[3.2] "Volver"
Maya
Domingo.
Observando las teclas blancas, tomé con algo más de fuerza el móvil y me concentré en la profunda voz de Min Yoongi.
- ¿Sigues enferma? No deberías forzarte si todavía no te encuentras bien.
- Estoy mejor, genio -apreté los dedos de la otra mano, frustrada por no poder acercarme más al instrumento.
Esa barrera seguía allí, impidiéndome tocar el piano. Aunque mi corazón estaba un poco más aliviado porque había logrado acercar un poco más la banqueta en la que me sentaba y ahora mi sombra de cernía lentamente sobre él.
- ¿Por qué no te termino de creer? -soltó un gracioso suspiro de exasperación. Cuando intentaba hacerme creer que no le interesaba algo, siempre lo hacía-. Eres más cabezota que yo, llorona.
- No creo que haya nadie más cabezón que tú, Min.
- Jaja -sonreí levemente y bajé los hombros. El sueño de volver a tocar se hacía tan lejano que ya no podía ni imaginarlo-. Por lo menos no estás deprimida. Eso es bueno.
- ¿Por qué debería estarlo? -reí con un tono demasiado amargo-. Que sea incapaz de tocar el piano no es motivo suficiente para ...
- Vamos, Maya -dijo él, dejándome con la palabra en la boca. A pesar de ello, su voz no era cortante ni afilada, sino suave y cariñosa-. Podrás tocar. Puede que lleve tiempo, pero acabarás por conseguirlo. Hazle caso a tus mayores.
- ¿Algún consejo de última hora para que tenga en cuenta durante tu ausencia, oppa? -casi podía ver las adorables mejillas de mi duro amigo sonrosadas cuando lo escuché bufar.
- ¿No dejarás de hacerlo, verdad? -mi risa fue la respuesta-. Bien, pues ... Podrías dejar la mente en blanco y dejarte llevar.
- Lo he intentado, pero no consigo dejar de pensar. Es imposible -incliné la cabeza hacia atrás y me dediqué a observar atentamente el techo de mi cuarto hasta que mi cachorro ladró buscando mi atención.
- ¿Tienes un perro o es que has aprendido a ladrar?
- Tengo uno -le confirmé alejando la banqueta del piano y tomando con mi mano libre al perrito en el regazo-. Me lo regaló ...
- Oh, déjame adivinar ... Ese chico ... ¿Tu mejor amigo? -sonaba divertido.
- ¿Desde cuándo eres un chismoso, oppa? -recordé, sin pretenderlo, la noche que lo trajo a mi habitación Kookie y no tardé en notar todo el rostro hervir. Ese recuerdo era demasiado bueno-. Pero, sí. Fue él.
Hubo un corto silencio al otro lado, el suficiente como para hacerme fruncir el ceño mientras acariciaba el pelaje de mi pequeña mascota. Hobi acababa de cepillarla.
- Creo que deberías pensar en algo que te haga feliz -sus palabras me hicieron dejar a un lado esas caricias y centrar toda mi atención en Yoongi-. Siempre que llegas a nuestras clases de buen humor suele ser por ese chico, ¿no? -con toda la cara coloreada de rojo, me encogí en mi lugar y dejé que el perro lamiera mi mano, avergonzada de que Yoongi se hubiera dado cuenta de ello. ¿Tan obvia era?-. Así que creo que deberías pensar en él y lo que sea que sientas. Puede que así encuentres calma.
Calma ... Yo diría que mi corazón era todo lo contrario con sólo pensar en Jungkook. Se revolucionaba con fuerza, dando tumbos de un lado a otro en mi confundido pecho, haciéndome entrar en un relajante y extraño estado de embriaguez.
- Es que ...
- El amor sana, Maya -dijo de repente Yoongi-. Y probablemente es lo que necesites cuando te pongas frente al piano.
Remojé mis agrietados labios y sentí la garganta algo dolorida. ¿Cómo podía ser eso amor?
- No es amor, Min. No puede serlo.
- Ahí está otra vez -me soltó-. ¿Te he dicho alguna vez que te cuesta creer en todo? No crees poder tocar el piano, no crees ser lo suficientemente buena. Y ahora me vienes con que eso nos es amor, por el amor de dios -notaba en su voz que estaba frustrado pero que tampoco quería pasarse conmigo. Estaba controlándose de verdad-. No digo que lo quieras más que a nada del mundo, llorona. Pero no me puedes negar que sientes cariño hacia ese amigo tuyo. Uno muy grande.
Bajé la mirada, dándole la razón internamente. No estaba ciega, pero Yoongi había dado en el clavo. Siempre había sido reacia a creer en las cosas que me resultaban difíciles o ... Imposibles. Y, hasta hace unas pocas semanas, era terminantemente imposible que la relación que mantuve alguna vez con Jungkook llegase a regresar como si nada. Lo cierto es que no había vuelto, sino que se había transformado en otra distinta. Una que me hacía querer abrazarlo todo el tiempo e imaginar cómo habría sido ese beso. Tenía tanto miedo que sólo podía negarme.
- ¿Ves? Quién calla otorga -me dijo triunfante-. Así que deja de negarlo todo y párate a pensar en que vale la pena que lo intentes. Si no lo haces, ¿cómo narices podrás dar ese concierto conmigo, eh?
Una tenue sonrisa volvió a mi semblante al escucharlo decir eso.
- Todavía falta mucho para eso, genio -le comuniqué en voz baja.
- ¿Por qué? ¿Por qué tú lo dices? Pues yo te digo que antes de junio tocarás piezas enteras si te lo propones.
- Eres demasiado entusiasta, ¿sabes? -respiré hondo-. Pero gracias por confiar en mí. Practicaré estas semanas.
- Eso espero -el sonido de mi cristalera deslizándose, me hizo volver la cabeza hacia la izquierda. Jungkook entraba en sólo manga de camisa mientras se revolvía su brillante cabello negro-. Pero no me des las gracias todavía y haz lo que te he dicho. Te ayudará a concentrarte.
- Está bien, oppa -Kookie tomó al cachorro en sus brazos sacándolo de mi regazo y me miró con el ceño fruncido-. Practicaré. Lo prometo.
- Lo sé -esbocé una rápida sonrisa. Yoongi confiaba tan ciegamente en mí que a veces me preguntaba de dónde sacaba esa confianza-. Te llamaré dentro de unos días, ¿vale?
- Suerte con el trabajo -me giré, aún en el sitio, y vi cómo Jungkook se sentaba en el suelo de mi cuarto y dejaba entre sus piernas cruzadas al perrito. Sin embargo, no lo miraba. Sus ojos estaban fijos en mí.
- No la necesito -rodé la mirada, tentada a reírme-. Pero, gracias, llorona.
La llamada acabó ahí y yo dejé caer el teléfono de mi oído. Echaría de menos ir al conservatorio y aguantar los regaños de ese gruñón la próxima semana.
- ¿Oppa? -preguntó mi mejor amigo de pronto. Yo lo miré a los ojos-. ¿A quién llamas así?
- Al genio que me está ayudando con el piano -dejé el aparato en la banqueta y gateé por el suelo hasta que mis rodillas chocaron con las suyas.
- A mí no me llamas así -hizo un tonto puchero con su labio inferior mientras el cachorro movía la cola sin parar. Le encantaba estar con Jungkookie-. Y también soy mayor que tú, enana.
- ¿Quieres que te llame oppa? -levanté una ceja, divertida por esa idea-. ¿Es un fetiche tuyo o ...?
- ¿Eres muy cercana a él? -me acribilló sin dejarme terminar-. ¿En qué trabaja? Le has deseado suerte.
- Bueno, es ... Es músico. Creo -acabé murmurando-. Y sólo es unos años mayor que yo, así que ...
Pero no pude continuar hablando porque mordió el interior de su mejilla, siendo más adorable que de costumbre. Tragué saliva al bajar la vista a sus labios.
- Y ... ¿Cómo es? ¿Alto ...? ¿Bajo? -movió sus labios, pensativo. Jungkook celoso por no ser mi centro de atención era lo más mono que había visto en mucho tiempo-. ¿Guapo? ¿Tiene novia? ¿Te ha ...?
- Es un poco más alto que tú, bastante bonito y creo que no tiene novia -mordí mi lengua y lo observé revolverse en su sitio, alicaído. No aguanté más de dos segundos y me acerqué a él para tomar su mano, sobresaltándolo al instante-. Pero no me gusta más que tú. Por eso voy a ayudarte a ti a hacer la maleta y no a él.
Sus ojos buscaron los míos en silencio antes de sonreír débilmente y tratar de esconder el rubor en sus mejillas. El esfuerzo que hice para no lanzarme a su brazos y colmarlo de halagos fue tal que me obligué a tirar de él para reprimir esos instintos.
Una vez de pie en mi cuarto, yo agarré mis zapatos bajo la atenta mirada de Jungkook. Tenía que pasar todo el tiempo posible con él antes de que se fuera.
•••••
Lunes.
Las cálidas yemas de sus dedos delinearon mi rostro un par de veces. Jungkook tenía sus ojos puestos en mí, con ese gesto de verdadera preocupación que no podía soportar ver.
- No es mucha fiebre, Kookie -tragué saliva cuando su roce llegó a mi labio y acarició la herida con cuidado-. Puedo ir con vosotros al aeropuerto si me tomo algo para ...
- Te vas a quedar aquí porque no pienso dejar que acabes en el hospital por ir a despedirnos -frunció levemente los labios y sentí el temblor que se había apoderado de su mano de repente-. Podemos decirnos adiós aquí, Maya.
- Pero, yo ...
Necesitaba apurar hasta el último segundo antes de que se marchara. Sería más de una semana sin él, y no me podía imaginar nada más duro que eso para mis atormentados sentimientos.
En ocasiones, quería apartar la vista de él, de sus chispeantes ojos azabache y de esos labios que ansiaba probar desesperadamente. ¿Y si estar lejos de él me ayudaba a pensar con claridad? Puede que estar alejados por unos días fuera lo necesario para aclarar toda esa ola de confusión que me atacaba constantemente. Pero, la mayor parte del tiempo me imaginaba lo que iba a ser el pasar de los días sin escucharlo hablar o sin verlo sonreír. Iría todas las mañanas a clase sin él. Sin Hobi. En esos momentos era cuando quería decirle cuánto quería que se quedara. Que no se fuera.
- No lo compliques más, enana -murmuró desde el suelo, de rodillas junto a mi cama, sin apartar ni un sólo centímetro sus dedos de mi pálida piel. Elevó un poco su labio mostrándome una mueca de desagrado-. Tú estás enferma y yo sólo te lo he complicado todo un poco más, ¿verdad?
- No seas ridículo, Jungkook -sonreí y él acarició con el dorso de su mano mi mejilla. Me fue muy difícil retener un suspiro por culpa de la paz que sus caricias me estaban brindando-. Lo del sábado no importa. De verdad.
Él asintió débilmente y relajó el semblante. Continuó paseando su mirada por todo mi rostro, como si así mi imagen no se fuera a borrar de su cabeza durante su viaje. Y yo, tan tonta y débil, me encapriché de nuevo de su boca y de sus esponjosos labios, incapaz de sacarlos de mis deseos.
Cuando logré alejar los ojos de sus labios, busqué sus ojos, rogando por escuchar su melodiosa voz un poco más. Cuando vi que él seguía observándome, algo perdido, mis pómulos no lo resistieron y se tornaron de ese color que empezaba a hacerse omnipresente siempre que Kook andaba cerca.
- No está bien que te quedes aquí sola, Maya ... -remojó muy despacio sus labios.
- Mamá se quedará conmigo a partir de esta tarde, y no iré a clase hasta que me encuentre mejor, así que no tienes ...
- No quiero irme -dijo bajando la mirada por primera vez.
- Lo estáis deseando, Kookie. No te puedes echar atrás por nada del mundo. Así es como debe ser -tenía frío y el mareo que me acuciaba no hacía más que aumentar, pero no podía permitirme el lujo de descansar teniendo allí a mi mejor amigo a punto de irse a Japón.
- Prométeme que tendrás cuidado con esas chicas y con Minho -dijo en tono serio-. No me iré hasta que lo jures por ...
- ¿Por quién quieres que lo jure? -dije con más alegría de la que realmente tenía-. ¿Yesung-oppa estaría bien para ti, Jeon? ¿O mejor por Woohyunnie?
- Si lo prometes por esos grupos, debo creerte, ¿no? -esbozó una bonita sonrisa. Si lo juraba por Super Junior o INFINITE, no era moco de pavo-. Son tus favoritos, al fin y al cabo ...
Dejó caer la mano a las sábanas, dándome a entender que el momento se estaba acercando. ¿Quién me habría dicho que decirle adiós a ese chico se me haría tan complicado?
- Te llamaré cada día para saber cómo estás, así que ... Cuídate, enana.
- Me vas a hacer llorar, Kookie -él soltó una triste carcajada y volvió a clavar sus ojos en los míos.
Se levantó lentamente, como si arrastrara un gran peso. Uno del que no quisiera desprenderse aún. Con aquella cándida mirada, se inclinó sobre mí y dejó un doloroso beso en mi frente después de apartar mi flequillo. Sus labios aguantaron allí por más de diez segundos, y cuando los alejó, una fría huella había sido tallada en mi alma, quitándome la poca cordura que me quedaba. Sin embargo, y a pesar de que el ajetreo de mi hermano y Jimin en la entrada de casa era de lo más incómodo, escuché mi acelerado pulso y estuve cerca de agarrar su chaqueta para impedirle que se fuera.
Jungkook pareció escuchar mis propios pensamientos, porque se detuvo antes de que pudiera darme cuenta y cerró los ojos con fuerza a poca distancia de mi rostro. Su entrecortada respiración me hizo vacilar por unos momentos y terminar agarrando su mano. Esa con la que se apoyaba en mi colchón. La que impedía que cayera sobre mí.
Un beso en ese momento no habría ayudado. Un beso aquella mañana sólo habría empeorado las cosas. Y, al parecer, los dos éramos conscientes de ello, porque, aunque Jungkook tardó bastante en alejarse de mí, terminó haciéndolo. Dejándome claro que eso no iba a ocurrir por mucho que mi alocada cabeza lo creyera continuamente.
- Abrígate al salir, ¿vale? -aparté mi mano de la suya, tratando de mantener su calor en mi piel. Me enrollé en las sábanas y bajé la mirada. No quería que me viera con lágrimas en los ojos-. Dijeron que podía nevar.
- Lo haré -un par de toques en la puerta nos hicieron volver la cabeza. Jimin nos observaba con un extraño silencio envolviéndolo. Jungkook se giró hacia mí unos segundos más tarde y sonrió con más energía que antes-. Descansa mucho, Maya.
Yo asentí rápidamente, notando que todavía faltaba algo antes de se marchara. Kookie no tardó en averiguar lo que era y se agachó de nuevo extendiendo sus brazos en mi dirección. Con un nudo en la garganta, me quité de encima las mantas que me impedían pasar frío y pasé a buscar un calor mucho más reconfortante que ningún otro que hubiera probado.
- Volveré antes de que te des cuenta -susurró tembloroso en mi oído-. Y no me volveré a ir.
- Que vuelvas es suficiente para mí, Kookie. Ten cuidado.
Me estrechó entre sus brazos con miedo y yo hice un gran esfuerzo para tragarme las lágrimas y mirarlo con una sonrisa una vez nos separamos. Esta vez no hubo una última mirada. Sólo vi su espalda caminar en dirección a Minie hasta que desapareció de mi habitación.
- No sé qué ha sido eso, pero ... -comenzó a decir entornando la puerta y caminando hacia mí-. Nunca antes había visto tanta tensión entre dos personas -se acomodó al borde de mi cama y me arropó con el mismo cuidado con que lo había hecho Hobi al despertarme con fiebre. Jimin era como un segundo hermano mayor.
Hasta yo había notado esa tensión a la que Jimin se refería. Había una cuerda entre Jungkook y yo que no hacía más que tensarse sin parar, y en algún momento, que no tardaría mucho más en llegar, terminaría por romperse. Y si se rompía, las cosas se saldrían de control.
- Creo que es bueno que os marchéis -Jimin ladeó la cabeza sin comprenderme-. Con algo de espacio entre nosotros puede que ...
- No seré yo quién te lo diga, Maya -sonrió resignado-. Sé que no eres ciega y que lo entenderás pronto.
- No quiero entenderlo, Jiminie -dije terriblemente asustada-. No quiero.
- Está bien -noté sus gorditos dedos acariciar mi pelo-. Por el momento, si eres capaz de aguantar, está bien.
Asentí, dejando que un silencio nos envolviera. Jimin no me presionaba. Ninguno de ellos lo hacía aún sabiendo que en mi interior algo se removía cuando estaba con mi mejor amigo. Y sabía que me dejarían todo el tiempo que necesitara. Pero, a pesar de su gratificante ayuda, ni siquiera ellos podían impedir que mi propia conciencia pisara el acelerador. ¿Tenía verdaderamente tiempo para pensarlo o todo se acabaría si no me daba prisa en averiguar lo que de verdad quería? Ese miedo era tan profundo y lacerante a veces que parecía imposible acabar con él. ¿Qué pasaba si estaba jugando a dos bandos sin saberlo y hacía daño a los que más quería?
- Cuida de todos, Minie -murmuré, pasados unos minutos-. Se te da muy bien hacerlo. Sobre todo de Tae y Kookie -sonreí-. Supongo que Jin-oppa se encargará de que Namjoon y mi hermano no hagan ninguna locura durante el viaje.
- Los tendremos bien vigilados, Maya. Tú sólo preocúpate por descansar, ¿vale? -se agachó para besar mi mejilla y esbozó una sonrisa que sacó a relucir sus lindos mofletes-. Buscaré la forma de hacer video llamadas desde el hotel. Así podrás vernos por las noches.
Cinco minutos después, con las sábanas hasta la nariz, el sonido de la puerta al cerrarse me golpeó con un fuerte escalofrío.
•••••
Jueves.
Los días anteriores había podido hablar con Hobi y con Kookie por teléfono a partir de las once de la noche. Por lo que me habían dicho sus entrenamientos estaban siendo duros y apenas tenían tiempo para descansar, así que, cuando llegaba la hora de dormir y se decidían a llamarme junto a Tae y Jimin, estaban tan agotados que no aguantaban al teléfono más de cinco minutos. Yo sabía el esfuerzo que estaban teniendo que hacer, por lo que sólo los apoyaba de la mejor manera posible. Aunque mentiría si dijera que no los echaba de menos. Su ausencia se notaba demasiado.
- ¿Puedo sentarme contigo?
Alcé la mirada de repente, dejando al margen todas esas preocupaciones. La dulce sonrisa de Lee Minho me esperaba a unos metros de distancia, consiguiendo que me removiera incómoda, sentada en las escaleras del edificio trasero de la escuela.
- S-sí -contesté, cruzándome de brazos en busca de un poco más de calor.
Él caminó hacia mí en completo silencio, y yo me aparté hacia la derecha para dejarle más espacio a la hora de sentarse. Relamí mis labios, notando pequeños cortes en ellos que me escocieron al instante. Sólo a mí se me ocurría salir con ese frío al helado ambiente de Seoul.
Una vez ya a mi lado, yo me encogí, tan tímida como siempre. Y, aunque quise mirar a mi acompañante, me detuve cuando el arraigado recuerdo de Jungkook con el teléfono en la mano me atormentó de nuevo. ¿Por qué me arrepentía de haberle dicho lo que sentía por Minho? ¿Por qué?
- Te he estado buscando estos días, pero no aparecías por ninguna parte -el silencio se esfumó, y por acto reflejo, volví el rostro hacia él, haciendo un enorme esfuerzo por mirarlo sin miedo. Sonaba preocupado-. ¿Dónde has ...?
- He estado con fiebre y en cama -sus ojos tropezaron con los míos, haciendo mil veces más difícil decirle lo siguiente-. Cuando llamaste a casa, yo estaba enferma, así que ...
-Oh ... -e intentó esconder una socarrona sonrisa que alcancé a ver-. Entonces, Jungkook te lo dijo -yo afirmé con un movimientos e cabeza, ¿por qué no debería haberlo hecho?-. Sinceramente, él es tan posesivo contigo a veces que no creí que te contara nada sobre mi llamada.
- Jungkook no es posesivo en absoluto -murmuré.
- Supongo que no -me dio la razón a regañadientes, y soltó una larga bocanada de aire dejando que algo de bao flotase ante él.
Jungkook no volvió a aparecer en la conversación que mantuvimos el resto de descanso que teníamos.
Ese día, Minho me acompañó a casa ya que le dije que volvería sola porque Kook y Hobi estaban de viaje y él se negó a ello con tan sólo escucharlo. Minho vino todas las tardes conmigo a casa esos días. Demostrando a mi yo inocente y enamoradizo que el zorro más astuto de la ciudad podía disfrazarse con piel de cordero siempre que quisiera.
- ¿Quién era ese chico, Maya?
Mi madre preparaba la mesa para disponer la comida antes de que se enfriara demasiado. Alzó la vista cuando atravesé la entrada y me hube despojado del abrigo y los zapatos. Preguntándome eso, sólo consiguió que mis mejillas se colorearan y me quedase en el pasillo, tan tiesa como un palo.
- ¿Quién era? -me escudriñó siniestramente, limpiándose las manos en el trapo de cocina que llevaba sujeto al delantal.
- Un ... Un compañero de la preparatoria -dije intentando quitarle importancia y caminando hacia la cocina para ayudarla con los platos.
- ¿Un compañero? -estaba claro que no terminaba de creer que sólo fuera eso-. ¿Es amigo de Hobi y del pequeño Jeon?
- Bueno ... No mucho -le aclaré. No pensaba mentirle a mi madre. No ahora que las cosas comenzaban a tomar el rumbo correcto y sentía que de verdad aquella casa volvía a ser mi hogar-. No están en la misma clase, así que no son muy cercanos.
- ¿Y tú? ¿Sois cercanos? -coloqué los cubiertos sobre la mesa con la barbilla baja, rezando por que mi madre dejara de preguntar sobre aquello-. No creo que permitas a un simple compañero venir a casa, ¿verdad?
Minho era realmente amable conmigo. Más atento que nadie, y gracias a que él me acompañaba en la preparatoria a todas partes, esa semana, Sun y sus secuaces no habían encontrado el momento de atacarme con su artillería de siempre. Minho había sido como un verdadero ángel para mí los últimos días.
A pesar de ello, no mentí con la respuesta que le di a mi madre.
- Es sólo mi amigo, mamá.
Un chico que había estado a mi lado, compartiendo esa triste aura oscura que portaba a diario. Saliendo fuera de clases en el receso y soportando el frío sólo porque yo así lo prefería.
- Mientras te trate bien y cuide de ti ... Me conformaré con esa respuesta, Jung Maya.
Por el momento, había cumplido con todo ello en demasía. Sin embargo, la idea de que las cosas se fueran a pique entre nosotros estaba ahí.
Fue entonces cuando me di cuenta de que había un tercer plato a colocar. Fruncí en ceño y lo cogí confusa.
- Mamá, Hobi todavía no ha vuelto, ¿no?
- Vuelve la semana que viene. ¿Es que no lo sabías? -dijo removiendo la olla en la que cocinaba la carne, como si nada.
- Sí, pero ... Es que has sacado tres platos -me di la vuelta y abrí el armario en el que guardábamos la vajilla dispuesta a volver a dejar el plato en su lugar-. Las dos tenemos ganas de que vuelva, pero ...
- No, Maya, ... -dijo en tono bajo, logrando que sostuviera en la mano el plato-. Ese plato no es para tu hermano.
El timbre sonó dos veces. Yo no aparté la mirada de mi madre hasta que sonrió algo cohibida por cómo pudiera reaccionar su temperamental hija pequeña. Dejó la comida fuera de los fogones y me miró con ese cariño al que me comenzaba a acostumbrar desde hacía unas semanas ya.
- ¿Es ... Es él? -no quería que mi voz saliera desilusionada porque, en realidad, no me sentía así. Era más bien pánico a conocer al hombre que amaba a mamá.
- Sí -asintió mi madre con gesto ligeramente temeroso-. Me llamó esta mañana, después de que te fueras a clase -el timbre volvió a sonar, melodioso-. Ha terminado el negocio que lo tenía ocupado en Estados Unidos y estaba deseando establecerse aquí para ... Conocerte a ti y a Hoseok -la mirada de mi madre era tan pura, tan propia de una mujer enamorada, que relajé los hombros y tomé el plato con ambas manos-. Aunque sólo viene a comer -se apresuró a aclarar. Las dos recordábamos demasiado bien la noche en la que me enteré de su existencia-. Estará trabajando conmigo pero se quedará en un hotel hasta que encuentre algo mejor y ...
Ya me había hecho a la idea, la verdad. Todavía resultaba algo extraño imaginar a mamá con otro hombre de la mano. Siendo feliz. Pero, no me dolía. Nunca la odié por eso. No siquiera la noche en la que se lo hice creer. Me odié más a mí misma por comprender que ella había seguido adelante y yo continuaba atada a la borrosa imagen de nuestra familia. Esa familia ya no estaba, se esfumó hacía mucho tiempo. Sin embargo, todavía podíamos vivir como una familia. No sería la misma, pero eso no quitaba que pudiésemos ser felices todos.
- Puede quedarse en casa, mamá -aseguré, dejándola sin palabras. No iba a volver a cometer el error de ser una egoísta y echarle la culpa de ser feliz. Yo podía no haber superado la muerte de papá, pero ella debía rehacer su vida. Dejar que alguien sanara su corazón. Mamá era joven, así que no debía quedar en el pasado y seguir adelante-. Es tu pareja, así que ... No hace falta que vaya a un hotel. No importa, de verdad.
Estoy segura de que pude ver las lágrimas brillar en los ojos de mi madre antes de que se marchara a abrir la puertas plantase un casto veis en mejilla a modo de agradecimiento. Ella estaba esmerándose en ser una buena madre. Yo debía actuar como una hija comprensiva también, ¿cierto?
Un hombre, vestido con un jersey azul marino sobre una camisa blanca y unos pantalones negros de lo más elegantes, entró en la cocina acompañando a mamá. Se notaba que sus raíces norteamericanas estaban ahí. Mamá ya me había dicho que su madre era de Nueva York y que su padre era tailandés, así que esa misteriosa mezcla de rasgos orientales y occidentales no me sorprendió mucho. A decir verdad, aquel hombre parecía simpático.
- Eres Maya, ¿verdad? Yo soy Mark -me ofreció la mano y yo sonreí dejando que la primera piedra del último muro que había interpuesto entre mi madre y yo cayera. Costaría ver a ese hombre junto a ella, pero si así era feliz, yo sólo podía acostumbrarme a ello. Pondría todo lo necesario de mi parte.
- Es un placer conocerte, Mark. Mamá nos ha hablado mucho de ti.
•••
Mickey y mi perrito tiraban de una muñeca de trapo que Hobi había hecho tan pronto como descubrió que habría dos habitantes nuevos en la casa. Acaricié la cabeza del más pequeño, logrando que le cediese el juguete al travieso de Mickey. Mi mascota caminó directa a mi regazo entre lloriqueos.
- Mickey te dejará luego, pequeño -dije sin dejar de llenar al cachorro de mimos-. Ahora que lo pienso, todavía no te he puesto un nombre.
El animal ladró dándome la razón, a lo que yo esbocé una amplia sonrisa. Mickey no tardó en sentirse apartado, y dejar en un segundo plano el muñeco por el que habían peleado, para terminar corriendo a mis brazos, celoso y falto de atención. La verdad era que se notaba demasiado la ausencia de Hoseok. La casa estaba más vacía sin él y todos lo extrañábamos.
- ¿Echas de menos a Hobi? -pregunté acariciando su barriga-. Yo también lo echo de menos.
Con ambos entre mis piernas, miré la cristalera de mi cuarto. Seguía pensando que en cualquier momento aparecería Jungkook para contarme sobre su última práctica de baile o ... Simplemente para abrazarme antes de ir a dormir. ¿En qué momento me había vuelto tan dependiente de ese chico? Aunque, comenzaba a antojarse más como una ... Adicción. Una que podía alterarme con un simple roce o lograba ofrecerme una paz irreal.
Mi perrito ladró con ese gracioso tono que empleaba siempre que buscaba llamar la atención. Al bajar la mirada, observé cómo dirigía sus ojos a casa de Jungkook. Sonreí, demasiado triste como para admitirlo, y dejé que lamiera mi mano en busca de consuelo.
- Jungkookie volverá pronto, ¿sabes? En unos días volverá.
Justo cuando terminé de hablar, mi teléfono dejó escapar el sonido que emitía siempre que alguien me enviaba un mensaje. No eran muchas las personas que se tomasen algo de tiempo para entablar una conversación conmigo, así que me alerté al instante contemplando las posibilidades.
Yo alargué el brazo que tenía libre para alcanzarlo. En el mismo instante en que leí el contacto de la persona en cuestión, mi corazón dio un pequeño brinco dentro de mi pecho. A toda prisa, deslicé la pantalla de inicio y entré con más ansiedad de la que recordaba a la sala de chats. El de Jungkook se encontraba en primer lugar con el aviso de un mensaje sin abrir. Había esperado tanto que me hablara en cuánto tuviera un rato libre que ni siquiera me detuve a mirar el resto de mensajes. Más concretamente, el par que me había enviado esa misma noche Lee Minho mientras cenaba.
Mi mejor amigo estaba en línea, y no podía atender a nadie más que no fuera él.
Kookie 👽
¿Estás bien?
21:46
Con el ceño fruncido pero feliz, tomé el móvil para darle una respuesta.
¿Es que debería estar mal, Jeon?
21:46
Bueno ... Se supone que deberías estar destrozada por no tenerme allí.
21:47
Baja ese ego. No es que seas tan importante 😒😒
21:47
Las comisuras de mis labios comenzaban a doler porque no podía dejar de sonreír como una tonta. En realidad, extrañaba mucho esas conversaciones en las que él lograba distraerme del resto del mundo con sólo unas palabras.
Lo soy, porque si no, no habrías corrido a responderme 😏
21:48
¿Alguien echa de menos a su mejor amigo?
21:48
¡Gracias por darte cuenta, Jungkook!
21:48
Mi vida no tiene sentido desde que TaeTae se marchó 😭😫
21:49
Prácticamente podía imaginar el ceño fruncido y el mohín de Jungkook al recibir ese mensaje. Tae y yo éramos como mejores amigos y él siempre se quejaba de que le había quitado el puesto vilmente.
¿Podrías decirle que lo llamaré más tarde?
21:49
Me hieres, enana 💔
21:49
¿Por qué?
21:50
Los perritos intentaron llamar mi atención, pero sólo consiguieron que acariciara sus pelajes por unos segundos.
Dejé de hacerlo cuando mi móvil vibró de nuevo, mostrándome un nuevo mensaje de Jungkook. Uno que me hizo aguantar la respiración.
Porque yo no dejo de contar los días que me quedan para volver contigo.
21:51
Tragué con dificultad y dejé el teléfono a mi lado, llevando la mano derecha al lugar donde mi alterado corazón empezaba a agitarse.
- ¿Por qué dices esas cosas, Jungkook? -me susurré a mí misma tratando de controlar la aterrada respuesta que había tenido mi organismo a sus dulces palabras-. Así no me ayudas a pensar con claridad, tonto ...
¿Qué podía hacer? Cada vez me dolían más sus declaraciones. Cada vez sentía cosas más profundas por ese chico.
Consciente de que el aparato vibró varias veces más, reuní el valor suficiente y dejé de imaginar a Jeon Jungkook diciéndome en persona algo como aquello porque no podía controlar mi propia reacción. Volví a coger el móvil, conteniendo las ganas de decirle lo mucho que lo añoraba en ese preciso momento.
Tienes muy poca consideración por mis sentimientos, Jung Maya.
21:52
Yo aquí, preocupándome por ti, y tú llamando mejor amigo a otro.
21:53
¿Cuándo he dejado de serlo?
21:53
No, mejor no me lo digas. No quiero saber los detalles de tu aventura con Kim Taehyung.
21:54
- No lo dices en serio ... -me dije a mí misma comprendiendo la broma.
¿Por qué siento que juegas con mis sentimientos, Kookie? Era una sensación nueva y ... Con un sabor amargo.
Solté el poco aire que retenía en los pulmones, intentando calmarme.
Jungkook
21:55
No, no. No quiero excusas baratas, Maya
21:55
Kookie, ¿puedo llamarte?
21:55
Puede que te haya engañado con Tae, pero ... Ahora necesito hablar contigo.
21:55
Estaba tan desesperada por escucharlo, aunque fuera sólo por unos míseros segundos, que incluso me había planteado pedirle un maldito audio. Quería llorar de pura impotencia. ¿Cómo podía detener ese sentimiento que aprisionaba más y más mi malherido pecho? ¿Había alguna forma acaso? Yo sólo creí que la voz de Jungkook actuaría como un relajante bálsamo para ese escozor que se extendía bajo mi piel a una velocidad que ya no era capaz de detener por voluntad propia.
De no haberlo dicho tú ... Si te soy sincero, era lo siguiente que iba a escribir.
21:56
Suspiré, aliviada por no ser la única con el corazón en un puño. Demonios, la urgencia era real.
Pero, ¿sería mucho pedir que esperes un poco, enana?
21:56
Jiminie está intentando abrir un programa en su portátil para poder hacer una vídeo llamada
21:57
Aunque puedo llamarte ya si quieres
21:57
Puedo esperar, Kookie
21:58
No. No tenía paciencia a esas alturas.
Encenderé el ordenador
21:58
No sé si Jungkook volvió a enviarme un mensaje porque dejé allí mismo el móvil y corrí al escritorio a enchufar mi portátil. Estaba actuando como una estúpida que anhela demasiado escuchar y ver a Jeon Jungkook, pero ... Me di cuenta de que no estaba mal sentir esa urgencia. Quería a Jungkook. Lo echaba de menos. ¿Cómo no añorar el suave timbre de su voz y admirar sus brillantes pupilas negras? Una amistad se basa en eso. Echar de menos al otro de esa forma es normal si tienes una relación como la nuestra. Quise anclarme en esa especulación porque era la manera más fácil de aceptar el vuelco que daba mi mundo gracias a Jungkook.
Después de diez minutos esperando la invitación de Jimin, me acerqué a coger el móvil del suelo, pero una llamada entró en la pantalla de mi ordenador con el nombre de mi amigo en grande. Sin perder un solo segundo, pulsé la pestaña que ponía 'aceptar'. La conexión fue inestable los primeros segundos, pero antes de que transcurrieran treinta más, la escena comenzó a cobrar la nitidez correspondiente. Ver allí mismo a Park Jimin, me hizo sonreír como una boba.
- ¡Maya! -su voz se escuchaba clara como el agua-. ¡Por fin he conseguido entender este trasto!
- Es genial, Minie -me recogí el flequillo y dejé caer mi espalda sobre el respaldo de la silla de mi escritorio-. ¿Cómo estás? Hace unos días que no hablamos.
- La verdad es que iba a meterme en la cama, pero recordé lo que te prometí. Y, bueno -sus labios se curvaron en una traviesa sonrisa bastante sospechosa-, en cuánto se lo he dicho a la gaviota, ha desparecido su cansancio y supongo que me ha pegado un poco de su energía.
- ¿Dónde está? -lancé la pregunta escudriñando cada rincón de la parte de la habitación del hotel a la que tenía acceso la pantalla-. He hablado con él antes y ...
- Si vieras la cara de tonto que tenía mirando su móvil ... -apoyó la mano en su mentón con aire soñador. Mis colores salieron a la luz, rezando por que la lámpara de mi cuarto no fuera lo suficiente fuerte como para discernir la rojez de mi rostro-. Mira, incluso le he sacado una foto para que ... -dijo tomando su móvil entre graciosas risas.
- ¡Jimin! -mis cinco sentidos se alertaron al escuchar esa voz-. ¿Has conseguido entrar o sigues en el menú principal?
Busqué con desesperación a Jungkook. Jimin se giró, como si estuviera lejos de él cuando en realidad apareció tras su cuerpo al momento. Incapaz de apartar la mirada, mantuve los ojos sobre mi mejor amigo, aunque sólo llevase unos pantalones largos de pijama.
Se paró tras Jimin, secando con una toalla pequeña su húmedo pelo, tratando de apartarlo de su frente. Sin darme cuenta, mordí el interior de mi mejilla, roja como un tomate por ver a Jungkook después de tomar una ducha.
- ¿Quieres ponerte una camiseta, Jungkook? -le recriminó Jimin sin ocultar lo divertido que le resultaba aquello-. Maya y yo sabemos bien que eres un exhibicionista de primera, pero es de mala educación aparecer así ante una chica.
- ¿Maya? ¿De verdad? -y en un abrir de ojos había echado a Jimin del asiento y había dejado la cara a unos pocos centímetros de la Webcam ansioso por verme.
Un par de gotas caían por su frente y sus clavículas desnudas entraban perfectamente en el marco de la pantalla. Remojé mis labios, encogiéndome, al recordar que iba en pijama. Supongo que fue al verlo a él sin parte de su ropa por lo que me intimidó que me viera así, porque, Jungkook me había visto con ese pijama miles de veces antes.
- Hola, Kookie -dije al verlo sonreír.
- Te empezaba a echar mucho de menos -aseguró formando esas dulces arrugas cerca de sus ojos por la hermosa sonrisa que me ofrecía.
- Vale, os dejo solos para que ... Hagáis lo que tengáis que hacer -se quejó enfurruñado Jimin. Yo quise detenerlo, pero antes de pronunciar una sola palabra, escuché la puerta de la habitación cerrarse.
Así que, volví a centrar mi atención en Kook.
- Tu labio ya está bien -confirmó, y yo asentí dándole la razón-. Y ... Te veo más hermosa de lo que recordaba, Jung Maya.
Sus ojos brillaban tanto que comenzaban a cegarme gratamente. Yo miré a mi derecha, negándome a sus piropos de siempre. Estos comenzaban a tener sobre mí un efecto distinto que me daba un miedo horroroso.
- Y tú más galán que la última vez, Jeon -escondí mi sonrojo como pude.
- Incomodarte es tan sencillo como siempre. Eso no ha cambiado -aclaró riendo. Apoyó su codo en la mesa y dejó caer sobre la palma de la mano su barbilla, atento a cada uno de mis movimientos. Analizando hasta el más mínimo de mis pestañeos.
- Sólo han pasado cuatro días, a decir verdad -me obligué a devolverle el vistazo-. Si cambio en tan poco tiempo, sería preocupante.
Empezó a delinear con el dedo índice su labio inferior, hipnotizándome en pocos segundos. Lucía pensativo, pero despierto a la vez. No apartaba la vista de mí y, aunque eso me ponía muy nerviosa, eran unos nervios que me carcomían deliciosamente. Hasta ese momento, no entendí que quería ser el centro de atención de Jeon Jungkook siempre que me fuera posible. Sin ninguna excepción.
- ¿Estás bien? -me preguntó, sin dejar de acariciar su rosado labio de derecha a izquierda, como si quisiera probar el aguante que tenía antes de pedirle a gritos que me permitiera probarlos.
- Os echo de menos, pero ... Va todo bien -y ahí comenzaba ese tipo de conversaciones que sólo podía mantener con Jungkookie-. Hoy he conocido al novio de mamá.
- Parece que le has dado el visto bueno, así que no tengo de qué preocuparme -mordisqueó su dedo, como si algo lo inquietase en el fondo-. ¿Y en clases? ¿Se nota mi ausencia por allí?
- Sólo un poco.
- Ah, cierto. Lo había olvidado -dijo juguetón antes de echarse el cabello rebelde hacia atrás-. Resulta que había estado viviendo una vil mentira y tu amigo del alma es Tae. Estoy bien, tranquila -se limpió una lágrima inventada-. Eso que oyes es Jimin arañando la puerta por entrar, no mi corazón haciéndose añicos.
Y empecé a reír tanto que temí hacer demasiado ruido. O al menos, en suficiente como para que mi madre llamara a mi cuarto.
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