que quería probar con una estrecha. Las difíciles son siempre las más gratificantes. Seguro que la tuvo complicada, pero terminó teniéndola con las piernas abiertas.

Apreté la mano derecha en un puño, impotente por no ser capaz de entrar a dejar la marca de mi mano en el rostro de cada uno de esos desgraciados. Yo no era tan estúpida como para dejar que Minho me tocase. Podría ser tímida y antisocial, pero nunca me dejaría hacer por ninguno de esa calaña.

- Podríamos probar, ¿no creéis? -sugirió otro, con una voz grave que me revolvió las tripas-. No creo que a Minho le importe compartir a la marginada. Quién sabe, podría ser una bonita sorpresa.

- Minho no soporta compartir sus trofeos, estúpido. No es como si no lo supiéramos.

- Sí. Él está tan obsesionado con ganar a Jeon que nunca dejaría que pusiéramos un dedo en ninguna de las suyas. Menos aún en esa. Debe tener algo para que los dos anden tras sus bragas, ¿no creéis?

Ganar a Jungkook, ¿en serio?

Noté la bilis subir por mi garganta, por lo que tuve que tomar aire varias veces para evitar echar el desayuno de esa mañana. Era tan repugnante escuchar a esos chicos hablar de mí así, sin conocerme de nada que ... Mierda, ¿de verdad tendría que seguir soportando ese tipo de humillaciones? ¿De verdad por ser amiga de Kookie todos querrían aprovecharse de mí? No era un premio, joder. Esa panda de salidos no tenía derecho ninguno a hablar de mí como si pudieran hacer lo que quisieran conmigo. Lo peor era pensar que yo no era la única de la que hablaban de esa forma.

- Dejad de decir tonterías -saltó uno de pronto-. Minho puede hacer lo que quiera, pero no manda sobre nosotros. Si queremos metermos con ella, podemos hacerlo.

Paralizada, me alejé un poco de la clase. No quería ser una presa a la que cazar. No quería ser vista como una chica con la que poder jugar siempre que quisieran. No quería que enfermos de ese tipo se atrevieran a mirarme bajo ningún concepto.

- Ese hijo de puta sabe escoger bien, aunque no creo que haya conseguido meterla en su cama -concluyó el último-. La pequeña de los Jung parece dura en ese sentido. Aunque, no me extrañaría que Jungkook la tuviera comiendo de su mano. Parecen uña y carne desde hace algún tiempo.

Retrocedí un poco más, dolida por descubrir que hubiera gente que pensase así de mí y de Kook.

Él no era así. Él no era como Minho.

El fuerte ruido del timbre, me arrebató el aire de los pulmones. Alerta, discerní entre todo el ajetreo los decididos pasos de ese grupo de chicos acercándose a la puerta. Aterrada por que me vieran allí, di la vuelta y comencé a correr en dirección a las escaleras. Estuve a puto de tropezar y resbalar en más una ocasión, pero hasta que no estuve en la planta baja del edificio, no me dejé caer sobre la pared del pasillo principal. Si me hubieran encontrado espiándolos, después de haber escuchado todo aquello, ... No tenía ni idea de lo que podrían haberme hecho.

Bajé los párpados y traté de calmarme y recuperar el aliento perdido. ¿De verdad las cosas serían así siempre? No importaba que cambiase mi forma de actuar y decidiera defenderme ante las palabras de todos esos animales; una chica como yo siempre estaría en desventaja. Nunca sería lo suficientemente fuerte como para enfrentarme a ellos y salir ganando.

Yo era pequeña y débil en comparación a esa clase de burros. Era tan frustrante comprender eso que ... ¿Por qué debían ser las cosas así? ¿Por qué no podían ver que las chicas también éramos personas de carne y hueso, con sentimientos? Escuchar todas esas cosas, sólo me hizo sentir asco. No importaba que intentase mejorar, siempre habría personas así que verían en mí una forma de sentirse más fuertes. Ya fuera mediante insultos o intentos para tener a la chica solitaria de la preparatoria, nunca dejarían de rebajarme y de verme cómo un trapo limpio que poder ensuciar de todas las formas que se les ocurrieran.

Cuando me di cuenta de que los de último curso comenzaban a bajar las escaleras porque ya había terminado la jornada de clases, mis ojos se abrieron más de lo normal. Sin pararme a pensar en lo que hacer, mis piernas se movieron por sí solas en la dirección opuesta. Corrí sin parar por casi un minuto, para terminar en la otra punta de la preparatoria, rezando por haber pasado desapercibida a los ojos de esos chicos que habían manifestado las ganas de poner sus manos sobre mí.

Necesitando aire con urgencia, paré una vez estuve segura de que las voces de los alumnos quedaban bastante lejos. Para qué negarlo; tenía miedo de que esos chicos me encontrasen sola e indefensa. No quería estar asustada, me sentía ridícula por ello, pero, ¿qué otra cosa podía hacer además de esconderme de sus oscuros ojos?

Apoyé las palmas en mis rodillas, sofocada por haber corrido con un nudo en el estómago que apenas me dejaba pensar con claridad. Sentí algo de sudor tras mi nuca debido al esfuerzo y recordé que mis cosas seguían en clase.

Mierda. Sabiendo cómo eran mis compañeros, no tardarían en romperlas o tirarlas por ahí. Bufé, cansada de todo, y me erguí. Ante mis ojos se encontraba la puerta trasera de la biblioteca. Tomé una bocanada de aire, preparada para volver sin prisa a mi aula y así poder recoger mi mochila, pero no pude girarme apenas porque un grito me dejó helada.

- ¡Eh! ¡Espera!

El bombeo de mi corazón era tan acelerado que me taponaba los oídos, así que no supe reconocer quién había alzado la voz. Me negaba a darle el beneficio de la duda a quien quiera que me hubiese llamado, así que no perdí un segundo y me precipité contra la puerta de la biblioteca.

Puede que fuese suerte, pero esta se encontraba sin llave, por lo que entré a todo correr al lugar sin mirar atrás. Cerré todo lo rápido que pude la puerta y me giré en busca de un sitio donde esconderme o la salida, pero aquel era el almacén de la biblioteca, así que estaba bastante perdida.

Con el pecho dolorido, me acerqué a los estantes más altos que había y me coloqué entre ellos. Acabé atrapada entre varios montones de cajas polvorientas, respirando con dificultad y aterrada por lo que podría ocurrirme si me encontraban en un sitio tan ... Alejado.

En cuánto escuché las bisagras de la puerta que yo misma había empujado segundos antes, me llevé la mano a la boca, entrando en pánico. Necesitaba respirar, me estaba asfixiando, pero si me escuchaba, entonces no quería imaginar el tipo de cosas que me haría. No sabía cuál de esos chicos podía ser, pero ninguno tendría buenas intenciones. Ninguno me estaría persiguiendo para hablar.

Cerré los ojos con fuerza, sintiendo los músculos agarrotados y reprimiendo las ganas de llorar.

Ese chico habló, escuché su voz a lo lejos por culpa de lo intenso que era mi pulso. La cabeza me dolía y me faltaba el aire. Necesitaba ... Necesitaba que se terminara. No quería seguir teniendo miedo. Iba a acabar conmigo. Y, no podría mirarme al espejo si permitía que uno de esos malnacidos me tocara.

Podía ... Podía tirarle algo encima y salir corriendo. Sí. Él no se esperaba que yo fuera a defenderme. Sólo tenía que empujar una de las cajas que me rodeaban contra él y salir de allí, buscar a Hobi y volver a casa como si nada hubiera pasado.
Era fácil. Debía serlo. Pero, mi estado no era el mejor de todos.

Respira, Maya. En silencio, pero respira.

Entreabrí los labios y me obligué a inspirar con cuidado, pero ni siquiera era capaz de escuchar bien de dónde venían los pasos.

Asustada, mordí mi labio inferior. Su voz era lejana, pero sabía que mi cabeza sólo estaba jugándome una mala pasada y se encontraba más cerca de mí de lo que podía imaginar. Aguanté un triste sollozo y dejé que mi acelerado pulso se sobrepusiera, impidiéndome escuchar más que mi propia agonía.

Escuchaba el sonido hueco de los pasos por todas partes, mareándome progresivamente. Iba a llegar hasta a mí y podía darme por muerta si eso ocurría. Si ese energúmeno me ponía una mano encima, yo ...

No tuve opción de gritar cuando unas manos me sacaron del hueco en el que me resguardaba. Me tomó de los hombros y tiró de mí hasta que estuve frente a él. Yo, aterrada, abrí los ojos para ver de una vez a ese chico. Pero, cuando miré, yo ... Yo volví a temblar de pies a cabeza. No por miedo en esta ocasión, sino por descubrir a mi supuesto atacante.

Jungkook me miró con aire divertido.

- ¿Por qué huías? -preguntó, sonriente e ignorando lo mal que me encontraba-. Si querías jugar a las escondidas, podrías habérmelo dicho antes, Maya.

Mi respiración se volvió irregular porque él ... Era él. El que siempre velaría por mí sin importar lo que pasara.

Me observó detenidamente mientras yo trataba de tomar aire a trompicones. Su dulce sonrisa se fue deshaciendo cuando entendió que no me encontraba bien. De un momento a otro, los dedos que agarraban mis hombros, fueron soltándose poco a poco hasta deslizarse por mis brazos y atrapar mis muñecas, extrañado por mi modo de actuar.

- Preciosa, ¿qué tienes? -frunció el ceño a la par que acariciaba mi piel. Hizo una mueca antes de continuar-. Sé que no te gusta el ejercicio, pero ...

- J-Jung ... Kook ...

Sus ojos lucían contrariados y perdidos. Claramente, él no entendía por qué me encontraba así. Empezó a examinarme de arriba a abajo por si estaba herida, pero no pudo deducir nada, así que volvió a mirarme a los ojos.

- Maya, tranquila -llevó su mano a mi rostro, pero sentí que el corazón me iba a estallar en cualquier momento-. Cálmate -sus ojos me escrutaron sin pestañear, atentos a mi estado-. Respira.

Bajé la cabeza y le permití que siguiera con su mano en mi mejilla. No sabía si tenerlo tan cerca sería bueno para mí, pero de verdad lo necesitaba. No lo resistí y me acerqué a él, chocando con su pecho. Todo el tiempo había sido él, pero por culpa de mi ansiedad no me había detenido a escuchar la voz que me gritaba. Aunque eso daba igual, porque ahora, todo estaba bien. No había nadie tras de mí y él estaba conmigo.

- Me has ... Me has dado un susto de muerte -conseguí decir, al cabo de unos segundos, a la par que apoyaba la frente cerca de su cuello.

Sus manos no tardaron en llegar a mi espalda, ofreciéndome algo de seguridad entre pequeñas caricias.

- ¿Qué pasa? ¿De quién te escondías?

Me habló con delicadeza, dejándome el espacio necesario para que pudiera inspirar y exhalar a un buen ritmo después de tanta angustia. Jungkook se limitó a pasear sus suaves manos por mi espalda para que yo me sintiera mejor. Humedecí mis comisuras y me acerqué tanto como pude a él. Nuestros pechos chocaron y él se irguió, sorprendido por mi rudeza.

- Kookie -me abracé a su torso-. Tú ... Tú no estás conmigo por interés, ¿verdad?

El silencio nos rodeó, pero él se apresuró a buscar mi mirada. Una vez me hubo alejado de su cuerpo lo suficiente como para mirarme a los ojos, yo me tensé. Él me taladraba con tal rigidez, que tragué saliva. Sé que no debí haberle preguntado eso porque comprendió al instante que algo había pasado, pero fui incapaz de contenerme. Jungkook lo sabía todo de mí, no podía dejarlo fuera de mis pesadillas por difícil que resultase contarle todo lo que había escuchado.

- Maya -me llamó, aproximándose más a mí, hasta el punto de que sólo nos separaran unos pocos centímetros. La intensidad de sus iris fue transformándose en una paz que terminó por devolverme la calma-. No sé por qué me preguntas eso, pero me duele que lo hagas, porque nunca podría utilizarte.

Esbocé una pequeña sonrisa y me perdí en sus hermosos ojos al tiempo que los míos se llenaban de lágrimas. ¿Qué habría pasado si hubiera sido uno de esos chicos? ¿Qué me habrían hecho? El vientre se me retorció de sólo imaginarlo.

Jungkook se apresuró a tomar mi rostro. Él frunció su ceño, preocupado por mi inestabilidad en esos instantes. Entornó un poco la cabeza y yo me deleité con el tacto de sus manos en mi piel.

- No llores, enana -suplicó mientras su aliento chocaba contra mis labios-. No les des el privilegio de haberte hecho derramar una sola lágrima.

La suavidad en su tono de voz me hizo sonreír tristemente. No podría seguir adelante si no fuera por él. En el caso de que Kookie no hubiera regresado a mí, yo estaría destrozada a esas alturas. Después de haber escuchado como una panda de cínicos asquerosos hablaban de mí sin ninguna clase de escrúpulos, yo no habría podido con la vergüenza de verme expuesta de tal forma. Me odiaría a mí misma más de lo que ya lo hacía por no poder cambiar las cosas y sacar toda la furia que guardaba hacia la gente como ellos. Si Jungkook no hubiera vuelto a mi lado, yo andaría sin rumbo fijo, permitiendo que tipos como esos abusasen de mí de todas las formas posibles. ¿Era ...? ¿Era realmente eso lo que me esperaba si me acercaba a Minho? ¿Él era capaz de hacer todos lo que sus compañeros suponían? Cada vez dudaba menos de que aquello fuera cierto.

- No voy a llorar -asentí. Él alegró una chispa el gesto-. Lo prometo.

- Bien -susurró antes de besar mi frente en un gesto de lo más cariñoso-. Porque sí tú lo haces, yo también.

Dejé escapar alguna que otra risa y, con ello, una gota se escapó de mi orbe. Jungkook se dio cuenta y no tardó en acercar sus cálidos labios hasta ella. Dejó un tímido beso en mi pómulo, limpiándola con cuidado. Mirándome de nuevo a los ojos, observé, hipnotizada, la humedad en sus labios, y yo ... Quise de una manera alarmante que estos se uniesen a los míos. Probarlos debía ser tan asombroso y salado que se me antojaba el mejor regalo del mundo.

Aún así, pese a sentir cómo mi interior se carcomía con la sola idea de rozar su boca, sólo lo miré, agradecida por tenerlo. Él me sacaba a flote. Él impedía que me hundiera.

- Te ayudaré en lo que necesites, Maya, pero tú eres capaz de hacerlo sola y enfrentarte al que te haya hecho esto -colocó un mechón tras mi oreja, sin abandonar la sonrisa-. Eres fuerte, sólo que te cuesta entenderlo, pero es así. No te doblegas ante nadie -acarició con sus nudillos mi barbilla-. No vas a dejar que nadie te haga daño. Sé que puedes plantarles cara, enana.

¿Podía? ¿De verdad tenía lo que hacía falta para hacerlo? No estaba segura de ello, pero si Jungkook me decía eso mientras sus pupilas brillaban con tal intensidad, no podía hacer otra cosa más que creerlo. Sí. Él estaría ahí para recordarme que yo merecía la pena. Que mi vida valía más que unos cuántos insultos viperinos.

- Deja de ser tan bueno, Jungkook -él amplió su sonrisa-. Odio que me sonrojes. Ya lo sabes.

- Pero a mí me encanta hacerlo, Jung Maya -su nariz chocó con la mía, y él la movió, provocando unas cosquillas que me dieron la vida-. ¿Me dirás quiénes fueron?

Yo negué un poco, incómoda por la intimidad con la que se acercaba a mí y por la necesidad con la que yo gritaba para que siguiera haciéndolo. Dejé un efímero beso en su moflete. Él me miró con precaución.

- Podemos ... ¿Podemos ir a casa primero? -Kook terminó asintiendo, interrogándome con la mirada y rogándome por que fuera sincera con él, y lo sería, pero debía relajarme antes de contarle lo que habían dicho los amigos de Minho-. Quiero pasar la tarde contigo -pero recordé un pequeño detalle y sonreí. No podía parecer afectada. No sería justo para él-. Así te aconsejaré sobre lo que debes hacer en tu cita con Dae para que no metas la pata, Jeon.

Su semblante cambió tenuemente. Sacar el tema no era lo indicado, pero él se había comprometido con Dae a salir en una cita esa misma noche, y yo, como su amiga, debía ... Debía estar feliz por él. Era una lástima que no encontrase esa alegría por ninguna parte.

Sus ojos se tornaron oscuros cuando pronuncié el nombre de nuestra amiga y quise dar marcha atrás, retirar lo dicho para que volviera a mirarme con el mismo cariño de minutos antes, pero, lamentablemente, mis labios parecían sellados y reacios a articular una sola palabra más. Habría dado tantas cosas por que no fuera a verla, que me sentí más miserable que nadie en el mundo. ¿Qué tenía yo para impedir ese encuentro? Nada. Una nada que me aterraba.

¿Qué pasaba si se acercaban más? Yo había tardado demasiado tiempo, ese era el problema, ¿no? Si ahora lo encaraba y le decía lo fuerte que iba mi corazón cuando me miraba, ¿serviría de algo?

Demasiado tarde, Maya.

Había desperdiciado mucho tiempo obsesionada con la idea de que querer a Minho era lo mejor, de que una amistad como la que teníamos Kookie y yo sólo era una bonita relación de dos amigos que se amaban como ... Como hermanos.

Mi indecisión había provocado todo eso. Si hubiese entendido mis sentimientos antes, si no me hubiera cegado tanto, ahora tendría la oportunidad de sincerarme con él, pero mi tiempo se había acabado. Los granos habían terminado cayendo, hasta el último de ellos, en el reloj de arena, y ya no podía hacer otra cosa que tomar su mano de vuelta a casa mientras me ahogaba en mi propia tristeza.

- Maya, yo ... -carraspeó, inquieto. Echó una ojeada a la salida del almacén, preocupado por estar siendo observados por alguien más-. Tengo que contarte una cosa.

Las palabras podían hacer mucho daño, ya lo había comprobado. Mi parte temerosa salió a la luz y tomé su mano con fuerza. Jungkook buscó mis ojos, intentando ver mi reacción, pero yo la camuflé lo mejor que fui capaz y le sonreí con toda la falsedad que supe reunir. No quería pasar más malos tragos, y por la forma en que Kook había dicho aquello, el secreto que me iba a revelar, estaba destinado a ello.

- Seguro que esa cosa puede esperar a mañana, Kookie -acaricié el dorso de su mano.

- Pero, es importante -me aseguró.

- Lo primero es tu cita -tiré de él en dirección a la puerta-. Mañana habrá tiempo para hablar de lo que sea.

Tan inocente y estúpida como siempre, Jung Maya.

Hay temas que no se pueden aplazar. Hay palabras que deben ser escuchadas cuánto antes, porque, si las dejas madurar, el dolor puede ser irreparable.

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En un rato actualizo otra vez ;)

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