Jungkook
- No quiero volver. Beber me ayudaría a deja de pensar, sí. Necesito beber. Es eso. Seguro que el dolor de cabeza me ayudará a olvidar que Maya está con él -negué varias veces, apoyado con la frente en la pared del estudio y cerrando los ojos, sintiendo una angustia que no hacía más que aumentar-. Me quedaré en casa de Tae todo el fin de semana. Maya no se enterará y así no tendrá que ver mi cara de desilusión cuando sea la novia de ese imbécil.
- No digas estupideces -sonaba molesto, pero era comprensible. Yo también estaba cansado de mí mismo-. Pareces un niño cuando lo haces.
Yoongi siguió practicando la canción, tratando de hacer que sonase tan bien como en su cabeza de genio y lamentándose cada vez que las notas no eran las adecuadas.
- Hyung ... -me quejé, provocando un pesado suspiro por su parte.
- Por dios, Jungkook -di la vuelta, observando a Min en el pequeño estudio de la agencia, ese que le habían cedido para que usase siempre que no pudiera pasar por el conservatorio. Su rostro era cansado, asqueado de mi infantil actitud-. ¿Vas a parar? No dejas que me concentre.
Humedecí mis labios, dejando caer mi espalda sobre el cemento para poder mirar de frente a Yoongi. Ladeé un poco el rostro, a sabiendas de que estaba actuando como un egoísta al estar hablándole de mis problemas a él cuando todos estábamos hasta el cuello por los preparativos del debut.
Mis ojos se desviaron y quedaron anclados en algún punto remoto del cuarto, maldiciéndome por no ser capaz de enfrentar mis miedos y acabar con todo de una maldita vez. Contarle sobre lo que sentía a Maya era la única salida, pero también un suicidio para mis sentimientos. Ella me rechazaría, me diría que sólo éramos amigos y que prefería a otro. Era doloroso el simple hecho de imaginarlo, así que, ¿para qué sincerarme? No serviría más que para aumentar mi desasosiego, quebrándome y destruyéndome de golpe. Sin nada que hacer a parte de observar su felicidad a costa de mi perdición.
- ¡Yah, Jeon!
Yoongi había alzado la voz. Me había gritado.
Oh, oh.
Tragué saliva, entornando la cabeza para mirarlo, todavía sentado al piano pero ahora con un gesto que denotaba un fuerte enfado. Sus pequeños ojos chispeaban, repletos de una furia que habría hecho temblar a cualquiera. Con su ceño fruncido y ese semblante tan acusador, sólo me pude sentir como un cero a la izquierda y un incordio que debía aprender a tragarse sus indecisiones antes de ir dando la tabarra por ahí a sus amigos. Cada vez estaba más seguro de que yo no servía para nada excepto para molestar a las personas.
- Lo siento, hyung -murmuré.
Sus labios se fruncieron con una presión que les dio un extraño tono blanquecino.
Quise pedirle perdón de nuevo por estar llenándole la cabeza con asuntos que a él no le importaban en absoluto y de los que sólo yo podía encargarme, pero Yoongi se cruzó de brazos, cambiando su expresión a una que me sorprendió en demasía.
- ¿Estás tan ciego y ofuscado en lo que ella dice? ¿De verdad? No pensé que querer a alguien te volvería un tonto descerebrado.
- Pero, yo ... -callé cuando él me asesinó con la mirada. Bien, olvidaba que no soportaba que lo interrumpieran mientras hablaba.
- Respeta el turno de palabra de tus mayores, gaviota -asentí con arrepentimiento y alejé la vista de Yoongi-. Oh, eso sí que no. Jeon Jungkook, mírame antes de que me arrepienta de lo que voy a decir.
Con una dificultad que no quise admitir, levanté la barbilla, chocando así con los profundos orbes de ese chico. Él parecía exhausto, agotado por la falta de sueño, y aún así, vine a verle. Era un acto interesado, lo sabía. Estaba haciendo las cosas por interés propio porque necesitaba contarle a alguien que estaba rozando el jodido límite y que no podría parar a tiempo, que explotaría en millones de pedazos si veía a Maya de la mano de Lee Minho. Que no podía volver a casa porque sabía que Maya acabaría llegando, inundada en una alegría infinita por haber logrado lo que tanto tiempo había buscado, cuando yo, deseaba tenerla, aunque fuera una mentira que nunca llegase a ser realidad.
- Tú -me miró con dureza, y yo me erguí, lamentando importunar su concentración-. Ingenuo, tonto, llorón y ciego, eso es lo que eres. ¿Por qué mierda no ves lo que vemos los demás? Es desesperante cuando estáis juntos, porque te mira con una devoción de vértigo, igual que tú cuando Maya se te pone delante -dejé de respirar, sorprendido en parte por lo que estaba diciendo-. Ese llorona es igual que tú, sois ... Sois como dos malditas gotas de agua. Los dos os queréis y os miráis de la misma forma, como si ... Como si quisieseis decir cosas a las que no os atrevéis, por miedo -el dedo de Yoongi me apuntó, clavando sus palabras en mi pecho-. Madura ya y deja de llorar. Si la quieres deberías haberle dicho que no fuera. Deberías haberle demostrado que tú mereces mucho más la pena que ese cantamañanas que la tiene poseída -rodó la mirada y se levantó de la banqueta, alcanzando la chaqueta de su perchero con una rabia que no pretendía contener-. Los jóvenes sois tan ... Frustrantes.
Digerí todo lo que había dicho, palabra por palabra, mientras lo veía colocarse el abrigo sin ninguna prisa pero con movimientos algo bruscos.
- Hyung, tú también eres joven -dije, sin pensar.
Él me escudriñó, intentando comprender por qué decía eso. He de reconocer que ni yo mismo me entendía a veces.
- No te burles de mí ni de mi puñetera hospitalidad, Kook -se acomodó el cuello de la cazadora y caminó tranquilamente hasta el piano para recoger así las partituras que interpretaba hasta hace unos minutos-. Sé un poco perspicaz y aprovéchate de un viejo como yo -no pude evitarlo y sonreí, fijándome en que él se estaba esforzando por no imitar mi acción. Tomó sus cosas con gran agilidad y me miró una vez ya al lado de la puerta. Alzó una ceja, mirándome otra vez con algo de cabreo-. ¿Vienes o qué?
- ¿Ir? ¿A dónde? -caminé tímido hasta él.
Salí del estudio y observé cómo Yoongi cerraba con llave la puerta de la estancia. Sin ninguna prisa, se guardó el juego de llaves en su bolsillo y me examinó como si fuera el espécimen más raro que hubiera observado en su vida.
- ¿Es que no sabes leer entre líneas? -bufó, exasperado, y yo me pregunté qué no había comprendido de sus palabras, en qué momento me había perdido. Yoongi comenzó a caminar hacia las escaleras del edificio de la agencia e hizo un gesto con el cuello para que lo siguiera. Yo, como un perrito a la espera de la aprobación de su dueño, corrí tras él hasta quedar a su izquierda-. Dijiste que querías beber, ¿no? Pues eso vamos a hacer.
Mis ojos se abrieron como platos y miré sin tapujos a Min Yoongi. Él seguía caminando despreocupadamente, ojeando la pantalla de su móvil como si lo que había dicho no fuera nada del otro mundo.
- ¿Lo dices en serio? Pensé que ... -me aclaré la voz cuando sus ojos viajaron hasta mí, haciéndome sentir algo cohibido-. No lo harías porque soy menor aún.
- Eres tan pequeño que estoy completamente seguro de que con un par de vasos ya estás tambaleándote -terminamos de bajar los últimos escalones y nos dirigimos hacia la salida. Todavía había luz fuera. Maya debía estar disfrutando de la compañía de ese payaso a esas horas-. Pero, soy una persona legal, Jungkook. Te llevaré a beber -empujó la puerta, dejándome pasar primero. Una vez en la calle, Yoongi me miró con diversión, demostrando que esa situación le agradaba-. ¿Qué prefieres? ¿Un batido de fresa o un café con leche?
Hice un mohín al entender que lo decía muy enserio a pesar de estar riéndose de mi inocencia. Suponía que Yoongi no me permitiría beber con esa facilidad. Él, definitivamente, era muy parecido a Jimin en esos casos.
- No es bonito burlarse de mí, hyung -refunfuñé, metiendo las manos en el bolsillo de la sudadera.
- Oh, vamos, Jungkook -me mostró sus encías en una adorable sonrisa antes de dar un pequeño empujón a mi brazo para que caminase junto a él-. Soy un buen hyung, ¿no crees? Impido que vuelvas a salirte de control y hagas algo de lo que puedas arrepentirte más tarde. Así que, no quiero oír una sola queja. Pasaré la tarde y la noche, si es necesario, escuchando tus palabras de tonto enamorado -asintió, y yo sonreí. Yoongi podía parecer frío a veces, pero su corazón era cálido y altruista. Me trataba como a su hermano menor siempre, se preocupaba por mí como un padre-. Ahogaremos tus penas en pizza y coca cola, ¿te parece?
Me encogí un poco sobre mí mismo, sintiendo una ligera ráfaga de aire de frente. Había hecho bien al buscar a Yoongi. Sin duda, una noche así era lo que necesitaba.
- Es un buen plan, hyung.
- Lo sé. Mis ideas son siempre las mejores. Deberías aprender de mí -insistió, provocando mi risa.
- Jin dice siempre que no te tomemos como referencia porque eres un cascarrabias.
- Claro, claro. Él os consiente demasiado -aseguró-. Pero no entiende que cada uno tiene su forma de ser y ... -mis ojos chocaron con una escena que me hizo parar en seco, alertando a Yoongi-. ¿Jungkook? ¿Por qué te paras?
Sólo habíamos caminado un par de calles y doblado una simple esquina. Entonces nos encontrábamos en una de esas calles poco frecuentadas que usábamos para llegar antes a la agencia cuando llegábamos tarde al ensayo de turno o a la siguiente reunión programada. Era un maldito callejón por el que apenas pasaba nadie, joder. Así que, cuando mis ojos tropezaron con una pareja, no pude evitar sorprenderme. Sin embargo, lo que más me llamó la atención fue que el chico tuviera a la chica aprisionada contra la pared mientras, claramente, su mano jugaba bajo la subida falda de cuadros que ella llevaba. Fue incómodo de ver, pero, en realidad, no era la primera vez que salidos de ese tipo acababan en esa callejuela para meterse mano o saber qué más, por lo que le quité importancia al instante y seguí prestando atención a Yoongi, quién estaba tan ensimismado en su móvil, que sólo hablaba sin parar, con la cabeza gacha e ignorando a las personas que seguían con su cometido a unos metros de nuestra posición. Pero, claro, podía mantener mis oídos en las palabras que decía mi amigo, eso era fácil, lo complicado era apartar la mirada de esos dos cuando el chico se me hacía tan familiar.
Fue por esa estúpida curiosidad que me atacó y que no supe controlar, que continué examinándolos.
Ojalá no lo hubiera hecho.
Mis piernas se detuvieron como una reacción al comprender qué estaba ocurriendo allí realmente.
- Mierda, Kook. Respóndeme o ... -Yoongi siguió con la mirada hasta topar con el lugar al que yo miraba fijamente y frunció el ceño al descubrir allí a esos chicos, besándose, dispuestos a pasar al siguiente nivel sin importar que estuvieran al aire libre, a la vista de cualquiera que pasase por allí, al igual que nosotros-. Oh -dijo, algo sorprendido por lo que estaba presenciando-, ¿no saben lo que es la intimidad? -recriminó, sin tapujos. Soltó un sonrió suspiro-. Da igual. Lo que decía es que ... -siguió andando, en dirección al final de la calle, tratando de pasar de lo que esa pareja hacía sin pudor en la pared contraria. Yoongi, dejó de caminar al tiempo que se percató de que yo me había quedado allí de pie, como un poste y sin intención de moverme lo más mínimo por culpa de lo que estaba viendo-. Eh, vamos, gaviota. No es como si nunca hubieses visto algo así, no ... ¿Jungkook?
Mis manos se habían hecho puños mientras él comentaba aquello y, sin pararme a pensarlo, comencé a caminar hacia ese desgraciado.
- Eh, ¿qué haces? Jung ... -pero la voz de Yoongi dejó de estar a mi alcance porque el constante latido de mi corazón lo abarcó todo.
Estaba tan jodidamente furioso que habría pateado esa pared hasta destruirla, pero aquí había un sólo culpable que iba a pagar por engañarla e ilusionarla de esa forma.
Nadie rompería a Maya. Nadie.
Y así fue cómo llegué hasta ellos y cogí de la chupa a Lee Minho, apartándolo con fuerza de la chica a la que estaba dispuesto a tirarse. Lo tomé del cuello de la camisa en un rápido movimiento para terminar estampándolo contra el cemento de la pared en un hueco golpe. Cuando lo tuve frente a frente, canalicé a duras penas el ardor que yacía en mis manos, ese que me invitaba a destrozarle la cara cientos de veces hasta que no pudiese volver a decir una de sus asquerosas mentiras.
Su aliento chocó contra mi cara, evidenciando la enorme cantidad de alcohol que había consumido esa misma tarde, gracias al apestoso olor a vodka que lo impregnaba.
- ¡Jungkook! ¿Qué coño haces? -sentí las manos de mi amigo en los hombros, intentando alejarme de Minho sin resultados.
Yoongi no sabía quién era él. Yoongi no había visto todavía al chico que le robaba el sueño a mi mejor amiga. No sabía su apariencia, ni siquiera la imaginaba, así que era de esperar que quisiera detenerme antes de que la situación se fuera de las manos.
Podía ver por el rabillo del ojo a la chica que acompañaba a Minho. Ella tenía medio escote fuera de la camisa y el pintalabios corrido. Nos miraba ida, como si no supiera muy bien qué estaba ocurriendo y sus sentidos no estuvieran demasiado afinados para descubrirlo por ella misma. Deduje que no sólo había consumido alcohol por los torpes pasos que dio hasta apoyarse en la pared. Lucía mayor que Minho, pero no mucho más. Si ese imbécil estaba por cumplir los dieciocho, esa chica no podía tener más de veintidós.
- Jeon ... Jungkook ... Qué sorpresa -su sonrisa apareció, logrando que mi sangre hirviera como nunca antes.
No pensé que fuera a reconocerme tan rápido, pues sus ojos parecían perdidos y sus pupilas negras abarcaban todo su iris, dejando claro que no estaba en sus plenas facultades ni de lejos. Además, sus palabras sonaban pesadas, le costaba articularlas y más aún pronunciarlas en voz alta. ¿Qué clase de mierda se había metido dentro para estar en un estado tan deplorable?
- Por dios, Kook. Vámonos. Es sólo un borracho que ... -siguió Yoongi, intentando separarme de ese hijo de puta para que no pudiera destrozarle la cara como estaba deseando.
- Hyung, déjame -murmuré entre dientes. Sentí cómo aflojó poco a poco su agarre.
- Yah ... Jungkook, el ... El genial Jungkook -rió Minho sin ganas, como un loco irracional-. ¿Desde cuándo no te veo divertirte? ¿Lo has dejado ...? Puedo hacerte una oferta, ¿sabes? -amplió su sonrisa, echándome encima todo su aliento maloliente-. Tengo algo increíble para que te distraigas y los pases bien, y ...
Aún tomándolo del cuello, presioné el otro brazo contra su nuez, ahogándolo por momentos. Él estaba blanco como el papel y fuera de sí, pero no le permitiría decir eso. Yo nunca tomaría algo como lo que estaba viajando por su sangre en esos instantes ni por asomo. No caería en un agujero sin fondo como ese en el que él había decidido entrar. Las personas como él sólo me producían un asco inmenso.
- ¿Drogas? ¿De verdad? -solté una carcajada sin gracia y lo empujé más contra la pared, consiguiendo que gruñera-. Ni se te ocurra volver a decirlo o sabe Dios cómo terminarás, hijo de ...
- Cierto -tosió por la fuerza que estaba ejerciendo contra su traquea-. A ti sólo te interesa ella, ¿verdad?
Mis dientes rechinaron a la vez que lo alejé un poco del paredón para volver a estamparlo contra él con toda la violencia que pude reunir. Los dedos de Yoongi se aferraron a mi cuerpo de nuevo, impidiendo que me excediera demasiado con ese energúmeno que me causaba una repugnancia sin límites.
Podía insinuar cualquier cosa porque no me importaría sabiendo de su puñetero estado, pero a ella no. Nunca le dejaría hablar a nadie sobre ella cuando sabía qué iba a continuación.
- Cállate -sisbeé, conteniendo la rabia con una angustia que me asfixiaba-. No la nombres, Minho. Ni se te ocurra hacerlo.
Su asquerosa risa salió a la luz de la nada, resonando por el callejón vacío con estridencia. Yo sólo pude ahogarlo un poco más, logrando que dejase de hacerlo antes de que mis nudillos acabasen enterrados en su cara.
Supe que Yoongi entendió al escuchar su nombre porque soltó mi sudadera de un segundo a otro, en silencio, dejándome hacer lo que fuera necesario para callar a ese imbécil de una vez por todas.
- ¿Por qué debería? -respiró con necesidad, falto de un oxígeno que no merecía estar en sus pulmones-. Maya me ha escogido a mí, Jeon -chasqueó la lengua con sorna-. Deberías aprender a perder.
Ese fue el detonante para que mi fuerza de voluntad desapareciera, siendo reemplazada por el instinto más animal que pudiera tener dentro.
En un brusco gesto, lo tomé de su ropa con ambas manos y lo empujé contra el suelo, tirándolo sobre el cemento. Minho se quejó, pero no abandonó la sonrisa de superioridad que tanto odiaba. Sólo lo hizo cuando me tiré sobre él y se escuchó con una claridad asombrosa cómo su mandíbula se rompía tras al golpe que impactó en ella por mi parte. Hundí el puño en su rostro, arrancándole un grito de puro dolor que me supo a poco. Yo alejé la mano de su piel, observando cómo su labio estaba partido en dos. Minho no tardó en girar la cabeza y escupir a su lado algo sangre, entre toses y espasmos.
Respiré repetidas veces, intentando que el hormiguero de mis dedos no ganase la partida y siguiera masacrando a ese mal nacido, a pesar del daño que me había infligido a mí mismo al pegarle con esa intensidad y furia reprimida.
Mierda, aunque no era la manera correcta y fuera consciente de que reventar a ese jodido subnormal a puñetazos no serviría de mucho, la adrenalina corrió por mis venas en una deliciosa venganza que me hizo recordar a la perfección la última vez en la que fue él el que salió mejor parado de nuestro encuentro. Esa noche en la que se suponía que yo debía encontrar a Maya para contarle toda la verdad y volver a ser lo que fuimos. Esa madrugada en la que Minho me citó para aclarar las cosas y lo único que encontré fueron golpes que me pillaron desprevenido por su parte y la de sus dos amigos. El muy hijo de mala sangre quiso avisarme de que Maya no se podía enterar de nuestro acuerdo de ninguna forma, y de que, si se me ocurría contarle más de la cuenta, la próxima vez no saldría por mi propio pie gracias a la masacre que se esmerarían en hacer conmigo y mis huesos.
Él no la cuidaría. Sólo le causaría sufrimiento y desesperación. Minho nunca la querría de la manera en que yo esperaba. Ese animal se encargaría de destrozar a la persona más preciada que tenía. La haría añicos tan pronto como la tuviera, y yo no podía permitir eso. Si Maya debía sufrir por un corazón roto, si era eso lo que le esperaba sin salvedad, yo estaría ahí para ella. Yo sería el pañuelo en el que secara sus lágrimas. Sería lo que ella necesitase siempre, así que no necesitaba a Minho.
No tenía que quererlo a él porque, quererme a mí, sería mil veces más fácil.
- ¿Por qué demonios no estás con ella ahora? ¡Maya iba a verte hoy, hijo de puta! -tomé aire, notando las lágrimas de frustración acumularse en mis ojos mientras alzaba el cuerpo de Minho y le obligaba a observarme-. ¡Ella de verdad quería esto y tú ...! Tú eres un egoísta por no intentar hacerla feliz. Ella merece serlo, pero tú no sabes hacer bien a nadie. Tú ... Tú ... -sus ojos, inexpresivos, me taladraron-. Te aseguro que no la tendrás. No la vas a manchar con tus manos de enfermo drogadicto, ¿entiendes? -apreté la mandíbula, sintiendo la primera lágrima rodar por mi mejilla-. Antes te mataré, Minho. Te prometo que lo haré.
Lee abrió la boca y esbozó una rota sonrisa, enseñándome sus dientes manchados por la sangre que permanecía en su cavidad bucal.
Esperé y sólo obtuve la confirmación de que ese tipo no merecía nada de nadie, mucho menos el amor de Maya.
- ¿Y qué mierda podrías hacer, Jeon? -entrecerró los ojos, divertido por la situación en la que me encontraba-. ¿Qué vas a hacer cuándo le pida perdón y me acepte? -amplió esa moribunda sonrisa, enrabietándome aún más si es que eso era posible a esas alturas-. ¿Qué vas a hacer cuándo la tenga para mí, pidiéndome por que se la meta hasta que ya no ...?
Lo tiré sin miramientos y volví a encajar mi puño derecho en su rostro, esta vez más cerca del ojo, asegurándome de que aquello le dejase marca y recordara lo que encontraría siempre que buscase hacer daño a mis seres queridos. Lo hice varias veces más, sin saber muy bien dónde terminaron exactamente mis golpes, sintiendo únicamente su sangre y el olor que esta desprendía.
De pronto, unos brazos me sujetaron. Yo traté de zafarme de ellos, pero sólo logré gruñir de la impotencia que sentía y debía descargar antes de que me consumiera completamente.
Exhalando, algo mareado por toda esa mezcla de sentimientos y lo difícil que se me hacía el ver algo a causa del cúmulo de lágrimas que se habían estancado en mis ojos, escuché la voz de Min Yoongi a mi espalda, mientras sus manos tiraban de las mías, alejándolas del desastre en que se había convertido el rostro de Lee Minho.
- Kook, ya basta -dijo, con voz firme. Yo mordí mi labio inferior a la par que más gotas caían desde mis orbes-. Es suficiente.
- Voy a destrozarlo -sollocé, imaginando el dolor que sentiría Maya cuando lo descubriera todo, rompiendo su corazón en cientos de fragmentos que yo no sabía cómo recomponer-. H-Hyung ... Apartáte ... Tengo que ...
- No, Jungkook -escuché los gemidos de Minho, acompañados de su risa, rota y vacía-. No tienes que hacer nada más. Ella te necesita ahora. Lo sabes, ¿verdad?
Sorbí mi nariz, sintiendo una dolorosa opresión en el pecho por la impotencia y la verdad en las palabras de Minho. ¿Maya siguiera mis consejos en caso de saber la verdad? ¿Se fiaría de mí si le contaba lo malo y tóxico que era Lee para ella? ¿Me escucharía, al menos, aún estando enamorada de ese demonio con patas? Esa incertidumbre estaba acabando conmigo. ¿Qué suponía más para Maya; nuestra amistad o el cariño que nunca recibiría por parte de Minho?
Al cabo de unos segundos en los que el agarre de Yoongi se fue suavizando progresivamente, terminé limpiando con mis mangas esas lágrimas que seguían cayendo y no parecían tener intención de detener su descenso. Observé a Minho, que seguía bajo mi cuerpo, todo magullado y destrozado, a pesar de no querer desprenderse de aquella ridícula sonrisa. Lo miré, despreciando hasta la última fibra de su ser por estar a punto de romper a la única persona a la que temía perder.
- Sólo tenías que intentarlo -dije, dándome cuenta de que mi mano derecha tenía sangre suya. Sentí asco por haberme ensuciado de algo que perteneciera a ese hijo de mala madre-. No hacía falta que la quisieras. Lo único que debías hacer era darle una oportunidad y ver lo maravillosa que es, pero tu egoísmo es lo primero siempre -le escupí, soltando parte del veneno que me consumía.
Lee hizo una mueca con su labio roto y volvió la vista hacia mí. Su ojo estaba medio cerrado por el golpe que yo le había regalado. No tardaría en hincharse y tomar un moribundo color violáceo.
- Deberías agradecerme, Jeon -dijo, con el líquido viscoso de color rojo resbalando por sus comisuras-. Podríamos compartir a esa zorra si no fueras tan correcto.
Yoongi corrió a sujetarme de nuevo, pero yo ya no tenía más intención de golpear a ese individuo. En el fondo, Minho me daba lástima. Si él supiera lo que es tener a alguien a quien sólo deseas proteger, seguramente no andaría por ahí con la primera que se le pusiera delante, alardeando de lo buena que era la mercancía que le compraba a su camello de confianza.
- No hables de ella como si fuera un objeto. Deberías aprender a tratar a las mujeres como personas y no como una cosa que puedes tomar para después tirar como si nada -lo escudriñé-. Da igual lo que hagas. No le vas a hacer daño. Una escoria humana como tú no la va a tocar.
- Y la apuesta ... -me puse rígido, a lo que él se carcajeo entre borbotones de sangre que se vio obligado a escupir-. ¿La has olvidado? Porque ... La perderás si le cuento lo que me prometiste. Te odiará tanto que ...
- Hazlo -le corté. Él me miró, confundido-. Hazlo si tienes lo que hay que tener. Acabará enterándose -ladeé la cabeza, observándolo con un odio que hasta Yoongi pudo sentir-. Pero si se entera por ti -sonreí de lado, recreando en mi mente todas las formas en las que podía golpearlo-, te aseguro que serán más que un par de derechazos lo que te, Lee. No habrá nada que me frene para que pueda acabar contigo -estaba seguro de que mis ojos lucían inyectados en sangre, sintiendo lo delicioso que sería partirle un par de huesos-. Piénsalo bien.
Él torció la mirada, tragando saliva. Si había visto la determinación en mis ojos, no querría ver de lo que podía ser capaz.
Relajé los músculos, sentándome sobre su abdomen, admirando el color carmín esparcido por todo su semblante. Algo me hizo recordar lo más importante, lo único que importaba en realidad. Relamí mis labios, urgido por saber más.
- Dime dónde la citaste.
Minho sonrió con sorna, haciéndome perder los estribos otra vez.
- ¿Por qué debería ...? -comenzó a decir.
Lo tomé de la chaqueta, tirando de él hasta mi posición mientras le arrancaba más de un gruñido por el dolor que le suponía un simple pestañeo. Aunque Yoongi me susurró que no siguiera cerca del oído, yo lo examiné atentamente, advirtiéndole por milésima vez que pensase bien lo que quería provocar en mi susceptible estado.
- Dímelo antes de que te deje sin conocimiento, Minho -gruñí, como un depredador antes de devorar a su presa.
Continuó mirándome desafiante por unos segundos, pero terminó deduciendo qué era lo mejor que podía hacer para no acabar en el hospital.
- En esa cafetería nueva -se ensalivó los labios-. La que hay al final de la calle de la preparatoria.
Satisfecho, lo solté, dejando que se retorciera de dolor por el impacto que sufrió contra el duro pavimento. Me era indiferente que se quejase, así que me levanté de encima, seguido de mi compañero.
Una vez de pie, limpié con la mano izquierda mis rodillas, frunciendo el ceño. Me percaté de la sangre que bañaba mi mano y la retiré todo lo que pude. Cuando me dirigí a Yoongi, me fijé en que ya no había rastro alguno de la chica que estaba acompañando a Minho.
- Jungkook -dijo, llamando mi atención-, ¿estás bien?
No lo estaba. Casi no podía respirar con regularidad, y me sentía tan mal por haber creído que un desalmado como Minho podría descubrir bondad en alguien, que quería desaparecer de una maldita vez y escapar de esa pesadilla en la que me encontraba.
- Sí -murmuré, acariciando mis dedos agarrotados-. No te preocupes, hyung.
- Vale -asintió, colocando la mano en mi hombro junto a una tímida sonrisa-. Debes estarlo para Maya. Piensa en eso.
Yo le di la razón y eché un último vistazo a Lee. Él empezaba a incorporarse del suelo cuando pasamos por su derecha en dirección al final del callejón, pero no me detuve más de un segundo en él. No merecía la pena.
Mis dedos temblaban, así que los escondí en el bolsillo de mi sudadera, evitando así también que alguien viera los rastros de sangre que no había podido quitar de mis nudillos. No tenía tiempo de pasar por casa a limpiarme porque Maya podía estar esperando aún a que Minho apareciese, así que debía ir con ella.
¿Por qué él? ¿Por qué, de entre todos los chicos, se había tenido que fijar en el menos indicado?
Algo agobiado, llegué junto a Yoongi a la cafetería en cuestión. Desde la esquina, pude ver a Maya, sentada en la mesa más próxima a los ventanales del lugar. Se veía distraída mientras observaba la taza que tenía entre las manos.
- ¿Se lo vas a decir? -la voz de Min me hizo carraspear.
- No -negué, respirando con calma-. Hoy no.
- Bien. Procura hacerla sentir mejor -dijo con una sonrisa antes de volver sobre nuestros pasos y desaparecer de mi vista.
Maya hablaba con un chico en el momento en que entré a la cafetería. No sabía quién era, pero tampoco me importó demasiado. Sólo debía tratar de parecer entero, porque ella debía estar a punto de romperse, y ... Uno de los dos tenía que sostener al otro, ¿no? Eso era todo lo que podía hacer para que, cuando se enterase de la rata rastrera que era Minho, no se echase la culpa ni llorase más de la cuenta. Yo la sostendría sin importar si en el camino nadie me ayudaba a mí.
- ¿Ya te ibas? -pregunté al llegar hasta ella, que recogía su bolso-. De veras quería probar la tarta de este sitio. Dicen que es excepcional.
Bien, Jungkook. Puedes con esto.
•••
- Deja de negarlo. No debiste escoger esa película -aseguró Maya a unos metros de nuestra casas.
- Deja de echarme la culpa -me quejé, consiguiendo que se riera-. Era un fiasco, sí, pero tú eres una chica y ... Se supone que a las chicas les gusta el amor y todo eso.
- No importa que las demás chicas a las que has llevado al cine te pidieran una película empalagosa de narices, Jungkook -me dijo mientras subíamos las escaleras de su casa-. Eso no significa que todas seamos iguales.
Rodé los ojos una vez nos detuvimos en el rellano de la puerta. Ella se giró hacia mí y yo suspiré, dándole la razón. Aún así, cuando la miré de nuevo, sonreí un poco.
- Nunca había llevado a una chica al cine, enana -eso la impactó, pues sus ojos se abrieron, como si eso no fuera compatible con la actitud que había mantenido los últimos años. Yo me aproximé más a ella, haciendo que Maya se sintiera presionada y diera un paso hacia atrás, topando con la puerta de su casa-. ¿Cómo se supone que debería saber eso? Tú has sido la primera.
No bastaba con que fuera de noche y el sol se hubiera escondido hacía horas porque pude ver demasiado bien cómo se sonrojo ante mi declaración.
- Bueno, pues ya lo sabes -masculló, alejando la vista de mí, tan avergonzada que quise besar sus mofletes para que estos brillasen aún más.
Ella estaba tan bonita que tuve que morder mis labios para que estos dejasen de picar y arder por su piel. No podía pasar a eso sin haber hablado con ella antes. No estaba bien.
Maya comenzó a buscar las llaves en su bolso, imaginando que a más de las doce de la noche no sería lo correcto llamar al timbre por si su madre y Mark estaban ya descansando. Era detallista, y eso me encantaba. Además, de esa forma, evitaba mostrarme su cara roja. Su estrategia favorita para esconderse de mis ansiosos ojos.
Observándola revolver sus cosas, todas las imágenes de esa tarde volvieron a mi mente a pesar de haber estado guardando unas cuántas de ellas lo más profundo que pude. Ese palpitante miedo a que no me creyera volvió a apoderarse de mí, recordando lo que dijo Minho. Si ella confiaba más en él que en mí por culpa de su amor ciego, ¿qué podía hacer sino callar?
Tragué saliva, impaciente por darle una respuesta a esa pregunta. Tenía pocas opciones, pero todas se me antojaban erróneas. Si me equivocaba y la perdía, no sería nada. Yo sin ella no era absolutamente nada.
- ¿Te quedas a dormir? -preguntó, todavía cabizbaja-. Mamá ya estará ...
Su voz se perdió al segundo de verse atrapada por mis brazos. Me incliné lo necesario para esconder el rostro tras su cuello y respiré hondo. Maldita sea. El pánico me estaba jugando malas pasadas.
Sujeté su cintura con mi mano derecha, esa que no había dejado de doler en toda la noche por los golpes que repartí en el rostro de Lee, y dejé descansando la otra en su espalda, pegándola más a mí. Tanto como me fuera posible.
- Kookie, ¿por ...?
- Por favor, Maya -le supliqué, prohibiéndome llorar de nuevo. Apreté los párpados y respiré de su perfume-. Abrázame. Por favor.
Un abrazo es todo lo cerca que podía estar de ella. Un abrazo me podía demostrar que ella confiaba en mí, en mis malditas mentiras, a pesar de todo.
Sus brazos siguieron inmóviles a ambos lados de su cuerpo, quitándome el aliento, desgarrándome por su rechazo. Sin embargo, sólo se demoró unos segundos en concederme lo que le pedía con tanto anhelo. Cuando sus manos viajaron por mi espalda, yo ahogué un sollozo que no llegó a escapar de mi garganta. Maya ejerció una dulce presión, juntándose a mí en la más real de las torturas. Las ganas de contarle hasta el último detalle estaban en la punta de mi lengua, pero debía encontrar el momento justo. Uno en que estuviésemos los dos solos y supiera que me escucharía de principio a fin.
- Eres tan extraño a veces -rió sin fuerzas a mi oído, tomando en su mano parte de mi sudadera.
- ¿Por qué? -le pregunté mientras ella apoyaba la mejilla en mi hombro.
- Por esto. Por cosas que haces y no entiendo.
- Todo lo que hago, lo hago porque eres importante para mí, Maya -le aseguré, rozando con mis labios su cuello. Ella se estremeció, fortaleciendo el agarre como si de pronto la hubiera asaltado el frío.
- Lo sé -su voz era un suave murmullo que habría estado encantado de escuchar para siempre-. Ya te he dicho que confío en ti, Jungkook.
Y sí, me lo había dicho y me lo había confirmado al decirme la verdad en la cafetería. Cuando le pregunté por Minho, ella podría haberme dicho que ya se había marchado, que le había surgido algo importante o que no pudo quedarse por más tiempo, pero no lo hizo y me contó lo que realmente había pasado. Por eso, yo me sentía aún más miserable, incapaz de decirle lo que había visto, lo que ese chico estaba haciendo mientras ella lo esperaba pacientemente. Quería decírselo más que ninguna otra cosa, pero debía encontrar el día y el momento para poder reconfortarla todo lo que necesitase. Sabía que acabaría destrozada por culpa de ese imbécil, así que debía armarme de valor antes de contarle nada. También tenía que contarle sobre la apuesta. No podía atrasarlo por más tiempo si quería que una pequeña parte de su cariño hacia mí quedase intacto después de saber que le había ocultado algo así por tanto tiempo.
Respiré profundamente y me relamí los labios. Tomando más tiempo de la cuenta, comencé a separarme de ella hasta que encontré sus ojos, dulces y brillantes.
- Te quiero -dije en voz baja, sin pensarlo siquiera.
Maya amplió su sonrisa y asintió antes de llevar su mano a mi mejilla. El contacto de su palma con mi piel fue demasiado placentero, por lo que tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano por no mostrar lo mucho que me afectó. Mordí mi lengua y me centré en su rostro, en lo calmada que era su expresión, en la paz que parecía transmitirle con mi presencia.
- No te quedas, ¿verdad? -sus dedos no se demoraron y trazaron pequeños círculos en mi pómulo. Apenado, negué. Maya entornó la cabeza y suspiró, resignándose ante mi negativa-. Vale.
El sabor amargo se extendió por mi boca, recordándome que así no nos hacíamos bien a ninguno. Podría quedarme. Podría hacerlo. Minho ya no era un impedimento en mi camino hasta Maya, ¿cierto? Podía entrar a su casa y dormir con ella en mis brazos sin creer que estaba haciendo las cosas mal. Entonces, ¿por qué mi subconsciente se negaba a darme ese capricho?
- Descansa -le rogué, sonriendo levemente.
Y me marché, porque Maya no dejaba de mirarme de esa forma; dándome permiso para que fuera más allá, sin saber si podría parar antes de sobrepasar los límites.
·····
¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS A NUESTRO MIN YOONGI!! <3
QUE SE NOS HACE MAYOR T.T
Yo ya voy avisando de que deberías estar tensos y tensas porque el beso se viene en nada xD
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